República Popular Democrática de Corea y Trump 2.0: ¿Otro ciclo con nuevos atributos?

Democratic People's Republic of Korea and Trump 2.0: Another cycle with new attributes?

 

Dr. C. Jesús de los Ángeles Aise Sotolongo

Doctor en Ciencias Económicas. Investigador y Profesor Titular, Centro de Investigaciones de Política Internacional, La Habana, Cuba. aisesotolongo1952@gmail.com 0009-0001-1820-0727

Cómo citar (APA, séptima edición): Aise Sotolongo, J. de . los Á. (2025). República Popular Democrática de Corea y Trump 2.0: ¿Otro ciclo con nuevos atributos?. Política internacional, VII (Nro. 3), 55-64. https://doi.org/10.5281/zenodo.15756805

https://doi.org/10.5281/zenodo.15756805

 

Aprobado: 13 de junio de 2025

Recibido: 7 de mayo de 2025

publicado: 7 de julio de 2025

 

RESUMEN Nunca antes un presidente estadounidense en ejercicio había manejado las relaciones con la RPDC como lo hizo Donald Trump, ni ningún líder de Pyongyang se había sentado cara a cara con un mandatario estadounidense en el ejercicio de sus funciones como lo hizo Kim Jong Un. Con la vuelta de Trump ¿habrá otro ciclo de acercamiento? El presente trabajo pretende responder esta interrogante. Es que el fracaso del anterior ciclo negociador, los avances disuasivos de la RPDC y la modificación de las circunstancias peninsulares, regionales y globales, sugieren que tanto un líder como el otro, podrían proporcionar nuevos atributos a la interacción y tal vez exhibir algún resultado sorprendente.

Palabras claves: Nuclearización, desnuclearización, confrontación, disuasión, negociación.

 

 

ABSTRACT Never before had a sitting U.S. president managed relations with the DPRK as Donald Trump did, nor had any leader from Pyongyang sat face-to-face with a sitting U.S. president during their term as Kim Jong Un did. With Trump’s potential return, could there be another cycle of rapprochement? This paper seeks to address this question. The failure of the previous negotiating cycle, the DPRK’s advances in deterrence, and shifts in peninsular, regional, and global circumstances suggest that both leaders might bring new attributes to their interactions, potentially yielding surprising outcomes.

Keywords: Nuclearization, denuclearization, confrontation, deterrence, negotiation.

 

 

INTRODUCCIÓN

Salvo algunos momentos de aproximaciones, desde la fundación de la República Popular Democrática de Corea (RPDC) las administraciones estadounidenses han maniobrado con variadas formas y métodos para desestabilizar su sistema político y económico y, desde que Pyongyang decidió desarrollar armas nucleares, Washington las ha calificado como ilegal, exigiéndole que las abandonen, patrocinando sanciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU) e implementando rigurosas penalidades unilaterales. Entre tanto, consecutivos líderes de la RPDC han perseverado en una doctrina militar sustentada en el desarrollo del disuasivo nuclear, tal que garantice su defensa y seguridad nacionales.

Con todo, un momento inédito que rompió con esa persistente circunstancia, tuvo lugar en el anterior mandato de Donald Trump, cuando se transitó de “fuego y furia” a sucesivas cumbres con Kim Jong Un, en 2018 y 2019, en Singapur, Hanói y Panmunjon. Los intercambios de insultos -Trump llamando a Kim “pequeño hombre cohete” y Kim refiriéndose a Trump como “viejo senil”- mutaron para aproximarse como “amigos epistolares”.

Este giro sorprendente en la política estadounidense hacia la RPDC, desató, aunque fuese temporalmente y sin los resultados esperados, el “nudo gordiano coreano”.

Ningún presidente de Estados Unidos (EE.UU.) ha manejado las relaciones con la RPDC como lo hizo Donald Trump y en la historia ningún líder norcoreano se había ubicado frente a frente y de igual a igual, con un mandatario estadounidense en el ejercicio de sus funciones como lo hizo Kim Jong Un.

El expresidente Barack Obama pronunció varios discursos atractivos, pero pareció débil para muchos países del este de Asia, incluidos los aliados y socios de EE.UU. Durante ocho años, no hizo nada sobre Corea del Norte y lo llamó “paciencia estratégica”. Esto erosionó la disuasión y permitió a Pyongyang avanzar en sus programas de armas y armas nucleares (Kausikan, 2025).

Por su parte, Joe Biden, en los inicios de su mandato, anunció una “nueva estrategia” hacia la RPDC que nunca vio la luz; rogó diálogo a Kim Jong Un mientras aumentaba las amenazas de guerra; agrupó a China, Rusia, Irán y Corea del Norte en una categoría ideológica que resucitó la noción bushista de “eje del mal”. La categorización binaria simplista del expresidente Biden no fue una política. Ignoró las diferencias en cómo estos cuatro países definen sus intereses, el grado de integración en la economía mundial y el alcance de sus ambiciones. Estas diferencias deberían ser el punto de partida para la diplomacia norcoreana de EE. UU. (Kausikan, 2025).

El objetivo del presente artículo es examinar las circunstancias, obstáculos y expectativas para un nuevo ciclo de negociaciones entre Washington y Pyongyang con el retorno de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos.

DESARROLLO

Este segundo mandato del presidente Donald Trump, más transaccional y menos predecible, parece estar abriendo expectativas para reducir el estrés confrontacional en la península coreana y todo parece indicar que trae consigo una modificación de la política de Washington hacia la RPDC. Ello está condicionado por los siguientes cambios radicales de las circunstancias estratégicas en comparación con su mandato anterior.

1. Los programas nucleares y de misiles de la RPDC han experimentado nuevos y sofisticados avances.

2. La RPDC ha roto todos sus vínculos y símbolos de sus relaciones con la República de Corea, a la que clasifica como “enemigo principal e invariable” y como no tiene intención de evitar la guerra, ha indicado a las Fuerzas Armadas Populares que aceleren los preparativos para “ocupar, subyugar y reclamar completamente” a Corea del Sur.

3. Se ha producido un estrechamiento de los lazos entre Pyongyang y Moscú. Las dos cumbres Kim Jong Un-Vladimir Putin y el calificativo del primero al segundo como “camarada más cercano”, ha mostrado el altísimo nivel de entendimiento y compromiso entre las partes, lo que se concreta en el apoyo irrestricto de la RPDC a la operación militar especial de Rusia en Ucrania y la firma de un Tratado de Asociación Estratégica Integral, ratificado por ambos legislativos, que incluye la cláusula de “asistencia militar mutua”, mientras Rusia respalda a la RPDC diplomática y económicamente, oponiéndose a las sanciones multilaterales y unilaterales y ampliando sus exportaciones, esencialmente petróleo, materias primas y alimentos, así como asistencia en varios ámbitos.

4. Se ha ido conformando un eje emergente antiestadounidense y antioccidental entre China, Rusia, RPDC e Irán que se torna de tal importancia que Washington y sus aliados los califican como “nuevo eje”. En esta interconexión la RPDC tiene importantes ventajas en tres dimensiones estratégicas: económica, militar y diplomática.

5. La remoción del presidente de Yoon Suk Yeol por su irresponsable Ley Marcial, está reforzando la posibilidad de un nuevo gobierno del Partido Democrático, con el liderazgo de Lee Jae Myung como claro favorito y, a día de hoy, con más probabilidades de ganar, lo que abriría posibilidades de reeditar la distención Norte-Sur de la época de Moon Jae In.

6. Los objetivos de política exterior de Trump se basan en su visión Make America Great Again (MAGA) -ahora reforzada-, que prioriza los intereses estratégicos y económicos de EE.UU. por encima de los compromisos tradicionales de alianza (v. gr. Corea del Sur y Japón).

Al menos estos seis factores parecen estar impactando de manera notable en la decisión de Donald Trump de retornar a la diplomacia con Kim Jong Un.

Si bien la RPDC tiene un relativo abajo perfil en la lista de prioridades de Trump (China y el conflicto ruso-ucraniano tienen la primacía) y el diálogo no parece ser inminente, ha dejado en claro que le gustaría reconectarse con Kim Jong Un, muestra estar dispuesto a reeditar las negociaciones y está evaluando y discutiendo posibles vías de interacción que sienten las bases para una posible cumbre. Se dice que Washington ha estado manteniendo discretas conversaciones con Pyongyang, consultando a expertos externos y considerando opciones para potencialmente reiniciar el diálogo.

Mientras, Kim Jong Un, claramente más determinante y militarmente más poderoso ante los ojos de Washington, no ha mostrado públicamente estar dispuesto a renovar sus ofertas asociadas a la desnuclearización. Dicho en sus propias palabras: “la nuclearización de la RPDC no es negociable” y continúa presionando con la exhibición del poder misilístico-nuclear del país. Lo anterior queda ilustrado de forma inequívoca y consistente cuando Kim Jong Un visitó las instalaciones de producción de material nuclear y el Instituto de Armas Nucleares (NWI, por sus siglas en inglés) en septiembre de 2024 y enero de 2025.

Es que la supervivencia de la RPDC es un asunto existencial, y Pyongyang considera que los programas nuclear-misilístico son absolutamente indispensables para asegurarla; no vemos nada que la persuada u obligue a renunciar a ellos, porque implicaría un cambio de régimen.

Todo indica que el presidente estadounidense está consciente que su homólogo no ha superado el desaliento que provocó el fracaso del proceso negociador del anterior y por ello, está enviando mensajes cada vez más precisos sobre la eventualidad de conversaciones y presume de su relación personal con Kim Jong Un.

Empero, simultáneamente, Pyongyang continúa emitiendo señales opuestas de desconfianza hacia Washington, como respuesta a la actitud confrontacional y los lazos militares y de inteligencia cada vez más estrechos con los aliados del entorno inmediato a la RPDC. Es conveniente subrayar que, en febrero pasado, EEUU envió a Corea del Sur, un submarino nuclear y varios bombarderos B-1B; las fuerzas de militares estadounidenses organizaron múltiples ejercicios de guerra, incluso con fuego real a lo largo de la Zona Desmilitarizada, se efectuaron maniobras de bombardeos pesados e incluso de fuerzas espaciales. En marzo, hubo un ejercicio programado a gran escala, un 70 por ciento mayor que el del año pasado.

Sin embargo, vemos que al parecer el liderazgo de la RPDC a finales de 2024 decidió crear cierto margen de maniobra diplomática frente a la inminencia de la nueva administración Trump.

1. La cobertura que se dio a la investidura de Trump, el 22 de enero, marcó un cambio con respecto a su decisión inicial de permanecer en silencio sobre el resultado de las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre. Además, esta información se publicó en medios de comunicación dirigidos a la audiencia nacional e internacional, lo que sugiere que ha comenzado a preparar a su pueblo para un nuevo acercamiento a Trump, cuando sea apropiado.

2. A pesar del flujo constante de declaraciones oficiales y comentarios de los medios de comunicación que critican a Estados Unidos, la retórica antiestadounidense se ha vuelo un tanto laxa. Cabe destacar que el uso de la expresión “los imperialistas estadounidenses” ha disminuido significativamente desde entonces. Esto también es cierto para las declaraciones públicas de Kim, que se consideran las más autorizadas en Corea del Norte. Por ejemplo, el discurso de Kim en el Ministerio de Defensa el 8 de febrero fue el más duro y el más detallado sobre Estados Unidos desde su discurso en una exposición de defensa nacional en noviembre de 2024. Sin embargo, a diferencia de sus múltiples discursos anteriores en lugares o eventos relacionados con la defensa, no utilizó términos despectivos como “los imperialistas estadounidenses”. De hecho, el último uso informado por parte de Kim del término “los imperialistas estadounidenses” fue su discurso en la exposición de defensa en noviembre pasado. Si bien ha habido un repunte en las críticas a Estados Unidos desde principios de febrero, como lo demuestra una serie de artículos de “comentarios de KCNA”, la tendencia más amplia de diciembre todavía se mantiene.

3. Los medios se han abstenido de mencionar a Trump por su nombre, incluso cuando critican las declaraciones o acciones de EEUU. Cuando han emitido críticas, solo se han referido a “la nueva administración estadounidense”, “la administración actual” o al “gobernante estadounidense”. El comentario de KCNA del 12 de febrero sobre la Franja de Gaza, por ejemplo, culpó a la “actual administración estadounidense” por el plan de tomar el control de Gaza, omitiendo el nombre de Trump. Todos estos artículos fueron publicados por medios de comunicación dirigidos al público nacional, probablemente porque abordaban cuestiones de política exterior que no son directamente relevantes para Corea del Norte. En cambio, la crítica del Ministerio de Asuntos Exteriores de Corea del Norte a la declaración de Rubio sobre el “estado delincuente” solo se publicó en sitios web externos y no se divulgó a la audiencia nacional. Esto permitió a Pyongyang dejar constancia de que rechazaba las declaraciones ante el público externo, al tiempo que controlaba la narrativa sobre la administración Trump en el país.

4. Pyongyang también parece estar creando espacio diplomático al intentar influir en el pensamiento de Washington mientras espera la nueva política de la administración Trump hacia Corea del Norte. Su Ministerio de Defensa dijo que Estados Unidos estaba “ignorando abiertamente la preocupación de seguridad de la RPDC” en referencia a un submarino de propulsión nuclear estadounidense que entró en un puerto de Corea del Sur, una acusación inusualmente directa de que Estados Unidos “ignora” sus preocupaciones de seguridad. Si consideramos la otra cara de este mensaje (no ignoren las preocupaciones de seguridad de Corea del Norte), en realidad se trata de un llamado de Pyongyang a la nueva administración para que tenga en cuenta sus “preocupaciones de seguridad” en su política hacia Corea del Norte (Minyoung Lee, 2025).

Vemos pues algunas señales trumpistas que pudieran resultar atractivas al liderazgo de Pyongyang:

1. Reiteradas alusiones del mandatario estadounidense, calificando a la RPDC como “potencia nuclear”, concepto que fue recientemente reforzado cuando la adjetivizó como “gran potencia nuclear”. Llama la atención que muy recientemente el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, ha usado la expresión “estado armado con equipos nucleares” para referirse a la RPDC, admitiendo de forma implícita la posesión de armamento nuclear por parte de Pyongyang. Este comentario sugiere que EE.UU., está considerando extraoficialmente a la RPDC como una nación con armas nucleares al igual que lo hace con India, Pakistán e Israel.

2. Se aprecian insinuaciones de un cambio estratégico encaminado a superar el estancamiento y establecer confianza mediante la mutación de la desnuclearización como prioridad hacia la seguridad nuclear, es decir, en lugar de exigir la desnuclearización, se trata de mejorar la seguridad de las instalaciones nucleares, como la prevención de accidentes, fugas o riesgos de proliferación a los terceros países, mediante una cooperación técnica bilateral activa que alinee intereses recíprocos.

3. Las decisiones que han conmocionado el contexto geopolítico peninsular y la alianza Washington-Seúl, cuando EE.UU. calificó a Surcorea como un “país sensible”, así como la llamada “flexibilidad estratégica” que “modifica la misión de las fuerzas estadounidenses en Corea” (USFK), según sus siglas en ingles).

4. Es cierto que muchos funcionarios de la administración Trump reiteran oficialmente el compromiso con la desnuclearización de la RPDC. Sin embargo, los pronunciamientos del mandatario estadounidense y de su Secretario de Estado sugieren que reconocen a Norcorea como un estado con armas nucleares, lo que ha generado una reacción dual: de un lado, la sorpresa de un giro abrupto en la política hacia la nuclearización de la RPDC y, de otro, incertidumbre sobre qué sucedería con las preocupaciones de seguridad de sus aliados –Corea del Sur y Japón- y sobre la de los propios EE.UU.

Debe tenerse muy en cuenta que Trump dijo, nada menos que frente al secretario general de la OTAN, Mark Rutte, que tenía intenciones de restablecer la relación con Kim Jong Un, que “lo haría”, que tiene “…una excelente relación con Kim Jong-un y ya veremos qué pasa”. Y sentenció: “Pero, sin duda, es una potencia nuclear”. En ese mismo escenario, Trump también mencionó que India y Pakistán poseían armas nucleares, reconociéndolos efectivamente como estados poseedores de armas nucleares de facto, que Kim Jong Un “posee numerosas armas nucleares” y que “otros también las poseen”.

Entonces, las declaraciones de Trump y Rubio que tácitamente reconocen a la RPDC como una “potencia nuclear” indican un cambio de enfoque en la política de Washington hacia Pyongyang. Es que las interacciones entre la RPDC y EE.UU. al parecer se están encaminando hacia un punto de inflexión de la desnuclearización como prioridad hacia la seguridad nuclear, cambio estratégico en la política estadounidense que se encamina a la superación del estancamiento y el establecimiento de confianza, como paso previo a un posible un tratado de paz.

La reiterada mención del presidente estadounidense Donald Trump a la RPDC como una potencia nuclear podría ser un esfuerzo para atraer a Pyongyang de regreso a la mesa de negociaciones, ya que Norcorea quiere el reconocimiento “de facto” de EE.UU. como un país con armas nucleares. Trump parece estar manteniendo la perspectiva de que la próxima negociación se centre en la reducción de amenazas en lugar de la desnuclearización, a pesar de su declarada búsqueda de la “desnuclearización completa”. Todo parece indicar que Trump está enfatizando en la evidente realidad acerca de los progresos del programa nuclear de Pyongyang.

Puede considerarse, además, que la expresión de Trump podría sugerir que como resultado del fracaso de sus esfuerzos cumbres para lograr un acuerdo con Kim Jong Un que detuviera el programa nuclear norcoreano, puede estar incentivando la consideración de una estrategia alternativa. Empero, Pyongyang está rechazando, pública e incesantemente, los intentos de Trump de reiniciar el diálogo; esta actitud tiene bastante que ver con la historia reciente de las negociaciones estadounidenses y la insuficiente reciprocidad del mandatario a las medidas concretas propuestas por Kim Jong Un.

Unido a lo anterior, vale destacar los últimos acontecimientos que han conmocionado el contexto geopolítico peninsular y la alianza Washington-Seúl, que podría, en cierto modo, influir en una modificación de la percepción de Pyongyang y que acepte conversar con Washington; nos referimos a la calificación de Surcorea como un “país sensible” y la idea de “modificar la misión de las fuerzas estadounidenses en Corea” (USFK, según sus siglas en ingles).

El Departamento de Energía de Estados Unidos (DOE, según sus siglas en inglés) calificó a Corea del Sur como “país sensible”, una clasificación que restringe significativamente la colaboración en áreas de tecnología avanzada, incluyendo la energía nuclear y la inteligencia artificial, la ciencia cuántica y la informática avanzada. Esta medida entró en vigor el pasado 15 de abril, someterá a investigadores surcoreanos a controles más estrictos para colaborar o participar en investigaciones, en instalaciones o centros de investigación del DOE y marca la primera vez que Corea del Sur recibe tal designación por parte del Gobierno estadounidense.

En este sentido, la clasificación de “país sensible” se basa en criterios unilaterales como la seguridad nacional, la no proliferación nuclear, la inestabilidad regional, las amenazas a la seguridad económica y el supuesto apoyo al terrorismo. Esta lista, mantenida por la Oficina de Inteligencia y Contrainteligencia (OICI) del DOE junto con la Administración Nacional de Seguridad Nuclear (NNSA, según sus siglas en inglés), ya incluía a países como India, Israel, Pakistán, Arabia Saudí y Taiwán. Además, Corea del Norte e Irán están designados como “Estados patrocinadores del terrorismo”, mientras que China y Rusia son considerados “países de riesgo”.

Tal designación sugiere que EE.UU. tiene una creciente preocupación por el aumento de voces de académicos, políticos y la ciudadanía surcoreanos que respaldan el desarrollo autóctono de armas nucleares. Encuestas recientes revelan que el apoyo popular al armamento nuclear ha alcanzado entre el 60 y el 70 por ciento, lo que parece provenir de la creencia de que Corea del Sur debe tomar una medida defensiva audaz contra las crecientes amenazas nucleares de la RPDC.

Aun cuando, para algunos entusiastas con la idea, el carácter escéptico de las alianzas del presidente Donald Trump, quien busca reducir la carga financiera que supone la protección de sus aliados, este permitiría que Seúl desarrolle armas nucleares y de ese modo reduciría las responsabilidades de Washington en la península Coreana; empero, son escasas la probabilidades de que esto ocurra, aunque el debate no desaparecerá en el corto plazo, debido al creciente escepticismo sobre la llamada “disuasión extendida” de EE.UU. que supone tan solo el despliegue de activos estratégicos en el Sur de la península. Entre tanto, es muy probable que la RPDC muestre satisfacción ya que observa que se cumple su añejo anhelo de observar fisuras en la alianza Washington-Seúl.

Otra decisión que beneficiaría a la RPDC en la llamada “flexibilidad estratégica”, es la proyección de que la Administración Trump despliegue las tropas estadounidenses estacionadas en Corea del Sur en caso de un conflicto en el Estrecho de Taiwán, después que circulara un supuesto memorando del Pentágono que detalla como su objetivo disuadir la ocupación de Taiwán por parte de China.

Como es conocido, la misión principal de los 28 500 efectivos de las fuerzas estadounidenses en Corea es disuadir las amenazas provenientes de la RPDC. De consumarse esa decisión, sería entonces contrarrestar a China, considerado un componente clave de la política exterior de la actual administración, crearía a Seúl un vacío de seguridad y enrarecería aún más sus relaciones con Beijing.

En esa circunstancia, la administración Trump podría presionar para que Corea del Sur maneje de manera independiente las acciones militares convencionales de la RPDC, y EE.UU. intervendría solo en caso de amenazas nucleares. Es por ello que la mejor opción para Seúl es un significativo fortalecimiento de sus capacidades defensivas, preparándose para un escenario en el que no haya tropas estadounidenses involucradas en una guerra convencional con la RPDC.

La noción de “flexibilidad estratégica” de la USFK se inscribe en un cambio de la misión principal de las fuerzas estadounidenses en el exterior, de la defensa de las naciones con su presencia militar al despliegue rápido en otras partes del mundo donde enfrente conflictos.

Como era de esperar, en Seúl aumentan el desasosiego frente al creciente activismo de Pyongyang, mientras esta última se muestra más irreverente. Primero, por la posibilidad de que la segunda administración Trump desvíe parte de los recursos de las USFK para una conflagración en el Estrecho de Taiwán, lo que dejaría más vulnerable a Surcorea. Y segundo, vinculadas al hecho de que Corea del Sur se encuentra actualmente en franca agitación política por impeachment del presidente Yoon Suk Yeol y todo parece indicar que la llamada democracia surcoreana no ha logrado demostrarse como confiable ante los ojos de Trump y su equipo.

Es menester hacer mención a lo dicho por Moon Chung In, profesor emérito en la Universidad de Yonsei en su más reciente libro, titulado “Por qué la diplomacia estadounidense falla”.

El experto describe el problema nuclear de Corea del Norte como un fracaso ilustrativo de la diplomacia estadounidense. Resultan elocuentes sus afirmaciones cuando dice: “En mis conversaciones con miembros de la administración Trump en mi viaje a América, tuve la impresión de que sienten firmemente que Corea [del Sur] ha estado recibiendo un viaje gratis [sobre la seguridad estadounidense] durante demasiado tiempo. La dependencia excesiva de Corea del Sur en los Estados Unidos podría tener graves consecuencias. El gobierno coreano necesita desarrollar un pensamiento estratégico autónomo. Necesita explorar planes de contingencia creativa para el peor escenario de ausencia estadounidense de la península coreana”.

Apreciamos que la vuelta de Trump está poniendo a prueba los límites diplomáticos y está avivando una interrogante esencial: ¿El regreso de Trump a la Casa Blanca abrirá otro ciclo de trato con Kim Jong Un con nuevos atributos?

El mandatario estadounidense siempre pone por delante su buena relación personal con el líder de la RPDC algo que, indudablemente, puede tener un efecto positivo. Pero, hoy por hoy, Pyongyang parece carecer de incentivos para negociar con Washington por cuatro razones esenciales:

1. Militarmente, ha logrado avances significativos en sus programas de medios convencionales, misiles estratégicos y armas nucleares, lo que le ofrece alta capacidad disuasiva;

2. Económicamente, aun con fuertes sanciones, atraviesa por momentos de expansión económica, ha avanzado en la sustitución de importaciones, la industria local se está reanimando y las construcciones de infraestructuras están en franco desarrollo, lo que lleva a que sea menos urgente para Pyongyang negociar el levantamiento de las sanciones, en general y con Washington, en particular. Ha disminuido claramente la disposición a asumir riesgos políticos para obtener beneficios económicos.

3. Geoestratégicamente, su alianza militar con Rusia, puede que le genere nuevos ingresos, transferencias de tecnología militar, experiencia práctica en la guerra moderna y debilite el régimen de sanciones internacionales.

4. Geopolíticamente, el mundo está entrando en un periodo de realineamiento geopolítico dinámico que podría eventualmente resultar en un orden multipolar. La RPDC parece estar bien posicionada debido a sus nexos con dos actores claves en proceso de multipolarización: Rusia y China. Al mismo tiempo, observa el trastoque de la estructura tradicional de alianzas con EE.UU. y ve cómo Washington se distancia de sus principales aliados, a su vez enemigos de la RPDC en el este de Asia, por lo que parece estar dispuesta a observar la evolución de los acontecimientos y su desenlace.

Donald Trump, ha afirmado que su Administración ha abierto una línea de comunicación con la RPDC y consideró que, en algún momento, “probablemente hará algo”, afirmando enfáticamente: “Hay comunicación”. “Tengo una muy buena relación con Kim Jong Un… Me llevo de maravilla con él… Creo que es muy importante. Es una “gran nación nuclear”, y él es un ´tipo muy inteligente´. Lo conocí muy bien… Probablemente hagamos algo en algún momento”.

No es descartable en este análisis, que la RPDC está apalancada doblemente. De un lado, con un comercio estable con China y de otra, por la reciprocidad de Moscú por su apoyo declarado y materialmente sostenido a la operación militar especial de Rusia en Ucrania. Deben, por tanto, emerger incentivos adicionales que estén directamente asociados a la seguridad integral de la RPDC.

Si se consumara el reconocimiento por EE.UU. de una RPDC como “potencia nuclear de facto”, lo que sería un cambio radical de estrategia estadounidense, se abriría la perspectiva de próximas negociaciones que se centre en la reducción de amenazas en lugar de la desnuclearización. A pesar de las frases lisonjeras de Trump y las expectativas que ellas despiertan, no está claro si el mandatario estadounidense estaría en condiciones de lograr un consenso al interior de su Administración para tomar, sin obstáculos relevantes, una decisión de tal naturaleza y, asimismo, lograr mitigar la suspicacia y la animadversión de Kim Jong Un y el cuerpo dirigente que lo acompaña.

CONCLUSIONES

La viabilidad de las negociaciones entre EE.UU. y la RPDC bajo el nuevo gobierno de Trump sigue siendo incierta, pero es posible que Trump busque una nueva “victoria diplomática” -similar a su cumbre de Singapur de 2018 con Kim Jong Un- con una estrategia alternativa que satisfaga de modo bilateral la aspiración de Pyongyang de ser reconocido como un estado nuclear de facto.

Sin embargo, la comunidad internacional aceptaría que EE.UU., por sí solo, reconozca a la RPDC como un estado con armas nucleares. Es que, según el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), se requiere una votación del CSNU, donde seguramente Reino Unido y Francia lo vetarían y si se llevara como resolución a la Asamblea General, el número de votos en contra probablemente sería mayoritario.

Vale destacar que la RPDC está doblemente apalancada: un comercio estable con China y reciprocada por Rusia por su apoyo materializado, además de tener el sostén diplomático de ambas potencias. Dada la persistente falta de confianza hacia Washington, es de esperar que Pyongyang mantenga su estrecha coordinación con Beijing y Moscú y la aproveche para fortalecer su posición frente a Washington.

Siendo así, por el momento no está claro si el mandatario estadounidense logre mitigar la suspicacia y la animadversión de Kim Jong Un y del cuerpo dirigente que lo acompaña.

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