RELACIONES INTERNACIONALES

La senda lingüística en la integración caribeña

The linguistic path to Caribbean integration

Dr. C. Aixa Cristina Kindelán Larrea

Doctora en Ciencias Filológicas. Profesora Titular y Consultante del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, La Habana, Cuba. isri-ingreso01@isri.minrex.gob.cu, 0000-0003-2796-3694

 

Recibido: 12 de abril de 2023

Aprobado: 17 de mayo de 2023

 

RESUMEN Más allá de la claridad de especialistas y protagonistas del debate, acerca de las perspectivas integracionistas actuales del Caribe y la necesidad de atender los factores o condicionantes que pueden propiciarla, se comprueba en la práctica que, al margen de los numerosos estudios teóricos y las definiciones conocidas sobre integración, aún faltan otros enfoques de interés también vinculados con esta temática, como bien puede ser el lingüístico, cuya senda no ha sido suficientemente incluida en los encauces o contenidos sobre el particular y, cuando se alude a él, se limita a la consideración de la diversidad filológica caribeña como una barrera lingüística que impide o atenta contra la integración de esta área geográfica.

Palabras clave: integración, Caribe, integración, lingüístico, diversidad filológica, barrera lingüística

 

 

ABSTRACT Beyond the clarity that specialists and protagonists of the debate on the current integrationist perspectives of the Caribbean and the need to address the factors or conditioning factors that can lead to it, it is proven in practice that, apart from the numerous theoretical studies and known definitions on integration, there is still a lack of other approaches of interest also linked to this topic, such as linguistics, there is still a lack of other approaches of interest also linked to this topic, such as the linguistic approach, whose path has not been sufficiently included in the channels or contents on the subject and, when it is referred to, it is limited to the consideration of the Caribbean philological diversity as a linguistic barrier that prevents or hinders the integration of this geographic area.

Key words: integration, Caribbean, integration, linguistic, linguistic diversity, language barrier, philological diversity

 

 

INTRODUCCIÓN

Como bien puede apreciarse en las fuentes consultadas, el concepto de integración es multidimensional. No obstante los distintos enfoques que se han hecho acerca del tema, existe total consenso respecto de la consideración de que la integración regional es un proceso político, económico y social, -complejo, amplio, profundo y multifacético- en el que intervienen varios factores. Sin embargo, no prevalece la unanimidad en el plano teórico en relación con la aprehensión de la diversidad lingüística, pues mientras unos la conciben como un conflicto que incide en la perspectiva de unificación, otros la proyectan como un mecanismo capaz de propiciar el intercambio comunicativo entre los caribeños y también su integración. Por lo tanto, estamos en la práctica ante un problema también espinoso y no resuelto que, aunque hace mucho más difícil el vínculo del aspecto lingüístico con el de integración, no justifica su débil tratamiento o exclusión entre los factores que pueden o no favorecer la alianza caribeña.

Al amparo de las definiciones que se han hecho se desprende que el aspecto cultural se erige, entonces, en una cuestión esencial, que también ha de tenerse en cuenta en el análisis del universo caribeño y compromete, en lo que al tratamiento de su diversidad lingüística se refiere, a cualquier intención integracionista que se pretenda. Así, la compleja situación que revela la existencia de un número considerable de lenguas distintas en esta zona, ha de enfrentarse a las políticas de negación de las diferencias y a la amenaza al patrimonio cultural de la humanidad, que la globalización neoliberal involucra y pone en peligro mediante abrazo de una única cultura, estilo de vida y forma de pensamiento como si la diversidad fuera un dilema que debe ser combatido.

Por tanto, analizar el fenómeno de la integración en su relación con otros que le son concomitantes, la diversidad cultural en general y lingüística, en particular, significa e implica entender la actualidad del Caribe y reflexionar sobre su futuro, centrando el interés en el respeto a la unidad cultural dentro de su diversidad y al ejercicio de la memoria histórica, pues la configuración socio-política de los países que lo integran, así como su reflejo en la cultura y en otros muchos espacios, tienen en común la huella o el estigma definido tanto por la historia de cada una de nuestras naciones como por la historia de las metrópolis que las han dominado.

DESARROLLO

Precisamente, entre los aspectos que dieron lugar a la problemática cultural y, fundamentalmente lingüística del Caribe, se ubica en primer lugar la alta incidencia de diversificación étnica y lingüística, que a su vez fue resultante de la confluencia de los cuatro entornos culturales europeos y da lugar a la presencia de fenómenos como la transculturación y el multilingüismo, motivado por la existencia de cuatro lenguas diferentes y sus variantes en un área tan pequeña. No hay que olvidar, en este sentido, las palabras de Juan Bosch (2007: 3) cuando advierte que “el Caribe está entre los lugares de la Tierra que han sido destinados por su posición geográfica y su naturaleza privilegiada para ser fronteras de dos o más imperios”.

Se trata entonces de dos problemáticas diferentes, pero difíciles cada una en sí misma, que han sido analizadas desde diferentes aristas, unas veces, para explicarlas y otras, a la hora de enfocarlas. Desde el punto de vista lingüístico, por ejemplo, se ha reconocido una lengua como oficial, a pesar de no ser entendida o hablada cabalmente por la mayoría de la población; se ha abogado por darle a la lengua materna el verdadero rango por el lugar en que ella surge: el pueblo; se ha asumido, por el contrario, una actitud conciliadora mediante la reserva de la lengua oficial para los asuntos jurídicos o administrativos y la materna para la comunicación no oficial y, también, en los últimos años, aunque se han hecho esfuerzos por prestigiar la lengua de la mayoría y, en ocasiones, hasta la variante de uso general y común, subyace en esta intención la idea de aprovecharse de este supuesto interés por atribuirles respeto a las distintas lenguas o dialectos que se hablan en determinados grupos, para establecer nuevos mecanismos de subordinación.

Asimismo, discordancias -aunque de otro orden- encontramos en las conductas que se comprometen con la conceptualización de integración, pues en algunos casos se restringe o se alude a ella en dependencia de los asuntos a los que se están refiriendo como un estado de cosas o como un proceso; en otros, se limita a los contextos en los que se está hablando para referirse a la situación de los que no padecen exclusión o autoexclusión en los contextos habituales o de los que disfrutan de los mismos derechos que el común de la ciudadanía y no faltan aquellos en los que el apoyo de su definición se ubica en la actitud conciliadora con su entorno o las de aquellos que saben valerse para negociar sus intereses, aunque sea en situaciones de conflicto (Gómez, 2007: 1).

Así, pues, siguiendo el camino que nos indujo a reflexionar acerca de la relación entre la situación lingüística del Caribe y el proyecto de integración, subrayamos que el proceso de conquista y colonización que tuvieron lugar en esta área, desde el siglo XV hasta el siglo XIX, valida la pluralidad lingüística que se manifiesta en esta zona y la división idiomática a partir de las lenguas que se han erigido como prestigiosas, lo que no significa necesariamente que ellas sean las que más se hablan o las que un número mayor de habitantes habla, a saber:

-El Caribe Anglófono: formado por Anguilla, Antigua & Barbuda, Bahamas, Barbados, Bermuda, Islas Vírgenes (británicos), Islas Caimán, Dominica, Granada, Jamaica, Montserrat, San Cristóbal y las Nieves, Santa Lucia, San Vicente & las Granadinas, Trinidad & Tobago, las islas Turqués y Caicos y las Islas Vírgenes (EEUU).

- El Caribe Francófono: constituido por Haití, Guadalupe, Martinica.

- El Caribe Hispánico: compuesto por Cuba, República Dominicana, Puerto Rico.

- El Caribe Holandés: integrado por Aruba, Bonaire, Curaçao, Saba, San Maarten, Statia.

Con todo, no se pueden establecer límites tajantes entre una comunidad lingüística y otra por varias razones. Por un lado, esta división sufrió los efectos de las contradicciones y ambiciones expansionistas de las diferentes metrópolis en su lucha por la conquista y colonización de los pueblos del Nuevo Mundo, lo que se explica por el hecho de que algunas islas caribeñas llegaron hasta ser sometidas por distintos “dueños”. Por otro lado, el Caribe padeció los impactos de los constantes movimientos migratorios que se desencadenaron entre las islas, los cuales también han favorecido el contacto entre lenguas distintas y los intercambios materiales, simbólicos, de identidades, culturas, valoraciones y actitudes tanto de las comunidades emisoras como de las receptoras. Además, condicionó la variedad de influencias lingüísticas en los países del área, en dependencia de su historia colonial y, en consecuencia, la existencia de variedades de las lenguas fundamentales de los conquistadores y, conjuntamente, una gran cantidad de variantes. En relación con esta última idea, Margarita Mateo Palmer (1990: 6) insiste en que:

… entre las diferencias que genera la variedad de metrópolis –acentuadas a su vez por los disímiles grados de desarrollo de los países europeos– se encuentra la pluralidad lingüística del área. Este aspecto, tan importante para la consolidación de una cultura propia, se expresa no sólo en la vigencia de las diferentes lenguas metropolitanas, sino también en el nuevo lenguaje que ha ido surgiendo del intercambio con la palabra del conquistador: el creole en el Caribe francófono, el dialecto en el Caribe de habla inglesa y el sranantongo o el papiamento en el Caribe holandés.

En las propias palabras de esta autora se revela una vez más la dificultad conceptual cuando se trata de evaluar la expresión lingüística caribeña, pues en la propia designación de creole, dialecto o simplemente el nombre de la variante – en el caso del papiamento– no se delimita si se trata de una misma cuestión o se está hablando de entidades lingüísticas diferentes. Falta, además, en esta cita la referencia al Caribe insular hispánico. Quizás la ausencia se deba, entre otras posibles causas, a la convicción de que el español se esté considerando como una lengua propiamente dicha o a la no aceptación por la mayoría de los lingüistas de la existencia o reconocimiento de lenguas criollas derivadas de esta lengua o, también, porque:

… las razones para tal diferencia son de índole histórica y radican principalmente en el tipo de contacto que se estableció entre las mayorías europeas dominantes y la masa esclavizada. Mientras que España creó provincias ultramarinas y fundó en ellas colegios, universidades, arzobispados, imprentas, bibliotecas, etc., las demás potencias de Europa instalaron auténticas factorías. A Las Antillanas (sic) españolas se desplazaron importantes núcleos demográficos peninsulares y canarios; se vivió, se trabajó, se fundaron familias y aumentó día a día la población criolla, españoles nacidos en ultramar. Las otras islas eran colonias en las que sólo habitaban los esclavos y una pequeña dotación de europeos asalariados que se encargaban de dirigir y llevar a cabo la producción. Lo común era que los dueños de las plantaciones ni siquiera vivieran en ellas (López Morales, 1992: 24).

En realidad, la cercana relación que existió entre las colonias españolas y sus metrópolis obligó a los africanos a aprender una nueva lengua y sus descendientes hablaron un idioma igual al de los criollos. Sin embargo, en las colonias no españolas se produjo una situación diferente: los esclavos desarrollaron un pidgin o una lengua de urgencia que asumía o usaba las formas del léxico de la lengua de los dominadores, pero adoptaba la estructura gramatical y fonética de las lenguas propias de las personas que la utilizaban. Los diversos pidgins se estabilizaron y fueron aprendidos como lenguas maternas por las sucesivas generaciones y de este modo se convirtieron en lenguas criollas o creoles.

El “patois” de los países francófonos se desarrolló como una lengua de contacto entre amos y esclavos, y entre los esclavos de diversos orígenes en la plantación en el siglo XVII y XVIII. Conserva muchos rasgos fonológicos, morfológicos, léxicos y sintácticos del francés, pero agrupa rasgos estructurales de las lenguas africanas. En Haití, por ejemplo, el francés y el patois son lenguas oficiales, aunque la segunda es la lengua materna de esta comunidad lingüística. Todos pueden hablarla (desde la clase élite hasta la gente común), aunque existe un gran número de personas que son monolingües y no hablan el francés en absoluto. En este caso, prevalece una situación de bilingüismo con diglosia, porque a pesar de que el patois es una lengua oficial en Haití, la lengua francesa está todavía asociada con la clase alta y rica, y el creole, con la clase baja y pobre. Los hablantes monolingües de creole, a causa de su falta de conocimiento del francés, siguen siendo inferiores a los bilingües, ya que el segundo es el idioma de la enseñanza. Sin embargo, esta situación está cambiando en los últimos tiempos debido a que muchos haitianos están empezando a reconocer la importancia del patois.

En cuanto al papiamento, se observa que en él están presentes las interferencias de todas las lenguas de las metrópolis, pues es una mezcla de holandés, inglés y español, portugués con lenguas africanas. No obstante, se reconoce que su base gramatical es española, lo que es el resultado del dominio que esta potencia colonizadora tenía en las islas (los holandeses se apoderaron de ellas después de los españoles). El elemento del portugués fue introducido por los judíos brasileños que se establecieron allí. La influencia del holandés y el inglés es mínima y solamente afecta al lexicón.

1

 

Los descendientes de los colonos hablaban el holandés y el papiamento, pero eran pocos en comparación con las otras comunidades lingüísticas, y hasta su conocimiento del idioma era pobre según los estándares europeos. Los blancos que hablaban el holandés en escenarios vinculados con los negocios o el gobierno, tenían un dominio aceptable del idioma, mientras que sus esposas, que tenían poco contacto con los hablantes de holandés y sí mucha relación con los hablantes del papiamento, hablaban un holandés, influenciado profundamente por el papiamento. Por otra parte, sus hijos aprendieron el papiamento de sus niñeras. Las pocas escuelas que existieron antes del siglo XX no tenían éxito en la enseñanza del holandés en las colonias, ya que la mayoría de los estudiantes no poseían conocimiento de la lengua a la hora de empezar la vida escolar y había pocas oportunidades para usar la lengua fuera de la casa.

El papiamento, desde el siglo pasado, se estandarizó en todos los niveles gramaticales y, por eso, ya se conocía como una lengua propia. López Morales (1990: 26) afirma que: “se escribe literatura desde el siglo XIX en la pluma de una pléyade de poetas románticos que se movían tras la sombra de Bécquer: también se cultivó la prosa: novela, ensayo, memorias y el teatro, al que tan asiduos era los curazaleños de esa época”.

La lengua oficial de instrucción en las escuelas es el holandés, pero los profesores pueden cambiar por el papiamento para explicar los conceptos difíciles. En Aruba, Curazao y Bonaire, recientemente se han introducido cursos de papiamento en las escuelas secundarias. Los estudiantes aprenden la gramática y la ortografía y leen artículos y literatura en el idioma. Además, se acepta su uso en comunicaciones formales.

El patois y el papiamento se consideran lenguas propias porque han recibido estandarización en la fonética, la ortografía, la gramática y el léxico. Están fuertemente codificadas, y poseen patrones de buen uso, aceptados por la comunidad. Sin embargo, en el caso de los países anglófonos la relación entre las variedades genéticamente emparentadas y la lengua de la metrópolis (lengua estándar1) o la criolla procedente de aquella (el creole) es mucho más complejo y, en general, se argumenta que estamos ante la presencia de un dialecto y no una lengua.

Toda esta explicación nos lleva al análisis de las implicaciones a las que nos induce el contacto entre lenguas. Siguiendo el esquema de la Dra. Marlen Domínguez (2001: 71), se ubican, por un lado, las convivencias: bilingüismo y diglosia y, por otro, las influencias mutuas: casos de contacto extremo (pidgins y criollos) y casos intermedios del contacto (fronterizos –que en nuestro criterio no proceden en el caso de las islas caribeñas, con excepción de Haití y República Dominicana y, también San Martín-); interferencias y alternancia de códigos.

En relación con el primer punto, compartimos la idea de que la mayoría de los investigadores interesados por el bilingüismo y el multilingüismo, se ven constantemente obligados a abordar las complejas relaciones existentes entre determinadas lenguas y sus influencias en la estructura de otra(s), así como en la consecuente modificación de las categorías lingüísticas y sus relaciones. Por su parte, hay otros que consideran que su labor consiste no sólo en examinar y describir los patrones existentes sino también, en analizar los factores extralingüísticos que empujan a los bilingües a elegir una lengua en vez de otra.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que existen pocos casos en que las lenguas de una misma comunidad tienen un status idéntico. En palabras de Marius Sala (1988: 20), este fenómeno puede ocurrir en circunstancias especiales, puesto que se trata de “la situación de dos idiomas localizados en la zona de una frontera lingüística que tienen el mismo status social (son lenguas de conversión diaria, variantes regionales de lenguas normativas; ninguna de ellas es lengua oficial). Ejemplo de ello también son las lenguas que se hablan en los estados plurinacionales no utilizadas en la administración”.

Por su parte, Francisco Jiménez, al referirse a los aspectos lingüísticos y sociales en los que la Sociolingüística ha hecho más acento, advierte que los más relevantes han sido el bilingüismo, influidos fuertemente por las contribuciones teóricas de U. Weinreich2, Ch. A. Ferguson3 y J. A. Fishman4, entre otros.

Todas estas consideraciones explican las orientaciones que generalmente se han hecho sobre el multilingüismo, en tres sentidos: a) lenguas en contacto5, b) diglosia y conflicto lingüístico6, c) variacionismo7 .

A reserva de que reconocemos que es necesario hacer otros estudios más abarcadores en los que se incluyan todos los puntos descritos anteriormente, en esta aproximación nos limitaremos solo a aquellos que en nuestra opinión tienen mucho más que ver con el problema que motivo y estimuló su tratamiento en este artículo. Nos estamos refiriendo a conceptos puntuales como:

Bilingüismo o multilingüismo: A pesar de que existe la noción general de considerar el bilingüismo como el “dominio equivalente de dos lenguas”, las diferentes fuentes consultadas dan fe de que no existe un criterio unánime. Así lo demuestran las definiciones de algunos autores como: L. Bloomfield (1964: 64), quien lo especifica como “control de dos lenguas como si ambas fueran maternas”; U. Weinreich apunta que (1953: 6-12), bilingüismo o multilingüismo es sinónimo de contacto de lenguas, y se caracteriza por la “práctica de utilizar alternativamente dos o más lenguas por las mismas personas; W. F. Mackey (1969: 2-9) considera que el estudio del bilingüismo desborda el interés lingüístico, y aparece sujeto a la necesidad de precisión y distinción entre bilingüismo (como fenómeno individual) y contacto interlingüístico (como manifestación de grupo) Dittman y Forbes (Selección de lecturas: 69) lo define como “el desarrollo de habilidades, destrezas y conceptos en dos o más lenguas en forma consecutiva y su correspondiente capacidad de producir y/o reproducir intercambios verbales en dos o más lenguas”8.

Diglosia: Es otro concepto estrechamente vinculado con el bilingüismo, pues los intercambios verbales de grupos étnicos diferentes en un mismo territorio generan una situación de diglosia: la lengua de un grupo asume una posición dominante y se convierte en la de más alto prestigio. Mas, este término también ha sido ampliamente definido por diversos autores, entre los que se destacan: Ch. A. Ferguson (1961: 976-988) y J. A. Fishman (1972: 135-152).

Aunque en la actualidad, aún existen opiniones diversas –a veces complementarias- no hay mucha diferencia entre los nuevos puntos de vista y el concepto original de diglosia:

situación lingüística relativamente estable en la cual, además de los dialectos primarios de la lengua (que puede incluir una lengua estándar o estándares regionales), hay una variedad superpuesta, muy divergente, altamente codificada (a menudo gramaticalmente más compleja), vehículo de una considerable parte de la literatura escrita ya sea de un periodo anterior o perteneciente a otra comunidad lingüística, que se aprende en su mayor parte a través de una enseñanza formal y se usa en forma oral o escrita para muchos fines formales, pero que no es empleada por ningún sector de la comunidad para la conversación ordinaria (Ferguson, 1961: 976-988).

Basándose en esta estimación, Francisco Gimeno (1990: 247), descarta por utopía una defensa de la reformulación original de la diglosia según Ferguson, e indica que:

(…) es posible que debamos de ofrecer prácticamente soluciones eclécticas. Una de ellas sería distinguir una “diglosia estricta” (o clásica), propuesta por Ferguson, y diversos tipos de ‘diglosia amplia’ (de lenguas diferentes, sociolectos divergentes, registros distintos, (...), a fin de salvaguardar en estos momentos la operatividad del concepto, por una parte, y contribuir a una mejor comprensión de las relaciones entre la situación diglósica amplia (relativamente estable) y el ‘conflicto lingüístico’ (o dinamización de la configuración estática de la diglosia amplia), por la otra.

En efecto, la dimensión lingüística que alcanza un evento como el contacto de lenguas es tan amplia que puede revelar, a veces, que elementos de las lenguas perdidas (el sustrato9) influyan sobre otra que se ha impuesto, como sucede, por ejemplo, con los vestigios de las lenguas anteriores a la conquista del Caribe, cuyo empleo aún se comprueba; o que una lengua conquistadora (el superestrato10) no llegue a sustituir a la conquistada pero influya sobre ella, porque la mayoría de su léxico fundamentalmente prevalece en el uso que le dan los hablantes11. También sucede que puede producirse el adstrato o influjo recíproco entre dos lenguas vecinas (Moreno Fernández 1998: 259)12. De manera que el contacto entre lenguas dio lugar a diversos fenómenos lingüísticos en el área que nos ocupa, entre los que sobresalen el bilingüismo; el multilingüismo; la diglosia, considerada como un paradigma en la actuación lingüística del Nuevo Mundo; las interferencias lingüísticas, la aparición de lenguas francas (lenguas sabires o pidgins y lenguas criollas).

Pero, hay otro fundamento que no puede dejar de mencionarse cuando se alude a la situación lingüística caribeña. Se trata de los factores extralingüísticos como superioridad económica, cultural, política o numérica, pues son los que determinan y estimulan la importancia de una lengua frente a otra. Cuando un grupo es muy poderoso, pueden usar ese poder, intencionalmente o no, para intentar eliminar la lengua del grupo débil, ejemplo de ello fue la política adoptada por las metrópolis en el Caribe.

El impacto de la lengua prestigiosa, que Moreno Fernández (1998: 189) describe como “un proceso de concesión de estima y respeto hacia individuos o grupos que reúnen ciertas características y que lleva a la imitación de las conductas y creencias de esos individuos o grupos”, conduce a que los hablantes de la lengua menos poderosa dejen de hablarla para evitar el estigma social. Sin embargo, a veces ellos se resisten a que se les quite su identidad y, por ende, trabajan más para conservar, proteger y desarrollar su lengua. Esto, indiscutiblemente, ha constituido un aliento vivo en las prácticas lingüísticas híbridas que se observan en esta zona, por lo que se revalida la creencia de que la configuración socio-política caribeña también tuvo su impacto en la problemática sociolingüística que en ella se ha producido.

A pesar de esta realidad, no han faltado acciones y voces de pensadores o luchadores dominicanos, puertorriqueños, haitianos, jamaicanos y de otras islas e, incluso, de Latinoamérica, que desde finales siglo XIX no hayan dirigido sus miradas hacia la necesaria articulación entre las diferencias de diverso orden -en el que no se excluye el lingüístico- y abogaran constantemente por consolidar al Caribe como una entidad geocultural o identidad regional que debe definirse como una unidad a partir del reconocimiento de las diferencias.

Esa conciencia caribeña que es visible en el vigente legado de Martí, y que tuvo en el siglo XIX otros destellos en la región, fue creciendo desde las primeras décadas del XX en las obras de autores cubanos como Ramiro Guerra, 1927: Azúcar y población en las Antillas; Nicolás Guillén, 1934: West Indies Ltd. y Alejo Carpentier, 1949: El Reino de este Mundo, entre otros de países vecinos.

Luego, ganó empuje en los años 60 tras la Revolución Cubana y la independencia de numerosas colonias en el área, un proceso en el cual, además, fueron visibles desde entonces los indicios de consolidación de una visión del devenir caribeño en su conjunto, como en De ToussaintL´ouverture a Fidel Castro, título que dio en 1963 el escritor de Trinidad y Tobago C. L. R. James al epílogo de la reedición de su libro Los jacobinos negros ToussaintL’Ouverture y la revolución de Haití o en De Cristóbal Colón a Fidel Castro: el Caribe, frontera imperial (1970), de Juan Bosch.

Ya en tiempos más cercanos, se extiende esta idea de conciencia caribeña y cobra otras con otras dimensiones y perspectivas: la lucha por integración caribeña como un objetivo final de la construcción de regiones y una esperanza en el mundo actual caribeño, a pesar del resurgimiento de la globalización y de la concepción de la diversidad cultural y los conflictos de identidad que ella genera.

CONCLUSIONES

La integración caribeña, entendida como proceso complejo, amplio, profundo y multifacético, implica el establecimiento de fuertes compromisos y estrategias desde el punto de vista político, económico, social y cultural. Ahora bien, si la propensión hacia el éxito de esta aspiración demanda, por un lado, centrar el interés de los actores políticos en tres elementos fundamentales: voluntad sostenida, clara visión del camino y acuerdo entre los actores políticos y sociales y, por otro, lograr consenso en los criterios de medida pertinentes para determinar los alcances de los proyectos integradores, entonces es necesario no solo alcanzar la inter vinculación de las economías nacionales mediante la reducción y eliminación de las barreras que impiden el desarrollo de los vínculos entre los países que conforman el Caribe sino, también, conquistar la abolición gradual o inmediata de las barreras discriminatorias existentes entre ellos.

Una de estas barreras discriminatorias, segregadas hasta por los más connotados especialistas sobre el tema de la integración, lo es justamente el que concierne a la perspectiva lingüística, pues con su visión sistémica, podremos ser consecuentes con el renacimiento del sentido de unidad regional que deseamos. En este ámbito, creemos que en el Caribe ella podrá lograrse con el reconocimiento, respeto y protección constitucional de la identidad nacional, étnica, cultural, religiosa y lingüística de todos los miembros de la sociedad por igual, la estabilización o ponderación de la situación diglósica a través del otorgamiento de más valor a la cultura –y a la lengua como parte de ella- de los grupos fundamentalmente criollos, la búsqueda de instrumentos que favorezcan la existencia no simbólica de una ley regional que defina los derechos lingüísticos humanos y el diseño de políticas lingüísticas que garanticen con criterios de equidad la enseñanza bilingüe.

Mas, a esa integración también contribuirá el desarrollo de las industrias musical y editorial y el mercado del arte en el Caribe; la realización de mayores esfuerzos conjuntos en el terreno cultural, como eficazmente lo han demostrado el Premio Casa de las Américas, que convoca desde 1976 también literatura caribeña inglesa, francesa o creole y publica las obras traducidas al español o en ediciones bilingües, o el Foro de Compositores del Caribe, creado en 1988 como un esfuerzo más gremial que institucional, dirigido a promover e impulsar la música contemporánea en la región y que ha generado valiosas realizaciones discográficas; el impulso cada vez superior a la expresión plástica en el Caribe y su inserción en los circuitos internacionales a partir de factores o hechos artísticos endógenos en los que estén presentes tópicos como la memoria, la identidad, la diáspora, la cultura popular auténtica y la resistencia a las visiones epidérmicas de la publicidad turística.

En fin, la integración y la interrelación son caminos viables para desarrollar y mostrar al mundo las potencialidades caribeñas, siempre y cuando se revele un interés político de cada uno de los pueblos de esta zona por favorecerla y lograrla. Por tanto, las llamadas “barreras lingüísticas” en el Caribe en los nuevos escenarios de la integración regional tendrán también su impronta en otra forma de interpretación, puesto que ha de tener en cuenta que el desarrollo de una política de borrado de fronteras que permita ver la unidad dentro de la diversidad, obliga a reforzar la defensa de la identidad caribeña, también por la lengua y, sin intención de asumir una actitud discriminatoria sino conciliadora, creemos que el español es una de las lenguas que puede contribuir a borrar esas fronteras y merecer un lugar privilegiado dentro del multilingüismo del Caribe por varias razones: ser la que cuenta con mayor cantidad de hablantes, la segunda lengua oficial en algunos países, la que aparece en los planes de estudios o tiene un uso alternativo en algunos países angloparlantes y francoparlantes, entre otras.

Aceptemos, por tanto, el reto que nos imponen estos nuevos tiempos pues, afortunadamente, “ayer fuimos colonia; pero podemos ser mañana una gran comunidad de pueblos estrechamente unidos. La naturaleza nos dio riquezas insuperables, y la historia nos dio raíces, idioma, cultura y vínculos comunes como no tiene ninguna otra región de la Tierra” (Raúl Castro Ruz, 2008: 3). Por consiguiente, el Caribe de hoy es una espléndida realidad, entendida como diversa, y su común destino ha de interpretarse como su unidad o integridad necesaria.

notas

1 Variedad lingüística de una comunidad que no está marcada ni dialectal ni sociolingüística ni estilísticamente.

2 Ver concepto de bilingüismo de Weinreich en Ulriel WEINREICH, Languages in Contact, New York, Linguistic Circle of New York, 1953.

3 Ver concepto de bilingüismo en “Speech Variatation and the Stury of Indian Civilization”, AmericanAnthropologist de A. Ferguson, p. 976-988.

4 Ver concepto de bilingüismo en “Societal Bilingualism: Stable and Transitional”, en Language in SocioculturalChange de J. A. Fisman, p.135-152.

5 Su aproximación se basa en medidas de interferencia y análisis contrastivos de las lenguas en tensión, a partir de modelos analíticos derivados del estudio de comunidades monolingües, puesto que asume que la estructura de las lenguas implicadas es relativamente uniforme y conocida;

6 Basados en la integración del bilingüismo individual dentro de las normas sociolingüísticas de la comunidad de habla, y el reconocimiento explícito de la diferenciación social y funcional de las lenguas o variedades para la comunicación intracomunitaria.

7 Cimentado en los estudios de variedades urbanas ya mencionadas, que sugiere la posibilidad de comprender y explicar la competencia sociolingüística de las comunidades de habla bilingües a partir de sus repertorios lingüísticos, y por medio de la integración de un conjunto ordenado de reglas variables (bajo la forma de probabilidades teóricas) (Gimeno Fernández, 1990: 244-245).

8 Me acojo a este criterio porque es el que más favorece la comprensión de la situación lingüística de Caribe.

9 Entiéndase como Sustrato, según Moreno Fernández 1998: 259, como “el influjo de una lengua perdida sobre otra que se ha impuesto”.

10 Entiéndase como Superestrato, según Moreno Fernández 1998: 259, como “el influjo de una lengua impuesta sobre la nativa”.

11 Este pudiera ser el caso de la isla de Trinidad respecto del español y del francés.

12 En este sentido, si valoramos la realidad sociolingüística actual de Trinidad y Tobago, considero que pudiera entenderse a mi juicio esta condición, puesto que es un país en el que se evidencia ese influjo recíproco entre dos lenguas emparentadas: el inglés estándar y el creole inglés trinitario.

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