African migrations in contemporary times: most relevant singularities
Dra C. María Elena Álvarez Acosta
Lic. Evelyn López León
Licenciada en Relaciones Internacionales. Especialista en Organismos Bilaterales y Colaboración Bilateral. Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), e-mail: evelyn.lopez@onei.gob.cu / eve.lopez030991@gmail.com
Recibido: 25 de septiembre de 2019 Aprobado: 30 de septiembre de 2019
RESUMEN El siglo xxi ha sido el escenario de diversos problemas globales: las migraciones internacionales es uno de los más evidentes. En ese contexto se insertan los flujos migratorios del continente africano y, en especial, de África Subsahariana. Las pecu- liaridades del quehacer del movimiento poblacional en esa área se mixtifican; los medios de comunicación occidentales, así como los discursos políticos, en particular los de la extrema derecha, manipulan ese fenómeno y expresan posturas xenófo- bas y, más que tratarlos como migrantes los clasifican como forasteros peligrosos. Sin embargo, las migraciones africanas son mayoritariamente intrarregionales, al tiempo que presentan peculiaridades que se relacionan con el presente, pero tam- bién con tendencias y realidades precedentes. Este artículo aborda las peculiarida- des de las migraciones africanas en el siglo xxi.
Las migraciones no irrumpieron en la contem- poraneidad, sino que tienen la misma edad que el género humano. Desde su origen y hasta hoy, millo- nes de personas han migrado en múltiples ocasio- nes y en disímiles direcciones del planeta. Muchas
han sido las razones de esos desplazamientos, pero, en la mayoría de los casos, sobresale la bús- queda de situaciones más ventajosas, las marchas forzadas por eventos violentos, medioambientales, entre otros.
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Las migraciones se convierten en internaciona- les con el capitalismo; su impacto e interacción al
interior de ese sistema manifiesta tendencias, cons- tantes y variaciones, a partir de factores coyuntura- les y estructurales.
Las regularidades del fenómeno migratorio se han expresado con los matices que cada época y cada condición regional, nacional, familiar e indivi- dual le han impuesto. En los patrones migratorios, influyen las especificidades geográficas, culturales, económicas, psicológicas y étnico-tradicionales, vínculos con la familia, la comunidad, el entorno social, entre otros aspectos. En ese contexto, África no es la excepción.
En la actualidad, en el caso africano, los medios de comunicación nos muestran un mensaje cons- tante: las avalanchas de migrantes africanos dis- puestos a pagar hasta con su vida para llegar al viejo continente: Sin embargo, a pesar de que cada vez con más frecuencia los africanos miran hacia Europa, Medio Oriente o Estados Unidos, los flujos migratorios subsaharianos son mayoritariamente intrarregionales e intracontinentales.
Existen varias limitaciones al estudiar las migra- ciones en el continente africano, y se debe funda- mentalmente a la ausencia de datos demográficos, debido, entre otras razones, al déficit de los regis- tros censales de población, los elevados niveles de organización informal de la sociedad, la falta de infraestructuras fronterizas y el escaso equipa- miento y formación de las fuerzas de vigilancia, que eximen a estos flujos migratorios de cualquier tipo de control.
Sin embargo, el asunto deviene esencial, en la misma medida en que, por una parte, es una temá- tica actual que tiene como protagonista a millones de personas y, por la otra, se abordan las peculia- ridades del fenómeno en un continente, al tiempo que contrarresta las tendencias xenófobas y racis- tas que presentan a los africanos como un peligro para la “seguridad societal” europea.
Este artículo tiene como objetivo básico caracte- rizar los flujos migratorios africanos en el segundo decenio del siglo xxi.
Desde la década de los años noventa del siglo
xx, los flujos migratorios internacionales afianzaron
ejemplo, los flujos que se dirigían hacia los países petroleros del Golfo y del Sudeste Asiático.
Las políticas migratorias de los países recepto- res ampliaron y fortalecieron las políticas restrictivas y selectivas e impusieron mayores barreras para la entrada de los migrantes; en cuanto a la migración no calificada, trataron de que tuvieran un carácter temporal. Paralelamente se reafirmó la migración de jóvenes y un ascenso de las migrantes mujeres.
Estas políticas migratorias en los países recep- tores contribuyeron al crecimiento del número de indocumentados y al aumento de los países de tránsito en el Sur que, en algunos casos, llegaron a tener una función doble y hasta triple (como emi- sores, receptores y de tránsito), dentro de los ejem- plos más destacados se encuentran los países del Magreb en África.
Asimismo, aunque se mantuvo la tendencia de migraciones favorecidas por la cercanía de los paí- ses receptores, por ejemplo, de África del Norte hacia Europa; aumentaron los movimientos hacia otras lati- tudes, como es el caso de los asiáticos hacia Esta- dos Unidos y de africanos hacia América Latina.
En ese contexto, dos elementos sobresalen: por una parte, aumentó el tráfico y la trata de personas. En este último caso, especialmente mujeres jóvenes y, por el otro, el incremento de las remesas.
En esos años, los flujos migratorios en África Subsahariana acentuaron su dirección Sur-Sur (intrarregionales) y se mantuvo la Sur-Norte, fun- damentalmente hacia Europa. Los países de esta última región arreciaron el control y la repatriación sobre los inmigrantes africanos. Aunque es difícil tener el número exacto de inmigrantes en el pro- pio continente, África acogía a unos 40 millones de inmigrantes, en su mayoría del continente, mientras que Europa y Estados Unidos recibían a unos 18 millones de sus ciudadanos.1
Según Mbuyi Kabunda, contrariamente a la opi- nión más extendida, existían flujos migratorios más fuertes dentro del continente que hacia afuera. En las tres últimas décadas, o sea desde la década de los años ochenta, las circunstancias fortuitas, como
la dirección Sur-Norte, preferentemente de personas
calificadas (con niveles socioeconómicos relativa- mente altos en los países emisores). Paralelamente se mantuvo la migración laboral Sur-Sur como, por
1 Los Estados africanos acogen al 75 % de los 16 millones de emigrantes de África. Hay dos “El dorado” importantes: Costa de Marfil, en África Occidental, y Sudáfrica, en África Austral (Arriola, 2005).
las severas sequías, la desertificación, la defores- tación y las guerras que habían azotado el conti- nente se habían convertido en poderosos factores de migraciones internas (Kabunda, 2006).2
Apunta Kabunda Badi que:
“(…) La emigración africana es, pues, más hori- zontal que vertical: Costa de Marfil, Nigeria, la República Democrática del Congo, Sudáfrica, Kenia, Botswana y Zambia siempre han sido y son tierras de inmigración, y han acogido a más inmigrantes africanos que Europa (…)” (Kabunda, 2006).3
Kabunda al referirse al caso de algunos países de África Occidental, refiere que:
“(…) las poblaciones de Malí, Burkina Faso y Níger, países emisores más activos, migran tra- dicionalmente hacia los países del golfo de Gui- nea un poco más dotados. Por lo tanto, existe una polarización de movimientos migratorios hacia los países con altos índices de crecimiento eco- nómico y/o políticamente más estable, e incluso se realizan movimientos contrarios en el caso de producirse una depresión o un conflicto en estos países receptores (…)” (Kabunda, 2007).
De igual modo, las guerras de África Central – Grandes Lagos– y Occidental –región del río Mano– convirtieron a países como Angola, República Democrática del Congo, Sudán, Ruanda, Congo Brazzaville, Liberia, Sierra Leona y Costa de Marfil en exportadores de refugiados y emigrantes hacia los países vecinos u otras regiones del continente. Son, pues, factores económicos, sociales, cultura- les y políticos interrelacionados los que conducían a los africanos a abandonar sus países de origen.
Países petroleros como Nigeria, Libia o Gabón y los que cuentan con más recursos como Kenia, Costa de Marfil, Sudáfrica o Botswana, son recep- tores de trabajadores de diversos países, vecinos o procedentes de otras zonas del continente, ante las
2 Pone como ejemplo que las sequías asfixian a los ganade- ros y les expulsan hacia las ciudades, en busca de medios de subsistencia.
3 Todo indica que estos flujos intrarregionales e interregiona- les seguirán incrementándose en los años y décadas veni- deros, con independencia de que las legislaciones oficiales se hayan endurecido, con excepción de Tanzania, Botsuana y Burundi, que han concedido la nacionalidad a los despla- zados de las guerras civiles y a los inmigrantes que lo de- seen.
consecuencias de las crisis y los efectos de los pro- gramas de ajuste neoliberal. Al mismo tiempo, han existido países que históricamente han sido recepto- res: Costa de Marfil, Nigeria, República Democrática del Congo, Sudáfrica, Kenia, Botswana y Zambia.
Las migraciones internas, en ocasiones, son un primer paso a las migraciones externas, esencial- mente las vías que atraviesan el desierto del Sahara hacia los países receptores del Norte. Estos últimos han cambiado su cualidad de emisores a receptores de trabajo (provisional) en espera de viajar hacia el continente europeo.
Las poblaciones de África Occidental y África del Norte eran las más vinculadas a las migraciones Sur-Norte y servían de tránsito hacia Europa.4 Los principales países de procedencia eran Senegal, Gambia, Sierra Leona, Liberia, Malí, Costa de Mar- fil, Ghana, Nigeria, la República Democrática del Congo, Camerún, Sudán y los del Cuerno de África. Asimismo se registraba la presencia de migrantes procedentes de China, India, Pakistán y Bangladesh que migraban a Marruecos, a través de las rutas subsaharianas.5
“(…) En opinión de Sami Naïr, el África ‘blanca’ (Egipto y Magreb) exporta sobre todo sus pobla- ciones hacia Europa y Estados Unidos, mientras que el África subsahariana, aun cuando orienta su emigración hacia Europa –tres países, Ghana, Nigeria y Senegal, son los principales emiso- res de la emigración del África occidental hacia Europa y representan la mitad de los flujos migra- torios subsaharianos, seguidos por Cabo Verde y Malí– conoce importantes flujos migratorios internos: de las zonas rurales hacia las ciudades, de las zonas en guerra hacia las en paz, y de los países más pobres hacia los países ricos (…)” (Kabunda, 2007).
La migración africana hacia Europa se carac- terizó porque la mayoría eran jóvenes,6 entre 20 y
4 Las ciudades del Sahara tales como Tamanrasset y Djanet (Argelia), Agadez (Níger), Sabha y Koufra (Libia) sirven de puntos de paso y de contacto con las redes de migraciones entre el África subsahariana y el Magreb, última etapa antes del asalto a Europa (Kabunda, 2006).
5 Según el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales en Espa- ña se registraronn 108 455 emigrantes del África negra. La cifra es orientativa, la realidad es probablemente superior. El 96,25 % provienen del África Occidental (Arriola, 2005).
6 África subsahariana, la región más joven del planeta con un 44 % de la población menor de 15 años.
30 años,7 con nivel de calificación (el 60 % tiene un nivel cultural de bachiller y un 31 % es perso- nal cualificado). El robo de cerebros era evidente, por ejemplo, para el África Subsahariana, la tasa de emigración a los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en 1990 y 2000 fue del 0,3 % y el 04 %, respectiva- mente, para los trabajadores no cualificados y del 13,2 % y el 12,8 % para los trabajadores altamente cualificados (Docquier y Rapoport, 2011).
De Cabo Verde se habían marchado el 67 % del personal cualificado, de Gambia un 63 % y de Isla Mauricio el 56 %. Según el Banco Mundial hasta un 30 % de la mano de obra altamente cualificada de África trabajaba fuera del continente. Una esta- dística de la Sanidad de Ghana indicaba que una de cada cinco enfermeras y más de dos tercios de los médicos, formados entre 1995-2002, se habían ido a trabajar al extranjero (Arriola, 2005). General- mente en los países receptores europeos ocupan trabajos por debajo de su calificación. Muchos de los emigrados africanos se mueven en el subem- pleo, el trabajo ilegal o la economía informal.
Las remesas que llegaban al continente también habían aumentado. En Ghana el Banco Nacional daba en 2001 una cifra de 400 millones de dólares al año. Representaba un 20 % de los ingresos de exportación del país y un volumen igual a los ingre- sos del cacao, del que Ghana era primer productor mundial (Arriola, 2005).8
Con independencia de que la migración africana hacia Europa no era significativa en comparación con la de otras regiones del mundo, los europeos no querían –ni quieren– a los africanos y han tratado de externalizar el problema. En ese ámbito, los gobier- nos de Libia y Marruecos, quienes habían firmado acuerdos con Europa para detener a los migrantes, protestaban por la falta de apoyo para “contener” a los subsaharianos. La situación más crítica se des- envolvía entre España y los países africanos.
Según diferentes cálculos entre 65 000 y 120 000 africanos subsaharianos entraban cada año en el Magreb (Marruecos, Túnez, Argelia, también en
7 En Portugal en el 2000, más del 80 % de los emigrantes llegados de Cabo Verde y más del 95 % de Guinea Bissau eran hombres. La mayoría hablaban dos o tres lenguas.
8 En ese mismo año, el proyecto Transrede muestra que entre
Mauritania y Libia) y algunas decenas de miles de ellos intentaban atravesar el Mediterráneo. Los paí- ses del Magreb pasaron de ser países emisores –lo continúan siendo– a países de tránsito, e incluso de asentamiento, para los inmigrantes subsaharia- nos. Se calcula que al menos 100 000 inmigrantes subsaharianos vivían en Mauritania y Argelia, de 1 millón a 1,5 millones en Libia y entre 2,2 millones y 4 millones, principalmente sudaneses, en Egipto. Marruecos y Túnez acogen a comunidades de inmi- grantes subsaharianos más pequeñas, pero com- puestas de varias decenas de miles de personas.9
La presión ejercida desde la Unión Europea y también como consecuencia de la situación interna, condujo a las autoridades de los Estados del norte de África a reforzar los controles fronterizos y a lo largo de sus costas. Del mismo modo endurecie- ron su política interior respecto a los inmigrantes. En 2003 y 2004 Marruecos y Túnez incorporaron nuevas leyes sobre inmigración que preveían princi- palmente sanciones severas frente a la inmigración ilegal y el tráfico de seres humanos.
Ante las situaciones críticas que se dieron en Ceuta y Melilla (territorios españoles) y la intercep- ción de africanos que trataban de llegar por mar – pateras– a Europa, el gobierno español estableció un plan de “contención”, el que fue apoyado por la Unión Europea. En el 2006, España repatrió a 99 445 personas.
Se firmaron acuerdos de cooperación en mate- ria de Inmigración entre España y Guinea, Gambia, Senegal, entre otros. Paralelamente, los españoles lanzaron un Plan de Desarrollo para África. El Plan África 2006-2008 elaborado por el Ministerio de Exteriores y de Cooperación, entre cuyos objetivos generales se encuentra “el fomento de la coopera- ción para regular adecuadamente los flujos migrato- rios procedentes de la región subsahariana”, definía como ámbitos de actuación de la política española el refuerzo de las medidas de control de fronteras y la agilización de los procedimientos de repatriación inmediata de los inmigrantes (Mosangini, 2007). O sea, el plan era para controlar y repatriar. Algunas de las acciones de la Unión Europea y de España en particular fueron:
La Cumbre de Ministros del Interior celebrada en Rabat en julio de 2006 culminó los acuerdos
el 60 % y 65 % de los entrevistados habían enviado a sus
casas una media de 1 500 dólares por año. En Cabo Verde los envíos alcanzan una magnitud superior a los demás paí- ses.
9 Para profundizar consultar: Imparable inmigración africa- na. Disponible en: http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?id- news=38465
de readmisión que se venían firmando entre la Unión Europea y países africanos. Los convenios dividieron en tres categorías a los países africa- nos: países en conflicto como Costa de Marfil se aceptan como refugiados; países en situación estable como Senegal, Mauritania y Cabo Verde se aceptaban las repatriaciones; países no esta- bles, pero con presencia de cascos azules como Liberia y Sierra Leona sí aceptaban repatriacio- nes. En el 2005 se habían devuelto a 53 000 per- sonas, para Marruecos eran repatriados dos de cada tres migrantes (Pérez, 2006).
España repatrió a casi 100 000 irregulares y casi 40 000 fueron interceptados en la costa. Patrullas conjuntas establecidas con Senegal y Mauritania interceptaron entre agosto de 2006 y septiembre de 2007, 62 embarcaciones en la costa occiden- tal africana.
En febrero de 2007 se lanzó el operativo Hera III para controlar la inmigración ilegal por medio de embarcaciones en la costa atlántica africana. En esa operación, coordinada por la Agencia Euro- pea de Fronteras, liderada por España, participa- ron seis países europeos. Se desplegó en aguas jurisdiccionales de Mauritania y Senegal y contó con la autorización de ambos países (Afrol News, 2007).
Sin embargo, la realidad del patrón migratorio africano se puede resumir en:
“(…) Muchos de los migrantes subsaharianos se quedan de una manera duradera en los países del norte de África, y en particular en el espa- cio saharo-saheliano revitalizando el desierto convertido en zona habitable, y solo una mino- ría se dirige hacia Europa. Por lo tanto, hay que abandonar el argumento repetido hasta la sacie- dad por algunos dirigentes europeos de que ‘sus países no pueden acoger a toda la miseria del mundo.’ La cruda realidad es que el 75 % de los migrantes africanos viven en los países del con- tinente (…)” (Mbuyi, 2007).
Es innegable que existen varios factores que hacen que el continente africano sea singular, es el caso de la deformación estructural, del desarrollo
de africanos se vean forzados a migrar; de hecho, según el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas (2017), África es el continente con mayor número de refugiados y des- plazados internos.10
Sin embargo, la mayoría de las migraciones africanas no están asociadas ni al conflicto ni a la pobreza extrema per se. Pese a que pueda ser una percepción extendida, no suelen migrar los que menos tienen, sino los que han conseguido cierto nivel adquisitivo como para poder asumir los costos del desplazamiento. Esta lógica también impera a nivel estatal: no son los países más pobres los que emiten más migrantes, son los que han adquirido un cierto grado de desarrollo.
El aumento de los recursos materiales dispo- nibles, las redes sociales y la educación se han convertido en un incentivo para las migraciones (económicas) más que un impedimento. África es un continente emergente donde multitud de economías están creciendo a niveles muy esperanzadores, con lo que permiten, en algunos casos, un nivel de desarrollo que, eventualmente, favorece la migra- ción. Así, la mayoría de los africanos solo migra si tiene capacidades y aspiraciones personales para ello. Los que cubren distancias más largas suelen contar con ciertos recursos económicos y estar alfabetizados y cualificados, mientras que los más pobres y con menor nivel de escolaridad tienden a migrar menos y a destinos más cercanos.
En la decisión de migrar influyen múltiples fac- tores, lo cual añade una extraordinaria complejidad al fenómeno migratorio africano. Entre ellos figuran los factores económicos y políticos: la búsqueda de empleo y de mejores oportunidades, la inseguridad alimentaria, la discriminación, pero también aspec- tos socioculturales como los sistemas educativos, la etnicidad, el idioma y las características persona- les y familiares del migrante. A ello hay que sumar los condicionantes medioambientales y climáticos, los demográficos como la densidad y distribución de la población, y factores como el marco legal, el entorno político regional, las normas culturales, la entrada en el país de receptor, el costo y la dificultad del viaje, la lejanía del destino o la disponibilidad de las nuevas tecnologías de la información.
desigual, de los conflictos, de la actuación del terro-
rismo, que han incidido en la realidad de esta región, entre otras. Esas condiciones hacen que millones
10 En 2017 la cifra de refugiados en territorio africano sobrepa- só los 6,5 millones, mientras que la de desplazados internos superó los 12 millones.
En los últimos años, los avances en la integra- ción regional africana, el crecimiento demográfico y las mejoras de las infraestructuras y de las tec- nologías, debidos fundamentalmente a la inversión extranjera directa de potencias como la República Popular China, han hecho que África sea un conti- nente que ha experimentado un mayor incremento relativo de migrantes.
En la migración africana influyen sus peculiari- dades: éxodos nacidos de conflictos, de inseguri- dad, violencia, las peculiaridades de las fronteras, las movilidades tradicionales de trabajo migratorio temporal, los movimientos de mano de obra hacia las minas, las áreas de recolección, entre otras y, lo étnico, como factor transfronterizo de grupos con afinidades lingüísticas y culturales. Todo ello contri- buye a la movilidad interregional, o sea, a los flujos Sur-Sur.
En ese contexto el terrorismo ha incidido, esen- cialmente, en los países del Norte del continente, así como en los de la línea del Sahel y en Nigeria y Somalia, y en los fronterizos de estos, como deto- nante de movimientos forzados.
En 2017 habían más de 36 millones de migran- tes africanos en el mundo, tres cuartos más que a comienzos de siglo (Organización Internacional para las Migraciones, 2018).11 Esta cifra, aparente- mente elevada, convierte a África, pese a su tamaño y población, en la región que menos migrantes ori- gina, salvo América del Norte y Oceanía, solo un 14
% de los 258 millones de los migrantes en el mundo que se registraron en el 2018 son africanos. De hecho, más de la mitad de los africanos que viven fuera de su país de origen lo hacen en otro país de África. En general, las naciones con litoral medite- rráneo guardan patrones de migración muy distin- tos a los subsaharianos: la amplia mayoría de los migrantes magrebíes se marchan a otros destinos como Europa o Medio Oriente.12
Según Samba Sylla Ndongo (2019) “(…) En África, el 80 % de la migración es de carácter regio- nal. O sea, los migrantes africanos en la inmensa mayoría de los casos permanecen en el continente, y en particular en su vecindario regional”. Otra cifra
11 Para profundizar, consultar: Organización Internacional para las Migraciones (2018). Informe sobre las migraciones en el mundo 2018. Disponible en: https://publications.iom.int/sys- tem/files/pdf/wmr_2018_sp.pdf
12 Para profundizar, consultar: Moral, P. (2018). Adónde migran los africanos. Disponible en: https://elordenmundial.com/ adonde-migran-los-africanos/
llama la atención: “(…) Cuando los africanos emi- gran a países de la Unión Europea, más del 90 % de ellos residen legalmente en ellos (…)”. Entre 2010 y 2017, la migración de África a la Unión Europea aumentó un 7 %. Sin embargo, en el mismo periodo el crecimiento de los inmigrantes europeos en África ha aumentado en un 19 %.
Al otro lado de la relación migratoria, los países desarrollados y de alto nivel de ingresos, necesi- tan migrantes por razones demográficas y labora- les; pero en muchos de ellos la lógica económica y demográfica cede ante la política que utiliza al migrante como chivo expiatorio que se considera una amenaza a las sociedades industrializadas, ello ha influido en fuertes rechazos a la migración y al temor de perder la uniformidad cultural, por demás esto último es un mito. En consecuencia, el fuerte potencial de complementariedad inherente a la desigual distribución internacional del trabajo y los recursos, apenas se materializa. En muchos casos los migrantes africanos son sobreexplotados como mano de obra y son víctimas de tratos inhumanos, explotación sexual y tráfico de mujeres y niños en los países receptores.
La migración de magrebíes hacia el viejo conti- nente y los Estados del Golfo continúa siendo una característica distintiva de las dinámicas migratorias de la región. La migración de este grupo poblacional hacia países situados fuera de África ha sido y con- tinúa siendo, más elevada que hacia otros países de la subregión y del resto de África.
Dos corrientes diferenciadas han caracterizado las migraciones de salida desde África Septentrio- nal: los migrantes del noroeste (Marruecos, Arge- lia y Túnez) se han desplazado tradicionalmente a Europa, debido a su proximidad geográfica, la exis- tencia de acuerdos previos de contratación de mano de obra y los lazos poscoloniales –con Francia– mientras que los migrantes del noreste (Egipto y Sudán) han buscado trabajo fundamentalmente en los países del Consejo de Cooperación del Golfo.13
La acusada disparidad de ingresos entre los países de origen y de destino, así como los eleva- dos niveles de desempleo en África Septentrional,
13 El Consejo de Cooperación del Golfo es una organización política regional formada por seis países: Bahrein, Kuwait, Qatar, Omán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.
siguen siendo importantes impulsores de la migra- ción. En 2015 aproximadamente 10,6 millones de magrebíes vivían fuera de su país de nacimiento, cerca de la mitad lo hacían en Europa, y alrede- dor de 3 millones, en los Estados del Golfo (DAES, 2015).
Aunque la subregión de África Septentrional constituye principalmente una zona de migración de tránsito, también acoge a extensas poblaciones de migrantes internacionales, incluidos refugiados. Libia registró el mayor número de migrantes interna- cionales de la subregión: más de 850 000 en 2017. Sudán también acogió a una extensa población de personas nacidas en el extranjero procedentes de Sudán del Sur, Eritrea, Etiopía y el Chad.
No puede obviarse que los sucesos asociados a la denominada Primavera Árabe y la situación de violencia y desestabilización que se desenvolvió al interior de Libia, afectaron directamente, por una parte, la migración que transitaba por este país y, por la otra, motivó un flujo de personas que vivían en esa nación hacia los países vecinos y hacia Europa. Paralelamente, aumentaron las acciones ilegales vinculadas a la trata y el tráfico de perso- nas, al tiempo que la Unión Europea tomaba medi- das excepcionales en contra de la entrada de los migrantes africanos.
Según algunos autores como Gemma Roquet, a pesar de la situación al interior de Libia, que califica como Estado fallido, el cierre del corredor huma- nitario en los Balcanes, esencialmente para evitar la llegada de refugiados provenientes de Siria, el endurecimiento de las políticas migratorias en la Unión Europea –por ejemplo el acuerdo con Turquía para deportar a toda persona que llegara a Grecia– y la prácticamente imposible entrada por Ceuta y Melilla, llevan a los migrantes africanos al mismo punto: Libia, como única vía para arribar a Europa, tanto para los migrantes económicos, como para los refugiados.14
“(…) Esto explica que desde 2013 los migran- tes que intentan llegar a Europa por esta vía se hayan cuadriplicado o que en 2016 casi 182 000 personas intentaran llegar a las costas italianas desde Libia. Tristemente, como los traficantes
14 La Unión Europea cerró en 2008 un acuerdo con Gadafi por el que le pagaba 500 millones de dólares a cambio de contener los flujos migratorios. Italia dobló el acuerdo más adelante, con lo que Gadafi recibiría 5 000 millones de dóla- res en 20 años.
y mafiosos llenan los botes con centenares de personas equipadas con chalecos salvavidas no homologados y sin combustible suficiente para cruzar los 300 km de costa que separan los dos países, uno de cada 40 muere en el intento.(…)” (Roquet, 2018).
La Unión Europea cierra sus fronteras mientras invierte importantes cantidades de dinero en crear muros de contención en los países de tránsito y de esta forma externaliza el “problema”.
En esta región se migra mayoritariamente hacia los países vecinos o del entorno regional. Por ejem- plo, en África Occidental, conocida como la zona más dinámica en cuanto a movilidad poblacional, abundan las migraciones intrarregionales. Esto es posible gracias a la porosidad de las fronteras, una larga tradición migratoria entre determinados paí- ses, la presencia transnacional de ciertos grupos étnicos y a que la Comunidad Económica de Esta- dos de África Occidental autoriza el libre tránsito de personas (Figura 1).
La migración intrarregional en la Comunidad Eco- nómica de Estados de África Occidental permite a los trabajadores migrantes estacionales, temporales y permanentes, desplazarse, sobre todo desde paí- ses como Níger y Malí hacia países costeros como Ghana y Costa de Marfil.
Mientras en África Occidental, donde los facto- res económicos constituyen importantes impulsores de la migración intrarregional, en África Central los conflictos y la inestabilidad han desempeñado un rol más importante en el desplazamiento hacia países fronterizos.
En África Oriental y Meridional se expresa una fuerte conexión migratoria intrafricana, donde dos tercios de los migrantes tienen como destino otro país de la región. Esta zona, a su vez, es recep- tora en menor medida de migrantes extranjeros procedentes de la India y de China. La migración laboral también está muy arraigada en África Meri- dional, donde un número significativo de perso- nas han migrado tradicionalmente desde países como Malawi, Lesotho, Zimbabwe y Swazilandia para trabajar en sectores claves como la minería en Sudáfrica y Botswana. El número de migrantes internacionales en Sudáfrica pasó de 1,9 millones en 2010 a 3,1 millones en 2015 (DAES, 2015).
Figura 1. Las migraciones en África. Fuente: El Orden Mundial en el Siglo XXI (2019). Las migraciones en África. Disponible en: https://elordenmundial.com/mapas/las-migraciones-en-africa/
Como tendencia en esta masa continental, la migración más prevalente es desde las áreas rura- les hacia los centros urbanos, donde suele haber mayores oportunidades. Este fenómeno coexiste con otros patrones como las migraciones de una zona rural a otra por la posibilidad de acceso a tie- rras o el desarrollo de nuevas actividades, o de una ciudad a otra. Gran parte de estos flujos de migra- ción intrafricana se realizan en movimientos circula- res destinados a trabajos agrícolas temporales o a actividades ganaderas en busca de pastos.
En gran parte de África Subsahariana la decisión de migrar no es una iniciativa individual, sino una empresa colectiva de la comunidad rural de origen o del propio núcleo familiar. Es una forma de asegurar la presencia de un grupo familiar o comunitario en el lugar de destino para intentar garantizar un cierto apoyo al recién llegado. En muchos casos es la comunidad quien ayuda al sustento financiero nece- sario para el viaje y ese patrocinio se devuelve en forma de remesas. Se crea así una red consolidada
de dos direcciones, que explica la formación de gru- pos de una misma aldea o pueblo en los países de destino y favorece que se generen flujos continuos de migración.
Otro rasgo importante es el ascenso de la migra- ción femenina, aunque todavía continúan migrando más los hombres que las mujeres. Este nuevo factor tiene reflejos nefastos en el agravamiento del tráfico ilegal de mujeres, no solo al exterior del continente, sino también en los desplazamientos dentro de África.
Según la Organización Internacional para las Migraciones, de África migran hacia Europa cada año aproximadamente 250 000 profesionales entre médicos, ingenieros, técnicos, licenciados universi- tarios, ejecutivos y con títulos de posgrado.
Las remesas que recibe África representan la mitad de las entradas de capitales privados en el continente y aumentaron de un promedio de 38 400 millones de dólares en 2005-2007, a 64 900 millones de dólares en 2014-2016 (Conferencia de las Nacio-
nes Unidas sobre Comercio y Desarrollo, 2018a). Según cifras del Banco Mundial, las remesas des- tinadas a la región del norte de África se incremen- taron un 9 %, hasta alcanzar los 62 000 millones de dólares en 2018. Este crecimiento estuvo impulsado por el rápido aumento (de alrededor del 17 %) de las remesas enviadas a Egipto. Las remesas desti- nadas a la región de África Subsahariana crecieron casi un 10 %, hasta alcanzar los 46 000 millones de dólares en 2018, impulsadas por las sólidas condiciones económicas de los países de ingreso alto. Al considerar las remesas como porcentaje del Producto Interno Bruto, Comoras tiene la mayor pro- porción, seguido de Gambia, Lesotho, Cabo Verde, Liberia, Zimbabwe, Senegal, Togo, Ghana y Nigeria (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comer- cio y Desarrollo, 2018a).
En 2018, Sudán del Sur fue el país con el mayor número de refugiados de la región y se situó en el tercer lugar de la clasificación mundial. La mayoría
de los refugiados fueron acogidos en Uganda, Kenia y Etiopía.
Somalia originó el segundo mayor número de refu- giados después de una larga historia de conflictos y recientes sequías, la mayoría de los refugiados soma- líes fueron acogidos en países vecinos como Etiopía y Kenia. Otras extensas poblaciones de refugiados se originaron en Sudán, la República Democrática del Congo, la República Centroafricana y Eritrea como consecuencia de conflictos étnicos y políticos, del terrorismo y de la violencia, así como el agravamiento de los problemas de seguridad alimentaria. Algunos países tienen dualidad de categorías emisor-recep- tor, principalmente Sudán del Sur, Sudán y la Repú- blica Democrática del Congo (Figura 2).
A esta situación de inestabilidad política se suma el cambio climático y los desastres naturales que se expresan como problemas globales que inciden en la manifestación de otro: las migraciones. En los últimos decenios la región se ha enfrentado a una mayor variabilidad de las precipitaciones y a un aumento en la recurrencia de las sequías. Estos cambios ambientales de aparición gradual tienen
Figura 2. Los 10 principales países africanos por total de refugiados y solicitantes de asilo en 2016. Fuente: Organización Interna- cional para las Migraciones (2018). Informe sobre las migraciones en el mundo 2018, p. 54. Disponible en: https://publications.iom. int/system/files/pdf/wmr_2018_sp.pdf
una gran repercusión en materia de seguridad ali- mentaria, por cuanto la agricultura constituye uno de los sectores económicos dominantes tanto de África Oriental como Meridional.
Los patrones migratorios africanos en el siglo xxi reflejan el papel y lugar del continente en el sistema capitalista, así como sus características económi- cas, políticas y culturales, entre otros aspectos. Las singularidades de dichos patrones son variadas, pero podrían resumirse:
En cuanto a la dirección de los flujos: prevalece la dirección Sur-Sur sobre la Sur-Norte.
En cuanto a la ubicación dentro de los patrones migratorios: la mayoría de los países son emi- sores. No obstante, ha habido cambios impor- tantes, pues algunos, sobre todo los del Norte, en ocasiones tienen una triple cualidad: emisor, receptor y tránsito; mientras en la región subsa- hariana, aunque se puede cambiar de emisor a receptor, por condiciones inesperadas, los tradi- cionales receptores se han mantenido, por ejem- plo, el caso de Sudáfrica.
La migración calificada tiene como destino el Norte.
La prevalencia de la migración interna a partir de sus causales tradicionales e “inmediatas: en el primer caso, relativas a las características histó- ricas de las migraciones laborales, fundamental- mente temporal, hacia determinadas regiones o países. En el segundo, la inmediatez se refiere a la imperiosidad de abandonar un territorio por la violencia, los problemas ambientales, entre otros.
Los flujos de población son diversos e incluyen tanto la migración económica de alta y baja cua- lificación, como a los desplazados y refugiados, las mujeres y niños víctimas del tráfico ilegal de personas.
El análisis empírico muestra que, a pesar de las cantidades relativamente grandes de remesas recibidas por los países de origen, la migración ha tenido un efecto débil en la transformación estructural de estos.
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