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La presencia de Rusia en América Latina y el Caribe en los inicios del siglo xxi

Russia’s presence in Latin America and the Caribbean at the beginning of the 21st century

Dr. C. Leyde Ernesto Rodríguez Hernández

Doctor en Ciencias Históricas. Profesor titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García, e-mail: leyde@isri.minrex.gob.cu



Recibido: 19 de agosto de 2019 Aprobado: 30 de agosto de 2019



RESUMEN Las relaciones entre Rusia-América Latina y el Caribe, en el contexto del fin de la Gue- rra Fría, tiene antecedentes históricos relacionados con las distintas dinámicas de la inserción de la región latinoamericana en el sistema internacional y en la histo- ria del relacionamiento de Rusia con América Latina y el Caribe. Rusia reaparece, en las primeras décadas del siglo xxi, en el escenario latinoamericano y caribeño como proveedor de armas, contratista de proyectos energéticos y promotor de acuerdos comerciales, lo que ofrece oportunidades de desarrollo económico y seguridad nacional para un conjunto de países de esta región, en un contexto de evidentes cambios en la distribución de poder mundial hacia la multipolaridad.

Palabras claves Relaciones Rusia-América Latina y el Caribe, fin de la guerra fría, multipolaridad, balance de fuerzas, desarrollo económico y seguridad nacional e internacional.



ABSTRACT Relations between Russia and Latin America and the Caribbean, in the context of the end of the cold war, have historical antecedents related to the different dyna- mics of the insertion of the Latin American region in the international system and in the history of Russia’s relationship with Latin America and the Caribbean. In the first decades of the twenty-first century, Russia reappeared on the Latin American and Caribbean scene as an arms supplier, energy project contractor and promoter of trade agreements, offering opportunities for economic development and national security for a group of countries in this region, in a context of evident changes in the distribution of world power towards multipolarity.

Keywords Russia-Latin America and Caribbean relations, end of the cold war, multipolarity, balance of power, economic development and national and international security.




INTRODUCCIÓN

A los efectos de este artículo es importante tener presente la terminología utilizada. Para simplificar la

habitantes, con un producto interior bruto (PIB) en 2017 por habitantes a precios corrientes de mercado de 8 858,7 millones de dólares estadounidenses.1

comprensión y no entrar en un debate respecto al

término y los distintos países de la región, empleo el término “América Latina y el Caribe” para designar todos los territorios del Hemisferio Occidental que se extienden de la Antártida al sur de Estados Uni- dos, incluyendo los países de habla no latina.

La región latinoamericana comprende 46 Esta- dos y los territorios dependientes, con una superfi- cie total de 21 000 000 km² y más de 500 000 000 de

1 Véase dato en indicadores económicos del Anuario Estadís- tico de América Latina y El Caribe, 2018 de la CEPAL, para poco más de 30 países en: http://interwp.cepal.org/anua- rio_estadistico/anuario_2018/index.asp?anuario=2018&i- dioma=sp y de la FAO sobre población y territorio en: http:// www.fao.org/nr/water/aquastat/countries_regions/americas/ indexesp.stm. Existen otras fuentes, como los datos sobre el PIB, población y territorio que aparecen en el trabajo: “His- toria de las relaciones Rusia-América Latina: Evolución y Prospectiva” (Sheykina, 2010: 182).


Es una región que necesita transformar la cultura de desigualdad asociada al pasado colonial de la región, que afecta fundamentalmente a los afrodes- cendientes, a las comunidades indígenas, las niñas, los niños y las mujeres. En esta región los países están obligados a concentrar los esfuerzos en las poblaciones desfavorecidas para dar cumplimiento a los Objetivos de Desarrollo Sostenible y enfrentar los desafíos que en la actualidad tienen, entre los que se encuentran el lento crecimiento productivo, la poca diversificación de las estructuras de produc- ción y la pobre modernización tecnológica.

Pero también requieren encontrar igualdad de oportunidades y de justicia social, como vías para reducir y eliminar la creciente pobreza que padecen cientos de millones de latinoamericanos y caribe- ños. Se impone impulsar políticas de desarrollo y programas para disminuir la pobreza, la desigual- dad y el hambre. Garantizar el acceso de todos a la alimentación, al trabajo, a la salud, a la cultura y a mejores condiciones de vida. Enfrentar al cambio climático, a partir de fortalecer los lazos de solidari- dad y cooperación entre los países del área y cum- plir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de cara al futuro (Díaz-Canel Bermúdez, 2018).

Un caso particular a nivel regional es Cuba, pues a pesar de los problemas económicos vigentes, asociados fundamentalmente al bloqueo econó- mico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos, ha seguido enfocada en las metas para el 2030, porque cuenta con un plan de desarrollo económico y social “que es un espejo de la agenda 2030 y con iniciativas muy innovadoras y avanza- das para cumplir con esta agenda”, como expresara María Fernanda Espinosa, presidenta de la Asam- blea General de Naciones Unidas, en sus reflexio- nes sobre los desafíos que enfrenta actualmente la Organización de las Naciones Unidas, los princi- pales problemas del mundo actual, la situación de América Latina y el Caribe, y el rol de Cuba (Mojena Milián, 2019).

Por todo lo anterior se considera inevitable y necesaria la relación de América Latina y el Caribe con la Federación de Rusia, el Estado territorial- mente más grande del sistema internacional, con inmensos recursos naturales, además de encon- trarse entre las cinco potencias con derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas y por su participación en el G-20, una instancia influyente en el ejercicio del poder económico mundial. Rusia posee las armas

convencionales y nucleares de la Unión Soviética, pero en una fase de mayor desarrollo tecnológico y misilístico, lo que le permite ejercer cierto balance de fuerzas en la acelerada carrera armamentista convencional, nuclear y en el espacio cósmico.

En relación con el espacio temporal, entende- mos como el contexto del fin de la Guerra Fría, la etapa de la política internacional inmediata al colapso socialista en la Unión Soviética y Europa del Este. Ese periodo ha estado caracterizado por un cambio cualitativo en la configuración de fuerzas internacionales. La bipolaridad de las décadas de la Guerra Fría dio paso a la unipolaridad o monopola- ridad coyuntural de Estados Unidos, como la única superpotencia en el sistema internacional en todos los planos, por su poderío militar, económico, por su ideología política, transitoriamente victoriosa en la confrontación global.

Esa unipolaridad estratégica norteamericana significó una supremacía coyuntural en los asun- tos mundiales, pero no la hegemonía absoluta. De hecho, existen otros centros de poder y paralela- mente se desarrolla una tendencia a la multipolari- dad en el siglo xxi. La economía mundial no es de ninguna manera unipolar. Existen tres centros del capitalismo: Unión Europea, América del Norte, Este de Asia y por tanto en la economía rige una configuración de fuerzas tripolar.

A lo significado del poderío de Rusia, hay que adicionar que la República Popular China es la segunda economía mundial con la mayor pobla- ción del planeta, grandes recursos y un poderío militar en ascenso; la India, el Estado más poblado después de China, con notables avances tecnoló- gicos; Brasil es la sexta economía mundial y tiene potencialidades para impulsar el desarrollo econó- mico latinoamericano. Estas potencias emergentes son aspirantes a superpotencias en unas cuantas décadas, si mantienen su unidad interna, ritmo de crecimiento económico aceptables y una política inteligente y con una voluntad de afirmarse en las relaciones internacionales.

La Unión Europea, desde 2008, ha atrave- sado una grave crisis económica y financiera que incluyó a su moneda común: el euro. En caso de que logre salir de esta compleja crisis multidimen- sional, que la desacredita, y culminar asimismo su proyecto integracionista en los planos político y militar, sería una superpotencia comparable y pro- bablemente superior a Estados Unidos, pero esta pretensión está amenazada por la salida de Gran

Bretaña de la Unión Europea (Brexit), los naciona- lismos, el ascenso de la extrema derecha y los pro- blemas sociales como el desempleo y el aumento de la pobreza. Todos esos fenómenos propician las condiciones para el desarrollo de tendencias de- sintegradoras. Las problemáticas enunciadas son de larga duración, desde luego, porque las contra- dicciones entre las potencias europeas son signifi- cativas y sobre todo con el enorme esfuerzo que ha implicado ampliarse hacia Europa del Este (Rodrí- guez, 2017).

Existen, además, otras potencias medias de sig- nificación que pueden desempeñar una influencia mayor en la política internacional como Irán en el Medio Oriente, Sudáfrica y Nigeria en África, las cuales tienen vínculos con Rusia y América Latina, respectivamente.

Estos desarrollos, que tomarán varias décadas, estarán acompañados de la merma de hegemo- nía de Estados Unidos, pues comienzan a perder la situación relativamente cómoda, sin rivales equi- valentes que ostentó a finales del siglo xx, como la única superpotencia integral en el sistema inter- nacional. Es por eso que Estados Unidos no han podido ni podrá hacer su voluntad plena en política internacional. Deberá contar con otras potencias capitalistas y la rivalidad geopolítica entre ellos podría ir en aumento en América Latina y el Caribe, por el control de nuevos mercados y recursos natu- rales, en primer lugar los energéticos.

Las contradicciones interimperialistas son una característica propia del sistema internacional del siglo xxi. Más difícil sería, desde luego, el conflicto bélico directo entre las grandes potencias capita- listas. La relativa superioridad norteamericana en ese terreno, el carácter tan destructivo de las armas actuales de alta tecnología, la interdependencia entre los centros capitalistas a pesar de las contra- dicciones, constituyen un freno considerable.

En el contexto del fin de la Guerra Fría la proble- mática de seguridad se desplaza ahora a las diver-

siglo xx y principios del siglo xxi, hacia un intento de reordenar el sistema internacional, naturalmente, sobre la base de sus intereses y mediante el uso de la fuerza militar.

Las grandes potencias buscaron el estableci- miento de un “nuevo orden mundial”, tras el colapso socialista, pero de su orden mundial. De hecho se ha conformado un nuevo “directorio” de grandes potencias, el grupo de países más industrializados (G-7),2 que recuerda al viejo directorio europeo del siglo xix. Este “directorio”, integrado por las potencias que rigen la economía mundial y con los mayores recursos militares existentes, persiguió instaurar ese “nuevo orden mundial”, que proclamó, un tanto pre- maturamente, el presidente George Bush en 1991, en el momento de triunfo de la guerra del Golfo Pérsico.

Ese objetivo trató de realizarse por la imposición de los modelos políticos y económicos del Norte industrializado, democracia liberal y economía de mercado, que, entre otras cosas, permite mayores niveles de influencia y penetración en los países subdesarrollados; la subordinación a esos propó- sitos de los organismos internacionales, ante todo la Organización de las Naciones Unidas; el control de la proliferación de armas de exterminio masivo e incluso de algunas armas convencionales como las minas, particularmente importantes para los países pobres.

Cuando ante determinadas crisis internaciona- les como la de Kosovo, donde no fue fácil utilizar a la Organización de las Naciones Unidas como cobertura, el “directorio” ha estado dispuesto a actuar unilateralmente a través de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, que sigue constitu- yendo el instrumento militar privilegiado de Occi- dente. En otros casos, como el conflicto interno en Libia, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, vio- laron la resolución 1973 del Consejo de Seguridad, lo que permitió a la Organización del Tratado del Atlántico Norte el bombardeo indiscriminado de ese

sas regiones del planeta, ante todo al tradicional

“Tercer Mundo” o “Sur Global”. Lo cierto es que la posguerra fría no ha resultado un periodo de paz genuina, al orden relativo y si se quiere aberrante (por desarrollarse a la sombra del equilibrio del terror) de la Guerra Fría, sucedió un periodo con- vulso, turbulento, difícilmente controlable. Por ello las grandes potencias capitalistas, vencedoras en la confrontación global, y pese a las contradiccio- nes entre ellas, se movieron en la última década del

2 Rusia, que formó parte de este grupo denominándose G-8, fue separada en el 2014, como parte de las sanciones de Estados Unidos y Europa, por el supuesto apoyo del gobier- no ruso a las repúblicas ucranianas que se declararon in- dependientes y la incorporación de Crimea a la Federación de Rusia, tras el referendo popular celebrado en ese año. Algunos autores consideran que el G-8 debió convertirse en un G-8 + 5 (Brasil, China, India, México y Sudáfrica) y el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas tendría que incorporar como miembros permanen- tes a Brasil, India, México y Sudáfrica (Rocha, 2008: 24).

país y lograr un cambio de régimen con el pretexto de proteger civiles.

Sin embargo, no resultará fácil, ni siquiera para las grandes potencias, el intento de reordenar un sistema internacional en el que actúan ya más de 190 Estados y una gran diversidad de actores inter- nacionales, y mucho menos si se pretende hacerlo, como hasta ahora, por los medios tradicionales de la hegemonía de una oligarquía de Estados pode- rosos y sin atender a las necesidades de las dos terceras partes de la Humanidad donde se ubica, obviamente, América Latina y el Caribe.


DESARROLLO

Las relaciones entre Rusia-América Latina y el Caribe, en el contexto del fin de la Guerra Fría, tiene antecedentes históricos relacionados con las distin- tas dinámicas de la inserción de la región latinoame- ricana en el sistema internacional y en la historia de siglos de relaciones de Rusia con América Latina y el Caribe.

Con la llegada de Vladimir Putin a la presidencia de Rusia, en el 2000, aunque la política exterior no sufre grandes variaciones, respecto al periodo com- prendido entre 1996 y 1999, la región latinoameri- cana y caribeña fue recobrando significación para Rusia y la interacción político-diplomática se elevó al nivel más alto posible (Davydov, 2010: 6).

A pesar de que ninguno de los países latinoa- mericanos se puede considerar una gran potencia mundial (aunque en el futuro las pretensiones más probables son de Brasil y México) es innegable que la región en conjunto ejerce una influencia simbólica en la política y economía global, gracias al poten- cial creciente, la ingente población y sus recursos naturales. Este potencial no está descubierto com- pletamente debido al hecho de que, tanto en la eco- nomía como en las políticas mundiales, esta región ocupó durante muchos años un lugar periférico. Por otra parte, Latinoamérica, de forma cada vez más segura, se establece como un actor independiente al fortalecer sus posiciones como centro de influen- cia y crecimiento económico en el sistema interna- cional multipolar.

La aprobación del “nuevo concepto” de la política exterior de la Federación Rusa y su actualización en 2008 y 2013, respectivamente, contribuyó al impulso de las relaciones Rusia-América Latina y el Caribe, pues diseñó el siguiente marco general para la polí- tica exterior rusa:


Como resultado de una coyuntura regional adversa, el intercambio comercial entre Rusia y América Latina se redujo un 5,8 % entre los meses de enero y febrero de 2019 respecto al mismo periodo de 2018. El comercio con México, Perú, Chile, Argentina, Brasil y Cuba se redujo de 1 462,5 millones de dólares en el primer bimestre del 2018 a 1 377,5 millones de dólares durante los mismos dos meses de 2019, pero estos datos no incluyeron el intercambio comercial de Rusia con importantes socios comerciales de América Latina como Ecua- dor, Colombia, Uruguay y Venezuela (El intercam- bio, 2019).

En esta coyuntura contradictoria y de tensiones en la región latinoamericana, la tendencia ha sido

la reducción del comercio, aunque las dinámicas comerciales con los países del área son muy diver- sas, desde crecimientos que superan 65 % hasta caídas por debajo del 20 %. En el primer lugar de crecimiento se encuentra el intercambio comercial entre Rusia y Argentina, que se ha elevado 65,66 % tras crecer de 79,5 millones de dólares durante el primer bimestre de 2018 a 131,7 millones de dóla- res en el 2019. El comercio con México también ha reportado unos datos positivos, porque de 420,7 millones de dólares en 2018 ha aumentado a 440,3 millones en 2019, lo que supone un incremento de 4,65 %, durante los respectivos primeros bimestres de cada año. Mientras que el comercio con Cuba se ha mantenido estable en 40,3 millones de dólares (El intercambio, 2019).

Sin embargo, el intercambio comercial entre Rusia y Perú se ha reducido al caer de 66,7 millo- nes de dólares entre enero y febrero de 2018 a 53,1 millones de dólares durante el primer bimestre de 2019, lo que equivale a un descenso del 20,4 %. En el caso de Chile el comercio también se ha reducido un 22,8 %, al bajar de los 179,6 millones de dólares registrados en los dos primeros meses de 2018 a 138,5 millones de dólares en el mismo periodo de 2019. Y sucedió lo mismo con Brasil con una dismi- nución en torno al 15 % desde los 675,5 millones de dólares a 573,6 millones de dólares en el mismo periodo de 2019 (El intercambio, 2019).

Cuando observamos esas cifras y comparamos la relación comercial de Latinoamérica con otras potencias emergentes, particularmente con China, nos percatamos que el intercambio entre Rusia y América Latina es significativamente inferior. Pero sabemos que desde hace 35 años el país asiático no solo crece a tasas inigualables, sino que hasta hoy ese crecimiento estuvo asociado a una visión geoeconómica y política que guía el despliegue chino global actual, lo cual es una diferencia res- pecto a Rusia, cuya influencia militar global ha sido siempre mayor.

Antes de concluir es importante resaltar las afini- dades políticas de Rusia con algunos países como Venezuela, Nicaragua, Cuba y Bolivia, que la han apoyado frente a las sanciones occidentales, junto con el hecho de que estos países se negaron a unirse a las críticas estadounidenses por la presen- cia militar rusa en Siria, lo cual estimuló que Vladimir Putin centrara su atención en la región latinoameri- cana. Al mismo tiempo, hasta el 2018, se patentizó la proximidad de los enfoques de las partes rusa y

Latinoamericana en cuanto a la defensa de la paz y contra el uso de la fuerza en las relaciones inter- nacionales. Así ocurrió durante los acontecimientos en Libia, cuando Rusia y Venezuela condenaron la injerencia armada de las potencias occidentales en los asuntos internos de este país africano.

En suma, existe una multiplicidad de factores y realidades que nos ayudan a comprender no solo el relacionamiento entre Rusia y Latinoamérica, sino también otras históricas interacciones de la región con diferentes potencias que no pueden abstraerse en términos geopolíticos de la influencia rusa, cuyas especificidades configuran un patrón diferenciado en política exterior.

Por ejemplo, el gobierno de Estados Unidos con el presidente Donald Trump, aplica contra Vene- zuela duras sanciones económicas, comerciales y financieras. A los países centroamericanos les pro- metió que reducirá la ayuda económica, acusán- dolos de no hacer “nada” para evitar la emigración hacia Estados Unidos. A México lo ha amenazado con cerrar la frontera, con el pretexto de las drogas, sin revisar la demanda estadounidense de este pro- ducto altamente consumido en esa sociedad y a Colombia le reprocha que “no ha hecho nada” con- tra el narcotráfico.

Con una política exterior de castigos, chanta- jes y amenazas, la administración Trump refleja la ausencia de una agenda o estrategia constructiva que combine los intereses de Estados Unidos en la región y aporte también beneficios a sus vecinos más cercanos, al igual que contrasta con la actitud de Rusia apegada a la cooperación y al multila- teralismo sin recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza militar, por lo que a pesar de la feroz cam- paña mediática en su contra por sus relaciones con Latinoamérica, lo cierto es que desde el punto de vista factual no se le conoce por invadir países ni bombardear naciones, un rasgo muy característico de la actuación internacional de Estados Unidos, lo que se ha acentuado en las dos primeras décadas del siglo xxi coincidiendo con su paulatina con su proceso de decadencia hegemónica.


CONCLUSIONES

En el periodo del fin de la Guerra Fría, los acerca- mientos de finales de la década de los años noventa fueron retomados con fuerza tras el ascenso al poder de Vladimir Putin. La intención rusa de reacti- var su accionar global requería de un fortalecimiento

de sus vínculos con los actores de América Latina y el Caribe, como había sucedido en la etapa anterior de la confrontación bipolar o Guerra Fría.

Para Rusia la región de América Latina y el Caribe es especialmente atractiva desde una perspectiva geoestratégica, debido a su proximidad geográfica con Estados Unidos, su principal rival geopolítico. La región atrae la atención política y diplomática de Rusia porque algunos de sus países también sufren sanciones políticas, económicas y financieras de Estados Unidos y la Unión Europea, medidas que ella misma ha tenido que soportar de sus “socios” occidentales.

En ese sentido Rusia reaparece en el escena- rio de posguerra fría latinoamericano y caribeño en calidad de proveedor de armas, para promover la expansión exitosa de su Complejo Militar-Industrial, como contratista de significativos proyectos energéti- cos, especialmente los del sector petróleo-gas y sus ductos, y el fomento de sus plantas nucleares, ade- más de promover sus intereses comerciales con una mirada estratégica que privilegia el cambio de la dis- tribución de poder mundial, en cuyo proceso Amé- rica Latina y el Caribe tiene un peso fundamental.

La colaboración ruso-latinoamericana es una tendencia ascendente en la política internacional del siglo xxi en la búsqueda de respuestas colecti- vas a los problemas globales que afectan a la huma- nidad. En este escenario estratégico la ampliación de vínculos comerciales y de seguridad con los paí- ses tradicionalmente pertenecientes a la órbita de influencia de Estados Unidos es una oportunidad que Rusia ha sabido aprovechar, especialmente durante el conflicto Estados Unidos-Venezuela de los últimos años.

Visto así, Rusia desplegó un mayor acercamiento con Brasil y México, por sus respectivas influencias como potencias regionales, y con Venezuela, por su accionar antiimperialista hacia Estados Unidos desde el triunfo de la Revolución Bolivariana ini- ciada por Hugo Chávez Frías. En Centroamérica ese acercamiento se hace evidente con Nicaragua, país con el que comparte las alianzas forjadas en la Guerra Fría y posicionamientos internacionales más cercanos, a diferencia de Costa Rica, respecto a conflictos específicos como los casos de Osetia, Abjasia y la península de Crimea.

La Federación de Rusia ha puesto en práctica, en sus relaciones con América Latina y el Caribe, el “nuevo concepto” de la política exterior, en el que se reafirman sus posiciones a favor del mantenimiento

de la estabilidad y de la no injerencia en los asuntos internos de otras naciones, ateniéndose al princi- pio de que los conflictos internacionales tienen que solucionarse por medios pacíficos, mediante un rol activo de la Organización de las Naciones Unidas en el fomento de la cooperación en las relaciones internacionales.

Ese posicionamiento internacional de Rusia puede considerarse relacionado con su conducta histórica de evitar involucrarse directamente en uno u otro conflicto en América Latina y el Caribe, por su lejanía geográfica de Rusia, por tratar de no par- ticipar en una confrontación militar provocada por algunas de las potencias que han sido muy influ- yentes en la región en distintas etapas históricas en especial por Inglaterra, España y Estados Unidos, por el deseo de mantener la libertad de opción en los asuntos internacionales, porque, en realidad, la principal prioridad de la política exterior de Rusia son los problemas europeos, más próximos y más actuales y los desafíos diplomáticos y estratégicos con Estados Unidos y otras potencias de la estruc- tura dominante del sistema internacional actual.

En cuanto al incremento de la relación de Amé- rica Latina y el Caribe con la Federación Rusa, las relaciones económico-comerciales son algunos de los nuevos escenarios que podemos observar en la región, el cual no está exento de marcadas diferen- cias cuando comparamos el intercambio entre Rusia y los países de mayor desarrollo relativo. En este sentido Brasil, México, Argentina y Venezuela con- centran la mayor parte del comercio con Rusia. Ese resultado ha sido muy importante para la región por el liderazgo de la potencia euroasiática en el grupo de países BRICS,7 y también porque Rusia justipre- cia la participación de América Latina en el G-20, que incluye a Brasil, Argentina y México, luego de su salida del G-8.

En un periodo crítico de la política internacional condicionado por la crisis económica capitalista, Rusia ha valorado la creativa contribución de Amé- rica Latina y el Caribe en la búsqueda de una nueva arquitectura económico-financiera global, la coope- ración con los países latinoamericanos y caribeños tiene un carácter estratégico, pues algunos países de la región son aliados naturales en asuntos tales



7 En realidad Brasil y Sudáfrica atraviesan hoy una compleja situación política interna y la recesión económica los afec- tan por lo que de ellos sobresale el RICh (Rusia, India y China).

como la necesidad de garantizar la supremacía del Derecho Internacional, la consolidación de los mecanismos multilaterales para solucionar los pro- blemas internacionales, el rol central de la Organi- zación de las Naciones Unidas y la importancia de respetar la diversidad cultural.

Rusia tiene legítimas pretensiones de conver- tirse en un actor multivectorial, es decir, seguir un modelo de política exterior que le permita cumplir un mayor rol en todos los segmentos de poder nacio- nal, no solo en el estratégico militar como lo hacía la antigua Unión Soviética. El ingreso de Rusia a la Organización Mundial de Comercio fue un paso en esta dirección, lo cual se vincula directamente con el interés de Moscú de que América Latina y el Caribe representen una fuerza unida, económicamente sostenible y políticamente independiente, en contri- bución a la articulación de un sistema internacional multipolar y policéntrico, pues es una región que ha evidenciado posibilidades de apertura de frentes económicos diversos y novedosos: recursos, inicia- tivas espaciales, energías diversas, agroindustria, proceso que necesariamente implica asociaciones con otros actores regionales y globales.

Los problemas asociados al fracaso de las polí- ticas económicas neoliberales, las recurrentes cri- sis económicas del sistema capitalista, la volatilidad del precio de las materias primas y las sanciones económicas de Estados Unidos y la Unión Euro- pea contra Rusia, empuja a los países a diversificar productos para el intercambio comercial, algo que puede corroborarse a través de los acuerdos firma- dos y comprometidos entre los países latinoameri- canos y Rusia, durante los últimos años en materia de transporte, energía nuclear, sector aeroespacial, armas y equipos, recursos naturales, emprendi- mientos biotecnológicos, farmacéuticos, entre otros. Es por eso que el acercamiento a distintos paí- ses de América Latina y el Caribe tiene un carácter estratégico y requerirá de un gran esfuerzo de largo plazo en medio de la convulsa y turbulenta coyun- tura política que ha impuesto la administración de Donald Trump en una región que consideran su traspatio, luego de redimir la denominada Doctrina Monroe, la cual parecía una concepción del pasado. En este sentido varios gobiernos en América Latina y el Caribe defienden una mayor presencia de Rusia en esta región, que parece ser favorecida, en términos de imagen, por su asociación estra- tégica con China, porque ambas potencias repre- sentan un contrapeso a la tradicional influencia de

Estados Unidos, la cual intenta nuevamente forta- lecerse con los viejos mecanismos de dominación aplicados a través de la Organización de Estados Americanos y mediante agrupaciones de Estados que intentan legitimarse como el llamado Grupo de Lima y Prosur.

Con esas instancias de reciente creación, aso- ciados al auge de los gobiernos de derecha y a la agresión contra Venezuela, Estados Unidos ha intensificado aún más la ideologización de las rela- ciones hemisféricas en un peligroso juego político hacia su mayor presencia, control y penetración en una región, que parecía inclinarse hacia su segunda y definitiva independencia proclamándose en Zona de Paz, según se estableció en la Proclama de Amé- rica Latina y el Caribe como Zona de Paz, aprobada por los jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y el Caribe, reunidos en La Habana en oca- sión de la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, celebrada los días 28 y 29 de enero de 2014.

Rusia ha continuado el proceso de reordena- miento, aumenta su liderazgo y estabilidad y ha asumido una nueva relación con Occidente más conflictiva. Los cambios en la correlación de fuerza política y regional han motivado que Rusia se con- centre en sus intereses económicos con el objetivo de abrir nuevos mercados para los productos rusos. Este nivel de pragmatismo ruso es especialmente notable en los casos de Argentina y Brasil, que han sido socios estratégicos de Rusia desde los tiempos de Kirchner en Argentina (2003-2015) y Lula en Bra- sil (2003-2016).

Por consiguiente la reciente reorientación polí- tica hacia la derecha liberal en países como Argen- tina, Brasil, Perú e incluso en el Ecuador posterior a Correa, sugeriría una mejora en las relaciones con Estados Unidos, pero también con actores externos como Rusia y China, definidos en términos de impe- rativos económicos más que geoestratégicos.

En América Latina, Rusia intensifica su interés de hacer negocios y el desarrollo de relaciones eco- nómicas con México, Brasil y Perú. La relación con Venezuela y Cuba se fortalece, lo que significa tam- bién apoyo político internacional. En tanto México, Colombia, Perú y Chile, tradicionalmente más sen- sibles al apoyo a Estados Unidos, son vistos con potencialidades para el impulso de las relaciones económicas bilaterales. Los casos de Venezuela y Cuba representan un cierto reequilibrio a la influen- cia alcanzada por Estados Unidos en su entorno

eslavo y son incluidos en su estrategia mediáticas de contrapeso.

De este modo para Rusia la región de América Latina y el Caribe es parte esencial de la aguda lucha geopolítica global y es un componente de su reposicionamiento en el emergente sistema interna- cional multipolar.


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