LENTE CIENTÍFICO ESTUDIANTIL

La Federación de Rusia: un análisis de su relación con América Latina, el Caribe y África en el período 2000-2022 a la luz de su Nueva Estrategia de Política Exterior

The Russian Federation: an analysis about its relation with Latin America, The Caribbean and Africa during the period 2000-2022 in the light of its New Foreign Policy Strategy

Emily Puisseaux Moreno

Estudiante de cuarto año de la Licenciatura en Relaciones Internacionales, Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, La Habana, Cuba. emilyisri@gmail.com, 0000-0003-2415-4349

Ignacio David Zayas La O

Estudiante de tercer año de la Licenciatura en Relaciones Internacionales, Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, La Habana, Cuba. zayaslaoignaciodavid@gmail.com, 0000-0002-9562-6975

Jany Bacaro Ledo

Estudiante de segundo año de la Licenciatura en Relaciones Internacionales, Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, La Habana, Cuba. janyandemily@gmail.com, 0000-0003-1086-4091

 

Recibido: 8 de mayo de 2023

Aprobado: 15 de junio de 2023

 

Resumen Desde los propios inicios del presente siglo, la Federación de Rusia ya ponía en práctica, en sus relaciones con América Latina, el Caribe y África, líneas del Nuevo Concepto de la Política Exterior definido en 2023. En un periodo marcado por la crisis sistémica y multidimensional del capitalismo, Rusia ha valorado, oportunamente, la contribución de ambas regiones en la búsqueda de relaciones financieras y económicas internacionales de un nuevo tipo. De ahí que, tal aproximación posea un carácter estratégico: América Latina y el Caribe ofrecen amplias posibilidades de apertura de frentes económicos diversos y novedosos; mientras que África continúa siendo un escenario de confrontación geopolítica importante, aunque a menor escala que en otras regiones. Teniendo en cuenta lo anterior, la presente investigación evalúa el estado de las relaciones de la Federación de Rusia con América Latina y el Caribe y África, respectivamente, en el periodo previo (2000-2022) a la aprobación de la Nueva Estrategia de Política Exterior Rusa. Para ello, el estado de las relaciones de ambas regiones con los Estados Unidos de América en el mismo periodo de estudio y el examen de las líneas propuestas en el “nuevo concepto ruso” de 2023 son elementos clave para esclarecer hasta qué punto se abren o consolidan “nuevas” perspectivas de acercamiento en las dos direcciones, latinoamericana y africana.

Palabras clave: nueva estrategia, Rusia, América Latina y el Caribe, África, consolidación

ABSTRACT Since the very beginning of this century, the Russian Federation has promoted, in its relations with Latin America, the Caribbean and Africa, some issues from the 2023 New Concept for Foreign Policy recently defined. In a period featured by the systemic and multidimensional crisis of capitalism, Russia has considered, opportunely, the contribution of both regions in the search for a new kind of financial and economic relations. As a consequence, such an approach has a strategic nature: Latin America and the Caribbean offer wide possibilities for an opening of diverse and innovative economic fields; while Africa continues to be an important area of geopolitical confrontation, although on a smaller scale than in other regions. Taking into account the previous explanation, this paper evaluates the state of the relations between the Russian Federation and Latin America, the Caribbean and Africa, respectively, in the prior period to the approval of the New Russian Strategy for Foreign Affairs (2000-2022). For this, the state of relations of both regions with the United States of America in the same period of study and the examination of the lines proposed in the 2023 new Russian concept are key elements for clarifying to what extent we can appreciate the opening or the consolidation of "new" perspectives of rapprochement in both directions, the Latin American and the African ones.

Key words: new strategy, Russia, Latin America and the Caribbean, Africa, consolidation

 

INTRODUCCIÓN

En 2014, tras los sucesos de Crimea y las sanciones internacionales posteriores aplicadas a Rusia, se produjo un fuerte deterioro de las relaciones con Estados Unidos y la Unión Europea. Como resultado (y ante la amenaza de un relativo aislamiento internacional), Moscú se enfocó en la búsqueda de nuevos aliados y mercados para ejercer una mayor influencia global. Así, actualmente, la Federación de Rusia aspira a consolidar un modelo de política exterior que le permita cumplir un mayor papel en todos los segmentos de poder nacional, no solo en el estratégico militar, como lo hacía la antigua Unión Soviética (Rodríguez Hernández, 2019). En consecuencia, el acercamiento a distintos países de América Latina y el Caribe y África tiene un carácter estratégico y precisa de un gran esfuerzo en un contexto internacional marcado por un proceso de transición inter sistémica hacia la multipolaridad.

En ese sentido, América Latina y el Caribe ofrecen amplias posibilidades de apertura de frentes económicos diversos y novedosos: recursos, iniciativas espaciales, energías diversas, agroindustria, proceso que necesariamente implica asociaciones con otros actores regionales y globales. Por su parte, África continúa siendo un escenario de confrontación geopolítica importante, aunque a menor escala que en otras regiones. Sin embargo, con la operación militar especial en Ucrania se ha producido, en las naciones de Occidente, un sentido de urgencia adicional para ganarse la confianza de más países africanos (Silveiro González, 2021).

Mientras Estados Unidos (EE.UU.) y la Unión Europea pretenden contrarrestar, sin éxito, el nivel de influencia económica y política de China y otros actores no tradicionales presentes en América Latina, el Caribe y África de manera creciente y multidimensional (Álvarez Acosta, Silverio González, & La Nuez Mesa, 2022), Rusia ha continuado el proceso de reordenamiento y aumento de su liderazgo y estabilidad.

Los cambios en la correlación de fuerza política y regional han motivado que Rusia se concentre en sus intereses económicos con el objetivo de abrir nuevos mercados para sus productos. No obstante, de acuerdo con (Rodríguez Hernández, 2019), este nivel de pragmatismo no es nuevo y ha sido especialmente notable en casos de acercamiento del país euroasiático a Argentina, Brasil, Marruecos o Argelia, por solo citar algunos ejemplos.

Así, teniendo en cuenta el escenario descrito y la reciente aprobación por Moscú de una Nueva Estrategia de Política Exterior Rusa que potencia el acercamiento a América Latina y el Caribe y África como importantes escenarios de confrontación geopolítica, cabría preguntarse, ¿hasta qué punto había avanzado Rusia en su aproximación a ambos continentes? De ahí que, el presente artículo se plantee como objetivo general evaluar el estado de las relaciones de la Federación de Rusia con América Latina, el Caribe y África en el periodo 2000-2022 a la luz de su Nueva Estrategia de Política Exterior.

DESARROLLO

1.1 Antecedentes necesarios: América Latina, el Caribe y África en sus relaciones con los Estados Unidos de América (EE.UU.). Puntos de ruptura y continuidad.

Antes de examinar el estado de relaciones de la Federación de Rusia con América Latina y el Caribe (ALC) y África, respectivamente, entre los años 2000 y 2022, es importante tener en cuenta cómo EE.UU. establecía sus vínculos con ambas regiones de forma paralela. Indudablemente, se trata de la primera potencia mundial tras la caída del campo socialista y sus puntos de ruptura o continuidad con ALC y África van a influir en la entrada de Rusia en sendas áreas de disputa geopolítica y en la agudización de sus contradicciones en medio de un complejo proceso de transición inter sistémica.

Caso América Latina y el Caribe: estado de las relaciones con los EE.UU. (2000-2022)

Con los atentados en Nueva York y Washington, el día 11 de septiembre de 2001, la administración de George W. Bush dio un giro en su enfoque hacia ALC, que parecía dar continuidad al iniciado por su padre y mantenido por el presidente Clinton. En este sentido, la prioridad absoluta de su gobierno se centró desde entonces en la guerra contra el terrorismo en Medio Oriente y las invasiones de Afganistán e Irak, pasando sus relaciones con Latinoamérica y el Caribe a un segundo plano.

Este distanciamiento se acentuó más debido al ascenso de líderes de izquierda en la región, que buscaban una política exterior más autónoma y diversificada; además del crecimiento económico regional (Binetti & Shifter, 2022). Sin embargo, varios países mantuvieron buenas relaciones con Washington en este tiempo, materializadas en la firma de tratados de libre comercio con Centroamérica, Chile, Colombia1 y Panamá.

Por su parte, el presidente Barack Obama tuvo iniciativas precisas para promover un nuevo acercamiento hacia ALC, pero las relaciones entre ambas partes no cambiaron sustancialmente. La nueva administración mantuvo la preocupación de Washington por la inmigración desde el sur. Por ello, lanzó la “Alianza para la Prosperidad”, un plan para abordar las “causas profundas” de la emigración desde el “Triángulo Norte”2 y proveer asistencia a los países en materia de desarrollo económico y Estado de derecho.

Sin embargo, posiblemente la decisión más trascendental de Obama hacia la región fue la normalización de las relaciones diplomáticas con Cuba. Es válido señalar que, el entramado de relaciones entre Rusia y América Latina y el Caribe suscitó la preocupación del gobierno de Barack Obama, quien se manifestó contrario a ellas en numerosas ocasiones. Por tanto, esta es otra de las razones por las cuales la diplomacia estadounidense trabajó para mejorar su imagen en América Latina y el Caribe y una de las causas que favoreció el acercamiento con Cuba; pues el bloqueo económico, comercial y financiero contra la Isla generaba (y genera) demasiados conflictos en las relaciones estadounidenses con la región, por lo que fue considerada una política fracasada que debía ser superada (Rodríguez Hernández, 2019).

Durante su mandato, además, EE.UU. respaldó el proceso de paz entre el Estado colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)3; y se admitieron las limitaciones del enfoque punitivo contra el narcotráfico, a pesar de que se hizo poco por cambiar las políticas antidrogas de Washington en América Latina y el Caribe.

En 2017, la nueva administración de Donald Trump exacerbó la tendencia estadounidense de preocuparse por ALC solo en temas con impacto electoral. Con la misma preocupación que su predecesor (prevenir el acercamiento sino-ruso a su histórica área de influencia), pero al extremo de invocar la Doctrina Monroe de 1823, el presidente Donald Trump ratificó su vigencia en el marco de su política de presiones, amenazas y chantajes para subordinar a los países latinoamericanos y caribeños a los intereses y el control geoestratégico estadounidense.

De manera concreta, el presidente Trump amenazó a México con cerrar la frontera bajo el pretexto de las drogas. Por otra parte, presionó a Canadá y México, una vez más, para conseguir la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

En este periodo, además, redujo la ayuda económica a los países centroamericanos con el argumento de que no hicieron “nada” para evitar la emigración hacia Estados Unidos; restauró muchas de las sanciones contra Cuba levantadas por Obama; prohibió la compra de petróleo venezolano; e, incluso, amenazó con una invasión para expulsar al presidente Nicolás Maduro del gobierno.

La Estrategia de Seguridad Nacional de Trump marcó el cambio de paradigma centrado en la “guerra contra el terrorismo” y el inicio de una era de competencia con China, Rusia y otras “potencias revisionistas” del orden mundial liberal. Se reflejó, por tanto, la ausencia de una agenda o estrategia constructiva que combinara los intereses de Estados Unidos en la región y aportase también beneficios a sus vecinos más cercanos (Rodríguez Hernández, 2019).

Al llegar Joe Biden a la Casa Blanca, lejos de abandonar la competencia geopolítica con China, este la convirtió en el eje central de su política exterior. Como sus antecesores, su política hacia la región se ha limitado a reaccionar cuando estallan crisis con impacto doméstico en Estados Unidos. De modo particular, en el caso de Cuba, en mayo de 2022 se anunciaron nuevas medidas que cambiaban el enfoque de las aplicadas durante el gobierno de Trump, aunque estas últimas continúan vigentes.

De manera general, la Estrategia de Seguridad Nacional (2022) de Biden sobre ALC ha estado orientada a priorizar la competencia geopolítica con China, como principal retador en la arena geopolítica mundial, y con Rusia como país “peligroso” a controlar. América Latina y el Caribe han sido, por tanto, una de las áreas de disputa estratégica con ambas potencias extrarregionalas.

Caso África: estado de las relaciones con los EE.UU. (2000-2022)

Las administraciones estadounidenses, tanto demócratas como republicanas (desde William Clinton, pasando por George Bush y hasta Barack Obama) han introducido varios cambios en sus relaciones con África. En la época de la administración Clinton, se produjo un fortalecimiento del discurso de democracia y alternancia política multipartidista impuesto a los países africanos en el contexto del auge del neoliberalismo político y económico; lo cual provocó el incremento de los conflictos armados y las crisis políticas en el continente. A raíz del fracaso de la intervención “humanitaria” de 1993 en Somalia4, EE.UU. se abstendría de intervenir militarmente en escenarios de conflictos africanos, cambiando su doctrina al “entrenamiento” y el apoyo logístico a las tropas africanas (Silveiro González, 2021).

En el siglo XXI, África no ha dejado de estar en el centro de esa política, particularmente a partir de la lucha contra el terrorismo desatada por el presidente G. Bush. Los programas e iniciativas abarcan desde la región del Sahel5 hasta el Cuerno africano, utilizando a sus aliados subregionales para estos propósitos.

En el plano económico, Bush lanzó la Ley de Oportunidades y Crecimiento para África (AGOA, African Growth and Opportunity Act), del año 2000. Sin embargo, el AFRICOM6, en el plano de la seguridad, fue el de mayor impacto. La excusa inicial para su creación fue el enfrentamiento al llamado por ellos “terrorismo islámico”; pero su objetivo era aumentar la presencia militar de los Estados Unidos para respaldar sus intereses económicos (Fidpress, 2013).

Con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, en materia de política exterior, no se observaron grandes diferencias entre las directrices establecidas por el mandatario precedente. En este sentido, se puso en completa disposición combativa el AFRICOM, argumentando que su objetivo principal era “profesionalizar a las fuerzas de seguridad” (enmascaraban sus acciones con la ayuda humanitaria). Lo anterior es una clara evidencia de continuidad y complementación entre una y otra administración en lo relativo en su política hacia África.

Adicionalmente, EE.UU. lanzó el programa “African Partnership Station 2010”, destinado al aseguramiento marítimo de la región. Por lo tanto, bajo el mandato de Obama se produjo una fuerte militarización de las relaciones con el continente abordado. De manera peculiar, se debe mencionar que fue el primer mandatario estadounidense en dirigirse al plenario de la Asamblea de Jefes de Estado y Gobierno de la Unión Africana.

Por ende, a pesar de las fluctuaciones de la retórica estadounidense hacia el continente africano, las líneas políticas generales no han cambiado. Al respecto, el investigador cubano, Dr. Silvio Baró Herrera, afirmaba que existía una “línea de continuidad entre las administraciones de W. Clinton, G. W. Bush y B. Obama en relación con África, lo cual era una demostración del consenso bipartidista en materia de política exterior hacia el continente” (Baró, 2011).

En 2017, la nueva administración republicana de Donald Trump, en la esfera política, no introdujo elementos novedosos en sus relaciones con África; sin embargo, fue el único mandatario, desde Clinton, que no visitó el continente, lo cual fue un punto de ruptura de una tendencia que había caracterizado a sus predecesores.

A la administración Trump, le tomó dos años precisar su estrategia específica para la región, la cual expresaba: la promoción de lazos comerciales con los Estados africanos clave; el progreso hacia la estabilidad y la gobernanza; y el enfrentamiento a grupos yihadistas-terroristas (National Security Strategy of the United States, 2017). Paulatinamente, se comenzó a vislumbrar una continuidad del mismo injerencismo militar de sus antecesores. Además, el AFRICOM incrementó sus niveles de operacionalización en el continente.

En el plano económico, Estados Unidos intentó revertir la tendencia descendiente del comercio con África y fomentar las inversiones en la región. Lo anterior se manifestó en el lanzamiento de su estrategia conocida como “Prosper Africa” para apoyar a las compañías estadounidenses a que invirtieran más en todo el continente; de esta manera, tendrían la posibilidad de disminuir la influencia de China y de otros actores emergentes, en el plano económico y militar, como Rusia.

Con la toma de posesión de Joe Biden, las principales prioridades de política exterior se han orientado, según la plataforma de su Partido, a restaurar y revigorizar las relaciones político-diplomáticas con los gobiernos africanos y las instituciones regionales, en especial con la Unión Africana; exportar su modelo de democracia, demostrando su validez; continuar con el trabajo de influencia sobre los líderes juveniles, los emprendedores; así como empoderar a las mujeres. Todo ello se ha manifestado en la participación de varios presidentes africanos en la llamada Cumbre por la Democracia, organizada por los EE.UU.; la invitación a realizar una cumbre con países africanos lanzada por su administración; y la oleada de visitas por los funcionarios de más alto nivel del gobierno estadounidense7, en el marco de una creciente competencia, especialmente con China y Rusia.

En general, África continúa gozando del apoyo de ambos partidos estadounidenses. Aunque cada nueva administración incorpore iniciativas en su política hacia el continente, estas directrices no se han modificado.

1.2 Evaluación del estado de las relaciones de América Latina, el Caribe y África con la Federación de Rusia en el periodo 2000-2022.

La gestión estadounidense durante las últimas cuatro administraciones en lo relacionado con América Latina, el Caribe y África ha contrastado con la posición asumida por la Federación de Rusia, quien ha promovido la cooperación y el multilateralismo sin recurrir a la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales. Así, pese al fuerte acoso mediático que ha promovido el mundo occidental en su contra con el propósito de aislar a Moscú; el proceso de decadencia estadounidense y su desgastada moral internacional, han favorecido el posicionamiento estratégico ruso en los continentes objeto de análisis.

Caso América Latina y el Caribe: Balance general e impacto de la operación militar especial en Ucrania

La llegada de Vladimir Putin a la presidencia rusa en el año 2000, implicó grandes variaciones en la política exterior respecto al periodo inmediato anterior (segunda mitad del decenio de los 90s) de modo general. En el caso de América Latina y el Caribe, la región fue ganando mayor significación al punto de alcanzar niveles de interacción político-diplomáticos al más alto grado posible. Fueron varios los factores que determinaron tal acercamiento por la parte rusa, a saber: la intención de reactivar el accionar global de la Federación de Rusia a través del fortalecimiento de sus vínculos con actores latinoamericanos (como había sucedido en la etapa anterior de la confrontación bipolar o Guerra Fría); la posibilidad de expandir lazos de comercio, inversiones y cooperación en estos países; la necesidad de promover la expansión exitosa de su Complejo Militar-Industrial; el atractivo geopolítico de la región debido a su proximidad con EE.UU.; y la presencia de naciones que también sufrían sanciones políticas, económicas y financieras de Estados Unidos y la Unión Europea.

En lo que se refiere a la parte latinoamericana, son otras las variables que han empujado a la aproximación a Rusia: las consecuencias del fracaso del modelo neoliberal; las recurrentes crisis económicas capitalistas; la volatilidad de los precios de las materias primas; el peso de las sanciones económicas estadounidenses y europeas; la incoherente, poco recíproca y cada vez menor prioridad política de los EE.UU. hacia la región; y la carencia de infraestructura para hacer frente a serias fracturas estructurales de sus economías, las cuales mostraron su debilidad luego de la crisis mundial sanitaria por la Covid-19.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, Rusia reapareció en el área en calidad de proveedor de armas y como contratista de significativos proyectos energéticos, especialmente los del sector petróleo-gas y sus ductos y los asociados al fomento de sus plantas nucleares. Asimismo, comenzó a promover sus intereses comerciales con una mirada estratégica que privilegiaba el cambio de la distribución de poder mundial, en cuyo proceso América Latina y el Caribe tenía y tiene un peso fundamental (Rodríguez Hernández, 2019).

Evidentemente, la ampliación de vínculos comerciales y de seguridad con los países tradicionalmente pertenecientes a la órbita de influencia de Estados Unidos ha sido una oportunidad que Rusia ha sabido aprovechar, especialmente durante el conflicto Estados Unidos-Venezuela de los últimos años8. De manera concreta, se pueden señalar los siguientes puntos de acercamiento o contacto:

El acercamiento a distintos países de América Latina y el Caribe tiene un carácter estratégico y precisa de un gran esfuerzo, luego de traer a escena, en un nuevo contexto, la Doctrina Monroe a 200 años de su proclamación. Al respecto, (Rodríguez Hernández, 2019) resaltó:

(…) la estrategia rusa contempla la construcción de alianzas geopolíticas en la región latinoamericana para evitar el predominio unipolar de Estados Unidos en el sistema internacional, a la vez que penetra el área de influencia tradicional estadounidense, que ha hecho lo mismo en la suya, en un contexto de triunfos electorales de los partidos de tendencia de izquierda que se proponían establecer un equilibrio de poder multipolar que desplazase el tradicional hegemonismo de Estados Unidos en América Latina y el Caribe. (pág. 16)

Se puede establecer, entonces, que las mayores variaciones en las relaciones ruso-latinoamericanas han ocurrido en el orden de los intercambios comerciales y la cooperación económica; las mismas han variado en dependencia de la coyuntura internacional y los procesos en marcha al interior de cada uno de los países de la región. Sin embargo, un elemento a destacar es que, tal acercamiento se ha basado en la coincidencia de las concepciones políticas de ambas partes en lo referido al rechazo del uso de la fuerza para resolver los conflictos internacionales. De manera general, el interés ruso se ha centrado en áreas como la defensa y la cooperación técnico-militar, energía o exploración del espacio.

Una peculiaridad que no debe ser pasada por alto es la afinidad política rusa con países clave como son Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, los cuales han apoyado al gigante euroasiático en su enfrentamiento a las medidas coercitivas unilaterales.

En lo referido al impacto del conflicto ruso-ucraniano en las relaciones entre Rusia y Latinoamérica, los gobiernos de la región han tomado una postura de “no alineamiento activo”. La alianza con China ha permitido a los Estados del área resistir las presiones de Occidente9. Además, luego de un año de operaciones, ha sido notable cómo la economía rusa ha resistido las sanciones firmemente y de manera “inesperada” (Manrique, 2023).

La Conferencia de Seguridad de Múnich10 evidenció la brecha que separa a Occidente del Sur Global en relación con el tema Ucrania, donde figuras como Francia Márquez (vicepresidenta colombiana) y Mauro Vieira (canciller brasileño) ratificaron la posición de neutralidad.

Caso África: Balance general e impacto de la operación militar especial en Ucrania

Las administraciones del presidente Vladímir Putin se han distinguido por un notable acercamiento al continente africano en calidad de “prioridad”. En ese sentido, los históricos lazos de amistad entre ambas partes se han fortalecido a través de una serie de acuerdos políticos, comerciales y de seguridad. A manera de ejemplo, se puede mencionar:

De esta manera, el periodo comprendido entre 2012 y 2016 estuvo determinado por la proximidad entre el Kremlin y la región africana. Se intensificaron las relaciones con África, al tiempo que se incrementaban los intereses rusos en el área.

En materia de inversión extranjera, Rusia ha puesto especial atención en la industria diamantífera africana. En 2017, se firmó un importante acuerdo entre la empresa rusa de extracción de diamantes (Alrosa) y Angola. Posteriormente, en Zimbabue y Mozambique, la empresa Rosneft obtuvo concesiones para la explotación de gas en alta mar. En sentido general, las inversiones rusas en el continente se incrementaron notablemente y en 2018 lograron superar los 20 000 millones de dólares (Euronews, 2019).

En cuanto a lo vinculado a temas de seguridad y respaldo militar, existen sólidos vínculos entre las partes africanas y rusa. Esta última ha proporcionado a gobiernos de varios países africanos ayuda en forma de entrenamiento, inteligencia y equipos. Algunas estadísticas indican que Rusia ha sido un importante suministrador de armamento del continente, lo cual lo convierte en uno de los principales actores. Como resultado, desde 2014, la cuestión de la seguridad ha ocupado un lugar destacado en la política rusa hacia África y se han firmado acuerdos con una veintena de países africanos que garantizan la entrega de equipos militares, la lucha contra el terrorismo y la piratería marítima.

Es destacable la cooperación desarrollada por Rusia en Burkina Faso y Malí, que la posiciona en la costa atlántica del continente y en el Sahel, siempre con el auspicio y la solicitud de los países concernidos. De este modo, Rusia responde de forma estratégica a los intentos de la OTAN de rodearla por el este y el oeste, al tiempo que incrementa su presencia en el área.

En la esfera diplomática, se han fortalecido los lazos entre África y Rusia, en particular Sudáfrica, desde el seno de los BRICS. Es importante considerar que la Federación de Rusia no impone condicionamientos políticos o de otra naturaleza en sus relaciones con los Estados del continente y sustenta sus vínculos en el respeto, la no injerencia en asuntos internos, la salvaguarda de la soberanía y la no amenaza ni uso de la fuerza.

Por otra parte, no se debe dejar de mencionar que los países africanos buscan construir nuevas alternativas ante la crisis global que implican la disponibilidad y la accesibilidad a las tecnologías e innovaciones necesarias. Tales transformaciones requieren, en consecuencia, socios externos con capitales para invertir: Rusia se postula, entonces, como uno de los principales baluartes de cooperación detrás de China.

Finalmente, con relación al conflicto ruso-ucraniano y su impacto en las relaciones entre África y Rusia, es necesario apuntar que se ha visto favorecido el acercamiento del Kremlin a sus aliados africanos. En la esfera diplomática, Moscú ha tenido un amplio apoyo de los países de la región en diversos foros de Naciones Unidas, en especial ante las diversas resoluciones de condena presentadas a la Asamblea General de ONU11. De otro lado, en medio de las sanciones occidentales establecidas como respuestas a la ofensiva en Ucrania, la región abre posibilidades a la obtención nuevos socios para hacer frente a tales limitantes.

En países como Libia, Malí, Sudán, la República Centroafricana (RCA) y Mozambique se ha intensificado la presencia rusa, a través de la ayuda militar para combatir a los rebeldes o militantes yihadistas, en apoyo a lucha contra el terrorismo. Se ha priorizado, además, el abastecimiento de medicamentos, las colaboraciones en el campo de la energía y el aumento de las capacidades de estudiantes africanos en las universidades rusas. De igual forma, en el sector de las operaciones mineras, el continente africano se ha mantenido como uno de los principales proveedores de materias primas y recursos naturales.

Aunque las sanciones de Occidente han interrumpido las actividades mineras rusas en África subsahariana, no se ha registrado un impacto negativo grave en los sectores mineros nacionales: los elevados precios de las materias primas y los minerales han impulsado un auge coyuntural de las exportaciones en África. No obstante, el alza del precio del combustible y la inflación en el mercado internacional limitan considerablemente la adquisición de los productos básicos. Como resultado, el índice de malnutrición aumenta en el área, al tiempo que la pobreza y la deuda externa ascienden.

Sin embargo, es necesario destacar que, aunque en reiteradas ocasiones el gobierno de Rusia ha insistido en la necesidad de facilitar y canalizar de manera ininterrumpida e incrementada los envíos de energía y trigo al continente africano de manera priorizada; el conjunto de sanciones aplicado en su contra por países occidentales impide tener un flujo normal de comercio con el área.

En conclusión, el papel del continente africano aún recuerda la ayuda ofrecida por Moscú durante la Guerra Fría para apoyar los procesos de descolonización e independencia. Así, el acercamiento a África pretende ampliar la política exterior de Moscú a zonas donde, hasta entonces, su presencia había sido limitada, especialmente tras el colapso soviético.

1.3 La Nueva Estrategia de Política Exterior de la Federación de Rusia y su proyección hacia América Latina, el Caribe y África. Apertura y consolidación de nuevas perspectivas.

El nuevo concepto de política exterior de la Federación de Rusia manifiesta que Rusia no se considera enemigo de Occidente. Sin embargo, destaca que, en las realidades actuales, Estados Unidos y sus satélites, usando como pretexto la operación militar especial en Ucrania, desataron una guerra híbrida de nuevo tipo contra Rusia y agudizaron su política antirrusa, la cual, según el concepto, tiene por objetivos:

En este contexto, Rusia, como medida de respuesta a las acciones inamistosas de Occidente, intenta "defender su derecho a la existencia y el desarrollo libre por todos medios disponibles". Así, el país euroasiático considera la política de EE.UU. como la amenaza principal para la seguridad nacional y global y prioriza, entonces, el fortalecimiento de las relaciones con China y la India.

Moscú también tiene previsto priorizar la eliminación de los rudimentos de la dominación de EE.UU. y otros Estados no amistosos en los asuntos mundiales; y la creación de condiciones para que cualquier Estado renuncie a las ambiciones neocoloniales y hegemónicas.

El concepto detalla que Rusia está interesada en mantener la paridad estratégica con EE.UU., coexistir de manera pacífica, establecer un equilibrio de intereses teniendo en cuenta el estatus de grandes potencias nucleares, la responsabilidad especial por la estabilidad estratégica y la seguridad internacional en general.

A su vez, la política de Moscú hacia Washington es de carácter combinado en vista del papel de este último como uno de los polos de poder mundial y al mismo tiempo el principal inspirador, organizador y ejecutor de la agresiva política antirrusa del Occidente colectivo. Otro punto clave que contiene el nuevo concepto es el referido a impedir que los países 'hostiles' dominen en la economía mundial.

En lo referido a ALC y África, el nuevo concepto de política exterior de Rusia precisa que el país intensificará la cooperación con ambas regiones sobre una base pragmática y de beneficio mutuo. De acuerdo con el texto, se dará prioridad al apoyo a los Estados latinoamericanos, africanos y asiáticos interesados en garantizar la soberanía y la independencia mediante el establecimiento y la expansión de la cooperación en los campos de seguridad, cooperación militar y técnico-militar. Además, se prevé fortalecer la amistad, la comprensión mutua y profundizar la cooperación de beneficio para ambos lados con Brasil, Cuba, Nicaragua y Venezuela, de manera especial.

El texto señala que se promoverá el aumento del volumen de comercio e inversión mutuos con los Estados de América Latina y el Caribe, en particular en el marco de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) y otros. También se dará prioridad a la ampliación de los lazos culturales, científicos, deportivos, turísticos, educativos, humanitarios y otros con los Estados de la región. Evidentemente, se pretende no solo establecer contactos más estrechos con América Latina y el Caribe en materia comercial; sino también estrechar lazos con el Sur Global para combatir las aspiraciones hegemónicas de Occidente.

CONCLUSIONES

La Federación de Rusia ha puesto en práctica, en sus relaciones con América Latina, el Caribe y África, el “nuevo concepto” de la política exterior desde los propios inicios del presente siglo; por lo que la estrategia aprobada en 2023 consolida el acercamiento ruso a sendas regiones impulsado desde el arribo de Putin a la presidencia. En un periodo marcado por la crisis sistémica y multidimensional del capitalismo, Rusia ha valorado, oportunamente, la contribución de ambas regiones en la búsqueda de relaciones financieras y económicas internacionales de un nuevo tipo. De ahí que, tal aproximación posea un carácter estratégico y se base en principios tales como: la no injerencia en los asuntos internos de otras naciones, la solución pacífica de los conflictos, la supremacía del Derecho Internacional y la consolidación de los mecanismos multilaterales para solucionar los problemas internacionales.

Evidentemente, la aproximación del Kremlin a ALC y África ha sido una directriz sostenida desde los años 2000, que se ha fortalecido en periodos de mayor confrontación con Occidente, como fue en el caso de Crimea en 2014 y luego con el conflicto en Ucrania. Los momentos de crisis han llevado a Rusia a reforzar líneas de su política exterior que siempre estuvieron vigentes, aunque más fortalecidas en momentos clave para la Federación, como el actual.

En este sentido, no son pocos los gobiernos latinoamericanos y africanos que defienden una mayor presencia de Rusia en sus respectivas áreas, que parece ser favorecida, en términos de imagen, por su asociación estratégica con China y el contrapeso que ambas representan a la tradicional influencia de Estados Unidos. De este modo, ambos continentes son para Rusia, China y EE.UU. escenarios de aguda lucha geopolítica global y variables esenciales para lograr su reposicionamiento en el emergente sistema internacional multipolar.

notas

1 En Colombia, además, el presidente Álvaro Uribe abrazó la agenda de Bush e incorporó al Plan Colombia en la guerra contra el terrorismo.

2 Según el (Consultorio de Comercio Exterior de la Universidad de ICESI, s.f.), el Triángulo Norte Centroamericano está conformado por tres países: Guatemala, Honduras y El Salvador. Se debe decir, además, que se trata de un término propio de los políticos y académicos estadounidenses que estudian los países de esta región, pero es rechazado por varios de ellos.

3 En 2015, el Plan Colombia fue reemplazado por un programa de asistencia para la implementación del acuerdo de paz bautizado “Paz Colombia”.

4 Desde 1991, en Somalia se desarrollaba una guerra civil intra-estatal. El conflicto causó desestabilización e inestabilidad en todo el país.

5 Bush lanzó dos iniciativas para “combatir” a Al Qaeda en el Sahel: la Iniciativa Plan Sahel en 2003, la cual se amplió con la Iniciativa Transahariana de Lucha contra el Terrorismo (TSCTI), creada en 2005.

6 AFRICOM (Mando África de Estados Unidos) es un Mando Combatiente Unificado del Departamento de Defensa de EE.UU. establecido desde 2007, responsable de las operaciones militares con las 53 naciones africanas (excepto Egipto).

7 Como parte de la oleada de visitas de funcionarios estadounidenses a África durante la administración Biden, se puede mencionar la del Secretario de Estado de EE. UU. y luego la de la vicepresidenta, en marzo de 2023.

8 Rusia desplegó un mayor acercamiento con Brasil y México, por sus respectivas influencias como potencias regionales, y con Venezuela, por su accionar antimperialista hacia Estados Unidos desde el triunfo de la Revolución Bolivariana iniciada por Hugo Chávez Frías (Rodríguez Hernández, 2019).

9 Actualmente, la República Popular China es el mayor socio comercial de la mayoría de las economías latinoamericanas, con excepción de México (Manrique, 2023).

10 La Conferencia de Seguridad de Múnich ofrece una plataforma para debates de alto nivel sobre los principales desafíos de política exterior y de seguridad contemporáneos. Constituye un espacio para examinar el compromiso político contraído con un orden internacional basado en reglas. En la edición 2023, el conflicto ruso-ucraniano fue uno de los tópicos centrales.

11 Han existido muchas reservas por parte de las naciones africanas para tomar partido por la guerra en Ucrania. En abril de 2022, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas votó para suspender la membresía de Rusia en el Consejo de Derechos Humanos: 10 de los 54 estados africanos votaron a favor de la resolución, mientras que nueve se opusieron y 35 optaron por la abstención o estuvieron ausentes.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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