Sub-Sahara Africa face to COVID-19: the most probably socioeconomic scenarios
MSc. Yoslán Silverio González
Máster en Historia Contemporánea y Relaciones Internacionales. Investigador Agregado. Jefe del Equipo de África. Centro de Investigaciones de Política Internacional, e-mail: yoslan@cipi.cu. ORCID iD:0000-0001-8533-4234
Recibido: 29 de abril de 2020 Aprobado: 25 de mayo de 2020
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En el contexto de la pandemia del coronavirus, los medios de comunicación se centraban en las regiones más afectadas: China, Europa Occiden- tal y Estados Unidos. Sin embargo, expertos de la Organización Mundial de la Salud expresaban sus preocupaciones sobre lo que podría suceder en el continente africano. Sin ánimo de tener un enfoque “afropesimista” sino objetivo, la situación de África pone a sus habitantes entre los colectivos más vul- nerables. Es una región que exhibe las mayores tasas de crecimiento poblacional y donde las pro- blemáticas sociales son resultados de una desigual distribución de la riqueza. Aunque se han obser- vado discretos avances en materia de educación y salud, la región enfrenta graves problemas en estos sectores. El índice de alfabetización es bajo y, en el caso de las enfermedades, ha persistido la incapa- cidad para eliminar las que no son crónicas. Estos problemas, junto a los conflictos violentos activos, han acentuado la tendencia a la urbanización de la población como parte del proceso migratorio cam- po-ciudad, haciendo de los centros urbanos verda- deras megalópolis.
En los últimos años, la región africana se había caracterizado por indicadores macroeconómicos alentadores como resultado de un crecimiento casi sostenido de las principales economías del conti- nente, incluso por encima de la media mundial. El desempeño “positivo” del Producto Interno Bruto (PIB) había sido posible por el aumento de la inver- sión extranjera y los proyectos de infraestructuras, en su mayoría de capitales chinos, así como por una relativa estabilidad de los precios de las materias primas. Por primera vez en diez años las inversiones representaron más del 50 % del crecimiento del PIB, mientras que el consumo privado representó menos de un tercio. Aun así, el “crecimiento” económico comenzaba a mostrar cifras inferiores: en 2019 se situó en el 3,4 %. Esta caída se debió al descenso sostenido de los precios del petróleo desde 2014, estabilizados solo de manera coyuntural.
Según un informe del Banco Africano de Desa- rrollo esto permitió una proyección del crecimiento de África del 3,9 % para el 2020 (3,6 % para el
África Subsahariana) y de un 4,1 % para el 2021, por debajo de las tasas de los últimos años. Este lento crecimiento se debe a una expansión mode- rada de las cinco economías más importantes de la región: Argelia, Egipto, Marruecos, Nigeria y Sud- áfrica, que tuvieron como promedio un crecimiento del 3,1 %. Este desempeño de la economía africana se debe también al marcado interés de los inver- sores extranjeros por estas regiones periféricas, donde se estaba produciendo un incremento de la privatización de las ya pocas empresas estatales.
Desde el punto de vista subregional y nacional, los indicadores variaban notablemente. El África Oriental se mantuvo como la subregión de más rápido crecimiento, con un promedio del 5 % en 2019, seguido por el Norte de África con el 4,1 %. La tercera subregión más dinámica fue el África Occidental con el 3,7 % (2019) cuando en el 2018 había sido del 3,4 %. En esta área, Nigeria, la prin- cipal locomotora económica, debe crecer solo un 2,2 % (2020). Se plantea que la zona del franco CFA muestra buenos indicadores: del 4,7 % (2019) al 4,9 % (2020): los países con mejores indicadores son Costa de Marfil, por el incremento de la explo- tación de los recursos minerales y de la agricul- tura, así como Senegal, debido a la aplicación de la estrategia gubernamental conocida como Plan Senegal Emergente. Por su parte, el África Central creció del 2,7 % (2018) al 3,2 % (2019) y la subre- gión del África Austral fue la de peor desempeño pues decreció del 1,2 % (2018) al 0,7 % (2019). Esto se debió, entre otros factores, a las consecuencias devastadoras de los dos ciclones que afectaron la subregión (Idai y Kenneth). Sudáfrica solo crecerá al 1,1 % en el 2020 (African Development Bank, 2020). Sin embargo, otras proyecciones daban un desempeño mucho peor para el caso sudafricano.
De acuerdo a otro informe anual, pero en esta oportunidad de la Brookings Institution (Foresight Africa Report), los cinco países de mayor crecimiento hasta el 2024 serían: Senegal (8,3 %), Ruanda (7,9 %), Níger (7,3 %), Uganda (7,2 %) y Mozambique (6,9 %). No obstante, la mayoría de los economistas que participaron en este informe, estaban preocu- pados respecto a cómo el cambio climático puede impactar en estos pronósticos: disminución de las cosechas, de la productividad laboral y agrícola, y daños en la salud humana. Todas estas variables pueden contraer el PIB general del continente, lo que nadie había previsto era la expansión del coro- navirus a escala planetaria.
Otro aspecto que incidía positivamente en estos indicadores era la puesta en pleno funcionamiento del Área de Libre Comercio Continental (AfCFTA), prevista para el mes de julio de 2020. La mayoría de los economistas y políticos africanos estaban muy optimistas en cuanto a los beneficios de la adopción del Área de Libre Comercio Continental. Esta inicia- tiva de integración económica y neoliberal significa- ría unos 16 000 millones de dólares por motivo del incremento del comercio intrarregional. Pero para ello se debería producir un escenario óptimo de libe- ralización del 100 % de las tarifas entre los Estados miembros. De producirse esto, el PIB del continente podría aumentar, en valores reales, de 2,1 trillones (2019) a 3 trillones de dólares para el 2030, es decir, en una década. En este escenario se produce una ampliación de hasta un 33 % de las exportaciones intraafricanas y de un 12 % del aumento en la gene- ración de empleos (Adegoke, 2020: 1).
El análisis también debe centrarse en el hecho de que este crecimiento macroeconómico esconde las diferencias entre los países, así como los proble- mas estructurales y sociales de base, puesto que no significa directamente una modificación del poder adquisitivo de las personas, ni en una modificación de la matriz productiva, caracterizada por una prima- rización de la actividad económica. En este sentido, el propio informe African Economic Outlook (2020) señalaba que el crecimiento que se ha experimen- tado en África Subsahariana no ha sido inclusivo. Solo un tercio de los países africanos ha logrado un crecimiento “inclusivo”, al reducir tanto los niveles de pobreza como de desigualdad. A pesar de los pro- gresos económicos en estos países en las últimas décadas, el continente aún está por detrás de otras regiones en “vías de desarrollo”, en áreas como la educación, la salud y en el sector tecnológico.
Otros países con crecimiento económico no han mejorado sus indicadores de reducción de la pobreza, que permanece por encima de otras regiones. La pobreza extrema en África afecta al 35 % de la población para un total de 395 millones de personas. En esencia, el crecimiento inclusivo, aumento de los niveles de consumo entre las perso- nas pobres y disminución de la inequidad entre los diferentes segmentos poblacionales, ocurrió solo en 18 de los 48 países de África Subsahariana.
El informe Dinámicas de desarrollo en África: crecimiento, empleo y desigualdades, creado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), también coincidía con el hecho
de que África no ha logrado recortar las desigual- dades, por lo que no existe una correlación entre el crecimiento del PIB y los indicadores de bienes- tar. Hay que tener en cuenta la situación del mer- cado laboral, donde existe una precarización de las condiciones de trabajo, un incremento del comer- cio informal y, por lo tanto, de un alto porciento de vulnerabilidad de las personas en edad laboral. La proporción de empleo vulnerable en África es del 66 %, lo que supone que 282 millones de trabajado- res vivan en esta situación. En concreto, los niveles de desempleo superan el 20 % en casi todos los países. En Angola el desempleo estaba en el 30 % (2019), en Sudáfrica era del 29 % y en Nigeria del 22 %. Si se tiene en cuenta el sector juvenil, pues se incrementa notablemente: en Sudáfrica alcanza el 60 % de la fuerza de trabajo y en Nigeria el 35 %.
En el caso de Sudáfrica la situación económica se encontraba en un claro deterioro. En 2019 se había proyectado que la economía crecería para el 2020 en 1,7 %. Sin embargo, según el Ministro de Finanzas de Sudáfrica, Tito Mboweni, la economía crecería solo un 0,9 % y la inflación sería del 4,5 % (2020). Entre los factores de esta desaceleración se encontraban la caída de la renta, los persistentes cortes eléctricos y el endeudamiento. En los próxi- mos tres años no se esperaba un crecimiento por encima del 1 %. Esta situación ya provocaba el incremento de la protesta social ante la adopción de medidas de ajuste.
El gobierno sudafricano había anunciado el recorte de 160 000 millones de rands (10 500 millo- nes de dólares) para el pago de los empleados del sector público en los próximos tres años, para redu- cir la deuda pública; así como recortes en los gastos de los empleados gubernamentales, incluido el uso de vuelos en clase económica para los que tuvie- ran que viajar por funciones estatales. También se reduciría el pago y la promoción a otros puestos de trabajos de funcionarios públicos para el año fiscal 2020, lo que permitiría ahorrar 37 000 millones de rands (2 400 millones de dólares). El déficit presu- puestario del 2020 se pronosticaba en un 6,8 % del PIB, el más grande de los últimos 25 años. Habría igualmente una profundización de las reformas fis- cales, de las medidas neoliberales, de la precariza- ción del empleo y aumento de las contradicciones entre los sindicatos y el gobierno (Isilow, 2020: 1).
Todos estos indicadores caracterizaban el pano- rama socioeconómico de África y en particular de la región subsahariana hasta el 2019, así como la pro-
yección del crecimiento económico previo a la crisis generada por la pandemia de la COVID-19, cuyos impactos a nivel internacional no tienen preceden- tes. Las consecuencias negativas para la economía mundial están todavía por ver, pero el escenario más probable es que el mundo vaya camino a una recesión, debido a la paralización de la actividad productiva, el aumento del desempleo, la caída en los niveles de consumo, la quiebra de varias empre- sas, el cierre de las conexiones aéreas, la caída de los valores de las empresas en las bolsas y el des- plome del mercado petrolero.
Toda esta situación tiene su epicentro en los paí- ses capitalistas desarrollados, los más afectados por la pandemia, cuyo impacto social, sobre todo el elevado costo en vidas humanas, ha puesto en crisis los sistemas de salud, tanto públicos como privados, y los mismos sistemas políticos de esos países, cuyos modelos de gestión han quedado completamente desacreditados. Por supuesto, esta situación hace más difícil en los países periféricos, en particular los africanos.
Los conflictos armados violentos, el terrorismo, la pobreza y el cambio climático, están entre los facto- res que más inciden en la generación de las crisis humanitarias en África. El impacto social de todos estos elementos ha provocado la pérdida de vidas humanas, en lo que se incluyen enfermedades curables, pero que en el contexto africano se hacen endémicas por la falta de recursos y la voluntad polí- tica internacional para solucionarlas. El proceso de privatizaciones como resultado de la imposición de los patrones occidentales del neoliberalismo pro- vocó, entre otros aspectos, la reducción del gasto social y de la capacidad de los Estados en adoptar políticas públicas.
Los sistemas de salud fueron los más afectados con la disminución de la capacidad hospitalaria, la carencia de personal médico, ya sea por la emigra- ción de médicos y enfermeras fuera del continen- te,1 como por las limitaciones en su formación y el
1 Por solo poner un ejemplo, según un estudio de la Organiza- ción Internacional para las Migraciones, Ghana tiene la tasa más alta de emigrantes cualificados del África Occidental, con un 46 %. Dentro de esta el sector de la sanidad es el más afectado, puesto que el 56 % de los médicos y el 24 % de las enfermeras formadas en el país se encuentran traba- jando en el exterior (Afrol News, 2010).
encarecimiento de los servicios. La mayoría de los países africanos tiene menos de dos médicos y de 10 enfermeras por cada 10 000 habitantes y según datos de la Comisión Económica para África de la Organización de las Naciones Unidas (UNECA), los hospitales tienen una media 1,8 camas por cada 1 000 habitantes (Telesur, 2020). En algunos países las cifras pueden ser peores, por ejemplo, en Níger y Etiopía el promedio es de 0,3 camas por cada 1 000 habitantes.
Un análisis publicado en enero de 2020 por Glo- bal Health, sobre la distribución espacial y temporal de las epidemias y otras emergencias sanitarias de los últimos tres años, destacaba que 41 países afri- canos (87 % del continente) tenían una epidemia en curso y 21 de ellos (45 %) sufría al menos de una epidemia anual, sin tener en cuenta las crisis alimentarias y las hambrunas. Las cinco enferme- dades principales que afectan a la mayor parte de la población son el cólera, el sarampión, las hemo- rragias virales, la malaria y la meningitis, pero tam- bién hay que hablar de la incidencia del VIH, sobre todo en los países del África Austral, entre los más afectados están Sudáfrica y Zimbabwe. Además, la desnutrición crónica permanece como una de las causas principales de muerte entre los menores y los que viven en la pobreza extrema. Esta situación forma parte de la cotidianidad sanitaria de África.
Como parte de estos brotes epidémicos de carác- ter cíclico estuvo la crisis generada por el ébola que afectó a los países del África Occidental entre 2014 y 2016. Estos brotes sorpresivos de enfermedades deterioran, aún más, las condiciones de seguridad humana y tienen serias repercusiones socioeconó- micas. Liberia fue uno de los países que estuvieron en el epicentro de esta epidemia. En septiembre de 2014 se habían reportado unos 5 800 casos, de los cuales Liberia tenía la peor situación (1 698 casos y 871 fallecimientos), seguida por Sierra Leona (1 216 casos y 476 fallecidos) y Guinea (771 casos y 498 fallecidos) (United Nations Development Program, 2014: 9-10). El impacto en la economía se hizo sentir debido a las restricciones de movimientos de perso- nas y servicios, el cierre de las fronteras, la reduc- ción de las actividades agrícolas y la interrupción de los negocios de las compañías extranjeras. Se pro- dujeron pérdidas sustantivas, tanto para el Estado como para los ingresos personales. Las acciones de la comunidad internacional, Organización Mun- dial de la Salud, incluida la participación de galenos cubanos, permitió la eliminación de la epidemia: “a
principios de 2015, Liberia registraba menos de una decena de casos por semana, pero pasaron cuatro meses hasta que pudo ser declarado, el 9 de mayo de 2015, país libre de ébola” (Vázquez Muñoz, 2015: 3). Al menos 11 300 personas murieron como resul- tado de este brote de ébola.
Un nuevo brote de ébola estalló desde agosto de 2018 en la República Democrática del Congo, según un informe de la oficina de la Organización Mundial de la Salud en ese país, con cierre 22 de noviembre de 2019, el acumulado de casos fue de 3 301, de los cuales 3 183 fueron casos confirmados y 118 proba- bles. El número total de fallecidos fue de 2 198. La mortalidad se situó en el 67 % (muy alta). Las zonas de salud de Mabalako y Beni fueron las de mayor incidencia, informando el 58 % y el 31 %, respecti- vamente. Se habían vacunado a un total de 255 061 personas (desde el inicio de la epidemia). Este brote se extendió por unos 20 meses.
El Director Regional de la Organización Mundial de la Salud, Dr. Matshidiso Moeti, hizo un llamado a la cautela y la vigilancia, puesto que “todavía no es el final del ébola en la República Democrática del Congo, debemos permanecer vigilantes en las próximas semanas y más allá”. La Organización Mundial de la Salud elevó la cifra de fallecidos a 2 226 personas en la República Democrática del Congo. La última paciente con ébola fue dada de alta en el centro de atención médica del poblado de Beni, en el este de la República Democrática del Congo, en febrero 2020, cuando ya se comen- zaban a reportar los primeros casos de coronavirus en el continente. La experiencia en la lucha con- tra el ébola en África indicó una mejoría en la res- puesta africana a los brotes epidémicos. Según una evaluación de la propia Organización Mundial de la Salud, a pesar de los problemas sanitarios gene- ralizados de África, se ha avanzado mucho en la capacidad de respuesta. La llegada del coronavirus vuelve a ser un reto para los líderes africanos y los sistemas de salud.
La expansión de la COVID-19 puso nuevamente en alerta a los gobiernos africanos por las conse- cuencias que estaba teniendo en China, Europa Occidental y Estados Unidos. Se pensó en un pri- mer momento que la epidemia podría llegar desde China, debido a los fuertes vínculos comerciales
que existen entre ambas regiones. Se estima que 2 millones de ciudadanos chinos viven y trabajan en África, así como unos 800 000 turistas de este país visitaban África cada año. También había unos 80 000 estudiantes africanos en China. Todo esto suponía un importante tráfico aéreo. Antes de las restricciones impuestas por el COVID-19 había un promedio de ocho vuelos diarios entre China y ciu- dades africanas. El temor generó que numerosas compañías aéreas como Royal Air Maroc, RwandAir y Kenya Airways, cancelaran sus conexiones con Beijing, Guandong y Shanghái.
Sin embargo, el primer caso se registró en Egipto, el 14 de febrero, a través de un turista chino y el segundo fue en Nigeria, el 24 de febrero, por un italiano procedente de Milán con destino a la ciudad nigeriana de Lagos, una de las áreas metropolitanas más concurridas del continente. Así Nigeria se convertía en el primer país del África Subsahariana en reportar el virus. A partir de aquí se repetiría el mismo patrón de contagio: viajeros procedentes de Europa, principalmente de africa- nos, y luego el inicio de la transmisión local. En las primeras dos semanas, a partir de los prime- ros casos, se comenzaron a adoptar un grupo de medidas. Varios países incluso comenzaron a adoptarlas de manera preventiva, sin ni siquiera tener casos confirmados:
Uganda: puso en cuarentena a más de 100 per- sonas que llegaron al aeropuerto internacional de Entebbe, algunas en hospitales de Entebbe y Kampala, y otras fueron confinadas en sus hoga- res.
Zambia: destinó dos instalaciones médicas en la capital, Lusaka, para poner en cuarentena a las personas sospechosas; una de ellas era un nuevo hospital de 800 camas financiado y cons- truido con ayuda de China, también había insta- lado escáneres térmicos corporales en todos los puertos de entrada.
Kenia: estableció detención obligatoria en aero- puertos, instalaciones de aislamiento y un equipo de respuesta rápida para casos sospechosos.
Sudáfrica: estableció equipos de respuesta a nivel nacional y provincial, designó a 300 funcio- narios de sanidad para el control de puertos de entrada y examinar a todos los viajeros.
En Sudáfrica, país que ya transitaba por una fuerte crisis económica, su presidente Cyril Ramaphosa había establecido el confinamiento, inicialmente por
tres semanas, con el despliegue del Ejército en las calles para hacerlo cumplir. Sin embargo, las perso- nas violaban esta medida para salir a comprar sumi- nistros, como ocurrió en zonas de Johannesburgo. Con casi 60 millones de personas, la situación sani- taria en Sudáfrica es más complicada puesto que una sexta parte de la población, unos 10 millones de personas, están contagiadas con el VIH, lo que incrementa su vulnerabilidad (RTVE, 2020: 1).
Paulatinamente, los gobiernos africanos inicia- ron sus esfuerzos por habilitar los laboratorios para hacer los test rápidos. Una treintena de países ya contaban con laboratorios habilitados para este fin, por ejemplo, todos los países de África Occidental. También comenzaron a implementar medidas de restricción de entrada de personas procedentes de países con casos confirmados, cancelación de las conexiones aéreas con Europa y Estados Uni- dos, cierre de las fronteras nacionales, adopción de confinamientos, cuarentenas, restricciones de movimientos de personas, en dependencia de la situación nacional, y la designación de centros de aislamiento. Estas medidas de reclusión eran difí- ciles de aplicar dado que la mayoría de las perso- nas tienen viviendas pequeñas y precarias, viven en condiciones de hacinamiento y tienen que compartir espacios públicos.
La irrupción del virus en África no ha dejado de ser una inquietud para las autoridades sanitarias. El director general de la Organización Mundial de la Salud, Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, durante un encuentro con los Ministros de Salud africanos en Addis Abeba, mostró su preocupación por la potencial expansión de la COVID-19 en estos paí- ses caracterizados por tener los sistemas de salud más precarios. A pesar de los problemas de presu- puesto, la Organización Mundial de la Salud diseñó un Plan Estratégico de Preparación y Respuesta, con una petición de 675 millones de dólares para apoyar a los países africanos más vulnerables. De igual manera comenzó a enviar equipos de protec- ción personal a 19 de los países más vulnerables. China también envió material médico para hacer frente al coronavirus en el continente. Según la directora de la Organización Mundial de la Salud para África, la Dra. Matshidiso Moeti, África estaba preparada en un 66 % para combatir la pandemia, pero de todas maneras son muchos los factores de riesgos que hacen más vulnerables a sus poblacio- nes, así como la falta de recursos en los hospitales públicos para atender las insuficiencias respirato-
rias, los fallos multiorgánicos o la disponibilidad de
test rápidos.
La Unión Africana y su Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (Africa Centres for Disease Control and Prevention) han organi- zado la respuesta continental para el combate a la COVID-19. En el mes de febrero se nombró al Dr. John Nkengasong como director del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de África y a Samba Sow como Director General del Centro para el Desarrollo de Vacunas en Malí. El Dr. John Nkengasong hizo un llamado a la creación de un Fondo para la lucha contra la COVID-19 (Continen- tal anti-COVID-19 Fund), por parte de los estados miembros con un monto de 12,5 millones de dóla- res. También planteó la necesidad de que se favo- reciera el comercio de productos farmacéuticos que para el caso de África son importados (African Union, 2020: 1). Ya se habían producido algunos hechos por parte de Estados Unidos de adjudicarse cargamentos médicos que iban con destino a otros países.
Las medidas tomadas a tiempo por parte de los países africanos posibilitaron cierta ventaja frente a la expansión del coronavirus, por eso todavía en África no se evidenciaba un alto nivel de contagio. Además, existió un desfasaje de más de un mes entre el agra- vamiento de la situación en Europa y en África. En una de sus primeras reflexiones sobre el COVID-19 en África, el embajador cubano ante la Unión Africana, Ángel Villa, comentaba que si bien en el continente no había hasta esa fecha reportes masivos de transmi- sión autóctona, las cifras podrían ser espeluznantes a partir de su realidad socio-económica. Villa señalaba, además que, a pesar de las políticas implementadas, los gobiernos no tenían la posibilidad de brindar aten- ción médica ante un posible aluvión de contagiados (Villa Hernández, 2020: 1).
Sin embargo, el hecho de que todavía en África Subsahariana no se estuviesen dando las cifras de infectados como en Estados Unidos y en los paí- ses de Europea Occidental, no significaba que la situación estuviese controlada en el continente. En el primer mes ya se reportaban casos en 40 países africanos, lo que apuntaba a un porcentaje expo- nencial de contagio. En la figura 1 se observa el incremento de casos en el mes de marzo. Solo en la tercera semana del mes (del 16 al 22), los casos positivos se cuadruplicaron: pasaron de 102 a 408 y la tendencia siguió siendo esa.
Fuente: Unión Africana (2020). Informe del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de África con fecha 25 de marzo.
Fig. 1. Casos diarios positivos a la COVID-19 reportados en África (del 13 de febrero al 25 de marzo de 2020) (Unión Africana, 2020)
El 22 de marzo llegó a la capital etíope un carga- mento de ayuda humanitaria procedente de China para el combate a la COVID-19. El envío incluía más de 1,5 millones de test rápidos y 100 toneladas de otros insumos médicos ofrecidos por la Jack Ma Foundation y Alibaba Foundation. A través del Cen- tro para el Control y la Prevención de Enfermedades de África se iban a distribuir 20 000 test de diagnós- tico rápido para cada país africano, unas 100 000 mascarillas médicas y 1 000 trajes de protección (African Union, 2020: 1). China se convirtió en un importante colaborador internacional, no obstante, los insumos todavía no eran suficientes. De acuerdo con las cifras oficiales del propio centro de la Unión Africana, con fecha del 26 de marzo, el virus se había extendido a 46 países, siendo Sudáfrica el
más afectado, con 709 casos, seguido por Egipto con 402, Argelia con 264, Marruecos con 170 y Bur- kina Faso y Túnez, con 114 cada uno (Tabla 1).
Hasta el 6 de abril solo cuatro países no reportaban casos confirmados. La subregión más afectada era el norte de África, con Egipto y Argelia con la mayor cantidad de casos. En segunda posición estaba el África Austral, donde Sudáfrica tenía la peor situación epidemiológica. Para el 7 de abril ya se reportaban 10 000 casos positivos y 1 080 personas fallecidas. Estos datos eran solo aproximados puesto que, debido a las limitadas capacidades de los Estados para la realización de los test rápidos, las cifras oficiales estaban por debajo de los casos reales. A dos meses de los primeros casos (23 de abril de 2020) se habían realizado solo 500 000 análisis para un promedio de
Tabla 1. Situación epidemiológica en África hasta el 6 de abril de 2020
Subregión | Cantida de países por subregión | Cantida de países afectados | Casos confirmados | Personas fallecidas | Altras médicas (personas recuperadas) |
África del Norte | 7 | 6 | 4 043 | 298 | 420 |
África Austral | 10 | 9 | 1 756 | 16 | 53 |
África Occidental | 15 | 15 | 1 707 | 51 | 282 |
África Central | 9 | 8 | 917 | 33 | 30 |
África Oriental | 14 | 13 | 778 | 16 | 28 |
Total | 55 | 51 | 9 201 | 416 | 813 |
Fuente: Unión Africana (2020). Informe del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de África con fecha 6 de abril.
325 por un millón de habitantes. Hasta esta fecha la pandemia era un hecho en los principales centros urbanos, pero en la medida que el contagio penetraba los poblados del interior y las zonas rurales más apar- tadas se haría más difícil su control.
En la última semana del mes de abril los con- tagios se incrementaron en un 43 %. Solo Lesoto y Las Comoras no tenían casos confirmados. Esta situación reafirmaba las alertas de los expertos de la Organización Mundial de la Salud sobre la rapi- dez del contagio en África. Para el 23 de abril ya se reportaban 26 134 personas positivas, de ellas 1 234 habían perdido la vida y 7 000 se habían recu- perado. Los países más afectados seguían siendo Sudáfrica (con 3 635 casos y 65 muertos), Egipto
(3 490 casos), Marruecos (3 397 casos) y Argelia
(2 910 casos y 400 muertes). Incluyendo a Nigeria, estamos en presencia de las cinco mayores eco- nomías del continente, las que más aportan al PIB general de África (60 %) y las más afectadas, por lo que las repercusiones económicas, a lo interno de estos países, repercutirán en cada una de las subre- giones en las que estos se encuentran.
La pandemia en África sigue avanzando. Lesoto era el único país que no reportaba casos al menos hasta el 11 de mayo, mientras que todavía ningún país alcanzaba el pico de contagios. Desde que se reportaron los primeros casos a principios de marzo y hasta la fecha antes señalada, el continente repor- taba un total de 63 325 positivos a la COVID-19. En un solo día el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de África reportó 2 668 casos en todo el continente (11 de mayo). Por su parte, la cifra de personas fallecidas totalizó, para esa fecha, las 2 290 y las recuperadas han sido unas 21 821. A nivel subregional el Norte de África seguía siendo la más afectada con Egipto reportando 9 400 casos, Marruecos 6 063 y Argelia 5 723 casos. Del África subsahariana Sudáfrica tiene la peor situación con 10 015 casos confirmados (Xinhua, 2020: 1).
Estas cifras oficiales seguían estando muy por debajo de las que estaban presentando otras regio- nes del mundo e incluso eran muy inferiores a las de países específicos como Rusia, Brasil, Alemania o Ecuador.2 Sin embargo, un factor que pudiera estar
2 Sería oportuno comparar las cifras oficiales para África en su conjunto con respecto a las que se estaban dando en determinados países (datos del 14 de mayo) como Rusia
detrás de esta tendencia era el hecho de que no se estuviesen reportando las cifras reales por la caren- cia de detectar casos asintomáticos o en las zonas más apartadas de los centros urbanos. También se podría deber a la carencia de medios para hacer las pruebas a una mayor cantidad de personas. En cualquier momento estos datos pueden modificarse cuantitativamente (Tabla 2).
Tabla 2. Países africanos más afectados (12 de mayo de 2020)
No. | País | Casos confirmados |
1 | Sudáfrica | 11 350 |
2 | Egipto | 9 746 |
3 | Marruecos | 6 380 |
4 | Argelia | 6 067 |
5 | Ghana | 5 127 |
6 | Nigeria | 4 641 |
7 | Camerún | 2 579 |
8 | Guinea | 2 213 |
9 | Senegal | 1 995 |
10 | Costa de Marfil | 1 730 |
11 | Sudán | 1 526 |
12 | Djibouti | 1 256 |
13 | Somalia | 1 170 |
14 | República Democrática del Congo | 1 102 |
15 | Túnez | 1 032 |
16 | Níger | 832 |
Fuente: Tabla elaborada con los datos aportados por el sitio web disponible en: http://covid-19-africa.sen.ovh/index. php?data=ok&confirmed=ok
Estos son los países africanos que supera- ban la cifra de más de mil casos confirmados. Sin embargo, estos datos oficiales esconden una dife- rencia importante que hay que tener en cuenta y es el número de casos respecto a la población total del país. Si se adopta este criterio de análisis, la situa- ción cambiaría sustancialmente debido a que, por ejemplo, Nigeria con una población que supera los 195 millones de personas3 tenía 4 641 casos, mien- tras Djibouti, con una población de 958 000 perso- nas confirmaba 1 227 casos. Por lo tanto, la tasa de infectación por cada 100 000 habitantes sería mayor en los países con menor población.
Habría que destacar, en este sentido, la situa- ción en los archipiélagos de Cabo Verde y Sao Tomé y Príncipe, con una población bien reducida de 600 000 y 211 000 habitantes, respectivamente,
(262 mil casos), Brasil (con 112 897), España (274 mil confir-
mados y 27 459 fallecidos), Reino Unido (236 711 positivos
y 33 998 muertos) e incluso Perú con 76 300 casos.
3 Todos los datos de población corresponden con las estadís- ticas de 2018.
y que reportaban, el primero, 260 confirmados y el segundo, 220. Un total de 25 países tenían entre 100 y 800 casos positivos. Con menos de 100 casos (hasta el 11 de mayo) solo había doce países: Mau- ritania, Las Comoras, Seychelles, Namibia, Gam- bia, Botswana, Burundi, Zimbabwe, Eritrea, Angola, Malawi y Libia. En este rango también estaban otros dos pequeños archipiélagos: Las Comoras (832 000 habitantes) y Seychelles (96 700 personas), que reportaban 11 casos cada uno.
Los datos solo confirmaban una realidad: toda- vía la región estaba muy lejos de controlar la epi- demia y a pesar de que ya varios países estaban levantando las medidas de aislamiento social, las cuarentenas y el regreso a la actividad laboral como Angola, Níger o Mauritania, el número de contagios seguía creciendo. En África, el Centro para el Con- trol y la Prevención de Enfermedades de la Unión Africana reportaba para el 18 de mayo un total de 85 000 casos y 2 765 muertes. Para el día 19, la
cifra era de 91 400 infectados y 2 919 muertes. Al cierre del día 22 de mayo ya el continente reportaba 100 491 casos, 3 104 fallecidos y 39 509 personas recuperadas. A nivel nacional las cifras se comporta- ban con la misma tendencia al incremento: Sudáfrica (19 137 casos), Egipto (15 003 casos), Marruecos
(7 300 casos), Nigeria (7 016 casos), Ghana (6 486
casos), Senegal (2 909 casos), Cote d´Ivoire (2 301 casos) y Djibouti (2 047 casos). A pesar de que las cifras en África estaban por debajo de las que se confirmaban en otros países,4 el continente tiene todas las condiciones para eventualmente conver- tirse, en el mediano plazo, en un posible epicentro de la pandemia.
Los factores de riesgo que potencian la expan- sión del COVID-19 en África apuntan a un escenario probable de que la pandemia aquí pueda alcanzar proporciones alarmantes con fuertes consecuencias
4 Sería oportuno comparar las cifras oficiales para África en su conjunto, respecto a las que se estaban dando en
sociales y económicas. Entre los factores que más pueden incidir en una rápida propagación de la pan- demia se encuentran la extrema densidad de pobla- ción en las zonas urbanas, cuyas zonas periféricas tienen condiciones higiénicas bien deterioradas, sin acceso a agua potable para poder cumplir con las medidas sanitarias y donde existen enfermedades bases que pueden complicar la estabilidad de los pacientes una vez contagiados: la desnutrición cró- nica5, el VIH, entre otras.
Todo esto es un resultado de la pobreza extrema, de las condiciones en las zonas rurales, donde tam- bién hay comunidades nómadas que se desplazan de una región a la otra para su sustento diario. Las medidas de confinamiento afectan a las personas que viven en la extrema pobreza y a los que tie- nen trabajos informales y que tienen que ganarse su sustento con lo que puedan en el día: la llamada “economía de subsistencia”. Esto hace práctica- mente imposible para ellos poder permanecer por mucho tiempo en situación de confinamiento, por lo que ya varios países se han planteado relajar estas medidas de aislamiento social, por ejemplo, Zimba- bwe y Níger han planteado que no tienen recursos para prolongarlas indefinidamente (Fig. 2).
En el caso de las zonas rurales, un factor positivo pudiera ser la poca densidad de población y el ais- lamiento que existe entre muchas de las comunida- des. Sin embargo, los flujos migratorios irregulares, característicos de África Subsahariana, ponen en riesgo a estas poblaciones que llegan a países en los cuales no tienen acceso a los sistemas de salud. Una situación muy particular tienen las personas en los campos de refugiados, muchas veces en condi- ciones de hacinamiento, así como los desplazados internos por conflictos armados, que no permite que se puedan adoptar medidas de prevención con esas personas.6 Muchos centros de salud en zonas afec- tadas por conflictos se han cerrado a causa de la violencia y los niveles de inseguridad (Dupoux, Lar- son y otros, 2020: 1) como en el norte de Nigeria por las acciones terroristas de Boko Haram o en zonas del Este del Congo donde los servicios médicos no dan abasto.
determinados países (datos del 18 de mayo) como Rusia
(290 000 casos), Brasil (244 695 casos), España (277 000
confirmados y 27 600 fallecidos), Reino Unido (243 695 ca- sos positivos y 34 600 muertos). En el mundo se reportaban (21 de mayo) más de 5 millones de contagios, el 45 % de los cuales se ubicaban en la región de las Américas.
5 Por ejemplo, la malnutrición crónica tuvo una incidencia del 10 % de la población en Etiopía y Nigeria en 2016.
6 Según datos de 2019 en el continente existen unos 15 millo- nes de personas desplazadas internas y alrededor de seis millones de refugiados.
Fig. 2. Factores de riesgo que potencian la expansión del COVID-19 en África Subsahariana.
La mayoría de las proyecciones del impacto del nuevo coronavirus en la economía indican que el mundo va camino a una recesión como resultado de la paralización de las actividades productivas, de la caída del consumo y del comercio internacional, lo que ha puesto en jaque a los países desarrollados. La tendencia general siempre ha apuntado a que las crisis generadas en estos países tienen efectos devastadores para las naciones subdesarrolladas, en particular para los africanos. Por lo tanto, aun- que los líderes políticos de la región logren controlar la expansión del coronavirus, las repercusiones de la crisis económica tendrán un impacto significativo sobre sus países, por lo que no se trata solo de una crisis sanitaria sino económica y social.
Achim Steiner, administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), señala que la creciente crisis de la COVID-19 “amenaza con golpear desproporcionadamente a los países en desarrollo, no solo como una crisis de salud a corto plazo sino como una devastadora crisis social y económica en los meses y años venideros” (Val- dés Rodda, 2020: 1). La Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para África de la Organiza-
ción de las Naciones Unidas (UNECA), Sra. Vera Songwe, planteó que las naciones africanas nece- sitarían un estímulo económico de emergencia de 100 000 millones de dólares que le permita adoptar medidas de prevención y apoyar a los frágiles siste- mas de salud (Telesur, 2020: 1).
Ante este panorama internacional se producirá una fuerte afectación sobre los indicadores que aportan al crecimiento económico. La región podría perder la mitad de su PIB, con un decrecimiento del 3,2 % al 2 %. Varios factores incidirán en estos indicadores. Se plantea que los países africanos pueden perder hasta el 35 % del valor de sus expor- taciones e importaciones, en comparación con el 2019 (African Union, 2020: 13), tras las alteraciones en las cadenas de suministro internacional como resultado de la reducción de la actividad productiva e industrial en los principales socios económicos del continente (los países europeos y Estados Unidos). También en ello incidirá la paralización del comercio intrarregional, producto del cierre de las fronteras.
Habrá una marcada reducción de los fondos a la Ayuda Oficial al Desarrollo y de otros programas de colaboración procedentes de los países miembros
de la Unión Europea o de Estados Unidos, debido a la crisis por la que estos países están atravesando. También los flujos de inversión extranjera directa se verán reducidos (hasta un 15 %), poniendo en peligro los programas en ejecución y los proyectos aprobados. De igual manera, el volumen de reme- sas hacia África se verá afectado, debido a que los africanos residentes en los países emisores están entre los colectivos más afectados por la pérdida de empleos y, por ende, de la reducción de sus ya limitadas capacidades financieras. Por lo tanto, se contraen los mercados financieros, las monedas nacionales pierden valor y se incrementa la infla- ción. En este sentido, la Unión Africana dispondrá de menos recursos para hacer frente a la pandemia de la COVID-19.
Los países productores y exportadores de petró- leo son los más afectados por el descenso de los precios del barril de crudo y la inestabilidad en el mercado. Los precios del petróleo han oscilado entre los 20 y 35 dólares por barril, por lo que se reducen los presupuestos nacionales de esas naciones. De acuerdo a la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África (CEPA) la región podría sufrir pérdidas por un valor de 65 000 millones de dóla- res como resultado de la crisis en el sector petro- lero. “La CEPA considera que la pandemia podría generar una caída pronunciada de las ganancias por exportación de combustibles de África, calcula- das originalmente en 101 000 millones de dólares para 2020. Como ejemplo, el organismo regional de la Organización de las Naciones Unidas citó el caso de Nigeria, donde el COVID-19 podría reducir entre 14 000 y 19 000 millones de dólares las expor- taciones de crudo este año” (Noticias ONU, 2020). Entre los países más perjudicados por el descenso de los precios del petróleo se encuentran Argelia, Angola, Nigeria, Camerún, Chad, Guinea Ecuato- rial, Gabón, Ghana, Sudán, Sudán del Sur y Repú- blica del Congo (African Union, 2020: 15-17).
La recuperación de la situación sanitaria en China y la reactivación de su actividad productiva supon- drá un incremento de las relaciones del gigante asiático con el continente. La reducción de los nive- les de consumo de petróleo en Europa Occidental y Estados Unidos, podría suponer un escenario de incremento de las importaciones de petróleo por parte de China, procedente de África Subsahariana. Esta podría ser una alternativa para las exportacio- nes africanas que tienen a China como uno de sus destinos favoritos.
Entre los sectores que ya están entre los más afectados se encuentra la industria del turismo que genera importantes ingresos para los países africa- nos. Para 15 países del área el turismo representa más del 10 % de su PIB y para 22 de ellos es más del 8 %. En naciones como Seychelles, Cabo Verde y Mauricio el turismo contribuye con más del 25 % del PIB nacional y emplea a más del 20 % de la fuerza de trabajo. Las pérdidas por la COVID-19 en este sector se valoran en 50 000 millones de dólares y en más de 2 millones de empleos directos e indi- rectos (African Union, 2020: 15).
La suspensión de los vuelos procedentes de Europa e incluso el cierre de las conexiones aéreas entre países africanos repercutirá en este sector. El transporte aéreo en África genera ganancias por 55 000 millones de dólares, 6,2 millones de empleos y contribuye con el 2,6 % del PIB continental. Las restricciones a los vuelos afectarán a las compañías Ethiopian Airlines, Egyptair, Kenya Airways y South African Airways (African Union, 2020: 14). Muy rela- cionado con ello se encuentra la paralización de la puesta en funcionamiento del Mercado Aéreo Común, iniciativa adoptada por la Unión Africana en el marco del Área de Libre Comercio Continental.
El Área de Libre Comercio Continental entra- ría en vigor en julio de 2020, pero debido al cierre de las fronteras se va producir en retroceso en su puesta en funcionamiento, al igual que la implemen- tación del Protocolo de Libre Movimiento de Perso- nas que ya tenía varias ratificaciones, pero que sin dudas también será postergado. Por lo tanto, habrá una paralización de los proyectos impulsados por la Unión Africana, al menos de los que no contribuyan directamente con hacer frente a la pandemia, que se convierte en el objetivo estratégico principal de la Unión Africana y de los Estados más afectados. Los gobiernos se ven obligados a incrementar el gasto en salud, pero la falta de recursos financieros no se los permite, esto podría generar un mayor endeuda- miento externo.
A nivel nacional, los impactos económicos no serán iguales, pero las medidas de cuarentena o confinamiento han significado el cierre de los mer- cados públicos e informales, muy característicos en África, así como de los negocios y por ende en la pérdida de empleos. Se incrementan paulatina- mente los precios de los medicamentos y de los productos que cubren las necesidades básicas de la población ante la desarticulación de las cadenas productivas, de los suministros y la alimentación. La
disponibilidad de comida se puede ver seriamente comprometida en una región afectada de manera recurrente por ciclos de hambrunas. El mercado laboral tiende a deprimirse y se incrementa el des- empleo, sobre todo entre la población más joven.
Las debilidades estructurales de las economías africanas y los bajos ingresos de la mayoría de la población no permiten que las medidas de aisla- miento social se prolonguen por mucho tiempo, ante la necesidad de buscar trabajo.
En el mediano plazo los gobiernos se verán obli- gados, ya sea por la presión social como por la eco- nómica, a desmontar las medidas de cuarentena, por lo insostenible que se hace la situación desde el punto de vista económico. Este sería el peor de los escenarios, puesto que la pandemia todavía no estaría controlada y por ende se incrementarían los casos de contagios. Los sistemas de salud colap- sarían ante la imposibilidad de atender a toda la población afectada debido al reducido número de personal médico, de hospitales e insumos (Funda- ción Sur, 2020: 1). A diferencia del brote de ébola, que fue regionalizado y afectó a muy pocos países, la pandemia perturba a todos los países de África, en mayor o menor grado, por lo que estos son los que tienen que asumir la mayoría de sus gastos de manera unilateral, sin esperar mucha ayuda proce- dente del exterior, a pesar de la creciente coopera- ción que China ha ofrecido.
Las repercusiones políticas serían a más largo plazo. La agudización de las condiciones socioeco- nómicas podría pasarles factura a varios gobiernos cuando se produzcan los ciclos electorales previs- tos en cada uno de los países, si es que las con- diciones sanitarias permiten su organización. Por lo tanto, podría darse un escenario donde las elec- ciones, a diferentes niveles, sean pospuestas, alar- gando los mandatos presidenciales. Esto sin dudas generaría antagonismos políticos con las fuerzas de oposición y el estallido de crisis políticas como resultado de la presión social. En los países afecta- dos por enfrentamientos armados, ya sean guerras civiles o acciones armadas en determinadas áreas dentro de un país, las autoridades gubernamentales no puedan implementar las medidas de contención y las poblaciones ya están en condiciones de vulne- rabilidad. Estas condiciones validan, una vez más, la tesis del profesor Dr. C. Silvio Baró sobre cómo las
crisis generadas en África son multidimensionales y afectan a todos los sectores de una manera interco- nectada e interdependiente.
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