El enfoque geoestratégico del complejo militar industrial frente a la Crisis Ambiental Global.

The geostrategic approach of the military industrial complex to the Global Environmental Crisis.

M. Sc. Alejandro Elías Rivas Garay

Máster en Estudios Internacionales (Instituto de Estudios Avanzados, Universidad de Santiago de Chile). Diplomado en Gestión Financiera (Institutos de Asuntos Públicos Universidad de Chile). Licenciado en Ciencias de la Administración e Ingeniero Comercial (Universidad Arturo Prat). Funcionario Público. Santiago de Chile, Chile.
alejandro.rivas.g@usach.cl 0009-0006-1035-7224

Cómo citar (APA, séptima edición): Elías Rivas Garay, A. (2024). El enfoque geoestratégico del complejo militar industrial frente a la Crisis Ambiental Global. Política internacional, VI (Nro. 3), 21-35.
https://doi.org/10.5281/zenodo.12626274

DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.12626274

 

Aprobado: 10 de junio de 2024

Recibido: 23 abril de 2024

publicado: 10 de julio de 2024

 

RESUMEN El impacto en el clima se analiza cada vez más desde la perspectiva de la seguridad climática en estudios internacionales, concepto relativamente nuevo del mainstream. El objetivo del trabajo es generar aproximaciones epistemológicas relativas al concepto de seguridad climática y su consecuencia en la militarización de la crisis ambiental global. Se ha utilizado una metodología cualitativa del tipo documental, que giró en torno al estado del arte. Los resultados revelan números exorbitantes y presupuestos multimillonarios para la defensa norteamericana y sus aliados. Se concluye, que el Norte global, liderado por Estados Unidos, ha venido gestionado una respuesta geoestratégica para mitigar los efectos del cambio climático, dándole el estatus de amenaza a la seguridad global, estrategia que perpetúa su actual estilo de vida y patrones insostenibles de producción y consumo, basado en la guerra perpetua, y que solo alimenta el poderoso complejo militar industrial.

Palabras clave: Cambio climático; Militarismo; Relaciones internacionales; Relaciones Norte-Sur; Seguridad; complejo militar industrial.

 

 

ABSTRACT The impact on climate is increasingly analyzed from the perspective of climate security in international studies, a relatively new concept in the mainstream. The aim of the paper is to generate epistemological approaches to the concept of climate security and its consequence in the militarization of the global environmental crisis. A qualitative methodology of the documentary type has been used, which revolved around the state of the art. The results reveal exorbitant numbers and multi-billion dollar budgets for US defense and its allies. It is concluded that the global North, led by the United States, has been managing a geostrategic response to mitigate the effects of climate change, giving it the status of a threat to global security, a strategy that perpetuates its current lifestyle and unsustainable patterns of production and consumption, based on perpetual war, and that only feeds the powerful military industrial complex.

Key words: Climate change; Militarism; International relations; North-South relations; Security; military industrial complex.

 

 

INTRODUCCIÓN

Los recursos naturales no solo son esenciales para el funcionamiento de las economías modernas, si no también, son de suma importancia para las actividades bélicas alrededor del mundo, la más importante, la industria militar y de defensa de Estados Unidos (y sus socios estratégicos), donde se viene impulsando la concepción (y de la comunidad de inteligencia) de que el cambio climático es una amenaza directa a su seguridad global y nacional.

De esta noción, nace el concepto de seguridad climática, que examina las amenazas directas e indirectas que se perciben contra la seguridad de un país, como es el caso de las consecuencias para las operaciones militares, a causa del cambio climático, lo que agravaría las tensiones, los conflictos y la violencia existentes, que podrían extenderse o afectar al Estado-Nación moderno. La problemática ambiental (relativa a la crisis ambiental) no es solo un problema medio ambiental cualquiera, sino, un fenómeno geopolítico sumamente denso de analizar, más aún, si se discute en medio de complejas relaciones asimétricas de poder, particularmente su variable del cambio climático, como posible fuente de tensiones y conflictos en el nuevo orden global emergente (Estenssoro, 2010).

Entre los factores geopolíticos y los escenarios bélicos ya conocidos, se encuentra la guerra del petróleo que asoló Oriente Medio el pasado siglo 20. En esta región existen vastos yacimientos petrolíferos que alimentarian el apetito insaciable del complejo industrial-militar de la coalición occidental. Ya hace más de medio siglo, el saliente presidente de Estados Unidos Dwight Eisenhower, advertía al mundo sobre el peligro del complejo militar-industrial y de sus nefastos alcances. Pero también, menos visible, está el tema de que la industria militar global es una de que más fuentes de energía consume y a la vez es la que más contamina, emitiendo las mayores cantidades de CO2 a la atmosfera, con grandes repercusiones para el medio ambiente, contribuyendo y agravando la actual crisis climática.

En este sentido, los países del llamado “Sur global” cuentan con ricos depósitos de recursos naturales, que son fuente energética imprescindible para las economías como la de Estados Unidos y sus socios del Norte global, que gestionan grandes conglomerados industriales dedicados al negocio de la guerra. La seguridad climática y la militarización de la crisis climática, marcarán la agenda en los futuros decenios, con consecuencias adversas para el clima mundial y los intereses estratégicos de los países del Sur global.

El objetivo del presente trabajo es generar aproximaciones epistemológicas relativas al concepto de “seguridad climática” y sus consecuencias en la militarización de la crisis ambiental global. El objetivo se justifica debido a que es un concepto vagamente analizado por los estudios internacionales de las escuelas del Sur global. La pregunta de investigación que surge es: ¿será acaso la seguridad climática una estrategia del Norte global para militarizar la crisis ambiental? La hipótesis es que el concepto de “seguridad climática” se encuentra influenciado por la academia, la industria de la defensa y el complejo militar-industrial de Estados Unidos y sus aliados del Norte global.

Se empleará una metodología cualitativa (Taylor & Bogan, 1987), de análisis documental, que giró en torno al estado del arte, donde prima el análisis detallado de materiales históricos, accesibles en Internet. Según Galeano Marín y Vélez Restrepo (2002), las metodologías de investigación cualitativa son maneras posibles de hacer investigación en ciencias sociales. Una de sus formas es la investigación documental, que incluye la metodología estado del arte. El objetivo del estado del arte es recolectar y reconocer lo que hasta el momento se ha dicho de la investigación, analizar las propuestas de los teóricos y describir los trabajos que aborden el tema.

Se generó una búsqueda analítica que identificó las más importantes referencias bibliográficas relativas a los conceptos de seguridad climática, militarización y crisis ambiental global. Para esto, se realizó el estudio de 46 documentos que conformarían un corpus bibliográfico que se diseñó, clasificando los textos que conformaron el universo almacenado posteriormente en Excel y sobre el cual se aplicaron los filtros de selección; esta herramienta cumplió la función de ordenar los contenidos, y lo hizo de forma práctica y accesible.

La seguridad climática será un concepto clave en la estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos y, por ende, por sus socios estratégicos alineados al Norte global, en donde el poder se personifica en el poderoso complejo militar industrial.

DESARROLLO

Crisis Ambiental Global y Seguridad Climática

Entender la crisis ambiental global y sus relaciones de poder detrás de la seguridad climática, es de vital importancia debido a lo que Mary Kaldor (2001) ha denominado “las nuevas guerras” del mundo globalizado; o como lo interpreta Vandana Shiva (2007), “las nuevas guerras de la globalización” que no tiene un enemigo claro y que no está limitada en el espacio ni en el tiempo. En este sentido, Michael Klare (2001), predice que el móvil de las guerras futuras ya no será ideológico, sino la posesión de nuestros recursos naturales más preciados y cada vez más escasos.

En esta línea de ideas, Estenssoro, Vásquez y Carrasco (2022), en el libro La crisis ambiental global en el discurso de la seguridad nacional de Estados Unidos: un fenómeno de larga data, proponen una tesis similar, donde:

La crisis ambiental global, aumentaba la preocupación por el impacto que podría acarrear a su seguridad. La escasez de recursos podría ser causas de guerras, los desastres climáticos producto del calentamiento global provocarían hambrunas, sequías y conflictos por la supervivencia en los países subdesarrollados junto con impulsar oleadas de migraciones masivas que invadirían a Estados Unidos y otros países desarrollados del norte global (Estenssor y otros, 2022, 55).

Según Fernando Estenssoro, “cuando se habla de geopolítica ambiental, se busca enfatizar una característica determinante de la geopolítica de este siglo 21, será la problemática que se deriva de la crisis ambiental global” (Estenssoro, 2020, 15). Este fenómeno viene debatiéndose sobre manera dentro del establishment americano, donde las estrategias referidas a su seguridad nacional son el punto neurálgico de su política de Estado. En este sentido, Michael T. Klare, en su libro Wars for resources. The future scenario of global conflict, señala lo siguente:

Que no es posible explicar la dinámica mundial de las cuestiones de seguridad, sin admitir la importancia crucial de la competencia por los recursos. En casi todos los países del mundo, el designio de proteger las materias esenciales se ha convertido en rasgo primordial de la planificación de seguridad nacional (Klare, 2003, 33).

Esto ha implicado para Estados Unidos y sus aliados del norte global (que vienen imponiendo su propia defición de crisis ambiental), que la politica de seguridad nacional (relativa a la crisis ambiental) es para las potencias hegemónicas (que han dictado las reglas y sus intereses del sistema internacional desde la Segunda Guerra Mundial en adelante), un tema de seguridad nacional. En este sentido, Fernando Estenssoro y Juan Pablo Vásquez (2022), en el libro La geopolítica ambiental de Estados Unidos y sus aliados del norte global: implicancias para América Latina, indican que:

El discurso de la securitización ambiental (vale decir, entender que la crisis ambiental global es un fenómeno que afecta a su seguridad nacional), comenzó a hacerse presente con los mismos inicios de la Guerra Fría, y para la realización de la Conferencia de Estocolmo 72´ este discurso ya tenía un desarrollo importante tanto en Estados Unidos como entre sus aliados (Estenssoro y Vásquez, 2022, 26).

El debate ambiental global en la politica mundial, se preocupa por analizar otra de sus mayores variables, el denominado cambio climático; que afecta prácticamente a todos los aspectos del ser humano y el planeta Tierra. Por una parte, el Norte global, que concentra los estados más ricos y desarrollados (el primer mundo y segundo mundo en tiempos de la Guerra Fría), y por otra, el Sur global, que agrupa los países en vía de desarrollo o subdesarrollados (el Tercer Mundo en tiempos de la Guerra Fría), han entendido de manera diferenciada esta problematica. Sin embargo, la elección del primer mundo o Norte global (de ir contra las fuerzas de la naturaleza) tiene un costo muy alto. Como lo establece el exgeneral de brigada norteamericano Robert H. Scales:

La iniciativa que menos éxito tiene para Washington D.C., es apostar sobre la naturaleza y las características de la guerra del mañana; los servicios y la industria de la defensa junto con los comités de expertos que la asesoran, el congreso, los académicos y los medios de comunicación, casi sin excepción, todos ellos se han equivocado (Scales, 2016).

Sin embargo, no es hasta 2003, cuando el estudio Security and climate change de Jon Barnett, sentaria las bases para la seguridad climática. El artículo explora sistemáticamente las conexiones entre el cambio climático y la seguridad, incluidas consideraciones de seguridad nacional, roles de militares y como estos factores pueden desencadenar en conflictos violentos (Barnett, 2003). Además, desde un punto de vista etimológico, la seguridad climática es definida como un marco político y normativo que analiza el impacto que tiene el cambio climático en la seguridad (Buxton, 2021). Pero no fue hasta que Peter Schwartz y Doug Randall presentaron un estudio a petición del Pentágono, titulado An Abrupt Climate Change Scenario and Its Implications for United States National Security, cuando se reveló que el cambio climático podría conducir a situaciones de seguridad para los intereses norteamericanos, en concreto y cito:

A medida que se reducen las capacidades de carga globales y locales, las tensiones podrían aumentar en todo el mundo, lo que llevaría a dos estrategias fundamentales: defensiva y ofensiva. Las naciones con los recursos para hacerlo pueden construir fortalezas virtuales alrededor de sus países, preservando los recursos para sí mismas. Las naciones menos afortunadas, especialmente aquellas que tienen antiguas enemistades con sus vecinos, pueden iniciar luchas por el acceso a alimentos, agua potable o energía (Schwartz y Randall, 2003, 2).

En las propias palabras de Schwartz y Randall, “más que predecir cómo se producirá el cambio climático, nuestra intención es dramatizar el impacto que el cambio climático podría tener en la sociedad si no estamos preparados para ello” (Schwartz y Randall, 2003, 7). Al respecto Nick Buxton, en el estudio “Cambio Climático S.A.”, demuestra que:

La seguridad climática y su demanda surgen de un poderoso aparato militar y de seguridad nacional, en particular de los países más ricos. Esto significa que la seguridad se percibe en función de las amenazas que representa para sus operaciones militares y su seguridad nacional, un término que lo abarca y que básicamente se refiere al poderío económico y político de un país (Buxton, 2021, 1).

En el año 2007, la National Security Analysis (CNA Corporation) convocó a un panel de altos oficiales militares retirados y expertos en seguridad nacional y realizó una evaluación del cambio climático global, según el panel: “El cambio climático, desde la perspectiva de la Junta Asesora Militar, presenta riesgos significativos para la seguridad nacional de Estados Unidos” (CNA Corporation, 2007, 7). La Junta Asesora Militar concluyó cuatro puntos clave, los que en resumen señalan: 1. Que es apropiado centrarse en las graves consecuencias para la seguridad nacional que probablemente se derivarán del cambio climático absoluto. En los países desarrollados, estas condiciones amenazan con perturbar el comercio económico e introducir nuevos desafíos de seguridad, como una mayor propagación de enfermedades infecciosas y una mayor inmigración; 2. El cambio climático actúa como un multiplicador de amenazas de inestabilidad en algunas de las regiones más volátiles del mundo. Muchos gobiernos de Asia, África y Oriente Medio ya están al límite de su capacidad para satisfacer las necesidades básicas: alimentos, agua, vivienda y estabilidad; 3. El cambio climático proyectado aumentará las tensiones incluso en regiones estables del mundo. Las naciones desarrolladas, incluidos Estados Unidos y Europa, pueden experimentar aumentos en el número de inmigrantes y refugiados a medida que aumenta la sequía y disminuye la producción de alimentos en África y América Latina; 4. El cambio climático, la seguridad nacional y la dependencia energética son un conjunto relacionado de desafíos globales. Como señaló el presidente Bush en su discurso sobre el Estado de la Unión de 2007, la dependencia del petróleo extranjero nos hace más vulnerables a regímenes hostiles y terroristas (CNA Corporation, 2007). El ultimo, informe de la comunidad de inteligencia de los Estados Unidos 2024, señala elocuentemente sobre estos vínculos y sus implicaciones:

Los riesgos para los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos aumentan a medida que los efectos físicos del cambio climático y medioambiental se cruzan con las tensiones geopolíticas y las vulnerabilidades de algunos sistemas globales. Las catástrofes relacionadas con el clima en los países de renta baja agravarán los problemas económicos, aumentarán el riesgo de conflictos intercomunitarios por los escasos recursos e incrementarán la necesidad de ayuda humanitaria y financiera (U.S. National Intelligence Council, 2024, 33).

Estrategia Nacional de Seguridad y Cambio Climático

El Departamento de Defensa de Estados Unidos señala que el cambio climático introduce nuevos riesgos y vulnerabilidades de seguridad, razón por la cual, el Departamento de Estado trabaja con sus socios y aliados para fortalecer la resiliencia (Ans y otros, 2023). Es por ello que, en la Estrategia de Seguridad Nacional de 2015, la Administración Obama afirmó que el cambio climático es una amenaza urgente y creciente para la seguridad nacional (White House, 2015); visión que continuara ampliándose sucesivamente con las administraciones Trump y Biden.

 

Para ello, se han valido de la Ley de Autorización de Defensa Nacional S.2943/2016 (que ha sido uno de los vehículos legislativos más importantes sobre seguridad climática en Estados Unidos), la cual considera que el cambio climático es una amenaza directa a la seguridad nacional de Estados Unidos (Conger, 2024). De ahí, que, en 2007, en el informe del CNA, titulado National Security and the Threat of Climate Change, se señalase que, el cambio climático global presenta un tipo nuevo y muy diferente de desafío a la seguridad nacional (CNA Corporation, 2007). La recomendación del CNA en resumen señala:

Las consecuencias del cambio climático para la seguridad nacional deben integrarse plenamente en las estrategias de seguridad y defensa nacionales. La Estrategia de Seguridad Nacional debería abordar directamente la amenaza del cambio climático a nuestros intereses de seguridad nacional… La Estrategia de Seguridad Nacional y la Estrategia de Defensa Nacional deben incluir orientación adecuada para que los planificadores militares evalúen los riesgos para las misiones actuales y futuras del cambio climático proyectado, orientación para actualizar los planes de defensa basados en estas evaluaciones y las capacidades necesarias para reducir los impactos futuros (CNA Corporation, 2007, 46).

Por su parte, el Plan de gestión estratégica del Departamento de Defensa 2022– 2026, promueve “reducir los impactos climáticos en las instalaciones del Departamento de Defensa y mejorar la capacidad del Departamento de Defensa para combatir los desafíos climáticos, energéticos y ambientales del siglo XXI” (U.S. Department of Defense, 2021). En este sentido, la comunidad militar y de inteligencia de Estados Unidos tiende a agrupar las implicaciones para la seguridad nacional del cambio climático inducido por el calentamiento global en dos áreas superpuestas:

La primera, es cómo afectará el cambio climático a las instalaciones y operaciones militares estadounidenses, incluida la forma en que la respuesta a los desastres climáticos tensionará las operaciones militares y potencialmente restará valor a otras misiones militares. En segundo lugar, cómo el cambio climático plantea amenazas a la seguridad política y nacional, que pueden llegar hasta la guerra (National Intelligence Council, 2016).

En este sentido, el almirante retirado James Stavridis argumentó que el cambio climático era posiblemente el desafío de seguridad nacional más apremiante al que se enfrentaba Estados Unidos (Stavridis, 2018). En esta misma línea de ideas, la Secretaria del Ejército de Estados Unidos, Christine E. Wormuth, señala que: “el cambio climático amenaza la seguridad de Estados Unidos y está alterando el paisaje geoestratégico tal y como lo conocemos” (U.S. Army Report, 2022, 3). De tal manera, el informe añade:

El cambio climático pone en peligro la seguridad nacional y económica, y la salud y el bienestar del pueblo estadounidense. Los riesgos asociados con el cambio climático son amplios, significativos y urgentes. Estos riesgos afectarán al Ejército en todos los niveles: desde cómo y dónde operan y entrenan las unidades, hasta cómo el servicio en su conjunto equipa y sostiene a los soldados para luchar en operaciones multidominio… El cambio climático está haciendo que el mundo sea más inseguro y debemos actuar (U.S. Army Report, 2022, 4).

Asímismo, las palabras del actual Secretario de Defensa Lloyd J. Austin III, en el Informe de progreso del Plan de Adaptación Climática 2022 del Departamento de Defensa, son análogas, indicando que el cambio climático estaría socavando la preparación militar e imponiendo costos cada vez más insostenibles al Departamento de Defensa (U.S. Department of Defense, 2022). Así, el informe agrega:

El aumento de las temperaturas, los cambios en los patrones de precipitación y las condiciones climáticas más frecuentes, extremas e impredecibles, causadas por el cambio climático, están empeorando los riesgos de seguridad existentes y creando nuevos desafíos para Estados Unidos y nuestros aliados y socios. El cambio climático está aumentando la demanda y el alcance de las operaciones militares en el país y en todo el mundo (U.S. Department of Defense, 2022, 1).

La Oficina del Subsecretario de Defensa para Energía, Instalaciones y Medio Ambiente ha destacado que el cambio climático es una amenaza a la seguridad nacional (según su visión), con consecuencias tangibles en la preparación militar norteamericana. El actual Subsecretario de Defensa para Energía, Instalaciones y Medio Ambiente, Brendan Owens, al respecto señala:

La misión principal del departamento es mantener una fuerza militar sólida capaz de disuadir el conflicto y al mismo tiempo garantizar la seguridad de la nación. Para llevar a cabo eficazmente esta misión, el departamento debe tener acceso a recursos esenciales como energía, tierra, aire y agua. Estos son necesarios para el desarrollo y entrenamiento de nuestras fuerzas tanto ahora como en el futuro (Owens, 2023).

Del mismo modo, el Secretario de la Fuerza Aérea, Frank Kendall, ha indicado en el informe Plan de Acción Climática del Departamento de la Fuerza Aérea 2022, que el cambio climático está remodelando el entorno de seguridad global cada vez más complejo y el Departamento de la Fuerza Aérea debe adaptarse y responder a esa amenaza (U.S. Department of the Air Force, 2022). El citado plan estratégico subraya:

El cambio climático ha introducido graves desafíos para lograr el dominio del aire y el espacio. El cambio climático afecta nuestra capacidad para mantener la preparación operativa, acceder a ubicaciones estratégicas a nivel mundial y ejecutar la misión operativa... El aumento de las temperaturas, los cambios en los patrones de precipitación y las condiciones climáticas severas y más frecuentes impulsadas por el cambio climático plantean riesgos cada vez mayores para nuestras instalaciones y nuestra preparación operativa (U.S. Department of the Air Force, 2022, 3).

Para uno de los principales socios estratégicos de Estados Unidos, es decir, la Organización del Tratado de Atlántico Norte (OTAN), la cual además lidera la “crisis climática”, es del mismo modo una cuestión de seguridad. Según su visión, lidiar con cuestiones de seguridad ambiental que pueden conducir a desastres humanitarios, tensiones regionales y violencia, es su prioridad estratégica, ya que se centra en los riesgos ambientales para las actividades militares y la seguridad en general. En el informe Preparing NATO for climate-related security challenges (2023), se puede entrever que:

El cambio climático afectará la seguridad de las poblaciones al alterar el acceso a los recursos, dañar los medios de vida, aumentar la migración, debilitar la capacidad de los estados para proporcionar servicios públicos y potencialmente desencadenar inestabilidad política. Como amenaza transfronteriza, el cambio climático está imponiendo a las organizaciones internacionales su responsabilidad de anticipar riesgos, gestionar crisis y coordinar las acciones de otros para fortalecer la conciencia y la resiliencia (Farhan y otros, 2023, 4).

Para justificar estos escenarios de hecatombe global, los estrategas militares delinean escenarios de pesadilla, en los que el cambio climático converge en conflictos armados, hambrunas masivas y crisis sociales y políticas. Por ejemplo, en mayo de 1990, Terry P. Kelly produjo un artículo para la Escuela de Guerra Naval, Global Climate Change Implications For The United States Navy, enfatizando las amenazas a las “operaciones, instalaciones y sistemas navales” de la Marina en las próximas décadas. El análisis centra sus recomendaciones en el seguimiento y la adaptación al cambio climático (Kelly, 1990).

Complejo militar-industrial: el vaticinio de “Ike”

El complejo industrial-militar se puede definir como el conjunto y el nexo entre la industria militar, altos mandos de las fuerzas armadas, políticos, y grupos civiles de interés que se benefician de los contratos de Defensa. Para Faisal Ahmad Qereshi (2018), el complejo militar-industrial puede ser definido como “una red estructural entre sus fuerzas armadas y el complejo político-económico en la que existe un flujo regulado, pero relativamente intenso de tecnología, finanzas, servicios y productos” (Qureshi, 2018, 123). El término surge con el discurso de despedida del presidente Dwight “Ike” Eisenhower, de enero de 1961, cuando alertó sobre los peligros de este complejo a la sociedad, señalando:

Debemos protegernos contra la adquisición de influencia injustificada, buscada o no, por parte del complejo militar-industrial. El potencial para el aumento desastroso de un poder equivocado existe y persistirá. Nunca debemos permitir que el peso de esta combinación ponga en peligro nuestras libertades o procesos democráticos (Eisenhower, 1961).

Desde el punto de vista histórico, el complejo militar-industrial no es una conceptualización nueva, desde que existe el arte de la guerra hay un fabricante de armas detrás. Este pensamiento, apoyado por la noción de que la “guerra” estimulaba a los industriales y fabricantes de armas para llevar a los Estados nación al conflicto armado con el fin de generar mercados para sus armas y municiones, no es nada ilógico de creer. A principios de siglo pasado se manifestaron preocupaciones similares sobre los fabricantes de armas (predominantemente en Europa), que obtuvieron sustanciosos beneficios de la Primera Guerra Mundial y pasaría exactamente lo mismo en la Segunda Guerra Mundial. Pero, incluso antes de esto, la relación entre ejército, la política y la industria militar, se ha arraigado profundamente en el pensamiento y la academia.

En un artículo incluso del propio New York Times de finales de 2010, se afirma: “no es exagerado creer que la industria armamentística (que obtiene beneficios no solo de las ventas nacionales, sino también de decenas de miles de millones de dólares en exportaciones anuales) manipula la política pública para perpetuarse” (Ledbetter, 2010). Estados Unidos disfruta del dividendo de la paz, debido a que gasta más en su ejército, que los siguientes 15 mayores presupuestos militares juntos. Este crecimiento perpetuo parece confirmar la preocupación de Eisenhower por el tamaño y la influencia de los militares y la industria militar norteamericana, incluida la política. Pero a Eisenhower le preocupaba algo más que el tamaño del ejército; también le alarmaba su relación con la economía y la sociedad estadounidenses.

El complejo militar-industrial norteamericano es el más grande del mundo y se encuentra entre los mayores contaminadores planetarios, por lo que su relación con el clima y su conservación es un oxímoron, en otras palabras, una construcción retórica de términos opuestos que lo hacen inviable excepto como una figura metafórica, donde predominan los intereses económicos y geopolíticos a los que se han subordinado aspectos de orden social, ambiental, cultural, ético y de soberanía nacional.

La guerra y su preparación, así como la industria militar, son actividades intensivas en recursos naturales y combustibles fósiles. Pero la realidad es que el complejo militar-industrial y las fuerzas de defensa de las principales potencias mundiales no están obligadas por acuerdos climáticos internacionales a informar o reducir sus emisiones de carbono, y los datos que publican algunos países son poco confiables o, en el mejor de los casos, incompletos. Esto se debe a que las emisiones de CO2 de los ejércitos en el extranjero, desde equipo, infraestructura, aviones a reacción y ejercicios de entrenamiento, quedaron fuera del Protocolo de Kioto de 1997 sobre la reducción de gases de efecto invernadero (y nuevamente exentas de los acuerdos de París de 2015), con el argumento de que los datos sobre el uso de energía por parte de los ejércitos podrían socavar la seguridad nacional. Como lo indica el Dr. Stuart Parkinson:

En 1997, las negociaciones internacionales sobre el clima condujeron al acuerdo del Protocolo de Kioto, que estableció por primera vez objetivos de reducción de emisiones de carbono para las naciones industrializadas. Sin embargo, uno de los muchos compromisos hechos para hacer realidad este tratado fue que las emisiones de las fuerzas militares quedarían excluidas de estos objetivos (Parkinson, 2020, 18).

Un ejemplo de no haber suscrito a las fuerzas militares en el protocolo de Kioto, nos revela el informe titulado Daños climáticos causados por la guerra de Rusia en Ucrania (2023), el que señala “que las emisiones de gases de efecto invernadero atribuibles a doce meses de guerra ascendieron a 120 millones de tCO2e, equivale a las emisiones producidas durante el mismo período en un país como Bélgica” (Klerk, y otros, 2023, 6), una cantidad brutal de emisiones de CO2 que es el resultado directo de las actividades de la guerra y de la industria militar. Hay que recordar que el principal suministrador en los esfuerzos de guerra en Ucrania es Estados Unidos y sus socios, por ende, el complejo industrial-militar norteamericano está en el máximo de sus operaciones.

Otro ejemplo es que el petróleo es la principal causa de guerra: se estima que entre un cuarto y la mitad de todas las guerras interestatales desde 1973 han estado relacionadas con el petróleo. Y en todo el mundo, quienes luchan para proteger sus tierras de las industrias extractivas, a menudo se topan con violencia estatal y paramilitar (Steichen y Koshgarian, 2020). Como bien lo expresa claramente el Departamento de Petróleo y Agua del Ejército de Estados Unidos: “El combustible es la sangre de los militares... y es fundamental para la vida del teatro de operaciones” (Steichen y Koshgarian, 2020, 8).

Militarizando la crisis climática: que dicen los números

Estados Unidos cuenta con un presupuesto de defensa gigantesco. Para el año fiscal 2024 este es de 883 700 millones de dólares en financiación de la defensa nacional. Dentro de esta cifra, el congreso ha autorizado 841 400 millones de dólares para el Departamento de Defensa (DOD), 32 400 millones de dólares para programas de seguridad nacional dentro del Departamento de Energía y 438 millones de dólares en actividades relacionadas con la defensa. Son cifras desorbitantes, donde se cuenta también montos y recursos para la nueva estrategia de seguridad climática (U.S. Senate, 2024).

Los números refuerzan la tesis de que la militarización de la crisis ambiental global tiene bases en el complejo industrial-militar. Si sumamos el gasto militar de Estados Unidos, China, Rusia, India y las economías del G7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido), Australia y Arabia Saudita; se observa montos por 1 702 227 792 000 millones de dólares. Solo Estados Unidos, ya supera los 831 781 000 millones de dólares, lo que representa casi el 50% del total mundial (Global Fire Power, 2024). Aunque estas cifras parezcan gigantescas (en comparación al gasto militar total de todo el Sur global), el gasto militar como porcentaje del PIB ha descendido de forma sorprendente en los últimos decenios.

En el caso de Estados Unidos, la Ley de Autorización de Defensa Nacional 2023, autorizó un presupuesto para la defensa de 773 000 millones de dólares (U.S. Department of Defense, 2023), superior al presupuesto 2022, que fue de 768 000 millones de dólares, con 740 000 millones de dólares designados solo para el Departamento de Defensa (U.S. Department of Defense, 2022). En este sentido, un interesante estudio de Neta C. Crawford, Pentagon Fuel Use, Climate Change, and the Costs of War, señala que, en su búsqueda de la seguridad nacional, Estados Unidos gasta más en su ejército que cualquier otro país del mundo (Crawford, 2019). Además, calcula que las emisiones militares estadounidenses y el uso de combustibles fósiles para operaciones militares en las guerras posteriores al 9/11 son escalofriantes, en ese marco:

Se calcula que la parte de las emisiones de gases de efecto invernadero de las operaciones de contingencia en ultramar (relacionadas con la guerra) -incluidas las principales zonas de guerra de Afganistán, Pakistán, Irak y Siria- asciende a más de 440 millones de toneladas métricas de CO2 para el periodo comprendido entre 2001 al 2018 (Crawford, 2019, 2).

Crawford señala que “desde 2001, el Departamento de Defensa ha consumido constantemente entre el 77% y el 80% de toda la energía consumida por el gobierno estadounidense” (Crawford, 2019, 4). Además, entre 25% y 50% de los conflictos militares desde la crisis de 1973 han estado relacionados con el petróleo; y en 2022 el 66 % de las misiones militares de la Unión Europea estuvieron relacionadas con la extracción de combustibles fósiles (Coronel, 2022). Solo en 2021, el ejército estadounidense emitió al menos 100 millones de toneladas métricas de gases de efecto invernadero, una cifra estimada duplicando los 51 millones de toneladas métricas de emisiones de gases de efecto invernadero auto informadas por el Departamento de Defensa (Venkatesh, 2023).

Es más, el conjunto de instalaciones que apoyan las operaciones militares estadounidenses y la capacidad de proyección de energía incluye más de 560 000 instalaciones, con más de 275 000 edificios en 800 bases situadas en unos 27 millones de acres de tierra en EE.UU. y el mundo (Vine, 2020). Por su parte, los países donde más soldados norteamericanos se concentran son Japón, donde todavía hay más de 53 000, y Alemania y Corea del Sur, donde se encuentran alrededor de 34 000 y 26 400, respectivamente (Merino, 2021). En relación con esto:

En el año 2017, el Departamento de Defensa norteamericano gastó 3 500 millones de dólares en calefacción, refrigeración y suministro de electricidad en sus instalaciones. Por supuesto, que cada instalación gubernamental puede producir sus propias emisiones de gases de efecto invernadero. El propio edificio del Pentágono, situado en Arlington, Virginia, emitió 24 620,55 toneladas métricas de CO2 en 2017 (Crawford, 2019, 6).

Además, el uso de energía operativa representa el 70% del consumo de energía del Departamento de Defensa (Crawford, 2019, 8). En el año fiscal 2022, el Departamento de Defensa consumió más de 73 millones de barriles de combustible para respaldar las operaciones y el entrenamiento en todo el mundo (U.S. Department of Defense, 2023a). Solo uno, el B-52 Stratofortress, consume aproximadamente tanto combustible en una hora como el que consume un conductor de automóvil promedio en siete años. En otro estudio de 2018, a petición de Securing America’s Future Energy (SAFE), titulado, The Military Cost of Defending the Global Oil Supply, destaca que:

Como mínimo, el ejército estadounidense gasta aproximadamente 81 000 millones de dólares al año en proteger los suministros mundiales de petróleo. Esto supone aproximadamente el 16% de los presupuestos básicos recientes del Departamento de Defensa. Repartido entre los 19,8 millones de barriles de petróleo consumidos diariamente en Estados Unidos en 2017, el subsidio implícito para todos los consumidores de petróleo es de aproximadamente 11,25 dólares por barril de crudo, o, 0,28 dólares por galón consumido (SAFE, 2018, 1).

El gasto militar directo para las operaciones del Departamento de Defensa, incluido los costos del Pentágono y gastos de los veteranos, se estima en alrededor de 1,79 billones de dólares, sin incluir los fondos solicitados para el año fiscal 2024. El presidente Joe Biden solicitó casi 400 millones de dólares para fondos contra el Estado Islámico para el año fiscal 2024 (Crawford, 2023); dando nueva vida a una estrategia obsoleta de la Segunda Guerra Mundial, que es desplegar cientos de nuevas bases militares y cientos tropas estadounidenses fuera del país, en un intento fallido de mantener el dominio global de Estados Unidos (Vine, 2023).

Análisis de los resultados

A partir del análisis de las categorías que fueron el sustrato principal del diseño cualitativo del Estado del Arte utilizado en el proceso investigativo, se pueden plantear los siguientes resultados:

a. El gasto militar de Estados Unidos, China, Rusia, India más las economías del G7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido), Australia y Arabia Saudita; representan un total de 1 702 227 792 000 millones de dolares, calculado por país según el Ranking Global Fire Power del año 2024.

b. En 2024 Estados Unidos autorizó 831 881 millones de dólares para la defensa y la seguridad nacional. Se estima que el ejército estadounidense gasta apróximadamente 81 000 millones de dólares al año solo para proteger los suministros de petróleo global. El presidente Joe Biden solicitó casi 400 millones de dólares más para fondos contra el Estado Islámico año 2024.

c. Se calcula que el CO2 de las operaciones de contingencia en ultramar del ejército estadounidense asciende a más de 440 millones de toneladas métricas de CO2 entre 2001 al 2018. Es decir, ha consumido entre el 77% y el 80% de toda la energía del gobierno para tener funcionando la industria militar. Además, el 66 % de las misiones militares de la Unión Europea estuvieron relacionadas con la extracción de combustibles fósiles para la industria militar.

d. En 2021, el ejército estadounidense emitió al menos 100 millones tCO2, debido a que el DOD consumió más de 73 millones de barriles de combustible para respaldar las operaciones el mundo. En la guerra de Ucrania, en 12 meses se han emitido 120 millones de toneladas de CO2, equivale a las emisiones producidas durante el mismo período en un país como Bélgica.

e. Las principales economías de mundo, han asegurado el 5,5% de las emisiones globales de emisiones de CO2 de la industria militar, queden excluidas de los requisitos anuales del Protocolo de Kioto.

f. El presupuesto 2024 es de 883 700 millones de dólares en financiación de la defensa nacional; de los cules, 841 400 millones de dólares para el Departamento de Defensa, 32 400 millones de dólares para el Departamento de Energía y 438 millones de dólares en actividades relacionadas con la defensa nacional.

CONCLUSIONES

Este sucinto estudio ha generado aproximaciones epistémicas del concepto de “seguridad climática” y sus implicancias en la militarización de la crisis ambiental global. La pregunta de investigación e hipótesis se responde plenamente, donde el Norte global, representados por su principal actor, es decir, los Estados Unidos de América, han gestionado una respuesta geoestratégica para mitigar los efectos del cambio climático, dándole el estatus de amenaza a la seguridad global, con el apoyo del presupuesto militar más grande de todo el mundo. Para ello, la comunidad de seguridad nacional ha creado y fomentado el concepto de “seguridad climática”; perpetuando y consolidando el viejo y cansado mito (repetido regularmente por los líderes del Norte global) de mantener la paz global a costas del mantenimiento de un ejército global.

El estudio también ha revelado la dependencia del petróleo y otros recursos naturales a costa de naciones del Tercer Mundo y el Sur global, para ello se perpetua una guerra imperecedera. Si bien estos costos quedan ocultos por la lógica burocrática del presupuesto de defensa, queda claro que los montos exorbitantes para la defensa que en este trabajo se han expuesto, perfectamente en su lugar podrían ayudar y mitigar el problema de la crisis ambiental global y sus efectos en todo el mundo. Las actuales guerras se enfrentan a un récord presupuestario, costos elevados y continuos, devastación regional que no parece contraerse; por el contrario, el Sur global apenas gasta en defensa y la gran mayoría de los países del Tercer Mundo aún se encuentra en el subdesarrollo.

Para Estados Unidos y sus socios del Norte global, la seguridad climática es una estrategia que perpetúa su actual estilo de vida ultra capitalista, patrones de producción y consumo insostenibles, basada en la guerra perpetua y alimenta su poderoso complejo militar-industrial, este último, que gasta y contamina más que ningún otro complejo militar del mundo. Si no se cambia la forma de observar la crisis ambiental global, es decir, desde una perspectiva de la seguridad climática y gastos colosales de las operaciones militares alrededor del mundo, el cambio climatico y todo su poder, arrasará con todo y todos, sin diferencias geográfica, sociales e ideológicas.

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