Recuerdo de un creador y Canciller de la Dignidad:
Raúl Roa García1

Memory of a creator and Chancellor of Dignity: Raúl Roa García

 

Dr. C. Oscar Oramas Oliva

Doctor en Ciencias Históricas. Ex diplomático cubano. Escritor. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). La Habana, Cuba. oscaroramasoliva1@gmail.com 0000-0003-3937-9727

 

Recibido: 12 de mayo de 2022

Aprobado: 12 de julio de 2022

 

Manantial inagotable de sabiduría del que hay que beber cada día, agua limpia del río de vida. Poseedor de una extensa obra literaria y periodística. Historia de las doctrinas sociales constituye su aporte historiográfico más importante del pensamiento social, libro de cabecera para todo hombre que debe utilizar esas herramientas, y tanto, esencial para nuestros diplomáticos.

El Fuego de la Semilla en el Surco, Bufa Subversiva, La Revolución del 33, Aventuras, Venturas y Desventuras de un Mambí, Retorno a la Alborada, entre otras obras, jalonan los testimonios de fecunda vida. Muestran, con todo esplendor, verticalidad en los principios, antimperialismo consecuente, ideas de un marxista de pura y criolla cepa, lo cual caracterizó su quehacer de maestro de revolucionarios y diplomáticos cubanos.

Al conmemorase el 110 aniversario del revolucionario, pensador sin par, y hombre de cultura enciclopédica, los que fuimos sus discípulos en esa gran escuela que es el Minrex, le rendimos el homenaje al que se hacen acreedores los grandes de la Patria.

Desde los primeros días del primero de enero de 1959, los hombres de paja de los Estados Unidos en la patria de José Martí y su embajada, empezaron a intrigar y a sabotear el proceso de desarrollo de la Revolución. Les asustaba que sus dirigentes y el propio pueblo pensaran en la necesidad de avanzar en lo social y en la verdadera emancipación política de Cuba. Ahí están los hoy desclasificados documentos de las administraciones norteamericanas para probar estos asertos, los cuales tenían su reflejo en la llamada «Organización de Estados Americanos». Por eso Roa señaló el 17 de marzo de 1959 y cito: « Esta Revolución que corona los seculares e ingentes empeños del pueblo cubano por alcanzar su plenitud de albedrio y aflora y desenvuelve en una coyuntura universal de mutaciones más profundas y vastas que las que singularizaron el tramonto del imperio romano y el alba de la modernidad, dimana su razón original de ser, de los requerimientos específicos y generales, de la dinámica histórica de un país americano de economía subdesarrollada, de organización semifeudal de la tierra, de concepción patrimonial de poder, de agudos desniveles sociales, de abandono de la enseñanza pública y de tradicional servidumbre a dictadores e intereses ajenos en su desarrollo interno y en su política internacional, fuente de grave complejo de inferioridad colonial que ha venido aquejándole desde la constitución d la República».

Cuando Goliat intentaba estrangular a David en su Ministerio de Colonias, es decir la OEA, la conciencia del pueblo cubano se hizo sentir en la voz de Raúl Roa García, cuando dijera, en día memorables en San José Costa Rica, «Me voy con mi pueblo y con mi pueblo se van también los pueblos de nuestra América».

La dignidad de este heroico, enérgico y viril pueblo se hizo sentir con hidalguía cuando fuimos invadidos por mercenarios a sueldo del imperialismo yanqui en las arenas de Playa Girón, y es ese el momento en que Raúl Roa, a nombre de Cuba, dijera en las Naciones Unidas: «Yo acuso, solemnemente al Gobierno de los Estados Unidos ante la Comisión Política y de Seguridad de las Naciones Unidas y la conciencia pública internacional, de haber desatado contra Cuba una guerra de invasión para apoderarse de sus recursos, tierras, fábricas y transportes, y retrotraerla a su oprobiosa condición de satélite del imperialismo norteamericano». Hoy lo repetimos con Canciller de la Dignidad, nunca más seremos satélites de nadie.

Roa era martiano en esencia, y cuando el pueblo lo bautizó como Canciller de la Dignidad, tenía en la mente aquella frase que escribiera el Apóstol en el folleto Guatemala, en 1877 y publicado en México en 1894: «La dignidad es como la esponja: se le oprime, pero conserva siempre su fuerza de tensión. La dignidad nunca se muere». Y sin dudas esa fue su visión de la dignidad. Ese es uno de sus legados más descollantes y por siempre de mayor vigencia.

En los días luminosos y triste de la Crisis del Caribe, la voz de Cuba, en labios del digno canciller Raúl Roa, hizo triza las farisaicas imputaciones que el entonces embajador norteamericano, Adlai Stevenson, tratara de blandir contra la revolución cubana. Tirios y troyanos fueron sorprendidos por las candentes verdades expresadas por Roa en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Hoy más que nunca, cuando cambian las circunstancias en torno a Cuba, cuando se modifican las tácticas, pero no los fines de querer liquidar la revolución de la dignidad nacional, todos los que amamos la tierra de Maceo, Martí y Fidel, debemos armarnos de pensamientos para enfrentar a los que continúan planeando liquidar nuestra soberanía nacional por otros medios. Es la hora de afilar nuestras conciencias, apertrechar con conocimientos las mentes, y hacer del estudio de la historia de Cuba el pan nuestro de cada día.

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Recuerdo con gratitud que en el Minrex nos enseñó a reflexionar y a utilizar las herramientas del pensamiento marxista para analizar los fenómenos políticos con todo rigor. Nos educó en el examen de conjunto de los temas políticos en un ambiente fraternal, sin dogmatismo, ni aspavientos. Pensar con cabeza propia fue una de sus mayores enseñanzas. Hizo del Minrex una gran escuela, capaz de seguir e implementar las estrategias de política exterior que trazaban el comandante en jefe Fidel Castro Ruz y el Che. La gratitud a Raúl Roa y a los próceres reclama de todos seguir el camino luminoso trazado por ellos, y no confiar en el imperialismo ni tantico así, como nos enseñó el Che.

notas

1 Publicado en revista Política Internacional (2017). Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, La Habana. Edición Semestral. No. XXVI. Enero-Junio, pp. 132-134