The new instruments of the hybrid war of the United States against Venezuela in the digital public space in a continuous coup context
Licenciado en Relaciones Políticas Internacionales. Profesor Auxiliar del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”, La Habana. rpolanco@cc.cu 0000-0002-2544-4404
RECIBIDO: 13 DE JUNIO DE 2021 APROBADO: 17 DE JULIO DE 2021
RESUMEN Los instrumentos de poder utilizados por Estados Unidos para el logro de sus intereses hegemónicos se han ido actualizando. En el debate académico, doctrinario y político-mediático, la terminología de la gue- rra ha adoptado en los últimos años diferentes denominaciones, incluida la de guerra híbrida, para carac- terizar un fenómeno cada vez más complejo y multiforme. Con la irrupción de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, el componente informacional de la guerra adquiere una dimensión aún más relevante al desarrollarse poderosas herramientas injerencistas en el espacio público digital. En varios acontecimientos políticos recientes se ha comprobado el despliegue de estas máquinas de ma- nipulación de la opinión pública con la más absoluta impunidad. Debido a la enconada lucha de clases en el contexto interno y en su proyección soberana externa, Venezuela se ha convertido en laboratorio para la experimentación de estos nuevos instrumentos como parte de lo que se ha denominado un golpe continuado. El liderazgo bolivariano ha mostrado habilidad para contrarrestar estas acciones apoyado en la movilización popular, la unión cívico-militar y sus alianzas externas.
Palabras claves: guerra híbrida, espacio público digital, golpe continuado
ABSTRACT The instruments of power used by the United States to achieve its hegemonic interests have been updat- ed. In the academic, doctrinal and political-media debate, the terminology of war has adopted different names in recent years, including hybrid warfare, to characterize an increasingly complex and multiform phenomenon. With the irruption of the new information and communication technologies, the informa- tional component of the war acquires an even more relevant dimension as powerful interference tools are developed in the digital public space. In several recent political events, the deployment of these machines for manipulating public opinion has been verified with the utmost impunity. Due to the bitter class struggle in the internal context and in its external sovereign projection, Venezuela has become a laboratory for the experimentation of these new instruments as part of what has been called a continuous coup. The Boli- varian leadership has shown the ability to counteract these actions supported by popular mobilization, the civic-military union and its external alliances.
Keywords: hybrid war, digital public space, continued coup
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INTRODUCCIÔN
Durante dos décadas la Revolución Bolivariana de Venezuela ha sido blanco sistemático de las accio- nes desestabilizadoras de varias administraciones de Estados Unidos (Sánchez, 2017), como parte de sus maniobras con vistas a tratar de garantizar la total subordinación de las naciones de América La- tina y el Caribe a sus estrategias y a sus cambiantes tácticas de expansión y dominación hemisférica y mundial (Suárez, 2003).
Los presidentes Hugo Chávez y Nicolás Maduro han denominado estas acciones como las de un golpe continuado (Chávez, 2002), para evidenciar su ca- rácter ilegal, violento, y su persistencia en el tiempo, lo que en definitiva constituyen actos de guerra.
Como nos recuerda Rodríguez Hernández (2017), al citar a Clausewitz, “la guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento polí- tico, una continuación de la actividad política, una realización de la misma por otros medios”, los me- dios violentos; mientras, para los clásicos del mar- xismo, esta política no es en abstracto, sino la que sigue una clase dominante en su Estado.
Así, para el logro de sus intereses hegemónicos, Es- tados Unidos ha ido actualizando los instrumentos de poder con recurrente invocación a su seguridad nacional como pretexto.
En el caso de Venezuela, en marzo de 2015, el pre- sidente Barack Obama emitió una Orden Ejecutiva (The White House, 2015) en la que declaró al país como “una amenaza inusual y extraordinaria a la se- guridad nacional y a la política exterior de Estados Unidos”.
Según Hernández (2008), para las administraciones norteamericanas la referencia a la seguridad nacio- nal es
una noción resbaladiza, una etiqueta de usos múlti- ples y universales, como parte del apuntalamiento
doctrinal de su política exterior, para connotar cualquier situación interna o externa, que re- quiera la acción inmediata, priorizada, militar, costosa en términos humanos, económicos o políticos por parte del gobierno.
En el debate académico, doctrinario y político-me- diático, la terminología de la guerra ha adoptado en los últimos años diferentes denominaciones, inclui- da la de guerra híbrida, para caracterizar un fenó- meno cada vez más complejo y multiforme.
Con la irrupción de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, el componente in- formacional de la guerra adquiere una dimensión aún más relevante al desarrollarse poderosas herra- mientas para su despliegue en el espacio público digital.
Lo que analizó lúcidamente Chomsky (1990) sobre el rol de los medios para la fabricación del consen- so, se muestra ahora en una capacidad multiplicada, donde las “víctimas del comunismo” son sustituidas por el comodín de moda, para convencer al público de la maldad del enemigo y preparar el terreno para la intervención, la subversión, el apoyo a estados te- rroristas, una interminable carrera de armamentos y el conflicto militar, todo ello por una noble causa.
La alta concentración de la propiedad en un puñado de plataformas algorítmicas de alcance global y la ausencia de una normativa internacional sobre su uso, las convierten en una renovada amenaza a la soberanía de las naciones y en armas para el inter- vencionismo y la agresión.
En varios acontecimientos políticos recientes se ha comprobado el despliegue avasallador de estas má- quinas de manipulación de la opinión pública con la más absoluta impunidad.
Debido a la enconada lucha de clases en el contexto interno y en su proyección soberana externa, Vene- zuela se ha convertido en laboratorio para la experi- mentación de estos nuevos instrumentos de guerra.
Sin embargo, el liderazgo de la Revolución Bolivaria- na ha demostrado habilidad para encarar el campo de batalla digital, estratégico para la sostenibilidad de los procesos políticos progresistas en América Latina y el Caribe.
Al sincronizarse cada vez más las políticas de los gobiernos estadounidenses hacia Venezuela y Cuba, es previsible una mayor presencia de estos instrumentos en el diseño, financiamiento y ejecu- ción de operativos con fines insurreccionales. Se im- pone, por tanto, el dominio de dichos procesos y de las experiencias para su enfrentamiento, así como el establecimiento de políticas para una mayor so- beranía tecnológica y una normativa internacional efectiva.
Santander (2020) refiere la paradoja de que el ene- migo está sobre-diagnosticado, mientras existe un sub-diagnóstico sobre nuestras propias fuerzas. A menudo la izquierda centra su atención solo en denunciar lo que se nos hace y no en evidenciar la resistencia cognitiva al discurso dominante en los actores sociales. “La debilidad de la derecha ve- nezolana demuestra que ni todo el dinero ni todos los medios del mundo pueden, en ocasiones, lograr que la audiencia se comporte de un cierto modo”.
El estudio de los nuevos instrumentos de la guerra híbrida en el espacio público digital tiene una alta relevancia científica y para la praxis de la política exterior de Cuba.
Al respecto, Elizalde (2014b) ha sistematizado las razones para priorizar las investigaciones sobre esta problemática:
Estados Unidos ha definido el ciberespacio como el nuevo campo de batalla donde la legalidad y las instituciones internacionales no son un obs- táculo.
Expandir el uso de las plataformas digitales bajo su control, alineadas con la promoción de sus in- tereses en América Latina y el Caribe, es objetivo de la política exterior de Estados Unidos.
Las políticas de comunicación estratégica del go- bierno estadounidense contra Venezuela y Cuba en el espacio público digital comparten un mismo objetivo: el cambio de régimen.
Según evaluaciones gubernamentales estadouni- denses, existen grandes posibilidades de interve- nir en el espacio comunicativo público de ambos países, particularmente en el espacio público di- gital.
Estados Unidos destina recursos financieros de manera directa e indirecta para la subversión en el espacio público digital en Venezuela y Cuba, tanto a lo interno de ambos países como a nivel internacional.
Es por ello que se requiere actualizar y jerarquizar el conocimiento sobre estas herramientas subver- sivas; ponerlo a disposición de los decisores con el objetivo de coordinar medidas de política interna y exterior para contrarrestarlos.
Los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución (2017), en referencia al desarrollo del proceso de informatización de la so- ciedad cubana, subrayan la necesidad de priorizar nuestra soberanía tecnológica, el enfrentamiento al uso ilegal de las tecnologías de la información y la comunicación y la instrumentación de mecanismos de colaboración internacional en ese campo.
A su vez, el Presidente Díaz-Canel (2020) ha afir- mado que:
Los nuevos terrenos de operación virtual y me- diática han demostrado efectividad en cuanto a la manipulación y a desarmar ideológicamente a los pueblos en nuestra región y en el mundo.
Nosotros debemos ser capaces de generar tam- bién, ante todo esto, una estrategia de comuni- cación con rigor, utilizando incluso muchas de las herramientas que ellos emplean contra no- sotros, pero también creando nuevas más ajus- tadas a nuestra realidad y a la singularidad de nuestro pueblo.
El objetivo del presente trabajo es evaluar los factores que han contribuido al fracaso de los nuevos instru- mentos de guerra híbrida en el espacio público digi- tal ejecutados por Estados Unidos contra Venezuela como parte de las acciones de golpe continuado.
Entre los objetivos específicos, se pretende exami- nar la evolución del concepto de guerra híbrida y de sus nuevos instrumentos en el espacio público digi- tal, determinar sus particularidades para Venezue- la y cómo el liderazgo político-militar venezolano, la movilización popular y las alianzas externas han contribuido a su fracaso.
DESARROLLO
De la guerra híbrida a la guerra informacional
La intervención en Afganistán e Iraq, como parte de la llamada “guerra contra el terrorismo”, tras los
Fig.1. Guerra híbrida e informacional.
ataques del 11 de septiembre de 2001, implicó nuevos desafíos para las fuerzas armadas de Estados Uni- dos y un extraordinario impacto económico y social que ha trascendido a varias administraciones.
La singularidad de esos escenarios bélicos para las tropas estadounidenses ha sido objeto de amplio de- bate en círculos académicos y militares, algunos de los cuales comenzaron a caracterizarlos con la de- nominación de “híbrido” para tratar de sintetizar la integración de diferentes modos y medios de guerra.
El concepto de guerra híbrida ha tenido una rápida evolución, según Bahensky (2016), desde su refe- rencia inicial por Mattis y Hoffman (2005), oficiales del Cuerpo de Marines de Estados Unidos.
Hoffman (2007) definió la guerra híbrida como aquella que incluye “capacidades convencionales, tácticas y formaciones irregulares, actos terroris- tas, violencia y coerción indiscriminadas y desor- den criminal”.
El proceso de asimilación conceptual del término guerra híbrida ha transitado por diversos niveles relacionados con los aspectos normativos en los es- tamentos militares, su alcance estratégico, táctico u operacional; y su manejo político y mediático.
Una parte del debate se ha concentrado en la si- militud o diferencia del concepto de guerra híbrida con nociones que intentan caracterizar fenómenos similares como guerra política, de cuarta, quinta o nueva generación, no convencional, irregular, en la zona gris, de espectro completo, de baja intensidad o asimétrica, entre otros.
Para Wither (2016), la abundante terminología re- fleja las dificultades que continúan afrontando los estrategas y académicos para categorizar los com- plejos conflictos armados del siglo XXI. Según Ca- llahan (2017), cualquier acto ejecutado a través de la coerción, usando elementos activos o pasivos del poder nacional, es parte de la lucha por la domi- nación y debe ser considerado en la definición de
guerra, cuyos principios básicos, establecidos por Sun Tzu, Maquiavelo y Clausewitz, no han cambiado significativamente en la era moderna.
Fridman et al. (2019) afirman que entre los princi- pales temas que ocupan el discurso académico y profesional en relación con los conflictos contem- poráneos están la idea de la creciente hibridez en- tre los medios y métodos militares y no militares empleados por los actores políticos para lograr su cometido sin escalar a una abierta confrontación armada y el ascendente rol de la dimensión infor- macional como un espacio virtual, utilizado para promover ciertos objetivos políticos nacionales e internacionales.
La denominación de guerra híbrida ha emergido como el término más popular usado en defensa y estrategia para describir el carácter aparentemen- te confuso de los conflictos contemporáneos, pero sería erróneo asumir un único significado sólo para Occidente, pues para otros países el término tiene una connotación muy diferente.
En el caso de Estados Unidos, tras una audiencia ante el Comité de Servicios Armados de la Cá- mara de Representantes en 2010, se solicitó a la Government Accountability Office investigar si el Departamento de Defensa había definido el tér- mino guerra híbrida, si este difería de otros tipos de guerra, y si los documentos de planificación estratégica estaban considerando sus implica- ciones. La Oficina informó que el término no era oficial, ni se había incorporado a la doctrina del Pentágono, pero se habían encontrado referen- cias en varios documentos de planificación estra- tégica (United States Government Accountability Office, 2010).
De acuerdo con la Circular de Entrenamiento 7100 del Ejército de Estados Unidos, las amenazas hí- bridas operan en cuatro dimensiones: político-di- plomáticas, informacionales, económicas y mili- tares-paramilitares (US Department of the Army, 2010).
Para la OTAN (2010), la amenaza híbrida es aque- lla demostrada por adversarios con la habilidad de “emplear simultáneamente medios convencionales y no convencionales adaptados al logro de sus ob- jetivos”. Incluye los dominios “no físicos”, para re- ferirse a espacio públicos cibernéticos, mediáticos/ informacionales y financieros, y considera clave el área comunicacional para garantizar la respuesta militar efectiva de la Alianza.
Tras las denominadas “revoluciones de colores”, ejecutadas en varios países a partir de 2014, y en particular los acontecimientos en Siria y Ucrania, el término de guerra híbrida tomó renovada premi- nencia académica y político-mediática.
Su propio creador, Hoffman (2014), manifestó que el conflicto ucraniano había dejado perplejos a los analistas debido a las limitaciones del concepto para incluir instrumentos económicos y financieros, y de subversión política como la creación de orga- nizaciones no gubernamentales y operaciones de información usando páginas web falsas y artículos de prensa fabricados.
El investigador ruso Korybko (2018) define el con- cepto de guerra híbrida como un nuevo modelo en desarrollo por Estados Unidos para el cambio de régimen, que combina las revoluciones de colores y la guerra no convencional y representa una nueva teoría de desestabilización de Estados, lista para la implantación estratégica en todo el mundo.
Otros académicos rusos examinan el concepto de guerra híbrida a través de diferentes teorías asociadas, en particular las técnicas destructi- vas de las denominadas revoluciones de colores, considerándolas componentes estructurales de este tipo de guerra y una amenaza a la segu- ridad nacional (Filimonov, 2019). Revolución de colores es el término utilizado para referirse a técnicas específicas dirigidas a crear un escena- rio de golpe de Estado con vistas a establecer el control externo sobre la situación política de determinado país.
Aunque el término guerra híbrida ha sido amplia- mente referido en el discurso político en Rusia, los investigadores militares generalmente han evitado su utilización por considerarlo contraproducente. La comprensión sobre el carácter multifacético y de amplio espectro de los conflictos no jerarquiza una modalidad de guerra sobre otras (Kabernik, 2019).
Para Fridman et al. (2019), el término se ha transfor- mado tanto que el original y el reconceptualizado solo se asocian por el nombre, pues el más reciente alude a una combinación de poder duro y blando en la confrontación entre dos actores políticos rivales.
Para académicos chinos el término predominante que caracteriza fenómenos similares al de guerra hí- brida ha sido el de “guerra irrestricta” (Jash, 2019), mientras los investigadores venezolanos Angiolillo y Sangronis (2020) la denominan “guerra integral”, la cual tiene como principal frente de ataque al me- diático, en el que convergen todas las ofensivas.
Para el presente trabajo se ha asumido como con- cepto de guerra híbrida las acciones bélicas en todos los componentes de la guerra y por una diversidad de actores, que pueden emplear una combinación simultánea de medios y métodos convencionales y no convencionales, a través del espectro total del conflicto, en espacios públicos militares y civiles, in- cluidos dominios no físicos, como los cibernéticos, mediáticos-informacionales y financieros.
A pesar de la reticencia a aceptar o utilizar el con- cepto de guerra híbrida en documentos militares oficiales, su creciente referencia en ámbitos políti- cos y académicos, y la intención de estos sectores en Estados Unidos y Europa a atribuir la ejecución de este tipo de guerra a sus adversarios, obliga a desentrañar su esencia y a mostrar sus componen- tes.
Como ha ocurrido con otros términos que han de- morado en ser admitidos formalmente, en este caso, la evolución de la denominación de guerra híbrida se ajusta conceptualmente a las acciones bélicas
que Estados Unidos y sus aliados implementan en la era de la información contra los países que no se le someten, como es el caso de Venezuela.
Los nuevos instrumentos de la guerra híbrida en el espacio público digital
Con la irrupción de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, el componente informacional cobra una mayor importancia en la conceptualización de la guerra híbrida.
Los nuevos instrumentos de la guerra híbrida se consideran aquellas acciones hostiles relacionadas con el componente informacional, en particular las desplegadas en el ciberespacio, para dañar las in- fraestructuras del adversario o manipular la opinión pública mediante operaciones psicológicas basadas en inteligencia artificial y big data.
Existe una distinción conceptual entre ciberespacio y espacio público digital. En el proyecto de concep- to de soberanía en el ciberespacio, elaborado por la investigadora cubana Rosa Miriam Elizalde, este se describe como el ambiente virtual y dinámico, definido por prácticas sociales, tecnologías, equi- pos, procesos y sistemas de información, control y comunicaciones que interactúan entre sí y con per- sonas, en el que la información se crea, procesa, al- macena y transmite (Elizalde, 2014a).
Por su parte, el espacio público digital es el eco- sistema del espacio comunicativo público, con un metabolismo flexible, multidimensional y no físico, basado en una arquitectura en red, donde las inte- racciones humanas están mediadas por algoritmos de inteligencia artificial que procesan grandes mag- nitudes de datos y son diseñados por plataformas tecnológicas transnacionales.
Según Nichiporuk (1999), los instrumentos y téc- nicas de la nueva guerra de información tienen la potencialidad para Estados Unidos de alcanzar sus objetivos de seguridad nacional a través de méto- dos más baratos, eficientes y menos letales.
En estas circunstancias, el espacio público digital se convierte en un nuevo campo de batalla, un salto de escala en el uso de la comunicación como arma política, al decir de Elizalde y Santander (2020), quienes aluden a una carrera armamentista digital y a grados superiores de operaciones político-co- municacionales, apoyadas en inteligencia artificial computacional.
Gu, Kropotov y Yarochkin (2017) consideran que las redes sociales tienen un fuerte efecto en el mundo real y pueden cambiar el curso de las naciones.
Para Singer (2018), “la batalla de Internet es conti- nua, el campo de batalla es contiguo y la informa- ción que produce es contagiosa”. Además, afirma que “una campaña militar limitada se convierte en una guerra global para la opinión pública, un nuevo modelo de todos los conflictos del futuro”.
Por su parte, Sierra Caballero (2016), al contextua- lizar las guerras de información en América Latina, las califica como golpes mediáticos y nuevas formas del Plan Cóndor; se remite a los Documentos de Santa Fe, diseñados por la Administración Reagan, como antecedente de la doctrina militar del Pentá- gono. Estos definían para la región una estrategia irregular de intervención, focalizada, entre otros componentes, en la hegemonía en los medios de comunicación, a lo que hoy cabría añadir la ciber- guerra o dominio de las redes digitales. Y concluye que la información ya es la guerra.
Varios intelectuales alertan sobre la necesidad de contrarrestar el nuevo golpismo que usa el poten- cial político de las redes sociales como herramienta de organización, conducción e influencia, pues de no hacer una crítica al cibercontrol los procesos de cambio que vive América Latina corren el peligro de ser presas de la jaula digital (Favaro, D., Maniglio, F., Sierra, F., 2016).
Crecientes evidencias están disponibles sobre el uso de algoritmos y herramientas de redes sociales para el logro de objetivos político-electorales. Al impacto
en las elecciones en Estados Unidos (Kaiser, 2019), Brasil, el Brexit, y el referendo sobre el acuerdo de paz en Colombia, se han incorporado investigacio- nes que revelan la injerencia en México (Tlatelolco, 2020), Chile (Santander, Elórtegui, González, Allen- de (Cid, y Palma, 2017) y Bolivia (Gallagher, 2019.), entre otras. Más recientemente en Cuba, los distur- bios del 11 de julio de 2021, fueron denunciados por las autoridades como una operación político-comu- nicacional (Rodríguez Parrilla, 2021).
Varias indagaciones comienzan a mostrar las herra- mientas y métodos para la manipulación en redes. Bradshaw y Howard (2017) refieren que las cibertro- pas han pasado de involucrar a unidades militares que experimentan el manejo de la opinión pública en redes digitales a firmas de comunicación estraté- gica que suscriben contratos gubernamentales para ejecutar campañas de redes sociales.
El Centro de Excelencia de Comunicaciones Estraté- gicas de la OTAN sistematizó algunos de los métodos de influencia utilizados en redes sociales de manera abierta, como la creación de cuentas oficiales, cana- les y sitios web, comentarios de líderes de opinión y procedimientos encubiertos tales como la difusión de identidades falsas, bots y trolls (NATO, 2016).
Gu, Kropotov y Yarochkin (2017) develan la existen- cia de empresas comercializadoras de herramientas y servicios para la realización de campañas de ma- nipulación de la opinión pública en varios países.
Lemes de Castro (2020) denomina estos instru- mentos como máquinas de guerra híbrida en pla- taformas algorítmicas, y Howard (2020), máquinas de mentiras, una noria de producción, distribución y marketing que cruza fronteras internacionales; Cabañes (2018) se pregunta sobre la existencia de dictaduras del algoritmo; mientras Calvo y Arugue- te (2020) analizan cómo los mismos mecanismos que favorecen la propagación de conflicto y pola- rización en las redes pueden facilitar dinámicas de organización colectiva, activismo social y comunión política.
A propósito de estos procesos, el término posver- dad, cuyo uso se reporta desde 2003, pero fue incluido en el Diccionario de la Real Academia Es- pañola en 2017, según Romero-Rodríguez y Rodrí- guez-Hidalgo (2019), no se diferencia en su cons- tructo simbólico de otros como “manipulación” o “desinformación”, para moldear e influir en las acti- tudes sociales, apelando a las emociones.
Jin (2020) conceptualiza “el imperialismo de pla- taforma” como la relación asimétrica de interde- pendencia entre Occidente, en particular Estados Unidos, con muchos países subdesarrollados, ca- racterizada por intercambios tecnológicos y flujos de capital desiguales, lo que refleja la dominación tecnológica y simbólica de las plataformas estadou- nidenses que han influido inmensamente en la ma- yoría de las poblaciones y países.
Pellicer (2020) afirma que “Bruselas quiere recuperar la soberanía de la materia prima por excelencia del siglo XXI: los datos de sus ciudadanos”, para lo cual “la Comisión Europea propondrá crear una gran nube mediante la agrupación e interconexión de las plata- formas virtuales, públicas y privadas, de almacenaje de los Veintisiete para competir con EE.UU. y China”.
Para la OTAN (NATO, 2016), las operaciones de na- rrativas dirigidas a determinadas audiencias “pue- den lograr resultados no menos impresionantes que los ataques a infraestructuras críticas”, y en el futuro serán utilizados métodos más sofisticados e impredecibles para influir en las audiencias objeti- vo. En tal sentido, una elevada presencia en redes sociales es más productiva que los esfuerzos por debilitar a otros actores en el ámbito informacio- nal limitando la distribución de sus mensajes, por lo que la ignorancia o falta de involucramiento en las redes sociales no constituye una opción para los decisores.
Ante tan graves pronósticos sobre la guerra infor- macional, Sierra Caballero (2020b) sistematiza tres lecciones como retos para la acción.
primero, no hay democracia sin liberar el código y establecer un marco civil de Internet (hoy do- minado por los GAFAM1 y el control de Estados Unidos); en segundo lugar, sin pedagogía de la comunicación en las redes sociales no es posible un proceso de construcción de hegemonía para otra cultura posible y necesaria como modelo de mediación social; y, finalmente, si las futuras guerras del Siglo XXI van a ser, como es previ- sible, por el agua y los golpes mediáticos hoy se resuelven por vía judicial, ello es solo posible porque el espacio a controlar, combatir y milita- rizar de Internet queda sujeto, como en su ori- gen, a los intereses hegemónicos imperialistas como históricamente ha sucedido en la comuni- cación moderna. Por lo mismo, los movimientos sociales y las fuerzas de progreso deben dispu- tar el sentido de la red como un bien común y empezar a reivindicar, más allá del principio de neutralidad, políticas públicas que democrati- cen el sistema de telecomunicaciones.
El laboratorio venezolano de la guerra
Venezuela ha sido uno de los laboratorios donde se han experimentado numerosas técnicas interven- cionistas.
Tras el triunfo electoral y la asunción del Coman- dante Hugo Chávez a la presidencia en 1999, los sucesivos gobiernos de Estados Unidos han desple- gado un amplio arsenal injerencista para intentar derrocar al proceso bolivariano.
Desde el golpe de Estado militar que depuso al presidente Chávez por unas 47 horas en 2002, que
algunos analistas calificaron como primer golpe
mediático en la región, incluyendo el sabotaje a
1 El acrónimo GAFAM se refiere a las cinco grandes em- presas tecnológicas estadounidenses: Google, Ama- zon, Facebook, Apple y Microsoft.
la industria petrolera en 2002-2003; pasando por los procesos desestabilizadores de 2003-2004, las llamadas “guarimbas” de 2007, 2014 y 2017, hasta
los más recientes eventos golpistas contra el pre- sidente Nicolás Maduro, Venezuela ha sido objeto del despliegue de toda la panoplia de instrumentos de la guerra híbrida por parte de Estados Unidos, lo cual ha sido definido como un golpe continuado (Chávez, 2002).
A los efectos de este trabajo, golpe continuado son las acciones desestabilizadoras ejecutadas por fac- tores externos e internos de manera sistemática en diferentes ámbitos económicos, político-diplomáti- cos, militares-paramilitares e informacionales con el objetivo de generar un estallido social y una situa- ción de ingobernabilidad como detonante para el derrocamiento del gobierno de manera violenta.
Estos eventos se incrementaron con el sobrevenido proceso de transición del liderazgo político y esta- tal después del fallecimiento del presidente Hugo Chávez y la victoria electoral de Nicolás Maduro en abril de 2013.
Durante la administración Obama se fraguaron los instrumentos jurídicos iniciales (Weisbrot y Sachsel, 2019) para justificar la escalada de agresiones: la denominada Ley de defensa de los derechos huma- nos y la sociedad civil en Venezuela (US Congress, 2014), y la posterior Orden Ejecutiva (The White House, 2015). Estas fueron recrudecidas por la ad- ministración Trump (con otras seis órdenes ejecuti- vas), para un total de 300 medidas administrativas (Maduro, 2020).
El componente informacional de las operaciones golpistas en Venezuela ha tenido un enfoque priori- tario debido a la alta concentración de la propiedad de medios de comunicación en sectores de la oli- garquía (Britto, 2008). Intentos del gobierno boli- variano de revertir esta situación provocaron una in- mediata y articulada reacción, como fue el caso del fin de la concesión del uso del espacio radioeléctri- co a la televisora RCTV en 2007.
Aunque todavía tal concentración se mantiene (en particular en la radio), la creación de una red
alternativa de medios y la neutralización de otros, la alta penetración telefónica y de Internet, produjo el desplazamiento del campo de batalla a las redes sociales.
Es por ello que los nuevos instrumentos de la guerra híbrida en el espacio público digital han encontrado en Venezuela un apropiado campo para la disputa de narrativas, en su intención de provocar el quie- bre de la resistencia del gobierno y de los sectores que apoyan al proceso bolivariano.
Disímiles acontecimientos reflejan esta dinámica, pero especialmente reveladores fueron los eje- cutados por Estados Unidos para la introducción forzosa de la presunta ayuda humanitaria por las fronteras de Colombia y Brasil, el 23 de febrero de 2019 (23F).
Asimismo, tales hechos mostraron también la ca- pacidad de un movimiento político de izquierda en el poder para contrarrestar la agresión mul- tiforme concentrada en espacios tanto físicos como virtuales.
El uso de sofisticados algoritmos de inteligencia artificial para la manipulación de sentidos en un ámbito no exclusivamente electoral, alcanzaron un despliegue inusitado en el período previo, durante y posterior al 23F.
La participación directa y abierta de altos funciona- rios de la administración Trump (Bolton, 2020) y de otros gobiernos latinoamericanos, la amenaza o el uso de la fuerza militar y la complicidad de las pla- taformas comunicacionales transnacionales (Sierra Caballero, 2020a) dotaron a este acontecimiento de una elevada relevancia política internacional.
A su vez, el estrepitoso fracaso de la estrategia gol- pista, concebida como elemento catalizador de un inminente desmoronamiento del gobierno venezo- lano, concedieron al desempeño chavista una suer- te de modelo sui géneris de enfrentamiento a este tipo de agresiones.
Entre los factores que contribuyeron a la derrota de este esquema interventor, han estado la movi- lización popular, tanto en los espacios físicos como virtuales, la consolidación de la unión cívico-militar y las alianzas externas configuradas por el gobierno venezolano.
Como movilización popular es entendida la capaci- dad organizativa y el nivel de conciencia de los in- tegrantes y el liderazgo de las estructuras políticas y sociales a diferentes niveles para responder a las convocatorias basadas en resortes de compulsión y lealtad.
Para Fréitez (2020), el sector militar y el poder po- pular serían los dos factores determinantes de la ecuación política chavista.
La capacidad organizativa del chavismo en su dua- lidad de movimiento político-social y fuerza en el poder para cohesionarse ante situaciones excepcio- nales, por encima de diferencias grupales o tenden- cias internas, se ha puesto muchas veces a prueba. La sinergia entre las estructuras tradicionales y las renovadas, surgidas como consecuencia de la lucha permanente por la edificación de un paradigma ma- terial y espiritual y frente a adversarios internos y externos, han demostrado la emergencia de un nue- vo sujeto político: el chavismo.
Desde el inicio de la Revolución Bolivariana se des- plegaron numerosas iniciativas organizativas. Teru- ggi (2018) denomina este fenómeno como “irrup- ción democrática de los excluidos” y realiza una periodización en tres etapas: de 1999 al 2006, ca- racterizado por procesos sectoriales/reivindicativos para la resolución de la deuda histórica en agua, sa- lud, educación, alimentación, cedulación. Surgieron entonces las mesas técnicas de agua, las misiones sociales, los círculos bolivarianos, los comités de tierras urbanas, fundos zamoranos, entre otros. La segunda etapa la ubica del 2006 al 2012, en que se impulsan experiencias organizativas como los con- sejos comunales o las comunas; y la tercera, de 2013 a la actualidad, en que surgen nuevos ensayos para
enfrentar la guerra económica como los consejos presidenciales de gobierno popular o los comités locales de abastecimiento y producción.
En cuanto a la organización política, las estructu- ras de base han mutado desde las patrullas del Mo- vimiento V República hacia un enfoque integrado para dar respuesta en el territorio a las necesidades del pueblo en materia social y de servicios públicos, con la creación de la Red de Articulación y Acción Sociopolítica (RAAS), estructura popular ejecutada por las Unidades de Batalla Bolívar-Chávez del Par- tido Socialista Unido de Venezuela (PSUV, 2018).
Particularmente innovadoras han sido las misiones sociales, sobre cuyos beneficiarios Fréitez (2020) argumenta que:
El papel de los misioneros ha sido determinante para bloquear la “guerra de movimientos” del adversario. Al representar una vanguardia de fidelidad absoluta a la clase dirigente, le ha per- mitido al chavismo ganar tiempo y defender el proyecto en las calles.
El papel de los misioneros es de amalgama o resorte cuantitativo ante el avance del adversa- rio en los movimientos de presión económica, mediática y diplomática. Preservan las calles y la comunicación con las masas, desde forma- ciones sociales muy homogéneas con una clara conciencia de la lucha de clases y apelando a discursos de lealtad, nacionalismo-antimperia- lismo y patriotismo.
Ha permitido afrontar favorablemente este desa- fío, la prioridad otorgada por el chavismo al es- pacio público digital, a la par del espacio público físico, evidenciado en el llamado (Maduro, 2016) a defender la revolución en las calles y las redes. Su momento precursor estuvo en la aparición de
@chavezcandanga, la cuenta en Twitter del presi- dente Chávez (Acosta, 2011); hasta la más reciente, versátil y excepcional robustez del Sistema Patria (2020).
El Sistema Patria es una plataforma digital creada por el Gobierno Bolivariano en diciembre de 2016, que integra un conjunto de aplicaciones orientadas a la atención directa al ciudadano y que le permi- ten acceder de forma expedita a programas socia- les implementados por el Estado. Una de las prin- cipales fortalezas de esta solución es el uso de la interoperabilidad entre instituciones públicas a fin de organizar y decidir sobre políticas de Estado en el área social. Más de 20 millones de usuarios tienen cuentas en el Sistema Patria (el 94,6% de ellas se mantienen activas); es la página web más visitada por los venezolanos, si se compara con Facebook, donde hay 12 millones de usuarios de ese país. Es la plataforma de gobierno digital más robusta de Venezuela (Ministerio de Comunicación e Informa- ción, 2018).
El alcance del Sistema Patria ha permitido contra- rrestar de manera efectiva la guerra híbrida en el ámbito económico, en particular frente a la manipu- lación de la tasa cambiaria, al hacer llegar sistemá- ticamente y sin intermediarios los subsidios a más de 6 millones de ciudadanos.
En el Congreso Venezuela digital, realizado en no- viembre de 2020, el Presidente Maduro aprobó la propuesta de crear una red social venezolana con soberanía tomando como base el Sistema Patria. “Hemos construido un poderoso medio de comu- nicación 3.0 en Venezuela. […] Fíjense cómo China construyó TikTok, un poderoso medio de comunica- ción digital […]. [Vamos a] convertir nuestros sue- ños en una hermosa realidad y sorprender al mundo (Telesur, 2020).
Y añadió la siguiente reflexión
El mundo digital es un mundo donde […] no hay leyes nacionales. […] Twitter lo mane- ja […] un empresario y sus gerentes, […] un día te tumban la cuenta y no tienes a quién reclamar. Permiten publicar todo lo que les dé la gana contra la Revolución Bolivariana, violencia, llamados a matarme, […] llamados
al odio […]. Contra Venezuela todo se vale en esas redes sociales, y así pasa en el mundo. Las redes sociales las gobierna una oligarquía invisible. […] ¿Eso será así para siempre? […] Porque los otros medios de comunicación tie- nen leyes […], y la gente tiene que cumplir unas leyes […], tienen sus libertades y sus lí- mites. Pero ¿qué límites cumplen esas redes que ya conocemos?: ninguno […]. [Hay que] estudiar el tema de las leyes, la regulación y el cumplimiento de la Constitución por parte de todas las redes sociales.
En esa ocasión, se adoptaron también otras deci- siones entre las cuales estuvo la creación de un mo- vimiento orgánico llamado Venezuela digital, para aglutinar a todas las fuerzas de la comunicación di- gital, activar un laboratorio de formación y produc- ción audiovisual especializado en redes sociales e impartir un diplomado en Comunicación Digital en la Universidad Bolivariana de Venezuela (Venezola- na de Televisión, 2020).
Figura 2. El uso bélico del ciberespacio.
Por otra parte, la organización y movilización del chavismo han estado intrínsecamente vinculadas a la unión cívico-militar, factor primigenio del proyec- to bolivariano y elemento fundamental de su sos- tenibilidad, a diferencia de otros procesos políticos progresistas latinoamericanos.
La Constitución de 1999 significó una refundación para la Fuerza Armada, al incorporar una nueva doctrina, organización y equipamiento, así como elementos de carácter filosófico y funcionales, la unificó en un solo cuerpo militar uniforme, le con- firió participación activa en el desarrollo nacional y le concedió el derecho al sufragio a sus integrantes. Más recientemente, la Asamblea Nacional Consti- tuyente aprobó la Ley Constitucional de la FANB, que confirmó el carácter bolivariano, popular, an- timperialista y antioligárquico de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana e integró la Milicia Bolivariana como uno de sus componentes (Padrino, 2019).
Por unión cívico-militar, en el caso de la Revolución Bolivariana, se alude a la doctrina ideológica basada en el pensamiento de los próceres venezolanos Si- món Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora. Invocada de manera original por el Comandante Hugo Chávez como fuente del movimiento revo- lucionario que aglutinó a sectores patrióticos en el seno de las instituciones militares, conjuntamen- te con organizaciones populares, para alcanzar el poder político mediante una insurrección armada. Estos sectores, una vez en el gobierno, han consoli- dado su integración con la participación activa de la Fuerza Armada en el desarrollo económico y social del país y de amplios sectores de la población en la defensa de la nación.
Así lo explica el General en Jefe Vladimir Padrino López, ministro del Poder Popular para la Defensa
Quien no se haya percatado de que esa fusión ha sido determinante para enfrentar los emba- tes de la guerra económica y el asedio imperia- lista, cuyo único objetivo es esquilmar nuestras riquezas, no ha entendido la magnitud de esa
doctrina frente a lo que está sucediendo. De no existir la consolidación cívico-militar hace tiem- po seríamos la nueva colonia norteamericana (Padrino, 2019).
Numerosos han sido en estos años los intentos de cooptar a sectores de la FANB para las acciones golpistas contra la Revolución Bolivariana, todos los cuales han sido derrotados oportunamente. Entre ellos se cuentan los intentos de introducción forza- da de la ayuda humanitaria por la frontera colom- bo-venezolana el 23 de febrero de 2019, y el conato de insurrección militar del 30 de abril de ese año, que involucró a un reducido grupo de oficiales y soldados. Ambos contaron con el apoyo organizati- vo, logístico e informacional de las agencias de in- teligencia de Estados Unidos, y el acompañamiento impune de una intensa campaña de manipulación en el espacio público digital, que fue ampliamente contrarrestada en similar campo de batalla.
El tercer factor determinante en el enfrentamiento a la guerra híbrida contra Venezuela ha sido el de las alianzas externas construidas por el gobierno venezolano como parte de su nueva concepción de política exterior bolivariana (Tirado, 2015), contra- hegemónica e independiente, las cuales han resul- tado claves en la capacidad de disuasión y apoyo.
Las alianzas externas constituyen el conjunto de interrelaciones político-diplomáticas, socio-econó- micas y militares entre gobiernos que, por su mag- nitud, nivel de consolidación, intereses recíprocos y alcance geopolítico, influyen de manera relevante en la política interna y en la proyección externa de los países involucrados.
En el caso de Venezuela, se han destacado los vínculos forjados particularmente con Cuba, Rusia y China.
En cuanto a Cuba, el abarcador sistema de colabora- ción política, económica y social bilateral ha permitido al gobierno venezolano aprovechar la experiencia al- canzada por la nación antillana en diferentes ámbitos,
incluido el político-diplomático y en la formación de recursos humanos, así como disponer del alcance de la red de vínculos conformados por Cuba en 60 años para contrarrestar las acciones agresivas de Estados Unidos.
Previo a los acontecimientos del 23 de febrero de 2019, la oportuna y contundente denuncia de Cuba (Declaración del Gobierno Revolucionario, 2019) so- bre la escalada de presiones y acciones del Gobier- no de Estados Unidos para preparar una aventura militar disfrazada de “intervención humanitaria” en Venezuela, fue esencial para revelar las acciones en- cubiertas de unidades de Fuerzas de Operaciones Especiales y de la Infantería de Marina en vuelos de aviones de transporte militar hacia República Domi- nicana y otras islas del Caribe.
El intenso despliegue de las misiones diplomáticas cubanas acreditadas ante los respectivos gobier- nos y la fuerte campaña de nuestra Cancillería en redes digitales tuvo una amplia repercusión y efec- to disuasorio, lo que demostró que la guerra híbri- da en el espacio público digital también puede ser enfrentada en ese propio escenario con resultados exitosos.
La capacidad de Rusia y China, como crecientes ac- tores globales, oferentes de apoyo político, finan- ciero, tecnológico y militar, y su disputa geopolítica con Estados Unidos en América Latina, han sido también de inestimable valor para la sobrevivencia de la Revolución Bolivariana.
Contribuyeron a poner cortapisas a las intenciones intervencionistas de Estados Unidos, las sistemáti- cas declaraciones de los portavoces de ambas can- cillerías, el desempeño de Rusia y China en el Con- sejo de Seguridad de la ONU en los debates sobre Venezuela; así como el sistema de medios y redes sociales de alcance global de ambos países que se desplegaron oportunamente para difundir una pos- tura contraria a la narrativa que intentaba estable- cer la administración Trump en los medios y redes digitales.
CONCLUSIONES
Al no existir regulaciones precisas ni normativas in- ternacionales claras, es previsible que el espacio pú- blico digital se perfile cada vez más como un campo de confrontación e influencia geopolíticas. Que los estados-nación tengan la capacidad de afrontar y eventualmente derrotar los nuevos instrumentos de la guerra híbrida se convierte en factor estratégico de seguridad nacional.
Para cambiar las reglas del juego, afirma Elizalde (2014b) en referencia al intelectual brasileño Darcy Ribeiro, hay que tomar por asalto, desde el conoci- miento, las herramientas de los nuevos colonizado- res y construir las nuestras con un fondo común de inteligencia y recursos económicos, tecnológicos y jurídicos.
Venezuela es un ejemplo de cómo contrarrestar los instrumentos de la guerra híbrida en el espacio pú- blico digital en un contexto de golpe continuado, mediante:
Capacidad de movilización, organización y lide- razgo de manera simultánea en espacios físicos y digitales.
Unión cívico-militar.
Convergencia entre medios tradicionales y redes sociales.
Alfabetización digital y creación de herramientas alternativas propias que propicien soberanía tecno- lógica.
Acciones disuasivas de diplomacia pública con aliados externos y concertación para lograr una normativa internacional contra el uso bélico del es- pacio público digital.
Aunque se han elaborado varios estudios desde una perspectiva de izquierda sobre el empleo de estos nue- vos instrumentos de dominación, es prácticamente
inexistente el abordaje teórico sobre la manera en que los movimientos revolucionarios en el poder han contrarrestado exitosamente estos mecanis- mos intervencionistas.
El más prominente desempeño en la batalla comuni- cacional lo protagonizó Chávez (Santander, 2020), quien comprendió, junto a Fidel, que cuando la “ac- ción contraofensiva es exitosa obliga al atacante a cambiar de lógica y pasar a la posición defensiva” y “adoptó y adecuó conceptos del campo militar al comunicacional”. Entre sus ideas centrales en este ámbito estuvo la de “entender la acción comuni- cacional sistemáticamente, abordar las diferentes iniciativas en el marco de acciones propias de un
´sistema´, y no estar siempre actuando aislada, fragmentada, casuística y reactivamente”.
Las lecciones aprendidas por el chavismo, como nuevo sujeto político en el escenario físico y digital, su originalidad y audacia en el ejercicio del poder político, la habilidad del liderazgo y las implicacio- nes de la hegemonía institucional, militar y comuni- cacional alcanzadas, con énfasis en la alfabetización digital, el principio de movilización simultánea en las calles y en las redes, y las acciones de contra- información híbrida (entre medios tradicionales, al- ternativos y redes sociales) para disputar la batalla por la narrativa, constituyen elementos estratégicos en la lucha por la soberanía tecnológica en el esce- nario digital y por una normativa internacional para contrarrestar el uso bélico del ciberespacio.
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