La Realidad Internacional y su ficción literaria. De la modernidad a la Guerra Fría

The International reality and its literary fiction. From Modernity to the Cold War

M. Sc. Humberto Sainz Cano

Máster en Historia Contemporánea, mención Relaciones Internacionales. Profesor Auxiliar del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” y adjunto del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, Universidad de La Habana, Cuba. humbertosainzc@gmail.com 0000-0003-2316-0253

 

Recibido: 20 de enero de 2023

Aprobado: 15 de enero de 2023

 

 

RESUMEN La historia de la humanidad ha estado marcada por el accionar de civilizaciones, reinos y naciones. La balanza de poder, su estructura y orden más allá de las fronteras territoriales lleva en su esencia la creación de productos culturales consustanciales a la hegemonía a implementar. Entre los más longevos y permanentes en el tiempo se encuentra la novela de espionaje, un canal de reproducción ideológica y construcción de consensos, por lo que los acontecimientos o eventos abordados por este tipo de literatura evidencian temáticas secuenciales con propósitos ideológicos definidos como: El peligro alemán, la Alemania nazi, la Rusia Soviética, los vaivenes de la Guerra Fría (1947-1991) y la amenaza nuclear

Palabras Claves: Acontecer Internacional, novela de espionaje, Guerra Fría, Ideología

 

 

ABSTRACT The history of humanity has been marked by the actions of civilizations, kingdoms and nations. The balance of power, its structure and order beyond the territorial borders leads in its essence to the creation of cultural products consubstantial to the hegemony to be implemented. Among the most long-lived and permanent in time is the spy novel, a channel for ideological reproduction and consensus building. Therefore, the events or events addressed by this type of literature show sequential themes with defined ideological purposes such as: The German danger, Nazi Germany, Soviet Russia, the ups and downs of the Cold War (1947-1991) and the nuclear threat.

Keywords: International Events, spy novel, Cold War, Ideology

 

 

INTRODUCCIÓN

Durante toda la historia de la humanidad han existido civilizaciones, reinos, naciones que han marcado pautas en el desarrollo humano, dado su comportamiento y accionar, tanto en el plano económico, político e ideológico-cultural. En consecuencia, la realidad resultante ha sido una interacción que trasciende los territorios establecidos donde se desenvuelven. Semejante esquema va estar marcado por la actividad y la acción de los actores internacionales, por los conflictos, las guerras, fenómenos naturales, el manejo de la diplomacia, la toma de decisiones de los gobiernos y su política exterior. De ahí que la concepción política a prevalecer en el orden internacional va en paralelo a la creación de productos culturales consustanciales a la hegemonía a implementar. Estos en su esencia poseen una lógica, un orden discursivo, en sintonía con las propuestas de seguridad e intereses de los territorios, reinos y naciones implicadas.

Entre los productos culturales más longevos y permanentes en el tiempo se encuentra la novela de espionaje, medio de reproducción ideológica y construcción de consensos.

En el escenario creado por el autor de la novela de espionaje se ponen de relieve las amenazas latentes dentro de una realidad determinada, y los creadores y participantes conspirativos- sean naciones, bloques militares, movimientos y organizaciones políticas- de estos planes “malévolos” en la trama son aquellos que son conceptualizados de enemigos por los grupos de poder, con énfasis a partir de la segunda mitad del siglo XIX1 por parte de las naciones occidentales como Inglaterra –en un primer momento- y Estados Unidos posteriormente. Ello pone en evidencia los cambios de roles de los actores internacionales, alianzas, disensos en el tiempo, desde una óptica gnoseológica según los cánones de potencias mundiales. Estos peligros han tenido una evolución histórica acorde con el ambiente internacional que ha ido vivido la humanidad y consustancial en la novela de espionaje, por lo que los escenarios abordados evidencian temáticas secuenciales con propósitos ideológicos definidos, tales como: El peligro alemán, la Alemania nazi, la Rusia Soviética, los vaivenes de la Guerra Fría (1947-1991) y la amenaza nuclear.

No es un secreto que el espionaje suscitó todo un revuelo en la literatura después de la Segunda Guerra Mundial, favorecida por el inicio de un periodo lleno de tensiones políticas, económicas, sociales y, por supuesto, de una aguda confrontación ideológica, todo ello unido a un acelerado desarrollo de los medios de comunicación lo que no significa que el origen de este género literario se encuentre en esta época.

Por novela de espionaje se asumirá: aquella donde desempeñan un papel fundamental las diversas actividades clandestinas de los servicios especiales, de las organizaciones secretas cual expresión de los grupos de poder, donde se exponen sus inquietudes y acciones para enfrentar un complot que implica un peligro a la tranquilidad y estabilidad de una nación y el equilibrio del mundo. Por lo que in situ posee un carácter simbólico desde la ideología y la cultura que profesa.

En ella se encuentran -dada la trama- indagaciones, información, sobre un objeto o temática, en el cual el autor como sujeto ha creado una estructura, realizado una interpretación y proyecta una determinada realidad del acontecer internacional. Ello explica que la novela, dedicada al espionaje) sea una de las más interesantes y se inserte con mayúscula en la percepción del devenir internacional. Por tanto, el peligro que se conjura en el plano literario, el miedo que se genera “artificialmente” en el lector pasa del ámbito privado al colectivo; los afectados no son unas pocas personas, sino una nación, sus privilegios, libertades y el equilibrio global.

A lo anteriormente expuesto, se añade la procedencia del autor y la posición ideológica que asume y proyecta a través del constructo literario. Varios de sus creadores han sido espías, militares o han ocupado cargos de gobierno, específicamente de los ministerios o dependencias de relaciones exteriores de sus respectivos estados.

Por tanto, en este género, la relación existente entre realidad y ficción es extraordinariamente estrecha, de un dinamismo constante, pues uno de sus fines principales es que el contenido de la novela sea creíble, se encuentre en la esfera de lo probable. De ahí su potencial, su gran mérito de influir en sus lectores y por supuesto al tocar tan de cerca el suceder real, y dentro de este las relaciones internacionales, por lo que los escritores del género evalúan y proyectan los acontecimientos y desafíos del escenario mundial, donde ofrecen una visión del presente, a través de una trama sustentada, por lo general, en una investigación de los referidos acontecimientos desde una perspectiva histórica y la teoría las relaciones internacionales.

Desde luego, además de figurar como literatura de entretenimiento u ocio también –y ello no debe ser pasado por alto- dentro de sus múltiples funciones se encuentra una poco estudiada: su uso como vehículo de reproducción ideológica en la creación de grupos de consenso, en la conformación de un pensamiento único.

La aparición de la radio, el cine, la televisión y la más joven, la Internet, han venido a unirse a una de las formas más antiguas de la comunicación: la escritura, y dentro de esta, se encuentra la prensa escrita y la literatura, que en su conjunto se conocen como medios de comunicación, los cuales se encargan de informar, ilustrar y educar a sus lectores, oyentes, televidentes, cinéfilos e internautas.

Actualmente tales elementos, dado el grado de desarrollo alcanzado, sus potencialidades y expansión, son preciados recursos con los cuales cuentan las actuales potencias para lograr una nueva forma de dominación, “persuasiones clandestinas” como las nombra Ignacio Ramonet (2001) en su libro Propagandas Silenciosas: el crear estados de opinión, grupos de consenso, con el objetivo de orientar el control de nuestros deseos, de nuestras mentes, formas de pensar y ver con beneplácito la política exterior de las grandes naciones occidentales, pues los propietarios de estos medios, -los cuales son en la actualidad grandes asociaciones- son miembros al mismo tiempo de los grupos de poder de cada una de estas naciones, favorecidos por el capitalismo trasnacional imperialista. La unidad de intereses de clase de sus poseedores hace que cada uno de los distintos medios de comunicación se complemente entre sí, de manera inadvertida en muchas ocasiones.

La literatura es una representación de reflejo, una forma de apreciación, de expresión de la realidad, con un valor cognoscitivo. Además, presenta una particularidad: esta no va a reflejar la vida tal y como es, sino que su creador es quien va influir deliberadamente en ella, pues el reflejo va estar marcado por la evaluación que realice el escritor de la realidad, donde esta realidad reflejada es su posición ante ella que va a estar en concordancia con su ideal, con su visión del mundo donde este (el autor) mediante su obra va a representar la mentalidad social de una época determinada que a su vez es el revestimiento de la misma en la conciencia social (Sainz, 2008).

El escritor al escoger el tema que se propone desarrollar en la novela si bien lo evalúa acorde con sus intereses, también va a exhortar y condenar algo a través de sus seres: los personajes, que van ayudarlo a conformar, dada la trama de la obra, sistemas ideológicos con los cuales va a mostrar mediante sus anhelos, sus inquietudes, la mentalidad del tiempo histórico que irradia la misma y despierta de paso sentimientos, concepciones y deseos determinados en el lector, estableciendo un compromiso, una empatía. Por ello, de esta capacidad de convencer de decir la “verdad” para una novela significa para el lector vivir una ilusión (Vargas, 2001: 273).

A lo expuesto, se incorpora la existencia de grandes consorcios en la industria cultural, donde las editoriales no están desligadas a este fenómeno. Son parte integrante de la articulación de los distintos componentes comunicacionales contemporáneos. Este entramado responde a grandes intereses económicos, políticos y culturales. De ahí la trascendencia de la novela de espionaje, la cual no queda solamente en la palabra escrita. El mercado reproduce en distintas formas dicho producto cultural para la sociedad de masas y con ello garantiza no solo su consumo, sino la diseminación de sus presupuestos ideológicos, por lo que no es casual que buena parte de estas obras son llevadas a otros ámbitos tales como el cine, series televisivas y videojuegos. En cada una de estas expresiones de consumo cultural, las ideas son reiteradas una y otra vez de disímiles formas, con un objetivo principal: conformar una pretendida verdad absoluta que abarque distintos rangos etarios.

Por tanto, este trabajo pretende exponer la relación de los acontecimientos en la arena internacional desde la Modernidad a la Guerra Fría, analizando su reflejo en la ficción de la novela de espionaje, uno los canales de transmisión ideológica de mayor perdurabilidad en el tiempo en la pugna por la hegemonía cultural en las relaciones internacionales contemporáneas.

DESARROLLO

Con respecto al origen de este género concurren diferentes opiniones. Existe un grupo de autores que sostiene que esta narrativa constituye una derivación de la novela policíaca, es decir, la consideran un subgénero dentro del género policíaco que cobrara fuerza durante el siglo XIX. Por tanto, para estos autores, la novela de espionaje presenta en su naturaleza las mismas motivaciones y límites de la primera. Uno de estos especialistas es Freydoun Hoveyda (1967), el cual en su obra Historia de la Novela Policiaca, plantea que: (…) el espía ha venido a relevar a los grandes detectives de antaño. Otros opinan, entre ellos el cubano José Antonio Portuondo: (…) que esta novela constituye la proyección moderna de la antigua novela de caballería (p: 53).

Sin embargo, otro estudioso del tema, Julián Symons, sostiene por otro lado que: ya ha sido dicho que la ficción criminal es un híbrido y que dividirlo excesivamente en categorías favorece a la confusión más que a la claridad. Sin embargo, en esta forma híbrida, las historias de detectives y criminales pertenecen a un linaje diferente que las historias de espías (Citado por Veraldi, 1983: 62). A lo que se puede añadir que la amenaza que se conjura, el miedo que nos despierta de manera objetiva o artificial pasa del ámbito individual al colectivo. Los afectados no son unas pocas personas, un barrio o una ciudad, sino los Estados, las naciones y por ende en ocasiones la estabilidad mundial.

Sin embargo, a pesar de estas divergencias de criterio se llega a establecer una convención o un entendido general entre los especialistas con respecto a su nacimiento: la consideran una manifestación del siglo XX. Un espacio temporal con eras de catástrofes, años dorados y derrumbes, si nos acogemos a la caracterización del historiador marxista inglés Eric Hobsbawm.

Con respecto a su nacimiento, se considera acertada la conclusión expresada por Gabriel Veraldi (1983), quien se remonta al año 1821, fecha de publicación de un relato de J. Fenimore Cooper2 titulado: El espía. A lo expuesto, se añaden los aportes de la novela negra, y de aventuras a la génesis de este tipo de literatura que se analiza.

Todas estas fuentes aportaron algo a la novela de espionaje. No obstante, el mérito en cuanto a su desenvolvimiento posterior se lo podemos acreditar a los acontecimientos vinculados a la realidad –o realidades existentes– dentro de la política internacional y a las posibilidades reales de confrontación militar entre las potencias, específicamente las europeas. Esto pronto se vería materializado, entre otras confrontaciones, con la Guerra Franco–Prusiana, teniendo en cuenta siempre, que el contexto histórico se convierte en la principal materia prima utilizada en la literatura y en el caso de la de espionaje con marcados fines políticos e ideológicos.

Obras para mostrar el clima imperante no se hicieron esperar, como Voces que profetizaron la guerra (1763-1984) y La invasión de Inglaterra, de A. B. Richards, que, si bien no lograron despertar el interés marcado por el público de manera general, según Veraldi (1983) otra sería la reacción en 1871, cuando aparece publicada La Batalla de Dorking, escrita por George Tomkyn Chesney. Esta narración breve que muestra una invasión por la Alemania victoriosa en suelo inglés. Semejante producción literaria responde a la preocupación de las esferas de poder en la política inglesa, después de que la Guerra Franco Prusiana fuese motivo de advertencia, sobre el grado que iban tomando los sucesos en la Europa continental.

El pujante avance de Alemania era una preocupación constante para las altas esferas británicas. Una posible confrontación por el reparto del mundo se veía venir. Por tal motivo, los pragmáticos británicos comienzan a establecer alianzas estratégicas con Francia y Rusia, con vistas a buscar un equilibrio diplomático-militar dentro y fuera del viejo continente, por lo que se inicia todo un periodo anti alemán dentro de la novela de espionaje, en el cual destaca William Le Queux (1864–1927)3, quien escribió relatos como: Servicio secreto (1896); El secreto de la Oficina foránea (1903); El Jorobado de Westminster (1904); El espía del Zar (1905) obras todas estas con los cuales conforma un modelo de novela que perdura hasta hoy (Veraldi, 1983). Su producción literaria es prueba convincente de los vaivenes de la política exterior británica.

Una vez concertadas las alianzas, la Entente Cordiale con Francia y el posterior acercamiento a Rusia, las viejas rivalidades en la novela como en la realidad política quedaron atrás. A partir de entonces, se puede encontrar un periodo anti-alemán muy fecundo en la obra del escritor inglés, que alcanza un rasgo periódicamente obsesivo. Prueba de ello fueron: La invasión de 1910; El misterio de un Motocar; y Espías del Kaiser en 1909 (Veraldi, 1983). Sin temor a dudas, William Le Queux formó parte de la campaña propagandística tejida por los círculos de poder británico con miras a preparar al pueblo para una futura guerra que parecía cada vez más inevitable.

Su obra estaba en total consonancia con la política desarrollada por su país, Inglaterra. La nación insular para esos años estaba dispuesta a resolver por todos los medios el peligro que venía significando Alemania, latente en las viejas pretensiones prusianas respecto a China y que se acrecentaba con el desarrollo comercial y naval de dicha nación. Ello significaría la conversión de Alemania en una potencia terrestre y naval capaz de oponérsele en cualquier momento y una ruptura del equilibrio de poder europeo. Los sectores dominantes dentro de la política en la gran potencia insular accionaron en la búsqueda de soluciones satisfactorias para el Imperio, pero Alemania se opuso a esos acuerdos, pues significaban una intromisión en las esferas de influencia de Francia y Rusia. No conseguido esto, Inglaterra atrajo a aquellos que en un pasado habían sido sus enemigos hasta entonces, Francia y Rusia. En primer momento con la concreción de una alianza con Francia, expresada en la Entente Cordial (1904), en donde ambas naciones limaban sus diferencias coloniales con respecto a África y Medio Oriente; y tiempo después en 1907, con la incorporación de Rusia a dicha alianza, para hacer frente a la Triple Alianza (1882) y prepararse para los enfrentamientos que no tardarían en desatarse en la Primera Guerra Mundial, por la que la novela de espionaje británica de estos años se direccionaba contra Alemania con vistas a preparar a la opinión pública británica sobre el peligro que se avecinaba.

Otro de los escritores más conocidos de esta etapa fue John Buchan4 con su novela Treinta y nueve escalones (1915). Esta narra la aventura de Richard Hannay (personaje principal y característico de sus obras), un ingeniero de minas que regresa de África del Sur en 1914 para disfrutar un poco de la vida londinense y se ve arrastrado por azar a una de las conspiraciones tendientes a desencadenar la guerra. Posteriormente escribe Greenmantle (El profeta de manto verde) en 1916; en esta ocasión Hannay es llamado al frente y remitido a Turquía, donde después de una singular travesía por Europa desbarata el plan alemán, el cual consiste en provocar la guerra santa contra Inglaterra mediante la prédica de un joven profeta musulmán. Sobre esta misma línea anti alemana, para 1919 escribió Mr. Stanfast, donde Hannay se infiltra en un grupo pacifista para descubrir una red de espías alemanes (Veraldi, 1983).

También dentro de este tipo de literatura, que alcanzaría una popularidad extraordinaria, y por supuesto una mayor venta, podemos citar otras obras como: Mayor Haynes, del servicio secreto; El servicio secreto submarino; Código No. 2 de Edgar Wallace5 y otras más. Todas formaron parte de la labor propagandística contra Alemania y promovían la exaltación de sentimientos patrios con vistas a la guerra. Sin embargo, en pocos años, Alemania, después de sufrir la derrota en la Primera Guerra Mundial pasaría a un segundo plano, debido a cambios trascendentales en el orden mundial.

Para el año 1917, la novela de espionaje sufre cambios y torna su atención hacia el primer estado socialista, para proyectarse abiertamente contra la nación de obreros y campesinos, cual prueba fiel de los acontecimientos. La existencia de este nuevo estado marcó un giro en las relaciones internacionales. El sistema dejaba de ser “homogéneo” desde el punto de vista económico social entre las potencias europeas. Se iniciaría así, un cambio en la correlación de fuerzas.

La confrontación entre la burguesía y el proletariado tomó un carácter internacional, a nivel de sistema, entre el capitalismo y el socialismo. Este trascendental cambio hace que la novela de espionaje hasta entonces producida, se incorpore, de manera abierta, a la campaña propagandística contra el joven estado, con el propósito marcado de desacreditarlo, por lo que aparecieron títulos, según Veraldi (1983): Londres bajo los Bolcheviques; La furia Roja; Mañana los Rojos; El Napoleón Rojo, entre otros.

Durante el periodo de entreguerras, en los primeros años, la novela de espionaje dejó de circular como efecto del impacto psicológico dejado por la guerra. Era la primera vez que la humanidad se había enfrentado a un conflicto de tales proporciones. Pero tiempo después reapareció, pues la mayoría de los tratados concertados entre vencedores y vencidos, e incluso, entre los primeros, se convertían en letra muerta como expresión de cuentas todavía pendientes, por lo que este tipo de literatura siguió acaparando ventas. De ese periodo destacaron los títulos siguientes: Los espías de París 1922 de Massard; El espía de la ciudadela (1923) La Frontera Ascua de Eric Ambler6 y Peligro Inconcluso (1937).

Los temores y los rencores -tanto en el ámbito territorial como económico- entre las distintas naciones implicadas, hacían avizorar la precariedad de la paz a nivel internacional. Una nueva confrontación mundial se hacía cada vez más latente, viejas cuentas pendientes, mercados, áreas de influencias en disputa eran causas más que suficientes para retomar la vía armada. La Segunda Guerra Mundial consolida la pérdida del poderío europeo y marca el inicio de una nueva etapa en las relaciones internacionales.

En este contexto, la novela de espionaje no quedó a menos, muy por el contrario, se va a apoyar mayormente en los acontecimientos ocurridos entre 1939 y 1945, por lo que este tipo de literatura cumplió su misión en cada uno de los ámbitos político- social e ideológico, donde la supremacía en la producción de textos siguió del lado inglés. Hombres como en tiempos pasados muy bien informados dentro de aquellos que se ocupan de los trabajos secretos, se convirtieron en escritores y utilizaron sus conocimientos en obras de este género. Destacó en esta etapa, el escritor Graham Greene, ex -agente del MI6 (Martínez, 2004) con títulos tales: “El poder y la gloria”; “El fin de la Aventura”; “El revés de la trama”; “El Agente secreto” (1939); “El Ministerio del miedo” (1943); de Dennis Wheatley7: La Baronesa siniestra; Usaron Fuerzas maléficas; Del Diablo a su hija, entre muchas otras.

Sin embargo, la realidad imperante después de 1945 tributó elementos nuevos para la novela de espionaje. “La devastación infligida a Hiroshima, junto con la caída de Berlín en manos del Ejército Rojo, no solo simbolizaron el final de otra guerra, sino que marcaron también el principio de un orden nuevo en los asuntos mundiales” (Kennedy, 1994: 559).

La Guerra Fría fue un periodo de tiempo y espacio histórico vivido por la humanidad, caracterizado por la confrontación ideológica, bélica y en muy diversos planos entre los grandes bloques, la desaparición de los imperios coloniales europeos, el surgimiento y desarrollo de los movimientos de liberación nacional, de la industria bélica -el complejo militar industrial que alertó Dwight D. Eisenhower-, de la petroquímica, la revolución científico técnica de las comunicaciones, y por ende, una mayor interconexión de la economía a nivel mundial, entre otros elementos.

Es un periodo histórico con años dorados, de crisis económicas, sociopolíticas y de derrumbes, en el cual la realidad internacional fue regulada mayormente por las dos mayores potencias: Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). La necesidad constante de lograr un equilibrio de fuerzas en más de un ámbito, con énfasis en lo militar, se manifestó de distintas formas y predominantemente de manera indirecta mediante intervenciones y manejos de las distintas problemáticas existentes a nivel global. Todos estos elementos añadieron nuevos componentes a la novela de espionaje.

Dentro de esta etapa de la humanidad, esta producción literaria no se mantuvo al margen; por el contrario, participó activamente dentro de esta, reflejándola y con un carácter extraordinariamente activo, pues formó parte de la amplia maquinaría propagandista de ambos lados del telón de acero.

Para 1949 se equilibraron las fuerzas. Estados Unidos de América ya no poseía el monopolio de la fuerza nuclear. Una Alemania dividida, años de colonialismo quedaban atrás, el lejano Oriente más rojo no podía ser para los estadounidenses y sus aliados europeos con China y el norte coreano. Cada bando unía fuerzas para enfrentar a su contrario, con la creación de bloques militares como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el Pacto de Varsovia como respuesta.

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La Doctrina Truman, el Macarthismo, Hungría 1956, El levantamiento del Muro de Berlín, la Crisis de los misiles cubanos (según la denominación occidental) son prueba de la tensión mundial y la irracionalidad que podía llevar a la desaparición de la vida en el planeta. A su vez, se convertían en elementos a desarrollar dentro de la novela de espionaje como arma ideológica.

Según Veraldi (1983), en los años recientes a la posguerra se destacan los siguientes autores y títulos: Graham Greene8: El Tercer Hombre, 1950; El americano impasible 1955; Nuestro hombre en La Habana, 1953; de Ian Fleming creador de James Bond: Vivir y dejar morir, 1955; Saludos de Rusia, 1957 y otros tantos.

Debido al desarrollo alcanzado por la novela de espionaje de Occidente, su labor propagandística y tergiversadora del papel de la URSS a nivel internacional, ocurre un hecho trascendental: la aparición de la novela de espionaje soviética y del campo socialista. (…) Cuando se espera que todas las novelas de espionaje rusas desborden propaganda, uno se ve sorprendido agradablemente por relatos políticos como Diecisiete Instantes de una Primavera (…). Julian Semionov presenta en este libro al agente doble nash, que se hace pasar por el alemán von Stirlitz con una imparcialidad humana perfectamente digna (Veraldi, 1983: 167).

Además de Julian Semionov, estuvieron Bogomil Rainov, Andres Gouiliatski, Yiri Prochatzka, por citar solo algunos nombres. Estos combatieron en el frente ideológico enfrentando a la novela de espionaje producida por Occidente, destinada a atacar las posiciones del Socialismo, exaltando sus valores y rindiendo tributo a sus héroes, a todos aquellos que lucharon contra el fascismo, así como contra las amenazas del imperialismo, tal como señala Rainov (1978). El autor que se refiere a actividades de espionaje no es siempre un espía, pero en todo caso si es un participante en la Guerra Fría (p: 274).

A su vez, en la medida que el Socialismo ganó en prestigio y fortaleza, la novela de espionaje asumió formas más sutiles de agresión, pues los acontecimientos los va a no solo relatar, sino también a interpretar. Semejante variación agudiza su impacto en el público lector, favorecido por los cambios ocurridos en las telecomunicaciones, específicamente en el espectro mediático.

De ahí, que el periodo conocido como Guerra Fría sea considerado la etapa de oro de este tipo de literatura, no solo por los niveles de producción y consumo, sino también por su presencia en el entorno audiovisual como el séptimo arte. Se inició una estrecha relación entre ambos como arma en la constante guerra ideológica desatada, donde el emblemático super espía de Ian Fleming, James Bond, transitó a convertirse en un elemento identitario del poderío británico.

Semejante producto cultural rompió los récords de taquilla de aquellos tiempos, interpretado por actores como Sean Connery, Roger Moore, Timothy Dalton, Pierce Brosnan y en fecha reciente Daniel Craig.

Con la misma sucesión en que fueron apareciendo las obras de Ian Fleming: Vivir y Dejar Morir (1955); Provocador de la Luna (1956); Saludos de Rusia (1957); Dr. No (1958)9; Goldfinger (1959); Al Servicio de Su Majestad (1960); Motel 007 (1961); Operación Relámpago (1963); Solo se Vive dos Veces (1964); y El Hombre de la pistola de oro (1965), fueron llevadas al cine a lo largo de la Guerra Fría.

Por supuesto, Bond y su autor Fleming no son los únicos representantes de este género. Dentro de la nueva situación política van a surgir nuevos escritores que marcarán pautas dentro del género, autores cuyas obras se mantienen aún hoy entre los primeros puestos de venta a pesar de haber desaparecido una de las grandes inspiraciones en la producción de novelas de ficción política: la URSS y el Campo Socialista. Estos escritores son Frederick Forsyth; John Le Carré y Tom Clancy.

En 1963, fruto de la dinámica internacional de los primeros 20 años de la Guerra Fría y con una óptica singular, apareció publicada El espía que surgió del Frío, la tercera novela de John Le Carré10 seudónimo de David John Moore Cornwell, ex miembro del MI6 considerado “el maestro de la literatura de espionaje contemporánea”. El espía que surgió del Frío le granjeó fama internacional al convertirse en un bestseller11.

Esta novela narra la infiltración al otro lado del “Telón de Acero” de un frustrado agente de control británico (Alec Leamas) que intenta averiguar por qué han desaparecido sus mejores espías en Alemania del Este y termina descubriendo que todo ha sido un montaje del propio servicio secreto que lo ha utilizado como cebo frente al director de la inteligencia enemiga conocido como Mundt. El objetivo de la misión es incriminar a Fidler, subdirector de inteligencia de la República Democrática Alemana (RDA) y con ello salvar de toda duda a Mundt, que es el verdadero agente al servicio del MI6 dentro de las filas del servicio de inteligencia de la Alemania Democrática.

La novela posee un exquisito suspenso y posee múltiples interpretaciones. Por un lado, muestra a ambos servicios secretos de una manera cruel y maquiavélica. La intencionalidad del autor, al presentarnos al jefe de los servicios de inteligencia de la RDA como un agente al servicio de su majestad, indica la tendenciosidad sobre los hechos, y la supuesta debilidad por parte del lado comunista. No obstante, a diferencia de otras producciones de este tipo de novela, este autor nos hace reflexionar sobre el conflicto ideológico que enfrenta la humanidad y su manifestación axiológica en ambas partes del Telón de Acero. De ahí, sus declaraciones posteriores: “En Occidente nosotros pretendemos defender al hombre, defender los derechos de la persona. Pero qué rápidamente abandonamos ese respeto hacia la persona y cuán capaces somos –si el caso lo requiere- de explotar su humanismo para convertirlo en un arma mortal. Si eso es así ¿en qué nos diferenciamos de la gente del Este?” (citado por Rainov, 1978: 374).

Entre los años 60 y 70 se incorpora el escritor Frederick Forsyth, quien se posicionó en el mercado literario internacional con su primera novela El Chacal, una obra que pudiera ubicarse dentro del género policiaco, pero sin dudas de un alto contenido político12. A este escritor se le deben otras obras durante este periodo –la Guerra Fría- como Odessa13 (1972), que trata sobre la supervivencia del nazismo en Europa, otras como Los perros de la Guerra (1974), donde elogia la actividad de los mercenarios en las guerras de África; La Alternativa del Diablo (1979), primera novela que entra en los marcos de la Guerra Fría de forma explícita; y El Cuarto de Protocolo en 1984.

“La Alternativa del Diablo” es una novela de un suspenso muy bien manejado. Resulta impresionante el estudio realizado por el escritor en cuanto a la realidad económica soviética y la importancia cada vez mayor que iba tomando el petróleo en la economía a nivel mundial. La obra hace referencia a la fuerte crisis cerealera que vivía entonces la URSS. Esta crisis de cereales -en la novela- unido al atraso tecnológico que comienza a vivir la Unión Soviética (lo cual también era un hecho, el historiador Paul Kennedy, entre muchos otros, comenta sobre estos dos aspectos de peso de la economía soviética en estos años)- motiva a las fuerzas conservadoras del politburó a plantearse la necesidad de un espacio vital mediante la conquista de Europa Occidental. No obstante, se logra eliminar tal complot por parte de la dirigencia soviética, específicamente su Secretario General, mediante la colaboración secreta con Washington y Londres. La novela expresa como mensaje final, la posibilidad de coexistencia “pacífica” entre ambos bloques, el respeto mutuo y la necesidad de una comunicación constante por todos los medios entre una y otra.

Desde luego esta obra, responde al contexto de aquellos años de la década del setenta. No se debe olvidar que fue una etapa conocida en la historia como La Distensión, periodo de una aparente y relativa paz y comunicación, expresado en los acuerdos firmados por ambos bloques como fueron los acuerdos de Salt I (26 de mayo de 1972), ampliado posteriormente en Vladivostock en 1975; el Tratado de prohibición de emplazamientos de armas nucleares y otras armas de destrucción masiva en fondos marinos y oceánicos (1972); los Acuerdos de Helsinki (1975), así como las negociaciones para un Salt II.

Sin embargo, la tan ansiada paz no era total, y mucho menos duradera. Hacia finales de los años setenta, la realidad internacional se hacía cada vez más inestable. La crisis petrolera hizo mella en todas las regiones del planeta, unida a una crisis económica mundial. La década de oro quedaba atrás y emergían con fuerza como respuesta los elementos más conservadores en la arena internacional, como fueron, en Inglaterra, la Primera ministra Margaret Thatcher y en Estados Unidos el presidente Ronald Reagan, junto la ideología liberal, con el prefijo de neo.

En EE.UU. los grupos conservadores veían la distensión como una debilidad, una pérdida de terreno a nivel internacional. Por tanto, para esto era necesario dejar atrás todo aquello que había socavado la imagen estadounidense, como fue el síndrome de Vietnam, el escándalo de Watergate, la polémica respuesta al caso de los rehenes estadounidenses durante la revolución iraní y, por supuesto, recuperar el papel de gran potencia. Para ello se apostó a una retórica apocalíptica del peligro y expansión del comunismo, la elevación del presupuesto militar para frenar su avance, cual estrategia de desgaste ante una economía soviética estancada. Estos cambios habrían de repercutir en todos los ámbitos de la vida, así como sus respuestas vinieron a proyectarse en todas las esferas, incluida la novela de espionaje.

De ahí que El Cuarto de Protocolo14, de 1984, es muestra de cuanto se ha señalado. Los primeros años de la administración Reagan se caracterizaron por el rompimiento del diálogo con la URSS en los marcos de una retórica agresiva materializada, el rearme acelerado en busca de una posición de poder y de una intensa actividad militar en el Tercer Mundo. Acorde con esta realidad en que fue producida, expresa un alto grado de mala intención al desarrollar un tema de enfrentamiento entre Estados Unidos e Inglaterra, por una parte, y la URSS por el otro. En esta el Peligro Rojo, motivado por su sed de expansión, persigue, por medio de un sabotaje organizado por Yuri Andropov, lograr la victoria de la Izquierda en Inglaterra, una izquierda comunista, que ha permeado el partido laborista inglés de estos años. El sabotaje consiste en hacer estallar una pequeña bomba atómica cerca de una base militar estadounidense en Inglaterra con miras a inculpar a Estados Unidos y romper la alianza británico-estadounidense y posibilitar la radicalización de las fuerzas políticas en las elecciones inglesas. Tal evento inclinaría la balanza a favor de los laboristas, dentro de cuya organización partidista los comunistas han ganado fuerza, apoyado por el cada vez mayor número de grupos pacifistas y contrarios al desarrollo de las armas nucleares, incluso a nivel internacional.

Esta novela es expresión de guerra, de diferencias irreconciliables, de hostilidad abierta entre los dos sistemas contendientes de la Guerra Fría. En realidad, para esa fecha, la Unión Soviética sufrió un duro golpe con la muerte del Secretario General del PCUS Leonid Brezhnev y la expectativa que se genera ante la asunción del poder por parte de Andropov con una economía en crisis. También hay que agregar que para 1979 la URSS interviene en Afganistán, dado sus intereses geopolíticos. Ello marca -para algunos especialistas- el inicio de lo que se conoció como Segunda Guerra Fría, pues ese país salía de la esfera de influencia soviética. Para Estados Unidos esto fue considerado un peligro, la expansión del comunismo, unido a las posibilidades de ciertos países africanos de lograr su independencia con fuerzas inclinadas a la izquierda y solidificar su posición en América Latina ante el empuje de la Revolución Sandinista en Nicaragua. Todo ello tuvo como efecto un rearme no solo de Estados Unidos sino también de sus aliados y la OTAN. Ejemplo de tal actitud lo constituyen hechos como la aprobación, en 1978, de un programa para aumentar el poderío militar de los miembros de la OTAN hasta 1993.

En 1979 el presupuesto de guerra de EE.UU. superó el aprobado durante la guerra de Vietnam, también en agosto de 1981, se crea el Grupo Consultivo especial sobre el control de armamentos. Por otra parte, la instalación y sustitución de nuevos misiles repercutió como señal de alerta no solo para la URSS y los miembros del Pacto de Varsovia, sino también dentro de las sociedades de los países integrantes de la OTAN y Estados Unidos, a través de la manifestación de grupos pacifistas en señal de protestas durante los años 1982 y 1983. El Cuarto Protocolo es una prueba palpable de la inestabilidad cada vez mayor que sufría la comunidad internacional, el comportamiento de sus actores a finales de los años setenta y primeros de la década de los ochenta del siglo pasado y es, a su vez, un elemento más dentro de toda la propaganda occidental en estos lustros.

En esos años de tensión, de neoconservadurismo en Occidente, el ambiente se mostró propicio para nuevos exponentes dentro de la novela de espionaje y que participaron activamente en la conformación y propaganda de ese pensamiento político en los finales de los años setenta y comienzo de los ochenta del pasado siglo. Su nombre es Tom Clancy, nacido en 1947 quien, en 1984, entrega su primera novela La Caza del Octubre Rojo. Esta obra, que fue elogiada por Ronald Reagan, se convirtió rápidamente en bestseller y sería llevada al cine posteriormente (1990) con actores tales como Sean Connery y Alec Baldwin, y constituyó todo un éxito de taquilla. La mencionada novela expone, desde la óptica estadounidense, el desgaste político del sistema socialista, ejemplificado a través de la deserción de un alto oficial soviético al mando de un submarino atómico. Dicha acción es mirada con sospecha por parte de las instancias de inteligencia estadounidense, donde al analista Jack Ryan se le asigna la tarea de desentrañar las verdaderas intenciones del comandante soviético. Resulta importante mencionar a este escritor pues, en la década siguiente, se convierte en un fiel exponente de la proyección política exterior estadounidense.

Tal dinámica minada por la retórica de confrontación y de contención del comunismo por parte de Estados Unidos sufre un giro en la segunda mitad de la década de los ochenta, resumida en lo que algunos califican como Segunda Distensión, abanderada por Ronald Reagan, y sus colaboradores, ante los peligros que entrañaban la continuidad de planteamientos hostiles y la posibilidad real que de aplicarse significaría a un enfrentamiento con el Pacto de Varsovia, escenario no deseable y sujeto de discrepancias por sus aliados europeos, estos últimos no acordes con la forma de manejar los asuntos foráneos.

Ante esta situación, Estados Unidos decide pasar a un entendimiento, optando por persuadir al rival de las ventajas del modo de vida occidental. Esto no significaba el abandono de la política de contención del comunismo, pues la Doctrina Reagan15 se siguió implementando a lo largo de la administración de dicho presidente, incluso, un poco después. A su vez, se buscó reducir la amenaza de una guerra nuclear, debido a que el arsenal existente por las partes beligerantes para semejante escenario indicaba que ninguno de los contendientes podía ganarla. Un factor decisivo fue el ascenso de Mijail Gorbachov a la secretaría general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) después del breve periodo de Yuri Andropov (1982-1984) y Chernenko (1984-1985). Gorbachov fue, sin duda, la expresión de una nueva generación de dirigentes soviéticos, resultado de la gerontocracia del politburó soviético. Se presentó como una nueva generación que encauzaba su labor con el propósito de reestructurar las relaciones políticas y económicas, de forma tal que superase el peligro de un enfrentamiento armado y permitiera reanimar y reorientar una economía que se había demostrado no podía continuar con la competencia armamentista.

Gorbachov, con su nuevo pensamiento en la política internacional, significó un cambio sin precedente en las relaciones internacionales y en el enfoque que hasta ese momento había existido por la parte soviética. La aparente meta de un mundo sin peligro nuclear fue expresada en las cumbres de Ginebra 1985; Reykjavik, Islandia 1986; Washington, en diciembre de 1987 y Moscú, en mayo-junio de 1988. Los factores fueron múltiples para la concreción de estas cumbres. En primer lugar, la convicción sobre lo desastroso que sería una guerra nuclear, cuya utilidad no solo es despreciable sino catastrófica para la humanidad. En segundo lugar, una economía soviética en crisis que obligaba a su dirigencia a buscar alternativas a una competencia para lo cual ya no estaba apta. Esto influyó considerablemente en su proyección exterior en no pocos casos, como se pudo notar ante la falta de apoyo a movimientos revolucionarios en el Tercer Mundo, así como su posterior retirada de Afganistán en 1989; y en tercer lugar al antibelicismo de una buena parte de la población estadounidense que exigía un cambio de postura, de proyección, por parte de su gobierno.

Hija de su tiempo, fue la obra de Le Carré, de finales de los años ochenta: La Casa Rusia, (octubre de 1989), a través de la cual muestra una flexibilización en el trato al enemigo pues, basada en la realidad, dicha obra refleja la crisis del sistema soviético, en especial las reestructuraciones que el mismo estaba sufriendo, en este caso a impulsos de la Perestroika, con todo lo que ello implicó en el desenvolvimiento ulterior del modelo soviético y, por tanto, los enemigos de antes son vistos bajo una mirada más condescendiente. Recuérdese los acercamientos cada vez más evidentes entre las partes beligerantes en el tan nombrado enfrentamiento URSS-Occidente: la Unión Soviética y Estados Unidos, acercamientos que fueron asumidos posteriormente por el presidente de Estados Unidos, George H. Bush, visto como uno de los autores de los logros alcanzados por la anterior presidencia, sin manchas, ni escándalos. Con George Bush en la presidencia, los republicanos lograban mantenerse en el poder por otros cuatro años más, pero con problemas a resolver del punto de vista del orden interno y en consecuencia su política exterior ante el deterioro y derrumbe del campo socialista ,simbolizado con el derrumbe del muro de Berlín y la posterior desaparición de la URSS.

En tanto la Guerra Fría terminaba, se abría paso un nuevo orden internacional, a múltiples interpretaciones sobre el pasado y la incertidumbre para un presente inesperado. La balanza de poder establecida entre las naciones vencedoras una vez terminada la Segunda Guerra Mundial tocaba a su fin.

En tales circunstancias la novela de espionaje no quedaría estandarizada en el relato del choque entre dos grandes potencias y la paridad militar; la realidad internacional comenzaba a tomar nuevos matices y como una de sus características le viene de nutrirse argumentalmente del acontecer internacional. Los inicios de la última década del siglo XX le depararían nuevas situaciones, otros y diferentes acontecimientos, nuevos problemas globales y con ello la necesidad de mutar.

CONCLUSIONES

A pesar del tiempo y el desarrollo de nuevo productos culturales, la novela de espionaje mantiene su vigencia como canal de transmisión ideológica en la guerra cultural contemporánea. Uno de sus objetivos es insertarse en la contemporaneidad y proyectar los acontecimientos de forma tal que operen en la conciencia y en las concepciones ideológicas de sus lectores. A través de la trama, la empatía que establece con el lector y los valores políticos que defiende edifica héroes e identifica villanos, por lo que revalúa conceptos y legitima intereses nacionales y la política exterior de sus Estados.

El equilibrio de poder establecido entre las naciones vencedoras una vez terminada la Segunda Guerra Mundial llegó a su fin. La ausencia de un enemigo creaba la necesidad de otro. El narcotráfico, el terrorismo y el fundamentalismo religioso se incorporaron al relato de la novelística, por lo que los escritores actuales en el futuro serán relevados por otros, quienes añadirán nuevos elementos al género de acuerdo con la realidad internacional, matizada por sus actores políticos, sean potencias o bloques económico-militares.

notas

1 En términos de evaluación histórica en esta etapa, la humanidad gravita de la Era Moderna a la Contemporaneidad. El capitalismo transita de la libre concurrencia a la era monopolista y en consecuencia a su fase imperialista.

2 James Fenimore Cooper (1789-1851), novelista, autor de libros de viajes y crítico social estadounidense, considerado como el primer gran autor de la narrativa de su país. Cooper produjo informaciones cuando servía en la flotilla de la US. Navy. Ejerció de cónsul en Lyon, propuso varias veces la creación de un Departamento de Inteligencia Naval.

3 William Le Queux, perteneció al servicio secreto británico de su Majestad. Para una mayor información, ver: Veraldi, Gabriel (1983). La Novela de Espionaje. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica de México.

4 John Buchan, escritor inglés (1875-1940). Es uno de los novelistas más reconocidos del asunto de espionaje estudió en Oxford. En 1903 trabajó como secretario de Lord Milner y durante la I Guerra Mundial se desempeñó como director de Información en el Gabinete de Guerra. Murió en 1940 cuando era gobernador General de Canadá.

5 Edgar Wallace (1875-1932), escritor de novelas de misterio inglés. Nació en Greenwich. Fue corresponsal en ese país de la agencia Reuters durante la Guerra Bóer, y se convirtió en el primer director del periódico Rand Daily Mail. A su regreso a Inglaterra alternó el periodismo con la escritura.

6 Eric Ambler, fue escritor, guionista y productor cinematográfico. Entre 1936 y 1940, escribe seis novelas de espionaje que se convertirán en clásicos, entre ellas Peligro Inconcluso (1937); Epitafio para un espía (1938); Motivo de Alarma (1939). Eric Ambler termina la guerra como teniente coronel y director adjunto del ejército británico.

7 Dennis Wheatley, nació en año 1897, se incorporó voluntariamente al ejército en 1914. durante la guerra fue gravemente afectado por los gases tóxicos. Posteriormente, Wheatley fue uno de los hombres que formaron un cuerpo secreto por Winston Churchill nombrado Oficina de Estratagemas.

8 Graham Greene (1904-1991). Su hermana más joven Elisabeth pertenecía al MI6 y fue la que lo reclutó para la inteligencia británica en 1941. En 1943 es destinado dentro del MI6 a la subsección de Asuntos Ibéricos (Subsección V) que dirigía en aquellos tiempos el célebre topo del KGB Kim Philby.

9 El filme adaptado de la novela Dr. No (1963) desencadenó un fenómeno de mito colectivo en torno a James Bond. Durante el periodo de la Guerra Fría fueron producidas 18 películas sobre James Bond.

10 John Le Carré ha escrito una serie de novelas de gran éxito sobre el turbio mundo de los servicios secretos, consideradas hoy como perspicaces documentos del clima reinante durante el periodo de la Guerra Fría. Su primera novela fue Llamada para el muerto (1961), llevada al cine bajo el título de Un asunto peligroso en 1967.

11 En dos años se editaron 17 millones de copias- incluso un compatriota suyo del género Graham Greene la consideró: “la mejor novela de espías jamás escrita”.

12 Esta novela publicada en 1971 ejerció una gran atracción en el público, pues ponía en escena personalidades vivas con su verdadero nombre, en este caso a Charles De Gaulle, además de la investigación histórica que contiene la misma sobre la dinámica de la historia interna y exterior de la Francia en esa época. Elementos muy característicos de la producción literaria de Frederick Forsyth.

13 Su tema principal es la búsqueda por un joven periodista de capturar a un miembro de la SS. Derrotado el nazismo, una de las inmediatas tareas fue buscar, encontrar y juzgar a todos los criminales de guerra. El tiempo histórico que se recrea son los primeros años de 1960, acorde con la realidad si tenemos en cuenta que el 21 de mayo de 1962 fue capturado por el MOSSAD (servicio secreto israelí) el genocida Adolf Heichman.

14 Esta novela a su vez fue llevada al cine tres años después (1987) protagonizada por Michael Caine y Pierce Brosnan.

15 La Doctrina Reagan significó la adopción por parte del Gobierno y de manera efectiva la ayuda de todo tipo a la insurgencia contrarrevolucionaria en naciones como Nicaragua, Angola, Etiopía, Camboya y Afganistán. En algunas, específicamente Afganistán se convertirían en un bumerán para sus intereses a comienzos del siglo XXI.

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