Roa y una ciencia política desde el sur1

Roa and a political science from the south

Dra.Cs.Thalía Fung Riverón

Doctora en Ciencias. Doctora en Ciencias Filosóficas. Profesora Titular, Consultante y de Mérito de la Universidad de La Habana. Cuba. thaliafung2022@gmail.com 0000-0002-0877-9288

 

Recibido: 2 de mayo de 2022

Aprobado: 14 de julio de 2022

 

Si algún científico de la política en Cuba constituye un antecedente valido para una ciencia política desde el sur, ese es Raúl Roa García. A lo largo del proceso revolucionario cubano, en particular desde el surgimiento del Movimiento 26 de Julio como fuerza emergente de la sociedad civil, primero contra el gobierno dictatorial de Batista -gobierno que nunca fue condenado, rechazado, ni cuestionado por los organismos internacionales- y, a posteriori, desde el gobierno provisional revolucionario, contra el propio sistema político cubano. Ese sistema de similar estructura y funciones a los paradigmáticos a los euronorteamericanos difundidos por el pensamiento único, ya en la época habían preanunciado una crisis por la desaparición de los cuerpos legislativos elegidos, la conminación a los jueces a jurar los estatutos constitucionales dictados por el gobierno golpista, por la desprogramatización de los partidos, por la inestabilidad y falta de gobernabilidad generadas por esas acciones ilegítimas, y por la resistencia de las masas populares, encabezadas por las acciones del Ejército Rebelde y el movimiento clandestino.

El movimiento, dirigido por Fidel Castro, produjo un cambio que devino esencial en la relación sociedad civil-estado, con lo cual se afectaba esencialmente el sistema político.

La propia formación del germen del nuevo estado en las zonas liberadas con características identitarias referidas a una revolución en un país subdesarrollado, que se realizaba, por primera vez, en el hemisferio occidental, constituía una fuente práctico-teórica de un enfoque nuevo, alternativo.

Tal escenario había tenido antecedentes plurales. El pensamiento de Lenin exigía que la ciencia política debiera ser conocida por los jefes, los cuadros y las masas, ya que el capitalismo se encontraba históricamente muerto, pero políticamente muy bien vivo. Entre esos antecedentes plurales destaca Roa por una dialéctica política que se basaba en una impresionante erudición en aspectos varios de la cultura universal, en una tradición de cubanía que se encontraba en los independentistas a través de su familia cercana, una originalidad de pensamiento que transparentaba su impronta en un verbo fluido, chispeante y diverso.

No conoció a Lenin en profundidad, no obstante, parecía que había asimilado su dialéctica política al comprender la necesidad constante del cambio en los procesos revolucionarios, por lo cual , aunque en su primera etapa lo identifica de modo erróneo, con acciones políticas de Stalin y del stalinismo, poseyó

la cualidad de comprender la tesis epistemológica y de filosofía política de Marx, de la lógica especial del objeto especial, lo que se expresa, por ejemplo, en no confundir las medidas mundiales de la III Internacional y la validez del frente antifascista, en no rechazar a los comunistas, aunque disintiera de la política de Moscú. No hay tampoco que minusvalorar, en su formación teórica, el papel de la dialéctica política de Martí, tan caro a Roa.

Su singularidad lo hacía marxista por la necesidad del cambio de la sociedad que lo entornaba, aunque la cubanía de la que formaba parte su formación revolucionaria podría calificarse como la ideología preeminente de Roa en su primera etapa, donde el cientista político precede-sucede-revisa-reconstruye-construye diversos escenarios desde la revolución del 30 hasta integrarse a un cargo gubernamental en la Dirección de Cultura, liderada por su amigo Aureliano Sánchez Arango.

Nadie discutiría a Roa la condición de cientista político, ya que se inscribe en privilegiar el comportamiento político en el análisis; pero a diferencia de la ciencia política occidental, toma en cuenta la ética -en su caso, la de Martí- y la historia del problema en cuestión, por lo cual se distancia del positivismo y neopositivismo epistemológicos diseminados y altamente evaluados desde el Círculo de Viena.

Ambos elementos son indispensables en una ciencia política alternativa a la actualmente en boga que, a pesar de ello, acusa un progresivo deterioro, aun en el criterio de algunos de sus más connotados cultivadores.

1

En su obra, como en la de muchos cientistas políticos occidentales, no se excluye las valoraciones de la filosofía política. Este hecho es común. Aquella se encuentra muchas veces tras las bambalinas; pero siempre presente, solo que con el cambio que proponemos de sujeto y de protagonistas, actuado por Roa, implica un fundamento y una mirada diferente. Su dominio erudito de la filosofía lo lleva a ser calificado como filósofo, aunque en la dimensión del cientista político, es decir, la instrumentación de la transformación a la que llama Marx en la XI tesis sobre Feuerbach, lo que identifica a Roa.

A pesar de su breve período en el gobierno imperante antes del triunfo de la revolución, en las funciones ya referidas de director de Cultura, sus acciones no buscan favorecer la estabilidad y gobernabilidad de Prío, sino aumentar la cultura general de las masas, acercarlas al valor de la expresión artística, a otro mundo del cual eran sistemáticamente excluidas. Aun dentro del propio gobierno encuentra un arma para hacer avanzar masivamente el hecho artístico y una nueva forma de apreciarlo. Cuando consideró esa posibilidad agotada o en deterioro, no dudó en renunciar. Fue en esa etapa más marxista y aun leninista que nunca antes, en no comprometerse con ninguna forma de lucha, sino a atenerse a las que dictaba cada escenario. Podríamos considerar que Roa poseía una precisión flexible, necesaria para una dialéctica de la ciencia política, una inconmovible valoración ética de los procesos, un análisis profundo de la historia local, nacional y hemisférica, y un sentir revolucionario acendrado, casi genético. Por todas estas consideraciones lo apreciamos como un antecedente de una ciencia política desde el sur, que excluye el mimetismo, el seguimiento acrítico de los grandes nombres, las macroperiodizaciones donde el occidente ocupa el papel paradigmático y rector; que valora las emergencias desde la sociedad civil, desde el sur político, cuya epistemología y metodología asumen como punto de partida el enfoque de los pueblos oprimidos , de los macrosujetos universales, de los cambios esenciales, tecnocientíficos y sociales en función de una sociedad nueva, y que privilegió el comportamiento de los nuevos actores como decisorios en los actuales escenarios.

De su actuación como Canciller de la Dignidad en el torrente de la revolución cubana, podríamos abstraer nuevas reflexiones sobre las relaciones internacionales, la política exterior y la diplomacia para una alternativa de las teorías establecidas, en especial al formarse una cada día más activa y decisoria sociedad civil internacional, y al entrar la naturaleza como actor en el sistema global.

Notas

1 Publicado en revista Política Internacional (2008). Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, La Habana. Edición Semestral. No 11. Julio-Diciembre, pp. 165-167