Hezbollah como actor regional (2006-2018). Claves para entender su relevancia en el escenario mesoriental

Hezbollah as regional player (2006-2018). Keys to understand its relevance on the Middle-Eastern scenario

Lic. Edisleydi Curbelo Garcia

Licenciada en Relaciones Internacionales. Especialista del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Cuba, La Habana, Cuba. edisleydicruz@gmail.com 0009-0003-7226-7425

Lic. César Crespo Pérez

Licenciado en Relaciones Internacionales. Especialista del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Cuba, La Habana, Cuba. crespocesar918@gmail.com 0009-0009-4714-294X

*Autor para la correspondencia: edisleydicruz@gmail.com y crespocesar918@gmail.com

Cómo citar (APA, séptima edición): Curbelo Garcia, E., & Crespo Pérez, C. (2025). Hezbollah como actor regional (2006-2018). Claves para entender su relevancia en el escenario mesoriental. Política internacional, VII (Nro. 1), 334-348. https://doi.org/10.5281/zenodo.14486952

DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.14486952

 

Recibido: 15 de noviembre de 2024

Aprobado: 10 de diciembre de 2024

publicado: 7 de enero de 2025

 

RESUMEN El movimiento chiíta Hezbollah ha devenido en una de las organizaciones más relevantes tanto en el Líbano como en la región mesoriental. En ello han influido las diferentes dinámicas impuestas por el entorno doméstico y regional. Esta investigación se propone abordar su fortalecimiento como actor regional de peso en Oriente Medio (2006-2018), a partir de pautas que luego permitirán comprender su involucramiento y postura ante los conflictos que se han suscitado en su entorno, como pudiera ser la guerra en curso de Israel contra el pueblo palestino.

Palabras clave: Hezbollah, actor regional, Líbano, Israel, Medio Oriente, conflictos

 

 

ABSTRACT The Shiite movement Hezbollah has become one of the most important organizations in Lebanon and the Middle-Eastern region. This has been influenced by different dynamics imposed by the domestic and regional contexts. This research aims to address its strengthening as a major regional actor in the Middle East (2006-2018), based on guidelines that will then allow us to understand Hezbollah's involvement and approach towards the conflicts that have arisen in its environment, such as Israel's ongoing war against the Palestinian people.

Keywords: Hezbollah, regional player, Lebanon, Israel, Middle East, conflicts

 

 

INTRODUCCIÓN

Oriente Medio constituye una de las regiones donde las organizaciones de corte religioso han cobrado mayor auge, unido además a motivaciones étnicas. Sin embargo, la mayoría de estos movimientos que han surgido en la región, han ocupado un lugar en la lista de entidades clasificadas como terroristas por Estados Unidos (EE.UU.); estrategia que ha permitido a Washington y sus aliados utilizar los marcos de la llamada “guerra global contra el terrorismo” para legitimar sus intervenciones en países del área. Estas acciones responden a la importancia geoestratégica de la región, no solo por ser una de las principales fuentes de recursos naturales y energéticos del mundo, sino también por su posición geográfica que la sitúa como punto de contacto entre los continentes asiático, europeo y africano.

En este escenario, el Líbano representa una sociedad multiconfesional donde se reconocen constitucionalmente seis comunidades confesionales: maronita, ortodoxa, católica, sunnita, chiíta y drusa (Vélez Castro, 2014). A esta realidad se une la permanencia, desde 1974, de un sistema político cada vez más inestable y menos representativo. Además, el suelo libanés constituye el principal campo de batalla donde se han dirimido gran parte de los conflictos regionales.

En el plano interno, la estructura confesional existente en el Líbano tiende a ocultar la lucha de clases, pues cualquier enfrentamiento puede atribuirse a las pugnas entre confesiones religiosas. En dicha estructura destaca, por un lado, una mayoría cristiana que conforma la llamada burguesía, y, por el otro, una mayoría musulmana que encarna los sectores más bajos o populares, mayormente chiítas. Es así que las problemáticas al interior de la sociedad libanesa estén determinadas tanto por las desigualdades de tipo clasista como por aquellas de carácter confesionalista.

Teniendo en cuenta la imbricación entre la posición social y la pertenencia a determinada confesión religiosa, así como su influencia en la formación de la conciencia social, sobresale la comunidad chiíta como la más radical en el contexto libanés. Su accionar se encamina hacia la búsqueda de alternativas contra las consecuencias negativas del sistema económico y político imperante, a través de la única forma u organización que reconoce como válida: el Islam.

Bajo estas aspiraciones nace el movimiento chiíta de resistencia Hezbollah o Partido de Dios. Su irrupción en el escenario libanés no puede atribuirse únicamente a las divisiones sectarias existentes en Líbano y la influencia de la guerra civil que estalló en el país a partir de 1975. También debe valorarse la influencia de factores externos como fueron Irán e Israel. Así, se va modelando un movimiento que vendrá a suplir la inexistencia de una fuerza al interior del país capaz de detener la penetración extranjera, defender a las capas más pobres y concebir un proyecto para aliviar la situación socioeconómica del Líbano.

A pesar de los recientes debates en cuanto a la cualidad de actor regional adquirida por la organización libanesa en Oriente Medio, los principales estudios se centran, más bien, en Hezbollah como actor capaz de promover o acelerar procesos de cambio en las relaciones internacionales, a partir de su vinculación con el terrorismo. O sea, los enfoques que prevalecen analizan el accionar de la organización desde una óptica tendenciosa occidental.

Partiendo de estas premisas, el presente artículo pretende abordar, de forma sucinta y desde un enfoque marxista, la evolución de Hezbollah hasta convertirse en un actor regional relevante en la configuración geopolítica de Oriente Medio. Aunque la organización chiíta conserva este atributo hasta nuestros días, la investigación se sitúa en el periodo 1982-2018, por derivarse de un estudio previo realizado en esta etapa. Una oportuna actualización seguirá siendo un compromiso para los autores y para la academia cubana, teniendo en cuenta que la influencia del Partido de Dios en el rediseño geopolítico regional es de gran importancia para comprender el alcance de las organizaciones de corte islámico y su impacto en las relaciones regionales e internacionales.

DESARROLLO

Surgimiento y evolución ideológica

Los estudios realizados hasta la actualidad, que se pudieron consultar, no reflejan la fecha exacta en que Hezbollah se constituyó como organización. Varios autores como Azucena Orellana (2016), Vélez Castro (2014) y Maleta Antigua (2004), coinciden en que el movimiento comenzó a gestarse desde finales de la década de los 70, con el auge en el escenario libanés de ciertos grupos que defendían el establecimiento de una República Islámica en el Líbano. La fusión de estos grupos es lo que luego conformaría el partido Amal1. Las divisiones dentro de este movimiento (Amal), como la denominada Amal Islámica y Al-Yihad, dieron origen al núcleo inicial de Hezbollah.

El Partido de Dios irrumpió en el escenario libanés en 1982, al calor de la invasión israelí al país ese propio año. Así, se reconocen como factores endógenos que llevaron a la creación de esta organización de base islámica: la Segunda Guerra Civil del Líbano que estalló en 1975, así como la ya mencionada invasión y posterior ocupación israelí de 1982. Dentro de los factores exógenos, destaca el impacto de la Revolución Islámica de Irán de 1979 en la formación de numerosos movimientos de corte islámico en la región mesoriental y, especialmente, en Líbano. Estos grupos (entre ellos Hezbollah) veían con simpatía el proceso revolucionario de la naciente República y su marcado carácter islámico; y encontraban en la experiencia iraní un modelo de respuesta a la intervención de las tropas sionistas dentro del conflicto interno libanés. El evidente empuje de la naciente República Islámica de Irán, promovió que la joven organización chiíta no tardara en acogerse a los ideales antimperialistas, de defensa de los valores islámicos y de apoyo a la causa palestina que promulgaba la nación persa.

En este sentido, el apoyo de Irán fue decisivo en el desarrollo y afianzamiento del Partido de Dios, principalmente en temas referidos a la educación religiosa, el reclutamiento y entrenamiento militar de los miembros, así como el soporte económico que brindó la nación persa al movimiento desde su génesis. En cuanto a las fuentes de financiamiento, es importante el papel de Irán como principal proveedor, dado el volumen e importancia de los recursos que garantiza. Según Nizar Hamzed (2004), es imperativo señalar que esta ayuda no proviene directamente del gobierno iraní, como intentan manejarlo EE.UU. y sus aliados. La mayoría de los ingresos provienen de fundaciones y organizaciones de caridad, así como de otras estructuras simpatizantes al movimiento dentro de la nación persa2.

En cuanto al plano ideológico, es válido destacar que la etapa de gestación del movimiento, reconocida entre 1978 y 1983, estuvo marcada por una ideología inspirada en los principios básicos del Islam chií, pero con una total subordinación a las concepciones del ayatolá Jhomeini. No fue hasta la Carta Abierta de 1985 que Hezbollah comenzó a mostrar mayor autonomía en términos ideológico-religiosos.

La Carta Abierta, considerada el primer documento oficial que presentó el ideario del movimiento, marca el paso de una ideología religiosa3 a una ideología política. En este sentido, elementos como la valoración del Islam desde una óptica mundial, la concepción de unidad y apoyo entre todos los oprimidos, la oposición al maronismo político4 y el establecimiento de un estado islámico en Líbano, demuestran dicha transición.

Por otro lado, el fin de la guerra civil en 1989 supuso el inicio de una transformación en cuanto a los preceptos ideológicos que experimentara Hezbollah desde su fundación. El grupo fue readecuando sus principales lineamientos de acuerdo a la realidad libanesa. La defensa de la libanización (Lubnana) y la apertura (Infitah) se reflejaron en un “discurso inclusivo y conciliatorio (…) que puso énfasis en el diálogo interreligioso, la reconciliación cristiano-musulmana y la coexistencia dentro de un sistema político pluralista” (Vélez Castro, 2014).

Fue así que en la década de los 90s, Hezbollah decidió incursionar en el sistema político libanés, lo cual generó nuevos retos, tanto para la organización como para la política doméstica del Líbano. La singularidad de este proceso y el papel que comenzará a desempeñar la organización chiíta en el ámbito libanés, representa un caso sui géneris en el contexto mesoriental.

De forma general, debe apuntarse que los giros ideológicos que fue experimentando Hezbollah desde su génesis, van desde la concepción del establecimiento de un Estado islámico en Líbano, hasta la concreción de un sistema político inclusivo donde se vean representadas todas las comunidades religiosas. Estas reformulaciones no solo estuvieron signadas por la necesidad de readecuarse a la nueva realidad sociopolítica que emerge en el país una vez concluida la guerra civil, sino también por la propia maduración de la organización y su voluntad de lograr legitimidad y apoyo al interior de la sociedad libanesa.

De movimiento de resistencia a partido político

La historia del Partido de Dios demuestra cómo esta organización no solo logró legitimarse dentro de la sociedad libanesa como movimiento de resistencia, sino también como organización política de marcado activismo en los asuntos domésticos. Poco a poco, Hezbollah comenzó a tener más influencia en el sistema político, las labores de corte social y el desarrollo de su brazo armado.

La década de los 90 representó para Hezbollah tanto un giro ideológico al concebir un programa político dentro del sistema libanés, como un progresivo proceso de institucionalización del movimiento (Azani, 2009). Las nuevas estructuras y dinámicas propias de un partido político comenzaron a tejerse alrededor de objetivos declarados desde su constitución: el apoyo a los oprimidos y la lucha contra la hegemonía de EE.UU. e Israel en Oriente Medio. La posibilidad de integrar el Parlamento dio a la organización chiíta un mayor rango de acción para hacer cumplir estas aspiraciones.

Al realizar un balance sobre la influencia política de Hezbollah en la etapa 1992-2005, se percibe una amplia representación en los escaños parlamentarios. En 1992 ganó 8 escaños, lo que constituyó el mayor bloque unitario en la Asamblea Nacional de 128 miembros en las primeras elecciones tras la guerra civil (Reigeluth, 2015). En las siguientes elecciones celebradas en 1996 obtuvo 9 puestos, al igual que en las del año 2000. Los comicios de 2005 concluyeron con un total de 11 escaños para el Partido de Dios.

Formar parte del sistema político libanés permitió a Hezbollah la puesta en práctica de estrategias encaminadas a promover los intereses de la resistencia. Entre ellos, utilizar este marco para promulgar el discurso islámico, participar en la elaboración de leyes encaminadas a aliviar la situación de pobreza que presentaba el país, además de contribuir a la concreción de proyectos estatales y la orientación de recursos hacia las zonas más necesitadas.

Hacia la consecución de estos objetivos, el Partido de Dios ha asumido un papel decisivo dentro de la sociedad libanesa ante la falta de apoyo gubernamental y la ineficacia de las instituciones estatales para garantizar servicios básicos a la población. Así, Hezbollah ha sido capaz de tejer una amplia red de apoyo social con escuelas, hospitales, centros de asistencia y otras instituciones en función de ofrecer servicios a los sectores más pobres de la sociedad libanesa. Ello le ha garantizado legitimidad a la organización chiíta dentro del contexto libanés.

Además, el Partido de Dios ha creado importantes ONGs y fundaciones en aras de garantizar un mayor bienestar a la población, sin importar su confesión religiosa. También ha ampliado su espectro, al vincularse con organizaciones internacionales competentes como el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en un esfuerzo consciente por superar los niveles de pobreza que enfrentaba el país (Saad Ghorayeb, 2002).

Por otro lado, en septiembre de 1989, ante el vacío de poder que ostentaba el sistema político libanés, fue conciliado por la Liga Árabe el Documento de Acuerdo Nacional, también conocido como Acuerdos de Taif5, por haber sido negociado en esta ciudad saudita. Si bien la firma de estos acuerdos supuso el fin de la Guerra Civil libanesa, el comienzo de la llamada Segunda República y el nacimiento de una nueva Carta Magna, no pudo concretar en la práctica su propósito de promover la cooperación entre las diversas comunidades ni restaurar la soberanía del país ante Israel. Además, el propio texto constitucional limita la intención de los acuerdos de eliminar el sectarismo, pues mientras defiende en su preámbulo la eliminación del confesionalismo político como objetivo nacional esencial, contempla en su artículo 24 la incidencia de las comunidades religiosas en el juego político libanés (The Taif Agreement, 1989).

Estas limitaciones ocuparán, más adelante, un espacio importante en la agenda política del Partido de Dios, en su aspiración de reformar el sistema político libanés. Asimismo, determinarán el fortalecimiento de Hezbollah como movimiento político-militar de resistencia como única fuerza interna capaz de suplir los vacíos de dichos acuerdos en materia de seguridad. En este sentido, es importante señalar que lo pactado en los Acuerdos de Taif establecía el desarme de todas las milicias beligerantes. En el caso de Hezbollah, se le permitió conservar su brazo armado para responder a las constantes incursiones israelíes en territorio libanés y la ocupación de las Granjas de Shebaa6 en el sur del país. La importancia de esta zona estriba en que su ocupación por Israel es utilizada como argumento legitimador por Hezbollah, que justifica su existencia, no como una milicia armada, sino como un movimiento de liberación nacional libanés, por lo que se considera exenta del cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas que indican expresamente la obligación de desarme de todas las milicias libanesas (Sánchez Herráez y Rodríguez Barrión, 2009). Este es uno de uno de los principales argumentos esgrimidos por el gobierno libanés para permitir que Hezbollah conserve sus armas, amén de lo estipulado en los Acuerdos de Taif.

Además, las operaciones militares y la garantía de seguridad que despliega la organización chiíta, son consideradas más eficaces que aquellas proporcionadas por el ejército regular libanés. Esta condición no solo ha determinado un mayor apoyo al interior de la sociedad libanesa, sino también el reconocimiento de Hezbollah en el escenario internacional.

Luego, debe apuntarse que, la que fuera en su génesis una pequeña guerrilla nacida al calor de las confrontaciones con el Estado sionista, poco a poco fue transformándose en uno de los principales actores en el plano doméstico. La activa participación en la vida política libanesa, la presencia en el Parlamento, la importante red de servicios sociales, el despliegue de medios de comunicación, así como el brazo armado que ostenta Hezbollah, son factores que se conjugan para acreditar un movimiento político-militar de resistencia legítimo al interior de la sociedad libanesa y, al propio tiempo, una organización de gran peso en Oriente Medio.

Relaciones con Israel

Las relaciones entre Hezbollah e Israel han estado marcadas por efímeros procesos de paz y acuerdos infructuosos. El Partido de Dios ha encarnado el único movimiento al interior del Líbano capaz de aglutinar fuerzas para hacer frente a las intervenciones israelíes. Las tensiones entre ambas partes han estado determinadas tanto por su antagonismo histórico, como por la permanencia de tropas sionistas en territorio libanés y sus agresiones, en persistente violación a su soberanía nacional.

Hezbollah percibe a Israel como su enemigo debido al peligro que representa para la estabilidad del Líbano. Desde la proclamación de la Carta Abierta, el Partido de Dios deja claro su antagonismo con Israel y la alianza que la entidad sionista mantiene con EE.UU. para hacer avanzar sus intereses en la región. Además, declara su decisión de hacer desaparecer el Estado sionista y obstruir todo intento de tratado de paz o tregua, pues cualquier concesión implicaría someterse al expansionismo y la dominación al que aspira Israel. Es así que un apartado de su documento fundacional titulado “Israel debe ser borrado de la existencia”, estipula:

En cuanto a Israel, lo consideramos la punta de lanza estadounidense en nuestro mundo islámico. Es un enemigo usurpador que debe ser combatido hasta que las tierras usurpadas sean devueltas a sus dueños (…) Israel abraza una idea orientada a la colonización y el expansionismo que ya comenzó a aplicar en la Palestina ocupada y se está extendiendo y expandiendo para construir el Gran Israel, del Éufrates al Nilo (…) Por lo tanto, nuestra confrontación con esta entidad debe terminar con su desaparición de la existencia y no reconocemos ningún acuerdo de cese al fuego, ninguna tregua o tratado de paz con él (The Open Letter, 1985, citado en Norton, 1987, 179).

Las relaciones entre Israel y el Partido de Dios se tensaron aún más durante la década de los 90, sobre todo a partir del lanzamiento de cohetes Katyusha por parte de este último para contrarrestar la ocupación israelí en el sur del Líbano. La respuesta de Tel Aviv no se hizo esperar, se mostraba como víctima, cualquier pretexto era factible para demostrar el poderío militar israelí. Así dio inicio a la Operación “Ajuste de Cuentas” (1993), bajo la justificación de un ataque coheteril perpetrado por Hezbollah hacia su territorio (Vélez Castro, 2014).

Las acciones que se derivaron de esta operación cobraron la vida a un centenar de libaneses y provocaron un gran número de desplazados. La singularidad de esta operación radicó en la intención de Simón Peres -entonces Ministro de Relaciones Exteriores de Israel- de sobornar al gobierno libanés para que retirara la legitimidad otorgada al grupo chiíta. Sin embargo, el gobierno prefirió reafirmar, mediante la vía diplomática, las “reglas del juego” preestablecidas entre ambas partes7. Las negociaciones conocidas como el Entendimiento de Julio (1993) marcaron el cese al fuego. En esa ocasión, la intención israelí de hacer explotar las tensiones entre Hezbollah y las autoridades libanesas tampoco encontraron terreno fértil.

La fragilidad de este acuerdo se puso de manifiesto en abril de 1996, cuando Israel lanzó un ataque más allá de la “zona de seguridad”. En consecuencia, Hezbollah respondió lanzando misiles hacia territorio israelí, excusa que fue aprovechada por el Estado sionista para poner en marcha la operación conocida como Uvas de la Ira. Las principales acciones de dicha operación estuvieron encaminadas a destruir gran parte de la infraestructura libanesa y de este modo presionar al gobierno para que decretara el desarme de Hezbollah. Según Vélez Castro (2014), Hariri se negó nuevamente a ejercer presión sobre el movimiento, ya que estimó como un suicidio político ir en contra del apoyo de la opinión pública hacia la resistencia.

En este sentido, es importante tener en cuenta que hacia la década de los 90, Hezbollah había alcanzado tal identificación dentro de la sociedad libanesa, que un gran número de familias de diversas confesiones realizaban aportes financieros para contribuir a la compra de armamento. La legitimación de la organización chiíta como movimiento de resistencia frente a Israel se convirtió, más que en un objetivo del movimiento, en una garantía de seguridad para gran parte de la población libanesa.

Las acciones de abril de 1996 provocaron la muerte a cientos de libaneses, e incluso demandaron la intervención de la Asamblea General de la ONU. El cese al fuego fue previsto gracias a la mediación del estadounidense Warren Christopher y el francés Herve de Charrete, a través del denominado Entendimiento de Abril. Las principales pautas de este acuerdo estaban referidas a la prohibición de atacar objetivos civiles y la creación de un grupo de monitoreo integrado por EE.UU., Francia, Siria, Israel y Líbano, para garantizar el cumplimiento de lo estipulado.

Sin embargo, el cambio de gobierno en Israel con la llegada del Likhud al poder, y la postura estadounidense hacia Hezbollah, al incluirlo en 1997 en la lista de organizaciones terroristas, provocaron que se detuviera el proceso de paz. Estos acontecimientos iniciaron un período convulso en la historia del Líbano que no concluiría hasta la expulsión de las tropas israelíes en el año 2000.

En este sentido, es importante señalar que Hezbollah alentó la formación de brigadas multiconfesionales para combatir la ocupación israelí, propuesta que fue acogida con entusiasmo por la mayoría de las comunidades. La concepción de resistencia nacional se entronizó en la sociedad libanesa. Las acciones militares desarrolladas por dichas brigadas a partir de 1997 y las estrategias puestas en práctica por Hezbollah para lograr una retirada unilateral, tuvieron sus frutos en mayo del 2000, con el repliegue de Israel del territorio libanés.

Sin embargo, como fue tratado en el apartado anterior, Israel mantiene el control sobre las Granjas de Shebaa, cuestión que limita la soberanía libanesa y que, además, respalda el despliegue de Hezbollah como movimiento político-militar de resistencia, así como la negativa del gobierno libanés de desarmarlo. Esta ocupación aún persiste y es uno de los factores que determina la posición radical del Partido de Dios contra el Estado sionista, ya declarada desde que fuera concebido su documento fundacional.

Relaciones con Irán y Siria

Los gobiernos de Siria e Irán constituyen los principales aliados del Partido de Dios en la región. Estos actores comparten con Hezbollah una marcada proyección antioccidental y antisraelí, así como un compromiso manifiesto con la causa palestina.

El origen y evolución de las relaciones de Irán y Siria, tanto con el Líbano en general como con la organización chiíta en particular, poseen rasgos peculiares. Por un lado, se encuentra Siria, con una amplia historia de presencia militar en Líbano y situada al margen del accionar de Hezbollah hasta comienzos del siglo XX. Por el otro, destaca la nación persa, vinculada al movimiento desde su génesis, al constituir su principal benefactor y paradigma.

En cuanto a las relaciones con Irán, numerosos autores coinciden en que sin el apoyo iraní, Hezbollah no se habría convertido en un poderoso movimiento de resistencia. En este sentido, Saad Ghorayeb (2002) afirma que, sin el apoyo político, financiero y logístico de Irán, la capacidad militar y desarrollo organizacional del Partido de Dios se habrían visto retardados y le habría tomado unos 50 años adicionales al movimiento poder alcanzar los mismos logros en ausencia de asistencia iraní. Lo cierto es que el apoyo iraní en términos ideológicos, militares y financieros constituyó un factor esencial para la exitosa evolución de Hezbollah como movimiento político-militar de resistencia en el contexto libanés e, incluso, para su futura proyección regional.

En lo relativo a las relaciones de Hezbollah con Siria, debe partirse de las raíces comunes que comparte con el Líbano, debido a que ambos Estados pertenecían al Imperio Otomano e integraron lo que se conocía como la “Gran Siria”. Además, poseen fronteras comunes, por lo cual los conflictos generados por una de las partes en su respectivo territorio, pueden provocar -y de hecho han provocado- inestabilidad en el país vecino. Esta situación ha determinado que las relaciones entre Siria y Líbano se tornen muy complejas. Sin embargo, para los dos países, los vínculos establecidos pasan por un problema de seguridad ante la amenaza que representa la expansión sionista (Comunicación personal, Álvarez Acosta, abril 23, 2018).

Los vínculos de Hezbollah con Siria comenzaron a tejerse con la mediación de Irán, pues tanto Hafez al-Assad como sus predecesores, mantuvieron una mirada discreta hacia el accionar de la organización chiíta en el contexto doméstico. Sin embargo, la llegada al poder de Bashar al-Assad en el año 2000, tras la muerte de su padre Hafez, marca un punto de inflexión en las relaciones entre Siria y Hezbollah. La política seguida por Hafez de llevar cautelosamente sus relaciones con la organización chiíta, fue reorientada por Bashar hacia relaciones más cercanas, incluso personales, con Hassan Nasrallah (El-Hokayem, 2007).

Los estrechos vínculos que se establecieron entre el Partido de Dios y los gobiernos sirio e iraní, no fueron bien vistos por EE.UU. y sus aliados, sobre todo por su discurso antisraelí y la defensa de la causa palestina que proyectaban. La posición asumida por Occidente alentó una postura agresiva hacia ellos, y promovió su aislamiento en el entorno regional.

Política exterior de Hezbollah a partir de 2006

Hasta el año 2006, el protagonismo de Hezbollah se ciñó más bien al contexto libanés, aunque mantuvo los estrechos vínculos que comparte con Irán desde su fundación. Sin embargo, ya desde comienzos del siglo XXI comenzaron a gestarse nuevas proyecciones en el área, con la peculiaridad de ser un movimiento cuyas acciones e ideología son diferentes a las concebidas por el Estado libanés. Es decir, sus acciones son individuales, no representan al Estado. Esta singularidad determinará que, a partir de 2006, el Partido de Dios se proyecte como un actor regional influyente en Oriente Medio.

Luego de la retirada de Israel del territorio libanés en mayo de 2000, la capacidad militar de Hezbollah experimentó un marcado fortalecimiento, encaminado fundamentalmente a crear las condiciones ante otra eventual invasión por parte del ente sionista. Así, se planificó la división del territorio libanés en zonas militares que incluían cuarteles de control, sitios fortificados, cuarteles de inteligencia, sitios logísticos. Además, fue reconstruido un sistema de defensa que incluía minar las posibles rutas de penetración de tropas enemigas, así como la adquisición de misiles, no solo de tipo Katyusha sino también otros de mediano alcance como los Zelzal-2, Fajr-3 y Fajr-5 de fabricación iraní (Azani, 2009).

En julio de 2006, Hezbollah tuvo una confrontación con un grupo de soldados del Estado sionista, acción que concluyó con la muerte de 8 israelíes y la decisión de mantener dos bajo secuestro. Estos sucesos desataron una intervención militar por parte de Israel que comenzó por numerosos ataques y bombardeos contra las bases de la organización chiíta, en el despliegue de la denominada Guerra de los 34 días.

Durante la escalada del conflicto, las acciones militares israelíes se extendieron por gran parte del territorio libanés y estuvieron dirigidas a bombardear puntos claves como plantas eléctricas, edificios gubernamentales, sistemas de comunicaciones, puentes, carreteras, instalaciones militares, e incluso áreas civiles como el aeropuerto internacional de Beirut. La masacre en la ciudad de Qana8 fue una de las acciones más reconocidas.

La réplica de Hezbollah no se hizo esperar, lanzando misiles de largo alcance hacia diversos puntos de la geografía israelí. La localidad de Haifa, considerada la tercera ciudad más grande de Israel, fue bombardeada en respuesta a estos ataques.

Durante las más de cuatro semanas que duró el conflicto, la mayoría de los ataques perpetrados por las fuerzas israelíes para destruir las instalaciones de la organización libanesa y neutralizar sus acciones, encontraron elevados niveles de resistencia por parte de la organización chiíta. Según Mesa Delmonte (2007), en las localidades de Maroun, Ar Ras y Bint Jbail, los enfrentamientos fueron tenaces y las fuerzas israelíes no lograron ocuparlas de manera estable.

En este contexto, a mediados de agosto de 2006, la ONU intervino en el conflicto en calidad de mediador para lograr un acuerdo de cese al fuego entre las partes. La aprobación de la Resolución 1701 puso fin a las hostilidades y contempló el reforzamiento de la Fuerza Internacional de las Naciones Unidas para el Líbano (FINUL) con contingentes europeos para proteger a los civiles de la zona. Pero al mismo tiempo, a dicha fuerza se le prohibió tomar cualquier acción para desarmar a Hezbollah sin la aprobación del gobierno libanés (Norton, 2009).

Más allá del papel que desempeñó la ONU para poner fin al conflicto, la actuación de Hezbollah como única fuerza interna que enfrentó la invasión sionista, fue decisiva para concretar el repliegue de las tropas israelíes. Estas acciones reafirmaron, además, el peso de esta organización como movimiento político-militar de resistencia en el ámbito doméstico, llegando incluso a ofrecer mayor garantía de seguridad que el propio ejército regular libanés.

Por la parte israelí, las que fueran inicialmente contundentes demandas: devolución de los soldados capturados, detener los ataques con misiles hacia territorio israelí, y el desarme de Hezbollah; se transformaron en planes frustrados y obligadas concesiones: no logró aniquilar ni desarmar a Hezbollah, pactó el cese al fuego sin lograr la devolución de los soldados, y se adhirió a la propuesta estadounidense de lograr una solución negociada para el conflicto.

Al evaluar el impacto de la guerra de 2006 en el ámbito regional, se perfilan opiniones contrapuestas. Por un lado, gran parte del mundo árabe se sintió identificada con el desempeño militar de Hezbollah, llegando a considerarla la primera fuerza árabe que enfrentó y venció al ejército más poderoso de la región mesoriental.

Por otro lado, las posturas de condena fueron asumidas fundamentalmente por Egipto, Jordania, Arabia Saudita y otros países del Golfo en los marcos de la reunión de emergencia de la Liga Árabe celebrada en El Cairo, en julio de 2006. Estos países calificaron la posición asumida por Hezbollah como “inapropiada e irresponsable”. Observaban con preocupación el ejemplo que representaba el Partido de Dios como germen de movimientos similares que pudieran gestarse al interior de sus sociedades.

A partir de estos sucesos, el mundo árabe (especialmente los aliados de EE.UU. en la región) volteó sus ojos hacia la organización chiíta y ello lo llevó a plantearse nuevas políticas en el plano regional ante la incidencia de este nuevo actor.

De forma general, la posición asumida por Hezbollah ante Israel en la guerra de 2006 demuestra la fortaleza del grupo en tres direcciones fundamentales: como fuerza político-militar a lo interno del país, de cara al conflicto histórico que mantiene con Israel, así como en la dinámica regional e internacional.

En materia de política exterior, también debe señalarse que, a partir del año 2009, Hezbollah experimentó cambios en su discurso político, el cual comenzó a reflejar una mayor preocupación por lo que ocurría más allá de sus fronteras nacionales. Así nació el denominado Nuevo Manifiesto, dado a conocer en noviembre del propio año. En este documento se realiza un balance de la trayectoria del Partido de Dios tras más de dos décadas de lucha. Aunque el grupo no había experimentado grandes cambios doctrinales, sí se hacía necesario atemperar su manifiesto político a la nueva realidad doméstica y regional que se había ido configurando en los últimos años.

Las principales ideas del Nuevo Manifiesto se enfocaron en la decisión de Hezbollah de continuar la resistencia, la propuesta de reformar el sistema político libanés, así como su visión del mundo y su papel en las relaciones internacionales. Exhortó al gobierno libanés a otorgar derechos civiles y sociales a los refugiados palestinos, así como promover el diálogo directo palestino-israelí para ofrecer una solución justa al conflicto. Incluyó aspectos socioeconómicos medulares de la sociedad libanesa, así como la conformación de un estado de derecho basado en el respeto a las libertades individuales, al sistema electoral y en defensa de la soberanía. En la práctica, fue un programa desde la concepción de partido político.

Una lectura exhaustiva del Nuevo Manifiesto indica que Hezbollah se percibe a sí mismo como un actor regional. O sea, como un agente racional capaz de influir, promover o acelerar procesos de cambio en las relaciones internacionales. En este sentido, el documento cataloga a los movimientos de resistencia como “elementos estratégicos en la escena internacional, por desempeñar un papel central en la producción y estímulo de transformaciones en la región” (The New Hezbollah Manifesto, 2009).

De esta percepción parte la relación del Partido de Dios con los demás actores que componen el sistema regional e internacional. De ahí que estos sean catalogados como aliados (Siria e Irán) o enemigos (EE.UU. e Israel) y, en consecuencia, sea emprendida una especie de política exterior diferenciada, independiente y en muchos casos contraria a la estipulada por el Estado libanés.

En líneas generales, el Nuevo Manifiesto emitido por el Partido de Dios en 2009, denota el compromiso de la organización con las principales causas de la región: el conflicto árabe-israelí y la lucha contra la hegemonía occidental y estadounidense en el área, así como el papel del Líbano en las relaciones internacionales. Asimismo, comprende su preocupación por democratizar el aparato gubernamental y eliminar el confesionalismo político que rige en el país. Es decir, tanto la proyección doméstica como la regional se articulan en este documento para ratificar el influjo de Hezbollah como movimiento político-militar de resistencia y su creciente papel como actor regional.

Reconocimiento regional: contradicciones

En el plano internacional, la guerra de 2006 entre Israel y Hezbollah significó el cierre de la reestructuración del orden regional que se venía conformando en dos bloques opuestos y relativamente definidos: EE.UU. e Israel por un lado, e Irán, Siria y Hezbollah por otro. La alineación Irán-Siria-Hezbollah pasaría a denominarse Eje de la Resistencia9, aunque desde una perspectiva más amplia también incluye al Hamas palestino, el Movimiento Yemení Ansarolá y otros grupos aliados (Jofré Leal, 2016).

Hacia 2010, la cooperación militar y de seguridad al interior del Eje experimentó un notable fortalecimiento, debido a las propias dinámicas regionales. Los debates en torno al programa nuclear iraní y la reacción que este hecho generó para Occidente y sus aliados en el área, eran los más recurrentes. Asimismo, la guerra en Siria (2014) movilizó a los miembros del Eje en función de salvar la denominada “columna de la resistencia”. De esta forma, Hezbollah comienza a formar parte de alianzas regionales que marcan su protagonismo tanto en los conflictos que atañen al resto de sus miembros, como en la consecución de un proyecto que garantice la estabilidad regional. Su reconocimiento como actor regional es valorado a partir de la conformación de estas alianzas y en la postura que suscitó este hecho en otros actores regionales e internacionales.

En cuanto a EE.UU., debe señalarse que, desde su fundación, Hezbollah lo ha considerado como enemigo natural del movimiento y así lo manifestó en su documento fundacional, catalogándolo de “Gran Satán”. El rechazo a la cultura occidental y a la hegemonía que intenta imponer en Oriente Medio en todos los órdenes, son los ejes de su postura ante Washington.

Después de los sucesos del 11 de septiembre de 2001 (11-S), la administración Bush adoptó una política exterior agresiva hacia Oriente Medio. El marco de la llamada “guerra global contra el terrorismo” sirvió de pretexto para intervenir militarmente en muchos países del área (Fuentes Febles, 2004).

Las acciones para desarticular a Hezbollah también ocuparon un espacio en la agenda estadounidense. El Partido de Dios ya había sido incluido en la lista de organizaciones terroristas desde 1997. Sin embargo, luego de los sucesos del 11-S, EE.UU. elevó su estatus al de “organización terrorista extranjera” con alcance global. Bajo esta prerrogativa, declaró la imposición de sanciones contra cualquier Estado o partido que no brindara cooperación en congelar sus activos o detener a sus operativos (Harb & Leenders, 2005).

A partir de estas declaraciones, EE.UU. dirigió amenazas con imponer sanciones al gobierno del Líbano si no accedía a bloquear las cuentas bancarias del Partido de Dios. Sin embargo, el gobierno libanés no retiró el reconocimiento a la organización chiíta y continuó defendiendo su legitimidad como movimiento de resistencia.

Asimismo, el accionar de Washington desde el seno de las Naciones Unidas ha estado encaminado a promover resoluciones y misiones especiales para lograr neutralizar la organización chiíta y, al propio tiempo, preservar los intereses de Israel como su principal aliado en la región. Es intención manifiesta de EE.UU. evitar las expresiones de apoyo social y reconocimiento regional a esta importante fuerza dentro del Líbano y en Oriente Medio.

Asimismo, la postura asumida por actores regionales como Arabia Saudita de enfriar los vínculos económico-comerciales con el Líbano, pasa por el interés de este estado en presionar al gobierno libanés para lograr desarticular a Hezbollah. Detrás de estas acciones también subyace la intención de Riad de limitar la influencia de su enemigo histórico: Irán y, al propio tiempo, consolidar su posición como potencia regional.

En sentido general, las acciones de EE.UU. y sus aliados hacia el Partido de Dios y su creciente papel tanto en el ámbito doméstico como regional, parte de la amenaza que representa este movimiento para sus intereses geopolíticos en Medio Oriente. En consecuencia, Washington ha emprendido una campaña para desarticular a la organización libanesa y evitar el apoyo de sus principales aliados en el área.

CONCLUSIONES

Desde su creación en 1982, la evolución de Hezbollah se ha manifestado en diversas esferas. La influencia que ha logrado alcanzar el Partido de Dios en el gobierno libanés le ha permitido ampliar sus horizontes políticos, gracias a lo cual hoy se manifiesta como un partido político con influencia no solo en este ámbito, sino también en los órdenes social y militar.

La vinculación del Partido de Dios con importantes actores del área ha marcado la historia del movimiento. Las relaciones con los gobiernos de Siria e Irán han fortalecido el papel de la organización chiíta, tanto en el plano doméstico como regional. Es así que Hezbollah ha devenido en una fuerza importante y decisiva en aras de conformar un frente unido de combate contra los principales factores de desestabilización en Oriente Medio: el peligro inminente que representan la expansión sionista, la actuación de EE.UU. y el auge del terrorismo.

La capacidad militar de Hezbollah como movimiento de resistencia ante la agresión y ocupación israelí, así como su arraigado compromiso con la causa árabe en los conflictos del Oriente Medio, lo definen como un actor relevante a nivel regional. De ahí la implicación que actualmente tiene la organización chiíta en los marcos de la escalada del conflicto israelo-palestino, luego de la intervención de Israel en la Franja de Gaza en octubre de 2023.

notas

1 En julio de 1975 Musa al-Sadr creó las Brigadas de la Resistencia Libanesa (Afwaj al-Muqawama al-Lubnaniya), más conocidas por su acrónimo Amal (Esperanza) en representación de la comunidad chiíta. Más tarde, este movimiento encarnaría uno de los partidos políticos de mayor relevancia en el contexto libanés.

2 La organización chiíta también recibe apoyo financiero a través del khums, o sea, mediante una parte de los ingresos anuales que deben aportar sus miembros como un deber religioso. Además, la Asociación de Apoyo a la Resistencia Islámica recibe valiosas donaciones de instituciones privadas e individuos alrededor del mundo que se identifican con la organización (Vélez Castro, 2014).

3 El chiísmo se inscribe en la teoría Jhomeinista en la que un jurista religioso (Wilayat Al Faqih) sustenta poder político. La autoridad de este, tanto espiritual como política, no debe ser cuestionada, puesto que ostenta la autoridad de un jurisconsulto debido a la ausencia del duodécimo imán.

4 El maronismo político es entendido como la permanencia de la secta maronita (rama del cristianismo) a la cabeza del estado libanés, gracias a la posición privilegiada otorgada por Francia a partir el Pacto Nacional de 1943.

5 A través de los Acuerdos de Taif (The Taif Agreements) se pactó el fin de la Guerra Civil Libanesa y la forma en que este proceso se implementaría, así como las reformas que serían emprendidas en el sistema político.

6 Este territorio, tradicionalmente considerado como de soberanía Siria, fue ocupado por Israel desde la guerra de 1967 junto con las Alturas del Golán. Sin embargo, luego de la retirada israelí del sur libanés, comenzó a ser reclamado por Beirut, quien ha contado a tales efectos con el apoyo de Damasco, a pesar de que una investigación especial de la ONU estimó que las granjas habían pertenecido históricamente a Siria. Los orígenes de la disputa se remontan a las imprecisiones existentes desde la etapa del mandato francés. Aunque los pobladores locales tradicionalmente se consideraban libaneses, en casi la totalidad de la cartografía existente el área aparece comprendida dentro de las fronteras sirias (Mesa Delmonte, 2015).

7 Las “reglas del juego” constituyeron un acuerdo tácito entre Hezbollah y las tropas israelíes en la década de los 90 en aras de mantener los ataques contra objetivos enemigos dentro de la “zona de seguridad” y aseguraba la protección de la población civil. Dicha “zona de seguridad” fue establecida en 1978 luego de la Operación Litani para evitar confrontaciones directas entre la OLP y las tropas israelíes. Esta zona comprendía unos 1 100 km en el sur del Líbano.

8 La ciudad libanesa de Qana fue bombardeada el 30 de julio de 2006 por fuerzas israelíes, dejando un saldo de 65 muertos en la población civil, la mitad de ellos eran niños.

9 Esta no constituyó una alianza militar en términos formales, sino el establecimiento de vínculos políticos entre actores que compartían enemigos y causas comunes. Pertenecer al Eje permitió a sus miembros no solo proyectarse como grupo en defensa de intereses regionales, sino también contar con un sistema de seguridad en caso de una confrontación militar que involucre alguno de sus miembros.

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CONFLICTO DE INTERESES

Los autores declaran que no existen conflictos de intereses relacionado con el artículo.

AGRADECIMIENTOS

A la profesora María Elena Álvarez Acosta, por el aporte académico a este trabajo y por su especial dedicación a sus estudiantes.

CONTRIBUCIÓN DE AUTORÍA:

Lic. Edisleydi Curbelo García: Conceptualización, Curación de datos, Análisis formal, Investigación, Metodología, Administración del proyecto, Software, Supervisión, Validación, Visualización, Redacción – borrador original, Redacción – revisión y edición.

Lic. César Crespo Pérez: Curación de datos, Análisis formal, Investigación, Metodología, Software, Supervisión, Validación, Visualización, Redacción – revisión y edición.

FINANCIACIÓN

No existe financiamiento externo a los autores ni otros compromisos.

PREPRINT

No publicado.

DERECHOS DE AUTOR

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