La Estrategia Indo-Pacífico de EE.UU., reflexiones tras la gira por Asia del presidente Joe Biden en 2022
The U.S. Indo-Pacific Strategy, reflections following President Joe Biden's 2022 Asia tour
Lic. Javier Navarro Quiñones
Licenciado en Relaciones Internacionales. Especialista de la Dirección de Relaciones Exteriores del MINFAR, La Habana. Cuba javynava48@gmail.com, 0000-0002-0151-7648
Recibido: 3 de septiembre de 2022
Aprobado: 13 de octubre de 2022
RESUMEN La publicación en febrero de 2022 de una “Estrategia Indo-Pacífico de Estados Unidos” por parte de la administración de Joe Biden demuestra la prioridad que otorga a la región, no solo por su importancia económica, sino por la ubicación en ella de su más peligroso competidor: China. El documento diseña líneas de acción para la contención efectiva de Beijing y evitar que, con su ascenso como potencia, se materialice un cambio en el statu quo actual del sistema internacional que sea desfavorable a sus intereses nacionales. También se aprecian elementos significativos de continuidad respecto a las dos administraciones anteriores, aunque deja espacio para la impronta del gobierno actual. La gira del presidente Biden por Asia en junio de 2022, que se llevó a cabo tras una Cumbre Estados Unidos-ASEAN en Washington sin precedentes, permitió ejecutar algunas de las acciones previstas en el documento que se estudia, a la par que sirvió para reafirmar el compromiso estadounidense con la región. Asimismo, aporta elementos para realizar un análisis más integral de los derroteros que planea seguir la Casa Blanca en su proyección hacia esta área geográfica.
Palabras claves: Estados Unidos, China, Indo-Pacífico, política exterior, estrategia, interés nacional.
ABSTRACT The publication in February 2022 of an "Indo-Pacific Strategy of the United States" by the Biden Administration demonstrates the priority that the United States attaches to the region, not only for its economic importance, but also because of the location in it of its most dangerous competitor: China. Extremely interested in achieving the effective containment of Beijing and avoiding that, due to its rise as a power, a change, unfavorable to its interests, is made in the current status quo of the international system, this document settles down lines of action that will allow the materialization of this strategy. Significant elements of continuity can be seen in it with respect to the two previous Administrations, although it leaves room for the imprint of the current Government. President Biden's recent tour of Asia, which took place after an unprecedented US-ASEAN Summit in Washington, made possible to carry out some of the actions provided for in the document under study, while also reaffirmed the American commitment with the region. Likewise, it provides elements that allow a more comprehensive analysis of the paths that the White House plans to follow in its projection towards this geographical area.
Key words: United States, China, Indo-Pacific, foreign policy, strategy, national interest.
INTRODUCCIÓN
La creciente importancia estratégica de la región Indo-Pacífico en las relaciones políticas y económicas internacionales, así como la amenaza que percibe Estados Unidos (EE.UU.) en China, han determinado que esa zona geográfica se haya erigido como una prioridad para su política exterior durante las tres últimas administraciones. La no obtención de los resultados esperados en estrategias pasadas, unido a la consolidación de la posición de Beijing en diferentes esferas, ha conllevado a una radicalización de la proyección de la Casa Blanca, sumamente interesada en contener al gigante asiático y cimentar sus alianzas regionales para que sirvan como contrapeso a la influencia china.
El gobierno dirigido por el presidente Joseph Biden publicó en febrero de 2022 su Estrategia Indo-Pacífico, la cual es sumamente esclarecedora respecto a las aspiraciones de la nación norteña en la zona. El documento, donde se refrendan los puntos de vista de Washington sobre el escenario regional, recoge detalladamente las líneas de acción diseñadas para la materialización de sus objetivos e intereses nacionales. El presente artículo pretende determinar los puntos de coincidencia y divergencia entre las estrategias adoptadas por las dos últimas administraciones en su política hacia esa región.
En la Estrategia aparecen numerosos puntos de contacto con la proyección del Gobierno de Donald Trump, fundamentalmente en la postura confrontacional de contención de China -asunto central de su estrategia-, el relanzamiento y la construcción de alianzas -bilaterales y multilaterales, políticas y militares- con los Estados de la región, como elemento de contrapeso a la creciente influencia de Beijing. También, en la apuesta por instrumentos del hard power y el enfoque sobre el manejo del tema Taiwán. No obstante, se distingue una pequeña impronta del nuevo Gobierno, en el rescate de espacios de diálogo con los líderes chinos, aunque “los cambios han sido más en la retórica diplomática, el estilo y la forma, que en el contenido” (Fernández Tabío, 2022) .
La celebración de la Cumbre Especial EE.UU.-ASEAN en mayo de 2022, la gira del presidente Biden por Asia y la realización de la Cumbre de Líderes del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (QUAD por sus siglas en inglés), estas dos últimas en junio de este mismo año, han incorporado otros elementos al escenario que se estudia. Por ello, es posible intentar un acercamiento más preciso a este tema.
La relevancia de EE.UU., China y los actores del área Indo-Pacífico en el sistema internacional fundamentan la importancia de realizar un análisis de esta agenda de acción. En tal sentido, el presente trabajo tiene como objetivo examinar la Estrategia Indo-Pacífico 2022 de EE.UU., tras la culminación de la gira del actual presidente estadounidense por Asia, en un intento de determinar los principales elementos que la definen y los posibles derroteros que traza para las futuras relaciones entre Washington y la región, así como la continuidad o cambios que representa en relación con las administraciones previas. Se reconoce, sin embargo, las limitaciones que supone la realización de un análisis de este tipo a partir de un único documento.
DESARROLLO
El comienzo de la administración Biden se enmarcó en un momento difícil para EE.UU. en los planos doméstico e internacional. A lo interno, el impacto de la COVID-19 no solo dejó casi medio millón de muertos, sino que provocó significativos destrozos en su economía -estalló una recesión que marcó “el fin de la expansión que inició en junio de 2009, [la cual] duró 128 meses” (National Bureau of Economic Research, 2020)- y los consecuentes impactos en el sistema político y social.
La crisis económica y sanitaria reveló las contradicciones del sistema capitalista, como las diferencias de clases, el Estado puesto al servicio de las oligarquías y no del pueblo. También se pusieron de relieve las debilidades de su sistema de salud, a la par que asestó un duro golpe a las compañías y empresas.
“El PIB real disminuyó 3.5% en 2020 (…), reflejando la disminución de los Gastos del Consumo Personal, exportaciones, inversión privada en inventarios, inversión fija no residencial y gobierno estatal y local que fueron parcialmente compensadas por aumentos en el gasto del gobierno federal y la inversión fija residencial” (Bureau of Economic Analysis of U.S. Department of Commerce, 2021).
Asimismo, “la tasa de desempleo alcanzó un pico de 14.8% en abril 2020 (…) el más alto desde la Gran Depresión, cuando se ubicó en un estimado de 25%” (Amadeo, Brock, & Ernsberger, 2021).
En el ámbito externo, el actual presidente de EE.UU. encontró deteriorado sus vínculos con sus aliados tradicionales y su imagen ante los ojos de la opinión pública internacional como supuesto “líder del progreso, el libre comercio y la democracia”.
La administración Trump “rompió el consenso de política exterior existente al interior de la clase dominante estadounidense hasta ese momento (…) y modificó algunos elementos que habían permanecido casi invariables tanto con presidentes republicanos como demócratas, desde inicios de la década de 1980 y aún antes” (Fernández Tabío, 2022).
Este escenario configuró una proyección externa agresiva, confrontacional y guiada por un egoísmo nada inteligente y de poca memoria histórica, que orbitaba alrededor del postulado “America First” o “Estados Unidos primero”.
Además, EE.UU. perdió espacios en áreas geográficas y foros estratégicos, debilitó organizaciones internacionales vinculadas a su poderío nacional -como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)- y perdió espació en la contención del ascenso de China y Rusia, ambos serios competidores y amenazas para la posición hegemónica estadounidense dentro del sistema internacional.
Como resultado, en el momento en que asume su cargo, el presidente Biden enfrentó una situación delicada donde estaban en juego el statu quo imperante desde el fin de la Guerra Fría, su poderío nacional e intereses nacionales, es decir, los de su oligarquía.
El actual gobierno realizó cambios en su proyección externa como la reconstrucción de sus relaciones con Europa y la adopción de posturas similares a las tradicionalmente sostenidas por EE.UU. en los diferentes espacios internacionales de concertación política y relaciones económicas. Asimismo, retomó sus posturas previas en temas de la agenda global de interés común, tales como el enfrentamiento al cambio climático.
No obstante, mantuvo la región Indo-Pacífico como prioridad en su agenda de política exterior y la percepción de China como la principal amenaza. También ratificó que la contención a nivel regional de Beijing ocupa un lugar importante en su estrategia de dominio global.
Igualmente, como elemento de continuidad respecto a la administración anterior, durante la presidencia de Biden se ha podido apreciar la ausencia de cambios sustanciales en la proyección hacia China, pues se mantiene el mismo discurso y accionar hostil hacia el gigante asiático, incluyendo el diferendo comercial, la guerra mediática y el incremento de la presencia militar en Asia. En este sentido, también destaca la continuidad de la presión de la Casa Blanca en temas de seguridad nacional para Beijing como Taiwán y el Mar del Sur de China.
Sin embargo, a diferencia de su predecesor, se ha apostado por mantener las tensiones con China a niveles manejables y establecer canales de comunicación para asegurar que esto sea posible.
En tal sentido, se han incrementado los intercambios de alto nivel1 y explorado posibles esferas de cooperación bilateral y multilateral, como es el caso del tema medioambiental. Pero no se han recuperado los diferentes mecanismos de diálogo estratégico congelados durante la presidencia de Donald Trump.
Más allá de las convergencias y divergencias anteriormente expuestas, es posible constatar la presencia de una ejecución más estable y estructurada de la política exterior, donde se transita de una proyección con rasgos unilaterales hacia otra que intenta recuperar el enfoque multilateral.
Este proceso demuestra la existencia en el Gobierno actual de una lógica más tradicional y acorde con las prácticas anteriores de Washington. Asimismo, muestra que la Casa Blanca regresa a caminos recorridos anteriormente, con la esperanza de obtener los mismos resultados en la materialización de sus intereses nacionales, aunque ni el contexto ni el poder nacional de China sean los mismos que entonces.
La publicación de la Estrategia Indo-Pacífico 2022 (US National Security Council, 2022) es una clara señal de la prioridad del tema China y la región. Además, brinda un mapa de las rutas que pretenden seguir en sus relaciones con esa zona geográfica, a la vez que analiza las características del escenario regional y los desafíos que emanan para el poderío nacional estadounidense.
Resulta tangible, igualmente, la decisión de la Casa Blanca de destinar cuantiosos activos económicos, políticos y militares, entre otros, para respaldar la implementación exitosa de este plan de acción, aun cuando la particular situación que atraviesa el país haga dudar de la disponibilidad de todos los recursos necesarios. Washington ha tenido que distribuir fondos hacia otros frentes, especialmente tras la guerra en Ucrania y las acciones para contener a Rusia. Al mismo tiempo, se mantienen los impactos negativos en su economía de la crisis global por la pandemia de COVID-19, la guerra comercial contra China y los pronósticos negativos sobre el desempeño de las finanzas internacionales.
El documento tiene como antecedente la política “Pivot to Asia” de la administración Obama y, como referente más cercano el “Marco Estratégico Indo-Pacífico” de la administración Trump. Esta última está más a tono con las características del escenario regional actual y la correlación de fuerzas en el plano doméstico e internacional, dada su proximidad en el tiempo.
En la nueva estrategia no existen grandes elementos de ruptura, lo cual pareciera reforzar la tesis de que la postura hacia Beijing es resultado de un consenso al interior de la clase dominante estadounidense, que va más más allá de las posturas partidistas, y considera a China como una amenaza para la posición hegemónica de EE.UU. en el sistema internacional.
Esta percepción está explícitamente refrendada en el Informe Anual de Evaluación de Amenazas 2022, elaborado por la Comunidad de Inteligencia estadounidense, donde se señala que “el Partido Comunista Chino (PCCh) continuará sus esfuerzos para lograr la visión del presidente Xi Jinping de hacer de China la potencia preeminente en el Este de Asia y una potencia importante en el escenario mundial. El PCCh trabajará para presionar a Taiwán sobre la unificación, socavar la influencia de EE.UU., abrir brechas entre Washington y sus socios y fomentar algunas normas que favorecen su sistema autoritario” (U.S Director of National Intelligence, 2022).
La política propuesta por la administración Biden hacia el Indo-Pacífico resulta más integral y orgánica, al tiempo que está configurada para ser ejecutada de manera estable en el tiempo. Ella se debe complementar con la proyección de Washington hacia otras regiones, formando así una especie de estrategia global integral, donde las acciones en las diversas latitudes y espacios internacionales contribuyan al fin último de salvaguardar la posición hegemónica de EE.UU.
Es necesario destacar la gran carga político-ideológica que contiene el documento Estrategia Indo-Pacífico 2022. Para los estrategas estadounidenses, la promoción de los valores y la cultura de la sociedad estadounidense y occidental se convierte en una tarea necesaria y un componente esencial de sus planes estratégicos de cara a China. Ello está motivado, en parte, por el Informe presentado por el presidente Xi Jinping ante el XIX Congreso Nacional del PCCh en 2017, donde se declaró: “promoveremos la construcción de nuestra capacidad de difusión internacional, contaremos bien lo que pasa en China y presentaremos una China real, multidimensional e integral, con vistas a acrecentar el poder cultural blando de nuestro país” (Xi, 2017)2.
Los elementos de continuidad apreciables son:
−El enfoque “Indo-Pacífico” en la estrategia estadounidense asume que la participación de los países índicos en la vida política de la región asiática es cada vez mayor, y reconoce la importancia del océano Índico como corredor comercial clave. Además, la emergencia económica de la India y sus contradicciones con China brinda la posibilidad a Washington de tratar de utilizar a Nueva Delhi como apoyo para sus pretensiones, una cuña dentro de la región y punta de lanza contra Beijing, sin que ello presuponga una subordinación absoluta de la India a los designios estadounidenses, tal como lo demuestra la postura actual de la India hacia Rusia. Por otra parte, el eslogan “Free and Open” sirve como fundamento para respaldar su presencia en los mares indo-pacíficos, así como núcleo de su retórica y las acciones ejecutadas, desde y bajo el auspicio de Washington. Su fin es contener las aspiraciones geopolíticas chinas en estas aguas, en una especie de elemento deslegitimador.
−El documento también apunta a la obtención de legitimidad y apoyo a través de redes de alianzas regionales, para lo cual se fortalecen las existentes: Diálogo Cuadrilátero de Seguridad (QUAD), Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), Asociación del Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y vínculos bilaterales de Estado a Estado, y se crean otras nuevas, como la alianza militar Australia-Reino Unido-EE.UU. (AUKUS por sus siglas en inglés). Para EE.UU. es evidente que, dado el contexto nacional e internacional y la fortaleza demostrada de China, la consecución exitosa de sus objetivos tiene como premisa obligatoria lograr el respaldo de los países de la región, a partir de su incapacidad de lograr contener a Beijing de manera unilateral.
Se reconoce especialmente la importancia de la ASEAN como interlocutor esencial en esta zona geográfica -a partir de su relevancia en las relaciones políticas y económicas regionales y el carácter estratégico de sus estados miembros- y la necesidad de fortalecer las conexiones bilaterales, máxime cuando la pandemia de COVID-19 y la guerra comercial sino-estadounidense crearon espacios para la consolidación de los vínculos de esta organización con Beijing.
En la actualidad, China es el principal socio comercial de la ASEAN y viceversa3, además de que ambos han consolidado su posición como fuentes de Inversión Extranjera Directa mutua4. Estos vínculos se han visto potenciados por el establecimiento a finales de 2021 de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP por sus siglas en inglés), así como por la ayuda material brindada por Beijing a estos países para combatir la pandemia. Todos estos elementos constituyen obstáculos para las pretensiones de la Casa Blanca respecto a la ASEAN, pues cada país posee sus visiones propias sobre el tema China.
Muestra de su intención de promover los intercambios con esta organización regional, es la Cumbre Especial EE.UU.-ASEAN, realizada el 12 y 13 de mayo de 2022 en Washington, tal como se propuso en la Estrategia. Sin embargo, más allá del compromiso asumido de “establecer una Asociación Estratégica Integral ASEAN-EE.UU., que sea significativa, sustantiva y mutuamente beneficiosa” (ASEAN-U.S. Presidents, 2022) y los acuerdos en diferentes esferas (seguridad, economía, relaciones diplomáticas), la reunión mostró la no existencia de un alineamiento total entre los deseos de EE.UU. y los intereses de la ASEAN, lo cual puede ser apreciado en el tratamiento dado a los temas Ucrania y Taiwán.
−China es considerada como principal oponente por lo que todas las acciones previstas en el documento Estrategia Indo-Pacífico 2022 parecieran tener como como fin último la contención del gigante asiático. En este sentido, se intenta construir un bloque regional que sirva como una especie de elemento de balance frente a la creciente influencia china. Se entiende que no resulta suficiente la contención a nivel regional, por lo que las acciones se complementan con las realizadas en otras regiones y las instrumentadas en el plano bilateral. Asimismo, no se desestima la posible realización de acciones contra Beijing como denuncias por violaciones derechos humanos, democracia, tema Hong Kong, no observancia del derecho marítimo internacional, incremento del respaldo militar a Taiwán, entre otras.
−No se desconocen otros desafíos para la estabilidad regional como: cambio climático, pandemia COVID-19, tema República Popular Democrática de Corea (RPDC), pobreza, debilidades de los sistemas de gobernanza (US National Security Council, 2022, 6), estableciendo a lo largo del documento líneas directrices para su proyección en cada uno de estos temas.
− Otorga al poder militar una función principal entre los componentes de su estrategia, confiando en su efecto disuasivo. Se introduce el concepto “disuasión integrada como piedra angular de su enfoque” (US National Security Council, 2022, 12) para establecer un límite multidireccional a cualquier acción de fuerzas armadas enemigas (seguramente, las chinas) más allá de su territorio. Se mantiene la significativa presencia de medios y efectivos de las fuerzas armadas estadounidenses en esta área geográfica5, así como la realización de maniobras, ejercicios conjuntos y diálogos de defensa con los cuerpos armados de los países asiáticos “amigos”. Tal como señalara el general de ejército Mark A. Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto de EE.UU., “las capacidades militares estadounidenses asignadas a la región ilustran que el Indo-Pacífico es el foco del principal esfuerzo del ejército estadounidense” (Garamone, 2019).
Asimismo, en la propia Estrategia Indo-Pacífico 2022 se anuncia la propuesta de crear dos nuevos mecanismos de concertación regional en materia de defensa -la Iniciativa de Disuasión del Pacífico y la Iniciativa de Seguridad Marítima (US National Security Council, 2022, 15)- y reitera la voluntad de Washington de dotar a Australia de submarinos nucleares, en el marco del AUKUS, a pesar de las protestas de Beijing.
− La utilización del tema Taiwán como elemento de presión contra China, más que nunca enfocada en lograr la reunificación nacional. La forma en la que se aborda a través del documento la cuestión taiwanesa, pareciera otorgar cierto reconocimiento a la isla como Estado independiente, aunque, al mismo tiempo, se reconoce la observancia de la política de “una sola China”. En su proyección hacia Taipéi, Washington continúa empleando un doble rasero, lo cual constituye una provocación directa a Beijing.
A pesar de que durante su visita a Japón, en junio de 2022, el presidente Biden reconoció la ausencia de cambios en su enfoque de “ambigüedad estratégica” (Kanno-Youngs, 2022), el mandatario expresó que “Estados Unidos intervendría militarmente para defender a Taiwán si Beijing se movía para apoderarse de la isla por la fuerza” (Gupta, 2022), lo cual se suma a todo el apoyo brindado hasta el momento al movimiento secesionista taiwanés, y a la fuerte presencia de sus medios y efectivos en el estrecho de Taiwán.
En este sentido, se deben señalar las visitas de senadores estadounidenses a Taiwán en junio de 2021 -Tammy Duckworth, Christopher Coons y Dan Sullivan- y en abril de 2022 -Bob Menéndez y Lindsey Graham-. Además, han continuado, ininterrumpidamente y a pesar de las protestas de Beijing, sus ventas de equipamiento a las fuerzas armadas taiwanesas. Hasta el momento, el actual Gobierno ha realizado y aprobado tres ventas de armas6. Por otra parte, y además de los tradicionales entrenamientos conjuntos entre ambas fuerzas armadas, existe una presencia de efectivos militares en la isla, “cuyo número es casi el doble (…) en el primer año de la administración Biden con relación al último año de la administración Trump” (Everington, 2021).
− El empleo de fuerzas extrarregionales para apoyar, de manera objetiva, la ejecución de sus planes. En este aspecto, destaca la función de la Unión Europea y la OTAN (US National Security Council, 2022, 10), aunque no se deben ignorar los intereses nacionales particulares de cada Estado, en particular, en cuanto a China. Beijing ha sabido manejarse para lograr exponer a los países europeos las ventajas de ampliar sus vínculos bilaterales, fundamentalmente en materia económica, más allá de la existencia de diferencias políticas.
Por otra parte, los elementos de ruptura que se han podido determinar son:
− El cambio de proyección de EE.UU. hacia sus aliados, entendiendo la necesidad de atraerlos para asegurar su participación más comprometida en las estrategias de la Casa Blanca hacia la región, y la formación de un frente unido contra China.
− Abandono de los enfoques erráticos y temporales (un rasgo que marcó la política exterior de la administración Trump), para pasar a una proyección más estructurada y constante en el tiempo.
− Apuestan “no por cambiar a China, sino por dar forma al entorno estratégico en el que opera” (US National Security Council, 2022, 5), lo cual pareciera ser un reconocimiento por Washington de la dificultad de promover, desde afuera, cambios a lo interno en la nación asiática, lo cual podría redundar en el abandono de tácticas para la promoción de la subversión política y la influencia ideológica. Sin lugar a dudas, la forma en la que el Partido Comunista y el gobierno chino gestionaron la crisis en Hong Kong (donde se sentaron las bases, mediante la Ley de Seguridad Nacional y la reforma de la Ley Electoral, para la neutralización efectiva de las fuerzas secesionistas) contribuyó a la adopción de esta visión por parte del establishment estadounidense. Por otra parte, esta decisión constituye un desafío para las aspiraciones geopolíticas chinas, aunque para Beijing muchas veces la presencia de EE.UU. en la región no es per se una amenaza, partiendo de su filosofía en materia de política exterior de no asumir demasiadas responsabilidades, al menos por el momento.
− Ampliación del espectro del QUAD, con la intención de erigirlo como actor relevante y representante de los intereses estadounidenses para el intercambio con otras organizaciones indo-pacíficas (US National Security Council, 2022, 9) y el tratamiento de temas de la agenda regional. Además, se presentaron propuestas para fomentar el intercambio entre sus miembros, como compartir información recolectada por satélites con fines de vigilancia marítima y control medio ambiental, construcción de capacidades para la operación del ciberespacio y el otorgamiento de becas a estudiantes de los países miembros (US National Security Council, 2022, 16).
Como otra muestra de su determinación en esta dirección y según se informó oficialmente (Quad, 2022), la recién concluida Cumbre de Líderes del Quad 2022 sentó las bases para la materialización de algunas de esas iniciativas: la Asociación del Indo-Pacífico para la Vigilancia en la Esfera Marítima, La Hermandad del Quad7 (Quad Fellowship) y la Asociación de Vacunas y Seguridad Sanitaria Mundial del Quad.
Los acontecimientos ocurridos entre abril y junio de 2022 también han revelado la existencia, al interior del Quad, de otros desafíos para los planes de Washington, tales como la negativa de la India a sancionar a Rusia por sus acciones en Ucrania y la no disposición de la élite política australiana a seguir a EE.UU. en caso de un conflicto armado en Taiwán.
CONCLUSIONES
La nueva Estrategia Indo-Pacífico publicada por EE.UU. es un documento clave para entender la percepción de Washington sobre la región y sobre China -ambas prioritarias-, así como para determinar el posible curso de las relaciones entre estas dos grandes potencias. Resulta evidente la preocupación existente en el establishment estadounidense sobre el posible desplazamiento del centro hegemónico mundial como resultado del ascenso del gigante asiático, lo cual se manifiesta en los numerosos elementos de continuidad entre las políticas de Trump y Biden, amén de que existan puntos de ruptura entre ellas. También es una expresión del consenso existente en la clase dominante estadounidense sobre este tema, que supera las diferencias partidistas.
El documento incluye acciones para todas las esferas de las relaciones entre EE.UU. y la región, con una alta carga ideológica, lo cual resulta un plan integral para, en esencia, contener a Beijing y asegurar una correlación de fuerzas favorable a los intereses nacionales estadounidenses. Reconoce también las debilidades de Washington, los cambios en el escenario indo-pacífico y la necesidad del apoyo de aliados intra y extrarregionales para alcanzar sus metas, por lo que puede ser calificado de altamente objetivo.
Al regresar a caminos y métodos probados con anterioridad, la actual administración espera replicar los resultados obtenidos a lo largo del siglo XX y comienzos del XXI. La gran pregunta, sin embargo, es si esta decisión será suficiente para materializar los objetivos de Washington en un contexto en el que China es mucho más fuerte que antes y muestra mayor capacidad de articular alianzas regionales e internacionales. Al mismo tiempo, el actual liderazgo de Beijing parece más determinado a asumir un protagonismo global, desde África hasta escenarios como el de Siria, Irán y Afganistán, bajo las líneas estratégicas del rejuvenecimiento nacional chino. La operación militar especial de Rusia en Ucrania ha vuelto a tensar los vínculos entre las grandes potencias y, hasta el momento, China ha mantenido una postura soberana de no subordinar sus vínculos con Moscú a las presiones de Washington y sus aliados, sin llegar a apoyar directamente la guerra.
Es de esperar que la diferencia en la manera de ejecutar la política exterior de la actual administración -con una inclinación al multilateralismo, más consecuente y estable y sobre la base de directrices bien configuradas- pueda constituir un mayor reto para Beijing y los actores que no se someten a la hegemonía de Washington.
La Estrategia también constituye un reconocimiento por parte de Estados Unidos de la determinación de China de no detener su desarrollo, de ocupar más espacios en la arena internacional y defender sus aspiraciones geopolíticas. Los últimos acontecimientos en las relaciones entre EE.UU. y la región del Indo-Pacífico son una clara muestra de la determinación de Washington de ejecutar las acciones delineadas en el documento, a la par que revela algunos de los obstáculos que deberá enfrentar.
No obstante, los acontecimientos actuales en otros escenarios estratégicos, principalmente en Europa y el conflicto ruso-ucraniano, bien pudieran incidir en la proyección de Washington hacia la región, pues este conflicto reclama una importante cuota de su atención. Al mismo tiempo, se erige en un reto para intentar debilitar a Rusia sin acercarla aún más a Beijing, algo que logró evitar durante la Guerra Fría.
Más allá del carácter hostil que se prevé continúe caracterizando las relaciones China-EE.UU., lo cual determinará a su vez los vínculos entre la nación norteña y los Estados indo-pacíficos, la administración de Joseph Biden al menos ha decidido establecer canales de comunicación de alto nivel con el gobierno chino. Lo anterior podría conllevar al mantenimiento de las tensiones en niveles manejables. No obstante, no se espera una desaparición de las tensiones. Lo que vive hoy el mundo es un conflicto por la hegemonía entre las dos principales potencias, cuyo resultado definirá el futuro de las relaciones internacionales.
notas
1 Las acciones en este sentido marcan una ruptura evidente con el Gobierno anterior, no solo por su número sino por el mero hecho de existir. En poco más de un año en la presidencia, el Gobierno de Joe Biden ha organizado conjuntamente con China los siguientes intercambios: la Cumbre de Anchorage en marzo 2021, reunión entre el Asesor de Seguridad Nacional de EE.UU, Sullivan, y el Director Oficina de la Comisión de Asuntos Exteriores del PCCh, Yang Jiechi, en marzo 2022, diálogos entre ambos Presidentes en noviembre 2021 y marzo 2022, y conversación entre el Ministro de Defensa Nacional chino y el Secretario de Defensa estadounidense en abril 2022.
2 Los compromisos asumidos por los líderes chinos en la esfera del poder blando no se quedaron en el mero discurso. La influencia se realiza por diversas vías como los intercambios culturales, el otorgamiento de becas a estudiantes extranjeros en universidades chinas, el establecimiento de Institutos Confucio en diversos países, la transmisión de programas chinos en televisoras foráneas y la publicación en sus principales medios de prensa de noticias en otros idiomas diferentes al chino -Global Times, Xinhua, Diario del Pueblo son algunos de ellos, con fuerte presencia en sus equipos de trabajo de personal extranjero-, el aumento de la conexión entre las economías nacionales mediante la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda, entre otros.
3 “Desde 2009, China continental ha superado a Estados Unidos y Europa para convertirse en el mayor socio comercial de la ASEAN. El valor total del comercio de bienes entre China y la ASEAN en 2020 alcanzó los 516.900 millones de dólares, lo que representa aproximadamente una cuarta parte (24,7%) del comercio exterior de la ASEAN. En 2019, la ASEAN superó a la Unión Europea de 27 estados miembros (UE-27) por primera vez para convertirse en el mayor socio comercial de China, representando el 14,7% del comercio en 2020” (Fung, 2022).
4 La Inversión Extranjera Directa (IED) de China aumentó un 65% durante la última década, desde un promedio anual de $ 6.9 mil millones USD en 2011–2015 a un promedio anual de $11.5 mil millones USD en 2016-2020, elevando la participación en la IED total en la ASEAN del 6,2% al 7,9% (ASEAN Secretariat & UNCTAD, 2021, pág. 47). Según las estadísticas, China es “la cuarta mayor fuente de IED entre los socios de diálogo de la ASEAN” (ASEAN, 2021).
5 Aproximadamente 375 mil civiles y militares están asignados al Comando Indo-Pacífico de los EE.UU. (U.S. Indo-Pacific Command, 2022), el cual posee su Cuartel General en Hawái. Las principales bases militares están ubicadas, por orden de importancia, en Japón, Corea del Sur, Guam, Australia y Filipinas. Actualmente, “más miembros de las fuerzas armadas estadounidenses están basificados en la región que en cualquier otra fuera de EE.UU.” (US National Security Council, 2022).
6 “La primera venta militar a la isla de Taiwán por valor de 750 millones de dólares en agosto de 2021, fue de 40 obuses autopropulsados Paladin M109A6 y 20 vehículos de suministro de municiones de artillería de campo M992A2. La segunda fue en febrero de 2022, un paquete de $ 100 millones que incluía equipos y servicios para apoyar la participación en el Programa de Servicios de Ingeniería Internacional Patriot y el Programa de Vigilancia de Campo (FSP) durante cinco años, para mantener y mejorar el sistema de misiles de defensa aérea Patriot. La tercera es un paquete estimado de $ 95 millones que incluye equipos y servicios para mantener el sistema de defensa antimisiles que EE.UU. exportó a la isla” (Wang, 2022).
7 Otorgará becas a estudiantes de diferentes países en el área, creando así espacios para ejecutar una labor de influencia ideológica sobre los futuros líderes de la región
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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