Aproximación a la política exterior de Estados Unidos hacia los Estados insulares del Pacífico (1945-2023)

Approaching U.S. foreign policy toward the Pacific Island States (1945-2023)

 

Lic. Laura Canet Mulén*

Licenciada en Relaciones Internacionales. Especialista en Relaciones Internacionales, Dirección General de Prensa, Comunicación e Imagen del Ministerio de Relaciones Exteriores, La Habana, Cuba.
lauracanet9909@gmail.com 0009-0009-8247-4851

Dr. C. Abel Perdomo de Vales

Doctor en Ciencias Jurídicas. Profesor Titular. Vicerrector de Extensión Universitaria del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, La Habana, Cuba. abelperdomodevales@gmail.com 0009-0008-0992-2462

Autor para la correspondencia: lauracanet9909@gmail.com

Cómo citar (APA, séptima edición): Canet Mulén, L., & Perdomo de Vales, A. (2024). Aproximación a la política exterior de Estados Unidos hacia los Estados insulares del Pacífico (1945-2023). Política internacional, VI (Nro. 3), 88-102. https://doi.org/10.5281/zenodo.12626599

DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.12626599

 

Recibido: 12 de diciembre de 2023

Aprobado: 10 de febrero de 2024

publicado: 10 de julio de 2024

 

 

RESUMEN La política exterior de Estados Unidos hacia los Estados insulares del Pacífico ha transitado por diferentes etapas, en consonancia con los intereses de la Casa Blanca en determinadas coyunturas internacionales. Sin embargo, tras 20 años de ausencia en la región del Pacífico Sur, Washington se ha mostrado interesado nuevamente en fortalecer los lazos con los países de la zona. Esto se debe, en gran medida, al ascenso de China como superpotencia y su presencia cada vez más acentuada en la región. Renuente a perder su influencia, desde el 2022, el Gobierno de EE.UU. ha dado pasos dirigidos a aumentar sus compromisos económicos y retomar los medioambientales con los países del Pacífico Sur, en un claro intento por compenetrarse con los líderes del Pacífico, fundamentalmente con los Estados Libremente Asociados, sus mayores “aliados” en la región. Con esto, el Gobierno estadounidense pretende alejar al gigante asiático del Pacífico Sur, mediante promesas que llenan de esperanzas a los líderes del área, pero que es incierto si el país norteño estará dispuesto a cumplir.

Palabras clave: Estados Unidos, Estados insulares del Pacífico, política exterior, China, contención

 

 

ABSTRACT The foreign policy of the United States towards the Pacific Island States has gone through different stages, in line with the interests of the White House at certain international junctures. However, after twenty years of absence in the South Pacific region, Washington has shown renewed interest in strengthening ties with the countries of the area. This is largely due to the rise of China as a superpower and its increasing presence in the region. Reluctant to lose its influence, since 2022, the US government has taken steps to increase its economic commitments and resume environmental commitments to South Pacific countries, in a clear attempt to engage with Pacific leaders, primarily the Freely Associated States, its major “allies” in the region. With this, the U.S. government intends to distance the Asian giant from the South Pacific, through promises that fill the leaders of the area with hope, but it is uncertain whether the North American country will be willing to fulfill them.

Keywords: United States of America, Pacific Islands States, foreign policy, containment, China

 

INTRODUCCIÓN

En el presente siglo, la región del Pacífico Sur1 se ha convertido en un importante espacio geoestratégico para las potencias regionales y demás actores internacionales que operan en la zona, confluyendo en este múltiples intereses económicos, políticos y militares. Por otra parte, el ascenso de la República Popular China (RPC) como gran potencia emergente, ha revolucionado las dinámicas del actual sistema de relaciones internacionales y, de manera particular, su influencia y creciente actuación en el Pacífico Sur. Este es un hecho al que se oponen las potencias occidentales, fundamentalmente Estados Unidos (EE.UU.), en su afán de recuperar y fortalecer su hegemonía en ese lado del mundo.

La presencia estadounidense en esta región es histórica, motivada en gran parte por la posición estratégica de sus islas. Durante la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. desató en esta área campañas militares que posibilitaron la instalación de bases militares en la subregión de la Micronesia. Entre 1950 y 1953, durante la guerra de Corea, desde Guam se diseñaron planes de ataque contra algunas ciudades de China, Rusia y Corea; y durante el período de Guerra Fría, las islas del Pacífico fueron utilizadas como punto de apoyo para la contención al comunismo. Sin embargo, tras el desmembramiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), estas dejaron de ser una prioridad de la política exterior de EE.UU. (López, 2020), pues la URSS ya no constituía una amenaza para la hegemonía estadounidense con lo que, en su lugar, Washington volcó su atención y prioridad a las antiguas zonas de influencia soviética.

No fue hasta el año 2009, bajo el mandato de Barack Obama, que el Gobierno estadounidense volvió a centrar nuevamente su atención en las islas del Pacífico, fundamentalmente a partir de la implementación de la política del pivote asiático. Posteriormente, la llegada a la Casa Blanca del exmandatario Donald Trump, en el año 2017, marcó una nueva redefinición de la política exterior de EE.UU. hacia la región del Pacífico Sur, expresada en la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) de Estados Unidos hacia el Indo-Pacífico.

Esta política ha sido continuada por el actual presidente Joseph Biden, para promover un “Indo-Pacífico libre y abierto”. Sin embargo, bajo su administración se observa un renovado acercamiento diplomático entre Washington y los Estados Insulares del Pacífico (PIC, por sus siglas en inglés), como consecuencia de la mayor influencia y presencia de la RPC en la región. Esta aproximación ha estado promovida por “visiones e intereses compartidos”, incluida la cuestión medioambiental (un asunto prioritario para los PIC, pero obviado por la administración Trump).

Así, tras 20 años de ausencia, el Gobierno de EE.UU. vio en China una amenaza para su hegemonía en la región, principalmente tras la firma del Acuerdo de Seguridad entre el gigante asiático y las Islas Salomón el 31 de mayo de 2022. Este hecho fue objeto de críticas al interior de la Casa Blanca y, a partir de ese momento, las tensiones en este escenario geopolítico se han exacerbado.

Para la elaboración de este artículo fueron consultadas variadas fuentes. De tal manera, se examinaron diversos trabajos de Tanques Pensantes entre los que destacan: The Lowy Institute; The Center for Strategic & International Studies (CSIS), el Real Instituto Elcano; The United States Institute of Peace, The Carnegie Endowment for International Peace; así como de otras instituciones: The South Pacific University y The Australian National University (ANU).

Para darle seguimiento a las dinámicas de la región, los principales medios revisados fueron Radio New Zeland, ABC Pacific, Pacific News, Asia News, The East Asia Forum, The Guardian, The Diplomat, y The Global Times. Igualmente, se consultaron fuentes primarias como The Department of State, The White House, The Belt and Road Portal, The Pacific Islands Forum y The Ministry of Foreing Affairs of the Peoples’s Republic of China, para extraer y analizar discursos, declaraciones, publicaciones y otros documentos oficiales relacionados con la temática abordada.

Teniendo en cuenta lo anterior y para una mejor comprensión de la importancia que representa el estudio de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y los Estados insulares del Pacífico, este artículo pretende describir el origen y evolución de la presencia e influencia de las políticas implementadas por el Gobierno estadounidense en la región del Pacífico Sur desde 1970 a 2021, así como caracterizar los principales rasgos de la política exterior de EE.UU. hacia la región del Pacífico Sur, entre 2022 y 2023.

DESARROLLO

I-Rasgos de la política exterior de Estados Unidos hacia los Estados insulares del Pacífico

El gobierno de EE.UU. tiene intereses históricos en la región del Pacífico Sur, pues la ubicación de las islas del Pacífico conecta a este país con el continente asiático y el océano Índico. A lo largo de la historia, la política exterior estadounidense hacia este espacio geopolítico ha variado, en consonancia con las proyecciones geoestratégicas de las administraciones de turno. Sin embargo, siempre han tenido un punto en común: la seguridad y la defensa.

Según argumenta Barreto López (2020), ya durante la Segunda Guerra Mundial el Gobierno de EE.UU. consideraba la región del Pacífico como su “frontera occidental y una zona en condiciones geoestratégicas determinantes para la contención de la influencia soviética en Asia-Pacífico”. Luego, tras el derrumbe de la Unión Soviética, el gobierno estadounidense relegó a las islas del Pacífico de su lista de prioridades, centrándose en la ocupación de las antiguas zonas de influencia soviética en Europa del Este, Oriente Medio y Asia Central. Por lo tanto, desde una perspectiva militar, las islas del Pacífico siempre han sido consideradas como “un importante y estratégico enclave de EE.UU. en el océano Pacífico, a las puertas de la región asiática y con vías de acceso y de comercio claves al océano Índico” (López, 2020).

Entre 1945 y 1990, Estados Unidos consolidó su poder hegemónico en el Pacífico a través de diversos mecanismos. A pesar de que, desde su punto de vista, esta región no era lo suficientemente afín a sus intereses económicos2, las islas del Pacífico resultaron ser entonces una zona estratégica para la contención al comunismo y “garantizar la seguridad y la estabilidad” regional e internacional. Siendo así, Estados Unidos desplegó la instalación de bases militares3 y la instauración de asociaciones estratégicas en el área.

Posteriormente, una vez comenzado el proceso de descolonización en las islas del Pacífico, y tras continuos e intensos reclamos de organismos internacionales y de la sociedad civil de la región, finalmente el Gobierno de Estados Unidos accedió e independizó a sus colonias. Sin embargo, la sostenibilidad de la economía de muchas de estas islas continuó siendo muy precaria, por lo que siguieron en gran medida dependientes económicamente de Estados Unidos. De ahí que, de las 14 islas del Pacífico, Islas Marshall (RMI, por sus siglas en inglés), Palaos y los Estados Federados de Micronesia (EFM), decidieran continuar bajo el estatus de Estados plenamente autónomos en libre asociación con EE.UU.4 Esto, lógicamente socaba su soberanía política, limitando el rango de actuación en el ámbito internacional de estos Estados insulares en la toma de decisiones y diseño de su política exterior.

Cabe recordar que, varios de los territorios anteriormente mencionados bajo el estatus de Estado Libre Asociado, fueron empleados por el Gobierno de Estados Unidos como laboratorios de ensayos nucleares y de misiles balísticos intercontinentales, que provocaron serios problemas de salud a sus habitantes, lo cual melló fuertemente y a largo plazo las relaciones con EE.UU. Tal es el caso de las Islas Marshall, Kiribati y las Islas Marianas, donde algunas de sus pequeñas islas quedaron totalmente inhabitables, como consecuencia de las radiaciones nucleares.

Por otro lado, un elemento clave de la proyección exterior de Estados Unidos después de la caída del campo socialista y a partir de la Guerra Fría fue la asistencia económica y militar para sus aliados en la región. Así, de acuerdo con lo planteado por Barreto (2020), las islas del Pacífico “se beneficiaban de las inyecciones monetarias estadounidenses, aunque en el fondo, se hacían más dependientes de la economía de EE.UU. quien, a su vez, ganaba más mercados en el escenario internacional”.

Tras el fin de la Guerra Fría, EE.UU., en un contexto global cambiante y más favorable a su hegemonía global, abandona el interés estratégico por las islas del Pacífico. En consecuencia, Washington cerró sus embajadas y oficinas regionales, disminuyó el presupuesto destinado para la región del Pacífico Sur, así como el personal que laboraba en este espacio geopolítico. Posteriormente, tras los sucesos del 11 de septiembre de 2001, EE.UU. volcó todos sus esfuerzos militares y diplomáticos en la lucha contra el terrorismo, con lo cual su prioridad estuvo fundamentalmente en el Oriente Medio. Así, el gobierno de Estados Unidos relegó su atención hacia las islas del Pacífico (López, 2020).

En ese contexto, EE.UU. reforzó sus alianzas estratégicas con las principales potencias de Oceanía: Australia y Nueva Zelanda, cuyos objetivos de política exterior se encontraban alineados con el estadounidense, y que constituían un importante bastión de defensa y seguridad en las subregiones de la Polinesia y la Melanesia, fundamentalmente.

De este modo, el Gobierno estadounidense delegó en las potencias regionales la responsabilidad de velar por la seguridad y la estabilidad en el Pacífico Sur, descuidando sus relaciones diplomáticas con los Estados insulares del Pacífico5.

Cabe resaltar que, ya en el 2007, China comenzó a ser objeto de preocupación para el Gobierno de Estados Unidos. Esto se debió a la asistencia e inversión de sus empresas en el área que, si bien era limitada en aquellos años, resolvía muchas de las necesidades de los Estados insulares, relegados a un segundo plano durante casi dos décadas por el gobierno estadounidense. Sin embargo, durante una parte del periodo de la administración de George W. Bush y la de Barack Obama, esta región fue utilizada como punto de apoyo en los organismos multilaterales y en la lucha contra el terrorismo.

Luego, a partir del año 2009, el compromiso del Departamento de Estado de EE.UU. ascendió a un nivel superior, pues altos funcionarios de la administración Obama comenzaron a estrechar contactos con los líderes del Pacífico de manera regular, dentro de la propia región. Entre ellos, el presidente Barack Obama, en el año 2011 y 2016; y los Secretarios de Estado, Hillary Clinton en 2012, y John Kerry en el año 2014, respectivamente.

A partir del año 2011, la administración Obama comenzó a implementar su política exterior de “rebalance estratégico”6 (López, 2020), motivada por varios factores dentro y fuera de la región (en donde se incluyen las islas del Pacífico). Entre ellos, el auge del regionalismo, la desatención de EE.UU. y sus aliados a los problemas regionales, y la creciente aceptación por parte de los PIC de la alternativa china al desarrollo.

De tal manera, en 2012, mientras se efectuaba el Diálogo Posterior al Foro de las Islas del Pacífico, celebrado en Rarotonga, la entonces vicepresidenta de los Estados Unidos, Hillary Clinton plasmó con claridad la intención de Estados Unidos de tener nuevamente un rol extendido en la región, y así lo evidenció:

Nosotros también, por supuesto, somos una nación del Pacífico (…) Hace 70 años los estadounidenses hicieron sacrificios extraordinarios en muchas de las islas aquí representadas. Y desde entonces hemos asegurado la seguridad que ha hecho posible que la gente de esta región comercie y viaje libremente. Siempre hemos protegido las rutas marítimas del Pacífico por las que pasa gran parte del comercio mundial. Y ahora miramos a las naciones del Pacífico con un espíritu de asociación para su liderazgo en algunos de los temas más urgentes y complejos de nuestro tiempo, como el cambio climático (…) Estados Unidos ya está invertido en el Pacífico. De hecho, estamos aumentando nuestras inversiones y estaremos aquí con ustedes a largo plazo (Clinton, 2012).

Dicho esto, el Gobierno de EE.UU. aumentó consecuentemente sus capacidades militares en el área. Según declaraciones del entonces Secretario de Defensa de EE.UU. Leon E. Panetta (2013)7, su gestión consideraba que para el año 2020, el 60% de la flota naval estadounidense estaría ubicada en la región del Pacífico. Desde entonces, EE.UU. ha trabajado en el rediseño y solidificación de sus esquemas de alianzas estratégicas bilaterales y multilaterales con las potencias regionales y los principales actores internacionales que operan en este espacio geopolítico, con el objetivo de aumentar la seguridad marítima en el área. También se enfocó en la coordinación y aplicación de medidas para prevenir conflictos regionales.

Aparejado a esto y conociendo que para los Estados Insulares la cuestión medioambiental y la lucha contra el cambio climático constituye un asunto medular dentro de la agenda del Pacífico Sur, la administración Obama comenzó a incorporar estos temas dentro de su agenda, como una vía de aproximación. Además, hizo hincapié en una mayor participación en las organizaciones y organismos multilaterales de esta zona y, al unísono, intentó vincularlas con otras organizaciones extrarregionales y pertenecientes al Sistema de las Naciones Unidas, así como la propia la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), el Banco de Desarrollo Asiático, el Foro de Cooperación Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés), el Banco Mundial, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y la Organización Mundial de la Salud (Lowy Institute, 2019)8, entre otros.

Las políticas del mandatario Donald Trump (2017-2021) generaron descontento y situación de inseguridad en la región de Asia-Pacífico, sobre todo en los Estados Insulares del Pacífico, teniendo en cuenta la retórica nacionalista y proteccionista del presidente Trump “America First”, la salida del Gobierno estadounidense del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés) y, en tercer lugar, por la guerra comercial a China.

En ese periodo, la política exterior se reenfocó a la región del Indo-Pacífico, considerada como un área estratégica que requería especial atención. Así, la promoción de la estrategia para “Un Indo-Pacífico libre y abierto”9 se centró fundamentalmente en la competencia comercial con China. Esto se debió, en cierto modo, al fracaso de la política de rebalance estratégico Asia-Pacífico, que no logró contener el aumento de la influencia china ni la pérdida de la supremacía estadounidense en el área.

II-Relaciones bilaterales y foros multilaterales de Estados Unidos hacia los Estados insulares del Pacífico

Diplomacia bilateral

El Gobierno de Estados Unidos mantiene relaciones bilaterales con todos los Estados insulares del Pacífico, pero los que mayor atención política y mayores beneficios económicos reciben son los Estados Libremente Asociados, los cuales tienen un valor estratégico para EE.UU., fundamentalmente en materia de seguridad.

En las relaciones bilaterales, durante el mandato del presidente Barack Obama, se hizo hincapié en temas como la promoción y el respeto de la democracia, la auto gobernanza, el impacto del cambio climático y la mitigación de desastres naturales y, fundamentalmente, en temas de seguridad.

Diplomacia multilateral

Según plantean Searight, Harding y Mai Tran (2019), durante su mandato, el presidente Barack Obama se reunió en tres ocasiones con los líderes del Pacífico: en el marco del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), celebrada en Hawai en 2011; en una reunión con los líderes de Kiribati, las Islas Marshall, y Papúa Nueva Guinea en la Conferencia del Clima realizada en París en 2015; y con los líderes de las Islas del Pacífico en Hawai en 2016.

Cooperación y asignación de ayuda económica hacia los Estados Insulares del Pacífico

La actividad económica-comercial de EE.UU. en los Estados insulares del Pacífico no ha sido tradicionalmente tan robusta como sus relaciones en materia militar y de seguridad, debido al pequeño tamaño de estas economías y la falta de interés del sector empresarial estadounidense (Dupont, 2021). No obstante, la mayor parte de la ayuda económica se concentra en los Estados Libremente Asociados.

El intercambio económico se centra en la importación de los productos tradicionales (materias primas, maderas, aceite de coco, etc.) y en la libre explotación de los recursos marinos y las zonas económicas exclusivas de la región. De tal manera, EE.UU. ha manifestado interés especial en la pesca. Esto se ha demostrado, por ejemplo, en los acuerdos del Tratado del Atún del Pacífico Sur, en 1988, el cual proporcionaba a los buques atuneros de EE.UU. acceso a las zonas pesqueras de todo el Pacífico Sur. Sin embargo, la flota estadounidense dejó de participar en este pacto en el año 2016, debido a inconformidades con el pago trimestral de la cuota de licencia de la Agencia de Pesca del Foro de las Islas del Pacífico.

En cuanto a las inversiones económicas, cifras ofrecidas por The Lowy Institute (2019) revelan que, entre 2011 y 2016, el Gobierno estadounidense otorgó aproximadamente más de mil millones de dólares hacia varios Estados Insulares de la región (ELAs, Papúa Nueva Guinea, Islas Salomón, Vanuatu, Tonga, Fiyi, Samoa y Tuvalu). Sin embargo, la actividad comercial entre EE.UU. y estos países descendió tanto que llegó a ocupar el octavo puesto de los donantes de ayuda económica en la región.

Adicionalmente, según la Oficina de Representación Comercial de los Estados Unidos, en 2020, el comercio total (bidireccional) de bienes fue de $968 millones entre las economías de Estados Unidos y las Islas del Pacífico. Las exportaciones de bienes de EE.UU. totalizaron $548 millones; las importaciones de bienes totalizaron $420 millones. El déficit comercial de bienes de Estados Unidos con las islas del Pacífico fue de $ 128 millones en 2020 (Office of the United States Trade Representative, s.f.).

El 15 de octubre de 2020, Estados Unidos firmó un Acuerdo Marco de Comercio e Inversión (TIFA, por sus siglas en inglés) con Fiyi. El TIFA crea una plataforma sobre la cual expandir y profundizar aún más los lazos comerciales y de inversión bilaterales entre ambos países. Este es el primer TIFA de Estados Unidos con un Estado en desarrollo del Pacífico y brinda la oportunidad, en circunstancias seleccionadas, para que otros pequeños se unan como observadores en sus discusiones (Office of the United States Trade Representative, s.f.).

Por último, en el contexto de la pandemia por COVID-19, la administración Trump aprobó un presupuesto de unos 45,8 millones de dólares para las islas del Pacífico, que luego se incrementó en una segunda ronda de financiación bajo el lema del Pacto del Pacífico, aportando unos 200 millones de dólares en nuevos fondos para la región (Dupont, 2021). De tal modo, los PIC podrían recuperar paulatinamente sus economías, aunque, obviamente, esto no sería suficiente.

Los asuntos medioambientales y la protección de los océanos

Según cifras ofrecidas por el sitio web oficial de la USAID (2016), los proyectos de cambio climático y medio ambiente sumaron un total de aproximadamente 186.5 millones de dólares en nueve proyectos programados hasta el año fiscal 2016-2017. Estos, según Barreto López (2020), se enfocaron en los ELA y algunos países de la subregión de la Melanesia.

Sin embargo, bajo el mandato de Donald Trump, Washington se desvinculó de muchos acuerdos relacionados con el medio ambiente y disminuyó drásticamente su participación en foros y organizaciones multilaterales, bajo el pretexto de no beneficiar a los intereses nacionales estadounidenses. Este comportamiento supuso, en este periodo, un distanciamiento entre los Estados insulares del Pacífico y EE.UU., al ser este un aspecto de vital importancia para los PIC.

Presencia militar estadounidense en la región del Pacífico Sur

Uno de los principales rasgos de la política exterior de EE.UU. hacia los PIC es su presencia militar. Para Estados Unidos, dominar este espacio geopolítico resulta de gran interés pues, como se ha mencionado en apartados anteriores, en este confluye gran parte del comercio internacional, incluidas las mercancías provenientes de la región Asia-Pacífico hacia EE.UU. De ahí se desprende el imperativo de establecer bases militares en muchos de estos Estados Insulares que aseguren las rutas marítimas, principalmente a través del despliegue de su gran flota naval.

Según apunta Patrick Dupont (2021), el compromiso militar estadounidense en el Pacífico Sur se ha centrado, tradicionalmente, en los únicos tres ejércitos de la región: las Fuerzas de Defensa de Papúa Nueva Guinea (PNGDF), las Fuerzas Militares de la República de Fiyi (RFMF) y las Fuerzas Armadas de Su Majestad de Tonga (HMAF). Además, la Oficina del Agregado de Defensa de Estados Unidos (USDAO) en Suva (Fiyi) facilita en gran medida la colaboración entre militares, que se centra en la ayuda humanitaria y en caso de catástrofe (HADR), la seguridad marítima, el mantenimiento de la paz y el derecho internacional humanitario.

Además, la ayuda militar del Gobierno estadounidense también está encaminada a la ejecución de programas de Educación y Entrenamiento Militar Internacional (IMET)10 en Fiyi, Papúa Nueva Guinea, Tonga y Samoa, por un valor aproximado de 750 000 dólares anuales (Dupont, 2021).

Al respecto, resulta pertinente destacar que EE.UU. posee bases e instalaciones militares en gran parte de la región de Asia-Pacífico. Dentro de Oceanía, tiene desplegada fuerza militar en Australia, Guam, y en algunos de sus territorios en los Estados Federados de Micronesia y de la subregión de la Polinesia11. Estas instalaciones militares se encuentran situadas en posiciones estratégicas, que le permiten disuadir cualquier ataque proveniente del continente asiático y, además, proteger las rutas marítimas de comercio.

En Guam se encuentran instaladas 33 bases (APRN, 2023, citado en Vine, 2021). Entre ellas debe mencionarse la base Andersen, de la Fuerza Aérea, y la base Naval Guam, de la Marina, utilizadas por Estados Unidos con un armamento que cuenta, entre otras cosas, con tres submarinos de propulsión nuclear y un barco para logística y tareas de abastecimiento. Se calcula que unos 6 000 soldados están estacionados en estas bases (Santos, 2023).

Además, debe mencionarse que con el fin de contener a sus superpotencias rivales y mantener su hegemonía global, EE.UU. ha asegurado su presencia en el Pacífico mediante la realización del RIMPAC, ejercicio de guerra naval que se ejecuta cada dos años (APRN, 2023). Este demuestra cuán fuerte puede llegar a ser la fuerza militar estadounidense en el Pacífico Sur.

Por último, es válido acotar que, durante la presidencia de Obama, el Gobierno estadounidense amplió sus bases militares en Islas Marshall, las islas Marianas del Norte y Australia (International Forum on Globalization, 2013). Además, durante la actual administración de Biden, las principales acciones han estado determinadas por: la realización del Ejercicio Cartwheel, en las Tierras Altas Nausori de Fiyi; el aumento de la presencia en la región de la Guardia Costera estadounidense, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica y el Pentágono; y el acuerdo de proporcionar 2.8 millones para intensificar la capacitación del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) en las islas del Pacífico (Martina & Brunnstrom, 2022)12.

Las asociaciones y alianzas estratégicas

Una de las herramientas que EE.UU. ha empleado para mantener el control sobre las islas del Pacífico ha sido la utilización de potencias regionales (Australia y Nueva Zelanda). Esto se debe, entre otros factores, a la alineación de los intereses políticos y las narrativas estratégicas de estos países con los de EE.UU. Así, en el contexto de la rivalidad sino-estadounidense, Australia y Nueva Zelanda buscan reafirmar su papel regional, manteniendo su estatus de garantes de paz y seguridad en el área. Por tal motivo, por ejemplo, se opusieron al Acuerdo de Seguridad firmado entre China y las Islas Salomón.

Esta negativa está vinculada con la preocupación de la Casa Blanca sobre el ascenso militar de China en la región, la supuesta construcción de una base naval china en ese estado insular y, de manera general, su necesidad de contrarrestar la presencia del gigante asiático en el área.

Cabe señalar que, en el caso de Australia, el gobierno de Anthony Albanese ha seguido fortaleciendo su relación con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), comportamiento que ha despertado la preocupación y las tensiones en la región del Pacífico Sur. Sin embargo, a la vez que Australia intensifica su vínculo estratégico con el Gobierno estadounidense dentro de la estrategia del Indo-Pacífico Libre y Abierto, evita llegar a un conflicto armado con China. En ese sentido, se debe tener en cuenta que, independientemente de que la política exterior australiana esté alineada con los intereses estadounidenses en la región, China continúa siendo un importante socio comercial para Australia.

Actualmente, el Gobierno australiano de Albanese está intensificando su compromiso con los países insulares del Pacífico, una medida descrita por la exministra de Asuntos Exteriores, Marise Payne, como "un imperativo", más que "una opción" de la política exterior australiana para hacer frente a los retos de la región en los sectores del clima y la resiliencia ante los desastres, el crecimiento económico, la salud, la educación y la inclusión social (Zhang, 2020a). A esto se le debe añadir la preocupación del Gobierno australiano con respecto de la creciente influencia de China en las islas del Pacífico.

Además, Estados Unidos se está esforzando por conquistar a Nueva Zelanda, invitándola, abiertamente, a unirse al pacto de seguridad AUKUS (Calatrava, 2023). Cabe recordar que, aunque Nueva Zelanda tiene un menor peso en la región que Australia, intentar incluirla en el AUKUS forma parte de la estrategia de Estados Unidos de establecer un acuerdo de cooperación militar entre los principales países del Pacífico Sur, ante la supuesta presencia militar de China.

Tanto Australia como Nueva Zelanda, a pesar de ser potencias tradicionales de la región del Pacífico Sur, constituyen una pieza clave dentro del rejuego geopolítico de Estados Unidos en el área.

En ese sentido, cuando se hace referencia a la política exterior de EE.UU. hacia el Pacífico a partir de 1945, se deben mencionar las asociaciones estratégicas creadas por ese país para consolidar su poder en la región. De manera particular, la alianza estratégica entre EE.UU., Australia y Nueva Zelanda, que quedó institucionalizada bajo el amparo del Tratado de mutua defensa entre EE.UU., Australia y Nueva Zelanda (ANZUS)13, creada en 1951. Este Tratado fue posible gracias a la compatibilidad de intereses diplomáticos de estas potencias. Para ese entonces, Estados Unidos se había convertido en el principal aliado de Australia y Nueva Zelanda, y ninguno estaba dispuesto a permitir un desbalance regional de poderes y mucho menos, la entrada del comunismo.

Así, EE.UU. ha contado de manera ininterrumpida, en su ausencia, con el apoyo de estas dos potencias regionales (fundamentalmente Australia), para “mantener la estabilidad y la seguridad” de esta zona geopolítica. En cierta medida, esto le ha permitido enfocarse en otros asuntos prioritarios de su agenda.

Conjuntamente, Estados Unidos ha apelado a la instauración de acuerdos con potencias regionales en materia de comercialización digital y la facilitación del comercio, la energía limpia y la descarbonización, así como la supuesta lucha contra la corrupción y la fiscalidad (Weston, 2022). Sin embargo, China también ha firmado acuerdos regionales con países del llamado Indo-Pacífico, como Singapur, Japón, Indonesia, India, Filipinas, Tailandia, Nueva Zelanda, Australia, etc. Por tanto, optar por la alineación con EE.UU. o con China podría poner en peligro el curso de las relaciones internacionales en la posteridad. Al mismo tiempo, la estabilidad del Pacífico Sur hasta convertirlo en un espacio de confrontación entre potencias.

En la competencia sino-estadounidense por la influencia económica, cabe destacar que, independientemente del enorme presupuesto que EE.UU. ha destinado para invertir en las islas del Pacífico (el cual se supone debía aumentar desde la realización de la I a la II Cumbre EE.UU.-PIC, entre 2022 y 2023), la demora en su aprobación por el Congreso pone en tela de juicio si la intención del Gobierno estadounidense es ayudar a los PIC, o crear falsas expectativas en tanto logren articular y materializar bien su estrategia de contención a China en la región.

Esta burocracia del sistema estadounidense, de acuerdo con Kaliopate Tavola (2023), exministro de Relaciones Exteriores de Fiyi, imposibilita la obtención de fondos suficientes para el Pacífico en el momento oportuno, a diferencia de China, que constituye un actor atractivo para los PIC por la inmediatez en la implementación de acciones de inversión y financiación de proyectos de desarrollo (Pacific Elders' Voice, 2023).

III. La actividad estadounidense en la región del Pacífico Sur entre 2022 y 2023

El Acuerdo de Seguridad firmado entre China y las Islas Salomón en 2022, propició el acercamiento de Estados Unidos hacia los PIC, casi de manera inmediata, al percatarse de que estaba perdiendo su hegemonía en la zona. En tal sentido, representantes de los gobiernos estadounidense y australiano realizaron visitas a la capital del Estado insular con el objetivo de discutir la cuestión y persuadir al gobierno salomonés de “recapacitar” y renunciar al acuerdo. Claramente, la firma de este acuerdo fue percibida, principalmente por el gobierno de EE.UU., como la antesala al supuesto establecimiento de fuerzas militares chinas en la región del Pacífico Sur.

Como respuesta, el Gobierno de Estados Unidos procedió a firmar un Acuerdo de Cooperación de Defensa con Papúa Nueva Guinea, en el mismo mes de mayo. En consecuencia, este país podría ver un aumento constante en la presencia militar estadounidense en el territorio nacional, mientras que, por otra parte, se espera que el ejército de EE.UU. gaste hasta $ 5 mil millones en el desarrollo de infraestructura militar y civil en la isla de Tinian en relación con el proyecto Tinian Divert Airfield. EE.UU. “necesita” este proyecto en caso de que la Base de la Fuerza Aérea Anderson, en Guam, quede inoperable debido a un ataque o calamidad natural. Por tanto, es probable que, con esto, Tinian se convierta en la próxima base estratégica de Estados Unidos en el Pacífico y un baluarte contra los intereses chinos (Rabago, 2023).

Como se observa, en materia de seguridad, es evidente que el Gobierno estadounidense tiene un fuerte interés en controlar y salvaguardar la región del Pacífico Sur. Por tanto, resulta contradictorio que EE.UU. se empeñe en demostrar que China representa una amenaza para la seguridad y estabilidad regional cuando ni siquiera existe una instalación militar china en el área, a diferencia de EE.UU., con una amplia presencia y fuertes vínculos, y que aspira a aumentar su número de bases militares en la zona y acuerdos de seguridad con los PIC y sus socios estratégicos de la región.

Diplomacia

En el año 2020, Mark Esper, se convirtió en el primer secretario de defensa estadounidense en realizar una visita a Palau con el claro objetivo de reforzar las relaciones de cooperación en materia de seguridad EE.UU.-PIC. Así, llegó a un acuerdo sobre el uso militar y los derechos operativos del gobierno de EE.UU. en Palau. Este constituyó uno de los primeros pasos del gobierno occidental para frenar la influencia de China, previendo la supuesta construcción de una base naval china en el Pacífico y fortaleciendo además el sistema defensivo estadounidense en el área.

A raíz del acuerdo de seguridad firmado en abril del 2022 entre China y las Islas Salomón, la agenda diplomática de Estados Unidos hacia el Pacífico Sur sufrió un giro de 180 grados14. El Gobierno estadounidense respondió con una actividad diplomática intensa, lo cual se vio expresado en la firma de otros tres acuerdos en apenas dos días: dos con Papúa Nueva Guinea y uno con la República de Palau. Los dos primeros, según informa (Nova News, 2023), están destinados a garantizar el acceso de las fuerzas de Estados Unidos a los aeropuertos y puertos de PNG; mientras que el tercero se trata de la prórroga del Pacto de Libre Asociación, que permite el acceso a las aguas territoriales de Palau a cambio de ayuda económica y el compromiso del Gobierno estadounidense de defender el país.

Aparejado a esto, estuvo la visita en 2023 de la vicepresidenta Kamala Harris al Pacífico Sur, donde anunció la apertura de las embajadas de Kiribati y Tonga, el nombramiento de un enviado especial para el Foro de las Islas del Pacífico, el retorno de los voluntarios de los Cuerpos de Paz a Fiyi, Vanuatu, Tonga y Samoa; así como la asignación de 600 millones de USD destinados a la resiliencia de los océanos y el desarrollo económico en la región (Nova News, 2023).

Otro aspecto a tener en cuenta en el contexto de la rivalidad sino-estadounidense es el acercamiento de EE.UU. hacia los Estados Libremente Asociados (ELA) como Islas Marshall y Micronesia, para los que se anunció un presupuesto de 7.1 millones de dólares para los siguientes 20 años (The White House, 2022).

En el caso de Micronesia, único ELA que reconoce a China, es válido acotar que de concretarse las intenciones de su entonces presidente David Panuelo de reconocer diplomáticamente a Taiwán, constituiría, sin dudas, un revés diplomático para China. Uno de los principales intereses del gigante asiático en el área es, precisamente, obtener el reconocimiento diplomático de todas las islas del Pacífico. Mantener una estrecha relación con los 14 estados insulares del Pacífico es un factor clave en caso de desatarse un conflicto en el Estrecho de Taiwán. Sin embargo, la intención de Panuelo nunca llegó a concretarse y, las relaciones entre Micronesia y China gozan de buena salud bajo el mandato de su nuevo presidente Wesley Simina.

Además, el actual Secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, también estuvo de visita por las islas del Pacífico. Esta fue la primera ocasión en que un jefe del Pentágono realizara una visita oficial. Papúa Nueva Guinea fue anfitriona de la reunión (EFE, Atalayar, 2023). El encuentro tuvo entre sus objetivos, dialogar sobre el desarrollo de las relaciones de cooperación en materia de defensa, luego de que se produjera la firma de un acuerdo bilateral en mayo de 2023, a través del cual el Gobierno de PNG da acceso al Ejército estadounidense a los puertos y aeropuertos de ese país.

Por último, la visita a Tonga por Antony Blinken, el jefe de la diplomacia de ese país, y la consecuente apertura de una embajada (anunciada en el año 2022 por la vicepresidenta Kamala Harris), es una muestra de la campaña diplomática realizada por Estados Unidos para ponderar su presencia en el área. Cabe destacar que Tonga y EE.UU., a pesar de sostener relaciones diplomáticas durante 51 años, abren esta embajada por primera vez. Esto da la medida de hasta dónde Washington está dispuesto a llegar por recuperar su posición el Pacífico Sur. Un país que aparentemente no tenía importancia para EE.UU., de repente ha pasado a tener tal notoriedad que ha resultado en la apertura de una embajada en él.

CONCLUSIONES

Desde 1945, las relaciones de Estados Unidos con los Estados insulares del Pacífico, han estado determinadas por los intereses de política exterior de los gobiernos de turno de la Casa Blanca. Ello ha determinado que, en dependencia de las coyunturas internacionales, Washington haya prestado mayor o menor atención en esta región del Pacífico Sur. Sin embargo, en última instancia, el interés mayor del gobierno estadounidense es mantener su hegemonía mundial, a través del fortalecimiento de sus bases militares y la modernización de su flota naval y, en ese sentido, las islas del Pacífico tienen un rol importante.

En materia económica, si bien el gobierno estadounidense ha brindado ayuda económica a la mayoría de los Estados insulares del Pacífico, su foco de atención se centra en los Estados Libremente Asociados. Sin embargo, estos países también tienen sus propios intereses, que se podrían ver truncados con una mala negociación de sus Pactos de Libre Asociación e indemnizaciones por daños ocasionados tras ensayos nucleares.

El trabajo determinó, además, que el Gobierno de EE.UU. continúa desarrollando narrativas estratégicas y reestableciendo alianzas con sus socios regionales, Australia y Nueva Zelanda, para contrarrestar la influencia de China en la región y recuperar su hegemonía. En ese sentido, no se puede perder de vista que esta relación está condicionada a los intereses del Gobierno de los Estados Unidos.

De tal manera, entre 2022 y 2023 la rivalidad geoestratégica en el Pacífico Sur ha adquirido mayor intensidad, estimulada principalmente tras dos décadas de ausencia del Gobierno estadounidense en la región. Esto ese observa en el renovado incremento de los compromisos económicos, medioambientales y políticos, la apertura de nuevas embajadas, así como el establecimiento de asociaciones estratégicas con los PIC.

Sin dudas, la presencia e influencia de China en el área, cada vez más acentuada, despertó nuevamente el interés de la maquinaria estadounidense en el Pacífico Sur, pese a que el gobierno de la RPC ha declarado en varias ocasiones que no promueve una competencia geoestratégica en el Pacífico Sur. Esta, más allá de perjudicar a los PIC y obligarlos a elegir entre un bando u otro, les está sin embargo brindando un abanico de oportunidades que podrían aprovechar en beneficio propio.

Está aún por verse hasta qué punto Washington ayudará verdaderamente a estos países, o si este nuevo acercamiento es sólo otra de sus estrategias para intentar contrarrestar a China en el Pacífico Sur.

notas

1 Es la región geográfica insular del océano Pacífico que comprende tres agrupaciones etnogeográficas: Melanesia, Micronesia y Polinesia. Cubre más de 300 000 millas cuadradas (800 000 kilómetros cuadrados) de tierra y millones de millas cuadradas de océano. Es una mezcla de estados independientes, estados asociados, partes integrales de países no insulares del Pacífico y estados dependientes (Enciclopedia Britannica, s.f.), a saber, Islas Cook, Estados Federados de Micronesia, Fiyi, Kiribati, Nauru, Niue, Palau, Papúa Nueva Guinea, Islas Marshall, Samoa, Islas Salomón, Tonga, Tuvalu, Vanuatu. Todos los países insulares del Pacífico se caracterizan por su aislamiento geográfico, su escasa superficie y población, así como por la escasez de recursos (United Nations, 2014).

2 Esta región no gozaba de un desarrollo económico y comercial que fuera de interés para los Estados Unidos, país que se encontraba en pleno periodo expansionista y de consolidación imperial.

3 Estas bases militares le permiten al ejército estadounidense responder, de manera eficaz, ante cualquier situación de amenaza a la estabilidad regional.

4 Estos son Estados Libremente Asociados (ELA), los cuales reciben sus ingresos mediante un Pacto de Libre Asociación con EE.UU.

5 Por ejemplo, la Embajada de los Estados Unidos en Islas Salomón permaneció cerrada durante 20 años. Desde 1993, según Ander Sierra, investigador del Real Instituto Elcano, de España.

6 La política de “rebalance estratégico” o “pivote asiático” constituye un giro estratégico hacia la región Asia-Pacífico cuyo objetivo era revitalizar viejas alianzas y fomentar otras nuevas, así como reforzar las capacidades militares de EE.UU. en la región. Además, esta política tenía la intención de moldear una arquitectura regional de cooperación que promoviera los convenios y protocolos internacionales en materia de seguridad.

7 Como se citó en “La política exterior de los Estados Unidos hacia los Estados Insulares del Pacífico (2011-2019)”, de Iván Ernesto Barreto López. Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”. 2020. La Habana.

8 Ibídem.

9 En inglés, “Free and Open Indo-Pacific”

10 Los programas IMET están relacionados con las operaciones de mantenimiento de la paz, el fortalecimiento de la seguridad nacional, la respuesta a crisis naturales y provocadas por el hombre, el desarrollo de relaciones democráticas entre civiles y militares, y el fomento de la profesionalidad militar y policial (Dupont, 2021).

11 Específicamente, la fuerza militar estadounidense está desplegada en Islas Wake, islas Midway y el Atolón Johnston.

12 Como se citó en “La política exterior de los Estados Unidos hacia los Estados insulares del Pacífico (2021-2022)”, de Karla Oliveros Pérez y Laura María Pérez Cuervo. Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”. Revista Ad Hoc. 2022. La Habana.

13 Este Tratado tenía, como principal objetivo, prevenir la llegada del comunismo al Pacífico Sur y garantizar la seguridad en la región de manera conjunta y coordinada. El ANZUS fue sustituido, en 1954 por la Organización del Tratado del Sudeste Asiático (SEATO), otro acuerdo de seguridad más ambicioso (incluía garantizar la seguridad en el Sudeste asiático, así como el apoyo a la independencia y la responsabilidad de autoadministración de los territorios liberados, siempre y cuando respetaran los principios de democracia enarbolados por EE.UU.) al que suscribieron los miembros del antiguo ANZUS más Filipinas, Tailandia, Francia, Pakistán, Gran Bretaña y Tailandia, hasta su disolución en 1977 (López, 2020).

14 Si bien es cierto que la presencia de ese país en las islas del Pacífico es histórica, no se puede perder de vista que su descuido hacia la región constituyó una oportunidad para China en la promoción de un nuevo orden mundial basado en el desarrollo sostenible e inclusivo (o no discriminatorio). Por lo tanto, la estrategia de EE.UU. hacia el Indo-Pacífico, en la que los Estados insulares ocupan un lugar significativo, expresa el interés de la Casa Blanca de restaurar su papel en la región, esta vez con más fuerza y con un objetivo específico.

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CONFLICTO DE INTERESES

Los autores declaran que no existen conflictos de intereses relacionado con el artículo.

CONTRIBUCIÓN DE AUTORÍA:

Laura Canet Mulén: Conceptualización, Curación de datos, Análisis formal, Administración del proyecto, Investigación, Validación, Redacción – borrador original, Redacción – revisión y Edición.

Abel Perdomo de Vales: Análisis formal, Metodología, Administración del proyecto, Supervisión, Investigación, Validación, Redacción – revisión y Edición.

AGRADECIMIENTOS

No aplica.

FINANCIACIÓN

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PREPRINT

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DERECHOS DE AUTOR

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