La Estrategia de Donald J. Trump y Joseph Biden para América Latina. El reto participativo de los pueblos hacia la integración

Donald J. Trump and Joseph Biden's Strategy for Latin America. The participatory challenge of the peoples towards integration

M. Sc. Irina Colina Ortega

Máster en Derecho Constitucional. Licenciada en Derecho. Diplomada en Relaciones Internacionales. Doctorando en Ciencias Políticas. Miembro de la Sociedad de Derecho Internacional y la Sociedad de Derecho Constitucional de la Unión Nacional de Juristas de Cuba. Investigadora y Profesora Asistente de la Universidad del Ministerio del Interior (UMI) “Eliseo Reyes Rodríguez, cap. San Luis”, La Habana. Cuba. publicairinacoliort64@gmail.com, todoiusestudios@gmail.com 0000-0003-0917-435X

 

Recibido: 27 de enero de 2023

Aprobado: 17 de febrero de 2023

 

RESUMEN Partiendo de un breve análisis comparado de la Estrategia de Seguridad Nacional de las administraciones Trump y Biden, este artículo pretende mostrar los elementos de continuidad de la política exterior estadounidense en pos del dominio hegemónico sobre América Latina, que compulsa el reto de los pueblos a fortalecer su participación en los mecanismos de concertación e integración de la región.

Palabras clave: Seguridad Nacional, Trump, Biden, América Latina, participación, integración

 

Abstract Based on a brief comparative analysis of the National Security Strategy of the Trump and Biden administrations, this article aims to show the elements of continuity of U.S. foreign policy in pursuit of hegemonic dominance over Latin America, which compels the challenge of the peoples to strengthen their participation in the mechanisms of consultation and integration in the region.

 

Keywords: National Security, Trump, Biden, Latin America, participation, integration

 

INTRODUCCIÓN

La Seguridad Nacional se relaciona con los mecanismos de defensa de un Estado frente a las agresiones exteriores y sus conflictos internos, la protección de sus ciudadanos, recursos y esencialmente su soberanía, entendiendo que esta es algo más de los límites a su espacio territorial, ya que imbrica también la independencia y autodeterminación para escoger el rumbo de su destino y el cómo lo hace hacia lo interno de su nación.

Entender la estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, en todas las dimensiones de la geopolítica, hasta llegar a su incidencia regional, obliga a mirar a su conformación como Estado Nación. El análisis del tema nos lleva a considerar la influencia individual de los lobbys que persiguen intereses con impacto en la formación de política, el carácter imperialista y los intereses nacionales, que imbrican el liderazgo económico, la tendencia histórica al proteccionismo, que va más allá de lo internamente económico, con expresión hacia las relaciones internacionales, cuando “salvar al mundo”, no solo se traduce en fomentar la guerra, apropiación y expropiación de recursos, sino también el dominio ideológico y cultural.

Implica además cuestionarse: el unilateralismo como una constante en la política de Estados Unidos; el anticomunismo devenido de la Doctrina Truman, contextualizado en la actualidad al temor de que las izquierdas asuman el poder político de la región, así como la mirada al Sur de sus fronteras, en perenne reinvención de la Doctrina Monroe.

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Por último, las competencias decisorias del Congreso de Estados Unidos en la conformación de su política exterior.

Atendiendo a ello y tomando como referencia la Estrategia de Seguridad Nacional de los gobiernos de Trump y Biden, se pretende mostrar en este trabajo los elementos de continuidad de la política exterior estadounidense en pos del dominio hegemónico en la región, que compulsa el reto de los pueblos de fortalecer su participación en los mecanismos de concertación e integración del área.

DESARROLLO

La Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos en los mandatos de Trump-Biden. Algunos elementos.

En el 2017, la administración de Donald J. Trump emite su Estrategia de Seguridad Nacional. Aunque sus objetivos declarados rondan en torno a la competencia de poderes con Rusia y China y mantener sus fuerzas militares en regiones de interés como Irán y Afganistán, fundamentalmente, el diseño enfocado sobre cuatro pilares estratégicos, traduce lecturas para Latinoamérica, que de hecho tuvieron firmes expresiones prácticas.

Algunos elementos a considerar señalan:

PILAR 1. Proteger al pueblo de Estados Unidos y a la Patria.

PILAR 2. Promover la prosperidad económica. La seguridad Económica es la seguridad nacional.

“Las iniciativas incluirán la contratación rápida la evaluación rápida de autorizaciones de seguridad nacional, y las propuestas de sueldos competitivos. Debemos crear rutas más fáciles para la circulación de científicos, ingenieros, y tecnólogos dentro y fuera del servicio público.

PILAR 3. Promover la paz mediante la fuerza. Dominar y siempre, siempre, siempre ganar. La nación tendrá el equipo, los recursos, y la financiación que necesita asegurar la patria, para responder a los enemigos (China, Rusia, Irán y Corea del Norte) rápida y contundentemente.

PILAR 4. Hacer avanzar los intereses de los Estados Unidos. América primero y grande otra vez.

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De una lectura formal del texto, pareciera que no hay prácticamente intereses regionales de los Estados Unidos hacia América Latina. El documento en cuestión explicita y particulariza sus prioridades, en apenas un pequeño acápite, cuando precisa e indica: La Estrategia en el contexto regional: En Venezuela y Cuba, los gobiernos se agarran a modelos autoritarios izquierdistas anacrónicos.

La autora subraya algunas ideas del documento para llamar la atención a propósito de los escenarios desestabilizadores desarrollados en el área en los últimos años, el papel de los gobiernos de Estados Unidos, y su repercusión en el desarrollo de las relaciones internacionales en el hemisferio.

En relación con la administración de Joseph Biden, la declaración de Build Back Better (reconstruir mejor) señalada como objetivo en su Estrategia Provisional de Seguridad Nacional, por sí sola, anota que la intención en relación con su antecesor no difiere; el fondo del asunto sigue siendo el mismo hacia la reconfiguración de sus alianzas para detener a sus adversarios.

El 3 de marzo de 2021 la Casa Blanca emitió las regulaciones de la Estrategia de Seguridad Nacional transitoria (INSSG por sus siglas en inglés). Esta es la primera vez que el gobierno ha formulado este tipo de previsiones. Presidentes previos se abstuvieron de producir políticas transitorias que enunciaran planes estratégicos, hasta la presentación de la Estrategia de Seguridad Nacional dispuesta por el Congreso.

La frase directiva Renewing America´s advantages (renovar las ventajas de América), abre el documento y acota la urgencia de la Casa Blanca de recuperación de los espacios geopolíticos consolidados por la política de Barack Obama, debilitados en el gobierno de Donald Trump en el ámbito de una crisis mundial agudizada con la pandemia de la Covid 19, el avance de poderes de sus adversarios de siempre, Rusia y China, la crisis energética, así como el incremento del crimen organizado, la avalancha migratoria y el renovado auge de las izquierdas en el espacio que ha entendido le corresponde por Destino Manifiesto.

Refiere el documento como objetivos estratégicos:

Aunque pareciera que su política exterior estaría encaminada a frenar el poderío económico y militar de China, in crescendo, el control geopolítico de Rusia en la región euro asiática, el abordaje nuclear con Irán y las Coreas, la amenaza del terrorismo mundial visto en otros y no en sí mismo y los temas de ciber espionaje, lo cierto es que estos asuntos redundan en más de lo mismo de la administración Trump.

Bajo esta nueva filosofía de Biden, ni siquiera un país tendría que darle motivos específicos a Estados Unidos para ser agredido, bastaría que para resolver sus problemas internos fuera aconsejable aplicar cualquier tipo de medida con la nación escogida con tal de lograr su aspiración, que en gran medida podría ser acceso a sus recursos nacionales o eliminar la competencia o el peligro de esta.

Su experiencia en la vicepresidencia durante la administración Obama le facilita accionar en América Latina por el amplio conocimiento sobre la región adquirido durante el referido mandato.

Los intereses sobre América Latina y la urgencia de los pueblos de participación en los mecanismos de concertación e integración regional.

Es sabido que el interés económico de Estados Unidos sobre América Latina y el Caribe es de larga data, que tuvo como característica inicial un feroz expansionismo que para las décadas 60 y 70 se concretaba en el posicionamiento de grandes transnacionales en el área, accediendo a los recursos minerales, materias primas y servicios públicos, con pleno conocimiento de que las tierras del hemisferio atesoran las mayores reservas naturales del planeta, despojando a los pueblos de ellas y sumiéndolos en la pobreza.

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Estudiar los documentos estratégicos del Pentágono, el Departamento de Estado, el Consejo Nacional de Seguridad de los EE.UU., signan la visión de las guerras futuras en el control del agua.

A lo largo del tiempo su política exterior ha sido enmascarada con la supuesta promoción del desarrollo, que fomentaron inicialmente con el Plan Marshall y la Alianza para el Progreso, pero dejó explícito el posicionamiento de un sistema económico sustentado en el libre mercado y el sector privado, cuyos objetivos globales están destinados a reforzar su fortaleza económica, hegemonía, dominación, fundamentalmente hacia los países denominados del tercer mundo a fin de evitar que se produzcan transformaciones económicas que pueden generar una dinámica política que favorezca a sus adversarios.

Para ello acude a todo tipo de injerencias, medidas unilaterales de carácter político, económico y financiero y actos que se constituyen en flagrantes agresiones que financia y estimula a partir de lo que los ideólogos han dado en llamar Guerra No Convencional, favorecido hoy por el amplio desarrollo y uso de las tecnologías, en este caso con fines nocivos, a fin de desmantelar gobiernos progresistas, desarticular las izquierdas, crear una opinión pública favorecedora a sus intereses y los de gobiernos serviles.

Hacia América Latina les interesa recuperar el espacio y predominio del desarrollo económico de la región y evitar a toda costa que este espacio geográfico sea absorbido por la presencia de China y Rusia, con implicaciones financieras y de inversiones, e importa porque ello tiene además consecuencias políticas que entronan incluso las culturas de los pueblos, que suman minorías étnicas, con una fuerte identidad de protección, conservación y buen uso de la madre tierra y despiertan fuertes movimientos sociales constituidos como izquierdas emergentes.

La visión de los pueblos latinoamericanos de compulsar los intereses comunes para enfrentar, minimizar y/o contrarrestar los efectos del neoliberalismo, la privatización, y el poderío intencionado de Estados Unidos en la región, sitúa los vestigios iniciales de una integración latinoamericana, entre finales del siglo XVIII e inicios del XIX durante el período de independencia de las naciones y las ideas precursoras de Bolívar y Martí indistintamente, en un proceso histórico, lleno de altibajos, que ha debido sortear innumerables obstáculos tanto externos como internos.

Sustentados en el apoyo a las ideas de unidad y cooperación latinoamericana, el andamiaje teórico e institucional aportado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y considerando elementos comunes como el entorno geográfico, raíces culturales e idiomáticas iberoamericanas, historia y secuelas de la colonización, dominación y amenazas, comunidad de intereses políticos económicos y socioculturales, conjunción de fenómenos lacerantes para sus sociedades como el narcotráfico, el crimen organizado y la migración, sumado a experiencias regionales como la Comunidad del Caribe (CARICOM), la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), o la Unión de Naciones de América del Sur (UNASUR), grosso modo, por iniciativa de Hugo Chávez, entonces presidente de Venezuela y el apoyo de La Habana, se conforma la Alianza Bolivariana de los Pueblos de América (ALBA) que excluyeron a Estados Unidos y Canadá. En febrero del 2010 todos los gobiernos de América Latina y el Caribe en consenso mutuo constituyeron la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

Los fenómenos de desmontaje acontecidos en Latinoamérica favorecieron un auge de poder político de la derecha y con ello, nuevamente, el fortalecimiento de los mecanismos neoliberales político, económicos y sociales, con declarada y abierta intención de sus actores. Ello ha propiciado un estado de alerta en la región a la defensa de su seguridad y reorganización de los movimientos sociales y la izquierda.

Los impactos de la crisis se han sentido en la actividad económica de los países del ALBA, con caídas y desaceleración del crecimiento del PIB en casi todos, incidiendo en la viabilidad de su agenda, develando las fisuras urgidas de sellar y cerrar con acciones integracionistas endógenas e inclusivas, que permitan una participación real de los pueblos en la toma de decisiones de sus gobiernos, tanto en relación con sus naciones como a la proyección de la política a la región.

Se permite la autora definir participación como: derecho, principio constitucional y mecanismo de actuación soberana en el ejercicio democrático de socialización del poder y toma de decisiones que implica la participación política y popular en las dinámicas socioeconómicas, políticas, jurídicas y de gobierno.

Por tanto, la urgencia de fortalecer los mecanismos de concertación e integración de los Estados que conforma el Sur-Caribe pasa necesariamente por la participación comprometida de los actores que lo integran. Se trata aquí, primero, de que todos esos actores sean conscientes de los objetivos estratégicos de Estados Unidos hacia la región; segundo que el apoyo y respaldo a Venezuela, Cuba y Nicaragua es garantía para otros procesos políticos progresistas florecidos o en desarrollo; tercero, la importancia del consenso como elemento sine qua non de unidad entre los movimientos sociales, las minorías, diversidad de actores con sus gobiernos y de estos entre sí para visualizar y enfrentar al enemigo común de los pueblos.

CONCLUSIONES

Se colige que los objetivos descritos en los documentos de seguridad nacional de las administraciones Trump–Biden analizados anteriormente, no reflejan cambios sustanciales de fondo en la política exterior de Estados Unidos; más que eso constituyen articulación de continuidad de sus objetivos de expansión, dominación y hegemonía imperial de siempre.

La Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos en la administración Trump está dirigida a recuperar el espacio geopolítico de dominación hegemónica imperialista, donde China y Rusia se han constituido en su principal competencia desplazando su visibilidad y credibilidad en las relaciones internacionales.

En el área “de casa”, Venezuela y Cuba constituyen el foco rojo de desagravio a sus políticas intervencionistas y un freno a los valores del nacionalismo heredado de los padres fundadores, lo cual consideran como amenaza a la Seguridad Nacional.

Con el objetivo de desarticular las izquierdas, los movimientos sociales y destruir el sistema político de los gobiernos progresistas, promueven la desestabilización social y la ingobernabilidad para plegarlos a sus intereses, aprovechando el apoyo de oposiciones reaccionarias y de gobiernos de derecha existentes en América Latina.

Para ello se escuda en pretextos como el terrorismo, la migración, la supuesta existencia de violaciones de los DD.HH. y la falta de democracia en nuestros países con el doble rasero de idearlos y financiarlos.

La seguridad regional se complejiza cada día más, con la aparición de nuevos actores y amenazas al arrimo del desarrollo in crescendo de las nuevas tecnologías y su uso con fines de guerra, en cualesquiera de sus modalidades (económica, militar, biológica, etc.) con proliferación en la denominada guerra no convencional que impacta a los Estados, sobre todo de las naciones más humildes que optan por su soberanía real lejos de los poderes hegemónicos imperiales.

Fortalecer los mecanismos de concertación e integración de los Estados que conforma el Sur-Caribe pasa necesariamente por la participación comprometida de los actores que lo integran entendida como: derecho, principio constitucional y mecanismo de actuación soberana en el ejercicio democrático de socialización del poder y toma de decisiones que implica la participación política y popular en las dinámicas socioeconómicas, políticas, jurídicas y de gobierno para generar el consenso entre los actores y sus gobiernos y entre estos.

La defensa del ALBA y la CELAC es necesaria y únicamente la defensa de un bloque de integración económica con intereses afines, es además la supervivencia de los pueblos, de su soberanía y su sistema político.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.

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