ISSN 2707-7330 RNPS: No. 2092 https://rpi.isri.cu/rpi No. 4 | 2022
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org/licenses/by-nc/4.0/

Roa Diplomático 1
Roa The Diplomat
Lic. Isabel Allende Karam
Licenciada en Ciencias Políticas. ExRectora y Profesora Auxiliar del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”. La Habana, Cuba. Exdiplomática cubana. allendeisabel319@gmail.com 0000-0002-4095-9262

RECIBIDO: 22 DE MAYO DE 2022 APROBADO: 14 DE JULIO DE 2022
RESUMEN En el artículo se profundiza en una de las facetas más cautivantes de la vida de Raúl Roa: su condición de diplomático. A partir de 1959, con la alborada que se abrió tras el triunfo de enero, Roa se convirtió, por méritos propios, en el dirigente que llevó a vías de hecho la política exterior de la revolución. Nadie como él interpretó, en ese frente, el pensamiento de Fidel Castro. Roa, quien para la fecha constituía, desde mucho antes, uno de los intelectuales cubanos de mayor prestigio, asumió la tarea que le asignó el líder de la Revolución Cubana con insuperable responsabilidad y entusiasmo. Convencido de que resultaba estratégico alzar la voz de Cuba en el concierto internacional, en una época donde el imperialismo ataca- ba a la gesta antillana en todos los frentes, se entregó sin descanso a la defensa de un proyecto que, en verdad, coronaba sus más caras aspiraciones, desde que era un joven imberbe. La actividad diplomática encontró en Roa una figura paradigmática, cuya impronta caló hondo mucho más allá de la geografía nacional. Henchido de su raigal cubanía, y una cultura enciclopédica que brotaba en él sin estridencia, trasladó en los más complejos foros y escenarios internacionales la decisión inquebrantable de su pueblo de no doblegarse ante adversidades de ninguna clase.
Palabras claves: firmeza, capacidad de trabajo, política exterior, principios, oratoria brillante
ABSTRACT The article delves into one of the most captivating facets of Raúl Roa's life: his status as a diplomat. Start- ing in 1959, with the dawn after the triumph in January, Roa became, on his own merits, the leader who effectively carried out the foreign policy of the Revolution. Nobody like him interpreted, on that front, the thoughts of Fidel Castro. Roa, who for a long time had been one of the most prestigious Cuban intellectu- als, assumed the task assigned to him by the leader of the Cuban Revolution with unsurpassed responsi- bility and enthusiasm. Convinced that it was strategic to raise Cuba's voice in the international concert, at a time when imperialism was attacking the Antillean deed on all fronts, he tirelessly devoted himself to the defense of a project that, in truth, crowned his dearest aspirations, ever since he was very young. Diplomatic
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Allende Karam Roa Diplomático
activity found in Roa a paradigmatic figure, whose imprint went deep far beyond the national geography. Filled with his Cuban roots and an encyclopedic culture that sprouted in him without stridency, he conveyed in the most complex international forums and scenarios the unwavering decision of his people not to yield in the face of adversity of any kind.
Keywords: firmness, ability to work, foreign policy, principled, brilliant oratory

él al llamado de Fidel. Cincuenta años después, las pa- labras pronunciadas ese día y los mensajes contenidos en ellas tienen absoluta vigencia y siguen constituyen- do guía para la acción.
La impronta revolucionaria de ese paradigma de diplo- máticoqueesRaúlRoasiguepresente,cualluzque ilustra el diario quehacer de la política exterior cubana. Mucho se ha escrito y hablado de Roa. Su fuerte personalidad, su fecunda obra, su locuacidad, su verbo defuego, capaz de fustigar la vileza y enaltecer la virtud, han despertado el interés de eruditos, científicos, políticos. La vida y obra de Roa, en sus diversas facetas, ha sido objeto del estu- dio y la pluma de eminentes personalidades de Cuba y del exterior. Su simpatía personal, su cubanía impar, su vasta cultura, han provocado más de una reflexión, de un comentario y de un estudio. De Roa se puede hablar, a Roa se le puede estudiar, de Roa se puede aprender en toda su multiplicidad, en toda su riqueza como político, intelectual, revolucionario y diplomático.
Ilustración basada en una caricatura hecha a Raúl Roa por el gran caricaturista cubano Juan David en el año 1975.
INTRODUCCIÓN
“El diestro manejo de la táctica, el tacto, el contacto” (Roa, 1963) fue una de las definiciones del Canciller Raúl Roa García sobre cómo debía actuar un repre- sentante diplomático de la Revolución. Esta definición complementaba otras imprescindibles cualidades que —en opinión del jefe de la Cancillería— debían tener los diplomáticos cubanos, referidas a la condición po- lítica de lealtad absoluta a la Revolución y firmeza in- quebrantable en los principios. Se sustentaban en una profunda convicción del papel que debían desempe- ñar el Ministerio de Relaciones Exteriores, fundado por
Por lo tanto, resulta extraordinariamente difícil no reite- rar ideas que ya hayan sido expresadas con mayor calificación y fundamento por otros compañeros, no repetir conceptos, evitar lo anecdótico y concentrar- nos en la lección fecunda de su vida y de su obra.
El propósito de este trabajo es lograr una aproxima- ción a su labor como el diplomático mayor inspirado por las ideas de Fidel para -a partir de este acerca- miento- extraer la mejor enseñanza para los jóvenes que se inician en el oficio y para los que los sucederán.
DESARROLLO
Como es generalmente conocido, existen varias de- finiciones de diplomacia. Veamos algunas de ellas:
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el “método para manejar las relaciones entre los Es- tados a través de la negociación” (Nicholson); “el proceso de diálogo y negociación” (Adam Watson); el “arte de las negociaciones” (Kluber); “la ciencia y el arte de la representación de los Estados y las negociaciones” (Rivier) (Almodóvar, s/f). Otros di- cen que la diplomacia es el arte de negociar y ha- cer relaciones o la ciencia de interpretar y explicar normas jurídicas. Todas ellas se resumen magistral- mente en las palabras de Roa ya citadas.
En la actualidad existe una tendencia al cuestiona- miento de la llamada diplomacia tradicional, cuan- do se entiende únicamente como el desarrollo de las relaciones entre los principales actores del siste- ma de relaciones internacionales, los Estados. Hay diversas corrientes. Algunas insisten en la obsoles- cencia de la diplomacia en la era de internet y las rápidas comunicaciones aéreas; otros señalan pree- minencia sobre los Estados, de otros actores del sis- tema, como son los medios de difusión masiva o los grandes emporios de poder representados en las transnacionales. Algunos defensores, como noso- tros, del progreso, la igualdad y los principios con- sagrados por el Derecho Internacional privilegian la llamada “diplomacia de los pueblos”. Ciertamente, el desarrollo y evolución de las relaciones interna- cionales y la incursión en ese campo de nuevos ac- tores condicionan una interacción en el escenario diplomático con otros sujetos además de los Esta- dos, los medios de difusión o los grandes emporios transnacionales. Múltiples son las definiciones: di- plomacia pública, diplomacia cultural, diplomacia parlamentaria. Y ciertamente coexisten, se desarro- llan, interactúan y tienen sus peculiaridades.
Todas ellas confluyen en el escenario del sistema in- ternacional, en el cual la política exterior de los Esta- dos desempeña un papel esencial y estos las utilizan en la medida que favorece sus objetivos, prioridades e interés, y se corresponden con los principios que sustenta esa política. Dicho más simplemente, han aparecido y continúan apareciendo nuevos actores en el sistema, y la llamada diplomacia tradicional se complementa con la acción que ellos desenvuelven.
Por supuesto que este debate no está concluido. Apenas se ha iniciado y es previsible que en la me- dida en que se produzcan cambios en el sistema de relaciones internacionales, el debate se profundice y el ejercicio de la diplomacia —como instrumento esencial de la política exterior de los Estados—se enriquezca, amplíe y modifique.
En mi opinión, los que cuestionan la diplomacia tra- dicional y presuponen su paulatina decadencia, lo hacen a partir de una concepción justamente con- dicionada por los cambios que se han producido en el papel de los representantes diplomáticos que, efectivamente, hoy no son como en tiempos pasa- dos el único vehículo de contacto e información para los jefes de estado que representan. Pero mientras los Estados continúen siendo el principal actor en el sistema de las relaciones internacionales, habrá lu- gar para la diplomacia tradicional, porque internet no sustituye la visión personal, la apreciación y el juicio del hombre, porque el positivo hecho de que los dos principales órganos de las relaciones exteriores que son el Jefe del Estado y el Ministro de Relaciones Ex- teriores de cualquier país se conozcan, intercambien directamente y se comuniquen telefónicamente, no sustituye la relación del día a día a ese y otros niveles.
Y al plantearme el análisis de Roa como paradigma diplomático, inevitablemente, pienso en cómo abor- daría el debate actual, qué les diría a los jóvenes que hoy se integran a las filas del Servicio Exterior cubano.
Un análisis inicial meindica que les diría lo mismo que dijo en la Plenaria de los Trabajadores del Minrex en julio de 1963, orientaciones que él mismo practicó durante sus 17 años al frente del Ministerio que fun- dó y después, como vicepresidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular y miembro del Consejo de Estado.
Pero si vemos esta extraordinaria y concentrada de- finición de diplomacia: “el diestro manejo del tacto, la táctica y el contacto”, fuera de su contexto, alejada de las otras condiciones que Roa consideraba impres- cindibles para la diplomacia revolucionaria cubana (la
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lealtad inquebrantable y la firmeza de principios) no alcanzaríamos toda la dimensión de Roa Diplomático, de la amplitud de sus ideas y de la concepción glo- bal del diplomático revolucionario, de Roa paradigma, que se distinguió siempre por el más estricto apego a los principios de la Revolución y defendió, con pasión inmensurable, la identidad y dignidad nacionales.
El Canciller de la Dignidad dejó muy claro la imprescin- dible interacción entre las capacidades técnicas y la ca- lificación política en la consecución del objetivo funda- mental que, comodijera ese otro maestro, Carlos Rafael Rodríguez, era “expresar en los escenarios latinoameri- canos y mundiales la posición de Cuba revolucionaria”, para lo cual Roa era el “mejor equipado” (Rodríguez, 1981). Fue precisamente la expresión de esas posiciones y su defensa en los másdiversos escenarios, fundamen- talmente en los adversos, el sentido esencial y vital de la acción del diplomático Raúl Roa García y, en conse- cuencia, del Ministerio que fundó y dirigió.

Como señalo la Dra. C. Thalía Fung:
Los sentimientos de identificación de Roa con la po- lítica ejercida por la dirección revolucionaria fueron permanente y evidentes y mostraron en el campo in- ternacional su capacidad para devenir fiel interprete
de esa política, a la cual matizó con su peculiar modo de decir y hacer. No obstante, ese ejercicio representó no solo lo alternativo constituido por la política ex- terior de un país del unificado hemisferio occidental, sino lo antagónico al sistema hemisférico de domina- ción del imperio norteamericano. Representar lo di- verso, lo alternativo, el bipolarismo político en las re- laciones internacionales de un subcontinente que el gobierno de los Estados Unidos consideraba su tras- patio, reveló la maestría de Roa en la aplicación de la política exterior de Cuba. En su labor fundamen- tal, Roa fue el más fiel exponente del pensamiento y concepción fidelista de las relaciones internaciona- les, de la concepción martiana de una patria grande, más allá de las fronteras, comprendido la humanidad. Trabajó para crear un ministerio de soldados de la Revolución que descuellen por su calificación polí- tica, competencia técnica, lealtad absoluta, firmeza inquebrantable. (Fung, 2007: 27-28).
▮ Fig. 1. Roa, infatigable luchador por la paz y en defensa de la soberanía de los pueblos.
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La Revolución Cubana acosada, agredida, asediada, se vio obligada desde los primeros días de 1959 a desplegar todas sus fuerzas en la arena internacio- nal, a luchar en diversos escenarios, a utilizar todos los medios para su defensa. Roa estuvo al frente de esa batalla. Primero, como representante ante la OEA; luego, como Canciller.
Antes de mencionar algunos de los principales hitos de esta batalla, de la cual fue uno de los protagonis- tas principales, creo que sería conveniente exponer mi interpretación de la expresión “el diestro manejo del tacto, la táctica y el contacto”. Siempre digo a los estudiantes del ISRI que es esta la más revolucionaria definición de la diplomacia, porque indudablemente Roa la concibió como la forma de acción en el marco de una concepción revolucionaria del mundo.
Parto del contexto en que fue expuesta, de la con- vicción de que Roa no se dirigía a personas que ac- cedían a una carrera como medio para su ascenso profesional o mayor bienestar en la vida. Se estaba dirigiendo a un grupo de trabajadores de diverso origen social, obreros, campesinos, estudiantes, profesionales, compañeros provenientes de la clase media, que acudieron al llamado de la revolución para iniciarse en una profesión desconocida, nueva —que hasta entonces solo había sido privilegio de las élites— y pasaba a ser una profesión de revo- lucionarios dispuestos a hacer este trabajo al igual que cualquier otro en que pudieran servir a la revo- lución y a la patria, no a sí mismos.
Serviría el tacto para actuar en correspondencia con la situación; la táctica, para ajustarse a las circuns- tancias dadas, pero sin ceder en la estrategia y en el objetivo principal a alcanzar. El contacto para esta- blecer la necesaria relación humana, consustancial a la actividad diplomática. En ningún caso, la aplica- ción de cualquiera de estos tres conceptos debería limitar lo fundamental: la actuación en el marco de los principios de la política exterior de la Revolución Cubana, como parte de la ética revolucionaria que distinguió su acción desde los días de la lucha en la sierra y en el llano.
Fue esa la actuación de Roa hasta el último aliento de su vida. No se arredró nunca, no se dejó confundir por las apreciaciones que forman parte de determi- nadas concepciones acerca de que la defensa de los intereses nacionales podría llevar implícito la conce- sión en los principios, la actuación sin ética, las ver- dades a medias, la promesa de un compromiso que se sabe no podrá cumplirse. No se dejó arrastrar por falsas convenciones y por mitos creados por aquellos para los que los principios pueden ser negociables.
Esa concepción, esa firmeza de criterios, ese apego a los principios, esa ética que lo acompañó siempre, junto a su brillante talento y, -permítame parafra- sear a Ricardo Alarcón-, y su escandalosa cultura, lo convirtieron en el Canciller de la Dignidad.
Ejemplo de esa proyección y defensa de los princi- pios de la Revolución con una impronta revoluciona- ria, con la dignidad más alta, sobran. Las batallas de la OEA, en Costa Rica y en Punta del Este; de denun- cia de la invasión mercenaria de Playa Girón orques- tada por los Estados Unidos; la defensa del derecho de China a ocupar su lugar en las Naciones Unidas; la solidaridad con la lucha de liberación del pueblo argelino; su papel en las discusiones relacionadas con el derecho del pueblo panameño al Canal de Panamá; la denuncia a la guerra sucia desatada por Estados Unidos contra Vietnam; su respuesta firme y combativa a aquel representante fascista que que- daría para la historia signado por las palabras de Roa como el “pinocho de Pinochet”; la denuncia del apar- theid; la defensa de todas las justas causas de todos los pueblos; pero, sobre todo, la defensa del derecho inalienable del pueblo cubano a regir sus destinos.
Los principios hoy refrendados por la Carta Magna en su artículo XII fueron encarnados mucho antes por el pensamiento y la acción de Raúl Roa García. Su no- ción de lo que era el ejercicio de una diplomacia re- volucionaria, cuyos representantes no negocian bajo presiones, ni ocultan intenciones, ni mienten, ni so- juzgan, sino que denuncian en voz alta y clara cuan- do otros son sojuzgados, se evidencia claramente en su intervención en Naciones Unidas en octubre de
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1961, que ya he citado en otro trabajo, pero que por su importancia no puedo eludir en este.
Si nos atenemos meramente a su desplazamiento geográfico, Cuba es una de las naciones más pe- queñas de la comunidad mundial. Pero esa circuns- tancia no la arredra ni la acompleja en el ejercicio de sus derechos y deberes que, como país que fun- damenta su concepción de las relaciones interna- cionales en el respeto a la autodeterminación de los pueblos, en el pleno disfrute de su soberanía, en el principio de no intervención; en la igualdad sobe- rana de los Estados y en la coexistencia pacífica de éstos, independientemente de la naturaleza de su sistema político y social. Cuba yergue su voz en la Organización de las Naciones Unidas sin sordinas, tapujos, ni genuflexiones. Cree en lo que dice y dice lo que piensa y si carece de poder para decidir la solución de conflictos que rebasan el ámbito de sus posibilidades, se juzga, en cambio, con autoridad sobrada para exponer sus puntos de vista y fijar su posición ante los dramáticos problemas que afec- tan a la dignidad, a la sobrevivencia y al progreso de los pueblos” (Roa, 1977: 333-334).
Si estas palabras fueran leídas sin saber cuándo fueron pronunciadas, podrían considerarse actua- les porque es ese el comportamiento de la diplo- macia revolucionaria cubana. Esos son los princi- pios que rigen nuestra política exterior y nuestra acción. Veamos al respecto lo que plantea la Cons- titución cubana:
“que fundamenta su concepción de las relaciones internacionales en el respeto a la autodetermina- ción de los pueblos, en el pleno disfrute de su sobe- ranía”, Artículo XII inciso a). …”en el principio de no intervención, en la igualdad soberana de los Esta- dos y en la coexistencia pacífica de éstos, indepen- dientemente de la naturaleza de su sistema político y social”, Artículo XII, incisos b) e i).
Hay muchos otros ejemplos. Cada una de sus inter- venciones en Naciones Unidas y en otros foros, cada una de sus entrevistas, de sus visitas oficiales, de su
participación en eventos internacionales es una lec- ción de diplomacia revolucionaria, de una diplomacia que respeta los cánones de la tradición, que usa los códigos establecidos internacionalmente, pero que se basa en los principios y que no subordina a estos los intereses coyunturales de su política exterior. Esa, a mi juicio, característica definitoria del quehacer diplomá- tico cubano, no hubiera sido posible sin la guía y el ejemplo de sus principales fundadores: Fidel Castro y Raúl Roa García.
El triunfo de la Revolución en 1959 fue el cumpli- miento de sus sueños revolucionarios. De su de- signación como Ministro, dijo: “haber merecido la confianza de nuestro Comandante en Jefe para desempeñar el cargo de Ministro de Relaciones Ex- teriores ser contemporáneo con Fidel y haber me- recido su aprecio, colma mi felicidad revolucionaria. Más que eso. ¿Qué?” (Roa, 1999: 23).
Para Roa “la genuina diplomacia cubana surgió después del 1ro de enero de 1959. La política exte- rior del Gobierno Revolucionario cubano la dictan los principios, las necesidades y las aspiraciones del pueblo cubano, de los movimientos de libera- ción de América Latina, África y Asia y del movi- miento comunista internacional” (González Bello, 1999: 192).
Su labor como Ministro de Relaciones Exteriores, como diplomático, la realizó con raigal apego a esos principios y a esa genuina diplomacia que surgió en enero de 1959 y que, sin duda alguna, contribuyó a crear, conformó. No es posible sepa- rar la acción de Roa diplomático, del tribuno, de su labor como Ministro y de lo que esta significó para la conformación de un Ministerio revolucio- nario. Comenzó por cambiarle el nombre, y quitar el ignominioso remedo yanqui que significaba el Ministerio de Estado, y con el nombre barrió con la estructura, con la concepción y creó lo que la Revolución necesitaba.
Toda obra humana es perfectible, pero Roa sentó los fundamentos, su obra está viva y su legado presente.
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Me atrevería, sin lugar a dudas, a afirmar que los diplomáticos cubanos, formados en el quehacer diario, los que fueron diplomáticos a la carrera, o los que se prepararon en las escuelas que él creó o dirigió nunca fueron diplomáticos actuantes en los marcos a veces estrechos de la oficialidad o de los grandes salones porque no lo fue el fundador del Ministerio de Relaciones Exteriores. No lo fue en su acción y su batalla personal en el campo diplomá- tico y no lo fue en el trabajo de orientación profe- sional al personal del Servicio Exterior cubano. Los funcionarios del Servicio Exterior cubano saben que los principios no son objeto de negociación, que es- tos no pueden confundirse con subordinación, que no se puede negociar bajo presión, que un diplo- mático de la Revolución Cubana no miente, piensa lo que dice, sabe cómo lo dice y dónde lo dice, pero con estricto apego a la ética y a los principios.
También afirmaría que los diplomáticos de hoy, —in- cluso algunos sin apercibirse de ello-, ponen en prác- tica el manejo del “tacto, la táctica y el contacto” en la labor diaria, en las acciones del trabajo cotidiano para contrarrestar la política de agresión mediática, en el amplio campo de la solidaridad con Cuba, en la solidaridad y cooperación que brinda nuestro país, en el amplio espectro de sus relaciones.
CONCLUSIONES
La diplomacia revolucionaria cubana es tradicional en tanto actúa con la más precisa observancia de las normas del derecho internacional, en tanto con- tinúa fomentando las relaciones con los Estados, principales actores del sistema; pero es moderna, se adapta a los cambios ocurridos en el escenario internacional, interactúa con todos los sujetos, usa los elementos de la diplomacia pública y es una di- plomacia de los pueblos.
La fundó Roa, en el espíritu y la letra del compañero Fidel, la expuso en los foros internacionales, en las aulas de la Universidad y en esa gran escuela que fue el propio Ministerio, donde no solo fue Ministro, sino compañero y profesor.
En el Instituto que lleva su nombre, queda mucho por hacer. No somos ajenos a la tentación que produce en el mundo actual la fácil búsqueda en internet, en En- carta y Wikipedia. Hay que trabajar por volver a Roa, leer a Roa, estudiarlo a él, a Carlos Rafael, a Fidel que, con algunas de sus reflexiones, nos conforma textos de gran valor para el estudio de la historia de las rela- ciones internacionales. Hay que estudiar a otros mu- chos como Miguel D´Estefano Pisani, miembro funda- dor del Instituto de Política Internacional y el primer titular de nuestra Cátedra de Política Exterior.
Profundizar en los conceptos de Roa sobre la diploma- cia, interiorizarlos, comprenderlos en toda su abarca- dora dimensión, es el camino. El modelo del profesio- nal que queremos está basado en esa concepción que parte ante todo de la integridad revolucionaria, de la fidelidad a la Revolución y sus principios, de la inque- brantable lealtad a Fidel y, además, con la imprescin- dible competencia técnica para que —como dijo Roa— nuestras aulas sean colmenas afanosas y no avisperos de zánganos. Implica que invadan la biblioteca, domi- nen idiomas y asistan a las conferencias organizadas en beneficio de su desarrollo ideológico, político y cultural. Implica que estén siempre apercibidos a la “defensa de la patria con las armas en la mano”.
Si queremos resumir quién fue Roa diplomático, tendríamos que decir que fue el revolucionario consciente y previsor para defender la obra, con la oratoria implacable contra el enemigo y las armas en la mano; el hombre cultísimo; el hombre de fiel y raigal apego a los principios y a la ética, de inque- brantable lealtad a Fidel y a la Revolución.
Ese es el ejemplo que debe guiarnos. No podemos establecer en nuestro país la división que normal- mente se produce en otros países entre políticos y profesionales. Nuestros diplomáticos han de ser profesionales por su calificación y políticos por su firme convicción y vocación revolucionaria.
El mejor resumen sobre todo lo anterior se encuen- tra en las palabras de Carlos Rafael Rodríguez, quien dijera al prologar un libro sobre Roa, lo siguiente:
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A lo largo de los años, ante el pueblo de Cuba, la figura de Raúl Roa fue emergiendo con esa estam- pa singular con que ahora se le recuerda. Fue para los obreros, para los hombres de campo, para los jóvenes estudiantes, símbolo vivo de aquel duelo de nuestro país con el poderoso vecino amenazan- te. Sus frases insólitas se repetían como una con- signa, y en medio de aquel combate perpetuo, fue urgiendo de los ¿redaños? del pueblo el título con que pasó a la historia de Cuba: el Canciller de la Dig- nidad (Rodríguez, 1981).
NOTAS
1 Publicado en la revista Política Internacional (2014). Revista Semestral. Instituto Superior de Relaciones Internacionales, “Raúl Roa García”, La Habana, No. XXI. Enero-Junio., pp. 233-243.
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