Homenaje a Raúl Roa1

Tribute to Raul Roa

Lic. Raúl Roa Kouri

Licenciado en Psicología social. Presidente de la Cátedra Raúl Roa García del Instituto Superior de Relaciones Internacionales, “Raúl Roa García”. La Habana, Cuba. Exdiplomático cubano. Escritor y miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). raulroakouri@gmail.com 0000-0002-2493-3476

 

Recibido: 2 de mayo de 2022

Aprobado: 22 de julio de 2022

 

RESUMEN En el artículo se brinda una aproximación a la trayectoria intelectual y revolucionaria de Raúl Roa García, una de las figuras más prominentes del panorama insular, a lo largo de la centuria pasada. Se examinan, desde ese ángulo, varias de sus contribuciones más destacadas en el plano de las ideas. De igual forma se pondera el alcance de sus contribuciones como escritor y profesor universitario, así como en el desempeño de importantes responsabilidades después del triunfo revolucionario. En esa dirección, sobresalen las apreciaciones vinculadas con su labor como Ministro de Relaciones Exteriores, tarea a la que se consagró con inigualable pasión y en la cual alcanzó extraordinarios resultados. La distinción que le otorgara su pueblo de “Canciller de la Dignidad” representa, en este sentido, la más elevada demostración de su ascendencia, en el imaginario popular, para todos los tiempos. Se reconoce, asimismo, la impronta de Roa en el entramado internacional, particularmente en las épicas batallas que libró, a nombre de Cuba, en la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Palabras claves: historia, pasión, cubanía, espíritu de lucha, coherencia

ABSTRACT The article provides an approach to the intellectual and revolutionary trajectory of Raúl Roa García, one of the most prominent figures on the insular panorama throughout the past century. Several of his most outstanding contributions in terms of ideas are examined from this angle. In the same way, the scope of his contributions as a writer and university professor is weighed, as well as his performance in important responsibilities after the revolutionary triumph. In that direction, the valuations related to his work as Minister of Foreign Affairs stand out, a task to which he devoted himself with unparalleled passion and in which he achieved extraordinary results. The distinction that his people granted him as "Chancellor of Dignity" represents, in this sense, the highest demonstration of his ascendancy in the popular imagination for all time. Likewise, Roa's mark on the international framework is recognized, particularly in the epic battles he waged on behalf of Cuba in the United Nations (UN).

Keywords: history, passion, cubanía, fighting spirit, coherence

 

INTRODUCCIÓN

Hace hoy 95 años exhaló Raúl Roa García sus primeros gritos —de rebeldía, pienso yo— por venir al mundo en la habanera calle de Carlos III cuando la República, ganada por los mambises en la manigua con el filo del machete, había sido vendida y traicionado el mandato de José Martí. Hijo de un humilde (por honrado) empleado público que vivió para servir a la Revolución como asesor del Ministro de Hacienda hasta los 81 años, en que consideró prudente jubilarse, y nieto de Ramón Roa, “hombre del 68”, poeta, escritor y soldado, que dejó indeleble impronta en el nieto.

Fue el abuelo mambí quien primero le inculcó el amor a la patria, por Agramonte, Gómez y Maceo, por los héroes de la “guerra grande” y de la gesta del 95, en sus paseos por La Víbora (Roa, 1970). Más tarde, halló en la biblioteca de su tío Jorge Roa y en la de Federico de Córdova, las obras de Varela, Luz y Caballero, José Antonio Saco y José Martí, que, junto a los clásicos de la lengua, en particular el Quijote de Cervantes, habrían de aguzar su apetito literario y acendrar su cubanía. Sin olvidar a Salgari y a Verne, que incendiaron su imaginación y poblaron sus sueños de feroces dayakos, pérfidos colonialistas, y visiones submarinas, cuando no selénicas.

DESARROLLO

Estudió bachillerato en la Academia Champagnat, de los Hermanos Maristas, pero aprovechaba cuanta oportunidad se le brindaba para futivarse de la escuela y coger, alborozado, el moroso tranvía hasta el puerto, la bahía, y la contemplación exaltada de los buques fondeados o la salida, con todo el velamen desplegado, por el estrecho canal que vigilan los fuertes del Morro y La Punta, de las goletas que hacían el cabotaje de la ínsula, cargadas de mercancías.

Ingresó a la Universidad de La Habana a tiempo para escuchar “la palabra violenta y magnética” de Julio Antonio Mella. Bajo la poderosa influencia de José Ingenieros, había iniciado este en 1923 el llamado movimiento de Reforma Universitaria, “enderezado a la renovación funcional, pedagógica y científica de la Universidad sobre una base democrática, que entrañaba la participación del alumnado en su gobierno”. La última vez que le vio hablar, en el histórico Patio de los Laureles, fue el 26 de noviembre de 1925. Al día siguiente sería arbitrariamente detenido y, como protesta, se declaró en huelga de hambre que conmocionó al estudiantado y a todo el pueblo. Rubén Martínez Villena fue su abogado; Gustavo Aldereguía su médico. Poco después de ser puesto en libertad, amenazado de muerte por la dictadura machadista, tendría que exiliarse en México (Roa, 1950).

Desde aquella fecha memorable, en que sintió que el corazón “le latía a la izquierda del pecho”, Raúl Roa escogió su camino, al lado de los estudiantes revolucionarios y de los trabajadores “de los pobres de la tierra”. Las ideas de Mella, que no eran sino las de Marx, Engels y Lenin, pero también de Martí, cuyo profundo sentido revolucionario había develado el joven líder, impactaron en la mente y la sensibilidad de Roa, que anudó entrañable amistad con Rubén Martínez Villena y engrosó las filas de la Universidad Popular “José Martí”, fundada por Mella, como profesor de Teorías sociales, figurando entre los primeros colaboradores de la revista antimperialista América Libre (Roa, 1964).

Su primer proceso político data, precisamente, de 1925, cuando suscribió el manifiesto titulado “El Monstruo asesina a Nicaragua”, con motivo de la intervención norteamericana en ese país y la heroica resistencia de Augusto César Sandino, el “General de Hombres Libres”. Fue, asimismo, uno de los dirigentes del vigoroso movimiento nacional de protesta contra la reforma constitucional que permitía la reelección de Gerardo Machado por un período de seis años.

Fundador del Directorio Estudiantil Universitario de 1930, estuvo entre los principales organizadores de la jornada del 30 de septiembre, redactando su “Manifiesto al Pueblo de Cuba”. Poco antes de aquella sonada tángana, en que por vez primera se mezclaran sangre estudiantil y sangre obrera, asesinado Rafael Trejo y heridos Isidoro Figueroa y Pablo de la Torriente Brau, había Roa conocido a Pablo en el bufete de Fernando Ortiz, enrolándole de inmediato para la acción del Directorio y anudando, según él mismo dijo, “la amistad más limpia, alegre y honda” de su vida.

Como resultado de discrepancias surgidas respecto de las concepciones y tácticas del Directorio, creó con Pablo, Gabriel Barceló, Ladislao González Carbajal, Aureliano Sánchez Arango, Manuel Guillot y otros compañeros (algunos de los cuales “se fueron a bolina” con la revolución del 30), el Ala Izquierda Estudiantil que propugnaba, junto al derrocamiento de Machado, la erradicación de las causas que engendraron la república neocolonial, la dominación económica y política del imperialismo yanqui (Roa, 1966).

La tarde en que se discutiría la separación del grupo del Directorio, Roa fue capturado, con casi la totalidad de este, en casa del periodista Rafael Suárez Solís, siendo recluido en el Castillo del Príncipe durante 105 días, etapa que recoge Pablo de la Torriente Brau en célebre reportaje. Como muchos de sus compañeros, Roa sufrió prisión en La Cabaña, la cárcel de Nueva Gerona y el Presidio Modelo, donde permaneció incomunicado un año y once meses.

Al ser liberado, se incorporó al Comité Ejecutivo del Ala Izquierda Estudiantil, desde donde combatió la “mediación” de Sumner Welles2 y participó en la organización y desarrollo de la huelga general que dio al traste con la dictadura. Fue el primer estudiante que entró en la Universidad de La Habana, el 12 de agosto de 1933, tomando posesión de ella. Esa mañana, desde la emisora de radio del Hotel Palace, denunció con Jorge Quintana el golpe de estado que fraguaron Welles y el ABC, y exhortó al pueblo a apoderarse del poder.

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Con visión no exenta de sectarismo —error que reconocería más tarde públicamente— se opuso, con el resto de la izquierda, al gobierno presidido por Ramón Grau San Martín, apoyado por el Directorio Estudiantil Universitario (DEU), al que la acción de Antonio Guiteras, como Ministro de Gobernación, dio una proyección nacional revolucionaria y antimperialista. Su artículo “Monganato, efebocracia y mangoneo” tuvo un efecto demoledor en aquella circunstancia y, por errar el tiro entonces, solo vio la luz de nuevo en Bufa Subversiva, su primer libro, de 1935 (Roa, 2006).

Tras el fracaso de la huelga de marzo de ese año, último intento desesperado del pueblo por recuperar el destino traicionado de la revolución del 33, Roa, quien había participado en su organización, se vio forzado a abandonar el país con Pablo de la Torriente Brau, radicándose inicialmente en Nueva York, donde ambos fundaron, con el concurso de Alberto Samuell, Gustavo Aldereguía, Carlos Martínez Sánchez y otros, la Organización Revolucionaria Cubana Antimperialista (ORCA), cuyas siglas apenas ocultaban el destino que para ellos merecían los que nuevamente habían traicionado a la patria, y su órgano, el periódico Frente Único, objetivo político por el cual trabajaron entonces con denuedo (Roa, 1976).

Aldereguía y Roa representaron a ORCA en la Conferencia de Frente Único, celebrada en Miami en 1936, conjuntamente con los representantes del Partido Revolucionario Cubano (auténtico), Joven Cuba, el Partido Comunista de Cuba, Izquierda Revolucionaria y el APRA, pero la intransigencia de Grau y la imposibilidad de lograr la aceptación de bases comunes para la revolución agraria, democrática y antimperialista que preconizaban las organizaciones de izquierda, malograron el intento.

En Tampa, la petición de José Z. Tallet y Judith Martínez Villena, escribió su famoso introito, “Una semilla en un surco de fuego”, a La pupila insomne, que recogía los poemas de Rubén. En esa pieza se revela, también, como uno de los renovadores de nuestra prosa, con imágenes de vibrante cromatismo, empleo desenfadado de lo popular junto a lo culto, a veces trasunto del modernismo —que no en vano había leído con fruición la obra de Martí y Rubén Darío— pero formando parte indiscutible de la vanguardia (Roa, 2008).

De regreso a la patria, colaboró con Ramiro Valdés Daussá, José A. Portuondo, Aldereguía y otros en los esfuerzos por aunar a la izquierda (el PC, las organizaciones democráticas y antimperialistas) con vistas a su participación en la Asamblea Constituyente de 1940. Más, en desacuerdo con la transacción que esta supuso, Roa mantuvo su posición insurreccional desde la revista Baraguá, que dirigía Portuondo.

Desde entonces fue, como él mismo se proclamaba, “un francotirador” de izquierda, sin unirse a partido alguno desde 1939, cuando participó en el Comité Organizador del Partido Izquierda Revolucionaria. En 1965 integró el Comité Central del PCC, fundado por Fidel y constituido por combatientes de las organizaciones que derrocaron la dictadura de Batista el 1ro de enero de 1959.

Raúl Roa obtuvo, por concurso-oposición, la cátedra de Historia de las Doctrinas Sociales en la Facultad de Ciencias Sociales y Derecho Público de la Universidad de La Habana, en 1940, ejercicio que enfrentó en la histórica colina a revolucionarios y reaccionarios, estos últimos partidarios de su opositor, el renegado y pro-nazi Raúl Maestri, con el apoyo del diario de la Marina, el Rector Cárdenas y miembros del claustro de profesores (Roa, 1941).

Su cátedra fue siempre hervidero de ideas. Ajeno, como era, al formalismo, la pose doctoral, y el egoísmo estéril, prefirió el murmullo de la colmena y el intercambio feraz con sus discípulos. Fue siempre asequible y gustaba conversar con los jóvenes, muchos de los cuales acudían desde otras facultades a sus seminarios y conferencias. Ocupó el decanato de la facultad cuando otros temían aceptarlo, para no enfrentarse al bonchismo batistiano de Jaime Mariné, pistolero a sueldo del régimen, que pretendieron enlodar la alta casa de estudios.

Jamás transigió con los enemigos de la Universidad por la que quebró lanzas en más de una ocasión, tanto en el Consejo Universitario, donde propuso reformas e intentó introducir ideas de avanzada, para crear la universidad a la altura del tiempo que soñó con Mella, Gabriel Barceló, Ramiro Valdés Daussá y otros compañeros del 30, como en la prensa y otras tribunas públicas. No en balde bautizó el nuevo edificio de nuestra Facultad con el nombre del Apóstol, nombró Manuel Sanguily a su teatro, instaló el busto del Titán de Bronce en su vestíbulo y sugirió el de Pablo de la Torriente Brau como nombre de nuestra Asociación de Estudiantes de Ciencias Sociales y Derecho Público, que inauguró junto a su presidente, Juan Nuiry Sánchez, en 1956.

Por eso me pareció justo que sus restos fueran velados en el Aula Magna, aunque la figura de Roa había trascendido la universidad e incluso la frontera de la patria, al convertirse en paladín de la Revolución cercada y agredida de los años iniciales, en su canciller de la dignidad y fiel intérprete del pensamiento revolucionario, socialista y liberador de nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro.

Muchos fueron sus aportes: en la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, que ocupó de 1949 a 1951, dotó al país de una política cultural, “al margen de grupos, capillas y sectas” para “servir a la nacionalidad cubana y a los valores del espíritu”, porque, decía, “en el ámbito de la cultura caben, como en un prisma, la refracción de todos los colores” y no importa el “significado de esos colores” sino “que esos colores tengan significado”. Y reivindicaba “el derecho a la herejía (que) es ala y raíz de todo progreso cultural y humano”, puesto que “sin libertad de expresión, la capacidad creadora se agota, languidece y marchita”, y ello, sin olvidar que “la cultura es un proceso socialmente condicionado (y) expresa, en consecuencia, el sentido de la constelación dominante en cada ciclo de la historia” (Ramos, 2016).

Como pensador político y revolucionario, martiano y marxista, dejó una obra que algunos historiadores de extraño pelaje excluyen de la historiografía marxista cubana, olvidando (no sé si interesadamente) que desde sus años mozos libró una batalla ideológica contra la reacción, la ideología burguesa y el plattismo, como evidencia su carta a Jorge Mañach de 1931 —en la que abrevaron muchos revolucionarios de entonces y de nuestra época—; como se desprende de la lectura de Bufa subversiva, Aventuras, venturas y desventuras de un mambí y de El fuego de la semilla en el surco, por citar solo tres de sus libros, o de la polémica con Ramón Vasconcelos en 1948, “Escaramuza en la vísperas”. Y, obviamente, de su poco reeditada Historia de las Doctrinas Sociales (Roa, 2001), señalada por Fidel como una de las lecturas que influyó en su formación en sus días de estudiante.

No debe olvidarse que Raúl Roa significó, para nuestra generación universitaria, la de José Antonio, Fructuoso, Machadito, Joe Westbrook, Faure Chomón, René Anillo, Juan Nuiry y tantos otros —como afirmara Julio García Olivera—, lo que Enrique José Varona para la generación del 30.

Por eso, cuando entró en este ministerio, en junio de 1959, llegó con él la Revolución de Fidel. Salieron aquellos diplomáticos de vieja usanza que no dudaron en servir a los gobiernos de turno, incluida la dictadura batistiana permaneciendo solo algunos patriotas verdaderos, e ingresaron los jóvenes que hasta hacía no más escasos meses habían combatido la tiranía desde las filas del M-26-7 y el DR-13 de Marzo, compañeros del Partido Socialista Popular (PSP) y de la Juventud Socialista Popular.

En diciembre de ese mismo año, el Gobierno Revolucionario, al aprobar la ley orgánica del nuevo Ministerio de Relaciones Exteriores, estaba sancionando algo más que un nombre diferente: daba vida al órgano que, desde entonces, ha sido ejecutor genuino de la política exterior de la Revolución y su principal artífice, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

CONCLUSIONES

Hoy, que nuestro pueblo, bajo la guía infatigable del jefe de la Revolución, libra nuevas batallas internacionales contra el imperialismo norteamericano, bajo un feroz bloqueo económico, comercial y financiero que dura ya casi 43 años, en un mundo bipolar que el hegemonismo yanqui pretende someter a la globalización neoliberal, al pensamiento único de sus monopolios transnacionales, fabricantes de una subcultura embrutecedora y desnacionalizadora derrochadora de los recursos naturales del mundo y enemiga de la identidad cultural, la soberanía y la independencia de nuestras naciones; cuando libramos una gigantesca batalla de ideas y por el retorno de nuestros cinco héroes prisioneros del imperio, cuando convertimos en realidad el apotegma martiano de “ser cultos para ser libres” y brindamos nuestra solidaridad internacionalista a pueblos de África y de nuestro hemisferio; mientras fortalecemos la economía y defendemos las conquistas del socialismo, y el destino socialista mismo de nuestra patria, el recuerdo del ejemplo combativo, culto, revolucionario y comunista de Raúl Roa nos llena de orgullo y sirve de acicate para continuar la brega, que solo se coronará con el triunfo del socialismo y el comunismo en todo el mundo.

Porque Raúl Roa García, nuestro inolvidable “canciller de la dignidad”, es de los muertos que sigue dando luz, de los revolucionarios que siguen siendo útiles aún después de muertos.

Notas

1 “El 18 de abril de 2002 se cumplieron 95 años del nacimiento de Raúl Roa, quien fuera el iniciador de nuestra revista cuando se desempeñaba como ministro de relaciones exteriores (1959-1976). En esa ocasión, los trabajadores del Ministerio le rindieron un cálido homenaje, siendo develada una placa de bronce en la que figura un pensamiento suyo. Su hijo, el embajador Raúl Roa Kourí, leyó las palabras que hoy incluimos en este número inicial de la nueva época de Política Internacional, en recuerdo de nuestro fundador”. Publicado en revista Política Internacional (2003). Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, La Habana. Edición Semestral. Vol. 1. No. 1. Enero-Junio, pp 7-13.

2 Embajador de Estados Unidos enviado por Franklin D. Roosevelt para “mediar” entre el dictador Gerardo Machado y la oposición burguesa y evitar el triunfo de las fuerzas revolucionarias de izquierda.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Ramos, D. (2016). Ni juramentos ni milagros. Raúl Roa en la cultura cubana. La Habana: Editorial UH.

Roa, R. (1941). Mis oposiciones. La Habana: Editorial Alfa.

Roa, R. (1950). 15 años después. La Habana: Editorial Librería Selecta.

Roa, R. (1964). Retorno a la alborada. Las Villas: Dirección de Publicaciones de la Universidad Central de Las Villas.

Roa, R. (1966). Retorno a la alborada. Las Villas: Dirección de Publicaciones de la Universidad Central de Las Villas.

Roa, R. (1970). Aventuras, venturas y desventuras de un mambí en la lucha por la independencia de Cuba. México D.F.: Siglo Veintiuno.

Roa, R. (1976). La Revolución del 30 se fue a bolina. 3era Edición, revisada y aumentada. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.

Roa, R. (2001). Historia de las Doctrinas Sociales. La Habana: Ediciones La Memoria. Centro de Cultural Pablo de la Torriente Brau.

Roa, R. (2006). Bufa subversiva. La Habana: Ediciones La Memoria. Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau.

Roa, R. (2008). “Prólogo”. En Rubén Martínez Villena. La Pupila insomne. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.