EL MUNDO EN QUE VIVIMOS

 

La reconfiguración de los actores y las alianzas en el Oriente Medio: ¿geopolítica en transición?

The reconfiguration of actors and alliances in the Middle East: geopolitics in transition?

Dra. C. María Elena Álvarez Acosta

Doctora en Ciencias Históricas. Profesora Titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, La Habana, Cuba. alvarez14me@gmail.com, 0000-0001-9425-4316

Cómo citar (APA, séptima edición): Alvarez Acosta, M. E. (2024). La reconfiguración de los actores y las alianzas en el Oriente Medio: ¿geopolítica en transición?. Política Internacional, VI (Nro. 1), 8-19. https://doi.org/10.5281/zenodo.10391543

DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.10391543

 

RECIBIDO: 3 de octubre de 2023

APROBADO: 15 de noviembre de 2023

 

RESUMEN Durante el siglo XXI, y en especial en los últimos años, se han registrado importantes cambios en el sistema internacional, que han dado lugar a nuevas dinámicas globales. Destaca la "fractura" que se ha producido, en la que el "eje asiático" ha surgido como alternativa a los parámetros estadounidenses. En este contexto, se ha llevado a cabo un reajuste del papel de los actores y las alianzas, tanto a nivel regional como global. En el Oriente Medio, algunos países, como Arabia Saudita, han optado por acercarse al eje asiático, mientras que Rusia y China han aumentado su influencia en la región. Paralelamente, se han dado pasos hacia la colaboración y el entendimiento entre algunos países, como Arabia Saudita e Irán, aunque persiste la política de Israel hacia los palestinos. En este período de transición inter-sistémica es fundamental analizar la reconfiguración de las dinámicas regionales a partir del reajuste del papel de los actores y las alianzas en el contexto de los cambios geopolíticos actuales.

Palabras claves: sistema internacional, actores, alianzas, dinámicas regionales, eje asiático

 

 

ABSTRACT: During the 21st century, and especially in recent years, there have been important changes in the international system that have given rise to new global dynamics. It highlights the "fracture" that has occurred, in which the "Asian axis" has emerged as an alternative to American parameters. In this context, a readjustment of the role of actors and alliances has been carried out, both at regional and global levels. In the Middle East, some countries, such as Saudi Arabia, have chosen to move closer to the Asian axis, while Russia and China have increased their influence in the region. At the same time, steps have been taken towards collaboration and understanding between some countries, such as Saudi Arabia and Iran, although Israel's policy towards the Palestinians persists. In this period of inter-systemic transition, it is essential to analyze the reconfiguration of regional dynamics based on the readjustment of the role of actors and alliances in the context of current geopolitical changes.

Keywords: international system, actors, alliances, regional dynamics, Asian axis.

 

 

INTRODUCCIÓN

El actual sistema internacional ha transitado hacia la configuración de un nuevo orden mundial. En ese contexto, las pugnas de EE.UU. contra los nuevos poderes y las acciones de estos últimos han condicionado el escenario geopolítico global. Paralelamente, se aceleran los cambios en cuanto al papel de actores, regiones y países que expresan nuevas dinámicas, en correspondencia con el momento.

China y Rusia se consolidan como actores mundiales, al tiempo que su asociación estratégica se hace cada vez más sólida. A su vez, aumentan su influencia -y presencia- en diversas áreas geopolíticas del mundo, donde destaca Oriente Medio, y también en organizaciones que lideran como la Organización de Cooperación de Shanghái y los BRICS. EEUU, por su parte, pierde terreno frente al ascenso de esos actores, que son el centro del “eje asiático”;1 portador de nuevas formas de relacionamiento entre países. Dicho eje se ha consolidado como una alternativa a los parámetros de Washington. La hegemonía estadounidense peligra.

Cuando Moscú inició la Operación Militar Especial en Ucrania, el 24 de febrero del 2022, se comprobaba que las “reglas” de actuación entre los grandes poderes, en este caso entre el hegemón y sus aliados, y las potencias emergentes, habían cambiado. También las relaciones entre las potencias regionales y los actores en pugna a nivel internacional.

Washington necesitaba del apoyo total de sus aliados. Sin embargo, en Oriente Medio no encontró la respuesta esperada. “La nueva geopolítica regional muestra el debilitamiento de viejas alianzas y la prevalencia del pragmatismo e intereses puntuales en un ambiente convulso y cambiante” (Peckel, Marcos, 2023). Ejemplos abundan, pero sobresalen los países que no rompieron las relaciones con Moscú o no se sumaron a las sanciones contra este, al tiempo que han incrementado los vínculos económicos-políticos y militares con China y Rusia.

La guerra de Ucrania ha tenido un efecto directo e inmediato en el Oriente Medio (…), la guerra ha puesto a varios países a hacer equilibrismo geopolítico, especialmente a los aliados de Estados Unidos como Israel, Arabia Saudita, Turquía y los Emiratos Árabes, que no han roto con Moscú ni se han plegado a las sanciones impuestas por Occidente (Ibidem).

Al mismo tiempo ha aumentado la influencia de Rusia y China en el área; mientras al interior de la región se han dado pasos que apuntan a nuevas tendencias: de colaboración y entendimiento para algunos, -los casos de Arabia Saudita e Irán-, mientras por otra parte perdura la política de Israel hacia los palestinos.

El presente trabajo tiene como objetivo analizar las dinámicas regionales actuales en Oriente Medio, a partir de la reconfiguración del papel de los actores y de las alianzas.

DESARROLLO

El Oriente Medio ha sido un área de encuentros y desencuentros -y tránsito- de pueblos, culturas, religiones y poderes, abundantes recursos, vías de comunicación. “(…) no solo es fuente de riquezas mineras y energéticas (…) sino que también es una región tácticamente vital, dado que comunica tres continentes (…) la región tiene salida a diversos mares, como el Mediterráneo, el mar Rojo, el Golfo Pérsico, el mar Caspio y el océano Índico” (Uriarte, 2019).

Su importancia geopolítica es incuestionable, por ello, más allá de las propias contradicciones que se hereden en la zona y sus dinámicas internas, los poderes extrarregionales siempre han estado presentes, pues han tratado de controlar esta área, lo que le ofrece grandes posibilidades -y poder- de presión política, económica y militar en la mayor parte del mundo: es una zona apetecida y necesaria para cualquier actor.

Dinámicas regionales de Oriente: antecedentes básicos

Los factores estructurales y coyunturales condicionan, en última instancia, las dinámicas regionales y mundiales del sistema internacional; el Oriente Medio no es una excepción, por ello hay que tener en cuenta los precedentes que han dado paso a las dinámicas regionales actuales y el reajuste del papel de sus actores en un momento crucial en el escenario geopolítico mundial del actual sistema internacional y los cambios en la correlación de fuerzas.

• El dominio otomano dio paso al control de los poderes ganadores de la Primera Guerra Mundial y, posteriormente, a una independencia concertada con las élites reaccionarias. Paralelamente, por una parte, no se resolvía la situación de pueblos, como los kurdos, que se mantendría como un foco de tensión hasta nuestros días y, por la otra, se establecían las bases del futuro conflicto israelí palestino, con la aprobación del mandato británico sobre Palestina.

• Ha habido una rivalidad histórica entre Irán y Arabia Saudita que se presenta como religiosa (Chía contra Sunna), pero más que eso, tiene una base política y de liderazgo regional.

• La fundación del Estado de Israel en el año 1948 y el consiguiente problema palestino (centro de la crisis del Oriente Medio) ha sido un factor de inestabilidad. Desde ese momento, ha habido cinco guerras entre Israel y los árabes, además de otras agresiones por parte de Tel Aviv a Líbano y Siria. Israel ha mantenido la represión sistemática y desalojo de sus tierras de los palestinos, además, ha ocupado ilegalmente territorios de otros países vecinos.

• Concluida la 2da. Guerra Mundial se conformaron dos bloques: el capitalista y el socialista. Estados Unidos se encaminó a controlar la estratégica región, lo que se consolidó en la década del 502. La política del anticomunismo y su contención fue el pretexto perfecto para cualquier acción. Además, debía “llenar el vacío” dejado por el derrumbe de los viejos imperios.

• El ascenso del nacionalismo y otras tendencias revolucionarias en la zona, en particular, la revolución egipcia, la agitación social contra los regímenes reaccionarios, así como el establecimiento de relaciones entre países árabes y países socialistas, en primer lugar con la URSS, llevaron a la denominada nueva política estadounidense hacia Oriente Medio, (que bajo diversas formas y modalidades, con algunos ajustes de acuerdo con las necesidades del momento, se prolongaría hasta nuestros días) que tuvo su primera expresión en la Doctrina Eisenhower, formulada por este en su discurso ante el Congreso de EE.UU., el 5 de enero de 1957.3 Ya en estos años, además del apoyo a Israel, se apuntaló a las fuerzas de la reacción árabe. Desde ese momento, la política de Estados Unidos, tendiente a ejercer su hegemonía sobre la región, se ha desenvuelto entre su compromiso estratégico de apoyo a Israel y la búsqueda de una política coherente y articulada en términos de dependencia de los países árabes.

• La alianza con el Sha de Irán, que había sido un socio incondicional de Washington, que se fortaleció desde el derrocamiento de Mossadeg, culminó al triunfar la revolución islámica iraní en 1979. La revolución iraní y su proyección ha sido utilizada por EE.UU. para intentar justificar, por una parte, su defensa a ultranza de Israel y, por la otra, crear una narrativa que convierte a Teherán en la amenaza (parte del eje del mal y patrocinador del terrorismo, entre otros) para todos los pueblos del área y la seguridad nacional del propio EE.UU.

• En los años 80, EE.UU. comenzó a priorizar como objetivo el establecimiento de su presencia militar en el área, así como las relaciones con las monarquías y países amigos. La Guerra Fría había propiciado que a fines de los años 70 y principios de los 80 el pensamiento estadounidense identificara todo un “Arco de crisis” en esta región, tomando en consideración acontecimientos tales como la Revolución iraní y el avance estratégico soviético en Afganistán.

• La URSS logró ciertos niveles de acercamiento con el nacionalismo árabe, teniendo como base sobre todo la causa palestina. No obstante, su presencia nunca pudo compararse a los niveles de alianza y compromiso que logró EE.UU. con los diversos sectores del área. En 1991, la contraparte que pudo significar la URSS en el Oriente Medio, llegaba a su fin.

• Ante el fracaso de los modelos socialistas y nacionalistas4 y el triunfo de la revolución islámica en 1979, se fundaron -y predominaron- los movimientos de base islámica, que EE.UU. ha considerado como sus enemigos y ha clasificado como terroristas.

• La presencia estadounidense y sus niveles de alianza se fortalecieron en Oriente Medio a partir de 1991. La caída del campo socialista y la desintegración de la URSS y la invasión de Irak a Kuwait (1991) que devino en la Guerra del Golfo, le sirvió de pretexto ideal a Estados Unidos para establecer su presencia militar directa en varios países; tales fueron los casos de Arabia Saudita, Qatar, Kuwait, entre otros.

“Hasta ese momento, el Consejo de Cooperación del Golfo en sus relaciones en materia de seguridad había tratado de articular mecanismos de defensa y mantener las fuerzas estadounidenses “en el horizonte”, pero ese esquema fue sustituido por otro que concibió “la presencia directa de efectivos norteamericanos, el posicionamiento de equipo militar (…) el considerable aumento de las ventas militares, el desarrollo de maniobras conjuntas, la profundización de la asesoría, así como el acceso permanente (en unos casos) o garantías de acceso en contingencias (en otros) a varias bases aéreas y navales en la región” (Delmonte e Isasi, 1996).

• Paralelamente, se iniciaba el proceso de paz israelí palestino (con los Acuerdos de Madrid en 1991). Hasta hoy, no se ha obtenido el resultado necesario: la fundación del Estado palestino, independiente, soberano; Tel Aviv ha violado la letra de los acuerdos.

• Con la caída de las torres gemelas en el año 2001, se inició un periodo donde a las alianzas y presencia militar se sumó la intervención militar; la lucha era contra el terrorismo. En la práctica, países enemigos, o aliados en algún momento, que fueran dispensables para EE.UU. fueron agredidos. Luego de Afganistán en el 2001, le siguió Irak en el 2003.

• De ese año a la actualidad hubo muchos planes y proyecciones hacia la región, pero como tendencia se consolidó la presencia de EE.UU. tanto en el plano militar como a través del fortalecimiento de su sistema de alianzas. Como se observa, se reforzaron los lazos entre el interés nacional estadounidense – factor energético (o recursos en general) – y la utilización de la guerra. Por tanto, desde la nueva política de Eisenhower hasta la actualidad, el área se ha considerado estratégica para el dominio regional y mundial.

En el siglo XXI, el Oriente Medio ha sido esencial para EE.UU., con independencia de que estableció proyecciones prioritarias hacia otras regiones, como el este de Asia.5 Washington continuó con su política de apoyo a Israel, su sistema de alianzas con las monarquías del Golfo, su presencia militar, entre otros. Su enemigo esencial era Irán.6 Paralelamente, en el área, potencias regionales como Turquía, Irán y Arabia Saudita, aspiran a un mayor protagonismo.

Actores y alianzas

La situación de inestabilidad en Oriente Medio se agudizó con la denominada Primavera Árabe a partir del 2011. Las secuelas fueron las guerras en Siria y Yemen, y la generalización del terrorismo, incluyendo a Irak y otros países, más allá del permanente conflicto israelí palestino. Las contradicciones entre las potencias regionales, esencialmente Arabia Saudita, Irán y Turquía también estaban presentes, lo que se expresó en el apoyo a una u otra fuerza en dichos conflictos. Paralelamente, se observaban acciones de acercamiento de algunos países a China y Rusia, a lo que se sumó el aumento de las contradicciones de aliados históricos con EE.UU., sobre todo, durante el gobierno de Donald Trump y su sucesor Joe Biden. En ese contexto:

El antagonismo geopolítico que enfrentaba a Arabia Saudita con Irán parecía fracturar la región: a través de terceros se apoyaban a fuerzas diferentes en el Líbano, Irak, Siria y Yemen.

Los acuerdos de Abraham que acercaron a Israel con países árabes (Emiratos Árabes Unidos, Marruecos, Bahréin y Sudán) sumados a los intercambios entre el Estado Judío y el Reino Saudí significan un cambio fundamental en la arquitectura de seguridad regional y en el entorno geopolítico (Pecket, 2023).

Sin embargo, EE.UU. tuvo que retirarse de Afganistán. Siria logró, con el apoyo de fuerzas regionales (Irán y Hezbollah) y exteriores (Rusia), llegar a un arreglo, aunque la inestabilidad se mantiene por las acciones terroristas y los ataques de Israel, al tiempo que no se avizoraba el fin para la guerra en Yemen.

En ese contexto, los cambios ocurridos en el sistema internacional en los últimos años han manifestado la consolidación de potencias regionales que han dado pasos hacia la diversificación de sus alianzas y asociaciones. Como plantea Rafael Poch (2022):

“…aunque los centros de poder se han ido definiendo, esencialmente en tres polos esenciales: EE.UU., Rusia y China, estos están más sujetos que nunca al devenir de áreas lejanas de alto valor estratégico: ejes financieros, líneas de abastecimiento o fuentes proveedoras de recursos sobre los que hoy tienen una influencia menguante (…) Es así, como fuerzas regionales y países centrados en sectores específicos como Arabia Saudí (…) han sabido consolidar relaciones diplomáticas eficientes con más de una potencia” (Morrillo, 2022).

Dichos países, no solo han sabido consolidar relaciones diplomáticas, sino que han actuado en función de un mayor protagonismo, al tiempo que se han acercado a los polos emergentes, sobre todo a Rusia y China. Debe recordarse que en el sistema multipolar el orden se basa en el equilibrio o balance de poder. Las alianzas son temporarias, porque si fueran permanentes se anularía la regla del balance para el mantenimiento o restablecimiento del equilibrio, haciendo peligrar al sistema mismo (Dallanegra Pedraza, 1998: 131-134).

En la actualidad, en Oriente Medio, Rusia destaca por su presencia político-militar; mientras China aumenta sus relaciones económicas con la mayoría de los países en el marco de la Franja y la Ruta, y más allá, como el ámbito político diplomático; ejemplo de ello es Arabia Saudita. Por ejemplo, en el año 2022, el intercambio comercial entre ambos países ascendió a 430 000 millones de dólares (Martín, 2023); posteriormente Riad comenzaba a aceptar el pago en yuanes, por la venta de su petróleo a Beijing.

En el caso de Irán, cada vez más se han estrechado sus relaciones con Moscú y Beijing. Con el primero son variadas, pero las militares ocupan un lugar destacado; mientras, en el año 2021, China e Irán firmaron un acuerdo de cooperación estratégica (Asociación Estratégica Integral) de 25 años, con marcado carácter económico. Incluye amplia gama de aspectos y sectores económicos: agricultura, transporte, producción industrial, minería y, por supuesto, el petróleo. Esto ayudaría a Teherán a contrarrestar las sanciones estadounidenses y de sus aliados. En la práctica:

“La imagen de Rusia en la región ha mejorado en gran medida gracias a las victorias militares obtenidas en Siria (…) y el deterioro de la imagen de Estados Unidos (para Arabia Saudí, por el Acuerdo de Viena sobre la energía nuclear iraní; para Turquía, debido al apoyo brindado por Washington a los combatientes kurdos en Siria, aunque la desconfianza hacia Washington se exacerbó con el intento de golpe de Estado de 2016) (…)7 (Mohammedi, 2023).

Tras la guerra en Ucrania, EE.UU. debió enfrentar una postura de flexibilidad de sus aliados con respecto a Rusia; un ejemplo ilustrativo ha sido la actitud de Arabia Saudita en cuanto al precio del petróleo. “En lo relativo a los hidrocarburos, la actitud de los países del Golfo se caracteriza por cierta prudencia y por el rechazo a ceder ante las presiones estadounidenses”.

De hecho, los países de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), donde Arabia Saudí ocupa un lugar central, se negaron a aumentar drásticamente su producción tras la ofensiva rusa en Ucrania y prefirieron cumplir con el acuerdo con Moscú en el marco de la OPEP+. A principios de junio, el dúo OPEP-Rusia decidió aumentar la producción de nuevo (Ibídem).

Algunos analistas especulaban sobre la ruptura de la OPEP y Rusia. Sin embargo, “países como Arabia Saudí y Emiratos tienen tres buenas razones para no ceder a las presiones estadounidenses y europeas: mantener un medio de presión frente a Washington, consolidar relaciones con una potencia que goza de una influencia cierta en Oriente Medio y beneficiarse de un barril a más de 100 dólares, limitando el aumento de la producción” (Ibídem)8.

En un ambiente cambiante, en marzo de 2023 se anunciaba que Irán y Arabia Saudita restablecerían relaciones diplomáticas, bajo la mediación de China. “Como parte del pacto, Teherán y Riad se comprometen a "respetar la soberanía de los países y a la no injerencia en sus asuntos internos”. Además, se reactiva un acuerdo de seguridad de 2001 y memorandos de cooperación en materia economía, comercio, inversión, tecnología, ciencia, cultura, deporte y juvenil de 1998 (EFE, 2023).

El establecimiento de dichas relaciones fue todo un acontecimiento, con grandes implicaciones regionales, dos enemigos históricos restablecían relaciones: querían la paz, al tiempo que lo hacían bajo los auspicios de Beijing, esto significaba no solo un gran fracaso para la política exterior de EE.UU., sino que en la región Israel quedó solo (…). Además, hay otro gravísimo problema para “quienes necesitan este enfrentamiento para sostener sus negocios armamentísticos. Por demás, ahora controlan el Golfo Pérsico” (Agenda 24, 2023).

¿Por qué estos países, potencias rivales en el área llegan al restablecimiento de las relaciones? ¿Es solo por el papel desempeñado por China?

Según Moussa Bourekba (2023), por parte de Arabia Saudí existen al menos tres razones que explican su postura: primero, Riad duda cada vez más de que Washington pueda garantizar su seguridad y contener el llamado “expansionismo iraní”; segundo, el conflicto enquistado entre Arabia Saudí y Yemen; tercero, el Reino teme que el enriquecimiento nuclear por parte de Irán siga adelante sin que ningún actor sea capaz de frenarlo.

Irán, por su parte, también tiene motivos para reconciliarse con su rival histórico. Primero, porque las sanciones impuestas por EE.UU., la Unión Europea y varios países de la región han contribuido a aislar al país y a deteriorar su situación económica; segundo, la firma de los acuerdos de Abraham puede aislar políticamente a la República islámica, fortaleciendo el papel de Israel en la región; tercero, Teherán está especialmente preocupado porque Riad representa un creciente nivel de preparación.9

Con independencia de que estas sean las razones más importantes, lo cierto es que la estrategia de ambos países pasa por su seguridad, a lo que se añade la visión común, aunque con magnitudes diferentes de su giro hacia el este: aumentar las relaciones económicas y militares con China y Rusia, así como integrar las organizaciones que ambos lideran, sobre todo, la Organización de Cooperación de Shanghái y los BRICS.

En ese contexto, la reconciliación entre ambos actores, complementan la estrategia de cada uno y contribuye al acercamiento entre ambos. Esto los convierte en actores clave para rebajar las tensiones en la región, sin menospreciarse el papel de Beijing.

China compra la mayor parte del petróleo saudí e iraní y mantiene relaciones diplomáticas fluidas con ambos países. Desde la ruptura de las relaciones entre Irán y Arabia Saudí en 2016, Xi Jinping visitó ambos países y recibió al presidente iraní en Beijing para firmar varios acuerdos comerciales y estratégicos, e incorporarlos a su proyecto de Nueva Ruta de la Seda. También elevó a Riad y Teherán al rango de socios estratégicos.10

En cambio, Washington parece brillar por su ausencia, confirmando la sensación de declive estadounidense en Oriente Medio. Su giro hacia Asia, la prioridad dada a la guerra en Ucrania, así como su reticencia a responder a varios ataques atribuidos a Irán contra objetivos saudíes y emiratíes, han llevado a los países del Golfo a cuestionar la fiabilidad de Estados Unidos a la hora de garantizar su seguridad y contener las ambiciones regionales y nucleares iraníes (Ibídem).

En la práctica: todos comparten el mismo diagnóstico:

si bien la retirada gradual de Estados Unidos ha facilitado que otras potencias regionales y extra regionales, como Rusia, hayan aprovechado la coyuntura para llenar el vacío de poder, ninguna ha sido capaz de imponerse como el actor dominante. En estas circunstancias, el acuerdo de reconciliación constituye un verdadero éxito diplomático para China y confirma que ya no es meramente un socio comercial de los países del Golfo. Beijing se está convirtiendo en aliado estratégico y en un actor político determinante para el futuro de Oriente Medio (Bourekba, 2023).

El restablecimiento de las relaciones entre Teherán y Riad tiene un impacto regional e internacional: no sólo puede facilitar la estabilidad y la cooperación en el área11; sino que fortalece la postura iraní a nivel internacional. Por demás, Rusia y China suman un aliado esencial en las dinámicas regionales -Arabia Saudita- y, también, en las internacionales, sobre todo, en el ámbito petrolero.

Para evaluar el papel de los actores y las alianzas en la región no puede pasarse por alto que algunos países de esta han solicitado su ingreso a la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y a los BRICS.

La 23ª cumbre de líderes de la OCS efectuada en Nueva Dehli, India, en julio de 2023, sancionó el ingreso de un nuevo país miembro. Irán se unió a China, India, Kazajstán, Kirguistán, Pakistán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán. (…) En mayo, Bahrein, Kuwait, Maldivas, Myanmar y los Emiratos Árabes Unidos se convirtieron en socios de diálogo, uniéndose a Arabia Saudita, Armenia, Azerbaiyán, Camboya, Egipto, Nepal, Qatar, Sri Lanka y Turquía12 (Agenzia Nova, 2023).

Además, los países integrantes del BRICS acordaron la adhesión de Argentina, Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán. Con la incorporación de los cuatro países mesorientales y dos de África13 los BRICS se apoderan de gran parte de Oriente Medio y Asia, de vital importancia geoestratégica (Agenda 24, 2023). La adhesión de estos países del Oriente Medio a los BRICS aumenta la dominación energética del grupo, especialmente en la producción de petróleo. En conjunto, representarían casi el 42% de la producción mundial de crudo14 (Orellana, 2023).

Menos Irán, los otros países mesorientales que se incorporan a los BRICS han sido aliados históricos de EE.UU., lo que evidencia una transformación en la manera en que Washington ha ido cambiando su lugar en el sistema internacional. Se repite la misma situación que en la OCS. Además, el hecho de que dichos países acepten la presencia de Teherán en ese marco “fortalece” lo que podríamos calificar como “intereses conjuntos”.

¿Qué reafirma el acuerdo entre Arabia Saudita e Irán y el acercamiento de algunos aliados tradicionales de EE.UU. al eje asiático? Parece que EE.UU. ha perdido influencia -y presencia- en la región, ya no es el actor extrarregional con el papel preminente.

Las dinámicas de Medio Oriente indican que van en sentido contrario de las otras regiones del mundo: se diversifican las alianzas, “Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Turquía y otros países de la región no dudan en consolidar sus vínculos con China y Rusia, a la vez que reanudan las relaciones con otros actores regionales, como Siria o Egipto” (Bourekba, 2023). No obstante, no podemos obviar que históricamente en el área las alianzas han sido frágiles y poco duraderas; aunque en esta coyuntura todo indica que perdurarán “los arreglos”, por los intereses en juego y el contexto en que se desenvuelven. Sin embargo, no puede olvidarse que:

La cuestión palestina tiene la capacidad de galvanizar a la región y las perspectivas no son halagüeñas. El pasado año fue testigo de aumento significativo en la violencia entre Israel y los palestinos en Cisjordania. La solución de dos Estados, la única justa y realista, está más lejos que nunca, pero aún vive (Peckel, Marcos, 2023).

Conflicto no resuelto

Las acciones de Hamas en Israel el 7 de octubre de 2023 demostraron que, más allá de variaciones en las dinámicas regionales y la presencia de nuevos actores extra regionales, el eje de la crisis del Oriente Medio sigue siendo el conflicto israelí palestino, que había sido “olvidado”, “pospuesto”, con independencia de las violaciones sistemáticas de Tel Aviv a los palestinos en los territorios ocupados. Este no solo involucra a Israel y Palestina, sino también a actores regionales e internacionales, incluyendo a las organizaciones multilaterales. En ese escenario las dinámicas regionales han reflejado continuidad y cambio.

La respuesta de Tel Aviv ha sido brutal; sistemáticamente se bombardea a la población civil de Gaza, aumentan el número de muertos y heridos, incluso con ataques que tienen como objetivo los hospitales de la Franja. A pesar del llamado a la apertura de corredores humanitarios y dejar entrar ayuda, el gobierno de Netanyahu no lo permite. Las acciones de Israel clasifican como genocidio.

Sin embargo, una vez más, EE.UU. y los poderes occidentales han apoyado a Tel Aviv; a pesar de que las manifestaciones de repudio a las acciones de Israel a nivel mundial han sido numerosas y de grandes magnitudes. Hasta qué punto puede ello influir en los gobiernos de Occidente, dependerá sobre todo del nivel de presión que lleguen a ejercer sobre los aliados de Israel.

El soporte estadounidense a Israel ha sido total: político, diplomático y militar, con un predominio destacado de este último. El 9 de octubre de 2023 Washington comenzó a enviar municiones y equipo militar, tres portaviones se movieron hacia el área: ayuda militar ilimitada. Hay que recordar además que EE.UU. tiene hombres y bases en el área, algunas ilegales, como las ubicadas en Siria. En ese ámbito, conjuntamente con la ayuda a su aliado, el movimiento de las fuerzas militares estadounidenses primero se ubican para poder “defender” sus posiciones en la región; segundo, para demostrar su fuerza y; tercero, trata de restablecer su protagonismo en una zona, donde había sido cuestionado y, hasta cierto punto, desplazado.

Las posturas rusas y chinas, aunque cautelosas; plantean una salida pacífica al conflicto y al cese de las acciones contra Gaza. Entre otros aspectos, su presencia se mantiene en la región, y sus relaciones con los actores, sobre todo con los poderes regionales, se han mantenido.

En ese contexto, había trascendido que se estaban desarrollando conversaciones entre Arabia Saudita e Israel para un establecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países. Más allá de que fuera cierto o falso, las mismas murieron antes de nacer.

Es poco probable que la guerra alcance un carácter regional, aunque en la práctica ya lo tiene, de forma limitada. Se desarrollan acciones entre Israel y Hezbollah, en la frontera entre Israel y Siria y hacia las bases militares de EE.UU., mientras este último también lanza sus misiles hacia áreas de Siria e Irak.

Los conflictos que se ignoran y no han sido resueltos, como el israelí palestino, pueden estallar en cualquier lugar y momento, además de aquellos que EE.UU. y sus aliados crean y apoyan contra los poderes contestatarios del momento. Tanto los primeros, como los segundos, se desenvuelven y estimulan en áreas de gran valor geopolítico, para enfrentar directamente a Rusia y China (caso de Ucrania y Taiwán); que les permita mantener a sus aliados, en este caso incondicional como Israel; debilitar a sus contrincantes; o mantener -o recuperar- su hegemonía, es el caso de Oriente Medio.

CONCLUSIONES

De momento, parecía que en Oriente Medio predominaba el reacomodo de prioridades que permitía a los actores regionales cohabitar y que disminuyeran las condiciones de inestabilidad, así como que en su relacionamiento privilegiaban el eje asiático. Sin embargo, EE.UU. se mantenía ilegalmente en Siria y podía utilizar el factor “lucha contra el terrorismo” como excusa para incursionar en el área, así como apoyar a Israel contra los palestinos y sus vecinos. EE.UU. no se resignaría a ser desplazado.

El acercamiento entre Arabia Saudita e Irán abrió nuevos caminos en las dinámicas regionales, al tiempo que su incorporación y la de otros países del área a la OCS y a los BRICS, ha sido esencial a nivel internacional, no solo porque han elevado su valor “geopolítico”, sino porque han fortalecido también a los actores que dentro de ese grupo son contestarios a Washington, así como las nuevas formas de hacer y tendencias que se han estado estableciendo a nivel mundial.

Sin embargo, las dinámicas de esta región en el contexto geopolítico mundial muestran modificaciones y continuidad: tendencia hacia los arreglos -como el restablecimiento de las relaciones entre Irán y Arabia Saudita- pero al mismo tiempo hacia la inestabilidad y la guerra, que se prolonga con toda la carga inhumana que expresa la situación de Gaza, en la que EE.UU. tiene un papel protagónico. Por supuesto, actualmente las contradicciones a nivel regional y mundial, no solo reflejan la inmediatez, sino la herencia de disputas y contradicciones no resueltas en un mundo cambiante.

Oriente Medio sigue siendo unas de las regiones más importantes desde el punto de vista geopolítico. Sus contradicciones a lo interno, la postura de los poderes regionales y la impronta de los actores extrarregionales confluyen en su actual inestabilidad, al tiempo que sus implicaciones para otras áreas y conflictos, como el de Ucrania, pueden ser enormes, sobre todo en el apoyo que pueda brindar EE.UU. a sus aliados en uno u otro lugar, sin olvidar el petróleo y sus precios, y los beneficios de las empresas armamentistas.

notas

1 Hace referencia a la asociación entre Beijing y Moscú, las organizaciones que se han creado donde ambas potencias desempeñan un papel esencial y contestario con respecto al “bloque” occidental.

2 Algunas acciones de EEUU fueron: el apoyo a Gran Bretaña, que realmente fue el artífice de la derrota del gobierno de Mosssadeg en Irán en el año 1953; y el detente planteado a Gran Bretaña y Francia, junto con Israel, cuando agredieron a Egipto en 1956.

3 Bajo la égida del anticomunismo se establecieron las pautas para todo aquel que no estuviera en línea con la postura estadounidense en la región. Al mismo tiempo, EE.UU. se convertía en el gran protector del área tras la retirada anglo-francesa.

4 Los movimientos nacionalistas árabes, tanto el Nasserismo, que se conformó en torno a objetivos de cambios y transformación en el marco Inter árabe, como el Baasismo, que propugnaba la nacionalización -llegaron a proclamarse socialistas- así como el movimiento nacionalista, encabezado por Mossadegh (1951-53) en Irán, fracasaron. Solo en Siria se mantuvo el BAAS en el poder, con cierto deterioro interno, pero, sobre todo, como “última” fuerza aliada de la causa palestina en el mundo árabe”.

5 La preocupación de EEUU por el ascenso de China determinó: primero, la política de pivot o rebalance practicada durante el gobierno de Barak Obama y la del Indo Pacífico por el gobierno de Donald Trump.

6 Aunque el gobierno de Obama firmó el acuerdo nuclear con Irán, del que Donald Trump se retiró.

7 Al mismo tiempo, todos los países del Golfo, independientemente de las disputas en Siria, ven a Rusia como un socio esencial. Citaremos tres ejemplos. En diciembre de 2016, la Autoridad de Inversiones de Catar gastó más de 11.000 millones de dólares en comprar el 19,5% de la empresa rusa Rosneft. En octubre de 2017, el rey saudí, Salmán bin Abdulaziz al Saud, realizó una visita histórica a Moscú. En diciembre de 2018, Emiratos, uno de los principales socios de Rusia en la región, reabrió su embajada en Damasco, lo que ciertamente se traduce en un deseo de contrarrestar la influencia turca en Siria, pero que también constituye una señal positiva a favor del bando legitimista apoyado por Rusia. (Ibídem)

8 Paralelamente, las relaciones entre Moscú e Irán se consolidan en diversos ámbitos, incluyendo el militar y cibernético.

9 El incremento en el gasto militar del reino, su cooperación con Washington para fortalecer al ejército saudí, su colaboración con Beijing para crear una planta de producción de drones en el país, así como el programa nuclear saudí (civil) son algunos de los motivos de preocupación (Moussa Bourekba, 2023).

10 Todo ello convirtió a China en la potencia legítima para auspiciar este acuerdo. Teniendo en cuenta que los puertos en el Golfo, en el mar Rojo y en el cuerno de África son de vital importancia para su Ruta Marítima de la Seda del Siglo XXI, Xi Jinping es uno de los primeros actores interesados en rebajar las tensiones en esta región (Ibídem).

11 Ejemplo evidente fue la readmisión de Siria en la Liga Árabe y los avances por poner fin en la guerra de Yemen.

12 Finalizada la cumbre del 2022, Erdogan declaró su intención de que Turquía fuese miembro de la Organización

13 En la Cumbre de Johannesburgo, entre el 22-24 de agosto del presente año.

14 Esto plantea especulaciones sobre una mayor desdolarización en el comercio del crudo, con Arabia Saudita posiblemente considerando el yuan chino y la rupia india para las ventas de crudo (…) Se espera, para seguir avanzando hacia un mundo multipolar, que Arabia Saudita adopte rápidamente estas medidas. Dada su vinculación histórica con el dólar estadounidense no le será fácil desligarse rápidamente de la moneda estadounidense. Por otra parte, la incorporación de nuevos miembros podría contribuir a una mayor diversidad de bloques económicos lo que contrarrestaría la hegemonía actual que impide el libre accionar económico que tanto pregonan los neoliberales (Ibídem). Esta nueva alianza estratégica ayudará a los países que son sometidos a las sanciones estadounidenses. Además de las implicaciones que puede tener para la hegemonía del dólar y la globalización, entre otros aspectos.

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CONFLICTO DE INTERESES

La autora declara que no existen conflictos de intereses relacionado con el artículo.