El mensaje del Che a todos los pueblos del mundo a través de la Tricontinental: antecedentes y vigencias.

Che's message to all the peoples of the world through the Tricontinental: background and validity.

Dr. Cs. Luis Suárez Salazar.

Doctor en Ciencias Sociológicas y Doctor en Ciencias. Profesor Titular e Integrante del Comité Académico de la Maestría del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” y de la Sección de Literatura Histórico-Social de la Asociación de Escritores de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

luissuarez@cubarte.cult.cu, 0000-0003-4516-3367

 

Recibido: 23 de mayo de 2022

Aprobado: 3 de junio de 2022

 

RESUMEN El pasado 16 de junio se cumplió el 55 aniversario de la publicación, por primera vez, del “segundo testamento político” del comandante Ernesto Che Guevara. Con vistas a que las y los lectores puedan aquilatar el significado histórico de su llamamiento a crear “dos, tres, ... muchos Vietnam”, se relatan de manera sintética los antecedentes mediatos e inmediatos, así como las circunstancias en que este se escribió y difundió. A pesar de los ambivalentes cambios que desde entonces hasta hoy se han producido en la economía capitalista mundo y en el entonces “bipolar” y hoy “multipolar” Sistema Internacional de Estados, el artículo concluye con una reflexión sobre las vigencias que conserva ese documento para las multiformes luchas antimperialistas que en la actualidad se están emprendiendo en todo el mundo y, en particular, en América Latina y el Caribe.

Palabras claves: Che Guevara, Fidel Castro, internacionalismo, luchas y unidad antimperialista, vigencias

 

 

ABSTRACT June 16 marked the 55th anniversary of the publication, for the first time, of the "second political testament" of Comandante Ernesto Che Guevara. In order to enable readers to grasp the historical significance of his call to create "two, three, ... many Vietnams", this paper summarizes the mediate and immediate antecedents, as well as the circumstances in which it was written and disseminated. Despite the ambivalent changes that have taken place in the world capitalist economy and the then "bipolar" and now "multipolar" International System of States, the article concludes with a reflection on the validity of this document for the multiform anti-imperialist struggles that are currently being undertaken around the world and, in particular, in Latin America and the Caribbean.

Keywords: Che Guevara, Fidel Castro, internationalism, unification anti-imperialist struggles, validity

 

 

INTRODUCCIÓN

Como se indica en el título, el objetivo último de las páginas que siguen es realizar una aproximación a las vigencias que conservan algunos de los enunciados del denominado “Mensaje del Che a todos los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”.

Este fue publicado, por primera vez, el 16 de abril de 1967, como un Suplemento Especial de la revista homónima que tres meses después comenzó a ser el órgano oficial del Secretariado Ejecutivo de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América Latina (OSPAAAL), fundada en su primera (y, a la postre, única) conferencia Tricontinental realizada en La Habana, Cuba, en los primeros días de enero de 1966.

Pero antes de presentar mis consideraciones al respecto me referiré a algunos de los antecedentes mediatos e inmediatos, así como a las circunstancias en que se redactó y publicó ese estremecedor llamamiento.

En este, el Che realizó un profundo y previsor análisis de las complejas y peligrosas tendencias entonces existentes en el mundo (incluida la situación diferenciada de las luchas por la liberación nacional y social que se estaban desplegando en Asía, África y en algunos países de América Latina), así como del negativo impacto que estaban y seguirían teniendo en las mismas y, en particular, “en la soledad de Vietnam”, la “guerra de denuestos y zancadillas comenzada hace un buen tiempo por los representantes de las dos más grandes potencias del campo socialista” (Guevara, E. 1967 (2005), 370). Y, acto seguido, dejó indicado para la posteridad:

En cualquier lugar del mundo que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ése, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo, y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a entonar los cantos luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de victoria (Guevara, E., 1967 (2005) 379).

DESARROLLO

Los antecedentes mediatos

Como rememoró Fidel Castro en la entrevista que le concedió a mediados de 1987 al periodista italiano Gianni Miná, después del triunfo de la Revolución Cubana, más de una vez el Che le había recordado el compromiso que él había asumido en México en los días finales de julio de 1955 de que ninguna “razón de Estado” le impidiera cumplir su propósito de incorporarse a las luchas por la liberación nacional y social que, en el futuro previsible, se desarrollaran en Argentina (Mina, G.,1987, 318-321).

Dos meses después de ese compromiso de Fidel (como comúnmente lo llama el pueblo cubano), ese país fue estremecido por el cruento golpe de Estado que, el 19 de septiembre de 1955, derrocó a su popular presidente constitucional Juan Domingo Perón, ejecutado por los sectores más reaccionarios de las clases dominantes y de sus fuerzas armadas con el apoyo de los Gobiernos y las fuerzas navales de Estados Unidos y de Gran Bretaña.

Sin embargo, hasta el presente no se ha podido establecer el momento exacto en que el Che tomó la decisión de dejar todas las altas responsabilidades políticas, estatales y militares que había asumido desde el triunfo de la Revolución Cubana para iniciar la lucha armada revolucionaria en algún país suramericano y, en particular, en su país natal: mal gobernado, desde 1958 hasta el brutal golpe de Estado de junio de 1966, por diversos mandatarios civiles “antiperonistas” apoyados por las clases dominantes y las represivas Fuerzas Armadas de ese país respaldadas por las sucesivas administraciones estadounidenses presididas por el republicano Dwight Eisenhower (1953-1961), así como por los demócratas John F. Kennedy (1961-1963) y por Lyndon B. Johnson (1963-1969).

No obstante, los testimonios de diversos compañeros cubanos vinculados a la implementación de la política internacionalista de la Revolución Cubana que se han publicado después del asesinado del Che en Bolivia (incluidos los del comandante Manuel Piñeiro Losada y de otros de sus subordinados en el entonces llamado Viceministerio Técnico [VMT] del Ministerio del Interior [MININT]), coinciden en afirmar que, a partir de fines de 1962, el Che, desde su despacho en el Ministerio de Industrias de Cuba o desde la biblioteca de su residencia familiar, comenzó a dirigir personalmente las diversas tareas que se emprendieron con vistas a crear las condiciones necesarias para que él, en el momento en que se considerara conveniente, pudiera asumir la dirección o la coordinación de las luchas armadas revolucionarias que comenzaran a desplegarse en algunos países suramericanos y, en particular, en Argentina, Bolivia y Perú (Piñeiro, 1997 (1999), 27-31; Estrada, 2002, 7 y 8).

En efecto, tomando como pivote el territorio boliviano (todavía presidido por el cada vez más antipopular, debilitado e inconsecuente líder del Movimiento Nacional Revolucionario de ese país, Víctor Paz Estenssoro) y contando con el apoyo de algunos de los dirigentes del Partido Comunista de ese país, comenzaron a desplegarse dos operaciones clandestinas dirigidas a tratar de iniciar la lucha armada guerrillera rural en Argentina y Perú.

En este último caso, ese intento fue encabezado por uno de los principales dirigentes del llamado Ejército de Liberación Nacional, Héctor Bejar (Bejar, 2015, 172-175 y 190-186). Y, el primero, por su estrecho amigo y compañero de luchas después del triunfo de la Revolución Cubana Jorge Ricardo Masetti, fundador a fines de 1963 del llamado Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP); al cual –según los planes previamente establecidos— se incorporaría el Che tan pronto “se juzgase oportuno” (Dumois y Molina, 2012, 223).

La frustración de este último empeño en los primeros meses de 1964 (en el que perdieron la vida buena parte de los combatientes argentinos –incluido Masetti— y el ex escolta del Che, el combatiente internacionalista cubano Hermes Peña) pospusieron la antes mencionada decisión del Che; pero él no abandonó sus propósitos.

Por el contrario, como se verá más adelante, y otra vez contando con el respaldo de la máxima dirección político-estatal de la Revolución Cubana y, en particular de Fidel, estos se reactivaron inmediatamente después del brutal golpe de Estado militar, encabezado por el general René Barrientos; quien, con el decisivo apoyo de la maquinaria de la política exterior, de defensa y seguridad imperial de Estados Unidos, derrocó, el 4 de noviembre de ese año, al ya mencionado presidente constitucional boliviano (Tellería, 2021).

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Esto último ocurrió semanas antes de que el 11 de diciembre de ese año, el Che, en representación del Gobierno revolucionario cubano, pronunciara su documentado y revelador discurso en la XIX Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), efectuada en Nueva York (Che Guevara, 1964 [1970], T. II, 541-271).

Fue en esa ocasión que él exteriorizó, ante el adusto plenario de esa organización internacional, sus profundas convicciones latinoamericanistas e internacionalistas, en su contrarréplica a los pronunciamientos anticubanos de los altos representantes de los gobiernos de Colombia, Costa Rica, Estados Unidos, Nicaragua, Panamá y Venezuela. En esa ocasión señaló:

He nacido en Argentina; no es un secreto para nadie. Soy cubano y también soy argentino y, si no se ofenden las ilustrísimas señorías de Latinoamérica, me siento tan patriota de Latinoamérica, de cualquier país de Latinoamérica, como el que más y, en el momento que fuera necesario, estaría dispuesto a entregar mi vida por la liberación de cualquiera de los países de Latinoamérica sin pedirle nada a nadie, sin exigir nada, sin explotar a nadie, Y así, en esa disposición de ánimo, no está solamente este representante transitorio ante esta asamblea. El pueblo de Cuba entero está en esa disposición [...] vibra cada vez que se comete una injusticia no solamente en América, sino en el mundo entero (Guevara, Che, 1964 [1970a], T. II, 561-562).

El recorrido africano del Che

Después de haber cumplido otras tareas en Nueva York, el 17 diciembre viajó a la capital de la República Popular y Democrática de Argelia (con cuyas autoridades el liderazgo político-estatal de la Revolución Cubana habían desplegado intensas relaciones intersolidarias en los años previos) y, desde allí, inició una larga e intensa gira por el continente africano. En particular, por los Estados ubicados en la denominada África subsahariana que, desde comienzos de la década de 1950, ya habían obtenido su independencia política de sus correspondientes metrópolis colonialistas europeas.

A los efectos de este artículo no creo necesario explicar todos los detalles de esas visitas; pero si es necesario destacar que en todos los países que visitó sostuvo conversaciones con sus más altas autoridades oficiales y, en algunos de ellos, se reunió con los dirigentes de los heterogéneos y no pocas veces desunidos movimientos de liberación nacional frente a las potencias imperialistas europeas (Bélgica, Francia, Gran Bretaña y Portugal) que históricamente habían colonizado esa región o que, después de concederles su independencia política, habían establecido su sistema de dominación neocolonial, contando con el apoyo de los representantes políticos y militares de sus clases dominantes y de la maquinaria de la política exterior, de defensa y seguridad imperial de Estados Unidos, así como de sus aparatos económicos interesados en que sus empresas transnacionales controlaran los ingentes recursos naturales existentes en ese continente.

Esa maquinaria, desde la segunda mitad de la década de 1950 y con el propósito supremo de cercar política y militarmente a la República Popular China (RPCh), también había sostenido a los gobiernos títeres instalados en diferentes países asiáticos, incluido el del entonces denominado Vietnam del Sur.

Ante la incapacidad de derrotar las cada vez más potentes luchas que desplegaba el Frente de Liberación de esa parte del territorio vietnamita, a comienzos de 1965 el presidente estadounidense Lyndon B. Johnson emprendió una brutal agresión contra la República Democrática de Vietnam, presidida desde 1954 por el fundador del Partido Comunista Indochino y líder de las exitosas contiendas político-militares por la independencia de esa península frente al imperialismo francés, Ho Chi Minh.

Objetivamente, las luchas del pueblo vietnamita contra esa agresión y por liberar la parte sur de su territorio, al igual que por la liberación nacional y/o social que se desplegaban en diversos países de Asia (incluida la ahora denominada República Democrática Popular de Laos), África y, en menor medida, de América Latina y el Caribe se habían visto debilitadas por los serios conflictos que, desde los primeros años de la década de 1960, se habían presentado entre los liderazgos político-estatales de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y la RPCh.

Fue en esas circunstancias que, entre el 2 y el 5 de febrero de febrero de 1965, el Che realizó su segunda y postrera visita a ese último país. En esta ocasión fue acompañado por los integrantes de la máxima dirección del entonces llamado Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC) Emilio Aragonés y Osmany Cienfuegos, quienes llevaban la encomienda de tratar de solucionar las discrepancias que ya se estaban expresando entre las políticas internacionales de ese partido y del Partido Comunista de China (PCCh).

Una expresión del carácter cada vez más agudo que estaban adquiriendo esas contradicciones fue que, a diferencia de la primera visita que en 1960 el Che había realizado a ese país, la delegación cubana que él presidía no fue recibida por Mao Tsé-tung. Solo pudo reunirse con el entonces presidente Lui Shao-shi y con su Primer Ministro Chu En-lai.

Comoquiera que en esas reuniones no pudieron solucionarse, esas divergencias comenzaron a explicarse en el discurso que pronunció Fidel el 13 de marzo de 1965 (Castro, F. 1965 [2013], 141-146); pero se hicieron más nítidas en las respuestas que él les ofreció el 5 de febrero de 1966 a dos declaraciones del Gobierno chino “para tratar de justificar su [inadecuada] conducta en la cuestión de las relaciones comerciales con Cuba” (Castro, F.,1966 [2015], 85-106).

En esa respuesta Fidel develó que, desde el 14 de septiembre de 1965, él y el entonces presidente de Cuba, Osvaldo Dorticós Torrado, había sostenido una extensa conversación con el Encargado de Negocios de la RPCh, para discutir “cuestiones sumamente graves” que estaban afectando las interrelaciones políticas y comerciales existentes entre ambos países.

Entre ellas, “la distribución de material de propaganda en nuestro país sobre cuestiones de carácter político, en especial las que tienden a profundizar las divisiones entre los pueblos y Estados socialistas”; práctica que no fue abandonada por el Gobierno de la RPCh, “desconociendo las prerrogativas que como país soberano son de la incumbencia exclusiva de nuestro Gobierno” (Castro, F.,1966 [2015], 104).

Pocos meses después, la continuidad de esos ajetreos por parte de las autoridades política-estatales de la RPCh y de su Embajada en La Habana fue duramente criticada por Fidel en el discurso que pronunció en ocasión del noveno aniversario de la caída en combate de José Antonio Echevarría y del frustrado asalto armado al Palacio presidencial, organizado por el posteriormente denominado Directorio Revolucionario 13 de Marzo (Castro, F. 1966).

Cualesquiera que sean los criterios que en la actualidad puedan tenerse con relación a lo planteado por Fidel en esas ocasiones, lo cierto fue que, después de su breve e infructuosa visita a la RPCh, el Che regresó a Argelia y, desde ahí, viajó a Tanzania, donde permaneció ocho días.

Durante estos, sostuvo una breve entrevista con su presidente, JuliusNyerere. Este había admitido la presencia en su país de los representantes de las organizaciones y movimientos de liberación nacional de diversos territorios africanos y, en particular, de la República Democrática del Congo, entonces conocida como Congo Kinshasa, presidida por Joseph Kasavubu, corresponsable, junto con su primer ministro Moïse Tshombé (1964-1965) y al posterior dictador militar Mobutu Sese Seko (1965-1997), del brutal asesinato el 17 de enero de 1961 del indiscutible líder de su independencia, Patrice Lumumba.

Como había reiterado el Gobierno revolucionario cubano y había recordado el Che en su antes mencionado discurso en la Asamblea General de la ONU, ese crimen había sido propiciado por los representantes de esa organización que, a solicitud de Lumumba, habían acudido para presuntamente contribuir a la solución del conflicto creado por la secesión de la provincia de Katanga encabezada por Tshombé.

Consecuente con esas ideas y con la multidimensional política solidaria de la Revolución Cubana que desde 1959 había contribuido a elaborar, el Che sostuvo varios contactos con los representantes de los diversos movimientos de liberación nacional africanos que en esos momentos estaban visitando o residiendo en la capital de Tanzania: Dar es Salaam.

Entre ellos, los integrantes del Consejo Nacional de la Revolución Congolesa, Laurent-Désiré Kabila y Gastón Soumialot, quienes finalmente aceptaron que el entrenamiento militar que habían solicitado para sus combatientes fuera realizado por un selecto grupo de militares cubanos que, cuando llegaran a Tanzania, se trasladarían rápidamente a una de las principales zonas del antes llamado “Congo belga” donde presuntamente combatían contra las fuerzas militares de ese país y contra los “mercenarios blancos” contratados en diversos países de Europa Occidental y transportados por medios aéreos estadounidenses.

Fue precisamente en esos días que, cumpliendo las orientaciones de Fidel y del comandante Manuel Piñeiro Losada, viajó a Tanzania el jefe de la Sección de América Latina del VMT del MININT, Juan Carretero, para informarle al Che de la situación existente en las luchas populares y revolucionarias que se estaban desplegando en diferentes países de América Latina, en particular en Colombia, Guatemala, Perú y Venezuela. En esos momentos eran tan promisorias que –según Carretero— el Che “se puso muy contento” (Carretero, 1997, 49).

De manera convergente y tomando en cuenta los acuerdos que se habían adoptado por el Che con el Gobierno de la República del Congo (también conocida como Congo Brazzaville), presidido desde 1963 por el líder del Movimiento Nacional Revolucionario, Alphonse Massamba-Debat, así como con algunos Movimientos de Liberación Nacional africanos con los que se había reunido en ese país (en particular, con el máximo dirigente del Movimiento Popular para la Liberación de Angola [MPLA], Agostinho Neto), la máxima dirección política-estatal de nuestro país había comenzado a seleccionar a los oficiales y combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias que estuvieran dispuestos de manera voluntaria a cumplir misiones internacionalistas en África.

A eso se volverá más adelante, pero ahora es necesario precisar que, después que culminó su visita a Tanzania, el Che viajó por segunda vez a la entonces llamada República Árabe Unida (RAU) en la que se entrevistó nuevamente con su prestigioso presidente Gamal Abdel Nasser, con el que intercambió criterios sobre la compleja situación existente en el mundo y, en particular, en África y en el Medio Oriente. E, inmediatamente después, retornó a Argelia para participar en el Segundo Seminario Económico de Solidaridad Afroasiática que se desarrolló en esa ciudad a fines de febrero de 1965.

En su intervención ante el mismo, después de analizar la situación existente en el mundo, de acentuar la necesidad de la unidad en las multiformes luchas contra el colonialismo, el neocolonialismo y el imperialismo, así como de vindicar las posibilidades del socialismo (cualquiera que fuera el nombre que se le diera), el Che le realizó agudas críticas a las inadecuadas maneras en que los países del entonces llamado “campo socialista” conducían sus relaciones económico-comerciales con los gobiernos de los Estados afroasiáticos que, a partir de la década de 1950, habían obtenido su independencia política de las principales potencias imperialistas europeas.

Asimismo, criticó a los gobiernos de estos últimos países que, a su decir, jugaban “al balance entre capitalismo y socialismo” para tratar “de utilizar ambas fuerzas como elementos contrapuestos, para sacar de esa competencia determinadas ventajas” (Guevara, E. 1965 [2005], 360).

Mucho más porque, como previamente él había indicado, “cada vez que un país se desgaja del árbol imperialista, se está ganando no solamente una batalla parcial contra el enemigo fundamental, sino contribuyendo a su real debilitamiento y dando un paso hacia la victoria definitiva”. Y agregó:

No hay fronteras en esa lucha a muerte, no podemos permanecer indiferentes frente a lo que ocurre en cualquier parte del mundo, una victoria de cualquier país contra el imperialismo es una victoria nuestra, así como la derrota de una nación cualquiera es una derrota para todos. El ejercicio del internacionalismo proletario es no solo un deber de los pueblos que luchan por asegurar un futuro mejor; además es una necesidad insoslayable. Si el enemigo imperialista, norteamericano o cualquier otro, desarrolla su acción contra los pueblos subdesarrollados y los países socialistas, una lógica elemental determina la necesidad de la alianza de los pueblos subdesarrollados y de los países socialistas; si no hubiera otro factor de unión, el enemigo común debiera constituirlo (Guevara, 1965 [2005], 357).

El primer testamento político del Che

Como se ha documentado, fue en ese recorrido africano que el Che redactó, en forma de carta, su célebre ensayo “El socialismo y el hombre en Cuba”, cumpliendo una demanda que le había realizado Carlos Quijano, entonces director de la revista Marcha que se publicaba en Montevideo, Uruguay.

Aunque no puede considerarse que esa carta (publicada por primera vez el 12 de marzo de 1965) tuviera un carácter testamentario, en ella el Che sintetizó los conceptos que previamente había defendido con relación a los mejores caminos para llevar a feliz término la que, de manera implícita o explícita, había venido denominando “construcción simultánea del socialismo y el comunismo en Cuba” con el propósito expreso de distanciarse de los dogmas al respecto entonces imperantes en la URSS y en los países socialista este-europeos. Asimismo, del modelo de autogestión económica que se aplicaba en la República Federativa de Yugoslavia y del llamado “gran salto adelante” que, bajo la dirección de Mao Tsé-tung, se había estado impulsando en la RPCh durante los primeros años de década de 1960.

Por otra parte, entre otros conceptos que trascienden los propósitos de este escrito, en la carta a Quijano antes mencionada, el Che dejó dicho: “El revolucionario, motor ideológico de la Revolución dentro de su Partido, se consume en esa actividad ininterrumpida que no tiene más fin que la muerte, a menos que la construcción [del socialismo] se logre en escala universal”. Y agregó:

Si su afán de revolucionario se embota cuando las tareas más apremiantes se ven realizadas a escala local y se olvida del internacionalismo proletario, la revolución que dirige deja de ser una fuerza impulsora y se sume en una cómoda modorra, aprovechada por nuestros enemigos irreconciliables, el imperialismo, que gana terreno. El internacionalismo proletario es un deber, pero también una necesidad revolucionaria. Así educamos a nuestro pueblo (Guevara, E., 1965 [2005a], 238).

Consecuente con esas ideas, pocos días después de su regreso a Cuba el 14 de marzo de 1965, Fidel y el Che llegaron al acuerdo de que, mientras se creaban las condiciones mínimas necesarias para que él pudiera cumplir sus propósitos de emprender la lucha armada guerrillera en algún país suramericano (Miná, G. 1987, 318-321), se pusiera al frente del grupo de instructores militares cubanos que, como ya se indicó, se habían acordado con los dirigentes del Consejo Nacional de la Revolución Congolesa.

Sobre la base de ese entendimiento y contando con el apoyo de otros altos dirigentes político-estatales de la Revolución Cubana, pocos días después, el 23 de marzo, el Che pronunció su última conferencia en el Ministerio de Industrias. Esta se concentró en informarles a los asistentes el resultado de su larga visita a África (Guevara, 1965 [2015], tomo 5, 287-304). Y, luego, se dedicó a desinformar a sus más cercanos colaboradores y compañeros de ese y otros organismos políticos y estatales cubanos (incluso a su gran amigo: el Canciller de la Dignidad, Raúl Roa García) acerca de la decisión que ya había adoptado. Solo se la informó a su compañera de lucha, esposa y madre de cuatro de sus cinco hijos, Aleida March (2007, 152).

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De modo que, luego de concluir su cuidadoso enmascaramiento (este se había previsto desde los primeros meses de 1964), el primero de abril 1965 el Che emprendió el recorrido clandestino por diversos países europeos, medio orientales y africanos que 23 días después culminó con su ingreso (ya con el seudónimo de Tatu), a través del Lago Tanganica, al territorio del Congo Kinshasa con el propósito de contribuir hasta las últimas consecuencias de su actos, a las luchas que entonces estaban librando diversos pueblos de ese continente contra el colonialismo, el neocolonialismo y el régimen racista del apartheid institucionalizado en Sudáfrica con el decidido apoyo de las principales potencias imperialistas europeas y de Estados Unidos.

Por consiguiente, fue antes de esa primera salida clandestina de Cuba que el Che redactó los que también pudieran considerarse importantes componentes de su legado político: la epístola privada que le escribió a Fidel el 26 de marzo de 1965 expresándole sus juicios críticos sobre algunos de los problemas económicos y políticos que, en su apreciación, en aquellos años estaban afectando la transición socialista cubana (Guevara, E. 1965 [2022]). Asimismo, su célebre carta de despedida de Fidel y del pueblo cubano.

Según se ha documentado, esta última la actualizó en las horas previas a su salida de Cuba, el 1ro. de abril de 1965. Como ahora se sabe, la primera solo fue difundida íntegramente en el 2019, mientras que la segunda fue leída por Fidel en el discurso que pronunció el 3 de octubre de 1965 como conclusión de la Conferencia Nacional del PURSC que, a partir de ese momento, comenzó a denominarse Partido Comunista de Cuba. Fue en esa misiva que el Che le indicó a Fidel:

Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.

Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y de dolor, aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos... y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo donde quiera que esté; esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura.

Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que, si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. Que doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución y lo sigo estando. Que donde quiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario cubano, y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y a mi mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.

Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo, pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas (Castro, F. 1965 [2013a], 71-72).

Los antecedentes inmediatos del segundo testamento político del Che

Como ya se conoce, ante las decisiones adoptadas por la segunda Conferencia de la Organización para la Unidad Africana (esta se había fundado en 1963) y tomando en cuenta la destitución del criminal primer ministro congoleño Moïse Tshombé, el presidente de Tanzania, Julius Nyerere, decidió no seguirse inmiscuyendo en los asuntos internos del Congo Leopoldville y, ante la desidia de los máximos dirigentes del Consejo de la Revolución del Congo, así como de las recomendaciones de Fidel, el 17 de noviembre de 1965, el Che finalmente decidió que los 117 combatientes internacionalistas cubanos que habían sobrevivido en las operaciones militares en que participaron (Gálvez, 1995, 361-364), salieran antes o juntos con él del territorio del Oriente de ese país en el que habían estado combatiendo en las semanas previas.

Con excepción de los pocos que se quedaron para tratar de rescatar a los compañeros cubanos que no llegaron al lugar acordado para tomar las embarcaciones que los trasladaron hasta Tanzania, todos ellos regresaron a Cuba; pero el Che permaneció clandestinamente en la Embajada de Cuba en Tanzania. Allí fue donde escribió su ahora celebre libro Pasajes de la guerra revolucionaria: el Congo.

Cuando aún no había concluido ese empeño y acompañado por Aleida March, nuevamente fue a visitarlo Juan Carretero. Según su testimonio, inmediatamente después de concluir la Primera Conferencia Tricontinental (efectuada en La Habana entre el 3 y 10 de enero de 1966), Fidel le orientó que viajara a ese país africano. Y agregó:

La urgencia de viajar a Tanzania era para [que le trasmitiera al Che] el planteamiento de Fidel, de que viniera para Cuba a dirigir los preparativos que se requerían y, además, porque todo se podía hacer mejor desde acá. Tendría la facilidad de organizar mejor su proyectada misión [en Suramérica], entrenarse junto a los compañeros que irían. Ya Fidel le había planteado que hiciera una selección, una propuesta, de que compañeros requería para ir preparándolos también. Por lo tanto, era mucho mejor [que viniera a Cuba] en una forma discreta, donde podía moverse con más libertad y ver todo lo que quisiera ver, a quien necesitara ver, ... (Carretero, J. 2013, 83).

Aún sin haber adoptado una decisión al respecto, unas semanas después, en compañía del jefe de la Sección de África del VMT del MININT, Ulises Estrada (a quien conocía desde 1961), el Che se trasladó clandestinamente a Praga, capital de la entonces llamada República Socialista de Checoeslovaquia (Estrada, 2002, 9-11 y 2015). Y, desde allí, comenzó a dirigir las acciones necesarias para cumplir cabalmente con lo que había indicado en el que en las páginas anteriores he definido como su “primer testamento político”.

Con tal fin, mientras se mantuvo en Praga, mantuvo “un intenso intercambio de mensajes” con Fidel, “por vía secreta o, a través de Papi [José María Martínez Tamayo], que servía de enlace, y de sus conversaciones con este último, bien cuando iba y venía de La Paz [Bolivia] o de La Habana” (Estrada, 2002, 10), ya que, después del antes mencionado fracaso del EGP y del golpe militar del 5 de noviembre de 1964, el Che (ya utilizando el seudónimo de Ramón) había escogido a Bolivia como el lugar en donde formar una columna guerrillera madre, en la cual, “participaran combatientes de otros países del sur de América, que una vez forjados en la lucha llevaran la guerra liberadora a sus propios países” (Estrada, 2002, 8). Sin embargo, según Ulises, nunca abandonó la “posibilidad cierta de ir a combatir a la Argentina, aunque fuera a morir con un piecesito [sic] dentro de las fronteras de su patria” (Estrada, 2002, 7).

Comoquiera que las coordinaciones imprescindibles para lograr su ingreso clandestino a Bolivia (donde se habían preservado las estructuras clandestinas creadas en 1963 para apoyar los empeños de iniciar las luchas guerrilleras en Argentina y Perú), al igual que el de los combatientes internacionalistas cubanos que previamente él había seleccionado, se habían demorado más allá de lo previsto, a comienzos de junio de 1966, Fidel (utilizando el seudónimo “Leche”) le envió una carta personal al Che. En esta le reiteró y amplió los argumentos que, de manera verbal, previamente le había expresado Juan Carretero (Castro, 1966 [2013b], 92-96).

Atendiendo a esas sólidas razones fue que el Che finalmente decidió regresar clandestinamente a Cuba, a donde arribó el 24 de julio de 1966, en uno de los vuelos en que viajaron varios extranjeros invitados a las celebraciones del decimotercer aniversario del asalto al Cuartel Moncada (March, 2007, 172).

Fue estando en ese país (en Cuba), entrenándose con los demás combatientes cubanos en las montañas aledañas a San Andrés de Caiguanabo (entonces ubicada en la llamada provincia de Pinar del Rio) que, en los primeros días de agosto de 1966, él redactó el artículo mencionado en la introducción de este escrito, inicialmente titulado “Crear dos, tres... muchos Vietnam”; pero que, por las razones ya indicadas, puede ser considerado “el segundo testamento político del Che”.

Como ya se sabe, el artículo antes referido se lo había solicitado el entonces Secretario General de OSPAAAL y miembro de Buró Político del Comité Central del PCC, Osmany Cienfuegos, con vistas a publicarlo, junto a los de otros destacados dirigentes revolucionarios del mundo, en el primer número de la que en julio de 1967 comenzó a llamarse revista Tricontinental.1 Pero,

en cuanto lo tuvo en sus manos, Osmany se percató de que este iba más allá de sus expectativas; en tanto, por su profundidad política, consagraba al Che como uno de los teóricos de la revolución más audaces, rigurosos y creativos que, además, con la consecuencia que lo caracterizaba, siempre estaba dispuesto a unir su pensamiento con la acción. También se percató que no se trataba de un artículo sino de un llamamiento a todos los pueblos del mundo a emprender nuevos combates contra el imperialismo, en primer lugar, contra el imperialismo norteamericano (Estrada, 2007, 2).

En consecuencia, según el autor de ese testimonio, “se tomó la decisión de posponer la publicación del documento hasta que Che estuviera en condiciones de iniciar la lucha armada revolucionaria en tierras suramericanas” (Estrada, 2007, 2). Por ello, ese llamamiento del Che permaneció inédito hasta meses después de su ingreso clandestino a Bolivia en los primeros días de noviembre de 1966. Y solo Fidel y Osmany decidieron publicarlo como un Suplemento Especial de la entonces proyectada revista Tricontinental después que, en los últimos días de marzo y en los primeros días de abril de 1967, se habían producido las primeras y hasta entonces victoriosas acciones militares emprendidas por el ya denominado Ejército de Liberación Nacional de Bolivia.

En ese escrito y con su abarcadora cosmovisión forjada desde su juventud (Ariet, 2022, pp. xxx) el Che sintetizó muchas de sus profundas reflexiones y anticipaciones con relación al complejo y no pocas veces peligroso contexto internacional y hemisférico en que tendrían que desplegarse la transición socialista cubana, así como su multifacética proyección externa, incluida la política internacional del PCC, al igual que la política interna y externa del Estado y del Gobierno de ese país. De ahí que, en el discurso que pronunció en el 35 aniversario de la fundación de la Unión de Jóvenes Comunistas (4 de abril de 1997), además de reiterar otras de sus valoraciones sobre el imperecedero legado del Che, Fidel afirmara:

Nos imaginábamos que tal vez la tarea de la construcción del socialismo y la tarea de la construcción del comunismo estaba distante, pero más cerca de lo que habríamos pensado si hubiésemos tenido el don de ser adivinos, aunque tuvimos un adivino entre nosotros y ese adivino fue el Che. No era un hombre al que le faltaba la fe, porque era el que probablemente más fe tenía; no era un hombre al que le parecieran demasiado distantes las metas extraordinarias que nos proponíamos, pero si insistía mucho, mucho, mucho en la formación de la conciencia, en el reforzamiento de la ideología, en el papel del ejemplo y en la forma de concebir la conducta generosa, altruista, fraternal del ser humano, y capaz de advertir las consecuencias que pudieran derivarse de cualquier descuido en el campo de la ideología (Castro, F. 1997 [1988], 182).

Las vigencias del llamamiento del Che a través de la Tricontinental

No obstante, sería un despropósito teórico y práctico aseverar que todo lo que el Che afirmó antes de su asesinato en Bolivia el 9 de octubre de 1967 tiene vigencia en la actualidad. Esto sería inconsistente con su profundo pensamiento dialéctico y con su temprana advertencia de que “si nuevos hechos determinan nuevos conceptos, nunca se quitará su parte de verdad a aquellos otros que hayan pasado” (Guevara, E. 1960 [1970], 93).

Mucho más porque, desde 1967 hasta la actualidad se han producido inmensos, contradictorios y ambivalentes cambios en la economía capitalista mundial, al igual que en el otrora “bipolar” (y ahora “multipolar” o “pluripolar”) Sistema Internacional de Estados que –como él previó— podía modificarse si los países socialistas europeos, la URSS y la RPCh no superaban oportunamente los errores y desviaciones político-ideológicas y socio-económicas, al igual que en el diseño e implementación de las políticas internas y externas que se estaban produciendo en sus correspondientes transiciones socialistas.

El Che también previó el negativo y desigual impacto que esas pifias –y las agudas contradicciones existentes entre esas dos últimas potencias del campo socialista— iban a tener en las multiformes luchas contra el colonialismo, el neocolonialismo, el sionismo, el régimen de apartheid y el imperialismo, así como por el socialismo que se sigue librando, con mayor o menor consistencia y efectividad, según el caso, en todos los continentes y, en particular, en algunos de los Estados de África, Asia, así como en América Latina y el Caribe.

Sin embargo, tales mutaciones, así como los nuevos y grandes problemas que están afectando a la Humanidad no niegan las que en el discurso que pronunció en ocasión del 20 aniversario de la captura herido y desarmado del Che en la ahora conocida Quebrada del Churo (8 de octubre de 1967), Fidel llamó “vigencia absoluta y total” de muchas de las multifacéticas dimensiones del pensamiento del Che (Castro, F. 1987 [1998], 173).

Acorde con los propósitos de este artículo y sin ánimo de ser exhaustivo, solo resaltaré algunas de ellas; comenzando por su reiterada afirmación de que “el imperialismo es un sistema mundial, última etapa del capitalismo”. De ahí su perdurable clamor “por la unidad de todos los pueblos contra el gran enemigo del género humano: los Estados Unidos de Norteamérica” (Guevara, Che, 1967 [2005], 379). Igualmente, su siguiente afirmación:

En nuestro mundo en lucha, todo lo que sea discrepancia en torno a la táctica, método de acción para la consecución de objetivos limitados debe analizarse con el respeto que merecen las apreciaciones ajenas. En cuando al gran objetivo estratégico, la destrucción total del imperialismo por medio de la lucha, debemos ser intransigentes (Guevara, E. 1967 [2005], 378).

Entre otras razones porque como él previamente había afirmado:

Los revolucionarios no pueden prever de antemano todas las variantes tácticas que puedan presentarse en el curso de la lucha por su programa liberador. La real capacidad de un revolucionario se mide por el saber encontrar tácticas revolucionarias adecuadas en cada cambio de la situación, en tener presente todas las tácticas y en explotarlas al máximo. Sería un error imperdonable desestimar el provecho que pueda obtener el programa revolucionario de un proceso electoral dado; del mismo modo que sería imperdonable limitarse tan sólo a lo electoral y no ver los otros medios de lucha, incluso la lucha armada, para obtener el poder, que es el instrumento indispensable para aplicar y desarrollar el programa revolucionario, pues si no se alcanza el poder, todas las demás conquistas son inestables, insuficientes, incapaces de dar las soluciones que se necesitan, por más avanzadas que estas puedan parecer (Guevara, E. 1961 [1970], T. II, 413-414).

Sobre todo, porque –como indicó el Che con relación a América Latina y el Caribe— era de esperarse que la maquinaria de la política exterior, de defensa y seguridad imperial de los Estados Unidos, en unión de los representantes político, militares e ideológico-culturales de las clases dominantes locales (incluidas sus timoratas “burguesías nacionales”), lucharían por mantener a toda costa su férrea dominación sobre esa parte del mundo. Por ello previó:

Los yanquis intervendrán por solidaridad de intereses y porque la lucha en América es decisiva. Lo harán con todas sus fuerzas [...] no dejarán consolidarse el poder revolucionario y, si alguno llegara a hacerlo, volverán a atacar, no lo reconocerán, tratarán de dividir las fuerzas revolucionarias, introducirán saboteadores de todo tipo, intentarán ahogar económicamente el nuevo Estado, aniquilarlo, en una palabra (Guevara 1962 [1970], T. II, 504).

¡Cuánto hace recordar esas afirmaciones del Che el golpe de Estado fascista del 11 de septiembre de 1973 contra el gobierno de la Unidad Popular encabezado por el compañero presidente chileno Salvador Allende, las cruentas dictaduras militares de seguridad nacional que se instalaron en todo el continente en la década de 1970 y en buena parte del decenio posterior, el virtual golpe de estado-electoral que se produjo en 1980 contra el líder Partido Nacional del Pueblo (PNP) y hasta entonces primer ministro de Jamaica, Michael Manley, la brutal intervención militar estadounidense de 1983 en la pequeña isla de Granada, la “guerra sucia” contra la Revolución Sandinista a lo largo de la década de 1980, la criminal ocupación militar de Panamá en diciembre de 1989 y el cruento golpe Estado contra el presidente constitucional hondureño Manuel Zelaya que se produjo en junio del 2009, con el sibilino respaldo del Gobierno de Estados Unidos, presidido por el demócrata Barack Obama (2009-2017); que también cohonestó el golpe de Estado jurídico-parlamentario y mediático de mayo del 2016 contra la presidente brasileña Dilma Rousseff!

Por consiguiente, esas previsiones del Che se siguen confirmando todos los días en las agresiones económicas, políticas, ideológicas-culturales y mediáticas de Estados Unidos contra Cuba. Asimismo, contra la Revolución Bolivariana, contra la llamada “segunda etapa” de la Revolución Sandinista y contra la Revolución Democrática y Cultural que, con altibajos, se ha venido desarrollando en el ahora llamado Estado Plurinacional de Bolivia desde el 2006 hasta la actualidad, bajo la conducción del Movimiento al Socialismo-Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos, fundados por el ahora expresidente de ese país Evo Morales Ayma (2006-2019); quien también fue derrocado el 10 de noviembre del 2019 por un brutal golpe de Estado, apoyado por el ultra reaccionario gobierno estadounidense presidido entre el 2017 y el 2021 por Donald Trump (Quintana, 2021, 15-20).

Y, como lo previó el Che hace 55 años, esas agresiones se han venido y se siguen desplegando con la virtual inoperancia de la ONU para evitarlas, con la complicidad de los principales aliados europeos de Estados Unidos integrantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), de Canadá y de buena parte de los gobiernos latinoamericanos y caribeños integrantes del Ministerio de Colonias de los Estados Unidos: la Organización de Estados Americanos (OEA) y de sus diferentes órganos jurídicos, políticos y militares.

En especial, de aquellos que han aceptado de buena gana su status como “aliados extra regionales de la OTAN”, como es el caso emblemático de Colombia, cuyos gobiernos y sus fuerzas militares, además de los crímenes perpetrados contra su población y contra incontables dirigentes populares, políticos y sociales, se han transformado en cómplices y subordinados a las políticas de Estados Unidos contra los movimientos populares y revolucionarios del ahora llamado “Sur global”, incluidas las que todavía despliega el pueblo palestino contra los criminales gobiernos sionistas instalados en el Estado de Israel.

Algo parecido puede decirse de las previsiones del Che referidas a todos aquellos procesos de cambios favorables a los intereses nacionales y populares que se han desarrollado en diferentes partes del mundo y en particular en América Latina, cuyos dirigentes han perdido el horizonte socialista y, por tanto, se han transformado paulatina o abruptamente, según el caso, en la que en el mensaje que ha motivado este artículo, él denominó “caricatura de Revolución” (Guevara, E. 1967 [2005], 371).

CONCLUSIONES

De todo lo antes dicho y de otros elementos incluidos en otros escritos y libros previamente publicados (Suárez, 2013, 2017 y 2022), derivo la necesidad de que, en las cercanías del 55 aniversario de su paso definitivo a la inmortalidad (9 de octubre de 1967) y del 95 aniversario de su natalicio (14 de junio de 2023), las y los interesados en producir profundos cambios en sus correspondientes países y continentes, así como en el convulso y cada vez más peligroso mundo de hoy y del futuro previsible estudien el legado del Che y apliquen sus principales enseñanzas de manera dialéctica, creadora y, por tanto, acordes con sus circunstancias nacionales específicas, así como con la correlación de fuerzas existentes en cada momento en el Sistema internacional de Estado y en sus correspondientes continentes.

Mucho más porque, a pesar del tiempo transcurrido desde su asesinato dictaminado por el gobierno del demócrata Lyndon B Johnson (Cupull, A. y González, F., 1992), sigue estando vigente lo que Fidel indicó en su Introducción necesaria al estremecedor Diario del Che en Bolivia:

Los que ven en el desenlace de su lucha en Bolivia el fracaso de sus ideas, con el mismo simplismo pudieran negar la validez de las ideas y las luchas de todos los grandes precursores y pensadores revolucionarios, incluidos los fundadores del marxismo, que no pudieron culminar la obra y contemplar en vida los frutos de sus nobles esfuerzos (Castro, F. 1968 [2006], 17 y 18).

Asimismo, sus reiteradas afirmaciones: “los que enarbolamos la justa idea de la solidaridad entre los pueblos jamás seremos débiles, [...] la unidad antiimperialista [ha sido y] continuará siendo la táctica y la estrategia de nuestra victoria” (Castro, F., 2001 [2007], 334)

La Habana, 23 de mayo, 2022

notas

1 Todo lo indicado en este párrafo le fue aportado al autor del escrito por el entonces jefe del Departamento Político y Económico de la OSPAAAL y actual Profesor Auxiliar del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, Eduardo Delgado.

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