El impacto de las fuerzas políticas de extrema derecha en América Latina: una mirada crítica a su proyección internacional
The impact of far-right political forces in Latin America: a critical approach to their international projection
Lic. Alexa Morales Hernández
Licenciada en Relaciones Internacionales. Especialista del Ministerio de Relaciones Exteriores, La Habana, Cuba.
alexamh.qba@gmail.com orcid.org/0009-0008-5900-2437
Cómo citar (APA, séptima edición): Morales Hernández, A. (2024). El impacto de las fuerzas políticas de extrema derecha en América Latina: una mirada crítica a su proyección internacional. Política internacional, VI (Nro. 2), 19-28. https://doi.org/10.5281/zenodo.10855236
Recibido: 12 de diciembre de 2023
Aprobado: 10 de febrero de 2024
RESUMEN En los últimos años, América Latina ha sido testigo del ascenso de fuerzas de extrema derecha, un fenómeno que parece ser parte de una reacción internacional contra los impactos de la globalización neoliberal y un cuestionamiento a los derechos sociales y políticos de diversas minorías. Sus representantes han utilizado un lenguaje supuestamente innovador, han sacado provecho de las redes sociales y han criticado la política tradicional, lo que sugiere un nuevo escenario regional. Sin embargo, tanto sus propuestas como sus métodos reflejan la continuidad de los intereses de la oligarquía regional y del capital transnacional. La defensa de una sociedad jerarquizada y el recurso a la violencia física y simbólica son atributos que trascienden coyunturas y caracterizan a la derecha latinoamericana. La proyección internacional de estas fuerzas políticas confirma su alineamiento con Estados Unidos y su rechazo a los mecanismos regionales, lo que reafirma sus puntos de contactos con los partidos tradicionales. La influencia de estas fuerzas en los sistemas políticos nacionales, tanto en el poder ejecutivo como en otros ámbitos, incluida la formación de opinión pública a través de los medios y las redes sociales, representa un desafío para la política exterior cubana, las fuerzas progresistas y las aspiraciones de integración latinoamericana.
Palabras claves: Extrema derecha, América Latina, política exterior, integración regional, fuerzas políticas, opinión pública.
ABSTRACT In recent years, Latin America has witnessed the rise of far-right political forces, a phenomenon that appears to be part of an international reaction against the impacts of neoliberal globalization and a questioning of the social and political rights of various minorities. These political forces appear to have used innovative language, taken advantage of social networks and criticized traditional politics, suggesting a new regional political scenario. However, both his political proposals and his methods reflect the continuity of the interests of the regional oligarchy and transnational capital. The defense of a hierarchical society and the resort to physical and symbolic violence are attributes that transcend situations and characterize the Latin American right. The international projection of these political forces confirms their alignment with the United States and their rejection of regional mechanisms, which reaffirms their points of contact with the traditional right parties. The influence of these forces on national political systems, in the executive branch and in other areas, including the formation of public opinion through the media and social networks, represents a challenge for Cuban foreign policy, progressive forces and aspirations for Latin American integration.
Keywords: Far right, Latin America, foreign policy, regional integration, political forces, public opinion.
INTRODUCCIÓN
El comienzo del siglo XXI representó para América Latina un periodo marcado por el ascenso a varios gobiernos de fuerzas políticas de izquierda de las más diversas tendencias. Entre 2000 y 2010, la región logró significativos avances en materia económico-social y de reivindicaciones políticas1. No obstante, en los años posteriores comenzó a evidenciarse el agotamiento de varios de estos gobiernos, como resultado de la caída de los precios de las materias primas exportables, debilidades políticas e institucionales y fundamentalmente por la contraofensiva desplegada por las oligarquías nacionales con el apoyo del gobierno, instituciones y agencias de Estados Unidos.
La derecha2 logró desplazar a las fuerzas progresistas a través de diferentes vías como golpes parlamentarios, construcción de consensos para competir electoralmente, procesos judiciales para la inhabilitación política de líderes de izquierda, ajustes legales para limitar la organización y participación de movimientos sindicales y sociales en las instituciones políticas, la criminalización de la protesta social, entre otros (Vázquez Ortiz, 2020).
Paralelo a este proceso, se ha asistido a un auge de las derechas autoritarias en todo el mundo, con partidos de esta tendencia llegando al gobierno o coaliciones de gobierno, incluido varios países europeos. El triunfo del republicano Donald Trump en las elecciones estadounidenses de 2016 constituyó una de las expresiones del apogeo de estas ideas en la sociedad estadounidense, alimentando una aguda polarización y mayor conflictividad social. El gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil (2018-2022), representó la máxima expresión del crecimiento de estas ideas en América Latina.
En sentido general, autores como José Antonio Sanahuja, plantean que la popularidad que han ganado estas fuerzas políticas ha sido resultado de los efectos negativos de la globalización. Constituye una reacción de los sectores más desfavorecidos por esta tendencia en lo económico, social y cultural, los cuales han sido desplazados dentro de sus sociedades por actores o ideas consideradas foráneas (Sanahuja & Lópe Burian, 2020).
Hasta hace unos años, los estudios desde las ciencias sociales sobre este fenómeno eran escasos. Sin dudas, la llegada a los gobiernos o estructuras estatales de varios representantes de estas fuerzas ha suscitado un creciente interés por comprender sus significados, puntos de contacto con las formas políticas tradicionales y su capacidad de crecimiento electoral. “Extrema derecha”, “neo-fascismo” o “nacional-populismo”, son algunos de los términos desde los cuales los autores tratan de abordar la cuestión y encontrar la mejor manera de caracterizarlos (Feierstein, 2023).
Asimismo, el imaginario político asociado con las extremas derechas tuvo un desarrollo desigual a nivel global en la segunda mitad del siglo XX. En Europa, se asociaban con la ideología fascista y tenían un carácter marginal dentro de los sistemas políticos. Mientras, en América Latina el establecimiento de dictaduras militares o gobiernos cívico-militares como reacción a los movimientos nacionalistas, populares y/o antimperialistas que tuvieron lugar entre las décadas de 1950 y 1960, constituyó una de las formas más generalizadas de gobierno y dominación política.
En el nuevo siglo, las distancias parecen desdibujarse. Las reacciones nacionalistas contra la globalización neoliberal, así como la reivindicación de valores tradicionales acercan a las fuerzas políticas de esta tendencia en todo el mundo y parecieran reflejar un proceso de derechización o conservadurismo en el seno de las sociedades occidentales.
¿Son estas fuerzas de extrema derecha nuevas en la región? Un primer análisis nos lleva a considerar que se trata de los mismos representantes de la oligarquía regional, que, ante el empeoramiento de las condiciones socioeconómicas y los cuestionamientos al orden capitalista, retoman un discurso agresivo que busca revertir lo alcanzado no solo en materia económica, sino social, política y cultural para los pueblos latinoamericanos y caribeños.
La política exterior e internacional, así como la dinámica regional, no escapa de la influencia de estas fuerzas. Aunque sus intereses confluyen con aquellos del capital transnacional, su relacionamiento en el escenario regional, incluido el propio Estados Unidos no está exento de contradicciones. Los procesos de integración y/o concertación latinoamericanos y caribeños, que durante los primeros años del siglo XXI conocieron un auge significativo, se aseveran como los más afectados por las ideas de extrema derecha. El balance de los gobiernos de esta tendencia en la correlación regional de fuerzas ha tenido un impacto en el cambio de proyección internacional de la región, lo cual puede mantenerse, incluso acentuarse, en los próximos años.
Estos procesos ameritan un continuo estudio, desde las concepciones marxistas y la experiencia cubana, que permitan caracterizar estas fuerzas políticas, sus ideas y líderes, así como su proyección externa, tanto desde lo discursivo, como las acciones concretas de política exterior. El acceso al gobierno de las mismas en América Latina constituye un desafío para la política exterior cubana, en particular su propósito fundamental de avanzar en la integración regional y sostener relaciones de respeto y cooperación con los Estados latinoamericanos.
Las siguientes reflexiones tienen como objetivo aproximarse a las definiciones y propósitos de las fuerzas políticas identificadas como extrema derecha en América Latina, fundamentalmente su proyección internacional e impacto para las relaciones interamericanas, latinoamericanas y los mecanismos de integración regional.
DESARROLLO
La extrema derecha en América Latina, en particular sus expresiones más mediáticas y controvertidas, como los casos de Jair Bolsonaro en Brasil3 o Javier Milei en Argentina4, precisa un análisis que sobrepase las consideraciones coyunturales, favorezca un análisis histórico y permita valorar las particularidades nacionales.
En primer lugar, deben considerarse las condiciones socioeconómicas en las cuales se sustenta la actividad política y el Estado, es decir, la superestructura. América Latina se ha caracterizado por formar parte de la periferia dentro del sistema capitalista mundial, en una situación de dependencia respecto a los centros hegemónicos, fundamentalmente Estados Unidos. El patrón de acumulación capitalista actual, caracterizado por la valorización financiera del capital, ha incidido en que en la región los sistemas políticos se caractericen por “Estados débiles, partidos licuados de contenidos, sindicalismo conciliador, ciencias sociales acríticas o escasamente críticas, cuando no meras traductoras de las elaboraciones del centro del sistema” (Ansaldi, 2022).
En ese escenario, diversas fuerzas han emergido a partir de un discurso que se quiere presentar como novedoso y ajeno a la política tradicional. Sus ideas tienen difusión en las redes sociales, espacios saturados de información y noticias falsas, concebidos para el consumo de grandes sectores marginales de la población. Su “popularidad”, o más bien mayor presencia político y mediática, puede asociarse a periodos de crisis, en los cuales las fuerzas progresistas e incluso la derecha no encuentran soluciones para los problemas socioeconómicos de la población.
Los principales planteamientos de estas fuerzas políticas son la defensa a ultranza del libre mercado, sin ningún tipo de regulación estatal, y la libertad individual. Existe una retórica de regreso al pasado, en particular a los momentos de mayor auge del neoliberalismo y de jerarquización social. En ese sentido, se ofrece como solución a la población el individualismo y el mercado, hay una revisión histórica de las dictaduras militares, intentado relativizar sus crímenes. Se asocian las ideas feministas, ecologistas, de igualdad de género y otras como desviaciones progresistas y atentados contra la familia y las creencias religiosas (García Linera, 2023).
Si bien los representantes de la extrema derecha en la región son también expresión de un fenómeno que se aprecia globalmente, existe una adaptación y particularización de los principales temas presentes en el discurso de estas fuerzas políticas. Entre ellos se encuentran la desconfianza en la clase política tradicional, que en América Latina se asocia con la crítica a la corrupción y el clientelismo; la defensa de la identidad nacional, identificando a corrientes como el feminismo o el ecologismo como nuevas formas de dominación cultural de la izquierda; la recurrencia al miedo al comunismo y la promoción de la violencia física y política (Morressi, 2020).
El impacto de los planteamientos de la extrema derecha no se observa solo en las fuerzas políticas que se autoperciben como tal. La presión de estos grupos y sus propuestas han incidido, además, en que fuerzas de derecha, que se identificaban con posiciones globalistas y democrático-liberales, asuman posiciones más retrógradas en cuanto a seguridad y política económica.
En función de estos planteamientos, las llamadas nuevas derechas no se distancian mucho de cómo se han organizado estas ideas en América Latina históricamente. La apelación a la violencia física, discursiva y simbólica ha estado siempre presente en las derechas latinoamericanas. Durante el siglo XX el golpe de Estado militar constituyó la herramienta fundamental para desplazar del gobierno a fuerzas no consideradas afines. Sin embargo, los golpes blandos a cargo del poder legislativo o la judicialización de la política se han convertido en periodos más recientes en nuevos mecanismos para retomar el control gubernamental.
Las posiciones de derecha usualmente caracterizan el pensamiento de la burguesía y los terratenientes, en contraposición a las ideas de las clases trabajadoras. No obstante, cada vez mayores sectores de las clases subalternas se identifican con estas ideas en un proceso de construcción de sentido común y hegemonía. Este proceso de transformismo, según lo caracterizaría Gramsci, se ha acentuado después de la caída del socialismo europeo, a través de la colonización cultural (Ansaldi, 2022).
En ese sentido, las fuerzas de extrema derecha son representantes de los tradicionales sectores burgueses y oligárquicos en América Latina y el Caribe que ven sus intereses comprometidos, no solo por la presencia de la izquierda en el gobierno, sino además por la normalización de políticas de reconocimiento de derechos económicos, sociales y culturales para los sectores más desfavorecidos. En resumen, creen que su jerarquía está comprometida y apelan a estos propios sectores históricamente marginados para reavivar los órdenes sociales basados en la religión y el individualismo.
El pensamiento de derecha tiene ejes centrales que se mantienen y permiten identificar a sus representantes más allá del discurso disruptivo y novedoso actual. Su posición respecto a la igualdad y la defensa resuelta del capitalismo, la apelación a la mentira, la distorsión del sentido y a la violencia física contra sus oponentes son rasgos característicos de la derecha latinoamericana que trascienden las coyunturas (Ansaldi, 2022).
Proyección externa
En política exterior, la retórica discursiva de la extrema derecha latinoamericana recupera a su vez elementos comunes a estas fuerzas políticas globalmente, como la defensa extrema del nacionalismo y la crítica a la globalización y el orden liberal internacional. Estos elementos se ejemplifican en el rechazo a las implicaciones socio-culturales de la globalización, sin dejar de favorecer la apertura económica y la reducción de la participación del Estado en el comercio exterior, a tono con el enfoque neoliberal que sigue predominando como tendencia económico-política de la derecha regional.
El auge de la extrema derecha en América Latina responde a condiciones internacionales y regionales. No es posible analizar estos procesos sin valorar el efecto de la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos entre 2017 y 2021.
El triunfo trumpista en las elecciones de 2016 es consecuencia también de lo que los especialistas definen como la declinación de la hegemonía estadounidense y los efectos de la globalización neoliberal impulsada por los propios gobiernos de ese país. El nacionalismo, proteccionismo y rechazo al multilateralismo estuvieron entre los principales aspectos que centraron la campaña republicana. No se puede pensar que la política exterior derivada de estos planteamientos fue solamente resultado de las iniciativas de Donald Trump. El complejo sistema político estadounidense, en particular los sectores conservadores y los afectados por la globalización, fueron los promotores e impulsores de la proyección internacional del período, junto a su mandatario (Zuluaga Nieto, 2021).
La política exterior estadounidense hacia América Latina y el Caribe durante el período de Trump estuvo marcada por un discurso xenófobo y racista, enfocado en el control de fronteras para frenar la migración irregular, la renegociación de los tratados de libre comercio, los conflictos en torno a la aplicación de aranceles y la incrementada agresividad contra los gobiernos más progresistas, en particular Cuba, Venezuela y Nicaragua. Se mantuvieron e incrementaron las acciones de agencias y funcionarios estadounidenses en los espacios del sistema interamericano para lograr sus intereses, como el control del Banco Interamericano de Desarrollo y la reelección de Luis Almagro como Secretario General de la Organización de Estados Americanos (Suárez Salazar, 2021).
Trump y sus asesores rescataron públicamente la Doctrina Monroe, que, si bien no ha dejado de ser la guía fundamental de su proyección hacia la región, había dejado de ser invocada, habida cuenta del rechazo que durante todo el siglo XX tuvieron las abiertas injerencias de Estados Unidos en las economías, sociedades y Estados latinoamericanos y caribeños.
Esta política no hubiera sido posible sin el apoyo de las oligarquías latinoamericanas y sus representantes políticos, que desde 2015 venían obteniendo victorias electorales en varios países.
Como se ha visto, estas derechas han estado cada vez más permeadas de elementos del discurso de la extrema derecha, evidenciando que estos planteamientos constituyen en última instancia la respuesta más violenta de los sectores oligárquicos frente a la pérdida de confianza de amplios sectores de la población en el sistema socio-económico capitalista. La presidencia de Donald Trump exacerbó los discursos más agresivos, favoreció el avance de estas fuerzas en los sistemas políticos latinoamericanos e incidió en que algunos gobiernos abandonaran posiciones consideradas de centro para asumir posturas más agresivas frente a los gobiernos progresistas.
Entre las principales consecuencias de los cambios gubernamentales en América Latina estuvieron la desestructuración de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), la crisis institucional del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), la inmovilización de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la creación y consolidación del Grupo de Lima y el surgimiento del efímero Foro para el Progreso de América del Sur (PROSUR). Estos ejemplos, además de evidenciar el cumplimiento de los intereses de Estados Unidos, son expresión de la reacción de la oligarquía contra los procesos de integración en la región. Asimismo, la creación de foros políticos para aislar y cercar a otros gobiernos, en particular la República Bolivariana de Venezuela, buscaron limitar la influencia de las ideas de la izquierda, así como hacer fracasar este proceso revolucionario.
El cerco político-diplomático contra los países progresistas tuvo como principal promotor el gobierno de Iván Duque en Colombia, aliado incondicional de Estados Unidos. La categoría de castro-chavismo, tan utilizada por las fuerzas reaccionarias, en particular la extrema derecha, constituyó un aporte de la diplomacia extraoficial de Colombia en ese periodo (Zuluaga Nieto, 2021).
No obstante, las coincidencias entre el discurso trumpista y el del mandatario brasileño, Jair Bolsonaro, constituyen el principal foco de análisis para apreciar cómo las extremas derechas impactaron las relaciones hemisféricas. Aunque la correlación de fuerzas en América Latina y el Caribe al momento del triunfo de Bolsonaro era ya contraria a las fuerzas progresistas, su triunfo “agudizó las tendencias de desintegración preexistentes” (Frenkel & Azzi, 2021).
En términos de política exterior, Bolsonaro representó un giro en la proyección internacional brasileña y sobre todo en el plano regional. Si bien el gobierno de Michel Temer había modificado la política del Partido de los Trabajadores (PT) para priorizar los vínculos con Estados Unidos y un regionalismo complementario a la globalización neoliberal, Bolsonaro aumentó la retórica nacionalista y el aislamiento de la región (Frenkel & Azzi, 2021).
En el caso de MERCOSUR, a tono con el discurso proteccionista y contra los acuerdos de integración comercial, el gobierno de Brasil amenazó con salirse del bloque y trató de llevar el mecanismo a su mínima expresión: propuso reducir el arancel externo común, derogar la normativa que impide negociar con otros países individualmente y reformar institucionalmente el bloque.
Asimismo, se estrecharon las relaciones entre las fuerzas armadas estadounidenses y brasileñas. La privatización de importantes sectores vinculados a la extracción y producción petroleras, favoreció la entrada de las empresas transnacionales de Estados Unidos en la “Amazonía Azul” (Suárez Salazar, 2021).
El gobierno de Brasil se sumó además a la hostilidad contra los países progresistas de la región y oficializó su salida de la CELAC, mecanismo de concertación que se fundó con la participación de todas las naciones del hemisferio, excepto Estados Unidos y Canadá.
Una imagen que muestra la coincidencia ideológica y política con Estados Unidos, fue la variación del voto brasileño y colombiano en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas sobre la resolución cubana anual contra el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos. Ello marcó una ruptura con la política histórica de cada uno de estos dos países, así como la posición regional acordada en diversos foros, entre ellos la CELAC.
No obstante, los gobiernos de Donald Trump y Jair Bolsonaro se vieron debilitados por los efectos de la pandemia de Covid-19 que se inició en 2020, la crisis socioeconómica subsiguiente y el impacto político de las medidas pro-mercado adoptadas por ambas gestiones frente a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Sumado a otras contradicciones internas, ninguno de los dos mandatarios pudo obtener la reelección en sus respectivos países, por un estrecho margen, muestra también de la polarización alcanzada en ambas sociedades.
La política del gobierno de Joe Biden, por su parte, ha tenido como cambio fundamental una disminución de la retórica agresiva. No se han producido, sin embargo, cambios significativos en los principales programas hacia la región. Se mantiene el interés de subvertir los procesos progresistas, lograr la desarticulación de los mecanismos de concertación y limitar la influencia de China y Rusia en la vida económica, social y política de América Latina. La búsqueda de accesos para el control de recursos naturales como el litio, el petróleo y minerales raros, constituye una de las prioridades estadounidenses, frente al avance tecnológico de otros competidores internacionales.
Las principales medidas adoptadas buscan retomar una imagen de Estados Unidos como socio y protector de los Estados de la región, según se apreció en la convocatoria a la Cumbre de las Américas en Los Ángeles, de la cual excluyeron a los gobiernos que unilateralmente consideraban no respetaban las instituciones democráticas y los derechos humanos (Cuba, Venezuela y Nicaragua). Asimismo, se ha retomado el diálogo con las fuerzas más o menos progresistas que regresaron a los gobiernos en varios países de la región como México, Chile, Colombia y Brasil, recientemente.
En ese sentido, los discursos de la extrema derecha constituyen puntos de fricción con el actual gobierno de la Casa Blanca, el cual busca deslindar su proyección externa de su predecesor. El propio Bolsonaro tuvo que adaptar su discurso político para mantener la relación estratégica con su homólogo estadounidense, pues, aunque se mantuvieron las coincidencias en el apoyo a las democracias representativas, se evidenciaron contradicciones en temas referentes al medio ambiente (Clarín, 2021).
A pesar de las derrotas electorales de Trump y Bolsonaro, el fenómeno de la extrema derecha no ha desaparecido en la región. Las condiciones socioeconómicas críticas producto de la pandemia se mantienen, con un aumento de los índices asociados a la desigualdad y la pobreza. Este escenario favorece el crecimiento de los discursos violentos y disruptivos de la extrema derecha, como se evidenció en las recientes elecciones presidenciales argentinas, a fines de 2023.
En términos de política exterior uno de los rasgos que distingue los posicionamientos de las fuerzas de extrema derecha es la impugnación del regionalismo y los procesos de concertación e integración regional. Si bien el llamado fin del ciclo progresista en la región significó un retroceso de estos mecanismos, la agresividad y/o desinterés de los representantes de estas fuerzas políticas podría limitar aún más la capacidad de acción de estas organizaciones.
La crítica al multilateralismo y la globalización, constituye más una reacción a temas de reivindicación de la izquierda (cambio climático, migraciones, derechos humanos) que una crítica al patrón de acumulación capitalista, que relega a la región a la actividad extractivista y agrícola, sin beneficiarse de procesos de industrialización y redistribución social.
Estos elementos muestran una sintonía en temas esenciales entre los representantes de estas fuerzas políticas y la derecha considerada como tradicional. La reacción contra los procesos de integración, que buscan construir una arquitectura regional sólida e independiente de Estados Unidos, constituye un objetivo común para toda la derecha regional. El alineamiento con el capital transnacional sobrepasa los enfoques mediáticos de rechazo a la globalización y enfoca en China las principales críticas contra el modelo económico internacional.
CONCLUSIONES
El auge de la extrema derecha forma parte de un proceso de carácter global que cuestiona los resultados de años de globalización neoliberal, proponiendo regresar a un capitalismo nacionalista, que reniega de los derechos de las minorías. En América Latina, este proceso constituye además un nuevo ciclo de contrarreforma y contrarrevolución5, en respuesta a las medidas que desde inicios del siglo XXI diversos gobiernos de corte progresista tomaron para disminuir la desigualdad y marginación de ingentes sectores de la población. La alternancia de estos ciclos ocurre de forma sistemática y diversa en varios países de la región, dando lugar a una correlación de fuerzas cambiante y dinámica en los años más recientes.
El arribo al poder de un representante de esta tendencia extrema en Estados Unidos, con el presidente Donald Trump, contribuyó al desarrollo de estas fuerzas políticas en América Latina. En la región las tendencias más retrógradas y violentas de la oligarquía fueron visibles durante las dictaduras militares en el siglo XX y su evolución hacia discursos más democrático-liberales no significó que desaparecieran estas propensiones. Las condiciones sociopolíticas: crisis económica, descrédito de la política tradicional, trumpismo, entre otros, han favorecido que el espacio político tenga cada vez más presencia de estas fuerzas y sus representantes y que elementos de su discurso sean apropiados por otras fuerzas que se autoperciben como centro-derecha.
La extrema derecha latinoamericana no es más que las ideas que siempre ha defendido la derecha históricamente, con un maquillaje diferente, que se adapta a un escenario político donde el descontento popular con los gobiernos progresistas y la alternancia de poder ha creado una crisis de representatividad. Entre sus rasgos más llamativos se encuentra la capacidad de su discurso conservador y violento de lograr ganar espacios entre sectores populares, marginados por el modo de producción capitalista, que debieran encarnar las ideas de igualdad social de la izquierda.
El primer y más evidente efecto del auge de estas tendencias en materia internacional es un aumento de la hostilidad contra los gobiernos revolucionarios y el debilitamiento de los mecanismos de concertación e integración para dejarlos en su mínima expresión. Desaparece el interés que se evidenció por encontrar soluciones conjuntas a los problemas de la región como el cambio climático, el narcotráfico, la migración, los vínculos comerciales y otros.
Estas fuerzas cuestionan además el relacionamiento con China y aunque no están en condiciones de acabar con el intercambio comercial y económico con el país asiático, se priorizan nuevamente los vínculos con Estados Unidos y el alineamiento político-diplomático con este gobierno.
La presidencia de Jair Bolsonaro en Brasil mostró las fatales consecuencias de una proyección internacional que ignoró su espacio regional, desatendiendo el liderazgo tradicional de este país y su lugar como potencia emergente a nivel global, para priorizar una agenda subordinada al capital transnacional, los círculos de poder en Estados Unidos y los sectores reaccionarios de la sociedad brasileña.
Aunque ni Trump ni Bolsonaro se encuentran en el gobierno de sus respectivos países, la extrema derecha no ha desaparecido como tendencia política en la región, en tanto las condiciones que le dieron surgimiento se mantienen y/o agudizan en algunos países. Para los gobiernos temporales en Estados Unidos, las características “democráticas” de la derecha que se encuentre en los gobiernos de América Latina nunca han sido determinantes, mientras respondan a sus intereses. Por ello, aunque existan posibles contradicciones entre los representantes gubernamentales estadounidenses y algunos exponentes de la extrema derecha latinoamericana, en última instancia existirá una coincidencia en cuanto a propósitos.
Constituye un desafío para las fuerzas progresistas y revolucionarias retomar las banderas de la lucha contra la desigualdad y despojar de contenido el discurso de la extrema derecha que trata de conservar el lugar de la oligarquía y la jerarquización social racista en Nuestra América.
notas
1 Durante los primeros años del siglo XXI, los gobiernos nacionalistas y reformadores en América Latina condujeron una política que, sin modificar la esencia del modo de producción, propició transformaciones económico-sociales. Entre ellas se pueden destacar la reconstrucción de un Estado fuerte y activo después de la aplicación de recetas neoliberales de los años 90, la nacionalización de sectores estratégicos de la economía, redistribución de la riqueza, desarrollo de un modelo productivo más centrado en la generación de trabajo y el mercado interno, políticas de reducción de la pobreza y reconocimiento de derechos económicos, sociales y culturales (Filmus, 2016)
2 Los conceptos de derecha e izquierda constituyen construcciones teórico-históricas, sujetas a las particularidades en que se expresan estas ideas en cada realidad política y social. Según Norberto Bobbio, estos términos definen desde hace más de dos siglos la contradicción más representativa de la esfera política. La diferencia fundamental entre ambos sería el tratamiento de la igualdad. Las ideas de derecha tendrían como centro la consideración de las desigualdades entre los hombres como rasgo inherente de la naturaleza humana (Bobio, 1996).
3 En caso del gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil se apreció como el sector militar, la iglesia evangélica y el sector neoliberal constituyeron los principales grupos de poder que facilitaron y apoyaron su victoria y posterior gestión gubernamental. Estos diferentes grupos han tenido intereses en ocasiones divergentes e incluso contradictorios, pero tienen como elemento común la protección de la economía capitalista y la identificación de la izquierda y el “marxismo cultural” como principal enemigo (Moreno Velador & Silva Loyola, 2022).
4 Javier Milei y su fuerza política, La Libertad Avanza, comenzaron su participación en el escenario político argentino luego de las elecciones legislativas de 2021. La base electoral está conformada en su mayoría por hombres jóvenes, de los sectores más desfavorecidos luego de la pandemia y el empeoramiento de las condiciones sociales. Su imagen se construyó en las redes sociales, a través de la crítica y agresividad contra los representantes políticos, sin distinguir izquierda o derecha. No obstante, para obtener la victoria en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, Milei estableció alianzas con representantes de la derecha tradicional, en particular el expresidente Mauricio Macri.
5 El profesor Luis Suárez Salazar señala que América Latina y el Caribe ha alternado históricamente ciclos de reforma, revolución, contrarreforma y contrarrevolución que han caracterizado el devenir histórico de los Estados y territorios de la región. Sus comentarios sobre estos temas pueden encontrarse en sus artículos y libros sobre las relaciones interamericanas y la proyección internacional de Cuba.
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CONFLICTO DE INTERESES
La autora declara que no existen conflictos de intereses relacionado con el artículo.