El gran bosque de la imaginación: una mirada a Pablo de la Torriente Brau en su 120 aniversario

The great forest of imagination: a look at Pablo de la Torriente Brau on his 120th anniversary

Dr. C. Hassan Pérez Casabona.

Doctor en Ciencias Históricas. Profesor Auxiliar del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana. Académico Concurrente de la Academia de la Historia de Cuba.

hasperezc@cehseu.uh.cu. 0000-0002-9388-6634

 

Recibido: 8 de Noviembre de 2021

Aprobado: 16 de noviembre de 2021

 

RESUMEN En el artículo se examinan diversas facetas de la vida, y trayectoria revolucionaria, de Pablo de la Torriente Brau, una de las figuras cimeras de las luchas en la Mayor de las Antillas, durante las décadas iniciales de la centuria anterior, y ejemplo imborrable de combatiente internacionalista. Pablo fue además un periodista y escritor excepcional, cuya ascendencia ha estado presente desde entonces, de una u otra manera, en cada una de las generaciones ulteriores de intelectuales revolucionarios cubanos. En el trabajo, justo en el 120 aniversario de su natalicio, se realiza una panorámica no solo sobre el alcance de varias de las obras principales de Pablo, sino acerca de su impacto en el entramado nacional, apreciado desde la óptica de otras personalidades extraordinarias, en el plano de la creación y de las luchas emancipadoras.

Palabras claves: entrega, internacionalismo, solidaridad, creador genuino, periodista de vanguardia.

ABSTRACT The article examines various facets of Pablo de la Torriente Brau´s life and revolutionary trajectory, one of the leading figures of the struggles in the Greater Antilles during the initial decades of the previous century, and an indelible example of internationalist fighter. Pablo was also an exceptional journalist and writer whose ancestry has been present ever since, one way or another, in each of the subsequent generations of Cuban revolutionary intellectuals. At work, just on the 120th anniversary of his birth, an overview is made not only of the scope of several of Pablo's main works, but also of their impact on the national framework, appreciated from the perspective of other extraordinary personalities, on the plane of creation and emancipatory struggles.

Keywords: delivery, internationalism, solidarity, genuine creator, avant-garde journalist

 

 

INTRODUCCIÓN

Este trabajo es un homenaje, en el 120 aniversario de su nacimiento, a celebrarse el 12 de diciembre del 2021, a uno de los grandes intelectuales y revolucionarios cubanos de todos los tiempos. La ascendencia de sus contribuciones en las primeras décadas del siglo XX, en múltiples ámbitos, llega con renovada energía a la hora actual.

De manera particular, su impronta en el terreno periodístico, y en las letras en general, ha sido inspiración para las sucesivas generaciones de periodistas y escritores cubanos. Estas líneas tienen como propósito acercarnos a un ser humano íntegro el cual, con espíritu genuinamente creador, supo no solo estar a la altura de las más exigentes circunstancias de su tiempo histórico, sino trascender para todas las épocas.

Pablo de la Torriente, personalidad cautivante, entre muchas razones, por la coherencia y originalidad de su proyección en los más exigentes escenarios, es también uno de los grandes exponentes de la solidaridad internacional y, de igual manera, embajador de los mejores valores de los revolucionarios antillanos.

DESARROLLO

Pablo Félix Alejandro Salvador de la Torriente Brau, su nombre completo, nació en San Juan, Puerto Rico, el 12 de diciembre de 1901, en el no. 6 de la Calle O´ Donell. Vino al mundo en la misma casa en que estaba situada la escuela Centro Docente de la Unión Iberoamericana, fundada y dirigida por su padre Félix de la Torriente Garrido. Para esa fecha la familia estaba integrada además por su madre Graciela Brau Zuzuárregui y su hermana Graciela. Más tarde se completaría con sus tres hermanas Zoe, Lía y Ruth.

A los tres años, apenas cuando había aprendido a caminar, Pablo realizó su primer viaje para visitar en Santander, España, a la abuela Genara Garrido, quien recién había quedado viuda del ingeniero cubano Francisco de la Torriente Brau. Luego del reencuentro en La Habana con el resto de la familia, el padre es designado como inspector pedagógico. Dicha estancia se prolongó durante veinticuatro meses.

Apenas sin instalarse, Pablo debe regresar a Puerto Rico donde, de la mano de su abuelo Salvador Grau, prestigioso patriota, se adentra en el conocimiento de la figura de José Martí y otros próceres. En 1909 vuelve a Cuba, esta vez al poblado de «El Cristo», en la provincia de Oriente, donde el padre ejercía como maestro en la Escuela Internacional, centro en el que Pablo prosiguió sus estudios.

En esa etapa el influjo del abuelo Salvador, escritor, y del padre, periodista, es notable en el niño que, en 1910, publica su artículo primigenio en el boletín de la escuela, El Ateneísta. En 1915 se trasladó al Instituto de Santiago de Cuba. En 1919 se muda a La Habana. Pablo, deseoso de ayudar a la familia, decide trabajar.

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En enero de 1920 logra que lo contraten para un proyecto vinculado a la instalación de un central en Sabanazo.1 En ese sitio del oriente antillano conoce a Teresa «Teté» Casuso, con quien contraería matrimonio en 1930. Ese encuentro, para cada uno de los estudiosos de su vida, lo marcó de manera singular. Uno de ellos señaló que:

Pablo y Teresa se conocieron en casa de la familia de ella, durante ese trabajo en Sabanazo. La descripción que Pablo hace de ella, y que volvemos a encontrar en el cuento, es de «una chiquita fea, malcriada y antipática que se llamaba Teté», pero cambiará rápidamente de opinión al respecto; cuando se encuentran nuevamente unos cuantos años más tarde, Pablo quedará tan fascinado que le pedirá al padre permiso para casarse (Saracini, 2007: 34-35).

El reconocido escritor mexicano Paco Ignacio Taibo II, explica así este período en la vida de Pablo:

Martínez Villena les regala para la boda un poema (dedicado «Al riente Torriente y a Teté riente») […]. Pero Rubén se va al exilio. Pablo conoce a Raúl Roa, habanero del popular barrio de la Víbora, seis años más joven que él, miembro del DEU por la Escuela de Derecho y profesor de Universidad Popular. Otro personaje singular que lee a Marx y adora el béisbol, que habla tan rápido como piensa y sin pelos en la lengua y que lo anda buscando porque ha leído Batey […]. Roa parece sentirse culpable de haberlo embarcado, le pone peros, Pablo se acaba de casar… Pero el guard Torriente no duda. ¿Cuándo es la próxima manifestación? […] Su amiga Conchita había dicho: «Él no se mete en nada, él es deportista». Pues no (Taibo II, 2009: 40).

Destacado narrador y periodista, fue uno de los iniciadores de la ficción vanguardista y precursor, en Cuba, del género testimonio tal como hoy los concebimos. De esa anticipación dan fe La Isla de los 500 asesinatos y Presidio Modelo, divulgado pasadas tres décadas de su muerte.

Una de las acuciosas investigadoras de su figura afirma:

A esta misma línea histórica, corresponden los textos que pretenden parodiar los sucesos históricos, con voluntad desacralizadora de mitos sociopolíticos dominantes, línea que representa de manera sobresaliente Pablo de la Torriente Brau con Aventuras del soldado desconocido cubano, una de las novelas más originales de la literatura cubana (García Ronda, 2003: 11-12).

En el contundente alegato que representa Presidio Modelo describe los horrores del cautiverio. Sus descripciones impactan, por vívidas, en la mente de los lectores. He aquí un fragmento de los atropellos cotidianos cometidos en aquel espacio:

Como un tribunal inquisidor, implacable y sombrío, la Comisión de Mayores, integrada por cinco mayores designados por el Capitán, extendía sus viscosos tentáculos por todo el penal (De la Torriente Brau, 2000: 254).

Otro relato conmovedor, por el profundo impacto que produce, es «La última sonrisa de Trejo». Publicado inicialmente en Ahora, el 30 de septiembre de 1934, en él se lee:

Cuando el héroe del 30 de septiembre entró en coma, me dieron a tomar unos calmantes y me dormí profundamente. A la mañana el gran silencio del Hospital me reveló la verdad y solo pregunté: «¿A qué hora murió?». Se había despedido de mí con una sonrisa animadora, él, que se iba a morir. Por eso aquel recuerdo es tan claro, tan patético e inolvidable para mí (De la Torriente Brau, 2001: 237-241).

Se vio obligado a marcharse de su patria por las actividades revolucionarias. A la caída de la satrapía machadista retorna de su exilio neoyorquino para sumarse a la lucha, en pos de que se llevaran adelante las más caras aspiraciones populares. Su autoridad, en todos los planos, hizo que tuviera una participación activa en la huelga de marzo de 1935. Ante el debate que ese suceso despertó, entre las propias fuerzas revolucionarias y las más diversas agrupaciones, le escribió a su compañero José Antonio Fernández de Castro, el 8 de abril de 1935, un texto que refleja su estirpe, en tanto denota claridad meridiana sobre los actores involucrados.

Otra experimentada estudiosa de este período incluyó parte de dicha misiva de Pablo en uno de sus trabajos:

Calcúlate que estábamos enredados en la huelga general hasta el cuello, presenciando la impotencia y la estupidez de los partidos políticos aspirantes del poder, que se cruzaban de brazos, esperando que nosotros les sacáramos las castañas del fuego, sin que ellos hicieran nada. Fueron tan torpes que, primero, no se dieron cuenta del impulso popular que lanzaba a la huelga a trabajadores, empleados, maestros y estudiantes, y, después, fueron tan incapaces y tan poco audaces que no se atrevieron a jugarse la última carta a sus manos, cuando la huelga tomó un aspecto imponente, al que solo le hizo falta un poco de fuego de ametralladora. No se les ocurrió pensar que la victoria o la derrota serían aplastantes, y unos por cobardía y otros por miedo político, y otros aún por imbecilidad pensaron en esperar otra oportunidad´ […]. No sospecharon que la derrota implicaba de terror, de desmoralización, de robustecimiento de las fuerzas de la reacción en el poder (Massón Sena, 2017: 44).

Al abandonar Nueva York, en 1936, se enroló en la Guerra Civil Española, inicialmente como corresponsal y poco después como combatiente. Para esa fecha redactaba su conocida novela Aventuras del soldado desconocido cubano. Refiriéndose al período neoyorquino del luchador, otra de las investigadoras que profundizó en su trayectoria, expresó:

Tiene un seudónimo para el combate, un nombre de guerra al que le dirigen la correspondencia y con el que se cubre de la policía, y de inmigración, para sus múltiples actividades políticas porque es portador de un virus muy peligroso: el de la revolución. Para todos se llama Carlos Rojas. Es útil a la causa y eso lo fortalece […]. Nada es más ajeno a su actitud vital, a sus principios que ser revolucionario de café con leche (Santos Moray, 1987: 185-187).

Al examinar esa etapa en la Gran Manzana, apreciamos que la misma está bien distante de los cuentos de hadas:

Vivió por un tiempo en la casa de la madre de Carlos Aponte, volvió al trabajo rudo: cargó bandejas, lavó platos […]. Tardaría un año en poder ir al béisbol y ver a Babe Ruth. Trata de publicar sus cuentos. Pero no lo consigue […]. Habla solo […]. Él, que nunca se había enfermado pesca una gripe furibunda. Está convaleciendo de la enfermedad en su casa cuando el 12 de junio llaman a la puerta. Alguien le trae noticias de Cuba. Algo terrible le ha sucedido a Guiteras y Aponte (Taibo II, 2009: 391-393).

En un trabajo que denominó «Me voy a España» Pablo, con la elegancia y firmeza que lo distinguían, explicó como adoptó una decisión de esa envergadura:

Nueva York, 6 –VIII -36. He tenido una idea maravillosa; me voy a España, a la revolución española […]. Y yo me voy a España ahora, a la revolución española, en donde palpitan hoy las angustias del mundo entero de los oprimidos. La idea hizo explosión en mi cerebro, y desde entonces está incendiado el gran bosque de mi imaginación (De la Torriente Brau, 1984: 71).

Un escritor italiano, en una tesis elaborada en los predios universitarios de su país, reconoció que:

Es interesante recordar lo precoz del gesto internacionalista de Pablo en relación con la actitud de otros intelectuales. Fue, en realidad, el primer escritor hispanoamericano que partió hacia la España en guerra, y entre los primeros escritores extranjeros en contarla, a través de su correspondencia y sus crónicas desde el frente de Somosierra y desde Madrid asediadas por las fuerzas franquistas (Saracini, 2007: 112).

En un contexto donde no existían las bondades de las nuevas tecnologías asociadas a la informática y las telecomunicaciones, Pablo recurrió en cientos de oportunidades al género epistolar, para intercambiar criterios, de toda índole, con familiares y amigos. Raúl Roa fue el principal destinatario de sus misivas, recibiendo 21 cartas solo entre enero y agosto de 1936.

En una de ellas, fechada en la Babel de Hierro el 4 de abril de 1936, Pablo compartía con su hermano de batalla una de esas definiciones que nos confirman que esos héroes no ascendieron a tal condición encaramados en pedestales inaccesibles, sino que fraguaron su carácter desde la genuina cubanía que los ataba, de forma indisoluble, a su pueblo:

Sigo con los cojones hinchados. Ya supongo que conocerás mi teoría sobre la neurosis revolucionaria del destierro, que tiene dos manifestaciones, la positiva, que consiste en que se le hinchan al paciente los cojones y se pone a trabajar, a trabajar, a trabajar, aunque sea como la hormiga loca que no encuentra el agujero, y la negativa, que consiste en que al paciente se le desinflan los huevos, como si fueran globos de a níkel para muchachos, y se pierde el entusiasmo, la voluntad y hasta la responsabilidad. Sigo, pues, con los cojones hinchados (De la Torriente Brau, 2004: 102-103).2

El receptor de estas letras, ni corto ni perezoso, ripostó en la jornada inefable del 10 de abril, desde su resguardo obligatorio floridano:

¡Qué te parece la racha última de asesinatos! Catorce en menos de 48 horas. Algo inaudito. He sabido, de fuente fidedigna, una cosa verdaderamente macabra: Pedraza tiene un cuñado llamado Patiño que es dueño de una funeraria en Marianao. Cada vez que se va a matar a un revolucionario Pedraza le comunica el sitio y allí está él, como aura tiñosa a llevarse el cadáver. Luego la policía impide que los familiares lo saquen de su funeraria y Patiño cobra una enormidad por el tendido […]. Pero no me quito sin decirte que yo también tengo los cojones hinchados […]. En cuanto a la barda Teté y a la princesa Gladys ya tú sabes: mis mocos perfumados de siempre (Roa, 2004a: 352-353).

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En otra de esas letras cargadas de cariño mutuo, y originalidad en la comunicación, Roa, con su peculiar manera de abordar los temas más complejos, le fundamenta a Pablo la necesidad de que retorne al país, con independencia de la firmeza del periodista acerca de permanecer en España. Dice quien luego brillaría en las tribunas internacionales:

Habana 14, 936. Viejo Pablo: […] Yo insisto en mi envidia. Pero, a la vez, estimo que tu presencia aquí es infinitamente más importante que en España. Estamos deshechos […]. Conclusión: Tú aquí serías de una utilidad extraordinaria. Allá: la revolución española te interesa más a ti que tú, con todos tus excepcionales merecimientos, a ella […]. La gorda, bien, el fiñe, mejor. Es igualito que yo. Tiene movimiento continuo. Ya lo sabes: es sobrino tuyo, no obstante ser yo tu nieto. Abrazos a todos y a la princesa lírica, Robinson Crusoe (Roa, 2004b: 416-417).

Unas jornadas después, el 20 de abril de 1936, Pablo le contaba a Roa, sobre el complejo panorama antillano, lo que supuso seguramente, más allá de la hondura del análisis, un desgarramiento para su fibra de revolucionario a toda prueba que:

[…] la revolución se alejaba cada vez más; por eso la gente no se acerca a nuestra obra, y por eso nuestros esfuerzos son heroicos pero infructuosos hasta ahora. Como no están cercanos los momentos culminantes, nuestra obra se ve rodeada de indiferencia […] Y eso es lo que sucede en definitiva: la revolución está palúdica y los aspirantes a revolucionarios han sido atacados, casi en su mayoría por el mal depauperador (De la Torriente Brau, 2017: 51).

Otro de los ejemplos del permanente espíritu dialéctico de Pablo, distante ciento ochenta grados de cualquier fórmula concebida con rigidez para la declamación mimética, lo tenemos en la evaluación de varios de sus contemporáneos que ofrendaron la vida en aras de alcanzar el ideal soñado.

Pablo, adelantándose a un reclamo de la actualidad, desafortunadamente incumplido buena parte de las veces, es capaz de atrapar la esencia de esas personalidades titánicas, sin caer en la trampa de la exaltación idílica. Por el contrario, sus descripciones adquieren fortaleza, y credibilidad, en la medida que pinta sobre el lienzo con una paleta policromática.

Los apologistas creerán que es áspero en oportunidades pero, es un narrador que, desde la posibilidad de coexistir con las figuras reverenciadas, aporta elementos de extraordinario valor para admirar todavía más a los jóvenes a quienes dedica su atención.

Otras obras suyas son Realengo 18 (1961), Peleando con los milicianos (1962), Pluma en ristre, selección de Raúl Roa, (1965), El Periodista Pablo (1989), ¡Arriba Muchachos! (2001), Testimonios y reportajes (2001) y Recuerdos de la última olimpiada (2002).

En una carta a los Jefes y Vicejefes de las delegaciones que visitaron nuestro país, con motivo del 60 aniversario del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el líder de la Revolución Cubana, hace alusión a Realengo 18. Al narrar cómo se produjo la retirada de la fortaleza santiaguera, apuntó:

Caminamos horas aquella calurosa tarde por la falda norte de la Gran Piedra, una elevada montaña que trataríamos de cruzar para dirigirnos hacia el Realengo 18, un camino empinado del que Pablo de la Torriente, excelente escritor revolucionario, escribió que un hombre con un fusil podía resistir a un ejército. Pero, Pablo murió en España combatiendo en la Guerra Civil Española, donde alrededor de mil cubanos apoyaron a ese pueblo contra el fascismo. Lo había leído, pero nunca pude hablar con él, ya había viajado a España cuando yo estudiaba bachillerato (Castro Ruz, 2013: 4-5).

El Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, el cual dirige el prestigioso intelectual Víctor Casaus, despliega desde su fundación una incesante labor de promoción, no solo del pensamiento de Pablo, sino de la cultura de izquierda en general. En ese empeño sobresale el espacio A guitarra limpia, que aglutina a trovadores de vanguardia, y Ediciones La Memoria.

Marta Rojas, Premio Nacional de Periodismo, y Miembro de Mérito de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), se refiere a la difusión de la obra de Pablo por este centro, así como a una faceta casi desconocida del revolucionario.

Pablo de la Torriente Brau (1901-1936), fue un apasionado del cine y descubridor de estrellas como Janet Gaynor y Frank Borzage, actriz y director de la película muda El séptimo cielo, respectivamente, filme que inspiró a Pablo a realizar una versión particular, luego de verla al ser exhibida en La Habana en 1927. Dos años después recibieron, por otro filme, los primeros premios Óscar de la Academia en Estados Unidos. Del tema cinematográfico trata, Para María, compañera… […] Una invitación a la lectura, de Víctor Casaus retrata el alma del autor […]. Para María, compañera… es una elocuente aunque discreta historia de amor de Pablo (Rojas, 2014: 6).

Como parte de esos esfuerzos, hace dieciocho años vio la luz Recuerdos de la próxima olimpiada, en una tirada auspiciada además por el Comité Olímpico Cubano. En el texto, cuyo nombre fue tomado de una memorable serie de cinco artículos publicados por Pablo en el semanario Orbe, en julio de 1931, se agrupan narraciones y crónicas en las que aborda diferentes temas relacionados con el deporte, una de sus grandes pasiones. Una muestra de esos materiales de excelencia la encontramos en:

El estadio se fue llenando de hombres y de ruido, como un estanque gigantesco al que le va entrando agua, y casi simultáneamente fueron saliendo atletas a la pista con treinta banderas distintas en el pecho […]. Unos levantaban las rodillas y estiraban luego el pie en punta, con rapidez relampagueante; otros se ponían a dar vueltas sobre una sola pierna, como si fueran bailarinas clásicas (De la Torriente Brau, 2002: 120-121).

En otra parte de sus páginas, demostrando la inevitable interrelación del deporte con el resto de las esferas sociales, se plasma lo siguiente:

Para distraer un poco la imaginación, leo las noticias de la Olimpiada de Berlín. Pero todo está lleno de revolución hoy en el mundo. Los desprecios de Hitler a los atletas norteamericanos triunfadores —no olvidar los ultrajes al genial Jesse Owens, ganador de 4 preseas doradas en 100, 200 metros, salto largo y el relevo corto (HPC)—, solo por ser negros, son elocuentes […]. Cada vez pienso más que el atleta es el animal inferior de la escala humana…Y los negros de Abisinia siguen peleando. ¡Esos sí son atletas famosos! (De la Torriente Brau, 2002: 8).3

Su muerte en Majadahonda, en las inmediaciones de Madrid, estremeció a la intelectualidad de la región, conocedora del calibre de Pablo como escritor. La chilena Gabriela Mistral, para muchos la figura literaria femenina más excelsa de habla hispana, (primera persona latinoamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura, en 1945, y única mujer acreedora hasta el momento en la región de ese lauro) fue una de las consternadas, si bien, en su caso, prevalecían también incomprensiones políticas. Marinello lo rememoró así:

Eso no lo podía entender Gabriela porque ella no comprendía la política. Es más, tenía errores garrafales, como una niña, a pesar de que era una escritora excepcional. Para mí, la más grande que ha dado el continente; tanto en prosa como en verso llegó a lo más alto. En materia política era, desde luego, la persona más absurda del mundo. Recuerdo sus cartas cuando cayó Pablo de la Torriente en España. La indignación que eso le produjo, la cual es muy frecuente en escritores puros. Ella no era más que una madre india que escribía muy bien. Eso era Gabriela, y no otra cosa (Báez, 1977: 119-120).

Otro ejemplo de las dicotomías de intelectuales de renombre ante acontecimientos políticos estremecedores lo encontramos en el gran escritor ruso León Tolstoi. Sobre las tribulaciones de este, haciendo una evaluación que ratifica su visión dialéctica genial, Lenin publicó en septiembre de 1908 el artículo «León Tolstoi, espejo de la Revolución Rusa». En el mismo explica:

Las contradicciones en las obras, en las ideas, en las teorías, en la escuela de Tolstoi, son verdaderamente flagrantes. De un lado, es un artista genial, que no solo ha producido lienzos incomparables de la vida rusa, sino obras de primer orden en la literatura mundial. De otro lado, es un terrateniente poseído de cristiano fanatismo (Lenin, 1989: 99-101).

CONCLUSIONES

Nada ni nadie podría acallar ya el ejemplo brindado por Pablo y el resto del nutrido grupo de compatriotas que se enrolaron, sin vacilaciones, en defensa de la República Española.4

Marinello, tocando la médula, nos ofrece un retrato integral:

Hay en los hombres singulares un perfil íntimo, un modelo distinto, que no pasa a sus biografías. Porque las biografías se construyen, por lo común, a mucho tiempo de haber vivido el modelo y, casi siempre, por los que no lo conocieron […]. Pablo de la Torriente fue un integradísimo caso de humanidad entendida como triunfo y honor de hombre […]. Alto, fuerte, arrogante —atlético— su presencia imponía y daba muchas veces la idea de la brusquedad, de la altanería. Pero, mirado más de cerca, hablar con él en las interminables tardes del presidio, era verlo hasta el fondo (Marinello, 2001: 161-162).

Carlos Rafael Rodríguez, por su parte, nos acerca a otras de las facetas de Pablo:

Su literatura se parecía más bien, pienso yo, aunque no es exactamente igual, a una literatura ya más trabajada, la de Hemingway: una literatura directa, que tiene el valor de la transcripción de lo real y el enriquecimiento a partir de lo real […]. Pablo transpiraba vida. Esa vida se manifestaba física y moralmente, porque repito, como Fidel, como Mella, son personalidades que uno asocia siempre con la vitalidad. A Pablo se le asocia siempre con el deporte, con la vitalidad, con la capacidad de vivir (Rodríguez, 2001: 186-187).

Esos sentimientos de admiración encuentran una de sus expresiones paradigmáticas en los versos que el poeta y dramaturgo ibérico Miguel Hernández (1910-1942), una de las voces más elevadas de la lírica hispana, le dedicara al conocer su muerte.

Escribe Hernández una hermosa exaltación, titulada «Elegía Segunda» con el exergo «A Pablo de la Torriente, Comisario Político». Esos versos expresan, al mismo tiempo, la inclaudicable posición política del autor:

Me quedaré en España compañero,/ me dijiste con gesto enamorado./ Y al fin sin tu edificio tronante de guerrero/ en la hierba de España te has quedado./ Nadie llora a tu lado:/ desde el soldado al duro comandante,/ todos te ven, te cercan y te atienden/ con ojos de granito amenazante,/ con ojos incendiados que todo el cielo incendian/ Valentín el volcán, que si llora algún día/ será con una lágrima de hierro,/ se viste emocionado de alegría/ para robustecer el río de tu entierro./ Como el yunque que pierde su martillo,/ Manuel Moral se calla/ colérico y sencillo./ Y hay muchos capitanes y muchos comisarios/ quitándote pedazos de metrallas/ poniéndote trofeos funerarios./ Ya no hablará de vivos y de muertos/ ya disfrutas la muerte del héroe, ya la vida/ no te verá en las calles ni en las puertas/ pasar como una ráfaga garrida./ Pablo de la Torriente/ has quedado en España/ y en mi alma caído:/ nunca se pondrá el sol sobre tu frente,/ heredará tu altura la montaña/ y tu valor el toro del bramido./ De una forma vestida de preclara/ has perdido la pluma y los besos,/ con el sol español puesto en la cara/ y en el de Cuba en los huesos./ Pasad ante el cubano generoso,/ hombres de su Brigada,/ con el fusil furioso,/ las botas iracundas y la mano crispada./ Miradlo sonriendo a los temores/ y exigiendo venganza bajo sus dientes mudos/ a nuestros más floridos batallones/ y a sus varones como rayos rudos./ Ante Pablo los días se abstienen ya y no andan./ No temáis que se extinga su sangre sin objeto,/ Porque este es de los muertos que crecen y se/ agrandan aunque el tiempo devaste su gigante esqueleto./ 1936 (Hernández, 2001: 13-14).

El destacado historiador Roig de Leuchsenring apostilló en La Habana, el 2 de mayo de 1937, en Facetas de Actualidad Española, que:

Pablo de la Torriente Brau, intelectual moderno, supo realizar durante su vida admirable labor revolucionaria de depuración y renovación, tanto literaria y artística, como político-social. Y no veo que puedan sustraerse los intelectuales y artistas modernos a desempeñar esa doble misión, si su radicalismo artístico es sincero y honrado y no pose aristocrática de falsas minorías selectas o simple camuflaje de incapacidad e incompetencia (Roig, 1997: 88-89).

Su figura, en resumen, es motivo de inspiración para los jóvenes que incursionan en el apasionante universo de las letras y para todos aquellos que proseguimos defendiendo la capacidad de emanciparnos, en tanto creemos que las utopías son posibles.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Taibo II, P. I. (2009). Tony Guiteras. Un hombre Guapo… y otros personajes singulares de la revolución cubana de 1933. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.

 

1 De las experiencias recogidas en el itinerario azucarero Pablo dejó constancia en el cuento «Una aventura de Salgari», aparecido en 1930 en el libro Batey, que preparó en coautoría con su amigo Gonzalo Mazas Garbayo. Por cierto, ese fue el único libro suyo que vio la luz mientras vivía, el cual contó con gran aceptación de los especialistas.

2 En la misiva se refiere además a la esposa de Roa, la doctora Ada Kourí, encinta para la fecha del único hijo del más tarde «Canciller de la Dignidad». Pablo le realiza un pedido asociado a que Ada no permaneciera en Miami junto a su esposo, obligado a radicar en la ciudad por los riesgos que corría en Cuba. Al final, cumpliendo la solicitud del gran amigo, Ada dio a luz a Raúl Roa Kourí, en La Habana, el 9 de julio del propio año. El 7 de julio del 2021 quedó oficialmente constituida, en acto celebrado en la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores, la Cátedra Honorífica «Raúl Roa García», adscrita al Instituto Superior de Relaciones Internacionales. Se materializaba, de esa manera, un largo anhelo de los profesores y estudiantes del ISRI, y de los diplomáticos y figuras de la cultura cubana. El propósito es impulsar no solo estudios, actividades y eventos sobre la trayectoria de Roa, sino también sobre otras muchas personalidades y cuestiones relacionadas con las luchas revolucionarias. La idea central es traer a la actualidad, por la capacidad enorme de diálogo que emana de su obra, un Roa vivo para las generaciones actuales de jóvenes y las venideras, no solo en el ámbito de la Mayor de las Antillas. La Cátedra, por méritos propios, la preside el destacado diplomático e intelectual Raúl Roa Kourí.

3 Estoy seguro que Pablo, destacado practicante del fútbol rugby, sentiría especial emoción al presenciar, por ejemplo, la actuación de Jamaica en la velocidad en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, cuando de la mano del «Fenómeno» Usain Bolt, alcanzaron 4 medallas de oro, 5 de plata y 3 de bronce. En una de esas pruebas, los 200 metros planos, llegaron incluso a copar todos los escaños del podio de premiaciones, pues al «Relámpago», como también se le conoce a Bolt, lo escoltaron Yohan Blake y Warren Weir. Algo similar acaba de ocurrir en la cita bajo los cinco aros de Tokyo 2020, efectuada entre el 23 de julio y el 8 de agosto del 2021, resultado de la postergación provocada por la Covid-19, cuando, esta vez en los 100 metros, el podio lo ocuparon, por ese orden las jamaicanas Elaine Thompson-Herah, Shelly-Ann Fraser-Pryce y Shericka Jackson. No menos entusiasmado estaría con las demostraciones de los fondistas etíopes y kenyanos, que desde hace muchos años literalmente arrasan en la mayoría de los certámenes.

4 La prensa nacional publicó hace algunos años un artículo del corresponsal de la Agencia Prensa Latina en España. Por los datos y precisiones que aporta creo oportuno reproducir una síntesis del mismo. «Madrid.- La colocación en diciembre del 2013 en el cementerio madrileño de Fuencarral de una tarja a los cubanos caídos en la Guerra Civil Española comenzó a saldar una deuda con la historia: el reconocimiento a la participación latinoamericana en ese hecho. Según pesquisas de la investigadora María Sánchez Dotres, en el conflicto —de 1931 a 1939— participaron del lado republicano 1412 cubanos, la mayor presencia proporcionalmente con la población entre los 54 países que aportaron combatientes a la gesta» (Lozano, 2013: 5).