Factores determinantes del declive relativo de la hegemonía de Estados Unidos. Su impacto en las relaciones interamericanas contemporáneas

Determinants of the relative decline of United States hegemony. Its impact on contemporary inter-American relations

Lic. Lilianne Sánchez Rodríguez

Licenciada en Periodismo. Diplomada en Relaciones Internacionales. Especialista del Ministerio de Relaciones Exteriores, La Habana, Cuba. lilisans@gmail.com 0009-0009-1885-9407

Cómo citar (APA, séptima edición): Sánchez Rodríguez, L. (2024). Factores determinantes del declive relativo de la hegemonía de Estados Unidos. Su impacto en las relaciones interamericanas contemporáneas. Política internacional, VI (Nro. 2), 74-90. https://doi.org/10.5281/zenodo.10855903

DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.10855903

 

Recibido: 7 de enero de 2024

Aprobado: 13 de febrero de 2024

 

RESUMEN Este artículo identifica y explica los factores fundamentales del declive relativo de la hegemonía de los Estados Unidos de América en el sistema internacional de Estados: la agudización de las contradicciones inherentes del sistema capitalista; la polarización de su política doméstica; la pérdida de confianza en su gobierno; el decrecimiento económico; la pérdida de cuotas de influencia, incluido por el ascenso de potencias emergentes, como China, o de bloques como el BRICS; el rechazo abrumador al orden internacional actual y los intentos por contrarrestar la hegemonía del dólar. Se ejemplifican las áreas en las que se evidencia la disminución del poderío estadounidense. Se analiza como su impacto más visible, el ascenso de China en la región de América Latina y el Caribe. A modo de conclusión queda recogido que el declive relativo de la hegemonía de EE.UU. no significa que esta ha llegado a su fin. El ascenso de China y los BRICS como nuevos actores emergentes no amenaza la hegemonía de EE.UU. en la región. De lo que se trata, a largo plazo, es de un cambio más acentuado en la correlación internacional de fuerzas, que se expresará en una nueva distribución del poder en el hemisferio occidental.

Palabras claves: Hegemonía, declive relativo, Estados Unidos, China, relaciones interamericanas, BRICS

 

 

ABSTRACT This article identifies and explains the fundamental factors of the relative decline of the hegemony of the United States of America in the international system of states: the sharpening of the inherent contradictions of the capitalist system; the polarization of its domestic politics; the loss of confidence in its government; economic decline; the loss of shares of influence, including through the rise of emerging powers, such as China, or blocs such as the BRICS; the overwhelming rejection of the current international order and attempts to counteract the hegemony of the dollar. The areas in which the decline of U.S. power is evident are exemplified. As its most visible impact, the rise of China in the Latin American and Caribbean region is analyzed. In conclusion, the relative decline of U.S. hegemony does not mean that it has come to an end. The rise of China and the BRICS as new emerging players does not threaten US hegemony in the region. What we are dealing with, in the long term, is a more pronounced change in the international correlation of forces, which will be expressed in a new distribution of power in the Western Hemisphere.

Keywords: Hegemony, relative decline, United States, China, inter-American relations, BRICS.

 

 

INTRODUCCIÓN

En el escenario internacional se percibe un declive1 relativo de la hegemonía2 de los Estados Unidos de América (EE.UU.), alcanzada tras la II Guerra Mundial. Diversos estudios (Acharya, 2014; Bremmer, 2019; Fukuyama, 2021; Li, 2022; Morales, 2017) apuntan a que el orden estadounidense está llegando a su fin, que el valor total de la economía china superará a la de EE.UU. en 2027 y que ello supondrá el fin del dominio del mundo occidental y el nacimiento de un nuevo orden global.

Al respecto, se considera que EE.UU. conserva liderazgo dentro del sistema internacional y lo mantendrá en los próximos años, aunque paulatinamente pierde cuotas de poder, dominio e influencia relativa en determinadas áreas o regiones a nivel global.

El declive relativo de la hegemonía de Washington impacta de varias maneras en la región de América Latina y el Caribe. Las expresiones más visibles de ese declive son: la presencia significativa de China en la región; el surgimiento y ampliación de los BRICS, la creación de mecanismos de integración, cooperación y concertación política regional autónomos y alternativos a la OEA (ALBA-TCP, UNASUR, Mercosur y CELAC); el fracaso del ALCA y de las cumbres de las Américas de 2005, 2009, 2012, 2015 y 2022, por solo citar algunos ejemplos.

Al respecto, los estudios académicos y publicaciones consultados se dividen entre los que por un lado refieren que el desarrollo de las relaciones de China con América Latina constituye una amenaza para EE.UU. en los aspectos político, económico, cultural y de seguridad y para la hegemonía e influencia estadounidense en el hemisferio; y los que consideran que ese nivel de relaciones es bajo, enfocado, principalmente, a las necesidades mutuas de desarrollo económico, constituye una oportunidad para la región y es incomparable con los estrechos e históricos vínculos de EE.UU con Latinoamérica.

Se considera que el ascenso económico, comercial y tecnológico, la activa proyección externa de Beijing, y el incremento sustantivo de su presencia en la región, por el momento, no representa una amenaza a la hegemonía de EE.UU. en su patio trasero; pero en la medida que se acreciente la influencia china, aunque no lo persiga directamente, puede representar un desafío de los intereses estadounidenses.

Este artículo va dirigido a identificar y explicar los factores causales fundamentales del declive relativo de la hegemonía de EE.UU. en el sistema internacional de estados, y a valorar su impacto en las relaciones interamericanas contemporáneas, expresado primordialmente, en el ascenso de China en la región de América Latina.

DESARROLLO

Origen y evolución del declive relativo de la hegemonía estadounidense en el sistema internacional de Estados

Para principios del siglo XX, EE.UU. se había convertido en la economía más grande del mundo, superando a Reino Unido en el potencial industrial, producción de manufactura mundial, capacidad tecnológica y productiva, así como en los niveles de participación del PIB. En materia monetaria y financiera, Inglaterra había sufrido una disminución de su poderío, pero mantenía el liderazgo, incluido en la inversión extranjera y en las exportaciones a nivel mundial. No obstante, en EE.UU. se estaba conformando un fuerte mercado interno que se reforzaba con grandes inversiones extrajeras o importaciones de tecnología y maquinaria, y un entramado cultural e institucional acorde a las necesidades de reproducción del capitalismo.

Con posterioridad a las dos conflagraciones bélicas mundiales, EE.UU. deviene en el centro del capitalismo mundial. Que estas no se produjeran en el territorio estadounidense favoreció su economía, en tanto incrementó su producción y comercio para devenir en el principal suministrador de armas, municiones y alimentos de los aliados, cuya economía quedó destruida y endeudada. Luego, devino principal acreedor mundial y el vital sustento económico de la recuperación del capitalismo europeo.

Por su potencia económica3, financiera, científica, tecnológica, política, militar, y su liderazgo internacional, EE.UU. alcanzó la hegemonía mundial. Para contener la expansión mundial del comunismo, y por medio del Plan Marshall y la OTAN, construyó un cerco en torno a la Unión Soviética y el campo socialista en Europa. Fundó un sistema de seguridad colectiva, alianzas e instituciones multilaterales políticas, económicas y financieras aún vigentes, diseñadas para sostener el “orden internacional liberal americano” y resguardar los intereses nacionales de ese país.

Sin embargo, para las décadas del 60 y 70 del pasado siglo, la hegemonía estadounidense evidenció un claro proceso de deterioro, por la combinación de un conjunto de factores económicos y políticos, entre los que sobresalían: el auge económico de la mayoría de los países capitalistas desarrollados, incluido la consolidación de Japón y Alemania como potencias económicas; la ruptura del cambio fijo oro-dólar; el inicio de una crisis económica evidenciada en una disminución de la tasa de ganancia, el surgimiento de presiones inflacionarias en los principales países desarrollados y la derrota militar en Vietnam.

En aquel contexto, las élites gobernantes estadounidenses respondieron modificando el enfoque global de la acumulación del capital, transitando de la expansión material hacia la expansión financiera. De tal manera, a inicios de la década de los 80, el país norteño elevó drásticamente la tasa de interés para contener la inflación creciente. En lo adelante, la especulación financiera se convirtió en un elemento clave para enfrentar la caída de la rentabilidad manufacturera.

A inicios de los años 90, con el derrumbe del campo socialista, EE.UU. se erigió como única superpotencia mundial. Es durante esta década que se produjo la expansión sin límites de la hegemonía estadounidense, en lo que se considera la época de la hegemonía absoluta, debido a que no existía potencia4 que pudiera hacerle frente, acompañado de una gran bonanza económica motivado, entre otros, factores por el impulso de la economía financiera especulativa.

Sin embargo, a partir de la década del 2000, el capitalismo mundial se sumergió en una profunda crisis estructural: comercial, financiera, cambiaria y monetaria; de naturaleza compleja, multifacética y profunda, la cual aún perdura. Una de las expresiones de tal crisis es la dificultad cada vez mayor para producir el capital excedente o plusvalor, revertir o acortar las recurrentes recesiones económicas y generar el crecimiento necesario (Sotelo, 2021). Nuevamente, en respuesta, la élite mundial, encabezada por la estadounidense, recurrió a la expansión financiera.

Tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, EE.UU. vio afectado profundamente su liderazgo a nivel internacional. Su denominada guerra internacional contra el terrorismo, dirigida a asegurar una hegemonía permanente y el dominio absoluto de los recursos de Oriente Medio, fracasó. No pudo demostrar los vínculos de Sadam Hussein con los ataques terroristas del 11 de septiembre, ni el uso del arma de destrucción en masa. Por otra parte, no pudo derrotar las fuerzas contrainsurgentes en la región de América Latina, ni imponer gobiernos aliados a Washington, ni impedir la influencia de otras potencias en la región. Todo esto despertó el sentimiento antiestadounidense y el repudio a sus acciones unilaterales. La lucha antiterrorista y la guerra preventiva, en particular, la intervención militar estadounidense en Irak, sin aprobación del Consejo de Seguridad, erosionó profundamente las bases del sistema y del orden internacional de la postguerra.

En ese contexto, la admisión de China en la OMC en 2001, el rápido crecimiento de su comercio exterior, el déficit comercial de EE.UU. con China, que se convirtió en el principal titular extranjero de bonos del Departamento del Tesoro, fueron señales que también apuntaron al inicio de un ciclo de declive.

En EE.UU., la reestructuración neoliberal global (que incluyó políticas de privatización, desregulación, liberalización comercial y financiarización) deprimió la demanda global efectiva y creó condiciones para frecuentes crisis financieras y programas de rescate. EE.UU., al tener grandes déficits comerciales, tuvo que depender cada vez más del consumo financiado con deuda.

Con el advenimiento de la crisis financiera de 2008, para intentar salir y reanimar su economía, EE.UU. nuevamente recurrió a la política monetaria y al estímulo fiscal, a la disminución de las tasas de interés, la inyección de liquidez y el crecimiento de la deuda pública. Cuando los desequilibrios financieros internos y externos de EE.UU. dejaron de ser sostenibles, la economía estadounidense y mundial se vio afectada por la "Gran Recesión": la hegemonía estadounidense entró en un declive acelerado (Li, 2008).

Desde entonces, EE.UU. se encuentra en un sostenido estancamiento económico que, unido al empantanamiento en Medio Oriente, golpean la economía estadounidense. Las bajas tasas de interés no generan un crecimiento significativo en la inversión productiva ni en los niveles de empleo, sino más bien un incremento del atesoramiento, la incertidumbre mundial y el endeudamiento.

Brzezinski en Merino (2021), reconoce que el declive se produce luego de la crisis de 2008, cuando se profundizaron las debilidades infraestructurales con una consecuente pérdida de liderazgo a nivel global. De tal forma, enumera seis aspectos críticos: una deuda insostenible y los déficits presupuestarios estructurales, un sistema financiero defectuoso, que constituye una bomba de tiempo sistémica debido a su comportamiento riesgoso y de autoengrandecimiento; la creciente desigualdad de ingresos que, unida al estancamiento de la movilidad social, resulta peligrosa para el consenso social y la estabilidad política, condiciones necesarias para sostener una política exterior eficaz; la decadencia de la infraestructura nacional; un público muy ignorante sobre lo que sucede en el mundo; y un sistema político crecientemente congestionado y altamente polarizado.

En el plano internacional, el surgimiento de los BRIC en 2001, por Brasil, Rusia, India y China, países emergentes con un gran potencial para superar a las economías más desarrolladas del mundo en crecimiento y producción, a los que se les unió Sudáfrica, y su institucionalización como bloque en 2009, también significó un síntoma del declive de EE.UU., dado que emergió un alianza estratégica que busca mayor influencia y participación en la economía global, promueve una nueva arquitectura financiera, reducir el uso del dólar y un orden global multipolar, en detrimento del orden internacional de la postguerra, diseñado por EE.UU.

La conducción nacionalista-americanista de Donald Trump, en el periodo 2017 2021, agudizó el proceso de declive. En el plano interno, sumió a la sociedad estadounidense en una creciente polarización política e ideológico-cultural. En el ámbito internacional, la guerra económica, comercial y tecnológica para frenar a China, las políticas proteccionistas, la aplicación indiscriminada de tarifas aduaneras y otras medidas unilaterales coercitivas dañaron el clima de las relaciones económicas internacionales, el comercio internacional, el funcionamiento de la economía mundial, debilitó el funcionamiento del sistema y las instituciones multilaterales, y crearon desconfianza en el gobierno y la gobernanza mundial, incluido el sistema de Naciones Unidas.

Más recientemente, el impacto de la pandemia de la COVID 19, el desastre en la gestión sanitaria de envergadura en EE.UU. y las dificultades para organizar a la comunidad nacional en el combate contra este flagelo, agudizados por una estrategia de enfrentamiento que tuvo más contenido electoral, mostraron también los síntomas del declive relativo de la hegemonía de EE.UU.

En el caso de América Latina, en particular, la amplia utilización de sanciones económicas por la administración Trump, incentivaron lo que este pretendía evitar, las relaciones económico-comerciales de la región con las potencias económicas extrarregionales.

Como señala Fernández (2021), “contrario a su discurso conservador-populista de “hacer a Estados Unidos grande otra vez” (Make America Great Again), el mandato del expresidente Trump incrementó las contradicciones económicas, sociales y políticas internas, y aceleró el declive hegemónico de EE.UU.”.

Por lo tanto, se considera que la hegemonía de EE.UU. se encuentra en un ciclo de declinación en el sistema internacional de Estados por los siguientes factores causales fundamentales: la agudización de las contradicciones inherentes del sistema capitalista5, la polarización de la política doméstica americana (entre unilateralistas y globalistas), la pérdida de confianza en el gobierno (acentuada durante la administración de Donald Trump, incluido con el ataque al Capitolio), el decrecimiento económico, la pérdida de cuotas de influencia, incluido por el ascenso de potencias emergentes, como China, o de bloques como el BRICS, el rechazo abrumador al orden internacional actual y los intentos por contrarrestar la hegemonía del dólar.

Dabat y Leal (2019, 107) reconocen que el liderazgo estadounidense se encuentra en un proceso de disminución en determinados rubros y lo ejemplifican de manera siguiente:

EE.UU. sigue siendo el principal receptor y emisor de IED6, aunque el ascenso de China es muy fuerte7 y cuenta con un nivel de endeudamiento muy inferior al de EE.UU.8 En el análisis territorial, EE.UU. es una potencia en cuanto a extensión, población y recursos energéticos; mientras China le disputa el liderazgo en muchos de esos rubros9 (…) La infraestructura aeroportuaria10 y ferroviaria es muy superior en EE.UU., pero China avanza de forma importante11. El liderazgo monetario y financiero de EE.UU. se mantiene gracias al dólar y su profundización financiera, aunque China cuenta con bancos líderes a nivel mundial (Industrial and Commercial Bank of China 2do lugar y Banco de Construcción de China 5to lugar)12. EE.UU. marcha a la cabeza en Ciencia y Tecnología, respaldado por sus grandes universidades y su liderazgo en microprocesadores13. Aunque en las más recientes innovaciones (robótica, nanotecnología, adelantos médicos, biología sintética, impresoras 3D, entre otras) EE.UU. figura en los primeros lugares, China, Alemania, Rusia, Corea, entre otros países, comparten el liderazgo en innovación, lo que implica que difícilmente EE.UU. podría reeditar el liderazgo mundial de la revolución informática (…)14. EE.UU. sigue siendo la principal potencia militar (…). En lo relacionado con la exportación de la cultura, las películas más vistas son las producidas en Hollywood, los artistas más reconocidos en el ámbito internacional son los angloparlantes. Se puede concluir que EE.UU. sigue manteniendo un liderazgo cultural. Y finalmente, en lo relativo al orden institucional a nivel mundial, destaca la preeminencia de EE.UU. en las principales organizaciones como en el Consejo de Seguridad de la ONU, el FMI, la OMC, el G7.

Analizando estos mismos indicadores, transcurridos solo un par de años de la citada investigación, puede afirmarse que continúa el declive relativo de la hegemonía estadounidense, sobre todo en los rubros económico, comercial, de inversión, innovación científico-tecnológica, fuentes de energía renovable, transición energética, infraestructura de alta velocidad, desarrollo espacial y satelital. En otras dimensiones en los que EE.UU. sigue siendo dominante, China muestra avances significativos.

China ha devenido y se ha mantenido como el principal productor de manufacturas y principal socio comercial a nivel mundial, superando a EE.UU., al ser el mayor exportador del mundo y el segundo mayor importador. Por ejemplo, en 2022, las exportaciones de China, según el BM, alcanzaron el 20,7% del total mundial, por un valor de 3,95 billones de dólares estadounidenses15, importante crecimiento en comparación con el año anterior y superior a los valores de las exportaciones de EE.UU., de aproximadamente 3 billones 009,729 millones16. Para 2021, China es el segundo mayor receptor de Inversión Extranjera Directa en el mundo, la cual fue de $180,9 mil millones de USD en ese año, con un aumento de 21,2% respecto 2020 (149 mil millones de USD aproximadamente). En 2020 llegó a alcanzar la segunda posición con salidas de IED, por un valor de 154 mil millones aproximadamente.

Por otra parte, China es uno de los principales socios comerciales de Asia Pacífico, África e incluso para muchos de los países de América Latina y el Caribe, que EE.UU. considera su “patio trasero”. Sin contar las de México, el valor de las exportaciones e importaciones entre el resto de esta región y China en 2021 fue de 247 000 millones de USD, muy por encima del valor del flujo comercial de la región con EE.UU., 174 000 millones.

El comercio exterior chino, sus inversiones y préstamos, a los que acceden cada vez más los países en desarrollo, por medio de la Iniciativa china de la Franja y la Ruta, le han permitido a esta avanzar sustancialmente sus relaciones comerciales y financieras con más de 70 países, en detrimento de la hegemonía de las instituciones financieras creadas durante la postguerra y del dominio del dólar como medio de pago. Son, sin dudas, un recurso de poder blando (Ellis, 2022).

EE.UU. está consciente de que además de este crecimiento económico y comercial, los avances tecnológicos de China podrían significar una ventaja generacional sobre Occidente, dado que “la tecnología constituye en la actualidad un componente clave en el balance de poder, porque actúa sobre todas las esferas de la producción, los servicios, la economía, incluyendo el sistema monetario financiero y en los armamentos” (Fernández, 2022).

Para mantener su hegemonía y evitar el ascenso de sus rivales, EE.UU. no solo utiliza el dólar y las instituciones financieras que controla, sino que recurre a los instrumentos de poder duro, la intervención, la amenaza de la fuerza, la acción militar, la coerción y las sanciones.

Por lo tanto, EE.UU. se mantiene como la superpotencia militar y el país de mayores gastos militares a nivel mundial. Utiliza su ejército y sus más de 700 bases militares en todo el mundo para controlar las fuentes de materias primas y redefinir el tablero geopolítico en función de sus intereses geoestratégicos. Sin embargo, todo ello no le brinda garantía del triunfo militar, como se evidencia en los fracasos en el Oriente Medio y en otros lugares del mundo y en las acciones unilaterales de las distintas administraciones, incluidas las sanciones, que son una expresión de su pérdida relativa de hegemonía, entendida esta en el sentido gramsciano del término, que involucra el consenso como un elemento imprescindible.

En otras palabras, pese a que su poderío militar le garantiza la preservación de su hegemonía, al mismo tiempo limita la construcción de un liderazgo consensual y muestra su incapacidad creciente para hacer valer sus posiciones por otras vías.

China, por su parte, avanza con el número de efectivos de sus fuerzas militares y la modernización tecnológica de su aparato militar y armamento, que sin embargo solo prevé utilizar con carácter defensivo dado que basa sus relaciones en los cinco principios fundamentales de la política exterior china: respeto mutuo a la soberanía estatal e integridad territorial, no agresión, no intervención en los asuntos internos de otros Estados, igualdad, beneficio recíproco y coexistencia pacífica.

En lo que se refiere al poder blando, EE.UU. tiene la supremacía en la información y las comunicaciones en el hemisferio occidental mediante la llamada industria del entretenimiento. Por medio de sus trasnacionales difunden mundialmente los patrones culturales y valores de su sociedad, influyendo directa o indirectamente sobre la conciencia social en todo el mundo extendiendo su ideología. Sin embargo, el hecho de que China encabeza algunas tecnologías de vanguardia para la llamada cuarta revolución industrial, incluida la 5G y la 6G, que la masa de datos (Big Data) sea muy superior a la de EE.UU., y que haya desarrollado un conjunto de aplicaciones que compiten con las americanas, tributan al creciente poder blando de China, pese a las barreras que le impone su lenguaje y su cultura sino céntrica en el hemisferio occidental.

Impacto del declive relativo de la hegemonía de EE.UU. en las relaciones interamericanas y el ascenso de China

Con la crisis de 2008 en EE.UU., China se convierte en un motor importante para el crecimiento económico de América Latina. El aumento global de la demanda de recursos naturales incrementó el precio de las materias primas y los ingresos, lo que fue crucial en el rebote económico de la región en la crisis.

El aislacionismo y proteccionismo dejado en todos los ámbitos por la administración del expresidente Donald Trump y mantenido en gran medida por Joe Biden; la falta de atención e inercia generalizada por parte de EE.UU. a los problemas de la región, y el predominio de gobiernos progresistas en numerosos países de ALC, con una postura favorable a la integración y la concertación político regional, al margen de EE.UU y Canadá, fue aprovechado por China para avanzar en la implementación de su plan estratégico de cooperación, incluido en la recuperación postpandémica.

En este contexto, los países latinoamericanos optaron por abrirse a las mercancías y al mercado chinos en la búsqueda de una complementariedad de su economía, mayor certidumbre y estabilidad para la venta de sus materias primas. Beijing, que necesita importar gran cantidad de materias primas y materiales para sostener su desarrollo económico, devino un importantísimo socio comercial, inversionista y acreedor, ocupando el lugar de antaño de EE.UU.

En la actualidad, la relaciones entre China y América Latina, según el gobierno chino, son de socios de cooperación global, asociación de cooperación integral caracterizada por la igualdad y el beneficio recíproco y el desarrollo compartido. El gigante asiático es el principal socio comercial de América del Sur (en particular de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Cuba, (creo sobra Cuba, por dos razones, una, no está en América del Sur y la otra porque hasta donde conozco, aun es bajo el nivel de inversión y no es uno aun uno de los principales socios comerciales de Cuba. Solo sugiero revisar) Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela), y el segundo más grande de Latinoamérica en su conjunto, después de EE.UU., así como un potente inversor y financiador.

En el año 2022, el valor total del comercio entre China y Latinoamérica creció hasta 495 mil millones de dólares y se espera que, en 2035, supere los 700 mil millones, de acuerdo con el informe Perspectivas del Comercio Internacional 2023 de la CEPAL.

Aunque EE.UU. tiene seis acuerdos de libre comercio que cubren 12 países de América Latina y el Caribe; China avanza en esta área. Tiene suscritos actualmente tratados de libre comercio con: Chile, Costa Rica y Perú. se encuentran negociando acuerdos de esta naturaleza con Colombia, Ecuador, Nicaragua, Panamá y Uruguay y los BRICS han celebrado conversaciones sobre la posibilidad de un acuerdo comercial con MERCOSUR.

Con y sin acuerdos comerciales, tras el declive de la economía estadounidense, China ha irrumpido con fuerza en la región mejorando su proyección como potencia emergente. Ha firmado tratados con 21 países de ALC para su incorporación a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, una estrategia de desarrollo de infraestructura global y cooperación internacional que abarca grandes proyectos e inversiones para asegurar el comercio y la conectividad con socios clave, lo que fortalece aún más su posición. Además, firmó acuerdos de canje de divisas con Argentina y Brasil. Actualmente, Argentina posee alrededor de 1/3 de sus reservas del banco central en yuanes chinos, y en Brasil, el yuan chino superó al euro como la segunda moneda más importante.

Por otro lado, el Banco de Desarrollo de China (el más grande del mundo en términos de activos, préstamos y poder crediticio, y un instrumento clave para el gobierno chino) ha financiado más de 200 proyectos en 18 países de ALC. Según un artículo publicado en The Economist, en junio de 2023, los préstamos de China a ALC facilitados desde 2005 por sus dos principales bancos de políticas, el Banco de Desarrollo de China y el Banco de Exportación e Importación, ascienden a US$141.000 millones superando los préstamos del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo17. Las oportunidades de crédito e inversión se han destinado al sector eléctrico, energético, la tecnología de la información, la minería (extracción de litio) y la construcción de infraestructura.

En el ámbito tecnológico, pese a las medidas restrictivas de Washington para evitar la penetración de Huawei y su tecnología 5G en ALC, la infraestructura de redes celulares 4G es mayoritariamente de Huawei. Además, Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, República Dominicana, Ecuador y el Salvador ya están usando o han decidido usar tecnología de Huawei en equipamiento 5G (Roy, 2023).

Si bien el gigante asiático ha mantenido una progresiva incorporación y participación sustantiva en los foros regionales y, específicamente, en los subregionales, como lo constata su rol como Estado miembro del BID desde 200918 y en otros foros19 y cuenta con comisiones gubernamentales de alto rango y de diálogo estratégico y mecanismo de consulta política con 21 países, no existe evidencia de que China esté desplegando una diplomacia ofensiva, al menos de forma directa, para contrarrestar o suplantar los vínculos de la región con Washington.

Beijing ha implementado una política cautelosa y pragmática de acercamiento, dirigida, primordialmente, a satisfacer sus necesidades domésticas y de industrialización, ampliar los espacios de cooperación y la búsqueda de relaciones mutuamente provechosas. Ha evitado desafiar abiertamente al poderío estadounidense para mantener un ambiente favorable a sus actividades económicas.

Como consecuencia, el incremento del peso económico, comercial, tecnológico y de las inversiones de China no ha traído similar incremento de la influencia político-diplomática, más allá del aumento del número de países que han retirado el reconocimiento de Taiwán para establecer relaciones político diplomáticas con China, siguiendo la política de “Una sola China”. Actualmente, solamente siete países de la región –situados principalmente en el Caribe, además de Guatemala y Paraguay– reconocen a Taiwán, frente a 14 países que lo reconocían a principios del presente siglo.

Solo Venezuela, Cuba, y más recientemente Nicaragua (tras el establecimiento de relaciones con China), todos ellos sometidos a sanciones por parte de Estados Unidos, han mantenido una consistente posición de apoyo mutuo y coordinación política con Beijing en los foros internacionales.

Pese a los esfuerzos de integración regional y el acercamiento de China, incluido a través del Foro China-CELAC, no existe una política proactiva dirigida a reemplazar la influencia estadounidense. En sentido general, el área ha limitado sus relaciones a la conveniente solvencia y estabilidad que ha provisto los ingresos y demanda china, no exenta de consecuencias e impactos negativos20, exacerbados desde EE.UU.

La relación comercial de China con la región, al contrario de la relación de EE.UU., hasta ahora no se ha traducido en una red de propietarios chinos conectados que invierten en la región, ni en una presencia de propietarios o inversores chinos en las grandes empresas latinoamericanas. Al parecer, no se ha generado por el momento vínculos sólidos y estables entre las élites empresariales, lo que podría evolucionar en los próximos años

Tampoco la influencia de China ha posibilitado sustituir por completo el dólar estadounidense en las transacciones de la región. En la medida que la presencia de China en América Latina continúe expandiéndose bajo la Iniciativa de la Franja y la Ruta, el Foro China-CELAC u otras plataformas, se crea la posibilidad de que más empresas acepten pagos en renminbi (RMB) y otros mecanismos financieros impulsados desde el país asiático, pero, por ahora, aunque China es el principal socio comercial de América del Sur, un potente inversor y acreedor, su uso internacional sigue siendo relativamente limitado.

China tampoco ha aumentado su presencia militar en la región, ni siquiera en los países donde tiene importantes intereses comerciales y financieros, o sólidas relaciones a nivel político. Se ha centrado en consolidar el acceso a recursos y la inversión, dejando en un segundo plano los objetivos militares y de seguridad. Las actividades militares de China en la región se concentran, por un lado, en la compra y venta de material militar, en algunos casos relevante, y en el establecimiento de lazos de cooperación entre las fuerzas militares de los distintos países, a través de la movilidad de personas entre instituciones de formación militar, aspecto este en que lo supera ampliamente EE.UU.

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Según datos del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI, por sus siglas en inglés), EE.UU. se mantuvo en 2021 como el mayor proveedor de armamento y formador internacional de fuerzas armadas de América Latina, incluido con el Instituto para la Cooperación para la seguridad del hemisferio occidental, otrora denominada “Escuela de las Américas”.

Las alianzas y acuerdos de cooperación militar de EE.UU con los Gobiernos y Fuerzas Armadas de la región, el Comando Sur y la reactivación de la Cuarta Flota en 2018, el constante despliegue de los diversos ejercicios militares interamericanos que organiza el Comando Sur y las más de 76 bases militares estadounidenses en la región, siguen siendo instrumentos de poder muy fuertes que apuntalan la hegemonía y el sistema de dominación estadounidense garantizando a sus transnacionales el control de los inmensos recursos económicos de la región21.

Si bien el surgimiento de los BRICS en el 2009 y su reciente ampliación, ha significado un cambio en la correlación de fuerzas a nivel internacional al erigirse en el mayor contrapeso político a EE.UU., la OTAN, el G7 y el G20; por representar para el 2028, según el FMI, el 33,6% de la producción mundial, en comparación con el 27% del G7; tener el 45% de la población mundial y una economía en su conjunto del alrededor del 28% de la economía mundial; tampoco el BRICS atenta contra el poderío estadounidense en la región. Su principal impacto en las relaciones interamericanas está dado en que resulta un vehículo que amplía la influencia de China, Rusia y otros actores y desafía -no pone fin- a la hegemonía del dólar en Latinoamérica22, a lo que podrán tributar cada vez más iniciativas de los BRICS como: la creación de un mecanismo de reserva de monedas extranjeras de base amplia, el establecimiento de líneas de crédito mutuas en monedas locales por los bancos de los países miembros y la creación de una moneda única para las transacciones entre estos países.

En resumen, China ha devenido un actor relevante con influencia en Latinoamericana al ofrecer una alternativa al comercio concentrado en Estados Unidos y propiciar la diversificación hacia nuevos mercados, la expansión de fuentes de inversiones tradicionalmente asociadas con países desarrollados y, en general, la expansión de las relaciones con actores extra regionales, favoreciendo mayores grados de autonomía. Sin embargo, por el momento, no existe una paridad entre las relaciones China-Latinoamérica vis a vis Estados Unidos-Latinoamérica, que le posibilite a Beijing desafiar la hegemonía estadounidense en el continente.

Si bien la Estrategia de Seguridad Nacional estadounidense de 2022 refiere que ninguna región impacta más directamente en EE.UU. que el hemisferio occidental y que lo protegerán de la interferencia y la coerción extranjera, incluido de China, no se considera, más allá de la retórica política, que la actual administración perciba la presencia china en América Latina como una amenaza real directa para la hegemonía estadounidense.

No obstante, el Gobierno estadounidense utiliza esa narrativa para alejar a la región de la esfera de influencia china, en función de su política de hostilidad y agresión contra los gobiernos latinoamericanos progresistas y revolucionarios.

De momento, para ejercer un contrapeso a los proyectos globales de infraestructura y a los préstamos e inversiones de China en el contexto de las iniciativas de la Franja y la Ruta en el continente, Biden lanzó la Asociación de las Américas para la Prosperidad Económica (APEP, por sus siglas en inglés), que busca facilitar e incentivar la inversión del sector privado estadounidense en proyectos energéticos y de infraestructura en América Latina. Con similar propósito, se aprobaron las enmiendas al Strategic Competition Act en el año 2021, que buscan dar más ayuda a África y América Latina para contrarrestar el apoyo financiero y la influencia de China.

CONCLUSIONES

Existe un declive relativo de la hegemonía de EE.UU en el sistema internacional de Estados debido a: la agudización de las contradicciones inherentes del sistema capitalista, la polarización de la política doméstica, la pérdida de confianza en el gobierno, el decrecimiento económico, la pérdida de cuotas de influencia, incluido por el ascenso de potencias emergentes, como China, o de bloques como el BRICS, el rechazo abrumador al orden internacional actual y los intentos por contrarrestar la hegemonía del dólar. Dicha disminución relativa del poderío tiene manifestación en varios rubros, siendo los sectores económico-comercial y el tecnológico, posiblemente, los más sobresalientes.

El impacto de la pérdida de cuotas de poder e influencia de EE.UU. en las relaciones interamericanas tiene su expresión primordial en el incremento sustantivo de la presencia de China en la región en múltiples ámbitos.

Sin duda, la activa participación de China en el hemisferio occidental crea un desafío para el liderazgo estadounidense en varios rublos y genera polémica sobre el socavamiento de su hegemonía. Se concluye, no obstante, que en la actualidad el ascenso de China y los BRICS23 como actores emergentes no representa una amenaza a la hegemonía de EE.UU. en la región.

Ni Beijing o los BRICS han mostrado intención de que querer desplazar la influencia de EE.UU. en Latinoamérica.

China por ahora, no está interesada, en abordar los temas sensibles regionales. Tampoco interfiere en la política doméstica latinoamericana. Mantiene distancia de los asuntos polémicos entre Estados Unidos y Latinoamérica, ejerce una diplomacia pasiva que reduce al mínimo la posibilidad de ser una amenaza, una estrategia deliberada para mantener el acceso estable de China a los recursos primarios de la región.

Ni el declive relativo de la hegemonía de EE.UU. significa que esté llegando a su fin, ni el ascenso de China y los BRICS pueden reemplazar una hegemonía por otra. De lo que se trata, a largo plazo, es de un cambio más acentuado en la correlación internacional de fuerzas, que se expresará en una nueva distribución del poder en el hemisferio occidental.

notas

1 La declinación, atendiendo al concepto de Rodríguez (2022) significa una disminución del poder, un fracaso o decadencia en una o algunas de las dimensiones del poderío, pero no en todas; por lo que el ascenso de otros actores indica el inicio de un ciclo de descenso relativo de la influencia estadounidense.

2 Apropiándonos de los aportes de Gramsci, se entiende que la hegemonía no descansa en el liderazgo económico, científico, tecnológico o militar de un país, aunque se consideran determinantes. Sino que incluye también el poder de la ideología, la cultura, la educación, sus instituciones y de su capacidad para ejercer influencia global. En un sistema de Estados nacionales se ejerce por medio de la combinación de la fuerza, es decir de la coerción, y por medio del consenso, o lo que es lo mismo el poder duro y el poder blando. Implica dominación por medio de instrumentos de poder y, a la vez, liderazgo reconocido por otros Estados. Es decir, para considerar hegemónica a una potencia, su poder debe ser no solamente aceptado pasivamente por su capacidad de coerción, sino porque logra establecer el consenso en el conjunto del sistema.

3 Poseía un producto bruto 60% superior al total de las otras 15 economías más fuertes del planeta, dos terceras partes de la capacidad industrial y tres cuartas partes del capital invertido en el mundo, las mayores reservas de oro, el 50% de la producción manufacturera, las 3/4 partes de las exportaciones mundiales, el dominio en el transporte marítimo mundial, en los sectores de punta y poseía dos veces más petróleo que todos los demás países del mundo juntos.

4 Coincidimos con los siguientes autores Kennedy (1995 y 1998), Keohane (1984), Gilpin (1987), Nye (2003) y Wallerstein (2007) en que para considerar un país como una gran potencia este debe contar con: 1) extensión territorial y riqueza de sus recursos naturales, 2) poderío industrial, 3) poderío financiero, 4) liderazgo en ciencia y tecnología, 5) poderío político-militar, 6) liderazgo cultural, e 7) incidencia internacional a partir del sistema internacional de Estados o instituciones y organizaciones internacionales que tienen el poderío suficiente como para regir los destinos del mundo o a partes de él, sea por sí mismos o como parte de un sistema de grandes potencias.

5 El modo de producción capitalista impulsa el desarrollo permanente de las fuerzas productivas, pero este desarrollo choca inevitablemente contra los límites que impone el mismo sistema capitalista, y esta contradicción da lugar de manera inevitable a las crisis como medio de resolverla. Por consiguiente, las crisis responden a la propia dinámica interna del capitalismo (Ruíz Sanjuan, 2014). Como lo precisara Marx en El capital, el conflicto entre las fuerzas impulsoras antagónicas se desahoga periódicamente mediante crisis. Estas siempre son solo soluciones violentas momentáneas de las contradicciones existentes, erupciones violentas que restablecen, por el momento, el equilibrio perturbado” (Marx, 1996).

6 En 2022, EE.UU. se mantiene como el principal emisor y receptor de inversión extranjera, seguido por China, que se consolida en segundo lugar a nivel mundial y primero dentro de las economías en desarrollo.

7 China es el único país con un crecimiento económico sostenido en los últimos años. En 2022, según el Banco Mundial, China mantuvo el ritmo elevado de crecimiento del PIB, un 3%, la mayor participación dentro del PIB mundial, superando el 2,1% de EE.UU.

8 En la actualidad la deuda externa de EE.UU. es de 3,8 billones la más grande del mundo. Debe a China 1,2 billones de dólares, es decir, un 23% de su deuda. China muestra un superávit en las relaciones comerciales, en particular con Estados Unidos, lo que le permite acumular inmensas reservas de divisas. De hecho, desde la primera década de este siglo, China es el principal titular extranjero de bonos de deuda pública estadounidense y poseedor de las mayores reservas cambiarias del mundo. https://es.quora.com/Cu%C3%A1nto-dinero-debe-Estados-Unidos-a-China#:~:text=EEUU%2C%20debe%20a%20China%20%2C%201,en%20bonos%20del%20tesoro%20americano.

9 En todo caso, EE.UU. le disputa el liderazgo a China, más grande en superficie y extensión territorial y con respecto al número de habitantes. Sin embargo, las prácticamente nulas tasas de crecimiento de la población que expone China debido a los efectos retardados de un solo hijo, unido al envejecimiento de la población y la migración prácticamente nula se convierten en vulnerabilidades de la hegemonía. En términos de la producción y acceso a la energía, EE.UU. está en una posición relativamente ventajosa, aunque pudiera no ser perdurable. China tiene un enorme déficit en producción de petróleo respecto al consumo de energía. Supera a EE.UU. en el consumo energético y depende mucho del carbón para la producción de electricidad, lo que constituye un reto para su economía (Fernández, 2022). No obstante, en 2021, China generó tres veces más electricidad de energía renovable que EE.UU. y en la actualidad, porta casi la mitad de la capacidad de energía renovable del mundo al albergar la mayor planta solar.

10 China lidera el ranking de actividad aeroportuaria mundial, desbancando a los principales aeropuertos norteamericanos situados habitualmente en los primeros puestos e incluso a los europeos, que en el año 2020 no aparecen en las diez primeras posiciones por número de pasajeros elaborada por la asociación de aeropuertos a nivel mundial ACI. https://www.europapress.es/turismo/transportes/aeropuertos/noticia-china-lidera-ranking-actividad-aeroportuaria-mundial-20210426113635.html

11 A diferencia de los estadounidenses, China, país que a principios del siglo XXI no contaba con ninguna línea de alta velocidad, ahora mantiene un segundo puesto en extensión con sus 131 000 kilómetros de vía férrea, por detrás de EE.UU. y lidera los trenes de alta velocidad, con casi 38 000 km de vías y otros 15 000 en construcción, más que el resto del mundo junto.

12 Tanto el Nuevo Banco de Desarrollo en Shanghái, como el Banco de Desarrollo de Infraestructura Asiática, con sede en Beijing, erosionan la supremacía de las instituciones creadas por EE.UU. y contribuyen a profundizar sus relaciones bilaterales con países asiáticos, latinoamericanos y africanos.

13 China lidera el mundo tanto en el número de trabajos de investigación científica como en la mayoría de los artículos citados, según muestra un informe del Ministerio de Ciencia y Tecnología de Japón. Los trabajos de investigación se consideran de mayor calidad cuanto más son citados por otros. Así, la investigación china representó el 27,2 %, o 4.744, del 1 % de los artículos más citados del mundo, superando a los Estados Unidos con un 24,9 %, o 4 330.

14 Según un informe del Instituto de Política Estratégica Australiano (ASPI, en sus siglas en inglés) publicado en marzo de 2023, China lidera la investigación en la tecnología del futuro, asentando la base para convertirse en la superpotencia científica mundial por delante de Estados Unidos y al resto de los países en 37 de 44 tecnologías claves para la innovación y el crecimiento en áreas como defensa, la exploración espacial, robótica, biotecnología, nanotecnología, tecnología cuántica e inteligencia artificial. China superó por primera vez a Estados Unidos en solicitudes de patentes, encabeza algunas tecnologías de vanguardia para la llamada cuarta revolución industrial –inteligencia artificial, internet de las cosas, 5G—, lidera la transición energética junto a otros países de Asia Pacífico y su masa de datos (Big Data) es muy superior a la de EE.UU. https://www.swissinfo.ch/spa/china-eeuu-investigaci%C3%B3n_china-supera-a-eeuu-en-investigaci%C3%B3n-en-tecnolog%C3%ADa-del-futuro--seg%C3%BAn-.

15 https://proxy-uk1.filterbypass.me/s/?u=6VvAgcyI3j0G7vvR3KHT0gH0LpsO87I1Af9uJA6hSilhj1uwq32qoVJhW13pTpRs1vrRPNhCnbE1xyELmBgbx6YxfpRZDhJb0ExjD70v4Zd8rOO2sV0yKOiTlPmlgxXX5wbfoPkhyAXWUdUCyJxNAKXJXpJ

16 https://www.opportimes.com/exportaciones-e-importaciones-de-estados-unidos-en-2022-suben-18-y-16/

17 Hernandez, Bruno (2023). China-América Latina y el Caribe: inversión, comercio y perspectivas futuras. Consultado en línea en https://www.china-briefing.com/news/china-america-latina-y-el-caribe-inversion-comercio-y-perspectivas-futuras/

18 Si bien Estados Unidos sigue siendo el principal financiador de esta institución, y la cuota de participación de China en el presupuesto ordinario es baja, ha ido incrementando su participación con contribuciones voluntarias, lo que demuestra su interés por participar en instituciones económicas con un fuerte carácter regional. Asimismo, la potencia asiática ha firmado numerosos acuerdos de colaboración con el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF), junto con otros bancos y fondos subregionales.

19 Como observador en la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), como miembro oficial del Banco del Desarrollo del Caribe, en la fundación del Foro de Cooperación Económica y Comercial China-Caribe, en la I Cumbre Empresarial China-América Latina y Caribe, en el Foro CELAC-China, como observador en la Organización de Estados Americanos (OEA) y en el Parlamento Latinoamericano, y como miembro de la Corporación Interamericana de Inversiones.

20 El impacto negativo de la relación comercial con China, similar al de la relación con EE.UU, está dado por su carácter asimétrico, expresado en las exportaciones de materias primas con escaso valor agregado y las importaciones de manufacturas de mayor contenido tecnológico e industrial y de otras más baratas por parte de ALC. Ello, en ambas relaciones, advierte riesgos de reproducción de patrones de dependencia, como el extractivista y de profundización de la especialización primario-exportadora. A largo plazo, implica desindustrialización e inundación de productos foráneos más baratos, que socavan las industrias locales. Asimismo, existen preocupaciones con relación al impacto medioambiental de las empresas extranjeras, así como a la baja capacidad de los países latinoamericanos para establecer estándares de calidad, protección del medio ambiente, de los trabajadores, y defensa de su soberanía.

21 América Latina es uno de los principales escenarios de la disputa por el control de los recursos porque suministra el 25 % de todos los recursos naturales y energéticos que necesita Estados Unidos. Además, en su territorio se encuentra el 25 % de los bosques y el 40 % de la biodiversidad del globo. Casi un tercio de las reservas mundiales de cobre, bauxita y plata son parte de sus riquezas, y guarda en sus entrañas el 27 % del carbón, el 24 % del petróleo, el 8 % del gas y el 5 % del uranio. Sus cuencas acuíferas contienen el 35 % de la potencia hidro energética mundial. En el 2008, el Pentágono clasificó como estratégicos a los minerales, críticos y esenciales, siendo los primeros los que permiten mantener la hegemonía mundial y regional al tiempo que sus reservas son limitadas o de difícil explotación por resistencias sociales productos estratégicos para la transición tecnológica y energética como el litio y las tierras raras (Capote, 2018).

22 Según la Reserva Federal de EE. UU., el dólar se ha utilizado en el 96 por ciento del comercio en las Américas durante los últimos 20 años, ciertos países (por ejemplo, Ecuador, El Salvador y Panamá) lo han adoptado como moneda oficial y toda América Latina, incluso Brasil, sigue dependiendo en gran medida del dólar no solo para su comercio con los Estados Unidos, sino también con otros países, incluso dentro de la propia región.

23 China y otros miembros del BRICS se han opuesto a que el bloque se perciba como un desafío directo a Occidente. A India le preocupa que el grupo sea un vehículo para ampliar la influencia de China.

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CONFLICTO DE INTERESES

La autora declara que no existen conflictos de intereses relacionado con el artículo.