Kazajstán: el ensayo fallido de una nueva “revolución de colores” en Eurasia.
Kazajstán: The failed essay of a new “revolution of colors” in Eurasia.
MSc. Gladys Fernández Martín
Máster en Estudios Sociales. Profesora Asistente en el Instituto Superior Pedagógico “Juan Marinello”, Matanzas, Cuba. gladysfernandezmartin@gmail.com 0000-0002-5227-1510
Lic. Ricardo Leyva Pérez
Diplomado en Economía Política y Pensamiento Económico Universal. Profesor Auxiliar. Instituto Superior de Relaciones Internacionales "Raúl Roa Garcia", La Habana. Aspirante a Doctor en Ciencias Económicas por la Facultad de
Economía por la Universidad de La Habana. ricardoleyva70@gmail.com 0000-0002-1888-2342
Recibido: 15 de abril de 2022
Aprobado: 5 de junio de 2022
RESUMEN Un análisis de las experiencias vividas en la región centroasiática en tiempos relativamente cercanos hace pensar que los recientes disturbios sociales acontecidos en la república centro-asiática de Kazajstán, de aparente trasfondo económico-social, responden a otro episodio de las ya conocidas “revoluciones de colores”, promovidas por los halcones del imperialismo mundial –con el estadounidense como cabeza central- y sus servicios especiales, con el propósito de controlar la copiosa riqueza energética que alberga esa zona, las cualidades geopolíticas de la misma, así como minar la influencia de los poderes emergentes sino-ruso en un enclave geopolítico que desde tiempos inmemoriales constituye foco de tensión entre potencias mundiales y regionales, en pos de establecer su dominio omnipotente, lo que equivaldría a alcanzar la supremacía global, según las ideas fundamentales contenidas en la teoría del ”pivote euroasiático” elaborada por el geopolitólogo inglés, Halford J Mackinder (1861-1947), a inicios del siglo XX.
Palabras clave: Imperialismo, geopolítica, hegemonía, transición intersistémica, “Revolución de color”,” pivote euroasiático” y República centro-asiática de Kazajstán
ABSTRACT Following the experiences lived in the Central Asian region in relatively recent times, it makes us think with greater certainty every day that the recent social disturbances that took place in the Central Asian Republic of Kazakhstan, with an apparent socio-economic background, respond, neither more nor less, to another episode of the well-known "color revolutions" promoted by the hawks of world imperialism -with the United States as the central head- and their special services to control the copious energy wealth that this area harbors, its geopolitical qualities, thus, how to undermine the influence of the emerging Sino-Russian powers in a geopolitical enclave that since time immemorial has been a focus of tension between world and regional powers in pursuit of establishing their omnipotent dominance, which would be equivalent to achieving global supremacy, according to ideas principles contained in the theory of the "Eurasian pivot" elaborated by the geopolitical scientist English, Halford J Mackinder (1861-1947), early 20th century.
Keywords: Imperialism, geopolitics, hegemony, intersystemic transition, "Color Revolution", "Eurasian pivot" and Central Asian Republic of Kazakhstan
INTRODUCCIÓN
“Quien domina la Europa oriental domina el heartland, quien domine a este domina la Isla Mundial. Quien domina la Isla Mundial domina el mundo…”
Halford John Mackinder. “El pivote geográfico de la Historia” (1904)
Reflexionar -en apretada síntesis- sobre la actualidad de las principales teorías que compendian la historia de la geopolítica mundial, en especial, la elaborada por Halford J Mackinder a inicios del siglo XX, acerca de la importancia geoestratégica de controlar el teatro euroasiático como condición indispensable para alcanzar la supremacía hegemónica global, constituye el propósito general de nuestro artículo.
Asia Central1 amaneció en el año 2022 sumada en un hervidero social como consecuencia de los disturbios con aparentes matices socioeconómicos generados en la república centro-asiática de Kazajstán, unido a la petición de auxilio formulada por parte del presidente de ese país, Kasim-Yomart Tokáe, a su homólogo ruso Vladimir Putin, para que interviniese el contingente de fuerzas pacificadoras de la Organización del Tratado para la Seguridad Colectiva (OTSC), del cual es miembro fundador esa antigua nación exsoviética2, según lo daban a conocer las principales agencias informativas del orbe en sus titulares.
Sin embargo, la amplia cobertura noticiosa surgida apenas referenció la posibilidad de que lo sucedido allí, podría constituir un nuevo episodio geopolítico con profundas raíces históricas.
En otras palabras, las revueltas sociales suscitadas recientemente en ese país centroasiático, y tratados, por demás, de manera superficial en los medios hegemónicos fundamentales, responden a las relaciones de poder internacionales fuertemente condicionadas por los intereses en pugna de las potencias mundiales y regionales, unido, al de las corporaciones transnacionales, así como de otros actores no estatales de las Relaciones Internacionales (RR.II), diluidos alrededor de países vecinos, empeñados todos en controlar su riqueza energética y cualidades geopolíticas del “pivote geográfico de la historia” (Villar, 2018 y Fabelo, 2018).
Igualmente, en un marco amplio, consideramos que los últimos sucesos acontecidos en la república centro-asiática de Kazajstán representa la remembranza de las concepciones del geopolitólogo inglés, Halford J Mackinder, elaboradas a inicios de la centuria pasada, cuando expresó la necesidad de controlar el pivote euroasiático por parte del gobierno británico, en aquel entonces, como condición indispensable para alcanzar la supremacía hegemónica global, elementos todos que en su conjunto constituyen los principales incentivos para elaborar este artículo.
DESARROLLO
Halford J Mackinder y su teoría del “pivote euroasiático”: un replanteo crítico bajo la lupa del Marxismo-Leninismo.
“El pueblo y su entorno son inseparables y se ven afectados tanto por la geografía como por sus instituciones políticas”
Aristóteles. Siglo IV ANE
El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), define al término geopolítica como “Ciencia que pretende fundar la política nacional o internacional en el estudio sistemático de los factores geográficos, económicos y raciales”3. Es así, que tenemos ante sí una definición que lo dice todo y al propio tiempo pasa por alto sus verdaderas intenciones, lo que nos obliga de manera objetiva a llevar a cabo un replanteo del concepto a la luz del presente.
Hace más de 120 años que el término es empleado en cuestiones medulares de la alta política internacional entre los tanques pensantes (think tanks) y políticos, en general, al servicio del imperialismo. Encubre, tanto ayer como hoy, de manera consciente e inconsciente el contenido hegemónico de la doctrina ideológica capitalista; “simplifica”, en buena medida, las relaciones socioeconómicas y contradicciones que se anidan en el seno de los monopolios y la oligarquía financiera transnacional con respecto a la política, pues, redimensiona el papel del medio geográfico como factor determinante del régimen político de un país, así como en su política exterior (Afanasiev, 1988).
En otras palabras, con el advenimiento y posterior evolución de la fase imperialista del capitalismo mundial, un círculo reducido de políticos e intelectuales al servicio de la élite económica y políticamente dominante, comienza a utilizar de forma cada vez más recurrente el vocablo en cuestión.
Al respecto, la bibliografía especializada considera al geógrafo y antropólogo alemán Friedrich Ratzel (1844–1904) el verdadero iniciador del pensamiento geopolítico. En su obra “Politische Geographie” (1896) (“Geografía Política”, en español), se observan los primeros pasos en la sistematización de conocimientos acerca del condicionamiento de las actividades humanas respecto al medio físico, sentando las bases del determinismo geográfico, la tesis del “Espacio Vital” y de la geopolítica en general. Es así, que, apoyándose en un análisis evolutivo sobre la situación mundial, desde la antigua Grecia hasta la Alemania de finales del siglo XIX, F. Ratzel pudo formular las llamadas “Leyes de Crecimiento del Estado”, concluyendo que el Estado es un organismo territorial que se asemeja a otros organismos, o sea, como los seres vivientes nace, crece y muere (Rosales, 2005).
Siguiendo este camino, nos tropezamos con el también geógrafo y politólogo sueco Rudolf Kjellen (1864-1922), continuador de las ideas planteadas por F. Ratzel. Define en su libro “Staten som Lifsform” (1916) (“El Estado como forma de vida”, en español) a la geopolítica como “la influencia de los factores geográficos, en la más amplia acepción de la palabra, en el desarrollo político en la vida de los pueblos y Estados”, o, lo que es igual, “la ciencia que concibe al Estado como un organismo geográfico o como un fenómeno en el espacio” (Cuéllar, 2012).
En ese mismo sentido, desde su disciplina académica y signado con un enfoque metodológico racionalista, naturalista y/o positivista, R. Kjellen, considera que la “política” es la variable dependiente, y se define en función de los factores geográficos del Estado, es decir, Política = ƒ (Geografía) (Cuéllar, 2012).
Entretanto, otro alemán, el militar, politólogo y geógrafo alemán Karl Haushofer (1869-1946) presenta en su texto “Geopolitik des Pazifischen Ozeans” (1925) (“Geopolítica del Océano Pacífico”, en español) a la geopolítica como la doctrina que trata “acerca del condicionamiento geográfico de la política”. En otro aparte, la geopolítica es caracterizada por él como la “ciencia de la forma política de vida en el espacio vital en función de la tierra” (Afanasiev, 1988).
De este modo, nos encontramos en presencia de una palabra que sintetiza un grupo de conocimientos interdisciplinarios sujetos a los intereses oligárquicos provenientes de los países centro del capitalismo global, engendrados en última instancia por la tendencia histórica de los monopolios capitalistas de alcanzar el predominio mundial. Una “ciencia”, que, según sus padres fundadores, promueve el estudio de los grandes complejos geográficos –los que abarcan muchas veces continentes enteros e incluso todo el mundo-, y encubre las pretensiones hegemónicas de los países imperialistas en uno u otro periodo de su larga data. Intenta explicar, asimismo, las diferencias cardinales subyacentes en el desarrollo económico-social y político del mundo mediante la influencia directa del determinismo geográfico, lo cual justifica las disímiles concepciones anexionistas relativas al fatalismo geográfico, el complejo de tamaño (o espacio vital) y la proximidad de los pequeños países a las metrópolis más cercanas4.
En suma, el contenido de la geopolítica abordado desde la lógica de sus progenitores representa una realidad blanqueada que encubre la naturaleza y dinámica de la profunda monopolización a la que ha sido objeto el sistema de RR.II, en especial, las Relaciones Económicas Internacionales (REI) luego que aconteciera el tránsito del modo de producción capitalista a su fase imperialista de vida, reflejo todo de su desarrollo lógico e histórico; asimismo, enmascara el carácter internacional de la política de conquista imperial, y, de que por lo tanto, el estado de guerra constituya una condición consustancial indispensable del sistema; o, dicho de otro modo, se exacerban las pugnas interimperialistas por un nuevo reparto económico y territorial del mundo, de modo tal que cobra total vigencia la tesis leninista del lugar histórico del capitalismo monopolista.
Bajo este sustrato teórico-metodológico, ideopolítico, socioclasista, y durante más de 100 años, los iniciadores de la geopolítica, primero, y luego sus más genuinos continuadores, desarrollaron una visón colonizadora y radical acerca del mundo, donde, entre otros, los términos geoestrategia5 y geoeconomía6 constituyen por sus respectivos significados componentes directamente proporcionales a la geopolítica. No en balde, parafraseando a V. Lenin “las guerras -o cualquier otro mecanismo expansionista- son la continuidad de la política, pero por otros medios” (Lenin, 1976).
En consonancia con lo antes escrito, consideramos a la “geopolítica” como “el conjunto de estrategias de política exterior imperialista de países o grupos de países con el objetivo de, o bien salvaguardar los intereses de los estratos de la plutocracia dominante para fortalecer sus posiciones de poder frente a otros países o grupos de países, o bien expandirlas. Se incluye también en el concepto el cierto orden o equilibrio que, suponiéndolo más o menos estable, queda constituido como resultado de la aplicación de tales políticas” (Casals y Németh, 2016).
En este sentido, y sin importar la procedencia de la escuela de pensamiento, los gestores de la geopolítica mundial del siglo XX -y lo que llevamos del XXI- crearon una serie de concepciones teóricas encaminadas a fundamentar los planes agresivos del imperialismo mundial, y este es el caso de la “Teoría del Heartland” o la “Teoría de la Región Cardial”, como también se le conoce. Constituye, grosso modo, una premisa indispensable su comprensión para interiorizar la vitalidad teórico-conceptual, práctica e ideoclasista de dicho constructo hegemónico en el siglo XXI, fundamento esencial de nuestras reflexiones.
En la costa europea del Atlántico, el inglés Halford Mackinder (1861-1947), formuló en 1905 dichos conocimientos geoestratégicos una visión acerca de la geopolítica diseñada para Inglaterra, en contraposición a la teoría marítima de A. Mahan (1840-1914), a través de la cual, se expone que “la Era de las potencias marítimas había llegado a su fin” y sostuvo que “el siglo XX sería la centuria del poder terrestre”. Por tal motivo, propuso que el Estado debe enfocarse en el control de un escenario de la geografía llamado “zona pivote”, “Tierra Corazón” (Heartland), o, simplemente, “el corazón de Eurasia”, cuyo control sería crucial para hacerse de la hegemonía mundial.
Dicho en pocas palabras, nos referimos a una región geopolítica que constituye geográficamente la conjunción entre Europa Oriental y Asia Central, regiones que hoy día son cruciales en el desarrollo de las relaciones internacionales (Giudice, 2005).
En su exposición, H. Mackinder, precisa que el ferrocarril había unido los puertos de Europa con los Urales (Rusia) y Asia. Eurasia había sido creada por las densas redes de ferrocarriles en conjunto con los puertos comerciales y había surgido un territorio que determinaba un nuevo poder terrestre distribuido entre Hamburgo-Amsterdam, Moscú y el Mar Negro, repleto de petróleo. Ese nuevo territorio “pivote” era un nuevo poder (Giudice, 2005).
De este modo, el geógrafo inglés exhortó al gobierno de su país a controlar los ferrocarriles europeos y evitar una alianza entre Moscú-Berlín-Tokio que dominara Eurasia, excluyendo a Inglaterra. Además, divide el mundo en tres grandes zonas: Islas periferia, islas interiores e Isla mayor, siendo esta última la más importante para controlar el globo, pues comprende los continentes de Asia, Europa y África, sitios con grandes concentraciones de recursos naturales (Giudice, 2005).
La República centro-asiática de Kazajstán: uno de los vértices donde en la actualidad reencarna el “gran juego” interimperialista
“Para Estados Unidos, Eurasia es la principal recompensa geopolítica. Durante medio milenio, los asuntos mundiales estuvieron dominados por las potencias y pueblos euroasiáticos que luchaban entre sí por el dominio regional y que aspiraban al poder global. En la actualidad una potencia no euroasiática ostenta la preeminencia en Eurasia y la primacía global de Estados Unidos depende de por cuánto tiempo y cuán efectivamente pueden mantener su preponderancia en el continente euroasiático”.
Zbigniew Brzezinski (1997). El gran tablero mundial.
A nuestro juicio, todo lo anterior no constituye letra muerta hoy. De una u otra forma las denominadas “revoluciones de colores” o simplemente “golpes blandos” son creadas desde el exterior por los geoestrategas de la geopolítica mundial como mecanismos de dominación-contención, donde los servicios especiales, con base en las potencias occidentales tradicionales, especialmente en EE.UU., juegan un rol protagónico tanto en la gestación como en la concreción de los planes desestabilizadores a nivel internacional, hemisférico, regional y/o nacional, en aras de contribuir a la preservación del “status quo” de las potencias hegemónicas, fomentar en la medida de lo posible la expansión imperialista mundial, y, en consecuencia, erosionar el rebalance de poderes emergentes en curso, liderado por China dentro de la actual transición intersistémica en camino hacia la multipolaridad o a la apolaridad, según sea el desenlace final del proceso7.
Durante el último decenio del siglo XX, EE.UU. -potencia extrarregional-, poseía una percepción poco favorable hacia el entorno centroasiático, debido a que consideraban a este espacio geográfico como remoto, aislado, pobre, periférico, temeroso, sin defensas, musulmán, no democrático, en definitiva, países perdedores de la Guerra Fría y como tal, tratados constantemente mediante la proyección internacional norteamericana de fines de la pasada centuria.
No obstante, esa visión de región periférica cambiaría a inicios del siglo XXI, reapareciendo en el tablero mundial como área emergente en las relaciones internacionales; escenario generador de conductas tanto en su interior –orden centroasiático– como de la región hacia el exterior y viceversa, mediante la aplicación de políticas por parte de una multiplicidad de actores globales.
Un grupo de variables geopolíticas tales como el declive relativo de los factores de poderío sustentados por Occidente, especialmente los estadounidenses, puso entredicho el unipolarismo heredado en el sistema internacional luego que colapsara el sistema socialista en Europa Oriental y la antigua URSS; igualmente, el relanzamiento de los poderes emergentes sino-ruso en el área dentro de los marcos de una Alianza Estratégica Integral para contrarrestar el asedio en la región por parte de las potencias imperialistas tradicionales; unido a que dicho enclave está rodeado por países asociados al desarrollo de armas nucleares y de creciente efervescencia regional; tal es el caso de China, India, Rusia, Afganistán y Pakistán (Fabelo, 2014); y, no menos trascendente, el accionar de las organizaciones terroristas transnacionales en el citado escenario de confrontación, hacen de este, no solo el más inestable rincón del planeta en materia de seguridad y relacionamiento societal, sino también, uno de los eventos geopolíticos más interesantes y peligrosos de la época contemporánea (Villar, 2018). En definitiva, causas fundamentales que propiciaron el redimensionamiento estratégico de la política exterior de Washington hacia el tablero de ajedrez geopolítico centroasiático.
A tales efectos, los halcones del imperio hicieron suyas las palabras de Z. Brzezinski (1998), quien a la vez retomó las ideas de H. Mackinder, al expresar: “La capacidad de Estados Unidos para lograr una verdadera supremacía mundial dependerá de cómo manejarán los complejos equilibrios entre las potencias de Eurasia y aún más de si serán capaces de impedir que surja una potencia antagónica y dominante en esa región”.8
Es posible que este ambicioso plan esbozado con claridad meridiana por el geopolitólogo estadounidense, no solo haya traído consigo la elaboración de continuos pretextos por parte de la administración de George W. Bush (2001-2009) para llevar a cabo un grupo de fracasadas incursiones militares tanto en Afganistán, como en el Oriente Medio a partir del 11/09/2001, sino también, con vista a promover por parte de las sucesivas administraciones norteamericanas acciones desestabilizadoras de naturaleza diversa -en pleno contubernio con sus aliados del bloque guerrerista atlantista- como las ya mencionadas “revoluciones de colores” y las guerras asimétricas, allí donde han encontrado alguna resistencia o no han podido desplegar en toda su magnitud sus mecanismos tradicionales de dominación (Villar, 2018), guion que se ajusta perfectamente a los imperativos que de manera inmediata exigen ser solubles en el convulso teatro de operaciones euroasiático hoy.
Por lo tanto, el denominado pivote geográfico de la historia se nos revela en la actualidad como uno de los nudos gordianos de la geopolítica moderna; primer plano de la atención mundial, y, por demás, objeto de interés para una heterogeneidad de actores de la política internacional con finalidades diversas en el área (Fabelo, 2014), lo cual eleva la disputa por los recursos y ventajas geopolíticas de la región entre las grandes potencias tradicionales y los nuevos actores emergentes convirtiendo al escenario euroasiático foco del nuevo “Gran Juego” en el siglo XXI9.
Al respecto, a decir de Cejas (2013) geoestratégicamente la zona se comporta como un colchón entre dos potencias emergentes como lo son Rusia y China. Además, su ubicación hacia el mar Caspio ofrece inmejorables condiciones para explotar todo su potencial energético. Por otra parte, su orientación espacial también permite el acceso a países potencialmente considerados como desestabilizadores por el mundo occidental, y, en cierta manera, por los poderes regionales asiáticos en conjunto: Irán, Paquistán y Afganistán.
Asimismo, hablamos de una región neurálgica que cuenta con un mercado superior a los sesenta millones de personas, rico en recursos naturales y energéticos (Fabelo, 2014 y 2019). Al respecto, se calcula que todas las reservas juntas de crudo del mar Caspio suman más de 200 000 millones de barriles de petróleo frente a las reservas comprobadas de 600 000 millones de barriles del golfo Pérsico (Palomo, 2015).
De este modo, Fabelo (2019) también precisa que Asia Central tiene un lugar importante en “La Iniciativa de la Franja y la Ruta”, proyecto promovido en los marcos de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS)10, enclavado en el “corazón de Eurasia”, constituyendo un puente terrestre histórico entre civilizaciones, las que hicieron del comercio y la cultura su primer elemento de continuidad durante siglos.
De ahí, la importancia que para China tiene la región, lo que equivale necesariamente al mantenimiento de la seguridad fronteriza, regional, la posibilidad de cooperación en estas aristas, así como en la económica, comercial y cultural.
Consecuente con todo ello, Villar (2018) enfatiza que “Asia Central y su entorno inmediato medio oriental, han estado generando, hasta ahora, una peligrosa escalada de desafíos y peligros a la seguridad internacional por la confluencia allí de los intereses en pugna de los principales protagonistas de la política global y regional: Estados Unidos, Rusia, China, la UE, Irán, Arabia Saudita, India y Pakistán, y el riesgo a que se involucren en acciones delicadas es creciente. La extensión de la guerra afgana a otros territorios, la inestabilidad política y la ingobernabilidad, unido a los conflictos interétnicos, son amenazas y peligros que están latentes en algunos escenarios de una región muy importante para todos estos actores”.
Y más adelante el especialista añade en su libro: “A su vez, la seguridad de las fronteras meridionales de Rusia y occidentales de China, depende en mucho de la estabilidad regional, lo que le convierte en una especie de espacio de contención contra la penetración de amenazas contra esos dos países emergentes y de ahí surge otro elemento en el interés común de Moscú y Beijing por garantizar la estabilidad centroasiática. Sin embargo, como la región fue de suma importancia desde el punto de vista logístico para la guerra afgana, fue declarada también zona de intereses vitales para Estados Unidos y la OTAN”.
En fin, el autor concluye diciendo en el acápite “El Colosal Juego en Asia Central”: “A la interacción entre todas estas dinámicas se le denomina en la actualidad “Colosal Juego”, o “Nuevo Gran Juego”, cuyo epicentro se ubica en Asia Central; su hipocentro, sin embargo, se halla en las contradicciones interimperialistas, irresolutas luego de dos guerras mundiales, una peligrosa Guerra Fría y tres decenios de globalización neoliberal, que han complicado de manera sustancial al escenario centroasiático, y por extensión, el resto del planeta”11.
En este mismo orden y dirección, Fabelo (2018), refiere que el entorno centroasiático supone un tablero de competencia geopolítica sumamente movedizo. En él rivalizan las grandes potencias, desarrollando lo que se conoce como “Nuevo Gran Juego”; contexto de confrontaciones y luchas por la primacía; es interesante destacar la evolución de las relaciones ruso-chinas.
Ambas potencias comparten el entorno geopolítico centroasiático, disputando así esta área como esfera de influencia histórico-natural. Sin embargo, algunas cuestiones fundamentales tornaron esta situación de rivalidad en Asociación Estratégica Integral. Se trata del enfrentamiento a las potencias occidentales, cuyo posicionamiento en el área ha estado asociado fundamentalmente a la desconexión total de Rusia de su histórica área de preponderancia luego del desmoronamiento de la extinta URSS –situación que intentó ser aprovechada por otras potencias de pretensiones hegemónicas-, y a los esfuerzos por contener el ascenso de China.
En consonancia con las ideas expuestas en los párrafos anteriores, las repúblicas centro-asiáticas en general, y, particularmente, la República de Kazajstán constituye “la gallina de los huevos de oro” en la zona.
Se dice que las reservas de hidrocarburos (petróleo y gas) son las mayores de toda el área, pues solo ellas pueden hacer que los oleoductos y gasoductos resulten económicamente ventajosos. No en balde se aprecia una gran competencia entre empresas norteamericanas, rusas, chinas y algunos contrincantes europeos por adquirir los yacimientos petrolíferos que descansan en el suelo de ese lugar, lo que deviene Kazajstán como objeto de disputa abierta en el tablero geopolítico euroasiático por parte de Estados Unidos, Rusia, China y otros jugadores provenientes de Europa occidental, esencialmente. Ver tabla 1.
Por lo tanto, quien logre apoderarse de este enclave geoestratégico será el dueño de sus reservas energéticas, de la segunda república de la otrora Unión Soviética y de una región que tiene fronteras directas con Rusia y China, por lo que tendrán en sus manos el corazón de Eurasia.
En otras palabras, además de sus riquezas en cuanto a minerales y gas para diversos proyectos geopolíticos, Kazajstán, sobresale en el área porque posee una posición geográfica relevante y de gran longitud, lo que lo convierte en una de las naciones centroasiáticas más apetecibles para la puja por intereses en pugnas.
TABLA 1
EL TESORO DEL MAR CASPIO
La exrepública soviética ofrece acceso a través de Eurasia a las naciones del Caspio y a Europa mediante Rusia y Turquía, minimizando los controles fronterizos nacionales y maximizando la conectividad ferroviaria. Tal conectividad le ha ayudado a desarrollar una mayor integración entre el Oriente y el Occidente que otros países vecinos del sur (Fabelo y González, 2022).
Como consecuencia de todo lo anterior y porque es responsable del 60% del PIB de la región (Martínez, 2022) concluye que es el país más influyente de Asia Central, aunque a menudo sea descrito como un Estado autoritario por las grandes empresas de la (des) información masiva.
En fin, siguiendo las experiencias vividas en la región centroasiática en tiempos relativamente recientes, nos conduce a sostener que lo que inicialmente comenzó en la República centro-asiática de Kazajstán como protestas con matices económico-sociales a inicios de este año, fue o es, una realidad blanqueada sin lugar a dudas. Contó en su libreto original con el sello distintivo de una “Revolución de color” procreada por los poderes fácticos transnacionales financieros imperialistas para buscar apoderarse de los recursos geoestratégicos inherentes a la zona; de igual forma, ir cercando cada vez más a Rusia, y, en consecuencia, contrarrestar la influencia de esa potencia emergente en la región; asimismo, minar u obstaculizar la reedición del megaproyecto chino de la Ruta de la Seda; del mismo modo, resquebrajar algunos de los vértices que componen la alianza estratégica entre Moscú-Beijing; además de buscar la vía de desestabilizar el espacio geográfico post-soviético, de modo tal que se esgriman los pretextos específicos –como por ejemplo que la región es el “semillero” natural, logístico y humano para el Daesh12- lo que propiciaría la intervención militar directa de la OTAN en el área, de cuyo conflicto podrían suscitar consecuencias de magnitudes desgarradoras; entre otras acciones que contribuyan a evitar a toda costa el declive relativo que hoy presenta Occidente, una unipolaridad que personificaran las grandes potencias occidentales tradicionales a fines de la pasada centuria, pero que hoy se tambalea más que nunca por múltiples razones.
CONCLUSIONES
Una reflexión teórico-conceptual acerca de la categoría “geopolítica” a la luz del materialismo histórico y dialéctico, tanto ayer como hoy, nos advierte el disimulo con que los tanques pensantes al servicio de las corporaciones monopolistas transnacionales, la oligarquía financiera y los grupos de poder, en general, han enmascarado la naturaleza hegemónica de la doctrina ideológica imperialista.
Los “halcones” hicieron de este vocablo un instrumento para alcanzar la dominación global, regional, hemisférica y local, desconfigurando el contenido de las relaciones económico-sociales y clasistas, así como las contradicciones que subyacen en el núcleo duro del sistema capitalista, especialmente, en lo concerniente a la alta política internacional, pues hiperbolizan el papel del medio geográfico como factor determinante del régimen político de un país, así, como de su consecuente accionar en cuestiones medulares de política exterior.
Bajo esta lógica, podemos concordar de manera operacional que el significado de la “geopolítica” entraña relaciones de poder distribuidas por una nación o pequeño puñado de naciones alineadas que se ubican en el “centro” del imperialismo mundial con respecto al establecimiento del control absoluto de determinado espacio geográfico geoestratégico, en aras de preservar el “status quo” en el sistema internacional o ampliarlo según corresponda, frente a otros países o grupos de países, generando cierto orden o equilibrio su concreción.
De este modo, durante más de una centuria, los principales ideólogos del imperialismo mundial formularon constructos teóricos según sus zonas de predominios naturales, las nuevas exigencias del contexto, las crecientes contradicciones y demandas del sistema, el estado de salud de los factores de fuerza para concretar determinados propósitos geoestratégicos en el corto, mediano o largo plazo, pero también, identificando actores aliados y enemigos dentro de la región en disputa, unido, a los elementos convergentes y divergentes entre estos, que, como variables geoestratégicas permitan ser manipulables por los servicios especiales en función de afianzar los planes hegemónicos.
De este modo vieron la luz a inicios del siglo XX las concepciones gnoseológicas del inglés Halford J Mackinder, en lo tocante a la importancia del controlar el pivote euroasiático como condición indispensable para alcanzar el dominio global, a partir de las cualidades geopolíticas de la región. Si bien su diseño original se enfocó en favorecer la ventaja absoluta que debía ganar el imperialismo británico en los albores del “Gran Juego” interimperialista, sus fundamentos esenciales guardan plena vigencia hasta nuestros días.
En este sentido, como espectadores vemos el desenvolvimiento del nuevo “Gran Juego” de ajedrez geopolítico suscitado en Asia Central de manera peligrosa, especialmente, a partir del movimiento efectuado por Occidente en la república centro-asiática de Kazajstán a inicios del año en curso, reflejo inmediato de los intereses en pugnas suscitados por un conglomerado de sujetos internacionales de naturaleza múltiple que interactúan entre sí en el escenario regional, con la finalidad de controlar dicho enclave por su relevancia geopolítica, junto a intentar contrarrestar la influencia de Rusia y China en un espacio geográfico al que estos aliados también consideran como su respectiva zona natural de influencia desde tiempos inmemoriales.
En otras palabras, hoy se tensan las fuerzas en ese rincón del orbe. No hay disimulo por parte de los contendientes fundamentales –entiéndase tradicionales y emergentes- para enmascarar sus movimientos geoestratégicos en el pivote centroasiático, dinámica que vemos transitar desde la “guerra fría” –pues esta nunca cesó, aunque los motivos que compulsaran su nacimiento formalmente desaparecieron a fines del siglo XX- hacia la “guerra caliente”.
Apreciamos un escenario regional en disputa muy complejo por donde quiera que se mire, que, en última instancia, solo favorecería a los EE.UU., así como al Complejo Militar Industrial (CMI) “made in USA”, pues una virtual conflagración entre el bloque atlantista y los miembros de la OTSC, que incluiría por extensión y analogía a China, así como a otros actores emergentes de la vecindad medio oriental, se realizaría muy lejos de las fronteras de Norteamérica, y a fin de cuenta el imperialismo norteamericano volvería a hacer de la guerra su gran negocio; una práctica nada novedosa en su formación como potencia mundial.
Por lo tanto, sostenemos la idea de que lo que en estos días genera noticias desde Kazajstán, constituye un nuevo laboratorio social en lo concerniente a una “revolución de color” en proceso, fraguada desde el exterior por los poderes fácticos con sede en Occidente, y en la sombra ejecutada por los servicios especiales, tal y como ha venido aconteciendo indistintamente desde hace algún tiempo con éxitos y descalabros en el resto del espacio postsoviético, en el Medio Oriente y Latinoamérica, salvando la distancia espacial en algunos casos y algunas diferencias cardinales en cuanto a las formas de implementar el guion, quizás, pero, su contenido, envergadura y dinámica responde a un proyecto de dominación global para reconquistar los espacios geopolíticos ganados por otros jugadores emergentes, encabezados en este caso, por la Asociación Estratégica Integral sino-rusa en los marcos de un relacionamiento societal cualitativamente nuevo y con pronunciado desborde internacional.
notas
1 Esta zona del Asia interior está compuesta por las cinco ex repúblicas soviéticas (Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán), así como por Mongolia y la provincia de Xinjiang (Región Autónoma Uigür de la República Popular China); incluso, el noreste de Irán, el norte de Afganistán y norte de Pakistán. Se trata de una región cuya definición y demarcación ha estado subordinada en primer lugar a factores geográficos, pero también, a otros no menos importantes de carácter histórico-cultural y geopolíticos (Nweihed, 2015).
2 Organización regional liderada por Rusia de marcado carácter anti-OTAN. Creada en el año 2002, tiene como base el otrora Tratado de Seguridad Colectiva (TSC), firmado inicialmente por Rusia, Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán, Kazajstán y Armenia en mayo de 1992 a raíz de la Cumbre de Tashkent (Uzbekistán), al que luego fueron adhiriéndose otros miembros del antiguo espacio soviético (López, 2018).
3 Ver: Real Academia Española. Diccionario de la Lengua Española (DEL). Ed. Espasa Calpe, 21 edición, Madrid, 1992, p. 1036.
4 Ver: Colectivo de Autores. Geografía Económica y Social. Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2004.
5 A grandes rasgos, el concepto de geoestrategia se encuentra estrechamente ligado al de geopolítica. “Es la consecuencia de los objetivos estratégicos que fije la política, estrecha sus vínculos con la Seguridad; constituye la gestión estratégica de los intereses Geopolíticos” (Brzezinski, 1997). Al respecto, J. Casals y G. Németh (2016) especifican además que la geoestrategia puede ser considerada como “el conjunto de planes específicos para el logro de objetivos de mayor proyección (geopolíticos, globales, o si se prefiere mundiales), que incluyen ámbitos o espacios que van más allá de lo meramente territorial, como, por ejemplo, lo político, mediático, científico, tecnológico, económico, financiero, cibernético o sideral”.
6 A los efectos de las presentes reflexiones, podemos entender por geoeconomía “a la geopolítica en el contexto de la globalización económica”. O, dicho de otra manera: “el uso de la política económica para lograr unos objetivos de dominación o de protección del propio bienestar en el contexto global” (Olier, 2015).
7 Las estadísticas mundiales, los reportes de los organismos globales y la copiosa bibliografía científica originada desde los cuatro puntos cardinales del orbe, coinciden en afirmar que las transformaciones del capitalismo mundial, así, como la agudización de su sistema de contradicciones, unido, a la correlación de las fuerzas internacionales liderada por la emergencia de China, desataron en su conjunto y gradualmente, una inexorable transición intersistémica hacia la multipolaridad, apolaridad o simplemente desbalance de poderes, según sea el desenlace final de los acontecimientos. En otras palabras, hablamos de un rebalanceo de fuerzas claramente visible que fluctúa desde el eje atlántico hacia el extremo oriente del planeta.
8 Zbigniew Brzezinski (Varsovia, 28 de marzo de 1928), politólogo estadounidense nacido en Polonia. Considerado uno de los más prestigiosos analistas en política exterior americana del mundo. Fue Consejero de Seguridad Nacional del Presidente Jimmy Carter (1977-1981).
9 Fue Rudyard Kim Kipling (1865-1936), en “Penguim Books” (1894), quien denominara como “juego” a la rivalidad imperial anglorusa acontecida en los terrenos político-militar o guerra diplomática por el control de Asia Central acontecida en el siglo XIX (Villar, 2011 y Palomo, 2015).
10 La reedición de la “Ruta de la Seda” en el siglo XXI por parte de China (tanto en su dimensión terrestre como marítima), persigue impulsar la conectividad, el comercio y el intercambio cultural del gigante asiático con no menos de 100 países pertenecientes a tres continentes, es decir, la iniciativa recorre un itinerario aproximado de 30 millones de km, transitando por las regiones de Asia, Europa y los países africanos con costas en el océano Índico. De magnitud global, el proyecto más importante que en estos momentos coordina el Partido Comunista chino (PCCH), signado con profundas raíces históricas, engloba en esta oportunidad al 35% del comercio mundial, realiza el 55% del PIB planetario, contiene el 75% de las reservas energéticas globales, y, contabiliza en su conjunto más de 4 mil millones de seres humanos (el 70% de la población del orbe). Al propio tiempo, cuenta con un financiamiento superior a los 890 000 millones de dólares en línea con la magnitud del proyecto, el que se solventa mediante el Fondo de la Ruta de la Seda, el Nuevo Banco de Desarrollo (NDB, por sus siglas en inglés) y el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructuras (AIIB, por sus siglas en inglés) e instituciones internacionales creadas por Xi Jinping para contrarrestar la falta de representatividad de las economías emergentes en los organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) (Parra, 2017).
11 Ver: Villar, B. O. (2018). La Geopolítica de la Posguerra Fría en Asia Central. La Habana, Cuba: Ed. Ciencias Sociales.
12 En los últimos tiempos políticos, y los medios de comunicación en sus disímiles vertientes, generalmente, emplean el término “DAESh” como sustituto del término “Estado Islámico” o “ISIS” (por sus siglas en inglés). Para mayor información, consultar el Documento de Seguridad y Defensa No. 62 que responde al título “Yihadismo en el mundo actual”. Editado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos, Ministerio de Defensa de España, 2014, así como el Cuaderno de Estrategia 173 titulado “La Internacional Yihadista”. Editado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos, Ministerio de Defensa de España, 2015. Disponibles ambos documentos en http://publicacionesoficiales.boe.es/
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