La reconfiguración del poder en la política internacional

The reconfiguration of power in international politics

Lic. Silvia Colunga Martínez

Licenciada en Economía. Diplomada en Relaciones Internacionales. Especialista del Ministerio de Relaciones Exteriores, La Habana, Cuba. silviacolunga2014@gmail.com 0009-0005-2902-7105

DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.8422910

Cómo citar (APA, séptima edición): Lic. Silvia Colunga Martínez. (2023). La reconfiguración del poder en la política internacional. Política internacional, V (No. 4/2023), 213–221. https://doi.org/10.5281/zenodo.8422910

 

Recibido: 12 de julio de 2023

Aprobado: 30 de agosto de 2023

 

RESUMEN Tras la desintegración de la URSS, se perdió la bipolaridad que permitió mantener determinado equilibrio en el sistema de relaciones internacionales. Estados Unidos se erigió como la única superpotencia global, lo que consolidó su proyección hegemónica y favoreció sus intereses geopolíticos. Sin embargo, sus tendencias unilaterales, la baja capacidad de diálogo y su intolerancia hacia los intereses de otros países limitaron su liderazgo mundial, lo que favoreció la emergencia de otros polos de poder que han acelerado el declive de la posición hegemónica estadounidense. Esto ha llevado a una reconfiguración del orden internacional, con nuevas estructuras de poder emergiendo en el escenario mundial. Este artículo explora estas contradicciones y cómo están dando lugar a un nuevo orden internacional.

Palabras claves: Relaciones Internacionales; Política Exterior; Intereses Geopolíticos; Nuevo Orden Internacional; Poder.

 

 

ABSTRACT After the disintegration of the USSR, the bipolarity that made it possible to maintain a certain balance in the system of international relations was lost. The United States emerged as the only global superpower, which consolidated its hegemonic projection and favored its geopolitical interests. However, its unilateral tendencies, low capacity for dialogue and intolerance towards the interests of other countries limited its world leadership, which favored the emergence of other poles of power that have accelerated the decline of the U.S. hegemonic position. This has led to a reconfiguration of the international order, with new power structures emerging on the world stage. This article explores these contradictions and how they are giving rise to a new international order.

Keywords: International Relations; Foreign Policy; Geopolitical Interests; New International Order; Power.

 

 

INTRODUCCIÓN

Aunque la Guerra Fría fue una etapa de grandes tensiones geopolíticas, la bipolaridad, por momentos flexibles (basada en la Teoría de la Distención), y en otros rígida (basada en la amenaza de la Destrucción Mutua Asegurada), permitió mantener determinado equilibrio en el sistema de relaciones internacionales y en la política internacional. Esto se perdió con la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), dejando a la humanidad a merced del poder hegemónico de los Estados Unidos y sus aliados.

Al no tener un contrapeso político real en el sistema internacional, Estados Unidos se erigió como la única superpotencia global (económica, política y militar), pero sin la capacidad de estructurar por sí mismo un nuevo ordenamiento a nivel global. Las tendencias unilaterales, la baja capacidad de diálogo y la intolerancia hacia los intereses de otros países en el sistema de relaciones internacionales limitaron sus posibilidades como líder mundial. El poderío estadounidense ha crecido respecto a la era de la Guerra Fría, pero el incremento de la complejidad mundial, la emergencia y consolidación de nuevos actores, así como el progresivo declive en términos relativos de su poder, ha disminuido su capacidad de mantener su hegemonía. Estados Unidos multiplicó sus compromisos externos sin poseer todas las capacidades para satisfacerlos. Lo que favoreció la emergencia de otros polos de poder (China, Rusia, India, Brasil, Sudáfrica, etc.) que han diseminado las cuotas de poder internacional, proyectando una nueva estructura de poder mundial (González-Sáez, 2023).

El presente artículo pretende abordar como la reconfiguración del escenario geopolítico internacional actual conduce hacia el establecimiento de un nuevo orden global, con tendencia multipolar.

DESARROLLO

Basados en la concepción conservadora de que el poderío económico de los Estados Unidos le garantiza su hegemonía, esta premisa ha sido instrumentalizada por sus élites a fin de preservar sus intereses geopolíticos y por ende su seguridad nacional. Es por ello que el incremento del poder económico y político de otros países ha sido percibido por estas como una amenaza para la hegemonía estadounidense y su seguridad nacional.

Igualmente, las alternativas en el plano internacional de modelos políticos, económicos y sociales distintos al sistema capitalista, como los implementados en China, Cuba o Venezuela, han sido presentados (o les sirve de pretexto) como amenaza a su seguridad nacional. En el caso de América Latina y el Caribe, que consideran su zona de influencia natural, la vigencia de la doctrina Monroe (América para los americanos) ayuda a comprender, desde el punto de vista estadounidense, porque la influencia de potencias extranjeras en la región es percibida como un agravio para Estados Unidos.

La tendencia a consolidar el uso de instrumentos económicos de poder para cumplir objetivos geopolíticos en las relaciones internacionales e influir en el equilibrio de poder mundial, alcanza gran significación en la actualidad, en particular para una potencia imperialista como Estados Unidos, en fase de declinación de su hegemonía (Valton, 2023).

La geoeconomía1 busca compulsar al contrario a cumplir la voluntad de quien la ejerce y se ha venido empleando activamente por parte de Estados Unidos para garantizar sus intereses geopolíticos e inclinar el balance global de fuerzas a su favor. Ejemplo de ello ha sido la guerra comercial con China, las sanciones contra Rusia y la guerra económica contra Cuba, Irán y Venezuela, que promueve la inoperancia de esas economías con el propósito de debilitar a estas naciones y conducirlas hacia un cambio de régimen, lo que se evidencia en su más reciente Estrategia de Seguridad Nacional, publicada en octubre de 2022 (The White House, 2022).

El uso generalizado de los instrumentos económicos con fines políticos en la pugna global de poder, estimula alianzas y reacomodos entre las potencias objeto de estas políticas y, por ello, se observa una creciente tendencia a crear asociaciones y colaboraciones estratégicas, por ejemplo, entre China y Rusia. Durante el encuentro bilateral sostenido entre Rusia y China en septiembre de 2022, en el marco de la Cumbre Anual de Jefes de Estado de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) celebrada en Uzbekistán, el presidente de Rusia Vladimir Putin expresó: “la Asociación de Coordinación Estratégica Integral entre Rusia-China es tan sólida como una montaña. Tanto Rusia como China abogan por promover un orden internacional más equitativo y razonable, dando un ejemplo de las relaciones internacionales. (…) Rusia está dispuesta a consolidar y profundizar las comunicaciones y coordinaciones tanto bilaterales como multilaterales con China y ensanchar la cooperación en áreas prioritarias como la economía, el comercio y la energía”. Por su parte, el presidente de China Xi Jinping declaró: “Frente a un mundo, una época y una historia en constante cambio, China está dispuesta a esforzarse con Rusia para asumir el papel de grandes potencias y desempeñar un papel de guía para inyectar estabilidad y energía positiva en un mundo sacudido por la agitación social” (Euronews, 2022). Esta tendencia, en el mediano y largo plazo, alienta una reconfiguración del balance global de fuerzas que acelera el deterioro de la posición hegemónica de poder que ostenta Estados Unidos a escala mundial. Por ello, el gobierno estadounidense busca impedir y/o ralentizar ese proceso.

La política exterior de Estados Unidos ha sido muy criticada por su unilateralismo, proyección imperialista y su falta de compromiso con el multilateralismo, las instituciones y los intereses globales. A manera de ejemplo, la guerra en Irak y Afganistán y la política de "América primero" del presidente Donald Trump, continuada veladamente por la administración de Joe Biden, han dañado irreversiblemente la imagen de este país como líder mundial y han llevado a una mayor desconfianza en su capacidad para liderar el mundo.

En ese esfuerzo constante por mantener la hegemonía estadounidense, las élites o grupos gobernantes en Estados Unidos buscan: evitar el ascenso de potencias que pongan en jaque su liderazgo o cuyas aspiraciones contradigan sus objetivos de política exterior; y frenar la consolidación de asociación de grupo de países que debiliten su hegemonía. Sin embargo, se ha vuelto cada vez más evidente la necesidad de establecer un nuevo orden internacional, que permita equilibrar las relaciones y disminuir la hegemonía que esta potencia ha ejercido.

China, Rusia y los BRICS2 (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), entre otros países, destacan como economías emergentes que buscan fortalecerse y reconfigurar un nuevo orden mundial. Por ejemplo, a nivel internacional, estos países y otros como como Arabia Saudita, Irán, Emiratos Árabes Unidos, entre otros, desarrollan acuerdos bilaterales para usar sus monedas nacionales; Rusia y China crearon su propio sistema de pagos; los BRICS y, Brasil y Argentina planean el uso de una moneda fiduciaria común; Brasil y China acordaron comerciar con sus monedas; y algunos países africanos planean negociar con respaldo en títulos sobre tierras raras o metales (Paz y Cepeda, 2023). En este sentido, la estrategia de desarrollo integral de China, la aspiración de Rusia de volver a consolidarse como potencia global, la consolidación de los BRICS, y de algunas alianzas regionales o de grupos de países (como la Asociación de Cooperación de Shanghái, entre otros) choca con los intereses de estadounidenses al favorecer la diversificación económica y disminuir la dependencia de Estados Unidos como el principal motor de la economía mundial, lo que contribuye al declive de su hegemonía internacional y favorece el ascenso de otras naciones, fundamentalmente en Asia (Ver Fig. No. 1).

Por ejemplo, la XV Cumbre de los BRICS, celebrada en agosto de 2023 en Sudáfrica, aprobó la adhesión de seis nuevas naciones emergentes (Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita). Esa ampliación fortalece el funcionamiento del bloque al coordinar acciones entre países que representan el 37% de PIB mundial y el 46% de la población mundial, que además incluye a 6 de los 9 mayores productores de petróleo a nivel mundial (Arabia Saudita, Rusia, China, Emiratos Árabes Unidos, Brasil e Irán). Como señaló el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, "ahora el BRICS es más fuerte que el G7 [que reúne a las siete mayores economías mundiales]. En 1995, los países del G7 tenían el 45% de participación en el PIB mundial por paridad de compra y el BRICS el 16%. Ahora el BRICS tiene el 32% y el G7 el 29.9%" (Ver Fig. No. 2). Adicionalmente, el banco del BRICS busca estimular un funcionamiento que rediseñe el modelo establecido por las instituciones de Bretton Woods, al eliminar el dólar de sus transacciones y proponer que sus miembros comercien de forma directa, sin monedas intermediarias. Esto hace que la paridad del poder adquisitivo de los BRICS supere a la del G73, que del año 1975 al 2023 redujo su participación en el PIB mundial del 70% al 29.9%. (El Mundo y RT, 2023)

 

Fig. No. 1. Trayectoria económica de las 15 principales economías a nivel mundial de 1980 al 2075 (proyección basada en el PIB real 2021 USD)

2

Por otra parte, la estrategia de desarrollo de China y en particular, su vertiginoso desarrollo científico-tecnológico ha estimulado el progreso de su economía y ha contribuido al dinamismo de la economía mundial. China se ha convertido en una nación activa e influyente a nivel regional y global, convirtiéndose en una de las principales economías y una potencia global, lo que ha sido visto por las élites estadounidenses como una amenaza a su hegemonía y por ende a su seguridad nacional.

De momento, Beijing concentra sus acciones en Asia, donde está configurando un nuevo orden regional que tendrá un impacto decisivo a nivel internacional. También tiene una presencia importante en África y un poder “blando” de mayor amplitud en América Latina y el Caribe. Sin embargo, las autoridades chinas son conscientes de que Estados Unidos y la Unión Europea no aceptan la existencia de potencias emergentes que puedan reducir su poder global, por lo que tratan de obstaculizar y contener el avance de la nación asiática. La Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, publicada en 2022, refiere que: “En la competencia con la RPC, como en otros ámbitos, está claro que los próximos diez años serán la década decisiva. Nos encontramos en un punto de inflexión en el que las decisiones que tomemos y las prioridades que establezcamos hoy nos marcarán un rumbo que determinará nuestra posición competitiva en el futuro" (The White House, 2022). Además, el Concepto Estratégico de la OTAN, actualizado en 2022, reconoce que: “Las ambiciones declaradas y las políticas coercitivas de la RPC ponen en peligro nuestros intereses, nuestra seguridad y nuestros valores. La RPC emplea una amplia gama de instrumentos políticos, económicos y militares para ampliar su presencia en el mundo y proyectar poder, al tiempo que mantiene la opacidad sobre su estrategia, sus intenciones y su rearme militar. (…) La profundización de la asociación estratégica entre la RPC y la Federación Rusa, y sus intentos de socavar el orden internacional basado en reglas, que resultan en el reforzamiento mutuo, son contrarios a nuestros valores e intereses” (NATO, 2022).

 

Fig. No. 2. El auge de los BRICS.

1

Si bien China ha promovido en su emergencia la paz internacional, su consolidación como nueva potencia mundial implica actualizar los principios tradicionales de su política exterior, que le permita contar con poder militar y marítimo para defender sus intereses nacionales más allá de sus fronteras.

La proyección de largo alcance de China propone la existencia de un mundo multipolar, en el que la nación asiática se consolide como una gran potencia, de conjunto con Rusia y otras potencias emergentes. China está logrando una nueva configuración de poder a través de sus potencialidades en el comercio, las inversiones y el financiamiento. Sin embargo, no se limita a esto, sino que también está promoviendo una institucionalidad basada en valores que garanticen su soberanía y autonomía en el campo de la política y el derecho internacional. La nación está enfocada en establecer una presencia global sólida y sostenible, y esto implica no solo el crecimiento económico, sino también la consolidación de su influencia política. La estrategia de China se basa en la cooperación y el diálogo, y su objetivo es construir un mundo más justo y equitativo. En este sentido, China se presenta como un actor clave en la configuración del nuevo orden internacional multipolar actual.

Por su parte, luego del derrumbe del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, Rusia emergió como una de las naciones más interesadas en modificar el equilibrio de poder internacional y reestructurar el orden unipolar estadounidense. Con ese propósito, Moscú ha trabajado por fortalecer su economía, utilizando el petróleo y el gas como herramientas de posicionamiento político, particularmente con Europa.

Además, Rusia, como miembro fundador junto con China de la Organización de Cooperación de Shanghái, busca contener la influencia de Estados Unidos en Asia Central; promueve el desarrollo de la Unión Económica Euroasiática (UEE) con el objetivo de crear un bloque económico de exrepúblicas soviéticas que ofrezca mayores potencialidades a su inserción internacional; y desde 2009 coordina acciones y celebra acuerdos en el marco de los BRICS.

En este escenario de confrontación geopolítica y geoeconómica por la búsqueda de un nuevo orden internacional, Estados Unidos ha revitalizado el funcionamiento de la Organización del Atlántico Norte (OTAN). La violación de los acuerdos de no expansión de la OTAN, con la aplicación del principio de puertas abiertas de la organización en detrimento de la seguridad de terceros estados4; el incremento de las tensiones a raíz de la incorporación de Crimea y el separatismo del Donbás, en 2014; la presunta intención ucraniana de atacar el Donbás; el incumplimiento de los Acuerdos de Minsk por Ucrania y Occidente; y el fracaso de las propuestas de Rusia a Estados Unidos y la OTAN sobre seguridad estratégica en diciembre de 2021, que negó los intentos de Rusia de obtener garantías de seguridad de Occidente, incrementaron las tensiones geopolíticas que compulsaron a Rusia a desplegar la operación militar especial en Ucrania, en febrero de 2022.

Aunque los países occidentales intentan mostrar el asunto como un conflicto bilateral entre Moscú y Kiev, en esta guerra subyacen intereses geopolíticos, liderado por EE.UU. y la OTAN, que tienen su origen en las contradicciones entre polos de poder, definidas durante la Guerra Fría. Ello se evidenció durante la cumbre de la OTAN celebrada en España en junio de 2022, donde se aprobó un nuevo concepto estratégico para la Alianza, que establece la estrategia militar y de seguridad de la organización para los próximos 10 años.

El documento refleja nuevamente la confrontación abierta contra Rusia, al definirla como “la amenaza más significativa y directa para la seguridad de los aliados y para la paz y estabilidad de Occidente”; y por primera vez, identifica a China como un “desafío sistémico para la seguridad euroatlántica” (NATO, 2022).

Del desarrollo de la cumbre, también destaca que por primera vez se reunieron los miembros de la organización y los socios del Indo-Pacífico (Australia, Japón, Nueva Zelanda y la República de Corea) con el claro propósito de coordinar acciones contra China, para enfrentar la amenaza que representa la nación asiática para el poder hegemónico de Estados Unidos y sus aliados.

El actual conflicto bélico en Europa ha desatado la rusofobia y la aplicación de instrumentos geoeconómicos de presión, que han servido a los intereses geopolíticos estadounidenses. Sin embargo, la guerra en Ucrania y la guerra económica contra Rusia, si bien han debilitado la economía rusa, también han desgastado al viejo continente, generando y/o agravando la crisis energética, ambiental, alimentaria y migratoria.

De igual forma, la Unión Europea no ha logrado disputar seriamente el liderazgo estadounidense, en la medida en que no resuelve problemas internos que le permitan consolidarse como bloque unificado (por ejemplo, el Brexit) y no supera su falta de dinamismo económico, lo que se ve agravado por un ligero retraso en la carrera internacional por liderar el desarrollo científico-tecnológico. Por ello, frente a las amenazas que representan Rusia y China a sus intentos de liderazgo global, prefiere mantener su relación de “aliados” con Estados Unidos, si bien en una relación subordinada, para conservar su cuota de poder a nivel internacional.

Como resultado de estas transformaciones han surgido nuevas manifestaciones del derecho internacional, con características sui generis. El Estado continúa siendo el sujeto principal en el Derecho Internacional, no obstante, también ha crecido la importancia que se otorga a otros sujetos no estatales, como las organizaciones internacionales y un amplio y diverso conjunto de actores privados. Por ello, en la compleja geopolítica actual, no solo incide la proyección exterior de un Estado, sino también otros actores del sistema internacional como las grandes transnacionales, que ejercen una significativa influencia sobre las clases políticas dominantes de los Estados. De esa manera la estructura invisible de esas instituciones supranacionales opera el sistema a través de los gobiernos de los países más desarrollados, para de forma indirecta, influenciar la geopolítica de los Estados.

La confrontación internacional por acaparar nuevas cuotas de poder se ha extendido, de manera más confusa y contenciosa, a los llamados “Bienes Comunes Globales o Espacios Compartidos”: Alta Mar, el Ciberespacio, el Espacio Exterior, la Antártida, las vías de navegación aérea y marítima y al océano Ártico, en muchos casos sin mecanismos internacionales vinculantes que regulen su uso, explotación y/o conservación, lo que debe generar un aumento de la conflictividad entre Estados Unidos, la OTAN, Rusia y China.

El balance de la declinación relativa de poder de Estados Unidos y el ascenso de otras fuerzas contrarias y de países con proyectos socialistas, progresistas y opuestos a los enfoques neoliberales y a la supeditación extrema al imperialismo estadounidense, deben forzar de conjunto, el debilitamiento de la posición de poder estadounidense. El nuevo ordenamiento mundial y la correlación de fuerzas en proceso de formación, todavía inestable, parece tender hacia un multilateralismo (Fernández, 2021).

Por ello, en una perspectiva de mediano y largo plazo, los procesos políticos en el campo de las relaciones internacionales no favorecen la consolidación del poder hegemónico estadounidense, sino una declinación relativa de su poder para dar paso al establecimiento de un nuevo orden global que favorezca un equilibrio multipolar a nivel internacional.

CONCLUSIONES

La desintegración de la URSS erigió a Estados Unidos como la única superpotencia global, sin embargo, las tendencias unilaterales fomentadas por la política estadounidense, el abuso de instrumentos económicos de poder para cumplir objetivos geopolíticos, la baja capacidad de diálogo y la intolerancia hacia los intereses de otros países limitaron sus posibilidades como líder mundial, favoreció la emergencia de otros polos de poder (China, Rusia, BRICS, etc.) y aceleró el declive relativo de su posición hegemónica.

La pugna internacional por establecer una nueva estructura de poder global ha incrementado los desafíos en las relaciones internacionales y la competencia económica, política y militar entre las potencias establecidas y las emergentes.

China continúa fortaleciéndose como nación influyente a nivel regional y global, y cuenta con grandes potencialidades para convertirse en una de las principales economías del planeta, amenazando la hegemonía estadounidense y por ende su seguridad nacional. Aunque en menor medida, Rusia también disputa el poder hegemónico estadounidense, fortaleciendo su economía con el petróleo y el gas como herramientas de posicionamiento político, particularmente con Europa. Adicionalmente, se aprecia un incremento y fortalecimiento de las alianzas entre naciones emergentes, lo que fomenta la coordinación política y económica a nivel internacional.

En ese escenario, la respuesta imperial estadounidense no se ha hecho esperar y junto a sus aliados intenta enfrentar esa redistribución de poder por medios políticos, económicos y militares. La revitalización de la OTAN y el conflicto en Ucrania son un ejemplo del resultado de esa disputa de poder, lo que favorece, a mediano y largo plazo, el establecimiento de un nuevo ordenamiento mundial que conduzca a un equilibrio multipolar a nivel internacional.

notas

1 La geoeconomía se entiende como el uso de instrumentos económicos de poder para cumplir objetivos geopolíticos en las relaciones internacionales, e influir en el equilibrio de poder global. (Fernández, 2020)

2 Los BRICS son una asociación de economías emergentes fundada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, que se ampliará el 1 de enero de 2024 con la incorporación de Argentina, Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Etiopía. Tienen tres pilares de cooperación: política y de seguridad, financiera y económica, y cultural y entre los pueblos.

3 El G7 es una asociación de las principales economías capitalistas del mundo creada en 1975. Está integrada por Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá.

4 Los países fundadores de la OTAN en 1949 fueron Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Italia, Islandia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal y Reino Unido; posteriormente se incorporaron: en 1952 Grecia y Turkiye; en 1955 Alemania Occidental; y en 1982 España. Tras la firma de los acuerdos de no expansión la Alianza continuó incorporando miembros: en 1999 República Checa, Hungría y Polonia; en 2004 Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia; en 2009 Albania y Croacia; en 2017 Montenegro; en 2020 Macedonia del Norte; y en 2023 Finlandia. Suecia está en proceso de ingreso, luego que Turkiye levantara el veto a su entrada.

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CONFLICTO DE INTERESES

La autora declara que no existen conflictos de intereses relacionado con el artículo.