DIPLOMACIA CUBANA

 

Mensaje a la Tricontinental: a 55 años de su publicación

Message to Tricontinental: 55 years after its publication

 

Dra. C. María del Carmen Ariet García

Doctora en Ciencias Históricas. Licenciada en Sociología, Instructora de Filosofía, Investigadora Titular y Miembro de número de la Academia de Ciencias de Cuba. Coordinadora Académica del Centro Che Guevara y del Proyecto Editorial sobre la Vida y Obra del Che. Miembro de la Sección de base de la UNIHIC (Unión de Historiadores de Cuba) y miembro de la SEAP (Sociedad Económica Amigos del País). centroche@cubarte.cult.cu, 0000-0002-8382-9951

 

Recibido: 17 de mayo de 2022

Aprobado: 3 de junio de 2022

 

RESUMEN El humanismo revolucionario del Che, como elemento esencial de su pensamiento, no queda solo en un imperativo moral, sino que se manifiesta definitivamente a través de la necesidad práctica y objetiva de la lucha revolucionaria contra el enemigo común de los pueblos, el imperialismo norteamericano. El Mensaje a la Tricontinental, como proyecto de estrategia revolucionaria mundial de lucha, asume el fin de toda dominación y hace hincapié en recrear los contextos históricos, sus fases y la deformación global que anteceden al intento de obtener la plena liberación del ser humano, de ahí la importancia de su análisis, validez y relevancia, a 55 años de su publicación.

Palabras claves: Contextos históricos, fases integradoras, lucha antimperialista

 

 

ABSTRACTThe revolutionary humanism of Che, as an essential element of his thought, does not remain only in a moral imperative, but is definitely manifested through the practical and objective necessity of the revolutionary struggle against the common enemy of the peoples, the North American imperialism. The Message to the Tricontinental, as a project of world revolutionary strategy of struggle, assumes the end of all domination and emphasizes the recreation of the historical contexts, its phases and the global deformation that precede the attempt to obtain the full liberation of the human being, hence the importance of its analysis, validity and relevance, 55 years after its publication.

Keywords: Historical contexts, integrating phases, anti-imperialist struggle.

 

INTRODUCCIÓN

En el presente año se conmemoran un conjunto de aniversarios de enorme repercusión dentro de la vida y la obra del Che, desde su natalicio el 14 de junio con el objetivo de destacar el 95 cumpleaños el próximo año, además de realizar acciones para recordar el 55 aniversario de la gesta boliviana, incluido los hallazgos de los restos de los combatientes el 12 de junio de 1997 y a 25 años de ser trasladados para Cuba, convertidos en el “destacamento de refuerzo” como los calificara Fidel en el discurso pronunciado en el Memorial, ubicado en la plaza Che Guevara de la ciudad de Santa Clara, el 17 de octubre de 1997 (Castro, F 1998, 192-195) .

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El mundialmente conocido “Mensaje a la Tricontinental”, fue titulado por el Che como “Crear dos, tres, muchos Viet Nam ”, en merecido reconocimiento a la lucha que estaba librando por su independencia y soberanía ante el salvajismo de las fuerzas yanquis en su territorio y como signo para marcar la estrategia que debían seguir los pueblos para alcanzar su verdadera emancipación.

El Mensaje fue publicado, por primera vez, como un suplemento especial, el 16 de abril de 1967, antecediendo al primer número de la revista Tricontinental, mientras se encontraba el Che en Bolivia. Fue escrito en Cuba antes de su partida, en noviembre de 1966, a solicitud del compañero Osmany Cienfuegos, quien fungía como presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Comité Central y secretario general del Secretariado Permanente de la Organización de Solidaridad de los pueblos de Asia, África y América Latina.

En el contexto de la Conferencia Tricontinental, celebrada en La Habana entre el 3 y el 10 de enero de 1966, se determinó publicar una revista de la organización y se pidió al Che escribir un artículo para su primer número, que debía aparecer en junio de 1967. Ante los acontecimientos precipitados de las acciones en Bolivia y las especulaciones sobre su presencia en la guerrilla, se consideró publicarlo con una declaración introductoria firmada por el Secretariado Ejecutivo de la Organización de Solidaridad de los pueblos, antes de lo previsto, razón que explica su edición como suplemento especial en el mes de abril.

Ese solo hecho bastó para que el Mensaje adquiriera, al decir de estudiosos y revolucionarios, como lo calificara el intelectual cubano, Fernando Martínez Heredia -nuestro reconocimiento y homenaje-, un alcance de “testamento político”. Fue ampliamente divulgado y ha sido reconocido como un documento histórico y referente para emplearlo en el ayer, en el hoy y en el mañana, por la síntesis de sus tesis, por el recorrido de momentos determinantes de la historia común de los pueblos y su reclamo de unidad, aún pendiente de alcanzar en la dimensión que el Che hubiera deseado.

En esta fecha de recordatorio, explicar algunos de los fundamentos históricos que propiciaron su contenido, desde la propia exposición y desarrollo de la obra y el pensamiento del Che, es decir, en el ejercicio de demostrar qué lo condujo a sintetizar un conjunto de tesis que actuarían como base de su ideario en las luchas que se había propuesto encabezar, sobresalen por su claridad y validez. Como dato interesante y educativo, en tiempos tan inciertos como los actuales, no es por gusto que el Mensaje se haya convertido en uno de los más difamados por sus detractores, por ser la esencia de verdades capaces de esclarecer el camino para emprender la liberación plena del ser humano (Ariet, Ma. del Carmen, 2002, pp.1-16).

Son propuestas de enorme relevancia construidas por el Che y sobre todo de extraordinaria importancia como referente en los procesos de cambio que se propongan las luchas anticapitalistas y de liberación que se asuman. No importa que los contextos, quizás, difieran o que los métodos tengan que ser los mismos, pero, con total certeza, lo que no ha cambiado es el enemigo y sus variantes recreadas en la actualidad para imponerse, sin importar la violencia irracional que apliquen. Se pudiera estar o no de acuerdo con el enfrentamiento directo como método de lucha, pero lo que no se puede negar es la importancia de cualquiera de las variantes que se produzcan si se aspira a la emancipación real de la humanidad.

Dentro del Mensaje, desde su perspectiva, mantiene total vigencia e importancia la ubicación espacio-temporal y el contexto político y económico en que se enmarca, así como los niveles en que el Che fue concibiendo la integración desde los ámbitos nacionales y regionales acorde con sus características propias, hasta alcanzar una plena integración mundial como propósito sustancial.

En el caso particular del Che, esos ámbitos pueden percibirse de manera particular, pero sin perder su interrelación, factor esencial de su visión al elaborarlos como un sistema totalizador, válido para la liberación del ser humano a escala mayor. Es el principio demostrativo que puede analizarse en orden cronológico, interconectados entre sí, nunca independientes y definidos en tres momentos, aunque actuando de forma simultánea como método de unificación (Ariet, Ma. del Carmen, 2018, pp.116-141):

  1. Fase latinoamericana de liberación nacional.
  2. Fase tercermundista de cambio.
  3. Fase de cambio a escala global: lucha internacionalista.

DESARROLLO

1. Fase latinoamericana de liberación nacional.

La primera fase tiene sus antecedentes en la época de la juventud del Che cuando conoce de primera mano América Latina y surgen sus inquietudes por el entorno, sus problemas y el conocimiento del hombre americano. Son momentos en que emerge su sentido de pertenencia hacia lo latinoamericano como el principio de su posterior latinoamericanismo, devueltas en tesis como principios esenciales dentro del Mensaje.

Sin dudas, nadie mejor preparado que el Che para emitir juicios sobre su realidad y “posibles soluciones a sus males”, como les llamara, al expresar que América será el teatro de sus aventuras al creer “haber llegado a comprenderla y me siento americano con un carácter distintivo de cualquier pueblo de la tierra…” (Guevara Lynch, 1987, pp. 138-140) unido a un pensamiento marxista a partir de estudios más sistemáticos, que le permitían medir en sus honduras y problemas.

La suma de ello lo lleva, en su segundo recorrido por el continente, entre 1953 a 1954, a conocer procesos revolucionarios de extraordinaria importancia para la época: las revoluciones de Bolivia y Guatemala. Ya para ese entonces la “aventura” de convertirse en un verdadero revolucionario poseía el sesgo de la enseñanza recibida en sus recorridos por el continente y más importante aún, las vivencias de los procesos revolucionarios más radicales e influyentes. Con mirada aguda admiró el valor de los mineros bolivianos convertidos en fuerza indiscutible de la revolución, aunque advertía de la enorme penetración norteamericana y freno para los cambios estructurales a los que se aspiraba. De Guatemala se pronunció a favor de las medidas propuestas por la revolución guatemalteca, calificándola de auténtica, lo que a la larga le valió la persecución implacable de la oligarquía y el poder imperialista, derrocándola por intermedio de una invasión mercenaria y en contubernio con otros gobiernos del área.

Ante tal situación, encamina sus pasos hacia México, convirtiéndose, ya en historia, el encuentro con Fidel y su aceptación de participación en el derrocamiento de la dictadura batistiana, acompañado de vivencias directas y esclarecedoras para su futuro.

Su destacada participación y méritos propios lo convierten, al triunfo de la Revolución, no solo en un dirigente destacado a escala nacional, sino que se va perfilando como el futuro revolucionario internacionalista en que se convertiría.

En los primeros años, además de sus funciones desde lo interno, dedicó tiempo para conocer y valorar figuras revolucionarias y políticas del continente, entre ellos a delegaciones de Haití y de Nicaragua, así como políticos de relieve, como Salvador Allende, además de pronunciarse por el apoyo y colaboración, desde Cuba, para hacer efectivos el advenimiento de procesos de liberación plenos.

El punto más ilustrativo de las posturas asumidas por el Che al explicar la posición de Cuba, se ubica en su participación en la llamada Conferencia de Punta del Este, en Uruguay, en agosto de 1961, a meses de haberse producido la invasión mercenaria a Playa Girón, en abril de ese año, y causarle la primera derrota al imperialismo en América Latina.

La Conferencia, bajo los auspicios de la OEA, se convirtió en el plan preparado y desarrollado por el gobierno del presidente Kennedy en marzo de ese año, para mediante el garrote y la zanahoria, chantajear a los gobiernos de la región e imponer la ruptura de relaciones con Cuba. Los detalles son bien conocidos “por el mal ejemplo de Cuba al declararse socialista” durante los estremecedores días de la invasión. La posición de la Revolución, defendida en palabras del Che, además de comenzar recordando al Martí antimperialista y traer a la memoria la imposición neocolonialista después de una maniatada independencia y soberanía, extendida hasta el triunfo revolucionario, trató de ser constructiva y poder alcanzar un posible entendimiento siempre que se respetara la determinación de Cuba y de su soberanía, una vez que ya se conocía la decisión de expulsarla del seno de la OEA en meses próximos.

Esa lógica negativa de no aceptación, que ha durado hasta nuestros días, encuentra en palabras del Che una total validez para este o cualquier tiempo de presencia norteamericana en la región (E. Guevara, 2018, pp. 121-128).

Una síntesis muy escueta destaca que, como cuestiones de principio, debía partirse de la necesidad de definir la significación de lo latinoamericano para identificar las bases de entendimiento común, defendiendo el principio de no separar la economía de la política como se quería hacer ver en las reglas establecidas, además de la exhortación de construir una política de desarrollo de tipo social con una concepción integral en interés de todos. La demostración de las políticas sociopolíticas emprendidas por la Revolución Cubana eran la prueba fehaciente de los logros obtenidos en apenas un año y meses del triunfo.

Como aspecto cardinal destaca la importancia de remarcar la verdadera integración, en extremo necesaria para avanzar en medidas que garantizaran las relaciones económicas y el planteo de cambios estructurales en el desarrollo de los pueblos.

A todas esas propuestas confiere especial relieve, entre ellas, una de enorme actualidad, la penetración cultural, al advertir que, ante el Mercado Común de la Cultura, como lo calificara, pagado y domesticado para propugnar la cultura al servicio de los planes imperialistas, se debían crear órganos de prensa interregional, entre otras acciones.

A 63 años de expuestas estas ideas -aun cuando no se tomó real conciencia de lo enunciado y de avances experimentados en diversas regiones-, ha quedado como la lección no estudiada ni enfrentada en su totalidad, manteniéndose en el debate sobre la integración sin concretar su dimensión objetiva y eficacia para la América Latina toda, quedando como un tema estratégico de primer orden en esta su primera mirada a la unidad regional.

Por sus enunciados y principios de entendimiento no quedaron esclarecidos los problemas esenciales de ese entonces, e incluso se mantienen aún y no han cambiado. Son razones que condujeron al Che a un planteo mayor mediante una interrelación que contuviera una visión más amplia y necesaria, más allá del Mensaje.

2. La segunda fase tercermundista

Es analizada desde la continuidad, pero también desde sus particularidades y tiene una secuencia indiscutible con la primera, conjugándose con los procesos de cambio vaticinados para el continente. De forma natural se asumen posiciones más determinantes, como una necesidad sustancial de mayor integración para los pueblos.

Históricamente, en el caso particular del Che, hasta al triunfo de la Revolución, pudo palpar la desgarradora barbarie de la conquista y colonización de América a la que le seguiría el neocolonialismo, imprimiéndole una supuesta “modernización”, pero nunca con soberanía plena. Esa particularidad, en el caso de Cuba, fue establecida por la potencia que emergía como superior, Estados Unidos, que, como se afirma, tuvo el privilegio de inaugurar en la región la imposición de una independencia secuestrada, después del verdadero triunfo del pueblo cubano en las luchas por su independencia.

Esos contrastes y el significado de la barbarie de la colonización por imperios de su tiempo, habían sido estudiados y analizados desde sus viajes de juventud, pero no fue hasta el propio 1959, como antecedente primordial, cuando emprende un viaje al llamado Pacto de Bandung, en junio de ese año, por invitación de los países que lo conformaban, quien fuera el verdadero antecedente del Movimiento de los No Alineados. En el transcurso del recorrido es donde vive con mayor conciencia la huella degradante de la colonización y el esfuerzo demostrado para desarrollarse al obtener su independencia.

El Che, en su recorrido, encuentra afinidad de intereses y apoyo de los pueblos, además de advertir una dimensión mayor no circunscrita solo a América Latina. Se encuentra de forma directa, y por primera vez, con Asia y una porción de África, extendiéndose ante él nuevos horizontes y perspectivas de unidad y de integración, la que emerge de su nueva visión del entonces llamado Tercer Mundo.

A su regreso, en septiembre de 1959, escribe un breve artículo, preludio de un compromiso mayor con los pueblos de las regiones más desfavorecidas del mundo, de verdaderas relaciones diplomáticas y, a la vez, por sus afinidades y similitudes de hermandad y solidaridad:

A la nueva conferencia de los pueblos afroasiáticos ha sido invitada Cuba. Un país americano expondrá las verdades y el dolor de América ante el augusto cónclave de los hermanos afroasiáticos. No irá por casualidad, va como resultado de la convergencia histórica de todos los pueblos oprimidos, en esta hora de liberación. Irá a decir que es cierto que Cuba existe y que Fidel Castro es un hombre, un héroe popular […]. Desde la nueva perspectiva de mi balcón tengo que contestarles a todos los cientos de millones de afroasiáticos que marchan hacia la libertad en estos tiempos atómicos que sí; más aún: que soy otro hermano, otro entre la multitud de hermanos de esta parte del mundo que espera con ansiedad infinita el momento de consolidar el bloque que destruya, de una vez y para siempre la presencia anacrónica de la dominación colonial” (Guevara, E. 2001, pp. 143-144).

Es un momento sobresaliente, sin dudas, cuando Fidel y el Che toman la decisión de aceptar la invitación y organizan el viaje, por la trascendencia posterior y lo que representó para la nueva política exterior, a través de un diseño propio como el preámbulo de verdaderas relaciones de unidad entre los pueblos, la que persiste hasta nuestros días. Emerge, sin dudas, una nueva inflexión en el pensamiento y en la proyección revolucionaria del Che, al distinguir la importancia de los procesos de descolonización de antiguas colonias, como signo de una nueva etapa, donde se abogaba por el desarrollo y la defensa de sus riquezas.

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Al estudiar los fundamentos de esta fase, se mantienen como base las mismas que fueron pensadas y diseñadas para América Latina, aun cuando sostienen diferencias propias, las que se precisa en rasgos generales reiterados, los que originan el fenómeno imperialista al incorporar las explicaciones de las verdaderas limitaciones a que fueron y son sometidas todas esas regiones, definiendo el concepto de subdesarrollo en forma de círculo vicioso, agudizado por las propias contradicciones del sistema y sus variaciones cíclicas, a lo que agrega un denominador común, “el hambre de pueblos”.

Destaca como generalización común la dependencia estructural: económica, tecnológica, cultural, política y militar, como parte del proceso histórico global del desarrollo, donde el crecimiento económico puede producirse sin que implique un desarrollo económico integral. Son razones para nada difíciles de entender al plantearse como disyuntiva ineludible la lucha contra los poderes dominantes y la lucha por el socialismo. En su momento fueron múltiples los ejemplos de coraje y dignidad ante cualquier brote de rebeldía, como fue el asesinato de Lumumba en el Congo y el asesinato y exterminio de líderes tercermundistas decididos a enfrentarlos con el objetivo de avanzar por un mundo de igualdad plena.

Estos elementos pueden ser los antecedentes para explicar los fundamentos de la concepción de la lucha a una escala mayor, no ceñida solo a América Latina, sino también a Asia y África. Por ello, es tan importante recordar la guerra de Viet Nam como preludio de una preparación estratégica para conformar un bloque capaz de actuar como un todo ante la fuerza imperialista, cualquiera que fuere su procedencia. Eran momentos cruciales de confrontación, definidos en la Segunda Declaración de La Habana, donde se expresa la determinación de luchar:

¿Qué es la historia de Cuba, sino la historia de América Latina? ¿Y qué es la historia de América Latina, sino la historia de Asia, África y Oceanía? ¿Y qué es la historia de todos estos pueblos, sino la historia de la explotación despiadada y cruel del imperialismo en el mundo entero? (“II Declaración de La Habana”, 1965, p. 34).

A pesar de esas realidades comunes y su convicción de emprender la lucha, al igual que en la primera fase, extiende un conjunto de razonamientos, ya no solo acerca de las políticas imperialistas, sino también de la tibieza de los países socialistas para contribuir a soluciones menos directas de enfrentamiento, enmascaradas en la denominada “coexistencia pacífica” con el objetivo de frenar la lucha. Para profundizar en esas razones, se destaca el discurso pronunciado en Ginebra en la Conferencia de Comercio y Desarrollo de marzo de 1964 (Guevara, E. 13, pp. 319-339), meses antes del pronunciado en la ONU, con planteos similares, aunque más incisivos.

Promueve la unidad de los pueblos subdesarrollados como una forma de eliminar la explotación de los países dependientes y deja sentado un conjunto de factores inherentes a su condición:

El estancamiento en su desarrollo no es casual, se debe a la naturaleza intrínseca del sistema capitalista, de ahí la necesidad de eliminar diversas formas de explotación como eran -y siguen siendo-, los préstamos onerosos, la dependencia tecnológica, el empleo de organismos internacionales como el FMI, que agudizan, entre otras, el aumento de la deuda externa.

Algunas medidas fueron propuestas en el discurso que, a pesar de no haberse tenido en cuenta, retratan el curso de los acontecimientos de manera irreversible para tratar de alcanzar una correcta definición del comercio internacional y obtener un mayor desarrollo económico de los países dependientes, el que debía estar basado en un trato equitativo, que no es lo mismo que de igualdad, y destacar la necesidad de que las potencias tomen conciencia de la importancia de su desarrollo.

Como condición final, pronuncia una alerta al plantear que, de no cumplirse las medidas analizadas, los países subdesarrollados seguirían afrontando situaciones económicas cada vez más difíciles y las tensiones del mundo aumentarían. Se debía avanzar en el logro constructivo de la unidad de los países pobres para ofrecer al mundo un frente cohesionado con la comprensión de las potencias hegemónicas y el apoyo de los países socialistas; lo contrario sería avanzar en una alternativa de desafío y enfrentar al enemigo común.

El esclarecimiento de esas características y la convicción de que otras alternativas no llegarían por la vía del entendimiento, vislumbra lo que sería su última fase de cambio, convencido de la justeza de su convocatoria.

3. La Fase de cambio a escala global

Se presenta como la postura más radical, sustentada en las verdaderas raíces explicadas en las fases descritas, convencido como estaba de que solo con el socialismo el mundo puede avanzar para bienestar de la humanidad. De ahí, la importancia de entender las observaciones y razones expuestas sobre los problemas que confrontaba el socialismo como sistema y las nefastas consecuencias que acarrearía, como en realidad sucedió.

Agrega razones coyunturales pero insoslayables, como la guerra de Viet Nam, tantas veces denunciada ante la falta total de solidaridad y la penetración acelerada en África como política violenta de expansión y de estrategia de dominación, los cuales son aspectos esenciales que se plantea en el inicio de una lucha sin tregua.

El núcleo de esas ideas expuestas de manera sucesiva fueron primero pronunciado, como se ha explicado, en el discurso ante la ONU de diciembre de 1964, al que sigue el discurso expuesto en Argelia en febrero de 1965 (Guevara, E. 2002, 19-30) y después en el Mensaje con sus propias tesis, abordando en todos los principios de la unión y el ejercicio del internacionalismo como un deber de los pueblos y el esclarecimiento del enunciado de su título: “Crear dos, tres muchos Viet Nam”.

CONCLUSIONES

En el recorrido histórico expuesto, incluidas las fases propuestas, se han destacado principios, tesis y estrategias, que por su valor actual devienen ineludibles para comprender los procesos de cambio que actualmente se presentan. Ese ejercicio de pensamiento y acción sobresalen en el Che desde su humanismo revolucionario en constante renovación, que se identifica y manifiesta en su decisión irrevocable de asumir como propia la lucha revolucionaria contra el imperialismo, dejándonos su ejemplo, un pensamiento creador y erigiéndose en uno de los revolucionarios más lúcidos del siglo XX.

Ese sustrato ético es la base de la repercusión de su ideario en el mundo actual y lo que le da su perspectiva global más allá de lo cotidiano, convirtiendo el Mensaje en una de las convocatorias de mayor envergadura construidas “desde Nuestra América” para los pueblos que luchan por su emancipación.

Bibliografía

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