EL MUNDO EN QUE VIVIMOS

 

La colonización vista por Marx

Colonization as seen by Marx

Dr. C. Rémy Herrera

Doctor en Ciencias Económicas. Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS), París, Francia. Centro de Economía de la Sorbona. herrera1@univ-paris1.fr 0000-0003-4444-6736

 

Recibido: 1 DE febrero DE 2022

Aprobado: 2 de marzo DE 2022

RESUMEN Este artículo analiza la evolución de las posiciones de Carlos Marx sobre la colonización y subraya la invariante de estas reflexiones: la denuncia de la violencia colonial. Encontramos inicialmente una interpretación de la colonización como un proceso de modernización, luego una dinámica de destrucción-regeneración, ligada a la “unificación del mundo”. Sobre todo, el autor identifica las sucesivas inflexiones del pensamiento de Marx, decididamente crítico, en torno a las cuestiones coloniales y nacionales, el carácter no lineal de la historia, y la diferenciación de las formaciones sociales.

Palabras clave: marxismo, capitalismo, colonización, violencia, destrucción-regeneración, no linealidad, formaciones sociales

 

ABSTRACT This article analyzes the evolution of Marx’s positions on colonization. It emphasizes the invariability of his reflections: the denunciation of colonial violence. We initially find an interpretation of colonization as a process of modernization, then followed by a dynamic of “destruction-regeneration,” linked to the “unification of the world.” The author identifies above all the successive inflections of Marx’s – resolutely critical – surrounding colonial and national issues, the non-linear nature of history, and the differentiation of social sectors.

Keywords: Marxism, capitalism, colonization, violence, destruction-regeneration, non linearity, social sectors

 

INTRODUCCIÓN

Este trabajo se basa en una lectura sistemática de las obras de Carlos Marx, que analizamos con la mayor fidelidad posible. No quisimos comparar nuestros resultados con la literatura existente, la cual por supuesto no ha sido ignorada. El objetivo es centrarnos en el pensamiento de este autor para captar los principales desarrollos en torno a la colonización.

Los escritos de Carlos Marx en los que aborda el tema de la colonización1 son bastante pocos, pero ocupan varios cientos de páginas. Dispersos, tienen estatus muy diferentes, a veces artículos de prensa, cartas, notas de lectura, a veces pasajes de sus grandes libros. Estos textos están interesados en los márgenes de la historia del capitalismo, en las periferias de Europa, pero están lejos de ser anecdóticos. Es necesario, en efecto, saber ubicarlos en una reflexión sobre el futuro del mundo y sobre su transformación por la revolución. No es exagerado decir que estos escritos, que revelan un cierto “eurocentrismo” para algunos2 o más “dialécticos” para otros3, son de hecho, esenciales para captar, en su complejidad, las trayectorias del pensamiento teórico y la acción política de Marx.

Este último entiende con mayor frecuencia el término “colonización” en su sentido moderno, es decir, como conquista militar y ocupación de territorios por parte de una potencia metropolitana para dominar a estos pueblos extranjeros y explotarlos económicamente en el marco de un “imperio”. Por lo tanto, el término se usa generalmente en referencia a la expansión global de los países de Europa que comenzó a fines del siglo XV y condujo a la “compartición del mundo” en beneficio de los centros del sistema mundial capitalista. La colonización es, en consecuencia, inseparable de la singularidad del modo de producción capitalista.

Marx es el heredero de la Ilustración, y especialmente de Hegel. Los Principios de la Filosofía del Derecho mostraban a la sociedad civil atrapada en sus contradicciones y condenada a salir de sí misma para resolverlas, haciéndolas apoyar en otros pueblos, y tratando de crecer de manera ilimitada. Hegel añadió sin embargo que esta salida no ofrece una solución a los conflictos de la sociedad civil, solo los transporta a riesgo de reproducirlos en un espacio mayor, con más intensidad4.

El fundador del marxismo escribe, con Engels, sobre la colonización entre los años 1840 y 1880. El tiempo importa. Estamos entre el período del capitalismo mercantil, de la toma de control por la industria, de la libre competencia, de la hegemonía de Inglaterra, que Marx ve terminar, por un lado, y, por el otro, el periodo del imperialismo, de la reconquista del mundo por los monopolios, lo que traerá la supremacía de las finanzas estadounidenses, un tiempo que aún no había llegado todavía. Este es el momento a partir del cual habla de la colonización, que es la del chovinismo occidental, de una intolerancia creciente, de los ideólogos racistas, de los odios reaccionarios del siglo XIX.

Así percibimos la trayectoria de una reflexión teórico-política sobre la colonización. Lo que vemos, a medida que su investigación sobre el tema se diversifica y profundiza, son evoluciones, complejizaciones, incluso indeterminaciones, y también los malentendidos a los que han dado lugar.

DESARROLLO

La invariante de la reflexión: la denuncia de la violencia colonial

Para Marx, la colonización es ante todo “el uso de la fuerza armada”5, la violencia de la conquista de territorios y el sometimiento de pueblos. Hay muchos ejemplos en sus obras que hablan de los crímenes, el sufrimiento sufrido, el aplastamiento de vidas humanas por millones. El paroxismo se alcanza, según él, en las colonias inglesas, citadas como “modelos” de sociedades asentadas sobre el odio racial, las hecatombes, la esclavitud, los saqueos, las hambrunas organizadas, la represión, la tortura, la segregación. No es de extrañar: Inglaterra es la hegemonía mundial. Habla de “esos perros ingleses de nervios delicados, [de su] hipocresía”6, de su crueldad (en Jamaica), de los “procedimientos filantrópicos en uso en [sus] colonias penales”7 (en la India), de las “abominaciones [cometidas] solo para divertirse”8 (en China).

Nuestro autor se basa en informes oficiales de la época, o debe perforar la coraza de la propaganda de la prensa dominante (el “sanguinario viejo Times” a la cabeza) entrenada para vociferar contra el “salvajismo de los indígenas”, para lamentarse de las únicas víctimas de origen europeo, interpretando de hecho la comedia de “Tartufo de venganza [para] hacer olvidar que [el gobierno inglés] es el responsable del mal que ha pasado”9. En ningún momento omitió las torturas experimentadas por los pueblos colonizados. Las dijo, muy pronto, desde La Ideología alemana10, y aún antes11, aunque a diferencia de las críticas anticolonialistas de los socialistas, llenas de buenos sentimientos, pero peligrosas porque corrían el riesgo de hacer fracasar la revolución. La violencia institucionalizada, adherida a las estructuras de la administración colonial, siempre se ha mostrado, descarnadamente; al punto que el autor del Capital llega a exculpar las rebeliones:

“Hemos dado solo un capítulo breve y muy diluido de la verdadera historia del dominio inglés en la India. En presencia de tales hechos, los hombres imparciales y razonables tal vez se verán inducidos a preguntarse si un pueblo no tiene justificación para tratar de expulsar a los conquistadores, que han cometido tales abusos contra sus súbditos”12 .

Las acusaciones de Marx parten de la constatación de un hecho histórico ineludible: la violencia es intrínseca a la génesis del capital industrial. La colonización es un método por el cual se lleva a cabo la acumulación primitiva, la más brutal, pero que es solo uno de los medios utilizados por el capital entre otros. Mira con los mismos ojos al capitalismo colonial de ultramar y al capitalismo de la sociedad burguesa en el centro del sistema mundial, que expropia a los campesinos, los arroja a sórdidos slums o barrios marginales, impone una vida infrahumana a los proletarios. Son dos caras de una misma realidad, la de la expansión del capital.

“Al mismo tiempo que la industria algodonera introdujo la esclavitud infantil en Inglaterra, en Estados Unidos transformaba el trato (…) de los negros en un sistema mercantil. Como pedestal para la esclavitud oculta de los asalariados en Europa, se necesitaba la esclavitud sin sentencia del Nuevo Mundo”13.

La denuncia de la violencia colonial es, pues, la invariante de la reflexión de Marx. Sin embargo, en este marco crítico constante, se perciben evoluciones, las cuales son sumamente importantes.

En el punto de partida, la modernización y la civilización

Los primeros textos de Marx, sin embargo, prometen modernización y civilización a través de la colonización. Estaba convencido en la época de que la victoria del proletariado inglés sería la señal para la liberación de las naciones oprimidas, incluso en Europa (en Irlanda, Polonia...). Es el tiempo del optimismo, llevado por una visión de la historia impulsada por la lucha de clases y las revoluciones que se avecinan (1848). La conquista de la India, la de Argelia, se perciben como oportunidades decisivas para estos países. La colonización es una agresión, ciertamente insostenible, pero sí un progreso. Sus artículos de 1853 en el New York Daily Tribune – un influyente periódico progresista estadounidense en el que Marx luchó contra las tendencias antisocialistas – fuerzan la línea e interpretan la colonización de la India como “revolucionaria”:

“Inglaterra, en (…) Indostán, se guió por intereses viles y actuó estúpidamente para lograr sus fines. (…) Ella fue un instrumento inconsciente de la Historia al provocar esta revolución” 14.

Esta presentación positiva de la colonización remite al Manifiesto, para el cual burguesía y civilización coincidían, o se llevaban bastante bien. La civilización personifica entonces la industria inglesa y la superioridad de la burguesía. Esta última, a pesar de todo, disuelve el feudalismo, pone en acción las fuerzas productivas y, por tanto, hace necesaria – y posible – la transición a una sociedad sin clases15. Es ella quien, a través de la colonización, desintegra las viejas comunidades que somete a los pueblos no europeos y amplía, más allá de Europa, su dominio sobre el mundo. Engels está en la misma línea y, en 1848, los dos autores se pusieron del lado de Estados Unidos contra México. El gobierno estadounidense, al servicio de los esclavistas y, en el norte de México, de los especuladores de tierras, es condenado, pero sin cuestionar la colonización. Marx y Engels tenían la esperanza de ver a Estados Unidos jugar un papel en el cambio del mundo, y ya anticiparon el desplazamiento futuro del centro hegemónico del sistema mundial 16.

El “avance” colonial tiene por supuesto un precio humano muy alto: “¿Ha producido alguna vez la burguesía un progreso sin arrastrar a los individuos y los pueblos a través de la sangre y el lodo, la miseria y la degradación?”17, pregunta Marx (artículo de 1853 sobre la India). La “civilización” burguesa tiene dos caras:

“La profunda hipocresía y la barbarie inherente a la civilización burguesa se extienden ante nuestros ojos al pasar de su patria, donde asume formas respetables, a las colonias donde se presenta sin velo18. Sólo cuando una gran revolución social haya dominado estos logros de la época burguesa [podrá] el progreso humano dejar de parecerse a ese horrible ídolo pagano que quería beber el néctar únicamente en los cráneos de las víctimas”19.

Mientras tanto, los países conquistados se ven obligados a emprender el camino de la “civilización”. Esto, digámoslo, sin negar la civilización propia del país colonizado. Pasarán años hasta que se sistematice la condena al colonialismo. Porque, durante mucho tiempo, el análisis de Marx se realizará sobre todo en términos de destrucción-regeneración.

La colonización como dinámica de destrucción-regeneración

La explicación que se da de la génesis del capital en el Libro I de El Capital sitúa la colonización en medio de la acumulación primitiva, que no se limita a Europa20. El desarrollo del capital pasa por la disolución del feudalismo (concentración de la tierra, enclosures [cercamientos], separación del trabajador de los medios de producción, fuerza de trabajo liberada, división del trabajo) y, al mismo tiempo, por la ampliación al mundo de la esfera de dominación del capital. Es la cara externa del proceso, a veces descuidado, que refleja la colonización de las sociedades precapitalistas situadas fuera de su campo de acción. El englobamiento de las zonas fuera del mundo de la mercancía se efectúa por una dinámica de destrucción-regeneración, sobre el modelo reiterado de Aufhebung (superación por supresión-conservación). Destrucción significa aquí la sustitución de las formas anteriores que se desintegran por nuevas relaciones y estructuras. Este proceso se ilustra en el artículo de 1853 intitulado “Los resultados eventuales del dominio británico en la India”: Inglaterra tenía allí una doble misión: 1) destructiva y 2) regeneradora; la aniquilación de la vieja sociedad, luego la colocación de los cimientos materiales de la sociedad moderna.

La intrusión de los ingleses en la India destrozó toda la entidad socioeconómica allí. Después de la conquista, los capitalistas reemplazaron las relaciones de mercado por un control de las producciones locales. Esto requiere la transformación del sistema de la tierra. La condición de la producción capitalista, dice el Libro I, es una “propiedad de la tierra arrebatada de manos de las masas”21. Liberar la tierra es individualizar su propiedad. Basado en la interdependencia entre la agricultura y la artesanía, el modo precapitalista se está derrumbando22. El capital posee armas terribles en el mercado colonial, como los bajos precios de los productos manufacturados. Entre la metrópolis y sus colonias, el intercambio es desequilibrado – desigual, diremos más tarde. Las diferencias en las estructuras productivas, y por lo tanto en las productividades del trabajo en beneficio del país colonizador, que al mismo tiempo produce más valor, traen ganancias extras. La ley del valor aplasta al país sujeto, porque el monopolio colonial permite a los capitalistas europeos vender sus bienes por encima del valor determinado en la metrópolis. Esta competencia manipulada (“desleal”) desestructura las actividades de las colonias, que son menos productivas. Actúa “de manera revolucionaria”23, destruye la sociedad colonial.

Entonces puede surgir la regeneración, “a través de un montón de ruinas”. Marx traza un cuadro asombroso de los progresos que probablemente traerá a la colonia la penetración del capital24: unidad política del país, prensa libre, educación, medios de transporte, propiedad privada de la tierra, “liberación” del trabajo rural puesta a disposición de las industrias nacientes... En la India y en otros lugares, Inglaterra arrasa, su ejército saquea, su industria destruye, su capital drena superganancias. Pero allí el capital invierte, construye, reorganiza el sistema productivo hasta el punto de crear las condiciones para su futuro desalojo, así de dinámico es el desarrollo local previsto.

Sobre estas previsiones del futuro, hay que admitir que Marx se equivocó; o que no extrajo las consecuencias de las secuencias que había descubierto. En los Manuscritos de 1857-1858 (Grundrisse), sin embargo, especifica que el desarrollo de la producción mercantil simple no conduce necesariamente a la producción mercantil capitalista, que puede conducir a “algo distinto [del capital]”25. El Libro I termina con un examen descriptivo de las colonias de asentamientos (y las tesis de Wakefield), pero al comienzo del Libro II, Marx ya no habla de colonias26; presenta el modo de producción capitalista in abstracto, y no dice nada sobre las articulaciones del capitalismo sobre otros modos de producción, fuera de Europa, a los que aún no ha reemplazado. Además, no se sabe cómo habría escrito las obras que quería dedicar a las colonias y anunció en su “plan de 1857”, pero que finalmente no tuvo tiempo de escribir.

El proceso de unificación del mundo, marcha hacia la revolución

Mientras tanto, lo que afirma Marx es que la colonización, como expansión de la dominación burguesa en el mundo, es una etapa en la unificación del mundo27, inherente a la reproducción del capital que somete a su lógica a las demás sociedades, según una dialéctica mercado mundial-gran industria28. El progreso proviene de la inserción en el sistema mundial de la colonia, incluso confinada a las funciones de receptáculo de emigrantes y proveedor de materias primas. Y por supuesto, la ventaja económica de la explotación colonial para los capitalistas europeos es fundamental: la colonización actúa como una contratendencia a la ley de la tendencia a la baja en la tasa de ganancia. Esta es una oportunidad de ganancias extras, al posponer la crisis de sobreproducción.

Sin embargo, Marx no tiene dudas de que la colonización conducirá a la industrialización de la periferia. Ve claramente los obstáculos (el régimen colonial, la ausencia de propiedad privada de la tierra), pero piensa que ninguna resistencia duradera impedirá el surgimiento del capital. Vendrá la industrialización. No percibe que el surgimiento del capitalismo en el centro impedirá una generalización homogénea del desarrollo. En esto queda prisionero del momento histórico que fue el suyo. Es después de él que los monopolios bloquearán la formación “normal” del capitalismo en la periferia para condenarla al subdesarrollo. En resumen, Marx aún no podía captar la idea que la constitución del capitalismo como sistema mundial sería otra cosa que la extensión del modo de producción capitalista a escala mundial29.

En un artículo de 1853 sobre “Los resultados eventuales del dominio británico en la India”, Marx reiteró su tesis de que solo las revoluciones proletarias en los países avanzados podrían, en el futuro, abrir la era del socialismo. Claro que vislumbra el ascenso de movimientos de liberación nacional, pero no dice más30. En 1850, incluso predijo un avance tan rápido en China que no tardaría mucho en leerse en la Gran Muralla estas palabras: “República China: libertad, igualdad, fraternidad”31. El hecho de admitir la posibilidad de una revolución en China (o en otros lugares del Sur: India, Egipto, Argelia) ya es extraordinario en sí mismo, dado el racismo que reinaba entonces en los países del Norte. El alcance universalizador de las esperanzas de revoluciones extraeuropeas bastaría por sí solo para clasificar a Marx en el humanismo antirracista radical. Sin embargo, para él, en ese momento, las luchas de los pueblos colonizados todavía eran solo un complemento o una extensión de la tarea que incumbía exclusivamente al proletariado europeo. Era desde el nivel industrial más alto posible que de hecho se trataba de fundar el modo de producción superior, comunista.

Marx no minimiza la gravedad de la colonización; dice que el destino de los pueblos colonizados es peor que el de los trabajadores metropolitanos. No presta menos atención a unos que a otros. Piensa entonces que la expansión del capital es terriblemente dolorosa, pero que es inevitable y lleva a todos los pueblos en un mismo movimiento, hasta reunir finalmente a escala global, para su emancipación a todos, las condiciones de la revolución mundial.

Sin embargo, Marx y Engels radicalizarán su denuncia del hecho colonial al entender que los europeos debían ser inmunizados contra el veneno del racismo, destilado por sus burguesías. Engels escribió en 1856:

“Nos damos cuenta de que la llamada libertad de los ciudadanos ingleses se basa en la opresión de las colonias”32.

No pudieron ver los determinantes de lo que se convertiría en imperialismo, pero ven que las colonias son explotadas en beneficio de las sociedades del centro en su conjunto, incluido el proletariado, y que el aburguesamiento de fracciones de la clase obrera representa un peligro. Engels:

“¿Qué piensan los trabajadores ingleses de la política colonial? Bueno, lo mismo que el burgués”33.

Y más tarde:

“Los obreros participan del monopolio colonial de Inglaterra y viven alegremente de él”34.

Pocos marxistas del Norte se atreven a incursionar en este terreno tabú que bloquea la reactivación del – casi extinguido – internacionalismo de los trabajadores del Norte hacia los pueblos del Sur35. Marx fue menos timorato, pues habla de: “millones de obreros, condenados a perecer en las Indias, para procurar al millón y medio de trabajadores de Inglaterra en la misma industria, tres años de prosperidad sobre diez”36.

¡Es designar al proletariado de las colonias como fuerza revolucionaria del futuro! Incluso expresó su temor de que un día la burguesía de los países colonizados, en plena expansión, formara una fuerza capaz de aplastar la revolución que estallaría en el centro37. Más allá de la paradoja (revolución en los países avanzados/aburguesamiento de los obreros), esto sí que es una carrera contrarreloj: ¿llegará a tiempo la revolución en el Norte38?

Inflexión nro. 1: cuestiones colonial y nacional

Una primera inflexión en la reflexión de Marx sobre la colonización se produjo a finales de la década de 1850. Se refería a las resistencias del pueblo irlandés a la dominación inglesa, que se agudizaron durante el otoño de 1857. El problema colonial se abordó, por primera vez, en clara conexión con la cuestión nacional39. El conflicto irlandés, a la vez colonial y nacional, nos obliga a pensar la relación entre la lucha de clases en la metrópolis y la liberación nacional de la colonia.

Marx siguió de cerca los acontecimientos en Irlanda y la formación de sus organizaciones nacionalistas, incluido el fenianismo, cuya actividad insurreccional se intensificó a partir de 1859. A principios de la década de 1860, Marx tomó conciencia de que la lucha del movimiento obrero inglés está hipotecada por el problema irlandés. A partir de entonces, la emancipación nacional de Irlanda será percibida como “la condición de la que depende la emancipación social de los trabajadores ingleses”40. Este cambio está ligado a la observación de una escisión dentro de la clase obrera en Inglaterra: los trabajadores no forman un frente único contra los capitalistas, sino que se dividen según un criterio de nacionalidad. En 1869, Marx dijo que había: “cada vez más llegado a la conclusión (…) de que la clase obrera inglesa no podrá hacer nada decisivo en Inglaterra hasta que rompa con la política de las clases dominantes, no haga causa común con los irlandeses”41.

Para articular las luchas obreras y nacionales, las relaciones de clases y naciones, Marx habla de nación oprimida (“oppressed Irish”) y nación de opresores (“oppressors” ingleses)42; las dos siendo concebidas como un todo cubriendo la naturaleza de clase de la opresión del proletario por parte del burgués. En otras palabras, a las relaciones intranacionales de explotación de clase se superponen ahora las relaciones internacionales de dominación. Aquí tenemos un potencial de emancipación de los ideales nacionalistas del país dominado, que beneficia a los proletarios del país dominante donde, al contrario, un nacionalismo colonialista sirve a la burguesía. Irlanda se convierte en el detonador de las luchas inglesas. Marx aclara:

“Durante mucho tiempo creí que sería el surgimiento del movimiento obrero inglés lo que haría posible derrocar al régimen irlandés. Un estudio más serio me convenció de lo contrario. La clase obrera inglesa no hará nada hasta que se deshaga de Irlanda. Es en Irlanda donde se debe aplicar el apalancamiento”43.

El orden de prioridades, invertido, milita a favor de una alianza: son solidarias las luchas por el socialismo y por la liberación nacional. Apoyar la autodeterminación de Irlanda es un deber de los obreros ingleses que requiere el final de los prejuicios anti-irlandeses de los Trade-Unions (sindicatos). Marx escribe:

“La lucha de clases en Inglaterra, hasta entonces adormecida, aletargada, tomaría una vigorosa fuerza44. El único punto donde podemos asestar un golpe a Inglaterra es Irlanda45”.

En la reflexión de Marx, el momento es decisivo, pero breve. En efecto, esta estrategia, construida sobre la convicción de la inminencia de una revolución en Inglaterra, permanecerá en estado de esperanza. Los hechos han frustrado los pronósticos, incluso si se mantiene la perspectiva de la revolución europea. Sin embargo, el giro de la guerra franco-alemana de 1870 y el aplastamiento de la Comuna de París llevaron al desplazamiento del epicentro de la revolución a Alemania.

Lo que vemos es que Marx se niega a generalizar, o a integrar la dinámica nacional en la teoría de la revolución más allá del caso irlandés (excepto, quizás, en Polonia46). Lo que importa es el análisis de situaciones concretas, caso por caso, que debe regresar en la estrategia y definir las tácticas, ajustando las posiciones teóricas según los datos reales cambiantes. Claramente, su posicionamiento en lo que concierne a la colonización siempre está guiado por la preocupación por la victoria de las revoluciones y, más allá de eso, por el advenimiento mundial del comunismo. Ahí está lo principal. Pero al no transponer hacia el Sur esta articulación entre cuestiones coloniales y nacionales, Marx se detiene antes de medir cabalmente los efectos del fenómeno estudiado sobre la nación oprimida, es decir, en el umbral de un pesaje de las fuerzas de liberación nacional, que ocuparán el frente de la escena a lo largo del siglo siguiente. Es verdad que cien años antes de las descolonizaciones afroasiáticas, la tarea era difícil.

Resta decir que cuando Marx se inclinó sobre la primera ola de independencias de las colonias, latinoamericanas en este caso, el malentendido fue terrible. Y lo sigue siendo hoy, a juzgar por los comentarios que suscitó su deslucido (y desafortunado) retrato de Simón Bolívar. Marx dice de hecho el mayor mal de él. Suele argumentarse que las fuentes de información con las que contaba eran insuficientes, sesgadas, unilateralmente hostiles al Libertador47. El argumento es limitado. Marx no era uno de los influenciados por los discursos dominantes y había entendido la historia del mundo mejor que muchos contemporáneos. El hecho es, sin embargo, que no supo medir el genio de Bolívar; probablemente porque este había desplegado sus ejércitos rebeldes contra una España –donde el advenimiento de la revolución, según Marx, habría requerido previamente una centralización monárquica de la que carecía la historia hispánica, que él comparó y acercó del sistema otomano o de los regímenes asiáticos– en el nombre de los ideales de repúblicas independientes por supuesto, pero también, básicamente, de una “federación de naciones”48. Sin embargo, esta es la opción que el fundador del marxismo fustigó continuamente para Europa, rechazando cualquier perspectiva federalista inspirada en el modelo estadounidense.

Ahora bien, en este tema particular, y bastante delicado, como en los demás, es la lógica del razonamiento de Marx lo que debe ser captado, incluso hasta sus límites propios. Al analizar la colonización como un ascenso indiferenciado en el mundo de la esfera de la mercancía, cierto “cosmopolitismo” eclipsa la entidad nacional, que por tanto no puede ser vista plenamente como un fenómeno político. Es necesario matizar, por supuesto: Marx (y Engels con él) no habla en los mismos términos de Argelia, donde apenas se esboza el resorte nacional de las resistencias49, y de China, donde se apunta la motivación nacional, o incluso de Afganistán, percibido como un “pueblo histórico”. Sin embargo, en general, hay incertidumbre, incluso desconfianza ante el hecho nacional situado fuera de Europa. Y esto servirá de pretexto para que ciertos marxistas no aclaren la articulación indispensable de las luchas colonial y nacional.

Inflexión no. 2: historia no lineal y saltos adelante

Otra inflexión del pensamiento de Marx sobre la colonización se da con respecto a Rusia. Este país fue durante mucho tiempo a sus ojos la fortaleza contrarrevolucionaria, combinando los defectos de las monarquías absolutas de Europa y del “despotismo asiático”. También entendió mejor que muchos observadores las repercusiones de la expansión territorial rusa al Pacífico, y la expansión rusa en sí misma se ve en su aspecto de colonización terrestre. Pero la mayoría de las veces, el “problema ruso” se pone en interacción con los acontecimientos en Alemania y se descifra desde la perspectiva de las revoluciones que están surgiendo en Occidente. Luego, en 1858, Marx escribió: “ya la revolución comenzó en Rusia”50. El vuelco operó con las reformas de 1855-1860. Marx captó la transformación del país, su efervescencia revolucionaria, y varios factores lo llevaron a matizar sus primeras críticas –sin disiparlas–: la creación de una sección anti-Bakunin en la Internacional, el éxito de El Capital en ruso, la lectura de autores rusos (Chernyshevski, Flerovski, etc.), los intercambios epistolares con revolucionarios…

Marx finalmente es invitado a comentar sobre el funcionamiento de la comunidad rural rusa (mir) y sobre el sistema de propiedad colectiva de la tierra que los campesinos redistribuían entre ellos (obshchina). En 1881, Véra Zasulich le preguntó a Marx su opinión sobre el desarrollo de Rusia desde la comuna rural. Ella quería saber si, después de una revolución social, el país podría pasar directamente al socialismo. Después de tres largos borradores, Marx respondió en una breve carta51 despejando un malentendido sobre la evolución del capitalismo: él restringió a Europa occidental únicamente la “fatalidad histórica” del proceso de separación del productor con los medios de producción, que comenzó con la expropiación de los campesinos y se desplegó con la propiedad capitalista basada en el trabajo asalariado. Marx escribe:

“El Capital no ofrece razones a favor o en contra de la vitalidad de la comuna rural52. Según él, la marcha fatal de las cosas de El Capital no se aplica independientemente de circunstancias históricas: todo depende del entorno histórico”53.

Este es el primer borrador. Y para continuar: “La comuna rusa puede liberarse de sus rasgos primitivos y desarrollarse como un elemento de la producción colectiva a escala nacional. Posee en la propiedad común del suelo la base de la apropiación colectiva, y su entorno histórico, la contemporaneidad del capitalismo, presta las condiciones materiales del trabajo común. [Sin pasar por el capitalismo], puede convertirse en el punto de partida del [comunismo]”54.

1

Para ello, se enumeran condiciones, en forma de borrador, sin detalles. Pero lo que dice Marx ya es mucho: la obshchina es la base para acortar el tiempo histórico necesario para que Rusia, todavía en gran parte agraria, realice su revolución. Marx cree en esta revolución. Declaró en 1869: “en Rusia, una terrible revolución social es inevitable”55. El prefacio de la segunda edición rusa del Manifiesto Comunista (1882) anuncia: “Rusia es la vanguardia del movimiento revolucionario en Europa”.

Y por fin: “Si la revolución rusa da la señal para una revolución proletaria en Occidente, y si las dos se complementan, la actual propiedad colectiva de Rusia podrá servir como punto de partida para una evolución comunista”56.

Más allá de las vacilaciones, Marx es muy claro: las vías posibles de paso al socialismo son múltiples. La historia tolera “saltos hacia adelante”. Esto es lo que ya había escrito en 1877 a Mijailovski y a los editores de Otetchestvenniye Zapisky (Anales de la Patria)57. Diez años después del Libro I de El Capital, la culminación de las reflexiones de Marx parece, por tanto, de gran importancia teórica y política: el ascenso del capitalismo europeo no puede constituir una explicación universalizadora potencialmente aplicable a otras sociedades. A partir de ahí se abre una historia no lineal, no determinista. Cualquier intento de teorizar que quisiera explicar las trayectorias históricas de una manera indiferenciada se colocaría fuera de la historia y, de hecho, sería erróneo. La crítica que Marx formula aquí, por anticipación, denuncia no sólo el idealismo de una simple secuencia cronológica de formaciones sociales, sino también, científicamente, el callejón sin salida que representa tal afirmación pretenciosa –como empresa en la que él mismo ha estado tentado durante mucho tiempo a alistarse, y que ahora está peleando.

Inflexión nro. 3: diferenciación de las formaciones sociales

Marx trabajará hasta su muerte en la redacción de su obra central, El Capital, para llevarla más allá del Libro primero, el único que ha visto publicado. Pero también dedicó una energía gigantesca a la diversificación de su investigación, realizada en todos los campos – incluidas las matemáticas, la agronomía, etc. Así, sus últimos años los dedicó, entre otras cosas, a pensar las diferencias en las dinámicas sociales, en el espacio y en el tiempo. Es aquí donde percibimos una tercera inflexión, crucial para nuestro tema, que lo alejará un poco más de una visión rígida, y mecanicista –que muchas veces se le atribuye erróneamente–, de la interpretación de las formaciones sociales.

Cuando Marx comenzó a escribir sus primeros textos sobre la colonización en la década de 1840, su concepción de la historia se adhirió, con algunos matices, a las tesis clásicas de la época: la línea de evolución de la humanidad partiría de Oriente, pasaría por la antigüedad grecorromana y llevaría a la civilización moderna de Europa occidental. Es esta visión –hegeliana – la que dejará de lado, cuidadosamente. Marx, en efecto, estudia las comunidades agrarias de las sociedades precapitalistas, las compara, las clasifica, las devuelve a una forma “primaria”, la “propiedad colectiva primitiva”, para concluir que formas derivadas, o intermedias, permanecieron en el siglo XIX, como la comuna rural rusa.

Marx explora combinaciones de hipótesis heterogéneas relativas a las formaciones antiguas, donde las relaciones de producción encajan y se superponen con otras relaciones (por ejemplo, de parentesco, de comunidad local, etc.). Diferencia socialmente (en particular al estudiar la urbanización, el ejercicio del poder, el Estado, etc.), y espesa el análisis de las formas de propiedad, de dominación, de explotación. Y es a este gradiente de “desarrollos puramente locales de la producción” que se sobrepone la colonización para cambiar la trayectoria histórica de la sociedad colonizada (“que puede ser algo nuevo, (…) una síntesis [de los modos de producción del “pueblo conquistador” y del “pueblo conquistado”, producto de su acción recíproca”58, escribe Marx). Sus explicaciones, en cuadernos, son difíciles de interpretar: integran tanto la lucha de clases como el entramado de las fuerzas productivas–relaciones de producción, pero se vuelven más relativas, plurales, versátiles, arborescentes. Sus reflexiones sobre la colonización deben, por tanto, situarse en el corazón de estos últimos cambios.

El análisis de las sociedades colonizadas se convierte en una hibridación de “formas colectivas de reproducción social”. Vemos a Marx liberándose del economicismo, de un determinismo en el que, después de él, tantos “ortodoxos” encerrarán al marxismo. En resumen, Marx rompió con Hegel por segunda vez, renunciando a relacionar toda evolución con el vector Asia-Europa Occidental. En la década de 1840, su ruptura con Hegel estaba incompleta: el porvenir hegeliano había permanecido, aunque en adelante materialista. Marx conservaba la antigua visión de la historia universal desplegándose de Este a Oeste, linealmente. Pero en realidad, esta ruptura se produce continuamente a lo largo de su vida. Y por eso el tema de la colonización es crucial: es uno de los lugares donde la relación de Marx con Hegel siguió resquebrajándose, deshaciéndose hasta el final, especialmente en lo que se refiere a las formaciones precapitalistas y las comunidades rurales, cuando Marx puso fin a la percepción mecanicista de la historia y rechazó el reduccionismo de las “marchas forzadas” –es decir, entre noviembre de 1877 y febrero de 1881, más precisamente entre la carta escrita a Mijailovski y la dirigida a Zasulich. ¿Es esta ruptura definitiva? Quizás no del todo, sin embargo, porque la salida más allá de las fronteras nacionales emprendida por el capitalista termina, como en Hegel, en el fracaso: lo que le espera al capital en el mercado mundial es todavía y siempre la crisis.

CONCLUSIONES

Lo importante, sin embargo, es entender que Marx radicalizaría constantemente su condena. Básicamente, la colonización no es más que un crimen. En 1882, Marx escribe estas palabras a su amigo Engels:

En una plaza de Sidi-Bel-Abbès, un árabe asesino de un colono, su empleador, fue ejecutado frente a una gran multitud. La familia obtuvo permiso para coser la cabeza antes de enterrar el cuerpo, lo que fue un favor porque los colonos pensaban que aterrorizarían a los nativos al no devolver las cabezas de los musulmanes decapitados que no podían entrar así en el paraíso de Alá”59.

Cuando, al final de su vida, Marx habló de Argelia, ya no creía en el progreso de la civilización provocado por la colonización. La expropiación de las tierras colonizadas ahora es solo:

“El gran momento de aceleración del largo empobrecimiento de Argelia que es fundamentalmente su historia colonial”60.

La destrucción de la sociedad colonizada tiene lugar en realidad en el fondo de su razón de ser. En esto, la crítica de Marx al colonialismo, que va in crescendo, constituye una transición entre las primeras actitudes, ambivalentes, que finalmente se desvanecen, y las acusaciones aún más radicales que vendrán, con Lenin, y otros. La actualidad de esta reflexión –que hay que captar en todo su alcance y en toda su evolución– es, por tanto, evidente: nos dice en definitiva que el sistema capitalista, a pesar de los avances que haya podido traer alguna vez, no puede humanizarse, que es en guerra con toda la humanidad, y que será superado.

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1 Este artículo se basa en la introducción escrita para el libro Friedrich Engels Karl Marx sobre el colonialismo, publicado por las Éditions Critiques en París en mayo de 2018.

2 Por ejemplo: Amin (1973) o Said (1978).

3 Entre otros: Anderson (2010) o Musto (2017).

6 Carta de Marx a Engels del 20 de noviembre de 1865, en Marx y Engels (1978), pág. 344.

4 Hegel (1995), párrafos 245-249, pág. 262-264.

5 Véase: Marx (1977a), sección 8, cap. XXVIII, pág. 178.

7 Artículo de Marx del 16 de septiembre de 1857 sobre la Primera Guerra del Opio (Marx y Engels, 1978, pág. 185).

8 Idem, pág. 183.

9 Idem, pág. 186.

10 Un pasaje del San Max expone el castigo del Spanso bocho, aplicado por los colonos en Surinam. Véase: Marx y Engels (1968), pág. 338.

11 Cuando esboza el concepto de “fetichismo” en los “Debates sobre la ley relativa al robo de madera” (Rheinische Zeitung, 25 de octubre - 3 de noviembre de 1842), Marx subraya que es “para salvar a los hombres” que los amerindios de Cuba, “que vieron en oro el fetiche de los españoles”, “lo tiraron al mar” ...

12 “Investigaciones sobre la tortura en la India”, New York Daily Tribune (28 de agosto de 1857), Textes sur le colonialisme, pág. 176.

13 Marx (1977a), cap. XXXI, pág. 201.

14 Marx y Engels (1978), pág. 42.

15 Marx y Engels (1965), pág. 163.

16 Marx y Engels (1988a), volumen 7, pág 213-225 (artículo de febrero de 1850 en el Neue Rheinische Zeitung).

17 Marx y Engels (1978), pág. 97.

18 Idem, p. 98.

19 Marx y Engels (1978), pág. 99.

20 Marx (1977a), cap. XXXI, § “El régimen colonial”, pág. 193.

21 Marx (1977a), cap. XXXIII, pág. 209.

22 Marx y Engels (1978), pág. 37-39.

23 Marx (1977c), sección 4, cap. XX, pág. 341-342. También: Marx y Engels (1978), p. 41.

24 Marx y Engels (1978), pág. 93-96.

25 Marx (1980), Parte III, 2ª sección, pág. 410-452; especialmente pág. 444.

26 Marx (1977b).

27 Véase, por ejemplo, Œuvres – Économie I, La Pléiade, pág. 1438-1451.

28 Marx (1977a), sección 4, cap. XV, VII, pág. 131-132.

29 Herrera (2001a), pág. 201-221. Véase también: Amín y Herrera (2000).

31 Artículo publicado en el n°2 del Neue Rheinische Zeitung de enero-febrero de 1850.

30 Marx y Engels (1978), pág. 92.

32 Marx y Engels (1978), pág. 340.

33 Idem, pág. 357-358.]

34 Carta de Engels a Kautsky del 12 de septiembre de 1882, en Marx y Engels (1978), pág. 357-358.

35 Emmanuel (1969).

36 Marx (1961), pág. 90.

37 Carta de Marx a Engels del 8 de octubre de 1858, en Marx y Engels (1978), pág. 343.

38 Herrera (2001b).

39 Carta a L. Kugelman del 29 de noviembre de 1869 (Marx y Engels, 1978, pág. 348-350). Véase también: Marx (1977a), sección 7, cap. XXV, V.6. “Irlanda”, pág. 141.

40 Lettre de Marx à Meyer et à Vogt du 9 avril 1870, in Marx et Engels (1978), p. 352-355. Carta de Marx a Meyer y Vogt del 9 de abril de 1870, en Marx y Engels (1978), p. 352-355. (1978), pág. 357-358.

41 Marx et Engels (1978), pág. 349.

42 Carta de Marx a Kugelman del 29 de noviembre de 1869, en Marx y Engels (1978), pág. 349.

43 Carta de Marx a Engels del 10 de diciembre de 1869, en Marx y Engels (1978), pág. 351.

44 Marx y Engels (1988b), volumen 32, pág. 656.]

45 Disponible en: https://www.marxists.org/francais/marx/works/00/kug/km_kug_18700328.htm#_ftn3.

46 Disponibles en: http://www.luttedeclasse.org/marxisme/kmfepc.pdf.]

47 Marx (1999); publicado originalmente en The New American Cyclopedia (1858).

48 Lea aquí: “Le temps et l’espace de Bolivar”, en Herrera (2017), pág. 7-50.

49 Artículo “Bugeaud” en The American Cyclopedia el 27 de noviembre de 1857.

50 Disponible en: https://marxists.catbull.com/archive/marx/works/1858/letters/58_10_08.htm.]

51 CERM (1978), pág. 318-342.

52 Idem, pág. 341.

53 Idem, pág. 323.

55 Carta de Marx de 1870, en Rubel (1969).

54 Idem, pág. 325.

56 Prefacio a la 2ª edición rusa (1882) del Manifeste, en Œuvres - Économie I, La Pléiade, pág. 1483-1484.

57 “Carta a Mijailovski (1877)”, reproducida en CERM, pág. 350.

58 CERM, pág. 235.

59 Véase: Gallissot y Badia (1976), pág. 287-373.

60 Ibidem. Ibídem.