Raúl Roa y Jorge Mañach. Actualización de una polémica1
Raúl Roa and Jorge Mañanch. Updating a debate
Dra. C. Carmen Gómez García
Doctora en Ciencias Filosóficas. Doctora en Filosofía y Letras. Profesora Titular de la Facultad de Filosofía de la Universidad de La Habana. Cuba rpi@isri.minrex.gob.cu 0000-0002-8237-1547
Recibido: 2 de mayo de 2022
Aprobado: 12 de julio de 2022
RESUMEN Dado su fogoso temperamento, Raúl Roa, el Canciller de la Dignidad, no solía dejar pasar planteamiento alguno que fuese considerado injusto o lesivo a los intereses revolucionarios, sin combatirlo con su pluma en ristre. En sus debates polémicos, tenía a su favor su brillante y aguda inteligencia, y una amplia y profunda cultura, además de una extraordinaria habilidad para encontrar las aristas esenciales y definitorias del problema objeto de debate, y proyectarlas con sólidos y contundentes argumentos. En la polémica con Jorge Mañach, intelectual cubano que despliega su labor entre los años 20-60, queda a relieve su peculiar estilo, donde se aprecia, junto a un lenguaje pulido y culto, expresiones populares que le dan a su prosa un criollísimo sabor.
Palabras claves: Jorge Mañach, Raúl Roa, Polémica, Debate, Revolución, Canciller de la Dignidad
ABSTRACT Given his strong temperament, Raúl Roa, the Chancellor of Dignity, did not usually miss a chance to point out statements considered unjust or harmful to the revolutionary interests, by fighting it with his pen and speech. In his polemic debates, he had in his favor his brilliant and sharp intelligence and a vast culture, as well as an extraordinary ability to find the essential and defining edges of the problem under debate, and to project them with solid and compelling arguments. In his polemic with Jorge Mañach, a Cuban intellectual who worked between the 1920s and 1960s, his peculiar style is highlighted, in which one can appreciate, together with a polished and educated language, popular expressions that give his prose a rich Cuban flavor.
Keywords: Jorge Mañach, Raúl Roa, Polemic, Debate, Revolution, Chancellor of Dignity
INTRODUCCIÓN
Raúl Roa García fue un intelectual, político y diplomático cubano que nació el 18 de abril de 1907. Su labor revolucionaria se inició desde sus primeros años de vida. En 1927, conoció a Rubén Martínez Villena y junto a él participó, unido a otros jóvenes antimperialistas y revolucionarios en la Universidad Popular José Martí y la Liga Antimperialista. En ese mismo año se hicieron notables sus colaboraciones en la revista Avances y Orto. En 1931 ingresó al Ala Izquierda Estudiantil. Participó destacadamente en la huelga de 1933, que derrotó a la tiranía de Gerardo Machado.
Con otros jóvenes como Pablo de la Torriente Brau, fundó la Organización Revolucionaria Cubana Antimperialista (ORCA) en 1935. Su verbo y su pluma estuvieron junto a las luchas antisistémicas de nuestro pueblo. Acompañó momentos cumbres como el ataque a Girón, la Crisis de Octubre, las reuniones de la OEA y de la ONU desde posiciones marxistas que contribuyeron a la formación y cristalización de nuestro sentipensar.
Desde 17 de julio de 1959 al 2 de diciembre de 1976 fungió como Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, sucediendo a Roberto Agramonte, cuyos servicios diplomáticos habían acompañado a la dictadura de Fulgencio Batista.
Jorge Mañach (1898-1961) fue un intelectual escritor, periodista y ensayista cubano, autor de Martí, el Apóstol, obra biográfica sobre José Martí.
Fue un miembro activo del Grupo Minorista de jóvenes intelectuales. En fecha tan temprana como 1923, participó en su primera actividad política, la «Protesta de los Trece», contra la corrupción del gobierno de Alfredo Zayas. Participó en la revolución de 1933 y en las luchas contra la dictadura de Batista.
Inconforme con los postulados de la Revolución Cubana, emigró a Puerto Rico y falleció en San Juan en 1962.
La polémica entre Raúl Roa García y Jorge Mañach matizó aquellos años de lucha, donde las corrientes políticas se enfrentaban a debate no solo escrito, sino en pugna como un abanico de opciones que se desplegaba como posibilidades ante la inoperancia de los gobiernos de turno.
Desde entonces el verbo de Roa despuntó locuaz, con una inteligencia sagaz y un gran dominio de su lengua materna y la cultura popular cubana.
El presente ensayo tiene como objetivo presentar los momentos cumbres de esa polémica donde ineludiblemente triunfó la corriente marxista sostenida por el Canciller de la Dignidad.
DESARROLLO
Juan Marinello, el prestigioso ensayista e intelectual revolucionario, gloria indiscutible de las letras cubanas, en la entrevista que le hiciera Luis Báez, poco antes de su fallecimiento, al indagar sobre la opinión que le merecía Raúl Roa, le contestó: “Roa es, sobre todo, excepcional en lo que es su especialidad: la polémica. Como hombre polémico es el más destacado” (Valdés, Gómez, 2004, 185).
Y me parece que estuvo acertado nuestro martiano mayor, sobre todo si se tiene en cuenta el número de polémicas que Roa entabló a lo largo de su vida, en las que puso de relieve su amplísima cultura y su aguzada inteligencia.
Dado su fogoso temperamento no podía dejar pasar planteamiento alguno que hiriera su sensibilidad por considerarlo injusto o lesivo a los intereses revolucionarios, sin salirle al paso para combatirlo con la pluma en ristre como moderno caballero andante. En sus debates polémicos tenía a su favor no solo las cualidades que ya se han señalado -brillante y aguda inteligencia, y una amplia y profunda cultura adquirida en sus múltiples lecturas y en los diversos avatares de su agitada vida-; poseía además una extraordinaria habilidad para encontrar las aristas esenciales y definitorias del problema objeto de debate, y ponerlas ante los ojos de su contrincante con sólidos y contundentes argumentos.
Es precisamente en la polémica donde mejor se revela el peculiar estilo que caracteriza su ágil prosa periodística. En ella puede apreciarse, junto a un lenguaje pulido y culto, expresiones populares que le dan a su prosa un criollísimo sabor. Es frecuente encontrar en un mismo artículo frases que revelan una cultura refinada como «quemar las naves» o «talón de Aquiles», junto a otras de criollísimo sabor como «volar el turno» o «arrasar con la quinta y con los mangos». Su lenguaje polémico solía ser irónico, mordaz y, en ocasiones, hiriente, sin que dejara de asomar, cuando el caso lo requería, la sabrosa guasa criolla, en cuyo manejo era un maestro. Las polémicas sostenidas por Roa fueron muchas. En mi criterio son de destacar las que sostuvo en la ONU con los representantes del gobierno de Estados Unidos en ese foro internacional -entre ellos Adlai Stevenson- siempre en defensa de la revolución cubana. En ellas los puso en ridículo en más de una ocasión, pues no podían ripostar sus sólidos argumentos cargados de irónicas frases y verdades irrebatibles.
Merece también citarse la que sostuvo con Pilar Jorge de Tella, una distinguida dama presidenta del Club Femenino, luchadora a favor de los, derechos de la mujer trabajadora, de las madres solteras y los llamados, hijos ilegítimos, pero de ínfulas aristocratizantes, quien en un artículo publicado en la revista Carteles llamaba a la mujer cubana a luchar con las uñas y con los dientes, si fuera necesario, contra el comunismo internacional, y emitía además frases despectivas contra los luchadores marxistas que sacrificaban sus vidas en aras de la justicia social, a los que atusaba de ser desaseados y faltos de elegancia. Es quizás uno de sus alegatos más emotivos el que Roa escribe en respuesta a sus injustificadas injurias. De él tomaré un pequeño fragmento: «No confunda la sociedad comunista con la lucha heroica y diaria por realizarla. El militante abnegado carece de tiempo para pensar en sí mismo. La pugna es tan absorbente que el individuo llega un momento en que vive a contrapelo de las más elementales necesidades: se autosuplicia para que el sufrimiento, la injusticia y el hambre desaparezcan del mundo, a expensas de innumerables hombres de temple iluminado que lo regalan todo para que el futuro sea distinto [...]. Yo he visto, con el corazón estrujado, a Rubén Martínez Villena, que usted conoció, quemar jubilosamente sus pulmones en la brega diaria, y he visto a Gabriel Barceló morir prematuramente por subordinar su salud precaria al triunfo de la causa por la que luchó» (Valdés, Gómez, 2004, 180).
También es muy notable la polémica sostenida con el destacado periodista Ramón Vasconcelos, quien en un artículo publicado en 1947 en la revista Bohemia «La revolución que no se ha hecho» vitupera a los hombres de la generación de la década de los treinta. Roa le sale al paso decididamente y le demuestra a su ilustre contrincante que, si bien hubo algunos de los miembros de esa generación que renegaron de sus ideales, hubo muchos que sufrieron sin claudicar persecuciones, destierros y cárceles, sin faltar aquellos que no vacilaron en ofrendar sus vidas por la causa, como Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y Gabriel Barceló, entre otros. Precisó además que esa generación cumplió con el cometido que a ella correspondía: «transfundirse en realidad histórica, a la altura del tiempo, a los principios revolucionarios que las generaciones usufructuarias del legado mambí desconocieron y hollaron» (Valdés, Gómez, 2004, 180).
Fueron los años correspondientes al proceso revolucionario de la década de los treinta un medio propicio para que se desarrollaran en él polémicas ardientes en las que se enfrentaron los diferentes criterios esgrimidos entonces acerca del carácter y el alcance de ese proceso. De una parte, se encontraban los revolucionarios, aquellos que sostenían que este no debía limitarse a derrocar la tiranía machadista, sino aprovechar la crisis económica y política existente para librar al país de la dominación imperialista, y del otro los reaccionarios, quienes limitaban la lucha al derrocamiento de Machado. En el primer grupo descuella, entre otros, Raúl Roa, quien en más de una ocasión se enfrentó a uno de los representantes de más relieve por sus condiciones intelectuales dentro del otro grupo, Jorge Mañach, graduado de una universidad de mucho prestigio en Estados Unidos, escritor reconocido de fácil pluma, autor, entre otras cosas, de un ensayo de gran calidad literaria -Indagación del choteo-, muy bien valorado por la crítica.
Si bien los méritos intelectuales y literarios de Mañach no se pueden desconocer, tampoco pueden ignorarse sus debilidades en el plano político. Aunque se enfrentó a la tiranía machadista y estuvo en ella junto a los estudiantes y, en algunos momentos mantuvo posiciones de avanzada dentro de la intelectualidad por su participación en la Protesta de los Trece y en el Grupo Minorista, ambos liderados por Rubén Martínez Villena, y formar parte del grupo de dirección de la Revista de Avance, a cuyo frente se encontraba el intelectual revolucionario Juan Marinello, quien desempañara un importante rol en el plano cultural del país, no supo, o no pudo, mantenerse firme y sin claudicar en lo político a lo largo de aquel proceso.
En los momentos más arduos de la lucha fundó, junto a otras personalidades destacadas, un partido político, el ABC, cuyos fundamentos eran racistas y proimperialistas, el que desempeñó un papel denigrante en el proceso de la mediación en la que el enviado de Estados Unidos, Sumner Welles, quiso involucrar a los revolucionarios cubanos para lograr un entendimiento entre Machado y la oposición que permitiera al tirano evadir la justicia revolucionaria y, al mismo tiempo, evitar que el proceso culminara con la liberación del país de la dominación imperialista. De los elementos combatientes fueron el Directorio Estudiantil Universitario (DEU) y el ABC los que se sentaron a dialogar con Sumner Welles y en definitiva contribuyeron a que el proceso se frustrara, y a que el tirano pudiera salir del país sin rendir cuenta por sus numerosos crímenes.
El propio Roa se refiere a sus frecuentes enfrentamientos con Mañach que tanto molestan a su adversario, quien piensa que él se pasa la vida «cazando la oportunidad de detractarlo gratuita y solapadamente» (Roa, 1964, 141) y precisa a continuación: «Ni Mañach es un aura tiñosa ni yo soy su pitirre [...]. Reconozco, orgullosamente, que no he perdido coyuntura alguna de salirle al paso, y cada vez que lo he hecho -y podría numerarlas- ha sido por motivos exclusivamente políticos» (Roa, 1964, 141).
Y reitera más adelante: «Mañach tiene en mí -tendrá siempre en mí un tanto no varíe radicalmente su postura política y humana- un adversario irreductible, no un enemigo gratuito al acecho de la coyuntura propicia para clavarle la puñalada alevosa. Si algún valor político tienen mis pronunciamientos reiterados contra él, es que constituyen y seguirán constituyendo un aporte militante a la lucha de la revolución contra la reacción en la que él ha figurado y figura con acusado relieve» (Roa, 1964, 152).
La primera de las polémicas que se producen entre Roa y Mañach ocurre en 1931 en relación con un artículo publicado por Porfirio Pendás en Línea, el periódico del Ala Izquierda Estudiantil. El artículo se titula «Glosando glosas», y hace referencia a una sección que Mañach publicaba en el Diario de la Marina. Pendás no se caracterizaba precisamente por su talento ni por su dominio de la teoría marxista, y Mañach lo hace fácil víctima de su superioridad intelectual. Es entonces que Roa le sale al paso con un carta polémica -«Reacción versus revolución»-, escrita en su cama de enfermo en el Hospital Militar, donde guardaba prisión.
Desde el principio plantea la cuestión en sus justas dimensiones. No se trata -explica- de una polémica más; «es el duelo sin cuartel entre la vieja y la nueva mentalidad, que viene a corresponder en rigor al “alma desencantada” de José Ortega y Gasset y el “alma encantada” de Romain Rolland» (Roa, 1931).
Le señala a su adversario que él es el representante genuino de una cultura y de un determinado momento histórico. Por ello insiste: «Tu lenguaje y tu ideario reflejan tu posición contemplativa y cauta, así nuestro ideario y nuestro lenguaje reflejan la nuestra, beligerante, afirmativa, revolucionaria, incompatible por eso con la ambigüedad, el oportunismo, el flirt y el criollísimo nadar entre dos aguas» (Roa, 1931).
Le hace observar a Mañach que es «confusionismo político» plantear como él lo hace la existencia de minorías revolucionarias por encima o al margen de la lucha de clases, lo cual no se puede «tapar con la pluma» como pretenden hacer algunos intelectuales. No se puede ignorar -aclara- la división de la sociedad entre explotadores y explotados, y concluye tajantemente: el intelectual, o sirve a los primeros o sirve a los últimos, y solo en este caso puede conceptuarse como un verdadero intelectual revolucionario. Y añade algo más que tiene todavía plena vigencia: «Las minorías intelectuales revolucionarias se articulan inexorablemente en torno al marxismo» (Roa, 1931).
En su artículo le echa en cara a Mañach que en su respuesta a Pendás rehuye entrar al fondo en el análisis de los problemas con el pretexto de que el marxismo es un dogma -tal como hacen hoy muchos antimarxistas-, con lo cual ironiza, confunde «deplorablemente a Carlos Marx con el Papa». (Roa, 1931).
Lamenta Roa que el filósofo Mañach ignore lo que es el marxismo: «una interpretación dialéctica de los procesos sociales y -como filosofía- la explicación materialista del mundo que aspira también a transformarlo». (Roa, 1931).
Precisa además que no puede ser dogmática una filosofía que considera a los fenómenos «en su conexión, en su encadenamiento, en su aparición y desaparición, es decir, como procesos» (Roa, 1931) y, además porque la solución que ofrece de los problemas sociales los vincula con el grado de desarrollo de las fuerzas productivas. Otra cuestión que le rebate es que los marxistas cubanos no pretenden resolver los problemas del país, como algunos piensan, copiando el «modelo soviético». Lo hacen aplicando el marxismo al análisis de las condiciones específicas de nuestro país, cuestión esta ya resuelta por Mella, quien, en sus propuestas teóricas sobre la revolución por realizar en Cuba, sin apartarse de los principios fundamentales del marxismo, había llegado a la conclusión de que la revolución socialista en nuestro país tenía que pasar antes por una revolución nacional liberadora y antimperialista. Siguiendo este camino le señala que «la lucha inmediata a desarrollar entre nosotros es la lucha contra el imperialismo, nacional y extranjero. De ahí la consigna: “Contra el imperialismo yanqui y su actual verdugo Machado, por la liberación nacional y social de las masas explotadas y oprimidas de Cuba”» (Roa, 1931).
Huelga decir que Mañach no pudo refutar el contenido de esta carta en la que se ponía de relieve su condición de intelectual no comprometido, que prefiere observar los toros desde la barrera, vale decir, mantenerse en la consabida cerca, sin poner sus armas al servicio del proletariado.
Precisa destacar que esta polémica tuvo una gran repercusión en el ambiente intelectual y revolucionario de la época, y ganó para Raúl Roa un sólido prestigio. El destacado intelectual marxista Carlos Rafael Rodríguez comenta el hecho con frases muy elogiosas: «Yo recuerdo todavía el efecto que en nosotros tuvo la lectura de «Reacción versus revolución», la carta polémica de Roa a Jorge Mañach. Mañach, hay que decirlo, se valía de su superioridad intelectual y de su matizado liberalismo de izquierda que había traído de la Universidad de Columbia para pulverizar a un joven militante del Ala Izquierda [...]. El marxismo salía allí muy mal parado, defendido por alguien con más buena intención que talento [...]. Raúl Roa salió en defensa de la izquierda, su ideología y su línea política. Su ensayo queda no solo como uno de los documentos más valiosos de aquella época definitoria, sino también como ejemplo de una toma de conciencia de un intelectual que elige -según dijera Raúl- el “alma encantada” de Romain Rolland frente al “alma desencantada” de Ortega y Gasset» (Rodríguez, 1907, 517).
La participación de Jorge Mañach en 1933 en el proceso injerencista de la mediación promovida por Washington para evitar con la sustitución de Machado que el ala revolucionaria barriera con su dominación -económica y política- lo hizo objeto de nuevo de las más severas críticas de Roa, las que se centraron no solo en el hombre, sino en el partido al que pertenece -el ABC-, del cual es una de las figuras de más relieve.
En 1948 escribe un artículo titulado «12 de agosto», en el que hace un recuento de los sucesos de ese día en que se produce el derrocamiento de la tiranía machadista y valora críticamente tanto al ABC como a la actuación de Mañach. Del Manifiesto Programa del partido dice: «Literariamente [...] es un documento irreprochable. Además, contiene positivos aciertos y constituye un serio esfuerzo de interpretación de la realidad cubana desde el punto de vista abecedario; pero, ninguna de sus medidas económicas ataca a las raíces de la estructura factoril de la república, y entre sus pretensas novedades brilla, como una perla en un estercolero, la supresión del voto analfabeto» (Roa, 1948, 195).
La supresión del voto a los analfabetos en un país donde eran muy numerosos, le daba al programa de los abecedarios un matiz altamente antipopular, racista y hasta fascista. No en balde Rubén Martínez Villena afirmaba que los abecedarios habían sostenido en la Florida estrechos contactos con el Ku-klux-klan, y allí habían afirmado que el gobierno de Machado se sostenía en Cuba por el apoyo de los negros.
Roa escarba en los artículos publicados por Mañach en la prensa abecedaria de aquellos años para demostrar que este sabía perfectamente el significado que para el pueblo cubano tenía la mediación, y en su artículo reproduce una de estas opiniones de su contrincante, quien en una conversación con Welles le dice: «Nosotros entendemos que a la gestión de usted se le ha dado el carácter de una interposición de buenos oficios, pero que, debido a las peculiares relaciones existentes entre Estados Unidos y Cuba, la mediación viene teniendo toda la virtualidad y todo el carácter subterráneamente coercitivo de una intervención» (Roa, 1948, 200).
Y en otra parte reproduce otro texto de Mañach sobre la mediación que resulta muy significativo: «En la mediación el ABC lucha por obtener ventajas para el pueblo de Cuba, canalizando el mal de la injerencia que es un mal real, y por el momento insuperable, a fin de que le rinda siquiera algunos beneficios a Cuba, aunque le produzca el enorme daño de confiar a manos extrañas la solución de los problemas indígenas y de buscar fuera de nosotros las fuerzas dirigentes de nuestro destino» (Roa, 1948, 200).
Estas citas nos revelan al Mañach dirigente del ABC, que le hace el juego al imperialismo con su actitud en la mediación. Es lógico que Roa, revolucionario integral y profundamente antimperialista, no pueda perdonarle a Mañach sus posiciones serviles y de sometimiento al imperialismo, en contra de los intereses nacionales.
En 1934, en uno de los gobiernos que se instauraron a la caída del machadato -el de Carlos Mendieta, quien gobernaba bajo la tutoría del embajador Caffery y del jefe del ejército, Fulgencio Batista-, Mañach acepta ocupar la Secretaría de Educación Pública. El 1 de mayo de ese año las fuerzas represivas masacran una manifestación obrera. Dos días después un grupo de estudiantes que protestan por el agravio a los obreros también resultan injustificada y salvajemente ametrallados.
Roa se apresura, en el artículo «3 de mayo de 1934», a enjuiciar con muy duras frases lo sucedido. En él retrata, en pocos, pero certeros rasgos, la personalidad de Mañach de intelectual pretendidamente neutral, y pone de relieve su complicidad con los hechos y su traición a las masas populares. Del artículo tomamos este párrafo: «Jorge Mañach ha ido más lejos. Con una insolencia que no le conocíamos y un lenguaje que jamás usó hasta ahora, ni siquiera cuando anónimamente escribía, entre frascos de perfume y telas de fantasía los editoriales de Denuncia, ha aprobado el crimen horrendo. Si se trata de defender el principio de autoridad -obsesión de los hombres débiles de carácter y sostén de los regímenes de fuerza- todo está bien hecho, todo es lícito, todo es justo. Eso ha dicho el apolítico de 1929, el esteta de la Revista de Avance, el individuo que presenció desde la tienda Fin de Siglo la lucha heroica de los estudiantes contra el régimen de Machado, y que con descoco punible pretendió sentar a José Martí en la mesa redonda de la mediación en contubernio con Welles y los representantes de la tiranía» (Roa, 1934, 75).
En 1937 polemiza de nuevo con Mañach en dos ocasiones y por motivos diferentes. La primera es el 28 de enero en el Liceo de Candelaria. Allí pronuncia una conferencia sobre Martí y el fascismo en la que se refiere al Martí, el Apóstol, uno de los libros de Mañach más elogiados por la crítica. Un año antes, en una carta a su amigo Pablo de la Torriente, le comenta que había leído el Martí de Mañach y lo consideraba «un Marti antiMartí, un Martí engendrado en una casa de salud española» (Roa, 1936, 73).
En la conferencia Roa se refiere de modo muy especial al Martí, el Apóstol de Mañach. Considera que el libro está bellamente escrito, pero en el mixtifica [...] las esencias mismas de la vida y pensamiento martiano, dándonos del hombre enfebrecido y vital que fue Martí [...] una visión entre mitológica y filibustero” (Roa, 1937, 12). Para Roa es imperdonable que el destacado escritor no haya sabido o querido «situar a José Martí en su verdadero rango histórico, que no lo haya visto, como fue, como es imperativo verlo, como contemplamos las figuras señeras de otros pueblos en función de la realidad porque los genios obedecen también -y en proporción geométrica con su genialidad- a las leyes inexorables del espacio y del tempo. Y cuanto más de su instante y de su medio sea el poeta, el pensador o el político, más dilatada resonancia tendrá su acento, su mensaje o su conducta en la historia» (Roa, 1937, 13).
No es esta la única crítica que le hace a Martí, el Apóstol. Acusa a Mañach de haber escamoteado la esencia más profunda de su pensamiento político y social, de haberles hurtado a sus lectores la imagen de un Martí «que tuvo indudablemente visión clarísima del ulterior rumbo y ritmo del mundo», y en cuyo ideario es posible hallar «más de un luminoso atisbo socialista» (Roa, 1937, 16) y, si no planteó para Cuba esa solución fue porque el país reclamaba primariamente la independencia de España y él «no podía sin traicionar la hora cubana y su condición de intérprete de la misma, abandonar la urgencia inmediata por un planteamiento extemporáneo de nuestro problema» (Roa, 1937, 16). Le indigna además que no haya planteado con la necesaria intensidad toda la pasión antimperialista que resuman los textos martianos de los últimos años de su vida porque en ellos «le persigue y le tortura la imagen dolorosa de una Cuba esclavizada a Estados Unidos» (Roa, 1937, 19). En la conferencia clama indignado contra quienes, como Mañach, se complacen en deformar el pensamiento martiano y tratan de convertirlo en un simple altar cuando no debe ser otra cosa que tribuna y trinchera.
Es esta precisamente la única vez que polemiza con su tradicional contrincante sin que este se encuentre presente; sin embargo, su crítica fue no solo severa, sino justa, y no podía -y de hecho no lo fue- ser rebatida.
La otra polémica que sostienen en 1937 gira en torno al prólogo del libro de versos de Rubén Martínez Villena La pupila Insomne, un ensayo biográfico sobre Rubén escrito por Roa en el exilio estadounidense y publicado con el título Una semilla en un surco de fuego. En el refiere a la polémica que en 1927 sostienen Mañach y Rubén en relación con los versos de este último. Como se sabe, Rubén responde a las palabras irónicas del «Elogio a nuestro Rubén» de Mañach con unas palabras que han resultado antológicas. Con contenida ira le dice: «Yo destrozo mis versos, los desprecio, los regalo, los olvido: me interesan tanto como a la mayor parte de nuestros escritores interesa la justicia social» (Martínez, 1976, 350).
Mañach se sintió profundamente indignado porque Roa hiciera referencia en su texto a esta polémica que sostuviera con Rubén, y le escribe una carta a Nicolás Guillén, quien formaba parte de la redacción de la revista Mediodía. Califica el prólogo de Roa de «mendaz y político», y dice sentirse «aviesamente aludido a propósito de un cruce polémico-literario que tuve con Rubén en el año 1927. Raúl Roa -continúa diciendo- pinta el incidente a su modo y según su humor usual atribuyéndole la “peor intención” al artículo mío que dio pie a aquel lance» (Mañach, 1937). Para demostrar lo que dice, reproduce en la carta su «Elogio a nuestro Rubén».
La respuesta de Roa no se hizo esperar. A la propia revista Mediodía dirige una carta -«A Jorge Mañach por vía directa»- en la que le reprocha la reproducción del mencionado artículo: «Si Mañach pretendía aprovecharse de mi supuesta mendacidad y de su impudor estratégico para sacudirse una responsabilidad que cargará siempre su nombre, hay que convenir en que esta vez le salió el tiro por la culata. La reproducción del «Elogio a nuestro Rubén» es tan inoportuna y reprobable ahora como lo fue su publicación el 5 de octubre de 1927. Más todavía porque Rubén está muerto» (Roa, 1937). Y añade para esclarecer la justeza de su prólogo: «Rubén fue poeta, un poeta de insólita fibra. Pero también fue, por encima de todo, un gran revolucionario. Y no se podía sin traicionar su memoria, eludir, en un bosquejo biográfico, este aspecto dominante e imperecedero de su personalidad excelsa. Sobre esto no caben alternativas. Rubén luce antes que poeta, revolucionario, y como revolucionario, más que como poeta, ha pasado a la historia» (Roa, 1937).
Y, aunque Manach pretenda restarle importancia al lance polémico que con Rubén sostuviera, lo cierto es que como dice Roa, esta «tuvo singular relieve histórico y es parte integrante de la vida revolucionaria de Martínez Villena» (Roa, 1937, 143). Aclara además el polemista: «No soy yo quien interpreta y enjuicia: es Rubén quien lo hace. Y no como supone Mañach impulsos de “ajenas malquerencias”, ni porque alguien le soplara la «contestación envenenada al oído. Esa sospecha injuriosa de Mañach dice muy poco de su “inmermada” admiración por Rubén. Dice sobre todo que este no se equivocó cuando le salió al paso desenmascarando el sentido verdadero de su glosa aparentemente elogiosa». (Roa, 1937, 143).
La carta de Roa concluye con un párrafo decisivo: «No se trata de un lance personal entre Mañach y yo, que ninguna trascendencia tendría. Se trata de asumir una postura meridiana y beligerante entre Rubén Martínez Villena y Jorge Mañach, entre la revolución y la reacción» (Roa, 1937, 150).
Es curioso cómo aquí de nuevo Roa destaca el dilema que planteara en su primera polémica con Mañach: el enfrentamiento de la revolución contra la reacción, que aún sigue vigente y que ha sido siempre la esencia de todas sus polémicas. Huelga decir que en ellas la razón, como ha resultado evidente, ha estado siempre del lado de Roa, que supo dejar a su contrincante, una y otra vez, sin argumentos sólidos que oponerle; porque él estaba del lado de la revolución y Mañach, por más que a alguno le pese, o se mantuvo en la cerca o tomó el camino de la reacción, como lo demuestra su abandono del suelo patrio cuando la revolución se profundizó y proclamó su carácter socialista.
CONCLUSIONES
A partir de la segunda década del siglo XX, se produjo un renacer de la vida política caracterizada por la emergencia de corrientes de pensamiento alternativas a los mecanismos de ejercicio del poder, y antisistémicas que buscaban revertir la dominación ejercida por los Estados Unidos sobre la Isla y abrir paso a la plena soberanía e independencia real, cercenadas por la intervención norteamericana en la Guerra Hispano Cubana, la imposición de la Enmienda Platt y los restantes tratados que frustraron la República pensada por José Martí.
A los años de frustración sucedió una vida política que fue increscendo. La polémica devino en el estado natural del arte y la sociedad, en una postura racionalmente asumida y conscientemente practicada. Este fue el escenario donde se desplegaron los debates político-filosóficos entre Roa y Mañach: marxismo y cambio social, donde el Canciller de la Dignidad, marxista legítimo, defendió con elementos sólidos la esencia de un pensamiento radical y revolucionario. Esperamos que estas cortas páginas hayan resultado para el lector esclarecedoras y contribuyan a los matices de nuestra historia que en muchas ocasiones ha sido escrita en clave compleja dado nuestro devenir nacional siempre de cara a la consecución o mantenimiento de la independencia Patria.
Notas
1 Publicado en revista Política Internacional. Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, La Habana, Edición Semestral. No 9, Enero-Junio 2007, pp. 30-40.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Roa García, Raúl. (1937). Martí y el fascismo. Ucar García: La Habana.
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Mañach, Jorge. (1937). Carta a Nicolás Guillén, 23 de febrero de 1937, Archivo Jorge Mañach, no. 935, Instituto de Literatura y Lingúística: La Habana.