La filosofía de la guerra: Clausewitz y las raíces intelectuales del conflicto armado
The Philosophy of War: Clausewitz and the Intellectual Roots of Armed Conflict
Dr. C Mauricio Lascurain Fernández
Doctor en Ciencias en Análisis Económico, Teoría Económica e Historia Económica por la Universidad Autónoma de Madrid, Máster en Relaciones Internacionales por la Universidad de Essex del Reino Unido y Licenciado en Comercio Exterior y Aduanas por la Universidad Iberoamericana de Puebla. Investigador de tiempo completo en el instituto de Investigaciones Jurídicas, Universidad Veracruzana, Xalapa, Veracruz, México. mlascurain@uv.mx 0000-0002-7912-6807
Cómo citar (APA, séptima edición): Lascurain Fernández, M. (2025). La filosofía de la guerra: Clausewitz y las raíces intelectuales del conflicto armado. Política internacional, VII (Nro. 3), 291-305. https://doi.org/10.5281/zenodo.15759273
https://doi.org/10.5281/zenodo.15759273
Recibido: 13 de abril de 2025
Aprobado: 30 de mayo de 2025
publicado: 7 de julio de 2025
RESUMEN Este artículo analiza la influencia de la trinidad paradójica de Clausewitz en la comprensión de los conflictos armados del siglo XXI. Se plantea como problema de investigación cómo esta teoría se adapta a guerras asimétricas, híbridas y cibernéticas. Mediante un enfoque cualitativo-descriptivo, se realiza un análisis bibliográfico y de casos representativos como la Guerra del Golfo, la lucha contra el terrorismo global y el conflicto en Ucrania. Los resultados destacan la vigencia del modelo, adaptado a nuevos escenarios como el ciberespacio. Se concluye que la teoría de Clausewitz sigue siendo un marco clave, aunque requiere reinterpretación frente a desafíos tecnológicos y éticos actuales.
Palabras clave: Teoría de la guerra de Carl von Clausewitz; Teoría realista; Trinidad paradójica; Guerra; Estrategia militar; Conflictos armados.
ABSTRACT This article analyzes the influence of Clausewitz's paradoxical trinity on the understanding of 21st-century armed conflicts. The research question is how this theory adapts to asymmetric, hybrid, and cyber warfare. Using a qualitative-descriptive approach, a bibliographic analysis and analysis of representative cases such as the Gulf War, the fight against global terrorism, and the conflict in Ukraine are conducted. The results highlight the validity of the model, adapted to new scenarios such as cyberspace. It is concluded that Clausewitz's theory remains a key framework, although it requires reinterpretation in the face of current technological and ethical challenges.
Keywords: Carl von Clausewitz's theory of war; Realist theory; Paradoxical trinity; War; Military strategy; Armed conflict.
INTRODUCCIÓN
El concepto de la guerra ha sido una constante en el pensamiento político moderno, pues está directamente vinculado a la naturaleza del Estado y sus relaciones con otros actores internacionales. La guerra, como fenómeno político y social, ha sido tema de interés para filósofos desde la antigüedad, pero es en la modernidad cuando adquiere una dimensión más precisa gracias al surgimiento de los estados-nación y la creciente importancia de las relaciones internacionales. En este contexto, la teoría de la guerra de Carl von Clausewitz se ha consolidado como un referente clave. Su obra “De la Guerra” no solo es una guía práctica para la estrategia militar, sino también una pieza crucial en la comprensión de la guerra como un instrumento político.
Desde la antigua Grecia y Roma, la guerra ha sido vista como una extensión de la política y una herramienta para alcanzar objetivos nacionales (Gallegos, 2020). Filósofos como Heráclito y Tucídides ya discutían la naturaleza conflictiva de las relaciones humanas y la inevitabilidad de la guerra. Sin embargo, fue en la era moderna, con el surgimiento de los estados-nación en el siglo XVII, cuando la guerra comenzó a ser estudiada de manera más sistemática y científica (Heiskanen, 2021). La Paz de Westfalia en 1648 marcó el inicio del sistema internacional moderno, donde los Estados soberanos se convirtieron en los principales actores en la escena global. Este nuevo orden internacional trajo consigo una serie de conflictos y guerras que moldearon el pensamiento político y militar de la época.
En este contexto, Carl von Clausewitz, un general prusiano y teórico militar, emergió como una figura central en el estudio de la guerra. Su obra magna, “De la Guerra”, publicada póstumamente en 1832, es considerada una de las más importantes contribuciones a la teoría militar y política (De Landmeter, 2018; Fleming, 2016; Hoyt, 2017). Clausewitz (2013, 35), definió la guerra como “un acto de fuerza para obligar al adversario a cumplir nuestra voluntad”. Esta definición subraya la naturaleza coercitiva de la guerra y su objetivo de imponer la voluntad de un actor sobre otro.
Una de las contribuciones más significativas de Clausewitz (2013, 19) recae en la frase “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. Esta afirmación ha sido interpretada y debatida por pensadores a lo largo del tiempo, y sus reflexiones sobre el papel del Estado, el pueblo y el ejército han dejado una huella profunda en la teoría realista de las relaciones internacionales1. En este sentido, para Clausewitz, la guerra no es un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar objetivos políticos. Esta perspectiva ha influido en generaciones de estrategas y políticos, y sigue siendo relevante en el análisis de los conflictos contemporáneos.
Además de su enfoque en la relación entre la guerra y la política, Clausewitz también exploró su naturaleza dinámica. Introdujo conceptos como la niebla de la guerra (la incertidumbre y el caos inherentes a los conflictos armados) y la fricción (los obstáculos y dificultades imprevistas que surgen durante las operaciones militares). Estos conceptos han sido fundamentales para entender la complejidad y la imprevisibilidad de la guerra.
La influencia de Clausewitz en la teoría militar y política es innegable. Su obra ha sido estudiada y aplicada por líderes militares y políticos en todo el mundo, desde Napoleón Bonaparte hasta los estrategas de la Guerra Fría. La influencia de Clausewitz también se extiende a otras disciplinas, como la sociología, la economía y la psicología, donde sus ideas sobre el conflicto y la coerción han encontrado resonancia (Aaron, 2022; Handel, 2014).
En el actual siglo XXI, la naturaleza de la guerra ha evolucionado significativamente, presentando nuevos desafíos y formas de conflicto. Las guerras asimétricas, donde actores no estatales y grupos insurgentes desafían a Estados poderosos, han redefinido las estrategias y tácticas militares. El terrorismo, como una forma de guerra no convencional, ha planteado amenazas globales que requieren respuestas coordinadas y multifacéticas (Treiblmajer, 2021). La guerra cibernética, una modalidad de conflicto en auge, ha creado un nuevo ámbito en el que tanto los Estados como los actores no estatales pueden ejecutar ataques y operaciones encubiertas sin recurrir a la confrontación física (Ashraf, 2021).
Estas nuevas tipologías de guerra han obligado a los teóricos y estrategas a reconsiderar las ideas tradicionales sobre el conflicto y la seguridad. La teoría de la guerra de Clausewitz sigue siendo relevante, pero debe ser adaptada y reinterpretada para abordar las realidades del mundo contemporáneo. Por ejemplo, el concepto de la niebla de la guerra, ahora incluye la desinformación y las operaciones sicológicas llevadas a cabo a través de las redes sociales y otras plataformas digitales. La fricción, por otro lado, puede manifestarse en la forma de ataques cibernéticos que interrumpen infraestructuras críticas y sistemas de comunicación.
En este sentido, el presente artículo plantea la siguiente pregunta de investigación: ¿Cómo influye la teoría de la trinidad paradójica de Clausewitz en la comprensión moderna de los conflictos armados y la estrategia militar en el contexto de las guerras del siglo XXI? Para ello, se implementó un enfoque cualitativo-descriptivo para analizar textos clave y ejemplos representativos, a fin de explorar la evolución del concepto de la guerra en la teoría política moderna, poniendo especial énfasis en la influencia de Clausewitz. Asimismo, este análisis abarcará las nuevas formas de guerra en el siglo XXI, incluyendo los desafíos que plantean las guerras asimétricas, el terrorismo y la ciberguerra. En particular, se examinará cómo la teoría de la trinidad paradójica de Clausewitz, sigue siendo relevante y cómo se aplica a los conflictos contemporáneos.
DESARROLLO
La guerra en las primeras teorías políticas modernas
El estudio de la guerra en la teoría política moderna comienza con los grandes filósofos del contractualismo (Quong, 2017). Thomas Hobbes, en su obra “Leviatán”, definió el estado de naturaleza como una guerra de todos contra todos, una condición de conflicto perpetuo en la que los individuos, movidos por su instinto de auto preservación, recurren a la violencia para garantizar su supervivencia. Para Hobbes (2017), la guerra era el estado primigenio de la humanidad, y solo mediante la creación de un poder soberano absoluto (el Leviatán) se podría poner fin a esta condición anárquica. Este enfoque sentó las bases para una comprensión de la guerra como una manifestación inevitable en ausencia de un Estado fuerte.
Por otro lado, John Locke, aunque también reconoce la importancia del Estado para evitar el conflicto, tiene una visión menos pesimista que Hobbes. Para Locke (2006), la guerra no es el estado natural del hombre, sino una condición que surge cuando se violan los derechos naturales, especialmente el derecho a la propiedad. En su Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, Locke (2006), argumenta que la guerra es justificada cuando los individuos o los Estados defienden sus derechos fundamentales, lo que introduce una visión moral de la guerra, particularmente en lo que respecta a la justicia en su inicio y en su conducción.
Jean-Jacques Rousseau, en su obra “El Contrato Social”, ofreció una perspectiva diferente al señalar que la guerra no es una consecuencia de la naturaleza humana, sino del desarrollo de las sociedades y los Estados. Rousseau (2016), argumenta que el conflicto surge del sistema internacional, donde los Estados compiten por recursos y poder. En este sentido, la guerra es el resultado de una dinámica política, y no una condición inherente a la naturaleza humana. Esta visión será crucial para la evolución del pensamiento moderno sobre la guerra, ya que pone el foco en las estructuras internacionales en lugar de las características individuales o estatales.
La influencia de la Revolución Francesa y las Guerras Napoleónicas
La Revolución Francesa (1789) y las Guerras Napoleónicas (1803-1815) transformaron radicalmente el concepto de la campaña militar en Europa. Antes de estos eventos, los conflictos eran en gran medida entre monarcas y sus ejércitos profesionales, con una limitada participación de las poblaciones. Sin embargo, con la Revolución Francesa, la idea de la enfrentamiento armado del pueblo emergió con fuerza (Doyle, 2019). La movilización de masas para defender los ideales revolucionarios y la posterior expansión del ejército francés bajo Napoleón Bonaparte introdujeron una nueva dimensión en la confrontación, como lo es el nacionalismo.
La Revolución Francesa dio lugar a la idea de que una campaña militar no solo era un instrumento de los reyes, sino una herramienta para la liberación de los pueblos (Doyle, 2019). La ideología revolucionaria justificaba la conflagración en nombre de la libertad y la igualdad, y los soldados franceses no eran simplemente profesionales al servicio de un monarca, sino ciudadanos armados que luchaban por los ideales republicanos (Wollstonecraft, 2023). Esta transformación tuvo un impacto profundo en la teoría política, pues hizo que el choque bélico fuera visto como un mecanismo para la expansión de valores ideológicos y la creación de nuevos sistemas políticos.
Las campañas napoleónicas, por su parte, llevaron esta transformación al extremo. Napoleón consolidó un modelo de combate total, en el que el Estado movilizaba todos sus recursos, tanto humanos como materiales, para la beligerancia (Mikaberidze, 2020). Este cambio marcó el fin del conflicto limitado y profesional que había dominado Europa hasta ese momento. La era napoleónica mostró cómo la guerra podía ser un motor de cambio político y social a gran escala, con la capacidad de alterar el equilibrio de poder en Europa y provocar la reorganización de estados y territorios (Esdaile, 2019).
Es en este contexto que Carl von Clausewitz comenzó a desarrollar su teoría sobre la lucha armada. Influenciado por los cambios políticos y militares que trajo consigo la Revolución Francesa y las campañas napoleónicas, Clausewitz entendió que la batalla militar había dejado de ser una mera actividad técnica para convertirse en un fenómeno profundamente político, donde la voluntad popular, el genio militar y la política estatal convergían en un solo propósito (Aron, 2022).
Carl von Clausewitz: la guerra como la continuación de la política
La contribución de Carl von Clausewitz al estudio de la guerra en la teoría política moderna es de enorme relevancia. En su obra “De la Guerra”, establece los principios para comprender el conflicto bélico no como un evento aislado, sino como una continuación directa de la política, una idea que sigue siendo relevante en las relaciones internacionales hasta el día de hoy. Clausewitz concibe el enfrentamiento armado como un instrumento que los Estados utilizan para alcanzar objetivos políticos, y su análisis va más allá de la estrategia militar para tocar aspectos filosóficos y políticos sobre el poder, la soberanía y la voluntad.
La trinidad Clausewitziana
Uno de los conceptos más influyentes de Clausewitz es la trinidad, que destaca tres elementos fundamentales que interactúan dinámicamente en cualquier conflicto bélico:
a) la violencia y el odio primordiales que emanan del pueblo;
b) la probabilidad y el azar que afectan al ejército y sus comandantes;
c) la razón o la política que guía al gobierno.
Esta trinidad sirve para explicar cómo las diferentes fuerzas que operan en la guerra están interconectadas y, en última instancia, son lo que define el éxito o el fracaso de una campaña (Hoyt, 2017).
La trinidad clausewitziana parte del reconocimiento de que el combate no es un simple enfrentamiento de fuerzas militares, sino que implica un complejo entramado de factores sociales, políticos y militares. El pueblo, movilizado por el fervor nacionalista o ideológico, proporciona la energía y el apoyo para la batalla (Hoyt, 2017). El ejército, bajo la dirección de un comandante, debe lidiar con las incertidumbres del combate y el azar, que son inevitables en cualquier conflicto. Finalmente, el gobierno actúa como el ente racional que utiliza el conflicto militar como un medio para alcanzar un objetivo político.
Una de las grandes críticas modernas a la trinidad clausewitziana ha sido la posible existencia de dos trinidades diferentes dentro de su obra. De acuerdo con Fleming (2016), Clausewitz podría estar describiendo dos sistemas de relaciones diferentes: uno que opera en el nivel emocional (pueblo, ejército, gobierno) y otro que funciona a nivel estructural (odio, azar, razón). Sin embargo, diferentes estudiosos (Villacres & Bassford, 1995; Waldman, 2016; Stone, 2007; De Landmeter, 2018), coinciden en que ambas visiones pueden coexistir, ya que el concepto de la trinidad subraya la naturaleza inherentemente compleja y cambiante de la guerra. Esta tensión entre las pasiones, el azar y la razón refleja la realidad de la guerra moderna, donde estos tres factores interactúan constantemente y donde ninguna campaña puede planificarse o ejecutarse sin tener en cuenta esta interrelación.
La Fricción y el Genio Militar
Otro de los conceptos clave que Clausewitz introduce en su obra es el de la fricción, que describe los obstáculos impredecibles y pequeños que afectan la conducción de la guerra. La fricción representa todos aquellos factores imprevistos que hacen que incluso las acciones más simples se vuelvan difíciles de ejecutar en un contexto de guerra (Clausewitz, 2013). Esto incluye problemas logísticos, las condiciones meteorológicas, el estado emocional de las tropas, y los errores humanos, entre muchos otros.
La fricción es lo que hace que el choque armado sea inherentemente incierta, ya que la complejidad del conflicto crea innumerables oportunidades para que las cosas salgan mal. Según Clausewitz (2013), solo un comandante con genio militar es capaz de superar estas dificultades. El genio militar no es simplemente una habilidad técnica o una comprensión profunda de la estrategia; es una combinación de intuición, determinación, y la capacidad de tomar decisiones rápidas y precisas bajo presión. Este concepto se contrapone a la visión de otros teóricos de la guerra de la época, como Antoine-Henri de Jomini (2008), quien argumentaba que la guerra podía reducirse a una serie de principios estratégicos.
Clausewitz (2013), rechaza la idea de que la guerra pueda sistematizarse completamente o que las decisiones militares puedan preverse y planificarse en su totalidad. La fricción, en su opinión, introduce una capa de incertidumbre que solo un genio militar puede manejar. Este genio debe ser capaz de adaptarse rápidamente a las circunstancias cambiantes del campo de batalla, aprovechando las oportunidades que el azar puede presentar, y tomando decisiones firmes incluso cuando la información es limitada o confusa.
La guerra absoluta vs. guerra limitada
Clausewitz también introduce la distinción entre el enfrentamiento armado absoluto y limitado. La guerra absoluta es, en teoría, aquella en la que ambas partes se ven obligadas a emplear toda la fuerza y los recursos disponibles para lograr la victoria. Es un conflicto que tiende hacia la escalada, ya que cada lado busca superar al otro sin restricciones, llevando el conflicto a sus últimas consecuencias. Sin embargo, Clausewitz (2013) reconoce que un choque militar absoluto rara vez se materializa en la realidad, ya que siempre existen limitaciones políticas, sociales o económicas que impiden a los Estados comprometerse totalmente en un conflicto.
Por otro lado, la guerra limitada se refiere a los conflictos en los que los Estados buscan objetivos políticos restringidos y, por lo tanto, limitan la cantidad de fuerza empleada. Esta confrontación es más común en la práctica, ya que los Estados a menudo tienen intereses políticos específicos que no justifican un compromiso total de sus recursos. Un ejemplo podría ser la Guerra del Golfo (1991), donde Estados Unidos y sus aliados buscaron la liberación de Kuwait, pero no la destrucción completa del régimen iraquí2. La invasión fue motivada por disputas económicas y territoriales, incluyendo acusaciones de que Kuwait estaba sobreproduciendo petróleo y afectando los ingresos de Irak. En respuesta, una coalición internacional liderada por Estados Unidos lanzó la Operación Tormenta del Desierto en enero de 1991, con el objetivo principal de expulsar a las fuerzas iraquíes de Kuwait.
La coalición utilizó una combinación de bombardeos aéreos y una ofensiva terrestre limitada para lograr sus objetivos. En febrero de 1991, después de solo 100 horas de combate terrestre, el presidente estadounidense George H. W. Bush declaró un alto el fuego, habiendo logrado la liberación de Kuwait. Sin embargo, la coalición decidió no avanzar hacia Bagdad ni derrocar a Saddam Hussein, ya que esto habría requerido un compromiso mucho mayor de recursos y podría haber desestabilizado aún más la región (Scales, 2009).
Este enfoque limitado permitió a la coalición alcanzar sus objetivos políticos específicos sin involucrarse en una guerra prolongada y costosa. De este modo, la Guerra del Golfo representa un caso evidente de cómo los Estados pueden utilizar la fuerza de manera limitada para alcanzar objetivos políticos específicos.
Esta distinción es crucial para entender cómo Clausewitz percibía la relación entre la política y las hostilidades. En última instancia, todo conflicto está subordinado a los objetivos políticos que lo impulsan. El propósito político de un combate determina no solo cuándo y cómo comienza un choque bélico, sino también cómo se libra y cómo termina. En una guerra absoluta, los objetivos políticos podrían ser tan amplios que justifiquen el uso de todos los recursos disponibles, mientras que en una confrontación limitada, los fines políticos más modestos conducen a una contención en el uso de la fuerza.
La guerra en el realismo político
El realismo político es una de las corrientes más influyentes en la teoría de las relaciones internacionales, y la obra de Clausewitz ha sido una piedra angular en su desarrollo (Mearsheimer, 2019). El realismo, como corriente de pensamiento, se centra en la idea de que las relaciones internacionales son un ámbito anárquico, en el que los Estados actúan principalmente en función de sus intereses de poder y supervivencia (Rosenberg, 2024). Desde esta perspectiva, la guerra es vista como un elemento constante en el sistema internacional, ya que los Estados, en su búsqueda de poder, recurren a la fuerza cuando es necesario para garantizar su seguridad o alcanzar sus objetivos políticos (López y Johnson, 2020).
Uno de los teóricos realistas más importantes del siglo XX, Hans Morgenthau, reconoce la influencia de Clausewitz en su obra. Para Morgenthau (2005), la política internacional está dominada por la lucha por el poder, y la guerra es una extensión natural de esa lucha. En este sentido, Morgenthau argumenta que los Estados deben estar preparados para utilizar la fuerza cuando sus intereses vitales estén en juego, lo que se alinea con la noción clausewitziana de que la guerra es la continuación de la política por otros medios.
Kenneth Waltz, otro teórico del realismo, introduce una versión más estructural del realismo en su obra “Teoría de la Política Internacional”. Para Waltz (1979), la guerra es un producto del sistema anárquico internacional, donde no existe una autoridad central que regule las acciones de los Estados. En este contexto, los Estados se ven obligados a actuar de manera competitiva y, en ocasiones, agresiva, para asegurar su supervivencia. Aunque Waltz es más estructuralista que Morgenthau, ambos coinciden en la centralidad de la guerra como una constante en las relaciones internacionales.
Dentro del realismo político, el concepto de equilibrio de poder ha sido una de las principales herramientas teóricas para explicar cómo los Estados buscan evitar la guerra mediante la formación de alianzas o la acumulación de poder militar (Serrano, 2023; Cabrera-García, 2014). El punto principal es que, en ausencia de un Estado o coalición con un poder dominante, las guerras pueden evitarse, ya que todos los actores serían disuadidos de iniciar un conflicto cuyas posibilidades de victoria no sean claras o fáciles de alcanzar.
Durante la Guerra Fría, el equilibrio de poder entre Estados Unidos y la Unión Soviética se basaba en la destrucción mutua asegurada3, una estrategia de disuasión nuclear que evitaba el estallido de una guerra nuclear total. Esta estrategia encarna la idea clausewitziana de la escalada en la guerra absoluta, ya que ambos súper poderes se encontraban atrapados en una dinámica en la que cualquier uso de armas nucleares por una de las partes llevaría a una respuesta devastadora por parte de la otra (Green y Long, 2017).
La guerra y la moralidad
La campaña militar no solo plantea problemas de orden político y estratégico, sino también dilemas morales y éticos. Desde la antigüedad, los pensadores han intentado reconciliar la necesidad del conflicto armado con las normas éticas, dando lugar a debates sobre cuándo y cómo es lícita una ofensiva hostil y qué límites deben imponerse a la violencia durante los conflictos (Marín-González, 2019). En este sentido, el pensamiento de Clausewitz, aunque enfocado principalmente en la naturaleza política de la guerra, también toca temas que han sido objeto de teorías sobre el combate justo y el humanitarismo.
Teorías de la guerra justa
Esta teoría se ha desarrollado a lo largo de los siglos para ofrecer un marco normativo sobre las condiciones bajo las cuales las hostilidades pueden considerarse moralmente aceptables. Aunque esta corriente se remonta a pensadores cristianos como San Agustín y Santo Tomás de Aquino, su relevancia persiste en el pensamiento político moderno. La guerra justa plantea dos cuestiones fundamentales: la justicia para iniciar una operación militar (jus ad bellum) y la justicia en el conflicto armado (jus in bello) (O'Donovan, 2003).
Jus ad bellum: Se refiere a las condiciones bajo las cuales es justo iniciar una guerra. Tradicionalmente, estas condiciones incluyen la legítima defensa, la última instancia (es decir, que todos los medios pacíficos se hayan agotado), la proporcionalidad, y una causa justa, como la protección de vidas inocentes o la respuesta a una agresión injustificada (O'Donovan, 2003).
Jus in bello: Se enfoca en las reglas que deben regir la conducta durante la confrontación. Entre sus principios se incluyen la distinción entre combatientes y no combatientes, la proporcionalidad en el uso de la fuerza, y la prohibición de métodos bélicos que causen un sufrimiento innecesario o no guarden relación con el objetivo militar (O'Donovan, 2003).
Si bien Clausewitz no aborda directamente estos temas en los términos de la teoría de la guerra justa, su análisis refleja algunos de estos principios. Por ejemplo, su insistencia en la subordinación del conflicto militar a los fines políticos implica una idea de proporcionalidad, ya que sugiere que la violencia debe limitarse al nivel necesario para alcanzar los objetivos políticos. Sin embargo, Clausewitz también es conocido por su rechazo a las ilusiones moralistas beligerantes, criticando a aquellos que intentan suavizar la brutalidad inherente a la lucha armada.
Esta tensión entre la realidad brutal del choque bélico y los intentos de limitar su violencia se encuentra en el corazón de la relación entre la teoría de Clausewitz y las teorías de la guerra justa, mientras que los defensores de esta última, buscan reducir el sufrimiento y proteger a los inocentes (Walzer, 2015). En este contexto, Orend (2006) refuerza la perspectiva de Clausewitz, señalando que intentar humanizar la ofensiva militar podría comprometer su propósito fundamental. Sin embargo, este enfoque realista ha sido objeto de críticas por parte de quienes argumentan que pasa por alto las consideraciones éticas indispensables para justificar los conflictos en la actualidad.
El humanitarismo y las leyes de la guerra
A partir del siglo XIX, con la firma de la Convención de Ginebra en 1864, el derecho internacional comenzó a establecer normas más explícitas sobre la conducción de la guerra. Estas normas, centradas en el respeto a los derechos de los prisioneros de guerra, los heridos y los no combatientes, buscan mitigar las consecuencias humanitarias de los conflictos armados (Moses, 2020).
Clausewitz reconoce la existencia de estas limitaciones legales y morales, pero considera que son imperceptibles frente a la naturaleza implacable de la guerra. Para él, las restricciones legales sobre el uso de la fuerza son menos importantes que los objetivos políticos y la necesidad de alcanzar la victoria (Clausewitz, 2013). Aunque este realismo puede parecer brutal, es una advertencia sobre los peligros de subestimar el carácter violento de la guerra. Sin embargo, a medida que las guerras modernas se volvieron más destructivas, especialmente con la invención de las armas nucleares, la comunidad internacional se ha vuelto más consciente de la necesidad de establecer límites claros para proteger a los civiles y reducir el sufrimiento innecesario (López y Johnson, 2020).
Lo anterior, ha llevado a un mayor desarrollo del derecho humanitario internacional, que regula la conducta en la guerra a través de normas vinculantes como los Convenios de Ginebra y los Protocolos Adicionales. En este sentido, el desafío moderno en la intersección de la política y la moralidad radica en cómo reconciliar el realismo de Clausewitz, que sostiene que la guerra es una herramienta política violenta, con los principios humanitarios que buscan restringir su brutalidad. Este conflicto entre las exigencias políticas y las normas humanitarias sigue siendo una de las tensiones fundamentales en la teoría y práctica de la guerra moderna.
La guerra en el siglo XXI: desafíos contemporáneos
A lo largo del siglo XXI, el fenómeno bélico ha sufrido transformaciones profundas impulsadas por la globalización, el desarrollo tecnológico y la proliferación de nuevas modalidades de conflicto que cuestionan las concepciones clásicas de la guerra entre Estados. Formas como la guerra asimétrica, el terrorismo, los conflictos híbridos y la ciberguerra han alterado sustancialmente los parámetros tradicionales, dificultando su análisis desde la teoría política convencional (Weissmann, et al., 2021). En este contexto, si bien los postulados de Clausewitz sobre la guerra como prolongación de la política conservan su relevancia, la forma en que los enfrentamientos se desarrollan ha variado de manera radical.
Así, una de las principales limitaciones de la teoría clausewitziana es su fuerte anclaje en el paradigma del conflicto interestatal del siglo XIX. Clausewitz concebía las hostilidades como un enfrentamiento entre Estados con ejércitos regulares, objetivos políticos definidos y fronteras claras, lo cual resulta insuficiente para explicar las dinámicas complejas y descentralizadas de los conflictos contemporáneos.
Además, su idea central de la guerra como continuación de la política por otros medios, puede ser cuestionada en contextos donde la violencia ya no responde necesariamente a estrategias políticas racionales, sino a motivaciones religiosas, identitarias o ideológicas que escapan al control de los Estados. En conflictos donde los actores no estatales buscan el caos o la desestabilización como fin en sí mismo, el modelo racional de Clausewitz pierde capacidad explicativa.
También la tríada clausewitziana (pueblo, ejército y gobierno) no se aplica fácilmente a escenarios donde los actores armados no representan a una nación, sino a grupos transnacionales o redes descentralizadas. En este sentido, aplicar la teoría de Clausewitz a la guerra moderna puede llevar a diagnósticos imprecisos y estrategias ineficaces, al subestimar la importancia de factores como la propaganda, la desinformación, la guerra económica o los impactos sicológicos.
A pesar de estas limitaciones, las ideas de Clausewitz pueden entenderse como un marco teórico adaptable, cuya vigencia depende de su capacidad para reinterpretarse frente a la evolución de los conflictos y el impacto de las nuevas tecnologías, tal como se abordará en los siguientes apartados.
Guerras asimétricas y el terrorismo
Las guerras asimétricas son aquellas en las que un Estado enfrenta a un actor no estatal o una fuerza militar muy inferior en términos de capacidad bélica (Buffaloe, 2006). Estos conflictos no siguen los patrones tradicionales de guerra estatal, donde dos fuerzas similares se enfrentan en un campo de batalla. En lugar de ello, las guerras asimétricas se caracterizan por tácticas irregulares, como la guerrilla y el terrorismo, que buscan desgastar al enemigo y erosionar su voluntad política a largo plazo (Baleta-López, 2018).
Este tipo de conflicto ha complicado la aplicación de la teoría de Clausewitz en el siglo XXI. En lugar de una confrontación directa entre ejércitos, los Estados se ven obligados a lidiar con grupos insurgentes o terroristas que operan en la sombra, sin un frente definido. Estas organizaciones no buscan necesariamente la destrucción del enemigo en términos militares, sino más bien imponer un costo político y sicológico que obligue al Estado a abandonar sus objetivos (Baleta-López, 2018).
Un caso evidente de guerra asimétrica es la lucha contra el terrorismo internacional, especialmente después de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Este enfrentamiento armado emprendido por Estados Unidos y sus aliados fue, en muchos aspectos, una lucha contra un enemigo no convencional que no podía ser enfrentado de la manera tradicional. Las tácticas terroristas, como los atentados suicidas y los ataques a civiles, han puesto de relieve la dificultad de aplicar las nociones tradicionales de guerra en un contexto donde los actores no estatales utilizan medios que no respetan las convenciones internacionales ni las reglas de la guerra justa.
Por ejemplo, la invasión de Afganistán en 2001 y la posterior guerra contra los talibanes y Al Qaeda mostraron cómo un conflicto puede extenderse durante décadas sin una resolución clara (Elorduy, 2021). Otro ejemplo es la guerra en Irak, iniciada en 2003, donde la insurgencia y los ataques terroristas continuaron mucho después de la caída del régimen de Saddam Hussein (Rangel, 2022). Además, la lucha contra el Estado Islámico en Siria e Irak (ISIS) desde 2014 ha demostrado cómo los grupos terroristas pueden adaptarse y dispersarse geográficamente, complicando aún más los esfuerzos de combate convencionales (Rangel, 2022).
En este tipo de conflictos, los principios de Clausewitz siguen vigente en términos de que la guerra es una extensión de la política, pero la forma en que se libra la guerra ha cambiado drásticamente. Las guerras asimétricas demandan una reconfiguración tanto de las estrategias militares como de las políticas, debido a que las tácticas y los objetivos de los actores no estatales son sustancialmente distintos a los de los Estados (Weissmann, et al., 2021).
Ciberguerra y conflictos híbridos
Otra forma de conflicto emergente en el siglo XXI es la ciberguerra, en la que los ataques no se realizan a través de la confrontación física directa, sino mediante el uso de tecnología informática para desestabilizar o dañar las infraestructuras críticas de un enemigo (Slobodchikoff, et al., 2021). La ciberguerra plantea nuevos desafíos para la teoría de la guerra de Clausewitz, ya que altera las reglas tradicionales del conflicto armado. En lugar de tanques, aviones o soldados, las armas en una ciberguerra son virus informáticos, ataques de denegación de servicio, y el espionaje cibernético.
La naturaleza de la ciberguerra complica la distinción entre la guerra y la paz, ya que los ataques pueden ser lanzados sin una declaración formal de guerra, y los efectos pueden ser devastadores sin necesidad de recurrir a la violencia física (Elder, 2020). Por ejemplo, un ciberataque puede desactivar la red eléctrica de una nación, paralizando su infraestructura esencial y creando caos sin la intervención directa de las fuerzas armadas.
Los enfrentamientos híbridos combinan elementos de la guerra convencional, la guerra asimétrica y la ciberguerra. Estas contiendas, como los que se han visto intensificados en la guerra entre Rusia y Ucrania, han involucrado una mezcla de fuerzas regulares e irregulares, desinformación, guerra cibernética y acciones militares convencionales (Latschan, 2024).
Por ejemplo, Ucrania ha solicitado el apoyo de hackers voluntarios para llevar a cabo ciberataques contra objetivos prorrusos. Uno de los grupos más destacados es el Ejército de tecnología de la información de Ucrania (IT Army of Ukraine), que ha realizado numerosos ataques para interrumpir las operaciones rusas (Delcker, 2023).
En 2023, la estrategia de estos ciberataques se centró en maximizar el impacto, especialmente contra sectores financieros e infraestructuras críticas. Por ejemplo, en diciembre de 2023, hackers bloquearon el acceso a Internet en partes del este de Ucrania, causando interrupciones significativas (Delcker, 2023). Además, la guerra cibernética se ha intensificado en paralelo al conflicto militar, con ataques que han afectado infraestructuras críticas en Ucrania, como el Registro Civil de Kiev, que colapsó debido a uno de los ciberataques más graves desde el inicio de la guerra (Hierro, 2025).
En este contexto, ha surgido un intenso debate sobre el impacto de la Inteligencia Artificial (IA) en la toma de decisiones militares, especialmente en escenarios donde el componente cibernético es clave (Hanratty, 2023; Szabadföldi, 2021; Hoffman y Kim, 2023). La automatización de procesos de vigilancia, selección de objetivos y ejecución de operaciones mediante algoritmos plantea preocupaciones éticas y estratégicas. En este sentido, la IA puede aumentar la eficiencia y reducir el margen de error humano en situaciones críticas, pero también se advierte sobre el riesgo de delegar decisiones letales a sistemas que carecen de juicio moral, lo que puede agravar la despersonalización del conflicto y desdibujar aún más las líneas entre guerra y paz (García, 2024).
Los sistemas autónomos de combate y las plataformas de ciberdefensa potenciadas por IA ya están siendo desarrollados por varias potencias militares, lo que redefine la velocidad y escala de los enfrentamientos (Patel y Wei, 2024). Esto introduce una nueva dimensión en la teoría clausewitziana, pues el acto de fuerza para imponer nuestra voluntad al enemigo ya no se expresa exclusivamente en términos humanos, sino a través de decisiones algorítmicas que actúan con independencia del mando tradicional. La fricción, uno de los conceptos clave de Clausewitz, adquiere nuevas formas cuando el adversario puede ser una red de inteligencia artificial que responde en milisegundos y aprende constantemente.
Estos tipos de guerra desafían las concepciones tradicionales de los conflictos armados y la paz, y subrayan la importancia de la flexibilidad estratégica y política en el manejo de conflictos contemporáneos.
CONCLUSIONES
El análisis realizado confirma que la teoría de la trinidad paradójica de Clausewitz sigue siendo una herramienta teórica fundamental para comprender los conflictos armados contemporáneos. No obstante, su aplicabilidad requiere una constante adaptación frente a las transformaciones políticas, sociales y tecnológicas del siglo XXI. Los pilares de la trinidad clausewitziana, se mantiene como un marco explicativo válido, aunque con importantes variaciones. El pueblo incluye ahora tanto a las sociedades nacionales como a comunidades globales conectadas digitalmente; el ejército incorpora tanto fuerzas regulares e irregulares como capacidades cibernéticas; y el gobierno actúa en colaboración con instituciones internacionales y coaliciones multilaterales.
Los conceptos de fricción y genio militar han evolucionado para incluir desafíos contemporáneos como los ciberataques y la desinformación masiva. Estos elementos subrayan que la incertidumbre y la adaptabilidad siguen siendo centrales en la conducción de la guerra, y que el liderazgo militar debe integrar competencias multidimensionales que trascienden la estrategia convencional. En este sentido, la relevancia del genio militar radica no solo en enfrentar las dificultades inherentes a los conflictos, sino también en anticiparse a ellas y convertirlas en ventajas estratégicas.
El principio de que la guerra es la continuación de la política por otros medios también se sostiene, evidenciándose en casos como la Guerra del Golfo y la lucha contra el terrorismo global. Sin embargo, en las guerras asimétricas, híbridas y cibernéticas, esta relación entre política y estrategia militar se vuelve más compleja debido a la diversidad de actores, la multiplicidad de objetivos y la creciente dificultad para establecer responsabilidades. Estas características resaltan la necesidad de ampliar las concepciones tradicionales de Clausewitz para adaptarlas a la naturaleza fluida y multifacética de los conflictos contemporáneos.
En el análisis también se destacan las tensiones éticas y legales inherentes a los conflictos actuales. Si bien Clausewitz defendía la guerra como un medio político eminentemente violento, las normativas internacionales, como las Convenciones internacionales, buscan restringir los daños a los civiles y proteger los derechos humanos. En el contexto de la ciberguerra y las operaciones de desinformación, donde los efectos colaterales son difíciles de controlar, estas tensiones son especialmente marcadas. Esto plantea un desafío para reinterpretar la teoría clausewitziana de manera que reconozca la importancia de las consideraciones éticas sin comprometer la eficacia estratégica.
Desde una perspectiva académica, el artículo propone que la obra de Clausewitz debe entenderse como un marco flexible que puede evolucionar para enfrentar las nuevas realidades de la guerra. Esta flexibilidad teórica permite analizar conflictos pasados y presentes, además de anticiparse a desafíos futuros, como la incorporación de tecnologías emergentes y la creciente influencia de los dominios cibernéticos e informativos. En este sentido, el legado de Clausewitz se preserva y se enriquece al ser reinterpretado en función de los dilemas y dinámicas del siglo XXI. La capacidad de la teoría clausewitziana para adaptarse a los cambios en el entorno de la guerra asegura su relevancia continua en el análisis y la práctica de la estrategia militar.
En el plano práctico, este trabajo ofrece un marco conceptual valioso para la formulación de doctrinas militares contemporáneas y el diseño de estrategias de seguridad nacional e internacional. Al reinterpretar la trinidad clausewitziana a la luz de los desafíos modernos, los planificadores estratégicos pueden integrar de mejor manera factores como la ciberseguridad, la inteligencia artificial y las dinámicas sociales en la toma de decisiones militares. Asimismo, este enfoque teórico actualizado puede servir de guía para la formación de líderes militares y civiles, quienes enfrentan un entorno operacional donde la incertidumbre, la velocidad del cambio y la presión ética son crecientes. En este sentido, la teoría de Clausewitz no solo contribuye al análisis académico, sino también a la praxis política y militar, ofreciendo herramientas útiles para anticipar, prevenir y gestionar conflictos armados en escenarios complejos y multidimensionales.
Este análisis pretende contribuir a la amplia comprensión teórica y práctica de los conflictos modernos, ofreciendo una base para futuras investigaciones que exploren la relación entre tecnología, política y estrategia militar. También plantea interrogantes significativas, como el papel de la IA en el liderazgo militar o el impacto de las redes sociales en la dinámica entre el pueblo, el ejército y el gobierno, que podrían ser objeto de análisis en estudios posteriores. La relevancia de Clausewitz, en última instancia, radica en su capacidad para adaptarse y dialogar con los contextos cambiantes de la guerra, proporcionando perspectivas útiles para abordar los conflictos del futuro. La continua evolución de la teoría clausewitziana refleja su robustez y su capacidad para proporcionar perspectivas significativas en un entorno en constante transformación.
notas
1 La teoría realista de las relaciones internacionales se centra en la idea de que los estados son los actores principales en un sistema internacional caracterizado por la anarquía, es decir, la ausencia de una autoridad central. Los realistas creen que los estados actúan principalmente en función de sus intereses nacionales, especialmente la seguridad y el poder. Para mantener la estabilidad, los estados buscan equilibrar el poder entre ellos, evitando que uno se vuelva demasiado dominante (Williams, 2024).
2 El conflicto de la Guerra del Golfo comenzó cuando Irak, bajo el liderazgo de Saddam Hussein, invadió Kuwait el 2 de agosto de 1990.
3 Destrucción Mutua Asegurada es la traducción de Mutual Assured Destruction (MAD).
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