Las migraciones africanas en la contemporaneidad: singularidades más relevantes

African migrations in contemporary times: most relevant singularities

Dra C. María Elena Álvarez Acosta

Doctora en Ciencias Históricas. Profesora Titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García, e-mail: alvarezme@isri.minrex.gob.cu

Lic. Evelyn López León

Licenciada en Relaciones Internacionales. Especialista en Organismos Bilaterales y Colaboración Bilateral. Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), e-mail: evelyn.lopez@onei.gob.cu / eve.lopez030991@gmail.com



Recibido: 25 de septiembre de 2019 Aprobado: 30 de septiembre de 2019



RESUMEN El siglo xxi ha sido el escenario de diversos problemas globales: las migraciones internacionales es uno de los más evidentes. En ese contexto se insertan los flujos migratorios del continente africano y, en especial, de África Subsahariana. Las pecu- liaridades del quehacer del movimiento poblacional en esa área se mixtifican; los medios de comunicación occidentales, así como los discursos políticos, en particular los de la extrema derecha, manipulan ese fenómeno y expresan posturas xenófo- bas y, más que tratarlos como migrantes los clasifican como forasteros peligrosos. Sin embargo, las migraciones africanas son mayoritariamente intrarregionales, al tiempo que presentan peculiaridades que se relacionan con el presente, pero tam- bién con tendencias y realidades precedentes. Este artículo aborda las peculiarida- des de las migraciones africanas en el siglo xxi.

Palabras claves migración, remesas, refugiados y desplazados.



ABSTRACT The 21st century has been the scene of various global problems: international migra- tion has been one of the most obvious. In that context, the migratory flows of the African continent and, especially, of Sub-Saharan Africa are inserted. The peculia- rities of the population movement in that area are mixed; the western media, as well as political discourses, particularly those of the extreme right, manipulate this phenomenon and express xenophobic positions, and more than treating them as migrants, they classify them as dangerous outsiders. However, African migrations are mostly intra-regional, while presenting peculiarities that relate to the present, but also with preceding trends and realities. This paper is about the peculiarities of African migration in the 21st century.

Key words migration, remittances, refugees, displaced.




INTRODUCCIÓN

Las migraciones no irrumpieron en la contem- poraneidad, sino que tienen la misma edad que el género humano. Desde su origen y hasta hoy, millo- nes de personas han migrado en múltiples ocasio- nes y en disímiles direcciones del planeta. Muchas

han sido las razones de esos desplazamientos, pero, en la mayoría de los casos, sobresale la bús- queda de situaciones más ventajosas, las marchas forzadas por eventos violentos, medioambientales, entre otros.


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Las migraciones se convierten en internaciona- les con el capitalismo; su impacto e interacción al



interior de ese sistema manifiesta tendencias, cons- tantes y variaciones, a partir de factores coyuntura- les y estructurales.

Las regularidades del fenómeno migratorio se han expresado con los matices que cada época y cada condición regional, nacional, familiar e indivi- dual le han impuesto. En los patrones migratorios, influyen las especificidades geográficas, culturales, económicas, psicológicas y étnico-tradicionales, vínculos con la familia, la comunidad, el entorno social, entre otros aspectos. En ese contexto, África no es la excepción.

En la actualidad, en el caso africano, los medios de comunicación nos muestran un mensaje cons- tante: las avalanchas de migrantes africanos dis- puestos a pagar hasta con su vida para llegar al viejo continente: Sin embargo, a pesar de que cada vez con más frecuencia los africanos miran hacia Europa, Medio Oriente o Estados Unidos, los flujos migratorios subsaharianos son mayoritariamente intrarregionales e intracontinentales.

Existen varias limitaciones al estudiar las migra- ciones en el continente africano, y se debe funda- mentalmente a la ausencia de datos demográficos, debido, entre otras razones, al déficit de los regis- tros censales de población, los elevados niveles de organización informal de la sociedad, la falta de infraestructuras fronterizas y el escaso equipa- miento y formación de las fuerzas de vigilancia, que eximen a estos flujos migratorios de cualquier tipo de control.

Sin embargo, el asunto deviene esencial, en la misma medida en que, por una parte, es una temá- tica actual que tiene como protagonista a millones de personas y, por la otra, se abordan las peculia- ridades del fenómeno en un continente, al tiempo que contrarresta las tendencias xenófobas y racis- tas que presentan a los africanos como un peligro para la “seguridad societal” europea.

Este artículo tiene como objetivo básico caracte- rizar los flujos migratorios africanos en el segundo decenio del siglo xxi.


DESARROLLO

Desde la década de los años noventa del siglo

xx, los flujos migratorios internacionales afianzaron

ejemplo, los flujos que se dirigían hacia los países petroleros del Golfo y del Sudeste Asiático.

Las políticas migratorias de los países recepto- res ampliaron y fortalecieron las políticas restrictivas y selectivas e impusieron mayores barreras para la entrada de los migrantes; en cuanto a la migración no calificada, trataron de que tuvieran un carácter temporal. Paralelamente se reafirmó la migración de jóvenes y un ascenso de las migrantes mujeres.

Estas políticas migratorias en los países recep- tores contribuyeron al crecimiento del número de indocumentados y al aumento de los países de tránsito en el Sur que, en algunos casos, llegaron a tener una función doble y hasta triple (como emi- sores, receptores y de tránsito), dentro de los ejem- plos más destacados se encuentran los países del Magreb en África.

Asimismo, aunque se mantuvo la tendencia de migraciones favorecidas por la cercanía de los paí- ses receptores, por ejemplo, de África del Norte hacia Europa; aumentaron los movimientos hacia otras lati- tudes, como es el caso de los asiáticos hacia Esta- dos Unidos y de africanos hacia América Latina.

En ese contexto, dos elementos sobresalen: por una parte, aumentó el tráfico y la trata de personas. En este último caso, especialmente mujeres jóvenes y, por el otro, el incremento de las remesas.


Inicios del siglo xxi. Se evidencian las singularidades

En esos años, los flujos migratorios en África Subsahariana acentuaron su dirección Sur-Sur (intrarregionales) y se mantuvo la Sur-Norte, fun- damentalmente hacia Europa. Los países de esta última región arreciaron el control y la repatriación sobre los inmigrantes africanos. Aunque es difícil tener el número exacto de inmigrantes en el pro- pio continente, África acogía a unos 40 millones de inmigrantes, en su mayoría del continente, mientras que Europa y Estados Unidos recibían a unos 18 millones de sus ciudadanos.1

Según Mbuyi Kabunda, contrariamente a la opi- nión más extendida, existían flujos migratorios más fuertes dentro del continente que hacia afuera. En las tres últimas décadas, o sea desde la década de los años ochenta, las circunstancias fortuitas, como

la dirección Sur-Norte, preferentemente de personas

calificadas (con niveles socioeconómicos relativa- mente altos en los países emisores). Paralelamente se mantuvo la migración laboral Sur-Sur como, por

1 Los Estados africanos acogen al 75 % de los 16 millones de emigrantes de África. Hay dos “El dorado” importantes: Costa de Marfil, en África Occidental, y Sudáfrica, en África Austral (Arriola, 2005).

las severas sequías, la desertificación, la defores- tación y las guerras que habían azotado el conti- nente se habían convertido en poderosos factores de migraciones internas (Kabunda, 2006).2

Apunta Kabunda Badi que:

“(…) La emigración africana es, pues, más hori- zontal que vertical: Costa de Marfil, Nigeria, la República Democrática del Congo, Sudáfrica, Kenia, Botswana y Zambia siempre han sido y son tierras de inmigración, y han acogido a más inmigrantes africanos que Europa (…)” (Kabunda, 2006).3

Kabunda al referirse al caso de algunos países de África Occidental, refiere que:

“(…) las poblaciones de Malí, Burkina Faso y Níger, países emisores más activos, migran tra- dicionalmente hacia los países del golfo de Gui- nea un poco más dotados. Por lo tanto, existe una polarización de movimientos migratorios hacia los países con altos índices de crecimiento eco- nómico y/o políticamente más estable, e incluso se realizan movimientos contrarios en el caso de producirse una depresión o un conflicto en estos países receptores (…)” (Kabunda, 2007).

De igual modo, las guerras de África Central – Grandes Lagos– y Occidental –región del río Mano– convirtieron a países como Angola, República Democrática del Congo, Sudán, Ruanda, Congo Brazzaville, Liberia, Sierra Leona y Costa de Marfil en exportadores de refugiados y emigrantes hacia los países vecinos u otras regiones del continente. Son, pues, factores económicos, sociales, cultura- les y políticos interrelacionados los que conducían a los africanos a abandonar sus países de origen.

Países petroleros como Nigeria, Libia o Gabón y los que cuentan con más recursos como Kenia, Costa de Marfil, Sudáfrica o Botswana, son recep- tores de trabajadores de diversos países, vecinos o procedentes de otras zonas del continente, ante las




2 Pone como ejemplo que las sequías asfixian a los ganade- ros y les expulsan hacia las ciudades, en busca de medios de subsistencia.

3 Todo indica que estos flujos intrarregionales e interregiona- les seguirán incrementándose en los años y décadas veni- deros, con independencia de que las legislaciones oficiales se hayan endurecido, con excepción de Tanzania, Botsuana y Burundi, que han concedido la nacionalidad a los despla- zados de las guerras civiles y a los inmigrantes que lo de- seen.

consecuencias de las crisis y los efectos de los pro- gramas de ajuste neoliberal. Al mismo tiempo, han existido países que históricamente han sido recepto- res: Costa de Marfil, Nigeria, República Democrática del Congo, Sudáfrica, Kenia, Botswana y Zambia.

Las migraciones internas, en ocasiones, son un primer paso a las migraciones externas, esencial- mente las vías que atraviesan el desierto del Sahara hacia los países receptores del Norte. Estos últimos han cambiado su cualidad de emisores a receptores de trabajo (provisional) en espera de viajar hacia el continente europeo.

Las poblaciones de África Occidental y África del Norte eran las más vinculadas a las migraciones Sur-Norte y servían de tránsito hacia Europa.4 Los principales países de procedencia eran Senegal, Gambia, Sierra Leona, Liberia, Malí, Costa de Mar- fil, Ghana, Nigeria, la República Democrática del Congo, Camerún, Sudán y los del Cuerno de África. Asimismo se registraba la presencia de migrantes procedentes de China, India, Pakistán y Bangladesh que migraban a Marruecos, a través de las rutas subsaharianas.5

“(…) En opinión de Sami Naïr, el África ‘blanca’ (Egipto y Magreb) exporta sobre todo sus pobla- ciones hacia Europa y Estados Unidos, mientras que el África subsahariana, aun cuando orienta su emigración hacia Europa –tres países, Ghana, Nigeria y Senegal, son los principales emiso- res de la emigración del África occidental hacia Europa y representan la mitad de los flujos migra- torios subsaharianos, seguidos por Cabo Verde y Malí– conoce importantes flujos migratorios internos: de las zonas rurales hacia las ciudades, de las zonas en guerra hacia las en paz, y de los países más pobres hacia los países ricos (…)” (Kabunda, 2007).

La migración africana hacia Europa se carac- terizó porque la mayoría eran jóvenes,6 entre 20 y



4 Las ciudades del Sahara tales como Tamanrasset y Djanet (Argelia), Agadez (Níger), Sabha y Koufra (Libia) sirven de puntos de paso y de contacto con las redes de migraciones entre el África subsahariana y el Magreb, última etapa antes del asalto a Europa (Kabunda, 2006).

5 Según el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales en Espa- ña se registraronn 108 455 emigrantes del África negra. La cifra es orientativa, la realidad es probablemente superior. El 96,25 % provienen del África Occidental (Arriola, 2005).

6 África subsahariana, la región más joven del planeta con un 44 % de la población menor de 15 años.

30 años,7 con nivel de calificación (el 60 % tiene un nivel cultural de bachiller y un 31 % es perso- nal cualificado). El robo de cerebros era evidente, por ejemplo, para el África Subsahariana, la tasa de emigración a los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en 1990 y 2000 fue del 0,3 % y el 04 %, respectiva- mente, para los trabajadores no cualificados y del 13,2 % y el 12,8 % para los trabajadores altamente cualificados (Docquier y Rapoport, 2011).

De Cabo Verde se habían marchado el 67 % del personal cualificado, de Gambia un 63 % y de Isla Mauricio el 56 %. Según el Banco Mundial hasta un 30 % de la mano de obra altamente cualificada de África trabajaba fuera del continente. Una esta- dística de la Sanidad de Ghana indicaba que una de cada cinco enfermeras y más de dos tercios de los médicos, formados entre 1995-2002, se habían ido a trabajar al extranjero (Arriola, 2005). General- mente en los países receptores europeos ocupan trabajos por debajo de su calificación. Muchos de los emigrados africanos se mueven en el subem- pleo, el trabajo ilegal o la economía informal.

Las remesas que llegaban al continente también habían aumentado. En Ghana el Banco Nacional daba en 2001 una cifra de 400 millones de dólares al año. Representaba un 20 % de los ingresos de exportación del país y un volumen igual a los ingre- sos del cacao, del que Ghana era primer productor mundial (Arriola, 2005).8

Con independencia de que la migración africana hacia Europa no era significativa en comparación con la de otras regiones del mundo, los europeos no querían –ni quieren– a los africanos y han tratado de externalizar el problema. En ese ámbito, los gobier- nos de Libia y Marruecos, quienes habían firmado acuerdos con Europa para detener a los migrantes, protestaban por la falta de apoyo para “contener” a los subsaharianos. La situación más crítica se des- envolvía entre España y los países africanos.

Según diferentes cálculos entre 65 000 y 120 000 africanos subsaharianos entraban cada año en el Magreb (Marruecos, Túnez, Argelia, también en



7 En Portugal en el 2000, más del 80 % de los emigrantes llegados de Cabo Verde y más del 95 % de Guinea Bissau eran hombres. La mayoría hablaban dos o tres lenguas.

8 En ese mismo año, el proyecto Transrede muestra que entre

Mauritania y Libia) y algunas decenas de miles de ellos intentaban atravesar el Mediterráneo. Los paí- ses del Magreb pasaron de ser países emisores –lo continúan siendo– a países de tránsito, e incluso de asentamiento, para los inmigrantes subsaharia- nos. Se calcula que al menos 100 000 inmigrantes subsaharianos vivían en Mauritania y Argelia, de 1 millón a 1,5 millones en Libia y entre 2,2 millones y 4 millones, principalmente sudaneses, en Egipto. Marruecos y Túnez acogen a comunidades de inmi- grantes subsaharianos más pequeñas, pero com- puestas de varias decenas de miles de personas.9

La presión ejercida desde la Unión Europea y también como consecuencia de la situación interna, condujo a las autoridades de los Estados del norte de África a reforzar los controles fronterizos y a lo largo de sus costas. Del mismo modo endurecie- ron su política interior respecto a los inmigrantes. En 2003 y 2004 Marruecos y Túnez incorporaron nuevas leyes sobre inmigración que preveían princi- palmente sanciones severas frente a la inmigración ilegal y el tráfico de seres humanos.

Ante las situaciones críticas que se dieron en Ceuta y Melilla (territorios españoles) y la intercep- ción de africanos que trataban de llegar por mar – pateras– a Europa, el gobierno español estableció un plan de “contención”, el que fue apoyado por la Unión Europea. En el 2006, España repatrió a 99 445 personas.

Se firmaron acuerdos de cooperación en mate- ria de Inmigración entre España y Guinea, Gambia, Senegal, entre otros. Paralelamente, los españoles lanzaron un Plan de Desarrollo para África. El Plan África 2006-2008 elaborado por el Ministerio de Exteriores y de Cooperación, entre cuyos objetivos generales se encuentra “el fomento de la coopera- ción para regular adecuadamente los flujos migrato- rios procedentes de la región subsahariana”, definía como ámbitos de actuación de la política española el refuerzo de las medidas de control de fronteras y la agilización de los procedimientos de repatriación inmediata de los inmigrantes (Mosangini, 2007). O sea, el plan era para controlar y repatriar. Algunas de las acciones de la Unión Europea y de España en particular fueron:


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