Cuba en Uruguay: 1959-1960

Cuba in Uruguay: 1959-1960

Dr. C. Roberto García Ferreira

Doctor en Historia. Profesor adjunto de historia latinoamericana en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República Uruguay. Montevideo, Uruguay. robertogarciaferreira@hotmail.com

0000-0002-8786-8608

Cómo citar (APA, séptima edición): García Ferreira, R. (2024). Cuba en Uruguay: 1959-1960. Política internacional, VI (Nro. 3), 158-171. https://doi.org/10.5281/zenodo.12626787

DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.12626787

 

Recibido: 5 de febrero de 2024

Aprobado: 7 de marzo de 2024

publicado: 10 de julio de 2024

 

RESUMEN El texto describe algunos de los hechos más significativos que jalonaron la proyección de la Revolución Cubana en Uruguay durante sus dos primeros años. Es parte de una investigación mayor enfocada a dar cuenta de los vínculos bilaterales entre ambos países desde el golpe de Batista en 1952 y hasta la primera ruptura de relaciones decretada por el gobierno uruguayo en 1964. Las fuentes en que se sustenta este artículo provienen de una diversidad de archivos regionales entre los que cabe muy especialmente destacar la documentación consultada en el Archivo Central del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba1. A ello se añaden documentos de similares características consultados en las cancillerías de Uruguay, Argentina, Brasil, México, Chile, Bolivia, Guatemala y Honduras. Se cruzan en el trabajo y ofician de marco interpretativo, las tensiones de la Guerra Fría que desde 1947 se hacían sentir con nitidez en el ámbito hemisférico pero que desde 1959 se agravaron notablemente a raíz del fuerte impacto que producía el desafío revolucionario cubano. Uruguay, que gozaba de un lugar de prestigio regional por la solidez de su democracia no quedó exento de esas tensiones y el texto prioriza dos niveles de análisis: por un lado, describir las actividades de defensa de la revolución emprendidas por la embajada cubana en Montevideo y, por otro, la amplia receptividad que generaba Cuba a nivel doméstico.

Palabras claves: Revolución Cubana; Uruguay; Guerra Fría; Cuba; relaciones internacionales

ABSTRACT The text describes some of the most significant events that marked the projection of the Cuban Revolution in Uruguay during its first two years. It is part of a larger investigation focused on the bilateral ties between the two countries from Batista's coup in 1952 until the first rupture of relations decreed by the Uruguayan government in 1964. The sources on which this article is based come from a variety of regional archives, among which the documentation consulted in the Central Archive of the Ministry of Foreign Affairs of Cuba is particularly noteworthy. To this are added documents of similar characteristics consulted in the chancelleries of Uruguay, Argentina, Brazil, Mexico, Chile, Bolivia, Guatemala and Honduras. The tensions of the Cold War, which since 1947 were clearly felt in the hemispheric sphere but which since 1959 worsened notably as a result of the strong impact produced by the Cuban revolutionary challenge, intersect in the work and serve as an interpretative framework. Uruguay, which enjoyed a place of regional prestige due to the solidity of its democracy, was not exempt from these tensions and the text prioritizes two levels of analysis: on the one hand, describing the activities undertaken by the Cuban embassy in Montevideo in defense of the revolution and, on the other, the broad receptivity generated by Cuba at the domestic level.

Keywords: Cuban Revolution; Uruguay; Cold War; Cuba; International Relations

 

INTRODUCCIÓN

Uruguay, Cuba y la Guerra Fría latinoamericana

Uno de los principales problemas que han caracterizado a la historiografía tradicional de Uruguay ha sido su escaso grado de internacionalización. Ello redunda en contribuciones que aún atienden en forma marginal la dimensión internacional como una variable también explicativa de los procesos y hechos locales. Durante muchas décadas primaron enfoques que mayoritariamente estaban signados por el mito de la excepcionalidad democrática del país respecto a una región que como la de América Latina durante la contienda bipolar, estuvo signada por el golpismo militar y las intervenciones estadounidenses en tanto poderoso actor hegemónico. Esa limitante que priorizaba el nacionalismo metodológico como unidad privativa de análisis ha venido revirtiéndose en la última década. Sin embargo, existen importantes nichos aún pendientes de profundización, así como de la aplicación de perspectivas que atiendan a lo trasnacional de forma más sistemática. Ello se hace particularmente notorio en temas que tienen que ver con la historia internacional del país, campo en el cual los vacíos parecen ser mayores, algo en parte derivado de una muy insuficiente consulta de los archivos diplomáticos disponibles, entre otros acervos.

El empleo de numerosas colecciones disponibles tanto en el Ministerio de Relaciones Exteriores como en otros varios acervos locales donde se conserva documentación de gobierno, universitaria, estudiantil y policial, permite echar luz sobre un conjunto de cuestiones que han sido pasadas por alto en la historiografía.

Primero, las relaciones internacionales del país no solo deben ser concebidas en función de la fuerte impronta que históricamente ejercen los vecinos más próximos, es decir, Argentina y Uruguay, o Estados Unidos como actor muchas veces decisivo en la Guerra Fría. También la política exterior uruguaya parece haberse proyectado con cierta fuerza en geografías más distantes como por ejemplo Centroamérica y el Caribe.

Segundo, las investigaciones con fuentes primarias no solo uruguayas sino también de otros vecinos latinoamericanos, sugieren que el país parece no haber sido un actor marginal y exclusivamente periférico en la contienda global de amplias repercusiones regionales. En efecto, muchos fueron los actores que ponderaron una y otra vez el grado de institucionalización y la estabilidad democrática uruguaya en esa primera parte de la Guerra Fría, agradeciendo su rol mediador ante varias coyunturas de tensión en el siempre convulso mar Caribe.

Derivado de lo anteriormente expuesto, y como tercera observación, Uruguay fue también un sitio que por su ubicación geopolítica ambientó e hizo posible la circulación de numerosos perseguidos políticos provenientes de diversas latitudes, circunstancia que se proyectó hacia el mundo político, intelectual, académico y por supuesto, en las relaciones internacionales.

En cuarto lugar, corresponde añadir que en función de lo anterior, la política internacional y los asuntos que trascendían las fronteras nacionales parecen haber motivado crecientes involucramientos que abarcaron a un conjunto bastante más amplio que el de la clase dirigente a nivel político. La Universidad de la República, la prensa escrita, el pequeño pero intenso mundo intelectual, los estudiantes universitarios y diversos movimientos sociales, entre ellos numerosos sindicatos que tenían amplia vida legal en el país, participaron activamente, tomaron públicamente partido y procuraron incesantemente que su voz llegara a los tomadores de decisión en política exterior.

Cuba y su Revolución desde 1959 fueron claramente uno de esos asuntos de política internacional que se colaban en la agenda doméstica local con insistencia. Lo interesante a que remite la investigación de archivo es que los avatares en la isla caribeña fueron motivo de debate no solo a partir de la victoria revolucionaria.

En ese sentido, importan destacar algunos significativos: la amplia actitud de condena al golpe de Batista en marzo de 1952; las actividades en clave de solidaridad democrática cumplidas desde la embajada uruguaya en La Habana ante los perseguidos políticos durante las varias oleadas represivas sobre todo desde 1957; circunstancias de las cuales se ocupó a menudo la prensa uruguaya y de la que no estuvieron ajenos numerosos otros actores sociales como la Federación de Estudiantes Universitarios de Uruguay (FEUU) y la casa mayor de estudios, la Universidad de la República, según dejan ver sus documentos internos y diarios de sesiones (Ayala, García, 2022). A lo anterior debe añadirse que al propio Fidel Castro, una vez detenido a mediados de 1956 en México por las autoridades de ese país, se le sugirió ser recibido como asilado en Montevideo, habida cuenta de la amplia política de resguardo que primaba y distinguía a Uruguay en el concierto latinoamericano. Debe tenerse presente a este respecto que poco después, en mayo de 1957, arribó como refugiado el expresidente guatemalteco Jacobo Arbenz, derribado del poder tras el recordado golpe de 1954 (García, 2013). Y, meses más tarde, haría lo propio el otro expresidente revolucionario, Juan José Arévalo, estrecho colaborador del influyente y leído semanario Marcha, desde el cual celebró la lucha “épica de Fidel Castro” y fustigó en duros términos la política anticomunista de Estados Unidos. Ya por entonces, la Fábula del Tiburón y las Sardinas, con reedición montevideana, era leída con indisimulable entusiasmo (García, 2015). El viaje del periodista uruguayo Carlos María Gutiérrez a la Sierra Maestra para entrevistar a los revolucionarios cubanos y la serie de reportajes a que esa experiencia dio lugar también acicatearon al público local acercando una realidad que no parecía tan lejana.

Todo ello contribuye a explicar mejor la fuerte efervescencia con que fue saludada la victoria revolucionaria de 1959 entre la clase política uruguaya y el fervor con que la misma fue saludada por la sociedad uruguaya ese mismo verano en que llegó la noticia. Algunas de estas cuestiones, por último, constituyen el objetivo central de esta colaboración que discute la proyección revolucionaria cubana en sus dos primeros años.

DESARROLLO

Uruguay y la “cuestión cubana” en 1959: transiciones compartidas

Al confirmarse la derrota y huida de Batista, el embajador en Uruguay partió sin dejar rastro. De manera similar a lo que sucedió en otras capitales de América Latina, varias misiones diplomáticas de Cuba fueron tomadas por grupos de exiliados que procuraban celebrar la victoria y hacerse cargo directamente de los asuntos diplomáticos. Uruguay no estuvo exento de eso y uno de los cubanos exiliados en Montevideo desde el año anterior, participó directamente del cerco a la embajada de la dictadura junto a jóvenes estudiantes universitarios y militantes políticos vinculados a las izquierdas locales.

La victoria fue rápidamente destacada por la prensa local y diversas fuentes sugieren que el gobierno uruguayo intentó ser el primero de la región en otorgar el reconocimiento internacional de estilo como forma de dar una fuerte señal política. El verano uruguayo y las vacaciones dilataron la reunión del Consejo Nacional de Gobierno, ejecutivo colegiado integrado por nueve miembros que gobernaba el país desde 1952. Sus decisiones eran tomadas por mayoría en conjunto con los representantes de cada ministerio, en este caso, el canciller. Otro elemento distorsivo para el rápido reconocimiento fue que se trataba de un gobierno que salía, habida cuenta que, tras casi un siglo en el poder, el Partido Colorado había sido derrotado en las elecciones de noviembre de 1958 por el Partido Nacional. De igual forma, en la sesión del día 8 de enero, el gobierno uruguayo finalmente consensuó otorgar el reconocimiento y dar continuidad a las relaciones bilaterales. No hubo discusión, dado de que se trataba de un tema harto conocido sobre el cual existía consenso al momento de calificar lo sucedido en el “hermano pueblo de Cuba”: un “movimiento espontáneo” con “indudable apoyo de la opinión pública”. En palabras del propio canciller, no debía fundamentar en forma “muy amplia” para convencer a sus pares2.

Al siguiente mes, durante febrero de 1959, la temática bilateral estuvo centrada en la participación de representantes cubanos para la toma de posesión del nuevo gobierno que asumiría funciones el 1ro. de marzo de ese mismo año. Allí la cuestión pasaba por saber qué tipo de ceremonias tendrían lugar. Según consignan diversas fuentes, el Consejo Nacional de Gobierno decidió, impulsado por la política de austeridad que pregonaba el partido vencedor en las elecciones nacionales, no cursar invitaciones a los Estados extranjeros para las ceremonias oficiales3. Por ende, se explicitaba que la representación de los mismos estaría constituida por el Cuerpo Diplomático acreditado en el país, por lo cual no sería necesaria la presentación de credenciales en misión especial. Había con eso un inconveniente a solucionar: los nuevos representantes del gobierno revolucionario en transición no habían sido reconocidos por las autoridades uruguayas ante las cuales no se habían presentado Cartas Credenciales. El Secretario de Estado cubano, Roberto Agramonte, dirigió entonces un telegrama a su par uruguayo solicitando tuviera en cuenta aquella situación, por demás excepcional4. Debe señalarse que Cuba consideraba que sus representantes debían estar presentes de alguna forma.5 El gobierno uruguayo aceptó y dos representantes cubanos asistieron a la ceremonia.

A fines de marzo, una delegación de combatientes revolucionarios cubanos arribó a Montevideo. Fueron recibidos con expectación. En un gesto importante tras negociaciones emprendidas por la embajada cubana, el gobierno uruguayo que recién se iniciaba costeó los gastos de los visitantes en una “manifestación de cortesía” como detalla un informe enviado a La Habana evaluando las actividades de esa comitiva en Uruguay.6 Hubo varios actos públicos, entre ellos uno en el Paraninfo de la Universidad, desbordado de público; una conferencia de prensa y un homenaje en la Junta Departamental de Montevideo donde fueron pronunciados elocuentes mensajes de solidaridad hacia la isla. También de sentido agradecimiento: “por vuestro triunfo un tirano menos hay en América” expresó uno de los ediles pertenecientes a la lista mayoritaria en los últimos comicios.7

Una de las peores catástrofes naturales que afectó a Uruguay tuvo lugar el mes siguiente: las fuertes lluvias que sin cesar cayeron en abril provocaron una serie de graves inundaciones. La crecida de las aguas prácticamente detuvo las actividades de gobierno, paralizando su acción política en varios terrenos, decretándose medidas de excepción para atender la citada crisis que se generó. Mientras eso sucedía, el canciller uruguayo designado, Homero Martínez Montero, visitaba la comisión de relaciones internacionales de la Cámara de Representantes. Sus integrantes querían saber, de primera mano, acerca del rumbo que en cuanto a política exterior el nuevo gobierno estaba deseoso en imprimir. Se tenía en cuenta la tradición política previa del partido ahora gobernante, el cual desde la oposición había formulado fuertes críticas al rumbo internacional, cuestionando tratados, el rol de Estados Unidos en América Latina y demás tensiones propias de un orden signado por la Guerra Fría. Sin embargo, el novel canciller destacó por su pragmatismo y enfatizó sobre todo las continuidades en materia de política exterior: “no hay un Estado desaparecido el 28 de febrero de 1959 para dar nacimiento a otro país al día siguiente…”.8

El Comité de los 21 que tendría lugar en Buenos Aires coincidió, en parte, con los sucesos naturales que vivía Uruguay. Hacia esa reunión llegó Fidel Castro representando a Cuba. Su presencia en Buenos Aires generó expectativa en la vecina capital uruguaya y la federación estudiantil realizó gestiones ante la embajada cubana para para poder concretar el arribo del joven Primer Ministro cubano a tierras uruguayas. Terminados sus compromisos en Argentina, Castro arribó a Uruguay al iniciarse el mes de mayo. Permaneció unas escasas pero intensas horas. Ya en la terminal aérea el recibimiento desbordó las expectativas de los organizadores. Al pie del avión dialogó por más de treinta minutos con los periodistas allí apostados mientras cientos de personas aguardaban y observaban desde los balcones portando banderas y pancartas de saludo. Visitó la sede del Consejo de Gobierno, recibió a una delegación de estudiantes en el hotel donde se hospedó y solicitó visitar las zonas inundadas que sobrevoló en avión descendiendo en algunos sitios donde departió y almorzó con los pobladores afectados. También fue el único orador de un acto público que tuvo lugar en el centro de la capital. Sus palabras fueron escuchadas por unas 40 000 personas sostienen diversas crónicas, un número desusado para la época. Ya en el avión de regreso, un periodista uruguayo que lo entrevistó poco antes de partir, observó los cientos de cartas y telegramas de salutación que llevaba rumbo a Cuba. Antes de partir, dejó asentada una donación de 20 000 dólares para contribuir a paliar la difícil situación que habían dejado la crecida de las aguas (García, 2017).

Por ese entonces, la puesta en práctica en Cuba, ese mismo mes, de la primera Ley de Reforma Agraria, contribuyó al debate en Uruguay. Como puede verse en varios informes de inteligencia policial, la embajada cubana gestionó viajes de periodistas uruguayos invitando también a representantes del ministerio correspondiente, quienes finalmente desistieron de presenciar en la isla caribeña la puesta en práctica de la medida. La prensa local se hizo eco y en varias notas de prensa, surgió la evocación del diferendo entre Guatemala y Estados Unidos con la participación destacada de la United Fruit Company. Las acciones en el Caribe, signado por las varias dictaduras que aún sobrevivían y enfrentaban por medio de sabotajes el reciente desafío regional que suponía Cuba, provocaron varios enfrentamientos que tuvieron su repercusión en el ámbito de la Organización de Estados Americanos. Fue precisamente este organismo el que fue convocado tras los hechos en República Dominicana, donde fue violentamente atacada la embajada cubana y su personal allí presente. Ambos países rompieron relaciones y para intentar apaciguar las tensiones en esa zona, los cancilleres americanos se reunieron en Santiago de Chile donde fue convocada la V Reunión de Consulta entre los días 12 y 18 de agosto. De allí nació la denominada “Declaración de Santiago”, que insertaba consideraciones sobre el desarrollo y la democracia representativa latinoamericana, el principio de no intervención y la custodia de los Derechos Humanos. Fue firmada por Cuba y Uruguay. Este último dejó consignadas varias reservas al texto final; mientras que el canciller cubano Raúl Roa señaló en los debates la contradicción de que estuvieran presentes discutiendo esos temas delegados dominicanos. De todos modos, concluyó que su delegación “se va de Santiago de Chile como vino: de pie y con la frente alta” (27).

Paulatinamente, como ha destacado Carlos Alzugaray, los cambios revolucionarios en la isla iban abarcando las múltiples áreas y esferas del Estado, una de ellas, la cancillería, en tanto la política exterior revolucionaria consideraba un pilar básico de la defensa de la Revolución, la búsqueda de la solidaridad hemisférica (Alzugaray, 2022). En parte, ello se ve reflejado en la documentación cubana: un informe fechado en Montevideo a inicios de octubre de 1959, trazaba un panorama bastante amplio acerca de cuál era la posición del gobierno uruguayo respecto a Cuba, a Estados Unidos, así como de las fuerzas a favor y en contra de la Revolución, diferenciando la capital con el resto del país.9

La capital uruguaya mostraba para entonces algunas señales promisorias pues la causa de la Revolución Cubana despertaba creciente solidaridad, en buena medida motivada por lo que era una amplia y activa vida sindical y estudiantil, espacios donde la defensa de Cuba iba tornándose en una bandera reivindicativa empleada muy a menudo. Por entonces, y entre los varios cambios que se producían internamente en La Habana, estuvo la elevación del rango de la misión cubana en Montevideo, designándose un embajador para su representación.

La embajada revolucionaria en acción

El abogado Mario García Incháustegui fue el designado. Tenía 33 años, había realizado la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana entre 1945 y 1950, siendo objeto de campañas contrarias desde la prensa por sus posiciones antimperialistas. Ya desde entonces mantenía estrecho contacto con el mundo internacional en tanto había sido Secretario de Relaciones Exteriores de la Federación de estudiantes cubanos. Sus actividades contrarias a la dictadura de Batista le llevaron a no aceptar su designación en Juzgado Municipal, pese a que había obtenido el puesto mediante concurso. Tras ello llegó el exilio en Venezuela, desde donde aportó recursos para el Movimiento 26 de Julio. Luego de la victoria y regresado a su país natal, se le restablecieron sus derechos asumiendo en el Juzgado hasta fines de 1959 cuando el recién creado Ministerio de Relaciones Exteriores le confió la labor diplomática como embajador en Uruguay. A mediados de enero de 1960 tuvo lugar su despedida formal en un “animado cocktail” junto al Encargado de Negocios de Uruguay en La Habana, Bruno Corradi.10

Diez días más tarde, ya en Montevideo, presentó sus cartas credenciales ante el presidente del Consejo Nacional de Gobierno y el canciller de la República, quienes habían dado antes su complacencia durante una de sus reuniones habituales.11 Entre los diplomáticos extranjeros acreditados ante Uruguay, se destacaba la juventud del caribeño12 y que desempeñaba por primera vez funciones diplomáticas, indicaba el embajador de Chile. Venía precedido de “abundante propaganda” de los diarios de Montevideo, completó el funcionario trasandino.13

Desde entonces y hasta su expulsión en enero de 1961, su actividad sería intensa promoviendo la solidaridad hacia la Cuba revolucionaria. Una parte importante de las mismas se enfocó en intentar trascender y llegar con el mensaje revolucionario a un público no necesariamente urbano. En ese sentido, el informe del mes de octubre del año anterior parece haber sido una buena base para justificar ese enfoque. Fuera de Montevideo, la situación se caracterizaba por la existencia de “una gran campaña negativa a nuestra Revolución por medio de organizaciones y asociaciones estudiantiles”. Se consideraba que en las “zonas del país en que se ha manifestado la oposición de la Revolución” había una “falta de propaganda” lo que redundaban en un “desconocimiento de lo que verdaderamente está pasando en Nuestra Patria”.14 Por esa razón, como destaca un amplio informe preparado por el servicio de inteligencia policial que vigilaba de cerca a la embajada cubana,15 se promovieron activamente actos de solidaridad en capitales y localidades pequeñas de diversos departamentos del Uruguay, entre ellos San José, Paysandú, Salto, Lavalleja, Tacuarembó y Canelones. Hasta mediados de año en varias de ellas se contó con la presencia del embajador Mario García Incháustegui. A inicios de julio, alertado sobre las posibilidades de que se lo declarase non grato por parte del gobierno, y consciente de la vigilancia policial redujo considerablemente su presencia como participante y orador. Es que días antes, más concretamente a fines de junio, corrió un insistente rumor en tal sentido, como informaba el diario opositor al gobierno uruguayo, Acción. Dicho medio, dirigido por el expresidente uruguayo Luis Batlle Berres, y de posturas generalmente favorables hacia Cuba, se preguntaba “¿por qué diablos salimos nosotros a echar leña a la hoguera diciéndole al embajador de Cuba, váyase, porque nos incomoda?”.16

Resulta imposible en un texto de estas características detenerse en la descripción pormenorizada de ese intenso año de 1960 para el embajador Incháustegui y el personal diplomático que le acompañaba. En febrero, el embajador acompañó a una extensa entrevista con el canciller a la misión de los diplomáticos Carlos Lechuga y Artiles Marrero, quienes como parte de un periplo más amplio por América Latina, arribaron a Montevideo para invitar al gobierno uruguayo a participar de una conferencia que tendría lugar en La Habana y que abordaría los temas comunes a los países subindustrializados.17 Recibieron una fría, aunque amable respuesta en ese sentido, entre otras cuestiones por la negativa expresada anteriormente por Brasil, país que tradicionalmente tenía importante incidencia la actividad internacional del pequeño vecino ubicado al sur.

Confirmada la breve visita del presidente Dwight Eisenhower a Montevideo para el día 2 de marzo, la agenda local quedó centrada en el recibimiento al visitante y cuál debía ser la postura ante el mismo. A la vez, aquello dio pie para revisar críticamente las relaciones de EE.UU. con América Latina, el apoyo a las dictaduras regionales, el golpe en Guatemala y la creciente disputa bilateral entre la emergente Revolución Cubana y el poderoso vecino del norte. Pese a coincidir con la temporada de verano, hubo una intensa labor durante el mes de febrero. La Federación de Estudiantes Universitarios de Uruguay, con algunos de sus máximos dirigentes muy cercanos al embajador cubano, desplegaron un conjunto de actividades para promover un recibimiento crítico al visitante.18 El punto más alto fue la exhibición de numerosos carteles antimperialistas dando vivas a la Revolución Cubana en varias facultades, mientras la comitiva del presidente visitante circulaba por Montevideo. Hubo una dura represión por parte del gobierno que fue motivo de amplios debates, en tanto las fuerzas del orden, en forma desproporcionada, violaron la autonomía de la casa mayor de estudios, entre otras numerosas acciones.

Poco después, ya en mayo, un nuevo aniversario del fallecimiento de José Martí, dio pie para varios homenajes y participaciones públicas del embajador cubano. Una de ellas tuvo lugar en la Junta Departamental de Montevideo, donde el diplomático fue recibido por el pleno de ese colectivo. La convocatoria había merecido amplio respaldo de los curules, quienes aprovecharon la instancia para hacer uso de la palabra. Las evocaciones se repitieron, así como las expresiones de gratitud y reconocimiento a lo que había significado Martí para América Latina. Cerró la oratoria el propio embajador Incháustegui, agradeciendo aquel “acto bello y emocionante” de parte de las y los oradores uruguayos que demostraban tener un “conocimiento profundo” del prócer caribeño. Su intervención, mientras tanto, se permitió escudriñar en el “Martí revolucionario” y en la obra que el nuevo gobierno desde 1959 estaba impulsando contrarrestando además “las campañas de difamación”.19

Esos días, el diplomático caribeño compareció en un programa televisivo para una entrevista. Durante la misma, informaba el semanario Marcha, llamó especialmente la atención la hostilidad que tuvieron los periodistas hacia el embajador. Al día siguiente, uno de los diarios en los que trabajaba uno de los panelistas se deslindó de la actitud asumida por su cronista.20

A fines de ese mismo mes, acompañado del canciller Raúl Roa, llegó a Montevideo el presidente cubano Osvaldo Dorticós. Era parte de una gira más amplia en respuesta al pasaje previo por el Cono Sur del presidente Eisenhower. A la vez, la búsqueda de profundizar los lazos de solidaridad con los pueblos de América Latina constituía un elemento clave de la estrategia y está muy bien documentada en el trabajo “Otros pasos del Gobierno Revolucionario Cubano” de Luis Buch y Reinaldo Suárez. El gobierno uruguayo debatió el carácter de la visita resolviendo negativamente a considerarlo como huésped oficial, en tanto el presidente cubano llegaba también a Argentina que conmemoraba el aniversario de la Revolución de Mayo.21 En Montevideo, a nivel oficial, el gobierno parece haber cumplido con cierta incomodidad el protocolo desplegando acciones tendientes a limitar la participación de los visitantes. Sobre ello se les impidió ser oradores de un acto público auspiciado por la FEUU uruguaya y varios sindicatos. Saltándose ese impedimento, la Universidad de la República decidió, en base a su autonomía, recibir y escuchar en una sesión especial del Consejo tanto al canciller Roa como al presidente Dorticós. Los consejeros -decanos, estudiantes y funcionarios- se trasladaron al Paraninfo universitario, que fue desbordado de público. Hizo uso de la palabra el Rector, quien agradeció a los visitantes, les hizo saber de la extensa tradición latinoamericanista de los universitarios uruguayos y les recordó que por allí también habían disertado varias figuras entre ellas, el expresidente Juan José Arévalo.

Tras ello tomó la palabra Raúl Roa dando cuenta de la política exterior de la Revolución Cubana y su proyección regional, luego de lo cual hizo su disertación el presidente cubano Dorticós. En el caso del mandatario, expresó: “nuestra gratitud para ustedes, para esta casa de estudios y para el pueblo de Uruguay, es la gratitud de un pueblo que sabe que cuenta con hermanos en las horas brillantes pero también más difíciles de su historia”.22 Como se consigna en el acta, ambos discursos fueron interrumpidos en numerosas ocasiones por vivos aplausos del público asistente.

Ese invierno Montevideo estuvo signado por una intensa circulación de dirigentes y estudiantes de varios países que se preparaban para el Congreso Latinoamericano de las Juventudes que tendría lugar en La Habana durante julio. De esas actividades surgió meses más tarde y ya oficialmente el Comité Coordinador de Apoyo a la Revolución Cubana -en el marco de un conjunto amplio de actividades en lo que se denominó como semana de la solidaridad hacia la isla, una entidad que Cuba valoraría de manera especial desde entonces, distinguiéndola favorablemente dentro del concierto latinoamericano. En palabras del secretario de ese comité, Victorio Casartelli, "fuimos el único país de América Latina que armó un movimiento de estas características" (Yaffé, 2012, 39). Entre los numerosos hechos a destacar, debemos resaltar, por su impacto, la publicación por parte de una lista importante de universitarios uruguayos, de una extensa carta de apoyo a la Revolución Cubana.23 Como vemos en prontuarios y demás informes policiales, la nota supuso: un nuevo enemigo, el castrismo parecía abrirse paso y complementar lo que eran sus habituales pesquisas anti soviéticas. De hecho, el año 1960, siempre partiendo del estudio de la documentación policial, parece indicar un desplazamiento hacia Cuba en lo que eran las prioridades que, en materia de recopilación de información de inteligencia, tenían los agentes uruguayos. Aquella información abierta dio oportunidad para actualizar el sesgo ideológico de una lista importante de personas, muchas de las cuales no tenían actuación pública en el plano político y/o sindical. Para ellos sería, en efecto, su primera anotación.

En ese ambiente de temor se llegó al aniversario del 26 de julio. Esos días, la convocante y amplia solidaridad con Cuba pareció dar un salto en cuanto a su movilización. Desde el gobierno se sobredimensionaron los hechos, previéndose una serie de dispositivos militares ante una eventual revuelta de quienes fervorosamente expresaban en las calles céntricas de la capital, su solidaridad hacia Cuba. Un informe preparado por Juan David resumía a La Habana la “numerosísima” concurrencia: de “todas las calles adyacentes” se podía apreciar cómo iban llegando al lugar “grupos de obreros, estudiantes, empleados, ancianos, niños y profesionales”. En la plaza, según este documento, hubo alrededor de unas 40 000 personas que no dejaron de “vivar a la Revolución”. Se remitía, en suma, la amplísima lista de organizaciones participantes, testimonio del amplio abanico político e ideológico que suponía la defensa de Cuba a nivel local. No dejaban de informarse, ya en otro plano, las “precauciones militares” dispuestas tanto en Montevideo como en otros sitios del país: pudieron verse “fuertes guardias policiales y militares” que “custodiaban edificios públicos”. Tal “despliegue” abarcó la compañía del gas y la empresa de telégrafos y teléfonos. Los hechos “promovieron toda clase de comentarios” entre la población, máxime cuando desde el Ministerio de Defensa se reconoció que se suspendieron las licencias de las tropas y su par de Interior, sin desconocer la movilización, sostuvo que la misma solo tenía un “carácter meramente precautorio”.24

Desde las páginas de Marcha, el periodista Carlos María Gutiérrez señaló que el día 26, la avenida principal de la capital uruguaya parecía “ocupada militarmente”. Destacó la presencia de la guardia republicana, las brigadas de gases y de varios “agentes de investigaciones”. Sobre la represión desatada hacia un pequeño grupo del cual había partido un grito de “viva Cuba”, el periodista advertía acerca de un fenómeno que comenzaba a naturalizarse: la susceptibilidad policial ante la palabra “Cuba”.25

Contribuían a ese ambiente de tensión las crecientes expresiones anticomunistas, que recibían importante atención en la mayoría de los medios de prensa escrita y radio. Las coberturas de las mismas indican el arribo el país, en esas fechas y como manera de contrarrestar la solidaridad hacia la isla, de varios exiliados contrarrevolucionarios, entre ellos, Luis Conte Agüero.26

Mientras tanto, hacia San José de Costa Rica arribaron las delegaciones de la OEA para las próximas instancias donde se tratarían las tensiones hemisféricas que esta vez, incluían el intento de asesinato por parte del régimen de Rafael Trujillo contra el presidente venezolano Rómulo Betancourt. Las sesiones derivaron en el ataque a Cuba, quien defendió férreamente el principio de no intervención. Internamente, los diferendos regionales se tradujeron en la recordada Primera Declaración de La Habana del día 2 de septiembre, un pilar de la política exterior cubana.27 En el Río de la Plata, la defensa de la Revolución incluía numerosas actividades culturales de divulgación en cines, conferencias, publicación de folletos y exposiciones de arte cubano (LaCruz, 2023).28

Las denuncias sobre la intervención de Cuba en América Latina y particularmente contra la peligrosidad de las actividades de su embajada en Montevideo obligaron a un despliegue muy activo de García Incháustegui, quien procuró insistentemente recalcar que la Revolución respetaba el principio de no intervención, absteniéndose de interferir en los asuntos internos de Uruguay.29 Se agregaban como parte de las tensiones domésticas la firma de la Primera Carta de Intención entre Uruguay y el Fondo Monetario Internacional, fuertemente resistida por una parte de los grupos que defendían el proceso cubano. El acuerdo con el organismo financiero supondría una limitante en cuanto a los márgenes de política exterior de un gobierno ya férreamente cuestionado por el alza de la inflación y de los precios de la canasta básica y el deterioro de los servicios públicos que redundaban en una constante pérdida salarial.

Entre fines de ese año de 1960 e inicios de 1961, las diferencias entre Estados Unidos y Cuba derivaron en la ruptura de relaciones anunciada oficialmente por el gobierno norteamericano el 3 de enero. El vendaval impactó en varias capitales latinoamericanas que hicieron lo propio rompiendo sus vínculos con la isla caribeña. Uruguay no quedó ajeno, aunque el acoplamiento a ese clima regional se haría a su manera, es decir, en forma gradual. Si bien habían sido ya discutidas en numerosas ocasiones las posibilidades de interrumpir relaciones con los países comunistas, esta vez sí se conseguirían las mayorías necesarias para que el Consejo de Gobierno aprobase dos medidas unilaterales especialmente fuertes: declarar “non grato” al embajador cubano y al Primer Secretario de la Embajada de la URSS en Montevideo (Leibner, 2011, Bucheli, 2012; Broquetas, 2014). Ambos debían abandonar el país y tendrían un plazo mínimo para hacerlo. El caso del diplomático cubano fue singular: su expulsión a mediados de enero de 1961 generó una ola de indignación en varios sectores, especialmente juveniles. Como registró el propio García Incháustegui entre sus papeles personales y a través del envío de numerosos recortes de prensa, aquellas 48 horas finales en suelo uruguayo habrían de marcarlo decisivamente. Numerosas y sentidas expresiones de cariño llegaron hasta el edificio de la embajada cubana, se repitieron los abrazos de despedida, los actos públicos y una caravana acompañó al embajador rumbo al aeropuerto de Montevideo donde la fuerte custodia policial le impidió expresar públicamente algunas palabras a los miles de personas que concurrieron en solidaridad. Poco antes, conmovido, le reconoció a uno de los cronistas que llevaba “a los uruguayos en lo íntimo del corazón”.30

CONCLUSIONES

El repaso de algunas de las coyunturas y hechos aquí seleccionados evidencia la intensa proyección de la Revolución Cubana en Uruguay. Ella abarcó a un amplio abanico de sensibilidades no solamente vinculadas a las minoritarias izquierdas uruguayas sino a ambos partidos tradicionales, especialmente a las respectivas juventudes de ambos. A la vez, la documentación parece dejar al descubierto cierta relevancia de Uruguay en el concierto regional. Más allá de la distancia geográfica, este país defendía tradicionalmente algunos principios importantes en materia de política exterior -defensa de la no intervención y de la autodeterminación de los pueblos-, convergentes con las necesidades de la novel revolución llegada al poder en enero 1959.

Otro de los puntos que denota la investigación multiarchivística de la que forma parte este breve texto, es que también Uruguay lucía un lugar apropiado para la defensa exterior de la gestión revolucionaria en tanto se dio forma a un comité de defensa y apoyo ciertamente inédito en la región, tanto por su amplitud ideológica como por su sostenimiento en el tiempo. En ese sentido, y convergente con lo que era parte de una política exterior en “fervor revolucionario”, el público sobre todo juvenil uruguayo se mostró dispuesto una y otra vez a defender a Cuba, no solo en el ámbito declarativo sino desde las calles, lugar adonde acudieron en numerosas ocasiones bregando por el mantenimiento de relaciones diplomáticas con un gobierno cercado de poderosos vecinos. Parte de estas cuestiones también explican la amplia presencia con que el embajador García Incháustegui pudo desplegar su agenda de actividades, así como también esto último parece ser indicativo de la creciente violencia anticomunista que desde allí en más no detendría su intensidad.

notas

1 El autor agradece especialmente al Lic. Ariel Alba Hernández del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba por el apoyo y el envío de documentación complementaria.

2 Presidencia de la República, Consejo Nacional de Gobierno, Acta No. 462, 8 de enero de 1959, p. 29.

3 Archivo Central del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba (en adelante, AMREX-Cuba), Embajada de Cuba en Uruguay, Año 1959, Embajador Julio Casas Araújo a Roberto Agramonte, Ministro de Estado, La Habana, 6 de febrero de 1959.

4 AMREX-Cuba, Embajada de Cuba en Uruguay, Año 1959, Roberto Agramonte Pichardo a Oscar Secco Ellauri, Cable Urgente, La Habana, 28 de febrero de 1959.

5 AMREX-Cuba, Embajada de Cuba en Uruguay, Año 1959, Jefe de la División de Cancillería a Ministro de Estado, Memorándum, “Cambio de Poderes en Uruguay”, La Habana, 26 de febrero de 1959.

6 AMREX-Cuba, Embajada de Cuba en Uruguay, Año 1959, José Iribar a Despacho del Señor Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Oficio No. 13A, Montevideo, 6 de abril de 1959, “Informando sobre visita al Uruguay de la Delegación de Combatientes Cubanos”.

7 Junta Departamental, Boletín de Actas, 1959, Tomo 1, Acta 1284, 25 de marzo de 1959, p. 641.

8 Archivo de la Comisión de Asuntos Internacionales de la Cámara de Representantes, Comisión de Asuntos Internacionales, Actas, 1-25, Año 1959, Acta No. 2, 15 de abril de 1959, p. 4.

9 AMREX-Cuba, Embajada de Cuba en Uruguay, Año 1959, Departamento de Asuntos Latinoamericanos, División C, “Relación de personas y organizaciones a favor y en contra de la Revolución Cubana en Uruguay”, F/S, 10 de octubre de 1959.

10 “Animado cocktail de despedida ayer al Embajador de Cuba en el Uruguay”, Diario de la Marina, 17 de enero de 1960, AMREX-Cuba, Personalidades. Insumos de periódicos. Mario García Incháustegui. Colección Cuba.

11 “Embajador de Cuba en Uruguay”, El Mundo, 3 de febrero de 1960, AMREX-Cuba, Personalidades. Insumos de periódicos. Mario García Incháustegui. Colección Cuba.

12 “Juventud en la diplomacia”, El Nacional (Caracas), 25 de julio de 1960, AMREX-Cuba, Personalidades. Insumos de periódicos. Mario García Incháustegui. Colección Cuba.

13 Archivo General Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, Fondo Países, Embajada de Chile en Uruguay, “Designación y primeras declaraciones del nuevo embajador de Cuba”, Montevideo, 30 de enero de 1960, Oficio No. 28/60.

14 AMREX-Cuba, Embajada de Cuba en Uruguay, Año 1959, Departamento de Asuntos Latinoamericanos, División C, “Relación de personas y organizaciones a favor y en contra de la Revolución Cubana en Uruguay”, F/S, 10 de octubre de 1959.

15 DNII, Carpeta 666A, “1º. Congreso de la Construcción. 1er Encuentro Latinoamericano de la Construcción. 2º) Comunismo en el Uruguay y ampliación. 3º) Actuaciones de la Embajada Cubana”, Memorándum. Ref. Actuaciones de la Embajada de Cuba en nuestro país, Montevideo, 2 de julio de 1960.]

16 “¿Qué va a ocurrir?”, Acción, 30 de junio de 1960, AMREX-Cuba, Personalidades. Insumos de periódicos. Mario García Incháustegui. Colección Cuba.

17 Sus actividades fueron controladas de cerca por la inteligencia policial. Dirección Nacional de Información e Inteligencia (en adelante, DNII), “Actividades de los diplomáticos cubanos Carlos Lechuga y Artiles Marredo Levi”, Montevideo, 4 de febrero de 1960, Carpeta 551 (9), “Memorándums” [sic].

18 La policía informó de dos folletos impresos esos días a instancias de la embajada caribeña: Fidel Castro. A un pueblo así hay que respetarlo (Montevideo: Embajada de Cuba en Montevideo, 1960); y Hernán Píriz, Por qué viaja el señor Presidente (Montevideo: Ediciones Alerta, 1960) en DNII, Carpeta 551 (10), “Varios Confidenciales”.

19 Junta Departamental, Boletín de Actas, 1960, Tomo 1, Acta No. 1477, 19 de mayo de 1960, 19:30 hs., pp. 1281-1282, 1284. Véase también “Homenaje a Martí en Montevideo”, Verde Olivo, La Habana, 19 de junio de 1960 en AMREX-Cuba, Personalidades. Insumos de periódicos. Mario García Incháustegui. Colección Cuba.

20 “Conferencia agitada”, Marcha, 20 de mayo de 1960, pp. 4-5.

21 Presidencia de la República, Actas del Consejo Nacional de Gobierno, Acta No. 163, “Visita del Presidente de la República de Cuba”, p. 15.

22 Archivo General de la Universidad, Uruguay, Actas del Consejo Directivo Central de la Universidad, Año 1960, Tomo I, sesión del 27 de mayo de 1960, pp. 903-919. Cita en p. 913. El acta consigna erróneamente la fecha del 27 cuando la sesión tuvo lugar el 30 de mayo.

23 “Profesionales universitarios a favor de Cuba”, Marcha, 29 de julio de 1960, p. 3. Véase también Walter Blomquist, “Universitarios uruguayos ante la Revolución Cubana”, El Mundo (La Habana), 23 de septiembre de 1960 en AMREX-Cuba, Personalidades. Insumos de periódicos. Mario García Incháustegui. Colección Cuba.

24 AMREX-Cuba, Embajada de Cuba en Uruguay, Año 1960, Juan David a Cancillería, “Atención Departamento de Asuntos Latinoamericanos. Informando sobre acto de solidaridad con la Revolución Cubana celebrado el día 26 de julio de 1960”, Montevideo, 27 de julio de 1960.

25 “Un 26 de Julio decisivo”, Marcha, 29 de julio de 1960, pp. 6,10,16.

26 “Siempre la libertad”, Marcha, 29 de julio de 1960, p. 2.

27 Radio Nacional que habitualmente informaba todo lo concerniente a Cuba, retransmitió el discurso de Fidel Castro dando a conocer la Primera Declaración de La Habana. “Apoyo a Cuba”, Marcha, 23 de setiembre de 1960, p. 3.

28 “Exposición de pintura cubana en Uruguay”, Revolución (La Habana), 18 de septiembre y 17 de octubre de 1960 en AMREX-Cuba, Personalidades. Insumos de periódicos. Mario García Incháustegui. Colección Cuba.

29 “Ratifica diplomático cubano el respeto de la revolución hacia la ‘no intervención’”, Prensa Libre (La Habana), 20 de noviembre de 1960 en AMREX-Cuba, Personalidades. Insumos de periódicos. Mario García Incháustegui. Colección Cuba.

30 “Llevo a los uruguayos en lo más íntimo del corazón”, El Popular, 16 de enero de 1961 en AMREX-Cuba, Personalidades. Insumos de periódicos. Mario García Incháustegui. Colección Cuba. Véase también “Nueva jornada hoy solidaria con Cuba” y “Con gran acto nuestro pueblo saludó al Ministro”, El Popular, 15 de enero de 1961; “Gigantesco plebiscito contra la ruptura y por la democracia” y “El pueblo está con Cuba”, El Popular, 16 de enero de 1961; “Estudiantes y obreros desagraviaron al embajador cubano en el Paraninfo”, Acción, 15 de enero de 1961; “Una historia de personas no gratas”, Marcha, 20 de enero de 1961, pp. 4 y 6.

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