Mis memorias de un mundo fascinante: los árabes, los musulmanes y el islam

My memoirs of a fascinating world: Arabs, Muslims and Islam

Lic. Eumelio Caballero Rodríguez

Embajador. Licenciado en Historia. Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”. Presidente de la Asociación de Amistad Cubano-Árabe, La Habana, Cuba. eumeliocaballero54@gmail.com
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Recibido: 17 de enero de 2023

Aprobado: 15 de febrero de 2023

 

Vamos a tratar de compartir brevemente vivencias personales que he tenido con este fascinante mundo, su cultura y tradiciones y los modestos conocimientos adquiridos sobre los pueblos árabes, el islam y el universo musulmán en general, temas no siempre bien conocidos y su realidad muchas veces distorsionada o manipulada por ajenos intereses confesionales, políticos o ideológicos.

Mis primeros contactos personales con ese mundo se produjeron a principios de los años 60, cuando estando ingresado en el Hospital Militar de La Habana conocí a un grupo de jóvenes argelinos, miembros del Frente de Liberación Nacional (FLN), quienes allí recibían tratamiento médico por las secuelas de heridas sufridas en el campo de batallas contra el ejército colonial francés.

Algún tiempo después, en mi calidad de funcionario de la Dirección de África y Medio Oriente del Ministerio de Relaciones Exteriores, tuve la honrosa tarea de dar atención a varios jóvenes yemenitas que habían sido enviados a Cuba para entrenarse como diplomáticos a fin de servirle a su país, recién lograda la independencia del colonialismo británico.

De ambos, argelinos y yemenitas, escuché hablar por primera vez, no solo sobre sus heroicas luchas de liberación nacional, sino también sobre sus costumbres y tradiciones culturales, en particular sobre su religión común, el islam, tan diferente a nuestro mundo cristiano y, al mismo tiempo, tan cercana por adorar a un mismo Dios, el misericordioso y todopoderoso, Allah.

Los azares de la vida y las propias necesidades de nuestro servicio exterior, me dieron el extraordinario privilegio de representar a Cuba de manera permanente durante varios años en países y lugares tan significativos para el mundo árabe y musulmán como Israel (Palestina), Somalia, Argelia, la República Árabe Saharaui Democrática, la República Islámica de Mauritania y finalmente, el Estado de Catar.

A esta rica experiencia, tengo que añadir mis visitas de trabajo a casi todos los países árabes y a muchas naciones musulmanas de otros continentes, así como la intensa interacción con representantes de todos estos países en organismos multilaterales como las Naciones Unidas en Nueva York y Ginebra, o en el seno del Movimiento de Países No Alineados, siempre defendiendo principios y objetivos comunes, como la justa causa del pueblo palestino.

Una experiencia sumamente enriquecedora fue haber sido el primer funcionario cubano en visitar Teherán inmediatamente después del triunfo de la revolución islámica, y poder presenciar con mis propios ojos la arremetida de ese pueblo eufórico contra los símbolos del que fue uno de los regímenes de la región más despóticos y sumisos a intereses foráneos, la dinastía del Sah Mohammad Reza Pahlelvi.

Estas inolvidables vivencias, particularmente las acaecidas en Tierra Santa, cuya geografía logré descubrir al detalle y donde tuve la oportunidad de conocer a tantos amigos palestinos de diversas tendencias políticas, históricamente han motivado en mí una sensibilidad muy especial por todo lo relacionado con la historia, cultura y tradiciones de estos pueblos, por los que nuestro Apóstol Nacional y Héroe de la independencia de Cuba, José Martí, sintió una particular admiración. Refiriéndose a los pueblos árabes, a fines del siglo XIX, el también pensador, poeta, filósofo y escritor cubano, expresó: “aquellas ágiles y encantadoras criaturas que forman el más noble y elegante pueblo de la tierra”, mientras que en otro momento calificó a los árabes de “prudentes, amorosas y desinteresadas criaturas que sin escarmentar por la derrota o amilanarse ante el número, defienden su suelo patrio”.

Por ello, el haber caminado tantas veces por los barrios, calles y bazares de la antigua Jerusalén, ciudad sagrada para las tres religiones monoteístas, la cristiana, la judía y el islam, y haber visitado sus respectivos templos, incluyendo el santuario la Cúpula de la Roca y la Mezquita de Al Aqsa, la tercera en importancia a nivel mundial para todos los musulmanes –más adelante abundaré sobre este aspecto-, es un regalo por el que cada día doy gracias a la vida. Tal vez ello explique, además de otras razones de orden cultural y espiritual, la necesidad que siempre he sentido de aprovechar cada oportunidad que he tenido para visitar los lugares de cultos más emblemáticos del antiguo Egipto, la Grecia clásica, los monumentos históricos de los imperios Romano y Bizantino y, por supuesto, las catedrales y templos más modernos de las tres religiones monoteístas universales, comprendidos los mausoleos y mezquitas que me han impresionado tanto, como el famoso Taj Mahal de la India, la mezquita Hassan II de Casa Blanca por su enorme capacidad y belleza arquitectónica, la Gran Mezquita del Estado y el Museo de Arte Islámico de Doha, y una joya de la arquitectura islámica, la moderna y pequeña mezquita que visité en el 2004 en Asjabad, capital de Turkmenistán.

En total, ha transcurrido más de medio siglo conviviendo de una u otra forma con la cultura, religión y tradiciones de estos pueblos, ya sea a través de sus representantes o interactuando directamente con ellos, como los momentos compartidos con muchos amigos y ciudadanos palestinos en lugares tan especiales como la ciudad de Nazaret, las aldeas y pueblos de la Galilea al norte de Israel o en la Cisjordania ocupada, especialmente en Nablus y Hebrón, o con familias beduinas en los desierto del Negev y el Sinaí, los pueblos de las ciudades y aldeas más apartadas de la llamada Argelia profunda al sur del país, donde prestan servicios tantos médicos cubanos, las familias sahraoui que mantienen vivo su espíritu patrio e independentista en las abrasadoras arenas de los campos de refugiados de Tindouf y Tifariti; aquellos amables y acogedores habitantes que me abrigaron durante varios días en las aldeas del norte de Mauritania, vestigios de una antigua civilización árabe que fue testigo del trasiego comercial que siglos atrás floreció entre el norte del continente y el África Subsahariana, siguiendo las rutas trazadas por wadis y oasis que atraviesan el desierto del Sahara y, por supuesto, la linda experiencia que vivida en el Estado de Catar, donde tan buena atención recibimos cada día de sus dirigentes y habitantes, basada en las relaciones de amistad y cooperación que entre ambos países forjaron el Emir Padre, Su Alteza Hamad bin Khalifa Al Thani y el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

Fue allí, en el Estado de Catar, aunque también lo había experimentado con amigos palestinos y después en Argelia, donde más de cerca he conocido en su forma y contenido la práctica musulmana en torno a uno de los principales pilares de su religión, el ayuno durante el sagrado mes de Ramadán, cuando el creyente se abstiene totalmente de ingerir alimentos y agua y de las tentaciones sensuales de la vida, desde el alba que anuncia la salida del sol hasta su ocaso al atardecer.

Aunque más adelante explicaremos con más detalles todas estas prácticas religiosas, hago aquí referencia al Ramadán para transmitirles el sentir de placer y satisfacción que produce en un invitado no musulmán la ruptura del ayuno, la primera comida muy ligera al ponerse el sol llamada Iftar, o la cena más suculenta un poco más tarde, el Sohour, en compañía de toda la familia y otros invitados, en un ambiente festivo de paz y armonía espiritual.

Ese es el mismo espíritu de paz y sosiego que siempre he disfrutado en mi interacción con creyentes y no creyentes de pueblos cuya ética y moral sintetizan lo más sublime de los valores humanos que se puedan encontrar en cualquiera de las tres religiones monoteístas universales, pero que, en el islam y sus textos sagrados, principalmente el Corán y la Sunna, se encuentran debidamente codificados, pudiéndose considerar como un código de conducta para cada uno de nuestros actos cotidianos.

Por eso molesta ver con cuánto impudor en ciertos medios se desvirtúa la verdad y se presenta una imagen sobre las costumbres, las tradiciones y los valores humanos del mundo árabe o los musulmanes y su religión, el Islam, que no se corresponde con la realidad.

Al margen de lo anterior, antes de continuar adentrándome en esta temática, considero oportuno aclarar ciertas confusiones o desconocimiento, pues erradamente algunas personas creen que los términos “árabe”, “musulmán” e “islam” son sinónimos o se refieren al mimo sujeto.

El mundo árabe

El mundo árabe agrupa aproximadamente solo el 20% de la población musulmana mundial, mientras que el 5% de esa cifra profesa religiones distintas a la musulmana, principalmente la cristiana, destacándose en este sentido el Líbano, donde más del 40% de la población pertenece a este último credo.

Originarios de la Península Arábiga, los árabes se diseminaron por todo el Oriente Medio y África del Norte a partir del siglo VI de nuestra era, como resultado del proceso de expansión de la nueva religión, el Islam, emprendido por el profeta Mahoma desde su centro político y espiritual, la ciudad de La Meca, en Arabia Saudita.

Ello quiere decir, que si bien los árabes como grupo étnico se mantuvieron dentro de los confines geográficos mencionados, su nueva y pujante religión monoteísta trascendió fronteras y continentes para ser asumida como tal por muchos otros pueblos que hoy integran el llamado mundo musulmán, donde más de 1800 millones de personas practican la religión islámica, o sea, cerca de una cuarta parte de la población mundial, distribuida principalmente en 57 países que integran la Organización para la Cooperación Islámica.

Estas cifras comprenden la población del llamado mundo árabe, palabra que significa “desierto” en su lengua originaria, integrado por 22 países, con más de 440 millones de habitantes: Arabia Saudita (35.95 millones), Argelia (44.18 m), Bahréin (1,46 m), Egipto (102,98 m), Catar (2,69 m), Comoras (0,85 m), Iraq (43,52 m), Jordania (11,15 m), Kuwait (4.25 m), Líbano (5,59 m), Libia (6,74 m), Marruecos (37,08 m), Mauritania (4,61 m), Omán (4,52 m), Palestina (4,92 m), RASD (1,2 m)(1); Siria (21,32 m), Somalia (17,07 m), Sudán (45,66 m), Túnez (12,26), Yibuti (1,11 m). y Yemen (32,98).

(1) Aunque la RADS es un país árabe reconocido por 82 naciones, entre ellas Cuba, todavía no es miembro de las Naciones Unidas ni de la Liga Árabe debido al conflicto con Marruecos, país que reclama el territorio de esa excolonia española.

Escenario en el que se origina el Islam, la religión de los musulmanes:

La Península Arábiga, donde se desarrollaron los acontecimientos en los siglos VI y VII de nuestra era en torno al Profeta Mahoma, era entonces un espacio geográfico escasamente poblado por tribus nómadas, dada su condición de desierto totalmente desprovisto de recursos hídricos que permitieran asentamientos agrícolas de alguna importancia. No obstante, en algunos puntos de concurrencia o tránsito, como La Meca, surgieron centros urbanos a partir del comercio y el intercambio que con el tiempo se desarrollaron entre las tribus y los peregrinos que concurrían a venerar sus ídolos en el altar de la Kaaba y otros templos paganos.

Entonces, en la península convivían, a veces en armonía y otras guerreando entre sí, tribus judías, cristianas y paganas.

El Profeta Mohamed

Descendiente de la tribu pagana de Quraysh, Mahoma nació en el año 570, en La Meca, ciudad donde transcurrió su infancia y adolescencia, alternando en ocasiones con la ciudad de Medina, y algunas estancias en el desierto con tribus nómadas. Hasta una edad bastante adulta, Mahoma trabajó en diversos oficios, entre ellos como pastor y comerciante, mientras que acompañando a un tío suyo viajó Bosrah, Iraq, Siria y otros lugares en esa región, donde conoció sobre distintas culturas, entre ellas, judías y cristianas. Era conocido por su habilidad para resolver litigios a través del diálogo y la negociación.

Mahoma era de carácter reflexivo y se refugiaba mucho a meditar en una cueva llamada Hira, cerca de la Meca, donde según el Corán, el arcángel Gabriel se apareció y le reveló el mandato de Allah en el 610, recordándole su condición de único Dios y a Mahoma como su Profeta. Estas revelaciones contadas por Mahoma fueron memorizadas en versos por sus seguidores más cercanos, quienes después de su muerte los escribieron y convirtieron en el Corán, el libro sagrado de la religión islámica.

Los primeros árabes en rechazar la nueva religión monoteísta que Mahoma comenzó a predicar en la Meca poco tiempo después de recibir el mandato divino de Allah, fueron los miembros de su propia tribu, los qurayshí, guardianes de La Kaaba, jefes de otras tribus y los comerciantes de la ciudad, pues en la medida en que los seguidores de Mahoma comenzaban a aumentar en número, sus prédicas favorables al igualitarismo social y acciones críticas contra el politeísmo lo convirtió en una amenaza para los jefes de dichas tribus, cuya riqueza provenía de las peregrinaciones a la Kaaba, recinto sagrado de los ídolos paganos de los árabes y el punto principal religioso de La Meca.

Ante el rechazo generalizado en la Meca, Mahoma y sus seguidores iniciales se vieron obligados a marchar a la Ciudad de Medina en el 622, dando lugar a periódicas e intensas batallas que culminaron en el 628 con el asalto a la Meca por un ejército de 10 000 efectivos musulmanes. Mahoma, después de destruir todos los símbolos paganos, prohibió a los no musulmanes visitar la Meca, convirtiéndola así en el lugar sagrado del islam y principal sitio de peregrinaje de la nueva religión.

Antes de su muerte, Mahoma había establecido al islam como una fuerza social, militar y religiosa y había unificado toda la Arabia. Algunas décadas después de su muerte, sus sucesores conquistaron Persia, Egipto, Palestina, Siria, Armenia y gran parte del norte de África, y cercaron dos veces Constantinopla, aunque no pudieron conquistarla, lo que les impidió avanzar hacia el este de Europa.

Entre 711 y 716 se produce la conquista de la península ibérica, la que los árabes musulmanes retuvieron durante 8 siglos.

Los pilares de la nueva religión:

La palabra Islám, de la raíz trilítera s-l-m, deriva del verbo árabe aslama, que significa literalmente ‘aceptar, rendirse o someterse’. Así, el islam representa la aceptación y sometimiento ante Dios. Los fieles deben demostrar su sumisión venerándolo, siguiendo estrictamente sus órdenes y aboliendo el politeísmo.

El Islam es una religión monoteísta basada en el Corán, el cual establece como premisa fundamental para sus creyentes (la shahada), la aceptación de que “No hay más Dios que Allah y Mahoma es su Profeta”. La palabra árabe Allah significa Dios y su etimología es la misma de la palabra semítica El, con la que se nombra a Dios en la Biblia. Los eruditos islámicos definen al islam como: “La sumisión a Dios el Altísimo a través del monoteísmo, la obediencia y el abandono de la idolatría”. Los seguidores del islam se denominan musulmanes, del árabe muslim, o sea, el que se somete. Creen que Mahoma es el último de los profetas enviados por Dios y sello de la Profecía. Como ya señalamos, según los musulmanes, su libro sagrado, el Corán, fue dictado por Allah a Mahoma a través del arcángel Gabriel.

La Religión Islámica se asienta en 5 pilares, a saber:

1. La Shahadah: La profesión de fe, es decir, aceptar el principio básico de que solo hay un Dios y que Mahoma es el último de sus profetas: “Doy testimonio de que no hay más dios que Allah”. “Doy testimonio de que Mahoma es el Mensajero de Allah”.

2. La Salat o la oración prescripta que se realiza cinco veces al día y es el pilar del modo de vida islámico. A través de ella el musulmán se dirige a su Señor sin intermediarios, desde cualquier lugar limpio y tranquilo, en momentos claves de su jornada y siempre en dirección a la Meca.

3. El ayuno durante el mes islámico del Ramadán. Se realiza durante todo el mes de Ramadán, noveno del calendario lunar islámico. Consiste en la abstención rigurosa de comida, bebida y otras satisfacciones sensuales durante las horas de luz diurna. El propósito es educar al hombre en la paciencia y el sacrificio y equipara a ricos y pobres en el hambre y la sed.

4. La contribución o caridad (zakat) es un reconocimiento de que toda riqueza y provisión emana de Allah, y de que somos responsables ante Él por el uso que hacemos de aquello que nos dio. La caridad es para los pobres, los necesitados y para las obras de bien que son la causa de la fe.

5. La peregrinación a La Meca (hajj) al menos una vez en la vida, si económicamente le es posible.

La peregrinación es para el musulmán como un retorno al origen, una recreación de la historia sagrada, un sacrificio en procura de la indulgencia divina.Para el musulmán la historia de Adán y Eva, de Abraham e Ismael, y del profeta Mahoma conoció hitos fundamentales en la sagrada ciudad de La Meca. Y hacia allí se dirige el creyente a buscar el significado último de su existencia y en procura del perdón de Allah.

A dichos pilares, se suman otros no menos importantes, como el combate o esfuerzo por la causa de Allah (Yihad), es la defensa activa de la justicia y equidad, como premisa de la fe en su modo de vida.

Y este combate o esfuerzo solo es lícito en legítima defensa de estos valores fundamentales para el individuo y la comunidad. Todo verdadero musulmán es entonces un muyáhid, un combatiente, alguien que se esfuerza por el bien y la justicia, con la palabra o con los hechos, tanto en su sociedad como en la intimidad de su alma.

Los sitios más sagrados para la religión islámica:

La Meca

Es la capital de la provincia homónima, que incluye la ciudad de Yeda, en la actual Arabia Saudita. Actualmente cuenta con más 2 millones de habitantes. Es la ciudad natal de Mahoma, la más importante de las tres ciudades santas del Islam, visitada cada año por más de 12 millones de musulmanes, incluyendo los 3 millones de peregrinos que se dirigen a la ciudad santa para realizar el peregrinaje mayor o Hajj durante el mes musulmán de la Hiyya.

Según la tradición islámica, conforme a una petición de Allah, Abraham y su hijo Ismael debían construir en la Meca la Casa de Dios, llamada en su idioma original, Al Kaaba, y convocar a toda la humanidad para que la visitaran. En el propio recinto se colocaría la Piedra Sagrada, meteorito de piedra negra que el arcángel Gabriel entregó a Abraham y supuestamente provenía del paraíso, así como el pozo Zamzum o estación de Abraham, que un Ángel reveló a Agar y su hijo Ismael cuando morían de sed deambulando por el desierto. Por eso los peregrinos que lleguen al lugar deben decir: “heme aquí, oh señor”. Después de los tiempos de Abraham, la mayoría de las tribus olvidaron su significado original y comenzaron a traer y colocar en el altar de La Kaaba sus ídolos de piedra. Esta práctica se mantuvo hasta que la Meca fue conquistada por Mahoma y el lugar volvió a ser la Santa Casa de Dios y el principal lugar sagrado para los musulmanes.

La ciudad de Medina, la Hégira

Medina es la segunda ciudad en importancia para la religión Islámica. Está ubicada en la región Hiyaz, no lejos de la Meca. Tiene en estos momentos más de millón y medio de habitantes. Su importancia estriba en que allí acogieron a Mahoma y sus seguidores cuando se vieron obligados a abandonar la Meca ante la persecución de que fueron objeto a manos de los paganos. En Medina se estableció el primer Califato musulmán y allí falleció Mahoma en el año 633, a la edad de 63 años. Fue sepultado en el patio de su casa, que luego se convirtió en la Mezquita del Profeta o la Mezquita Masjid al-Nabawi.

El 16 de julio del 622, fecha en que Mahoma y sus seguidores llegan a Medina, marca el inicio de la Hégira, o sea, el primer día, del primer año, en el calendario islámico, el cual es utilizado por todos los musulmanes

La ciudad Santa de Jerusalén

Jerusalén es la tercera ciudad santa en importancia para la religión islámica. Allí se encuentra la Cúpula de la Roca, santuario construido entre los años 687 y 691 por el noveno califa del Estado Islámico, Abd al-Malik. Está ubicada en el centro del Monte del Templo, alrededor de la roca en la que, según la Biblia y los textos islámicos, Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo Isaac. La mezquita de Al-Aqsa, situada en el extremo meridional de la Explanada de las Mezquitas fue construida algunos años después (705) y reconstruida varias veces. Es el templo musulmán más importante de Jerusalén.

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Ramas del Islam

Dentro del islam hay dos principales ramificaciones, la corriente predominante que se llama Sunita y aglutina alrededor del 80% de la población musulmana a nivel mundial y una minoritaria llamada Chiita, integrada por poco menos del 10%. Una minoría muy pequeña la forman otros grupos.

Veamos las diferencias entre los musulmanes sunitas y los chiitas.

Con la muerte del profeta Mahoma en el 632, comenzaron las disputas entre los que se arrogaban el derecho a sucederle frente al califato. El hecho de que Mahoma no haya dejado ningún sucesor nombrado como tal y que no tuviera hijos al morir –dos fallecieron a una edad temprana– dio lugar a fuertes controversias por la sucesión. A pesar de lo anterior, entre los años 632 y 661, se dieron cuatro sucesores de Mahoma con título de califa, terminando con Ali, quien era primo paterno y yerno del Profeta y conocía a la perfección los ideales del Profeta al haber crecido en su casa.

Su designación, sin embargo, no fue vista con agrado por los seguidores de Huawiya, emir de Damasco, quien, al pertenecer a la dinastía Omeya, como el califa anterior a Ali, se consideraba heredero del cargo.Este enfrentamiento por la posesión del título de califa llevó a una guerra civil que duró cinco años con batallas míticas en la historia musulmana.

Ali, no obstante, no murió en el campo de batallas, fue asesinado en el año 661, durante el rezo en una mezquita; su rival y emir de Siria, Huawiya, asumió como nuevo califa, trasladando la sede del califato a la ciudad de Damasco, donde él residía. Así, Arabia dejó de ser sede del centro político y pasó a convertirse en centro espiritual, con la Meca como principal exponente de este nuevo estatus.

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Hussein, hijo segundo del califa Ali se negó a plegarse a las exigencias del emir de Damasco y se alzó en armas contra este, muriendo decapitado en la batalla de Kerbala, en el año 680.

La muerte de Hussein marcaría el comienzo del cisma entre chiitas, seguidores de Ali y los sunitas, obedientes a Huawiya. Esta ruptura, acaecida hace trece siglos, se mantiene hasta hoy.

Con el tiempo, las diferencias entre las dos comunidades, que eran en esencia hereditarias, se convirtieron también en dogmáticas y explicativas de los textos sagrados. La interpretación de la historia sagrada del Islam, y de manera especial, del periodo inmediatamente posterior a la muerte de Mahoma, es el asunto que más enturbia las relaciones entre las dos comunidades musulmanas, más allá de ritos y clasificaciones jerárquicas.

Para los sunitas, los hechos y dichos del Profeta, consignados en el Corán desde fuentes orales, son indiscutibles. Por su parte, los chiitas creen que el Imán Mahdi –su duodécimo líder que desapareció milagrosamente– volverá al final de los tiempos. Para los chiitas, el líder religioso o imán, es también un conductor en el terreno político; el renombrado imán Jomeini sería el paradigma de esta concepción. Los sunitas, en cambio, han tenido como norma la separación entre el poder temporal y el espiritual.

Los sunitas rechazan cualquier mediación entre el individuo y Allah, son refractarios al clero como principio de autoridad religiosa y se basan en la relación directa entre el creyente y su Dios. Los chiitas, por su parte, creen en la potestad de sus santos y los adoran en santuarios; por ello, los sunitas consideran la devoción a Ali como una herejía.

En los países regidos por sunitas, los chiitas suelen pertenecer a las capas más bajas de la población y se consideran a sí mismo como damnificados y víctimas del dominio sunita. Estos, los sunitas, se suponen garantes de la tradición islámica, que sigue estrictamente la sunna (práctica) del Profeta Mahoma, por lo cual, cualquier individuo que se ubica dentro de la tradición islámica es sunita. Son la gran mayoría de los musulmanes del mundo, siendo chiitas solo uno de cada diez musulmanes.

El chiismo no tiene prácticamente presencia en el norte de África y se concentra, en su inmensa mayoría en Oriente Medio y en algunos países asiáticos como Paquistán y Afganistán, siendo solo preponderante en Irán, la gran potencia, en Bahréin y en Irak. Hay comunidades chiitas en países de mayoría sunita, como Líbano, Siria, Egipto, Yemen, Turquía e, incluso, en Arabia Saudita.

Otros términos que a veces se confunden

Islámico: Adjetivo relacionado con la religión islámica: arquitectura islámica, cultura islámica, tradiciones islámicas, etc.

Islamista o Islamismo Político: Es quien propugna la aplicación de la ley islámica en la vida política o quien a partir del islam crea una ideología política; se utiliza mucho como Islamismo Político. Es alguien que pertenece a un movimiento político que no tiene por qué apelar a la violencia para imponer su ideología.

Yihadista: Hay que tener cuidado con su uso, pues en el idioma árabe, la palabra yihad significa esfuerzo en sentido general, y en el contexto religioso se entiende como el afán por mejorar como individuo o colectividad dentro del camino espiritual de la fe islámica. Es decir que, en el mundo árabe, originalmente el término no tiene un sentido violento.

Yihad Islámico: Término muy utilizado en el occidente para referirse a los musulmanes radicales que utilizan la violencia en nombre de Allah en su lucha contra quienes ellos consideran infieles. De ninguna manera debe confundirse con los términos musulmán o islamismo, cuya esencia estriba precisamente en su espíritu pacifista y tolerante, predicando siempre los mejores valores humanos que caracterizan el Islam.

La Shariah:

Es el cuerpo de derecho islámico. Constituye un código detallado de su conducta, en el que se incluyen también sus normas relativas a los modos del culto, los criterios de su moral y de su vida, las cosas que ellos tienen permitidas o prohibidas y las reglas separadoras entre lo que consideran el bien o el mal. Sin embargo, su identificación con su religión es matizable: aunque está en el Islam, no es un dogma ni algo indiscutible (como pudiera serlo el texto del Corán), sino objeto de sus interpretaciones.

Denota un modo de vida islámico que es más que un sistema de justicia civil o criminal. Como una cuestión de su conciencia personal y guía moral de conducta, la sharía es adoptada por la mayoría de sus creyentes y practicantes musulmanes, en distintos grados; pero, a diferencia de las orientaciones morales de la Biblia para los cristianos, no solo constituye un código religioso de su orientación vital, sino que codifica específicamente su conducta y rige todos los aspectos de su vida.

Textos sagrados del Islam

Además del Corán, los musulmanes de tradición sunita siguen asimismo los Hadices y la Sunna del profeta Mahoma, que conforman el Registro histórico de las acciones y las enseñanzas del Profeta escritas por sus seguidores más cercanos. Se aceptan también como libros sagrados la Torá de los judíos, y el Pentateuco, los Salmos y el Evangelio de los cristianos.