From History and International Law to the Theory of International Relations: A Century of Scientific Career
Dr. C. Leyde Ernesto Rodríguez Hernández
Doctor en Ciencias Históricas. Profesor titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García, e-mail: leyde@isri. minrex.gob.cu
Recibido: 3 de mayo de 2019 Aprobado: 15 de junio de 2019
RESUMEN La Teoría de las Relaciones Internacionales, aunque tiene antecedentes a lo largo de la Edad Antigua y Moderna europea, solo inicia su camino después de la Primera Guerra Mundial; estudia fundamentalmente la estructura, es decir, las formas de organización y los procesos, la dinámica del Sistema de Relaciones Internacionales, con un énfasis en los aspectos políticos. Puede decirse que constituye un ordena- miento de los fenómenos internacionales que permite identificar causas y efectos probables, describir y explicar y, hasta donde eso es posible en las Ciencias Sociales, predecir estos fenómenos.
Palabras claves teoría, Relaciones Internacionales, sistema internacional, debates epistemológicos, Ciencias Sociales.
ABSTRACT The discipline Theory of the International Relations, although it has antecedents throughout the Ancient and Modern European Age, only begins its way after the First World War. The discipline Theory of International Relations studies fundamentally the structure, that is, the forms of organization and processes, the dynamics of the International Relations System, with an emphasis on political aspects. It can be said that it constitutes an ordering of international phenomena, which makes it possible to identify probable causes and effects, to describe and explain and, as far as this is possible in the Social Sciences, to predict these phenomena.
Keywords Theory, International Relations, International Relations System, epistemological debates, Social Sciences.
Se hace necesario distinguir entre el desarrollo de una teoría o teorías de las relaciones internacio- nales o teoría internacional y la génesis, aparición y evolución como disciplina científica y académica. La existencia de una teoría internacional es mucho más antigua.
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La teoría internacional se inicia con las primeras interpretaciones del mundo internacional. Desde
los tiempos más antiguos de la historia del pensa- miento, los problemas relativos a la convivencia de los pueblos fueron objeto de reflexión en las obras de Herodoto de Halicarnaso, de Tucídides y de Polibio.
Los grandes pensadores políticos, en su mayo- ría, centraron su genio y sus esfuerzos en las cues- tiones internas, la organización de los Estados, la estructuración del poder político, porque las rela- ciones internacionales no constituían, como en los
siglos xx y xxi, una realidad tan influyente al interior de las naciones. Los filósofos políticos como Pla- tón y Aristóteles, también tomaron interés en las cuestiones internacionales y algunos, entre los más eminentes, dejaron reflexiones que constituyen un valioso antecedente de la moderna ciencia de la Teo- ría de las Relaciones Internacionales. Tales son los casos de Kautilya en la India, Nicolás Maquiavelo y Jean Bodin en la Europa renacentista, David Hume, Thomas Hobbes y en cierta medida Immanuel Kant y Georg Wilhelm Friedrich Hegel en la Europa moderna. En el caso de Nicolás Maquiavelo habría que tener en cuenta que su obra estaba más bien dirigida a una cuestión política interna fundamental, la unidad nacional, y solo tangencialmente aborda los problemas internacionales en la medida en que tienen significado para ese objetivo principal.
La Teoría de las Relaciones Internacionales, aunque tiene antecedentes a lo largo de la Edad Antigua y Moderna europea, solo inicia su camino después de la Primera Guerra Mundial.
El desarrollo y aparición de una ciencia que se ocupe expresa y concretamente de los fenóme- nos internacionales coincide con la aparición del Estado soberano. El Derecho Internacional es his- tóricamente la primera disciplina que merece el calificativo de ciencia de la sociedad internacional, seguida posteriormente de la historia diplomática y de la diplomacia. Solo a partir de la Primera Gue- rra Mundial aparecen las relaciones internacionales como disciplina científica que aspira a aprehender los fenómenos internacionales globalmente. Lo que la caracteriza, a diferencia de otras disciplinas, que también se ocupan de los fenómenos internaciona- les, es su globalidad y el énfasis que pone en el punto de vista propiamente internacional, frente al punto de vista que parte del Estado.
La Paz de Westfalia, en 1648, marca el fin de una época y el inicio de otra. Representa el pórtico majestuoso que lleva del viejo mundo al nuevo.
El Estado se constituye en el centro sobre el que gravita el pensamiento político en los siglos posteriores. El principio de equilibrio de poder será la noción clave que ilumine y permita el funciona- miento del sistema, que simplemente se orienta a asegurar la perpetuación de los propios Estados. La sociedad internacional es considerada en situación de anarquía, frente a la sociedad estatal en la que a través del pacto social reina el orden. El único prin- cipio de orden que reina en ese medio internacional es el que deriva del principio de equilibrio de poder que rige el sistema europeo.
En ese momento, las relaciones internacionales son vistas como una consecuencia de la naturaleza del Estado y, hasta principios del siglo xx, la teoría internacional se presenta, fundamentalmente, como una simple extensión de la teoría política, sin que se produzca en términos generales una toma de con- ciencia de la propia naturaleza de la sociedad interna- cional y de la necesidad de estudiar e interpretar sus problemas, no solo desde la perspectiva del Estado, sino también desde la perspectiva de la sociedad internacional. Como resultado la teoría internacional funcionó, hasta esa fecha, como una “ideología” del sistema de Estados-naciones, en vez de como una teoría explicativa del tipo de las ciencias sociales.
Estas consideraciones se iniciaron con la Edad Moderna, con la aparición del Estado y la configu- ración de un sistema de Estados europeos, que es cuando la historia, primero a través de la historia de los tratados y, después, de la historia diplomática, pasa a ocuparse de forma especializada y concreta de las relaciones internacionales, o mejor, de las relaciones interestatales que se destacan sobre las demás.
La historia de los tratados comienza en el siglo xvi está dominada en gran medida por la dimensión jurídica. Es la historia de la parte del Derecho Inter- nacional que está fundada en los tratados.
En el siglo xviii la historia pasó a ocuparse de los factores que originaban los tratados, incluso trató de encontrar los principios que dominaban la acción diplomática. Daba lugar, así, a una histo- ria política de las relaciones internacionales. Esta nueva perspectiva suponía entrar en un análisis más omnicomprensivo de los fenómenos políticos internacionales. El objeto de estudio no solo es el derecho público europeo, sino también el sistema europeo de Estados.
El siglo xix es ya el siglo de la historia diplomá- tica, como consecuencia del progreso que conduce desde una historiografía jurídico-internacional a una historiografía de la acción diplomática. Es la rama de la historia general que tiene como campo espe- cífico de investigación el estudio de las relaciones entre los Estados. Su atención sigue, sin embargo, centrada en el papel desempeñado por los hom- bres, Jefes de Estado, ministros y sus colaborado- res y agentes. Era fundamentalmente una historia de la política internacional, centrada exclusivamente en las relaciones interestatales, lo que suponía des-
conocer otros aspectos y actores de las relaciones internacionales. Su mayor desarrollo se produce en la segunda mitad del siglo xix y principios del xx. La óptica propia de la historia diplomática era incapaz de aprehender la complejidad de la realidad interna- cional. Los historiadores no tomaron conciencia de los cambios y transformaciones, continuando cen- trados en el protagonismo gubernamental.
En el plano científico-metodológico, la innovación más significativa es la que realizan los historiadores de la escuela de los Annales.1 Con ellos se inicia la historia sectorial y se atiende en la tarea del cono- cimiento histórico a las grandes fuerzas y factores que protagonizan realmente el devenir humano, los movimientos sociales y fuerzas económicas. Del protagonismo individual se pasa al protagonismo colectivo, a la historia de los pueblos, de las cla- ses sociales. Esta escuela se caracteriza por haber desarrollado una historia en la que se incorporaron otras ciencias sociales como la geografía, la socio- logía, la economía, la psicología social y la antropo- logía, entre otras.
La historia diplomática empieza a dar paso a la historia de las relaciones internacionales, que intro- duce nuevos enfoques en la historia internacional. Las relaciones entre los gobiernos no son ya el aspecto más interesante, lo que importa es la historia de las relaciones internacionales entre los pueblos.
La historia internacional ha sido, junto con el Derecho Internacional y la diplomacia, la ciencia que ha podido considerarse de la sociedad inter- nacional. Sin embargo, al permanecer atada al paradigma del Estado ha adolecido de una falta de perspectiva omnicomprensiva sobre los diversos y complejos fenómenos de la sociedad o sistema internacional. A partir de los resultados de la Pri- mera Guerra Mundial, las Relaciones Internacio- nales inician su configuración como una disciplina autónoma, independiente o no identificable con la historia de las relaciones internacionales.
El Derecho Internacional es la disciplina más anti- gua de las disciplinas internacionales, dado que ini-
1 Se denominó así por la publicación de la revista francesa Annales d’ histoire économique et sociale (después llama- da Annales). La revista Annales fue fundada y editada por los historiadores franceses Marc Bloch y Lucien Febvre en 1929, mientras enseñaban en la universidad francesa de Estrasburgo.
cia su configuración como disciplina científica en los siglos xvi y xvii, mientras que la historia de los trata- dos solo es considerada una ciencia auxiliar de ella. Se inicia con la Edad Moderna europea. La pro- funda transformación política, económica y social que se produce en la Baja Edad Media, va acompa- ñada de una intensa evolución de las ideas. Surge el Estado soberano y al mismo tiempo los cambios que ocurren tanto a nivel de las relaciones internacio- nales extra europeas como europeas, hacen que la cuestión de la ordenación de las relaciones interna- cionales se convierta en una de las preocupaciones centrales de la época. Esto se manifestó claramente en el Congreso de Westfalia (1648) que se ha deno- minado por algunos juristas como el acontecimiento
que hace surgir al Derecho Internacional moderno.
Muchos acuerdos de este Congreso posibilitan caracterizarlo como una importante etapa en el desarrollo del Derecho Internacional.
La ciencia del Derecho Internacional está vin- culada a este período, pero su surgimiento debe relacionarse también al nombre de Hugo Grocio (1583-1645), destacado jurista holandés.
Como disciplina y teoría autónoma aparece cla- ramente en el siglo xviii. Los teólogos-juristas euro- peos como Fray Francisco de Vitoria, trataron de interpretar y comprender los nuevos problemas. El resultado fue el desarrollo de la idea de una Socie- dad Internacional y de un Derecho Internacional, con un sentido universal y moderno, que culminó en una interpretación global de las relaciones inter- nacionales. Estos autores, al fundar el Derecho Internacional en el derecho natural, no consideran a aquél como una disciplina distinta de la moral y de la teología. En ese momento tienden a no reflejar en su consideración jurídica, la práctica real de los Estados.
Esta visión jurídico-internacional entra progresi- vamente en crisis como consecuencia de la secu- larización del pensamiento y del papel que se va atribuyendo a la soberanía, que convertía al Estado en una comunidad política de poder absoluto y minaba la idea de la Comunidad Internacional.
El derecho que se va formando entre los Estados tiende a consagrar su independencia y soberanía y la doctrina va progresivamente asumiendo y acen- tuando los aspectos contractualistas e individualis- tas del mismo.
La práctica del Estado se transforma en la fuente principal para el conocimiento del derecho de gen- tes. Este proceso desemboca en una concepción
puramente formal del Derecho Internacional, en la que los Estados se presentan como fines en sí mis- mos y el Derecho Internacional no es sino un instru- mento a su servicio, lo que aleja la idea y la realidad de una Sociedad Internacional como algo más que la simple yuxtaposición de Estados. Los autores iusinternacionalistas2 parten de la idea hobbesiana de un estado de naturaleza entre los Estados y son contrarios a la idea de un pacto social como base de la Comunidad Internacional.
El Estado soberano y su proyección exterior orientan el desarrollo de la ciencia del Derecho Internacional. La Sociedad Internacional deja de ser el punto de partida y la meta de la indagación teórica, y solo es considerada como el ámbito de las relaciones interestatales, que se ordenan en un sistema de equilibrio de poder cuyo objetivo es la perpetuación de los propios Estados.
El siglo xix va a estar dominado por el positivismo jurídico, positivismo voluntarista que refuerza el exclusivismo estatal.
Por otro lado, el Derecho Internacional se confi- gura como ciencia jurídica autónoma, separado de la filosofía, la teología y la diplomacia.
La ciencia del Derecho Internacional se ha carac- terizado en el período que llega hasta la Primera Guerra Mundial, a pesar de su papel como ciencia de la sociedad internacional, por el predominio de una concepción individualista y formal, en la que la Sociedad Internacional, en cuanto tal, tenía escasa relevancia.
El positivismo voluntarista sacrificó la idea de un orden objetivo a una concepción totalmente formal del Derecho Internacional, la cual relegaba más allá del derecho las consideraciones de razón, de justicia y de utilidad común que constituyen su fundamento esencial. La necesidad de una nueva disciplina cuyo objeto fuese la sociedad internacional en todos sus aspectos era, pues, evidente.
En el siglo xviii y, especialmente en el xix, se desarrolla una corriente que considera la diplomacia como ciencia. Su desarrollo descansa en la configu- ración de un sistema europeo de Estados cuya fun- ción es preservar la existencia de los Estados. Surge así un sistema diplomático que se encarga de las
2 Expertos en Derecho Internacional. Es el jurista especiali- zado en Derecho Internacional.
relaciones intergubernamentales, que en algunos aspectos supone una superación del individualismo que caracteriza el mundo exterior de los Estados.
La diplomacia es la ciencia de las relaciones y de los intereses respectivos de los Estados o el arte de conciliar los intereses de los pueblos entre sí. Abarca todo el sistema de intereses que nacen de las relaciones establecidas entre las naciones; tiene por objetivo sus relaciones establecidas entre las naciones, su tranquilidad, su seguridad y su digni- dad respectivas, y su fin directo es el mantenimiento de la paz y de la buena armonía entre las potencias. Después de la segunda mitad del siglo xviii, la diplomacia adquiere progresivamente autonomía dentro de la administración de los Estados. Trataba de comprender y orientar globalmente las relacio- nes internacionales. No superaba el paradigma del
Estado.
El tardío desarrollo de la Teoría de las Relaciones Internacionales puede afirmarse que se produjo por la lenta toma de conciencia del proceso de cambio acelerado que experimentó la Sociedad Internacio- nal desde principios del siglo xix.
A principios del siglo xx, la diplomacia dejó de desempeñar el papel que se le había atribuido en el campo de las Relaciones Internacionales. Las trans- formaciones que experimentó la Sociedad Interna- cional y la toma de conciencia sobre la necesidad de estudiar globalmente la compleja realidad internacio- nal, unida al propio desarrollo de las ciencias socia- les, llevan a la superación de la diplomacia como ciencia de las relaciones internacionales. A ello no es ajena la reacción que se produce en Estados Uni- dos contra la diplomacia clásica que se estima llevó al estallido de la Primera Guerra Mundial.
A partir de ese momento, la diplomacia se con- vierte simplemente en un medio de ejecución de la política exterior de los estados.
Con la llegada del siglo xx, después de la Primera Guerra Mundial, surgió, en el marco de las ciencias sociales, una disciplina que se enfrenta a la realidad y los problemas internacionales, desde una óptica y planteamientos que pretenden ser globales y no parciales, como había sido la visión del Derecho Internacional, la historia diplomática y la diplomacia. Para más precisión, la disciplina de las Relacio- nes Internacionales surgió hacia 1919, primero en universidades británicas y luego de Estados Unidos,
como rama de las ciencias sociales. Tal vez el pri- mero de todos y uno de los más prestigiosos en el mundo occidental, que en cierta medida sirvió de modelo para otros, fue el Royal Institute of Interna- tional Affairs (Chatham House) de Londres, cuyo primer director de investigaciones fue el célebre historiador Arnold Joseph Toynbee. Sin embargo, la labor teórica se inició después de la Segunda Gue- rra Mundial, sobre todo en la obra de autores como el británico George Schwarzenberger y su libro La política del poder, el germano-norteamericano Hans Joachim Morgenthau y su libro Política entre las naciones, y el francés Raymond Aron, con su obra Paz y guerra entre las naciones.
El hecho de que la Teoría de las Relaciones Internacionales sea considerada una ciencia ameri- cana respondió al espectacular desarrollo que tuvo en Estados Unidos, pues desde antes de la Primera Guerra Mundial y hasta final de la Segunda Guerra Mundial, casi todas las aportaciones producidas en esta disciplina tuvieron lugar en ese país.
La participación, desde sus primeros pasos, del Reino Unido, y el hecho de la existencia de una len- gua en común que permitió una comunicación cien- tífica fácil y fluida entre este país y Estados Unidos, y con otros países desarrollados de habla inglesa, ha llevado a algunos estudiosos a calificar la Teo- ría de las Relaciones Internacionales como una empresa anglosajona y han señalado la existencia de un condominio intelectual británico-estadouni- dense con clara hegemonía de la comunidad cientí- fica de Estados Unidos.
Es por eso que en Gran Bretaña el desarrollo de esta disciplina estuvo muy influida por la evolución de los estudios estadounidenses. La transnaciona- lización del nuevo pensamiento internacionalista o transferencia de conocimientos de Estados Unidos a Gran Bretaña, puede encontrar su principal razón en la semejanza de algunos problemas fundamen- tales de ambas políticas exteriores. Sin embargo, en Gran Bretaña el análisis de las relaciones interna- cionales toma un camino diferente al existir en este país una profunda raíz del objetivo de las Relacio- nes Internacionales en los estudios de Filosofía, Derecho Internacional e Historia, lo que provoca una mayor resistencia por parte de los medios aca- démicos a aceptar las Relaciones Internacionales como una disciplina autónoma dentro de las cien- cias sociales.
En la Europa Continental, las Relaciones Inter- nacionales fueron muy recientemente consideradas como una disciplina autónoma, siendo el Derecho Internacional y la Historia Diplomática las que han dificultado su desarrollo al ver invadido su campo de estudio. En Francia el papel desempeñado por los enfoques jurídicos e históricos ha determinado, hasta fecha muy reciente, la inexistencia de esta dis- ciplina. En 1973 fue conseguida su inclusión como disciplina autónoma, dentro de la Ciencia Política, tras una gran discusión en el ámbito jurídico y en la escuela histórica francesa.
En Italia fue incluida en 1968 con el estableci- miento de tres cátedras: Catania, Florencia y Turín. A partir de entonces es que se puede centrar el
inicio de las Relaciones Internacionales como dis- ciplina científica independiente de las tradicionales enseñanzas jurídicas y de la historia diplomática.
En la antigua Unión Soviética su inicio estuvo íntimamente ligado, como en Estados Unidos, al crecimiento del poderío de este país. El retraso en su desarrollo obedece a razones históricas (por la difícil situación interna e internacional) y por el dog- matismo en la elaboración del marxismo-leninismo en la investigación sobre las Relaciones Internacio- nales que condujo a los análisis “desideologizados” de la reconstrucción (perestroika) y de la apertura (glasnot), potenciadas por el expresidente sovié- tico Mijaíl Sergéyevich Gorbachov, quien estimuló y potenció una política exterior “desideologizada”, que negó la existencia de la lucha de clases en el esce- nario internacional, traicionando así los principios socialistas de la diplomacia soviética.
Mientras en Europa se da seguimiento a los avatares teóricos-metodológicos que tienen lugar en Estados Unidos, en este país se ignora prácti- camente todo lo que se aporta a ese campo que no esté en inglés. En los medios académicos esta- dounidenses esta disciplina científica se ha desa- rrollado en un contexto absolutamente exclusivista y cerrado por la decisiva dependencia que han tenido y tienen, en relación con la propia política exterior, y por la indiferencia de los estudiosos hacia otras lenguas y otros mundos científicos y culturales.
En el caso de Cuba, el profesor Roberto Gonzá- lez Gómez reconoció en su obra Teoría de las Rela- ciones Políticas Internacionales que en el estudio teórico de la Política Internacional tuvo un papel pre- cursor el desempeño del jurista y profesor, doctor Juan Bautista Moré Benítez, quien introdujo a fines de la década de los años sesenta del siglo xx, en la Universidad de La Habana, esta materia bajo el título de Elementos de Política Internacional, lo que constituyó una introducción a esta disciplina. Aquel esfuerzo, limitado, pero pionero, fue continuado por el propio Roberto González Gómez en los marcos de la Licenciatura en Ciencias Políticas en la Uni- versidad de La Habana, desde comienzos de la década de los años sesenta ya como exposición más o menos sistemática de una Teoría de las Rela- ciones Políticas Internacionales. Sobre esa base, la disciplina fue luego incorporada a otros centros de estudios en Cuba.
Otros autores cubanos también han utilizado lo más avanzado del pensamiento teórico internacional en sus estudios históricos y politológicos, contribu-
yendo al desarrollo de la disciplina y a su visibilidad en el contexto más general de las ciencias sociales en Cuba, entre ellos se pueden mencionar los profe- sores doctores Carlos Alzugaray Treto, Luis Suárez Salazar y Jorge Hernández Martínez.
Más recientemente, en la segunda mitad del siglo xxi, la profesora, doctora Thalía Fung Riverón, introdujo en las universidades de la Cuba, Vene- zuela y otros países latinoamericanos, el concepto de “Enfoque Sur: nuevo paradigma en las Relacio- nes Internacionales”, ofreciendo la oportunidad de revelar los esfuerzos que se llevan a cabo por per- sonas de todo el mundo para pensar los problemas internacionales desde otra perspectiva. Para lograr concebir las relaciones internacionales desde otra lógica, se acude a los aportes de las corrientes críticas y la reflexión contemporánea, como herra- mientas que permiten reunir el legado histórico del pensamiento y las acciones que intentan revelar las relaciones de poder y las formas de sumisión que estas crean, tanto como las formas de emancipa- ción y las visiones de liberación.
Desde Simón Bolívar, José Martí, Carlos Marx, Vladimir Ilich Lenin, Augusto César Sandino, Fidel Castro Ruz, Patricio Lumumba, Nelson Mandela, entre otros, las gestas independentistas y revolucio- narias, así como las luchas cotidianas, son el pro- ducto que intenta rescatar el “Enfoque Sur” como teoría, pero también y, sobre todo, como praxis ante los discursos y las acciones de dominación que las potencias capitalistas intentan implantar en las rela- ciones internacionales del siglo xxi.
La Teoría de las Relaciones Internacionales constituye una disciplina que estudia las relacio- nes que desbordan o sobrepasan las fronteras de los Estados, estudia en suma las relaciones entre los Estados, las relaciones transnacionales que se establecen entre actores no estatales, y la dinámica del sistema internacional en su conjunto.
El objetivo del estudio científico de las relacio- nes internacionales es reflejar, con la mayor exac- titud posible, los cambios cada vez más profundos y radicales que experimenta la realidad internacio- nal e interpretarlos adecuadamente como forma de ofrecer soluciones a los problemas del futuro. Sin embargo, se plantea que esta finalidad dista toda- vía de haberse logrado, porque aún no se dispone de un marco teórico-metodológico adecuado para la comprensión de la dinámica internacional y de sus graves y urgentes problemas (Del Arenal, 1994).
Por lo tanto, se impone todavía superar la tradi-
cional reducción de las Relaciones Internacionales al estudio exclusivo del sistema de Estados y del poder, de la guerra y de la paz, entendida esta como la simple ausencia de guerra y conflicto, y conside- rarlas como la ciencia que se ocupa de la sociedad o sistema internacional y de todos sus problemas, desde la perspectiva de la paz.
En el siglo xxi es muy importante conocer, estu- diar y dar soluciones, desde posiciones progresis- tas y revolucionarias, a los problemas que están en íntima relación con la paz, ya que son la causa del conflicto tanto interno como internacional, como el poder destructivo de las armas de exterminio en masa, el subdesarrollo, la pobreza y el desarrollo desigual entre los Estados, el hambre y las privacio- nes socioeconómicas de todo tipo, la opresión y el problema ecológico, y que no conocen las fronteras de los Estados. El punto de mira de nuestra disci- plina es la humanidad.
Como en todo campo de estudio, la teoría es fun- damental para el desarrollo científico. Sin teoría no hay ciencia, no hay desarrollo científico.
En resumen, el estudio científico de las relacio- nes internacionales tiene antecedentes históricos remotos en los grandes historiadores griegos Heró- doto y Tucídides, Polibio, en el pensamiento de los clásicos de la Filosofía Política, desde Platón y Aris- tóteles, hasta Nicolás Maquiavelo, y los filósofos contemporáneos Kant, Hegel, Marx y otros. En los juristas y en los estudios de Derecho Internacional, así como en la Historia de las Relaciones Interna- cionales o de la Diplomacia.
Una serie de factores sociales, económicos y científico-técnicos transformaron el conjunto de las relaciones internacionales y su interpretación cientí- fica en el siglo xx.
Entre los más significativos se encuentra la entrada del sistema capitalista en su fase imperia- lista, que llevó al reparto del mundo entre las gran- des potencias, la creación de una efectiva economía mundial, la vinculación entre todos los Estados y naciones en lo que conocemos como la globaliza- ción de las relaciones internacionales. La Primera Guerra Mundial, entre 1914 y 1918, fue una catás- trofe bélica sin precedentes que abarcó a un gran conjunto de Estados y pueblos en todos los conti- nentes, y demostró los horrores a que puede con-
ducir la rivalidad incontrolada entre las potencias imperialistas.
El triunfo de la Revolución Socialista de Octubre de 1917 en Rusia y la creación del primer Estado obrero del mundo, rompió el monopolio del imperia- lismo sobre las relaciones internacionales, abriendo una nueva era de revolución mundial que se caracte- rizó por la emancipación de los pueblos coloniales, la intervención protagónica de las masas populares en las revoluciones socialistas y deliberación nacio- nal, lo cual fue un proceso extendido a todo el siglo xx y que continúa vigente, con sus propias caracte- rísticas, hasta la etapa histórica actual.
A partir de la década de los años setenta del siglo xx, tuvo lugar una revolución en los transportes, los medios de comunicación y las redes sociales de la información, como resultado de la Tercera Revolu- ción Industrial. Es necesario resaltar que:
“[…] una revolución industrial no solo se mide por el desarrollo de una tecnología más, se trata de un cambio rotundo en la manera de producir y de consumir; puede decirse que a esta última le antecedieron dos. La primera revolución, que alcanzó hasta 1840, nació en Inglaterra con la invención de la máquina de vapor por James Watt en 1776 […]. La segunda se inició en Esta- dos Unidos con la apertura de la primera central eléctrica en 1882 por Thomas Edison […]. La ter- cera, como se señala más arriba, es la electró- nica, que fue avanzando progresivamente antes de invadir todo el sistema técnico y llegar hasta la informática, la robótica y las redes como las de Internet” (Ramonet, 2001).
Los sectores de poder estadounidenses encon- traron, en ese proceso científico-tecnológico, la vía para superar los problemas estructurales del sis- tema capitalista iniciada en la década de los años setenta del siglo xx, caracterizados por el estanca- miento económico, la crisis del dólar y la inflación. Los pilares de esa Revolución Industrial se forjaron en las décadas de los años cuarenta y cincuenta de esa centuria, con los nuevos desarrollos en la computación, la energía nuclear y de los descu- brimientos básicos sobre el código genético. Estos conocimientos y sus potencialidades productivas fueron movilizados, en el contexto de la crisis, por las principales potencias mundiales, para reorientarse y posicionarse en la cada vez más compleja dinámica de las relaciones internacionales, mientras que los significativos avances en los transportes, los medios
de comunicación y las redes sociales de la informa- ción, han contribuido al acercamiento entre los pue- blos, a la mayor vinculación entre todas las naciones y al desarrollo de la opinión pública internacional.
En 1973 los gastos de Estados Unidos en Investi- gación y Desarrollo (I+D) duplicaron a los gastos del conjunto de los demás países capitalistas desarrolla- dos. Con esta transformación se consolidó un nuevo paradigma tecnológico cuyo liderazgo correspondió al sector electrónico. Las áreas de ese paradigma son la biotecnología, la nueva base energética y las ramas de la electrónica, computación y telecomuni- caciones, que generan un enorme avance aplicado a las tecnologías de la información.
Ese nuevo patrón tuvo su génesis fundamental- mente en cinco países: Estados Unidos, Francia, Alemania, Japón y Gran Bretaña, los que a inicios de la década de los años noventa ya controlaban el 85 % de la producción del sector electrónico. Esa concentración de poderío científico y tecnológico ha tenido, desde luego, enormes repercusiones en la teoría y la práctica de las relaciones internacionales. La Tercera Revolución Industrial constituyó una tendencia profunda que silenciosamente ha trans- formado las relaciones internacionales actuales, intensificando los procesos de transnacionaliza- ción y globalización de la economía mundial, como también lo hicieron de forma dramática los proce- sos políticos que provocaron el colapso de la Unión Soviética y la desaparición del socialismo europeo. Ambos fenómenos condujeron al predominio de los principales Estados capitalistas, al relativo fortaleci- miento de sus bloques económicos y a la rivalidad entre las potencias capitalistas por nuevos recursos naturales, las fuentes de materias primas y merca- dos, lo que apunta hacia sustanciales cambios en el
balance de fuerzas mundiales.
Las extraordinarias transformaciones del esce- nario internacional, ocurridas con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial y en la última década del siglo xx, junto a los conocimientos científicos y tec- nológicos acumulados, dieron un impulso decisivo a las Relaciones Internacionales y, por tanto, hacia su elaboración teórica con un mayor rigor cientí- fico en un siglo xxi que sobrevino como un período turbulento, convulso y de grandes cambios provo- cados por fuertes conflictos en diversas zonas del planeta, los que se han exacerbado por un proceso de globalización económica excluyente e injusto, que aumenta el abismo entre el Norte y el Sur del planeta, generando una dinámica conflictiva en las
relaciones internacionales que se agudizó a finales del siglo xx tras la desaparición de la confrontación Este-Oeste.
Los mecanismos de Naciones Unidas, creados para preservar la paz y la seguridad internacional, han sido manipulados para imponer al planeta la tiranía de Estados Unidos y la Organización del Tra- tado del Atlántico Norte (OTAN), que asumen como modelo el “cambio de régimen”, la violación de los principios del Derecho Internacional y el empleo de los emporios financieros mediáticos para atizar el odio y la violencia, especialmente contra Vene- zuela y Rusia, para solo citar dos ejemplos bien representativos.
En el sistema internacional de las primeras dos décadas del siglo xxi se manifiestan tenden- cias cada vez más peligrosas y reaccionarias que intentan destruir en “Nuestra América” los procesos progresistas de integración y la soberanía regional, que constituyeron el 2 y 3 de diciembre del 2011 la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribe- ños (CELAC), lo que representó el hecho institucio- nal de mayor trascendencia en el hemisferio durante los dos últimos siglos desde la independencia. Y como resultado de ese proceso tiene gran signifi- cación para las relaciones internacionales actuales la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, aprobada por los Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y el Caribe, reuni- dos en La Habana en ocasión de la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribe- ños (CELAC), celebrada los días 28 y 29 de enero de 2014.
La influencia creciente de los movimientos socia- les y políticos, el deseo de instaurar un orden de paz y seguridad internacional, la responsabilidad que recae, en ese sistema internacional cambiante y complejo, sobre las grandes potencias, la toma de conciencia del papel que juegan los factores ideo- lógicos, económicos y sociales y del protagonismo internacional de otros actores distintos de los Esta- dos, el hecho del desarrollo cada vez más intenso de la cooperación entre los Estados, consecuencia de la creciente interdependencia entre los mismos, la acentuación de la interrelación entre la Política Interna de los Estados y su Política Exterior, los problemas vitales a que se enfrenta la humanidad y la preocupación científica que origina la elabora- ción de una teoría internacional, son algunos de los factores que contribuyen a generar la necesidad de individualizar el estudio de las relaciones internacio-
nales y de desarrollar una disciplina que se ocupe del estudio de esas problemáticas.
La incapacidad de las disciplinas tradicionales para dar cuenta adecuadamente de tales transfor- maciones y de la perspectiva parcial o sectorial res- pecto del sistema internacional, unido al desarrollo de la Ciencia Política y de la Sociología, que tratan de dar respuesta a los nuevos problemas en el seno de las sociedades estatales, hizo patente la nece- sidad de una nueva disciplina que aborde global- mente la problemática internacional.
Frente a todo lo que perturba y engrandece a la especie humana es necesario repensar y construir una teorización de las relaciones internacionales desde el Sur, que contribuya a cimentar una alter- nativa de sociedad mundial más justa para el siglo xxi, en la nueva era que se vaticina como de la alta tecnología y la conquista del espacio cósmico.
Entendemos por ciencia un cuerpo de cono- cimiento para descubrir nuevos conocimientos a través de la observación y la lógica, que permite establecer generalizaciones y nos capacita para la predicción.
Desde esta perspectiva, la noción de ciencia es perfectamente aplicable a la Teoría de las Relacio- nes Internacionales, sin que el problema amplia- mente debatido de su mayor o menor capacidad de predicción sea un obstáculo que la descalifique, al igual que otras Ciencias Sociales, como ciencias, sino simplemente sería una limitación actual de las mismas.
Hay autores que consideran que la Teoría de las Relaciones Internacionales es una parte de la Cien- cia Política, estimando que hay una Ciencia Política general y ciencias políticas particulares o especia- les. Entre estas ciencias políticas particulares esta- ría la Teoría de las Relaciones Internacionales que se ocupa de los procesos y fenómenos de poder de los Estados en sus relaciones recíprocas. Esta es una concepción restrictiva, pues tiende inelu- diblemente a reducirlas a la Política Internacional, cuando esta no agota el campo de las relaciones internacionales, ya que estas son un complejo rela- cional en el que se integran relaciones que no son estrictamente políticas, si no llevaría a excluir de nuestra consideración otros aspectos que afectan de manera esencial a la Sociedad Internacional.
La perspectiva que aporta la Ciencia Política está también alejada de la perspectiva global y omni- comprensiva de la Teoría de las Relaciones Interna- cionales como ciencia de la Sociedad Internacional. Tampoco se puede hablar como la rama de la Sociología que se ocupa de la sociedad interna- cional, pues, si bien es verdad que la Teoría de las Relaciones Internacionales es la ciencia de la Sociedad Internacional y que por ello exige un enfo- que sociológico, no lo es menos que, tanto por su objeto como por su perspectiva, desborda al plan-
teamiento caracterizador de la Sociología.
En este debate se ha enfatizado que la disciplina de las Relaciones Internacionales son una sociolo- gía internacional, una teoría de la Sociedad Interna- cional en cuanto tal, es una sociología es sí misma, autónoma y diferenciada de la sociología en sentido estricto.
Deriva también de la propia perspectiva de aná- lisis de la Sociedad Internacional como un todo, globalmente considerada, lo que supone una visión totalizadora de una realidad que supera la perspec- tiva de la Sociología, lo que se traduce igualmente en la necesidad de conceptos y categorías que la Sociología no puede proporcionar.
La Teoría de las Relaciones Internacionales forma parte indudablemente del conjunto de las disciplinas sociales. Lo cierto es que desde su sur- gimiento esta disciplina estuvo íntimamente relacio- nada y enmarcada en la Ciencia Política, en buena medida, como una rama de ella.
Como hemos visto, la ampliación del campo disci- plinario para incluir la Economía y la Sociología ante todo, han llevado a un debate, aun no resuelto, sobre el carácter de la materia y su inserción, dentro de las ciencias sociales. Aunque algunos autores tienden a considerarla una disciplina autónoma, otros consi- deran las Relaciones Internacionales como todo un campo académico interdisciplinario o transdisciplina- rio, integrado por materias como Teoría Internacio- nal, generalmente política, Economía Internacional, Sociología de las Relaciones Internacionales, estu- dios de Política Exterior, de conflictos y de regiones. Al final resulta, como lo han subrayado destaca- dos estudiosos, que la ciencia social no es más que una, y lo que distingue a sus diversas disciplinas es una cuestión de énfasis o enfoque. Los asuntos del hombre solo pueden estudiarse por todas las cien- cias sociales trabajando al unísono y por la cola- boración estrecha y multidisciplinaria de todos los
científicos sociales.
La Teoría de las Relaciones Internacionales estu- dia la estructura, es decir, la forma de organización y los procesos, la dinámica, de cooperación o de con- flicto, de las relaciones internacionales. Presupone un ordenamiento de los fenómenos internacionales, que permite identificar causas y efectos probables y describir, explicar, predecir, pronosticar estos fenó- menos con un grado razonable de probabilidad.
El debate epistemológico ha sido y sigue siendo una de las principales características que pueden definir a las Relaciones Internacionales en su tra- yectoria científica. Para empezar, la cuestión central del debate es la delimitación y fijación del objeto y el método de estudio de esta disciplina. Porque si uno de los rasgos para delimitar las características pro- pias de esta disciplina es la diferencia con el objeto de otras ciencias sociales, también es cierto que su la propia evolución dificulta, cada vez más, una perfecta distinción de objeto y método, sin que ello tenga por qué ser necesariamente negativo.
El pensamiento de Alfred Zimmern, con un claro componente idealista (la eliminación de la guerra), supuso una ruptura respecto a anteriores aproxi- maciones a la sociedad internacional, ya que aban- dona la concepción interestatal, propia del derecho internacional y de la historia diplomática. Así, para Zimmern la vida internacional ha variado sustan- cialmente, detectándose un nivel cada vez mayor de interdependencia entre los Estados y de comple- jidad en las relaciones internacionales, a tal punto que el autor británico ve en ellas un aparato alta- mente desarrollado, comparable al sistema nervioso del cuerpo humano.
La referencia a Zimmern ha servido para presen- tar, de modo implícito, los tres factores que han par- ticipado en el nacimiento y que después guiarán, el desarrollo de la disciplina. Se trata del cambio de la realidad internacional, el avance de las ciencias sociales y el modelo que da marco y guía al estudio (Barbé, 1989).
El cambio de la realidad internacional en este siglo adquiere múltiples formas y consecuencias: si el interés tradicional se basaba en la sucesión de las situaciones de guerra y de paz entre los Esta- dos, la nueva visión se basará en los efectos (eco- nómicos, tecnológicos y sociales) que produce el desarrollo tecnológico y científico sobre la sociedad internacional. Se trata de afirmar que el marco his- tórico es un factor determinante para conocer las razones que influyen directamente en el objeto y en la elaboración teórica de esta disciplina. La apari-
ción de fenómenos nuevos comportará la creación de nuevos instrumentos y métodos de análisis.
Por otro lado, la evolución de las ciencias socia- les supone la aplicación de métodos matemáticos a la realidad internacional. En década de los años cincuenta y primeros de la de los años sesenta del siglo xx surgen dos posiciones: los partidarios de adoptar métodos desarrollados por las ciencias sociales (behavioristas) y los partidarios de mante- ner el esquema de análisis tradicional, más ligado a la Filosofía y a la Historia. Este enfrentamiento sigue siendo uno de los grandes objetos de debate.
El modelo que da marco y guía el estudio, seña- lado por algunos autores como el debate sobre los paradigmas, será otro de los factores condicionan- tes del objeto, del método, y del proceso de investi- gación. El modelo que fija un marco y guía el estudio supone la visión o concepción global del objeto estu- diado que inspira el análisis, investigación o teoría. (Rodríguez, 2017).
La disciplina Teoría de las Relaciones Internacio- nales estudia fundamentalmente la estructura, es decir las formas de organización y los procesos, la dinámica del Sistema de Relaciones Internaciona- les, con un énfasis en los aspectos políticos. Puede decirse que constituye un ordenamiento de los fenó- menos internacionales, que permite identificar cau- sas y efectos probables, describir y explicar y, hasta donde eso es posible en las ciencias sociales, pre- decir estos fenómenos.
Por tanto, la Teoría de las Relaciones Internacio- nales, en el siglo xxi, estudia tres tipos de fenóme- nos: las relaciones entre los Estados y entre estos y los actores no estatales y la dinámica del sistema internacional en su conjunto. Es por eso que cons- tituye una disciplina central en el conjunto de los estudios internacionales, ya que ofrece al investi- gador el aparato conceptual indispensable para el análisis de las relaciones internacionales y la actua- ción de los diversos actores significativos en el con- texto mundial.
Hay que tener presente que en las Relaciones Internacionales, como en cualquier disciplina cien- tífica, existen diferentes escuelas y tendencias que estudian la realidad internacional desde diversos enfoques y visiones políticas (Mcglinchey, 2017).
Como dijo el destacado académico irlandés Fred Halliday:
“Los autores sobre Relaciones Internacionales deberían ser más conscientes de, y los estu- diantes ser más versados en, la filosofía de las ciencias sociales en general. Parte de la reivindi- cación de ser capaz de formar la mente se basa en la medida en que las Relaciones Internacio- nales, como tema de estudio, puedan servir para educar a los estudiantes en las cuestiones de método –hecho y valor, explicación y generaliza- ción–, causas comunes a las ciencias sociales: un excepcionalismo artificial, por el que las cues- tiones de metodología de las ciencias sociales se debaten como si fueran característicos de la materia, no sirven ni a la enseñanza ni a la preci- sión metodológica”(Halliday, 2006).
Otro elemento fundamental es que la materia necesita mantener, y de hecho desarrollar, su rela- ción con la historia: quizá demasiado preocupada por distanciarse de la historia diplomática de la que surgió originalmente, las Relaciones Internaciona- les necesitan ahora un vínculo más comprometido con la historia. Una base de este tipo es un requisito previo para una teorización adecuada en Relacio- nes Internacionales. Del mismo modo, un estudio atento de la historia podría servir, paradójicamente, para rescatar las Relaciones Internacionales de la afirmación de continuidades transhistóricas donde no las hay. Si uno de los cambios más interesantes en las Relaciones Internacionales es el examen de cómo el sistema internacional no ha sido continua- mente el mismo desde las guerras del Peloponeso, los argumentos a favor o en contra de esto solo pue- den hacerse por medio de un estudio crítico de la propia historia. Los mismo se aplica, a fortiori, a los argumentos sobre cómo son los patrones “nuevos o perennes de las relaciones contemporáneas entre estados”.
También coincido con Halliday en que la disci- plina puede reforzar la tendencia ya evidente hacia el examen de las cuestiones éticas en las relaciones internacionales. Si una de las características más sorprendentes del debate público contemporáneo, y también del académico, es el énfasis en estas
del “apaciguamiento”. Pero el debate sobre cuestio- nes morales –cuándo y cómo intervenir, si se debe aceptar un mal para prevenir otros, nuestra obliga- ción de ayudar a otros pueblos– se viene realizando en un discurso moral desprovisto de dimensión his- tórica.3 Esto no quiere decir, por supuesto, que esta dimensión proporcionaría las respuestas a todos los dilemas morales, sin embargo, serviría para infor- mar e iluminar el debate público y afirmar las deci- siones que tienen que tomar los políticos y votantes (Halliday, 2006).
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cuestiones éticas, sorprende igualmente cómo
estos debates carecen normalmente de profundi- dad histórica o de precisión teórica: casi todos los comentarios sobre, por ejemplo, el enfrentamiento Iraq-Estados Unidos en Kuwait (1990-1991) o la crisis bosnia (1992-1995) se hicieron con una apa- rente conciencia histórica, como en la invocación
3 Tal fue el caso del discurso de Barack Obama ante la socie- dad civil cubana el 22 de marzo de 2016 en el Gran Teatro de La Habana, en el que abogó por la reconciliación y el apaciguamiento con Cuba “después de haber eliminado de las relaciones Estados Unidos-Cuba la sombra de la histo- ria”. Disponible en: https://www.cibercuba.com/noticias/2016- 03-22-u1-discurso-de-obama-en-cuba-texto-completo. Véa- se también la crítica a este discurso (Rodríguez, 2016).
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