Por otra parte, dentro de la planificación de las actividades, el ministro insistió en que se siguiera el principio de la dirección colegiada, la discusión colectiva y la responsabilidad individual. Un examen detallado de los planes de trabajo permite comprobar la ingente labor a que se dedicaron los trabajadores del MINREX por aquellos años. Prácticamente no hubo aspecto de la realidad internacional que no fuera incluido como problema a estudiar, desde las contradicciones en el comercio agrícola entre el Mercado Común Europeo y los Estados Unidos hasta las características étnicas de ciertas tribus en algún remoto país africano. Como ya se ha señalado más arriba, sin embargo, el desarrollo de la planificación en el Ministerio tomó un camino desacertado en la década de los 70. Los planes de trabajo abandonaron aquella frescura prevaleciente en época de Roa y se convirtieron en extensos documentos con miles de tareas que nadie utilizaba, salvo para hacer los informes trimestrales de cumplimiento. Ello fue así hasta 1992, en que, bajo la dirección del nuevo Ministro, Ricardo Alarcón, se revisó el procedimiento volviendo a las breves directivas anuales y semestrales. Estos documentos eran ágiles, flexibles y dinámicos, correspondiéndose así con la cambiante realidad internacional.
Como el propio Roa dijera en la Plenaria de 1963, el Ministerio debía ser “colmena afanosa y no avispero de zánganos”, en la cual “la coexistencia pacífica con la estatua de sal, con el vientre de la mula, con el oráculo de Delfos, con la siesta de ideas y el motor inmóvil de Aristóteles es incompatible” (Boletín, 1963). Para lograr esto, se debía lucha sin cuartel contra vicios y males que ni eran exclusivos del Ministerio ni son únicos de aquella época. El burocratismo y el ausentismo fueron objeto de su crítica mordaz.
En la Plenaria de organizaciones de masas de 1961 advirtió que “lo más importante del burocratismo es que crea una mentalidad, la llamada ´mentalidad burocrática´, por la cual, en lugar de la voluntad, gobierna el trámite”, para agregar a continuación “no hay peor enemigo de la mentalidad socialista que la mentalidad burocrática” (Plenaria, 1961: 27).
En 1963, Roa, al afirmar que “el burocratismo es una de las peores rémoras del socialismo”, amplió estos conceptos y planteó todo un análisis sobre este fenómeno pernicioso, que vale la pena citar totalmente, por su vigencia permanente:
El burocratismo no es solo exceso de papeleo, el seguidismo en los métodos de trabajo, la concepción mecánica de los problemas: es también y, sobre todo, una actitud ante el trabajo. La más grave consecuencia del burocratismo es la sustitución del cerebro por la mesa y de la voluntad por la silla. En lugar de pensar y actuar, estereotipo y poltronería.
El antídoto del burocratismo es la iniciativa creadora, que supone, parejamente, racionalizar el trabajo, dinamizarlo, aumentar su calidad, vivificar el tiempo. Hacer, en fin, que el cerebro prime sobre la mesa y la voluntad sobre la silla. La iniciativa creadora es el más eficaz método de lucha contra el burocratismo. Aplicarlo depende únicamente del cerebro y de la voluntad de ustedes. Y aplicarlo, no solo como método de lucha contra el burocratismo, sino en todos los niveles del trabajo. Hay que desembarazarse de la rutina mental, de los conceptos entumecidos, de las ideas muertas. Hay que aportar iniciativas propias en el trabajo, pensar por cuenta propia, aplicar creativamente el marxismo-leninismo (Roa, 1964: 590).
Junto al burocratismo, el ausentismo era otro vicio bastante expandido en el Ministerio y Roa lo combatió fuertemente. Ya en la Plenaria de las organizaciones de masas había advertido que “el ausentismo no es solo una modalidad de la vagancia o de la negligencia: es mucho más grave que eso. Si a veces suele ser negligencia o vagancia, en realidad siempre es vagancia; muchas veces esas negligencia o vagancias tienen concomitancias manifiestas con el contrarrevolucionarismo y la gusanería” (Plenaria, 1961: 62).
Hacia 1963 la batalla contra las formas más abiertas de ausentismo estaba sustancialmente ganada, pero el ministro, con su habitual capacidad de observación, comprobó la existencia de nuevas variantes, que rápidamente bautizó con los incisivos nombre de girovagancia y palique ambulatorio. Se refería, por supuesto, a los que asistían físicamente al Ministerio, pero se pasaban el día conversando tanto fuera como en su propio puesto de trabajo. Esta práctica era, por añadidura, el caldo de cultivo en el cual se producía otro vicio que provocaba en Roa el más firme repudio: el de la murmuración y el chisme. Por ello, siempre combatió estos fenómenos enérgicamente.
En resumen, para Roa los trabajadores del Ministerio debían ser “asiduos, puntuales, estudiosos, conscientes, entusiastas, responsables, ahorrativos, disciplinados y productivos”, lo que les obligaba a practicar lo que definió con: “que se levanten con un quehacer y no se acuesten sin haberlo realizado”. Por cierto, esta actitud recuerda el apotegma del Che sobre “el cumplimiento diario del deber”. Demás está decir que el ministro siempre predicó con el ejemplo. No era raro verlo llegar temprano en la mañana y casi siempre se retiraba mucho después de que lo habían hecho el resto de los trabajadores.
Otro aspecto notable en el que Roa insistió para modificar los métodos y procedimientos del Ministerio lo constituyó su prédica en torno a la crítica y autocrítica. Por una parte, el ministro subrayaba constantemente la necesidad de ser inconformes con los logros obtenidos como afirmó en el Balance de 1963:
No es posible progresar cuando se está conforme con lo obtenido. Estar conforme con lo obtenido es el preámbulo del estancamiento. El ser solo tiene sentido cuando contiene el devenir. Si el trabajo acumulado por el Ministerio no contuviese los gérmenes de su propia superación sería para tañer campanas funerales (Roa, 1964: 582).
Por otra parte, Roa instó permanentemente al uso de la crítica y autocrítica. Ya se señaló su rechazo tajante al vicio de la murmuración y el chisme. Vale recoger, además, lo que al respecto dijera en la misma ocasión anterior:
Y a propósito de la crítica y autocrítica. En este Ministerio no se ha sabido utilizar, con la frecuencia debida, de veras y a fondo, el método de la crítica y autocrítica en la evaluación del trabajo, como se desprende, claramente, de los informes elevados por las Direcciones sobre la ejecución y el cumplimiento de los Planes Trimestrales.
Ni se ha establecido cortapisa alguna al respecto. Entendemos que sin el empleo efectivo del método crítico y autocrítico es difícil adquirir conciencia de los errores y suprimirlos.
Pero es conveniente aclarar que la crítica nada tiene que ver con la murmuración, el chisme, el número ocho o la falta de respeto en las relaciones de trabajo. Eso es inadmisible e intolerable. Es fundamental que las relaciones entre los trabajadores se desenvuelvan en una atmósfera de fraternidad, cooperación y respeto recíproco. Todos debemos respetarnos en el cumplimiento de nuestras funciones y en el trato personal. Quien tenga algo que alegar contra el comportamiento de un compañero debe hacerlo en el lugar que corresponda, no a nivel de jardín, ni a nivel del comedor popular, ni a nivel de la esquina. Lo honrado y lo revolucionario es plantear las críticas donde deben plantearse. Lo otro es chismografía, murmuración. Eso es negativo y, además, supone cobardía. Hay que darle cara a las cuestiones de cualquier naturaleza que sean. Así proceden los revolucionarios. Ningún revolucionario le hurta el cuerpo a la responsabilidad. Ningún revolucionario procede solapadamente contra otro. Con esto hay que terminar de una vez y para siempre (Roa, 1964: 595).
En este aspecto Roa también fue ejemplo. Nunca rehuyó la crítica como lo demostró cuando en la Plenaria de 1963 se señalaron deficiencias a la labor del Colegio del Ministerio, integrado por los dos viceministros y el ministro. En aquella ocasión dijo:
Estoy, por tanto, criticando nuestra propia negligencia, es decir, la de los compañeros viceministros Pelegrín Torras y Arnold Rodríguez, que conjuntamente conmigo integran el Colegio. No obstante, las normas precisas y concretas con que se ha adoptado, el funcionamiento del Colegio dejó mucho que desear durante algún tiempo. Funcionó al tun tun, o si se prefiere un lenguaje más adusto, con un empirismo rampante. Ustedes mismos, en la Plenaria, hicieron la crítica del estilo de trabajo del Colegio. Y es bueno que sepan que, tanto los viceministros como yo aceptamos la crítica, sin apelar al socorrido subterfugio del Yo Pecador, que limpia pecho y espalda sin remorder la conciencia (Roa, 1964: 588-89).
La actitud crítica y autocrítica de Roa trasunta toda su labor en el Ministerio. Como dijera durante la Plenaria, “entre el manojo de rosas y el puñado de ortigas, hemos optado deliberadamente, por el puñado de ortigas” (Boletín, 1963).
Roa siempre fue muy exigente consigo mismo y con los demás, y este rasgo de su personalidad se tradujo en el trabajo que realizó en el Ministerio. Su trato con los compañeros, además, se caracterizaba por la fraternidad y el principismo. Sus relaciones personales eran el espejo de lo que practicaba públicamente. No cabían en su personalidad ni la simulación ni la doble moral. Por otra parte, no le faltó nunca su proverbial humor y precisión al tratar con otros, como cuando jocosa, pero respetuosamente calificó al desaparecido Pelegrín Torras de merengue con púa, como forma muy descriptiva de calificar la mano fuerte pero dulce con la cual este último dirigió las labores de la Plenaria en 1963.
Otro elemento importante dentro de la vertiente encaminada a la transformación de los métodos y procedimientos lo constituyó el esfuerzo dirigido a hacer del Ministerio un organismo austero. La “rumbosa concepción del presupuesto”, como se calificara en la Memoria de 1963, no podía tener cabida en un organismo revolucionario. Ya desde ese mismo año se produjo un ahorro de $25,000 de un presupuesto de más de 7 millones de pesos, a pesar de que, como el propio Roa lo señalara, el MINREX “se vio compelido a satisfacer necesidades de otros organismos y a pagar adeudos internacionales que no les corresponden”, como resultado de lo cual sus gastos resultaron sobrecargados. La política que se siguió entonces, orientada por el propio ministro, fue la de contemplar el presupuesto con un criterio nacional y no sectorial, y “ser sensibles a las exigencias de la política de desarrollo económico de la nación, tomando el camino correcto” (Roa, 1964: 596). Es bueno señalar que esa tradición se ha mantenido hasta nuestros días.
De este período data el esfuerzo por establecer normas de procedimiento que se correspondieran con la alborada que vivía el país y las relaciones exteriores de nuevo tipo que Cuba sostendría. Hubo que modificar el arancel consular, el reglamento para el despacho de buques, las normas de visados, los procedimientos de pasaporte, las regulaciones migratorias. En fin, el andamiaje completo de la antigua legislación. Todo ello se hizo con aciertos y errores, pero con la vista fija en tres principios: perfeccionar, racionalizar y rectificar.
Uno de los instrumentos más útiles de este esfuerzo lo constituyó el Prontuario Diplomático destinado a poner a disposición de los trabajadores del ministerio, sobre todo a los destinados al Servicio Exterior, “un resumen que permite tener a mano los requerimientos elementales del oficio”, como explicó el ministro en la introducción (Prontuario, 1963: 5). En este volumen de 437 páginas los diplomáticos neófitos podíamos ilustrarnos en temas tan disímiles como que ropa usar en una actividad protocolar, como comportarse en la primera entrevista de un nuevo Jefe de Misión con el Canciller anfitrión, qué funciones debía desempeñar un consejero y cuál debía ser el texto de una nota verbal notificando que Cuba rompía relaciones con el país ante el cual se estaba acreditado.
El Prontuario contaba, además, con un Glosario en el cual se explicaba, por ejemplo, qué significaba cada una de las expresiones en latín que podían aparecer en una nota diplomática, el contenido de los términos xenofilia y xenofobia o la historia de la OEA. Las definiciones del Glosario solían ser escuetas, pero en ocasiones eran extensas y explícitas, como la descripción de la Organización de Naciones Unidas, que ocupó 10 páginas. Aunque los Doctores Pelegrín Torras y Miguel D´Estéfano encabezaron el grupo de compañeros que colaboró en la preparación del Prontuario, en muchas de sus partes se perfila claramente el estilo cortante, enjundioso, punzante y desenfadado de Roa.
Es irresistible la tentación de narrar una anécdota personal que sirve para ilustrar lo anterior. Cuando en la década de 1980 la dirección del MINREX decidió hacer una nueva edición del Prontuario y le encomendó el trabajo de búsqueda inicial a un grupo de jóvenes de reciente graduación en el ISRI, una de las compañeras pidió que se le explicara una expresión que aparecía en el glosario del Prontuario de 1963 al definir el término reciprocidad. Lamentablemente, fue imposible hacerle la explicación directamente a ella y hubo que ponerse en contacto con otro compañero para explicárselo a él. Para que se entienda mejor la razón de este proceder, reproduzco textualmente lo que, no me cabe dudas, El Viejo escribió sobre la reciprocidad:
Reciprocidad. En principio, todo tratado de comercio entre Estados soberanos se funda en la reciprocidad. Pero hay tratados comerciales que llevan el nombre específico de ´Convenio de reciprocidad´. Se llaman así los Tratados por los cuales los Estados contratantes se conceden rebajas aduaneras sin extenderlas a terceras potencias. En la mayoría de los convenios de este tipo inscritos por las potencias capitalistas con países insuficientemente desarrollados, la reciprocidad opera exclusivamente en beneficio de aquellas. Sirvan de referencia ilustrativas los tratados de reciprocidad comercial suscritos por los gobiernos de Estados Unidos y Cuba en 1903 y 1934. Ambos son equivalentes al clásico trato del esqueleto. (Prontuario, 1963: 388).
El Prontuario no sólo estaba encaminado a cambiar el estilo de trabajo y el funcionamiento de la Cancillería sustituyendo el viejo Manual de práctica Diplomática y Consular del Profesor Figueroa, sino que se enlazaba estrechamente con la tercera vertiente del proceso de renovación dirigido por Roa en esta etapa: el de superación política, profesional y técnica del personal.
Ya se ha hecho referencia al origen social de la mayor parte de los trabajadores de la Cancillería. El propio ministro en su balance de diciembre de 1963, recordando palabras del presidente Dorticós unos meses antes, planteó que en el MINREX “no podía haber tibios ni indiferentes, que el ideal era que todos los trabajadores fueran revolucionarios”, para añadir más adelante: “en este ministerio sobran los tibios, los medios tibios y los medios calientes. En este ministerio sólo deben y pueden tener cabida hombres y mujeres apasionadamente revolucionarios”.
En la misma oportunidad apuntada arriba, Roa hizo una importante precisión sobre lo que significaba ser apasionadamente revolucionario que aún hoy es del todo actual e impertinente:
Pero no se confunda el esplendor con el fuego. Hay quienes por fuera llamean de pasión revolucionaria y por dentro son un mantecado. Al verdadero revolucionario la pasión le brota de las entrañas y por eso enciende todas sus actividades. Y cuando se es apasionadamente revolucionario por dentro y por fuera se está siempre en disposición de superarse, de afanarse, de trabajar más y mejor cada día. Por eso el verdadero revolucionario —hombre o mujer— no paliquea, ni girovaga, ni despilfarra, ni murmura, ni invierte sus energías en trivialidades. El verdadero revolucionario lleva una vida correspondiente a su condición, tiene un estilo de vida que corresponde a un revolucionario (Roa, 1964: 583-584).
Roa era consciente de que la mayoría de los que nos incorporamos al ministerio en aquellos años “no proveníamos de la clase obrera y carecemos, por ende, de las condiciones incitas que impelen al proletariado, como clase, a emanciparse de los prejuicios, resabios y hábitos que inocula el capitalismo”, pero al mismo tiempo conminaba a la superación de esas rémoras con estas palabras:
Si no es lo suficientemente disciplinado, si tiene propensión a la girovagancia o al palique ambulatorio, si aún padece los arrastres de su procedencia social, el verdadero revolucionario se esfuerza por disciplinarse y sí es de origen pequeño burgués, como muchos de nosotros, trata cada mañana de yugular las ataduras que dificultan, deforman o extravían el desarrollo de su conciencia y estilo de vida (Roa, 1964: 585-584).
Pero Roa no concebía un trabajador del MINREX que junto a la conciencia política madura y lealtad ejemplar que debía conjugarse en la pasión revolucionaria, no alcanzara al mismo tiempo una elevada calificación técnica y alertaba al respecto que esas cumbres sólo se podían alcanzar “mediante el estudio, el trabajo y el espíritu de sacrificio”. (Roa, 1964: 584).
Sentenciaba el Ministro:
Ni la conciencia política, ni la competencia técnica se adquieren sorbiendo el aire. Ni la una ni la otra se dan en la naturaleza. Se adquiere mediante el esfuerzo propio, conjugando la educación y el estudio (Roa, 1964: 584).
Conviene recordar cómo Roa definía en aquella época las cualidades a que debían aspirar un trabajador del Ministerio: “Cualificación política, competencia técnica, lealtad absoluta, firmeza inquebrantable, conducta austera y diestro manejo de la táctica, el tacto y el contacto” (Boletín, 1963: 37).
En el centro de toda la superación política y profesional de los trabajadores del MINREX, Roa siempre situó e insistió en el estudio del marxismo-leninismo. Pero ya desde entonces, haciendo galas de sus cualidades docentes de profesor universitario, alertó sobre los peligros de un aprendizaje mecánico, dogmático y esquemático de la teoría creada por Marx y Engels y enriquecida por Lenin. Vale la pena recordar sus palabras al respecto en el Balance de 1963:
Nunca se insistirá demasiado en la necesidad de la educación política y, aún más, del empleo de métodos de enseñanza y aprendizaje congruentes con la naturaleza de la teoría marxista-leninista, que es una teoría que no solo se contrae a interpretar el mundo, sino que aspira a transformarlo.
Nunca se repetirá tampoco demasiado que el acceso y el dominio del marxismo-leninismo no es fácil. Los que de ustedes lo hayan estudiado a fondo saben bien que el Marxismo-Leninismo es una concepción del mundo, de la vida y de la historia asaz compleja, multiforme y fluyente. Saber bien que es la resultante dialéctica del desarrollo filosófico, histórico y cultural precedente, y que su aprehensión y señorío exigen, por tanto, asomarse más allá de las páginas de los manuales en que suele estudiarse. Si su conocimiento se agotara en el estudio de los manuales, el marxismo-leninismo sería una teoría gris y no verde, una teoría estática y no dinámica, una teoría coagulada y no fluyente. La teoría marxista-leninista se nutre en el ser y el devenir de la revolución y la naturaleza, y se enriquece continuamente con los hechos de la historia, los descubrimientos de la ciencia y el progreso de la técnica.
El marxismo, como cuerpo de ideas, no surgió de sí mismo, y, por eso, para penetrar y aprehender su esencia es necesario estudiar las corrientes de pensamiento que confluyen en su propio, vasto y creciente caudal. No debe uno contentarse con que las tres fuentes del marxismo son la filosofía clásica alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés. Con saber eso no se ha aprendido, ni se sabe realmente nada de marxismo. Eso es un simple enunciado verbal. De ahí que si uno se propone —y es lo que uno debe proponerse— penetrar y aprehender la esencia del marxismo, sea ineludible sumergirse en las fuentes del marxismo, y no una sola vez. Parodiando a Heráclito, en ese caso no solo no puede uno bañarse dos veces en la misma fuente, sino debe hacerlo numerosas veces (Roa, 1964: 586).
Roa fue el propulsor de todo tipo de iniciativas destinadas a crear un sistema de superación interna dentro del Ministerio. Bajo su impulso fundador surgió la Escuela de Cuadros, la Escuela de Mínimo Técnico y la Escuela de Superación Obrera. Todas ellas se unieron en el Centro de Capacitación Profesional, Política y Cultural, que incluyó, además, el Centro de Práctica Diplomática y Consular. A este esfuerzo se unió el Instituto de Política Internacional que, con el concurso de sus integrantes, profesores de la calidad de Fernández Álvarez Tabio, Juan B. Moré Benítez, Eloy
G. G. Merino Brito y René Álvarez Río, organizó ciclos de conferencias sobre derecho y política internacional. El propio ministro se ofreció como profesor para iniciar un estudio sistemático de El Manifiesto Comunista y otros clásicos, lo que no pudo cuajar debido a sus múltiples responsabilidades.
La preocupación de Roa se proyectó también hacia el porvenir. Mantenía su cargo de director de la Escuela de Ciencias Políticas de la Facultad de Humanidades de las Universidad de La Habana y estaba al tanto del esfuerzo que se realizaba por formar cuadros que pudieran constituirse en un reservorio de compañeros altamente calificados para el desempeño de las funciones del Servicio Exterior. Tenía ideas muy claras al respecto y creía firmemente que esta tarea requería, “por su índole y proyección jurisdicción política extrauniversitaria, con la participación del ministerio y la cooperación de profesores universitarios, amén de un programa apropiado, métodos de enseñanza congruentes y severas selección de los alumnos, cuyo número debe estar determinado por las necesidades inmediatas y perspectivas del Servicio Exterior” (Roa, 1964. 591-592). En estas ideas está plasmada la simiente de lo que posteriormente germinaría en el Instituto del Servicio Exterior, fundado por él mismo en 1971, y que desde 1982 lleva orgullosamente su nombre. El actual Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” no ha defraudado a su progenitor. Este año cumple 33 años de ingente labor y ya muchos de sus centenares de graduados han demostrado su capacitación política y profesional en nuestra diplomacia.
Otra peculiaridad del trabajo de superación realizado en el Ministerio está vinculada al papel de la mujer dentro de la Cancillería cubana. Roa fue un entusiasta partidario de abrirles las puertas a todas aquellas compañeras que demostraran tener las condiciones idóneas para ocupar las primeras trincheras de la nueva diplomacia. Si hoy se cuenta con decenas de mujeres embajadoras y el Servicio Exterior de Cuba puede ufanarse de ser uno de los más avanzados en el rubro de incorporar en su seno al sector femenino de la sociedad, alcanzando ellas las más altas responsabilidades, no cabe dudas que ello se debe en gran medida a su primer Ministro de Relaciones Exteriores.
La transformación del Ministerio en un organismo revolucionario de vanguardia no estuvo desvinculada, como no podía estarlo, de la creciente integración de sus trabajadoras en las tareas productivas mediante las Zafras del Pueblo. Por aquellos años, cerca del Central Harlem, en Bahía Honda, Pinar del Rio, se estableció el primer campamento cañero del MINREX al que después siguieron otros hasta llegar a “La Pelusa” en la provincia de La Habana en la zafra del 70. El MINREX no sólo participó en todas las Zafras del Pueblo, incluida la de 1970 en Camagüey, sino que atendió una finca del Cordón de La Habana en El Cano y más recientemente se incorporó al Movimiento de Microbrigadas. A pesar de ser un organismo relativamente pequeño, los trabajadores del ministerio tienen en su haber la construcción de cinco edificios de apartamentos desde 1972 hasta la fecha. Siguiendo esa tradición, brigadas del Ministerio se incorporaron al agro en la provincia de La Habana, ocupando el Campamento “Sonrisa de la Victoria” en Güira de Melena. Solo se mencionan algunas de las actividades que ha llevado adelante el MINREX en apoyo a la producción, las cuales, no caben dudas repercutieron favorablemente en el fortalecimiento de la conciencia revolucionaria de sus trabajadores.
Todo este esfuerzo de transformación del Ministerio se condujo, como él mismo lo subrayara en 1963, sin descuidar la consecución exitosa del objetivo esencial: la defensa y promoción de la política exterior de Cuba. En el haber del organismo se encontraba sin disputa su logro más saliente, como añadió Roa en dicha oportunidad: “La forma diligente, responsable y beligerante con que se ha ejecutado la política exterior del Gobierno Revolucionario” (Roa, 1964: 594).
Es sumamente difícil hacer un balance objetivo de cualquier empeño humano, sobre todo si se participó en él aún en calidad de modesto combatiente de fila, como es el caso del autor de este trabajo. Esta tarea se dificulta, además, porque, como se ha podido comprobar, el objetivo principal de este intento de investigación fue un hombre que manifestó siempre su desconformidad con lo obtenido y su espíritu crítico ante lo mal hecho: de ahí el contenido fundamental de sus principales pronunciamientos en torno al trabajo del Ministerio. Roa sintió en carne propia que, a pesar de todos los esfuerzos y resultados, el Ministerio no hubiera llegado a ser un organismo de vanguardia en aquellos años. Como él mismo dijo “en lugar del luminoso reventar de la primavera” lo que sobrevino fueron “las frías insinuaciones del otoño… lindante con la modorra invernal” (Roa, 1964: 581).
Para el Canciller de la Dignidad hacer del MINREX un Ministerio de vanguardia era un imperativo destinado entre otros, a contribuir a borrar la imagen estereotipada de los trabajadores del organismo.
Hoy, con el decurso del tiempo a la espalda, quizás se pueda ver aquel período y el empeño del entonces Ministro con más perspectivas y balance. Muchos de los objetivos que no se lograron en aquellos años se lograron después, ya fuera bajo la propia conducción de Roa o de sus sucesores. Cabría valorar si es que aún no estaban maduras las condiciones para alcanzar algunas de las metas más ambiciosas propuestas en ese momento. No obstante, podría preguntarse también qué le debemos a aquel esfuerzo de Roa, o, dicho de otra forma, cuáles fueron sus principales aciertos y sus errores, si es que los hubo.
Ante todo, habría que decir que Roa proyectó un organismo revolucionario que, si no llegó a ser formalmente de vanguardia hasta unos años después, no fue por falta de empeño de su parte; y que, si efectivamente lo llegó a ser, como lo fue y es, se debe, en gran medida, a su prédica constante, a su permanente acicate, a que creó en la mayoría de los trabajadores del MINREX un profundo sentimiento de vergüenza revolucionaria. Que sus concepciones eran correctas en lo esencial lo demuestra el alto grado de continuidad conque se siguió manteniendo la estructura básica y los procedimientos esenciales establecidos por él en aquellos años.
Por otra parte, debemos a Roa haber sentado el precedente de que el MINREX debía ser un organismo austero, ligado a nuestro pueblo, que pusiera siempre el interés nacional por encima del sectorial, fiel ejecutor de la política exterior trazada por Fidel y portador de una nueva diplomacia, una diplomacia en mangas de camisa, como dijera el propio Roa en varias ocasiones. Hay que decir que estos principios de trabajo han seguido siendo la divisa esencial en la que se ha sustentado el trabajo del Ministerio.
CONCLUSIONES
Si Roa viviera hoy, probablemente manifestaría de manera directa e incisiva su inconformidad con los resultados de su gestión en el Ministerio. Y razones no le faltarían para ello. A pesar de los esfuerzos que se han hecho por erradicarla, la tendencia al burocratismo, por ejemplo, no pudo ser erradicada del todo en su tiempo y aún persiste a veces hoy, bajo distintas formas. Los métodos burocráticos han resultado ser una hidra de cien cabezas que ha procreado, nuevas variantes, como su hija natural, la plantilla inflada, no solo en el MINREX, sino en otros organismos del Estado. Pero la responsabilidad de que no se haya triunfado definitivamente contra este vicio no es únicamente de Roa: es de todos. Por el contrario, para continuar combatiéndolo es imprescindible tener en cuenta su prédica como una alerta permanente sobre la esencia estereotipada, poltronera y antisocialista del burocratismo y estar conscientes de cuál es su principal antídoto: la iniciativa creadora y el trabajo eficiente.
Lo mismo puede decirse de la girovagancia y el palique ambulatorio, consecuencias directas de una actitud básicamente ausentista ante el trabajo. ¿Se pudieron arrancar de raíz? La respuesta a esa pregunta habrá que buscarla en la conciencia de cada cual, pero creo que Roa recordaría que hay que mantener la guardia en alto contra estas deformaciones. Para ello, nada mejor que la proverbial incisiva de quien mejor diagnosticó el origen y consecuencias de esta forma de vagancia y creó la convicción de que eran vicios y no virtudes.
La lucha de Roa por elevar la capacitación política profesional y técnica de los trabajadores del MINREX ha rendido frutos que están a la vista. Actualmente el Servicio Exterior de Cuba maneja mejor que en su época el arte diplomático, el oficio de “la táctica, el tacto y el contacto”. Hay también un conocimiento más amplio de los idiomas. El porcentaje de graduados universitarios es mayor, muchos de ellos con título de la especialidad obtenidos en el Instituto que Roa fundara y lleva su nombre. Por supuesto, todavía queda mucho por hacer y persisten deficiencias. Él mismo no estaría conforme, pero reconocería que el ministerio ha avanzado.
El Instituto de Política Exterior (IPI) y su revista homónima fueron dos importantes logros de esa época. Aún antes de que Roa dejara el Ministerio en 1976 ambos desaparecieron, a pesar de que él trató de revivir al primero cuando creó la Comisión de Altos Estudios Políticos (CAEP), de efímera existencia en la década del 70. Hace algún tiempo el Dr. Miguel
A. D´Estefano, en un Seminario organizado por el Profesor Salvador Vilaseca en el ISRI, propuso la creación de un Centro de Estudios similar al IPI que llevara el nombre de Roa, con el objetivo de conducir investigaciones sobre la política exterior de Cuba y las relaciones internacionales. Ya se ha materializado la vieja aspiración de recrear la antigua Revista de Política Internacional que tanto prestigio adquirió como vehículo para la transmisión de las posiciones cubanas en la materia y en la cual aparece este ensayo.
Aun teniendo en cuenta las difíciles circunstancias por las que atraviesa el país, no se deben olvidar estos dos legados de Roa. La historia de la política exterior de Cuba, el Movimiento de Países No Alineados, los problemas de la seguridad internacional y el desarme, la Organización de las Naciones Unidas, la teoría de las relaciones internaciones y de la política exterior, las teorías sobre la integración regional aguardan todavía ser investigados en Cuba desde el punto de vista científico y marxista, no solo para beneficio de las nuevas generaciones sino para para que el mundo conozca qué pensamos los cubanos sobre esos temas y qué aportes hemos hecho y podemos hacer a la teoría de estas ramas del saber. Con ese objetivo en mente sería recomendable acoger la propuesta del Profesor D´Estefano, pues nunca como ahora ha sido más necesario para Cuba propiciar, en nuestro seno, el estudio y la divulgación de ese campo de las ciencias sociales que se denomina política internacional y que incluye dos niveles de análisis, el del sistema internacional y el de la política exterior: ello se enmarcaría, por otra parte, en la gran batalla de ideas que, encabezada por Fidel libra nuestro país.
Finalmente, no sería conveniente terminar este trabajo sin dejar constancia de lo que es el resultado principal de la actividad interna de Roa en el MINREX entre 1959 y 1965. Fue ese un período pleno de afán creador y entusiasmo vivificador dirigido a la formación y estructuración de una Cancillería revolucionaria, que comenzó a dar los primeros pasos como instrumento efectivo de la proyección internacional de Cuba. Fue aquella una etapa fundacional en la que el Ministerio, bajo la dirección de su Canciller de la Dignidad, acumuló “los gérmenes de su progreso ulterior”. Puede decirse, por tanto, recordando una frase del Roa intelectual, que la semilla que él sembró no quedó en el frio mármol de una Cancillería elitista, sino en el fértil surco de fuego compuesto por un grupo de mujeres y hombres imperfectos pero revolucionarios. Imbuidos por él en una vocación de servicio a su pueblo.
NOTAS
Publicado en revista Política Internacional (2004). Edición Semestral. Edición Especial en saludo al 45 Aniversario del Minrex, La Habana. No. 4. Julio-Diciembre, pp. 62-63.
2 El autor conoció de estos avatares del enviado de Batista en Tokio porque su padre, Mario Alzugaray, fue el primer Embajador de la Cuba revolucionaria ante el Imperio japonés y tomó posesión en febrero de 1959.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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