Relación Unión Europea-América Latina y el Caribe en 2021:

¿Una agenda estratégica birregional?

Relations between the European Union and Latin America and the Caribbean, 2021 – A real bi-regional strategic agenda?



MSc. Georgina Németh Lesznova.

 

Máster en Relaciones Económicas Internacionales, Profesora Auxiliar del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García,” La Habana.

 

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ginanemeth75@gmai.com image 0000-0001-6754-0608


RECIBIDO: 25 DE AGOSTO DE 2021 APROBADO: 30 DE AGOSTO DE 2021


RESUMEN El intercambio económico y comercial mundial, así como el bilateral entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe, se contrajo en los últimos dos años, como consecuencia de la crisis global multidimensional del capitalismo, agravada por la pandemia de la COVID-19. La situación socioeconómica de ambas regiones implica la necesidad de intensificar las relaciones económicas y de cooperación entre sí. No obstante, la agenda estratégica birregional está sujeta a influencias e intereses de terceros actores globales extrarregionales presentes en América Latina y el Caribe, lo cual complejiza la relación bilateral entre los dos bloques.


Palabras clave: Unión Europea, América Latina y el Caribe, birregional, OTAN, transatlántico, COVID-19, China, crisis, neoliberal, colonización


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ABSTRACT As a consequence of the multidimensional global crisis of capitalism, aggravated by the COVID-19 pandemic, both the global economic trade exchange and the bilateral trade between the European Union (EU) and Latin America and the Caribbean (LAC) suffered a contraction in the last two years. The socio-economic situation of both regions implies the need to intensify the economic relations and cooperation between them. However, the bi-regional strategic agenda is subject to the influences and interests of third-party extra-regional global actors present in LAC, which makes the bilateral relation more complexe between the two regional blocs.


Keywords: European Union, Latin America and the Caribbean, bi-regional, NATO, transatlantic, COVID-19, China, crisis, neoliberal, colonization


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INTRODUCCIÓN


Las relaciones políticas y económicas Unión Europea-América Latina y el Caribe (UE-ALC) se desarrollan en el marco de numerosas plataformas cuya simultaneidad resulta en una compleja transversabilidad entre sus


distintas dimensiones multi, pluri y bilaterales. Al mismo tiempo, estas siguen las distintas lógicas de la legislación supranacional. Las múltiples formas que pueden adoptar estos vínculos en un marco más específico con frecuencia se clasifican en tres pilares: diálogo político, comercio y cooperación (al desarrollo).

 

Esta última la cooperación interregional entre la UE y ALC data desde 1999 con motivo de la primera cumbre interregional en Río de Janeiro. Como parte de la evolución de las relaciones birregionales, desde 2013 hay un diálogo permanente entre la UE y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). La acción exterior de la UE con ALC se lleva a cabo en consonancia con los principios establecidos en la Estrategia Global sobre Política Exterior y de Seguridad de la UE, el Consenso Europeo sobre Desarrollo, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, la Comunicación «Comercio para todos» y las directrices de negociación de un acuerdo de asociación entre la UE y el Grupo de Estados de África, el Caribe y el Pacífico (GEACP-anterior ACP).


En función de ello, en 2016 se aprobó la estrategia de la UE hacia América Latina y el Caribe en el marco de la Estrategia global para la política exterior y de seguridad de la Unión Europea (Europeo, 2019). En su marco se inscribe el tema de la cooperación para el desarrollo, regido por el Programa Indicativo Plurianual Regional para América Latina y el Caribe.


Todo ello, sin embargo, depende en gran medida, del Marco Financiero Plurianual (MFP) 2021-2027, mecanismo clave de la dimensión exterior de la UE. Su razón radica en que las negociaciones del MFP se desarrollan en un escenario políticamente fragmentado, con mayor peso de fuerzas euroescépticas y de extrema derecha que no asumen del todo la proyección externa del bloque europeo y su compromiso con las metas globales de desarrollo sostenible 2030.


No obstante, más allá de eventuales obstáculos internos de la Unión Europea, la proyección externa del bloque europeo hacia América Latina y el Caribe, está sujeta también a influencias exógenas, derivadas de sus vínculos con otros actores geopolíticos globales, y de la presencia de estos en la región latinoamericana y caribeña, todo lo cual incide sobre el carácter y las potencialidades de las relaciones birregionales entre ambas.

El objetivo del presente trabajo es analizar la reciente evolución, actualidad y las perspectivas de la dimensión birregional entre la UE y ALC, a la luz del complejo contexto global impregnado por la rivalidad e intereses de actores geopolíticos extrarregionales presentes en América Latina y el Caribe.


DESARROLLO


UE y ALC en el contexto económico global


El desplome económico registrado en 2020 ha sido considerado como la mayor crisis desde la Gran Depresión de 1929-33, con una contracción económica de 3.3%, y una caída cercana al 9% en el comercio mundial en 2020, según cifras del Fondo Monetario Internacional (FMI) (CIEM, 2021). La pandemia de la COVID-19 tuvo un importante protagonismo en dichos resultados, habiendo agravado la crisis económica global preexistente del sistema de producción, acumulación y consumo capitalista y perjudicó considerablemente a ambas regiones.


Por su parte, la región de América Latina y el Caribe creció a un exiguo 0,4% anual entre 2014 y 2019, en un contexto de profundización de la brecha de productividad externa, heterogeneidad estructural y bajos niveles de productividad entre otros (Bárcena & Cimoli, 2021). Además de este deprimido resultado, las estadísticas indican que la región ha sido la más afectada por la pandemia y también la más dañada en términos económicos y sociales. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe de Naciones Unidas (CEPAL) atribuye sus causas a factores estructurales de larga data que han prefigurado su disfuncional estilo de desarrollo. En consecuencia, tras la crisis sanitaria actual ocasionada por la referida pandemia, la CEPAL planteó la necesidad de avanzar con urgencia hacia un nuevo modelo de desarrollo en América Latina y el Caribe. No obstante, existen muchos obstáculos que atentan contra una mejora del desarrollo de la región. Sus razones trascienden, inclusive, a la desfavorable coyuntura de la economía mundial y apuntan hacia los orígenes de su carácter estructural y sistémico.

La principal causa de dichos obstáculos, por tanto, radica en los mecanismos y leyes del orden mundial hegemónico: el modo de producción, acumulación y consumo capitalista, más allá de responsabilizar por ello apenas a su variante neoliberal que, no es más que una consecuencia más de dicho modo de acumulación.


En medio del complejo contexto económico y político, la región de América Latina y el Caribe tiene a su pro y a su contra un grupo de amenazas y oportunidades que pueden impactar los ejes de relaciones y los patrones de comercio, integración y desarrollo. Tal es la existencia y dinámica de los bloques extra e interregionales, que podrá cambiar, a corto y mediano plazo, la geografía comercial, así como la de cooperación, integración y de las inversiones en la región. Entre dichas dinámicas se inscribe la pertenencia a diferentes acuerdos de diverso tipo por parte de sus economías y el agrupamiento en bloques subregionales o regionales de mayor o menor extensión, o el incremento de su relacionamiento con otras áreas geográficas extra regionales (Fernández Tabío, 2015). Los acuerdos y mecanismos de integración, así como los intentos de crear cadenas de valor regionales en ALC; las negociaciones en bloque con Europa y con Asia; la pérdida relativa del peso de Estados Unidos en la región latinoamericana y caribeña, junto con la expansión de la influencia de la República Popular China, constituyen procesos objetivos en función de paliar los efectos de la crisis sistémica multidimensional del capitalismo que azota a la economía mundial.


Dicha crisis, agravada con la pandemia de la COVID-19, condujo a una notable caída de la Inversión Extranjera Directa (IED) a nivel global: los flujos de IED en 2020 se contrajeron en un 35% de 1,5 trillones a 1 trillón en relación con 2019. Esto fue inferior a los niveles de 2005 y casi un 20% inferior que su cifra en 2010, posterior a la crisis financiera global de 2007-2008 (UNCTAD, 2021). En el caso de los países subdesarrollados, esta caída ha sido más acentuada aun, ascendiendo a 58%. En el caso de América Latina y el Caribe, la caída de IED fue de 45%, afectando gravemente las inversiones en tan importantes sectores para la región como la explotación de recursos naturales y el turismo (UNCTAD, 2021). En la subregión del Caribe, esta contracción fue de 36%, ascendiendo apenas a 2,5 mil millones de USD (sin incluir los paraísos fiscales). Para Suramérica, la contracción de los flujos de IED recibidos representó un 54%, con apenas 52 mil millones de USD, mientras que, en el caso de Brasil ascendió a 62%, alcanzando solo 25 mil millones de USD (UNCTAD, 2021). En 2020 las entradas de IED de ALC se redujeron un 34,7%, convirtiendo a la región en una de las más afectadas en el mundo (CEPAL, 2021).


Con esa coyuntura, la tendencia al aumento de la brecha del desarrollo desfavorable para ALC se ha agravado notablemente. El comercio intrarregional se contrajo, lo cual le resta aún más soberanía a la región. Según el FMI, la recuperación en ALC en 2021 se ve amenazada por el recrudecimiento de la pandemia y la reintroducción de medidas de contención más estrictas en algunos países, así como por las repercusiones de la desaceleración de la economía mundial. Son coincidentes con el FMI las estimaciones de la UNCTAD. Según esta organización, la región no recuperará sus niveles de IED anteriores a la COVID-19 antes de 2023, pese a las previsiones de crecimiento del PIB en 2021, de 4,4% en Suramérica, 5,6% en América Central y 3,7% en el Caribe. Todo ello seguirá siendo inferior al crecimiento de las economías de los países desarrollados y emergentes, estimado en 6,7%.


La desventaja de ALC se evidencia también en la tasa de inversión (17%) frente a cifras superiores en otras regiones: 26% en Europa y 33% en Asia-Pacífico y en economías emergentes. Las consecuencias de tan baja tasa de inversión aunque no sea novedad alguna su bajo volumen se manifiestan de forma acentuada en medio de la emergencia sanitaria global causada por la pandemia de la COVID-19.

 

Otro factor agravante de la situación arriba referida ha sido la significativa proporción que prácticamente

todos los países de la región tuvieron que emplear de su Producto Interno Bruto (PIB) para saldar sus compromisos de pago de su deuda externa, todo lo cual ha ido en detrimento de la inversión en sus respectivos sistemas de salud pública. Al mismo tiempo, la deuda externa de la región para el año 2021 sufrió un incremento de 10%. Como consecuencia, la región destina el 59% de sus exportaciones de bienes y servicios al pago del servicio de la deuda. Para tales efectos, la CEPAL urge una moratoria del pago de la deuda que debería beneficiar básicamente a los países del Caribe. Lo anterior se hace necesario porque los pequeños Estados insulares en desarrollo del Caribe y los pequeños países de Centroamérica enfrentan una situación muy compleja, donde los bancos multilaterales, regionales y nacionales juegan un papel esencial para la provisión de financiamiento. Sin embargo, las agencias calificadoras de crédito han bajado la calificación crediticia a la mayoría de los países de la región, lo que encarece aún más el crédito. Todo ello complejiza las posibilidades de una recuperación económica y social a corto y mediano plazo en esa zona geográfica.


Crisis y COVID-19


Más aun, porque las referidas complejidades emanadas del sistema económico mundial hegemónico tales como el pago del servicio de la deuda externa, las bajas tasas de inversión, la contracción del comercio inter e intrarregional y de los flujos de IED, entre otros profundizaron la situación crítica desatada tras la aparición del SARS-COV-2, y coadyuvaron que América Latina y el Caribe resultara ser la región más afectada en número de contagiados y fallecidos a causa de la COVID-19.


La precariedad y el colapso de los sistemas sanitarios en la mayoría de los países que la integran, es consecuencia directa la insuficiente inversión en ese sector. Ello generalmente deriva de la privatización del sistema sanitario y la reducción del gasto público destinado al ámbito de la salud y otras medidas de corte neoliberal aplicadas en estos. Tales políticas correspondientes al Consenso de Washington funcionan de acuerdo con los dictados del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Tesoro de los Estados Unidos. Sus medidas entraron en América Latina vía golpes de Estado en Chile en 1973, Argentina en 1976, Uruguay en 1973 y Perú en 1992, así como mediante los condicionamientos de las instituciones financieras internacionales. En ALC, desde fines de la década del 80 (con excepción de Cuba y Nicaragua), las políticas económicas están basadas, de forma casi ininterrumpida, en los dictados neoliberales. Todo ello ha ido creando una creciente dependencia de los países de la región, del capital transnacional, y, principalmente, de las tradicionales potencias occidentales.


En ese proceso, la Unión Europea ha desempeñado y desempeña un intenso protagonismo, todo lo cual es completamente coherente con su razón de ser: desde que se constituyó la Comunidad Económica Europea (CEE) en 1957, su objetivo ha sido ser un instrumento al servicio del capitalismo. Desde los últimos años de los 70, el bloque europeo adoptó el modelo de política económica neoliberal. A partir de entonces, todas sus políticas económicas y exigencias se corresponden con esa orientación: el Acta Única firmada en 1986 por la que se liberaliza el comercio en todo el territorio comunitario; la normativa de 1989 por la que se dictó la libre movilidad de capitales y trabajadores y posteriormente el Tratado de Maastricht, relativo a la unión monetaria. Esas normas fueron reforzadas mediante un severo Pacto de Estabilidad y Crecimiento, revalidadas permanentemente en las respectivas cumbres del bloque.


De acuerdo con la orientación neoliberal de la UE, toda su normativa conduce a una política económica dirigida a impulsar los beneficios empresariales privilegiando al sector privado. Para ello, la UE ha ido adoptando toda una serie de medidas tales como: liberalizar la economía favoreciendo los grandes negocios transnacionales; eliminar controles en los movimientos de mercancías y capitales y desregular el mercado del trabajo; privatizar las empresas públicas; reducir el gasto público, alejar la política económica cada vez más del control público; debilitar el estado y plantear normas que aumenten la desigualdad, reduciendo los servicios sociales y tratando de que los salarios aumenten menos que la productividad (Siriaren Alde, 2021).


La adopción por la UE de las políticas neoliberales tras su alineamiento a los dictados de Washington, ha implicado para el bloque europeo una profundización de las concatenaciones políticas y económicas con los Estados Unidos de América. Estas constituyen una importante variable para el análisis de la relación birregional UE-ALC.


A pesar de la existencia de elementos conflictivos y contradicciones entre la UE y Estados Unidos en el terreno económico y político, existe un intenso vínculo económico entre estas dos potencias. Datos sobre sus relaciones económicas de la última década resultan reveladores, tanto de la comunidad de intereses como de los retos similares que ambas partes deben enfrentar.


A finales del año 2010, Estados Unidos concentraba el 41 % de su IED en la UE, por un valor de 1 201,4 mil millones de euros. Según datos de mediados de la década de 2010, el principal inversionista extranjero en la UE era Estados Unidos, superando dos veces al segundo inversionista. Para Estados Unidos, Europa, en su conjunto, hasta finales del año 2012 era el mayor inversionista extranjero con el 71 % de todas las IED acumuladas en ese país.

Dada la enorme inversión recíproca de capitales, no es extraño que el flujo de comercio transatlántico estuviera dominado por el comercio intra-firma. Se ha estimado que este intercambio representó el 60 % de las importaciones de Estados Unidos y el 30 % de sus exportaciones en el año 2010 (Fernández Tabío, 2015).


El comercio de bienes entre la UE y EE.UU., por tanto, fue in crescendo vertiginosamente en el pasado decenio, alcanzando un incremento de 296 mil millones de euros en 2009, para 556 mil millones en 2020. Actualmente la UE y EE.UU. son, recíprocamente, el primer socio de exportación entre sí. Juntos representan el 42% del total del comercio mundial (Consejo de la Unión Europea, 2021). La profunda relación económica entre ambas potencias, además de la alineación ideológica neoliberal de la UE a Estados Unidos, se complementa en el plano político-militar mediante su pertenencia a la OTAN. En el marco de esa organización, se evidencia la sumisión del bloque europeo a los dictados estadounidenses. Como resultado, junto a Estados Unidos, la UE protagoniza la carrera armamentista, las guerras injerencistas, la nuclearización de la OTAN y con ello, de Europa. Han sido numerosas las intervenciones militares en todo el mundo de los EE.UU. y/o la OTAN, con la colaboración de la UE, además de su activo protagonismo en planes y actividades subversivos contra terceros países, todo lo cual, ha significado la complicidad de la UE en golpes de Estado y otros crímenes de lesa humanidad, sin contar el perjuicio sistemático en el plano económico y social ocasionado por el bloque europeo al desarrollo de los pueblos del Tercer Mundo, mediante el ejercicio de sus políticas coloniales y neocoloniales de explotación.


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Según datos de 2017, el principal importador de bienes europeos fue México cuyas importaciones ascendieron a 48,8 mil millones de dólares estadounidenses (35,4%), mientras que el principal exportador latinoamericano fue Brasil, cuyas exportaciones ascendieron a 34,9 mil millones de dólares estadounidenses (32,65%) (Consejo de la Unión Europea, 2021).


La importancia recíproca de las relaciones birregionales en el ámbito comercial se evidencia también mediante la posición de la UE en el ranking de socios comerciales extrarregionales en los respectivos bloques subregionales y países de ALC


En materia de inversiones, la Unión Europea como receptor e inversor de IED, concentra el 20% y el 32% de los flujos globales, respectivamente. América Latina y el Caribe es un receptor neto, con el 11% de las entradas y el 2% de las salidas.


La Unión Europea tiene un papel especial como inversor en América Latina y el Caribe desde finales de la década de 1990, cuando empresas con capital europeo participaron activamente en los procesos de privatización que se llevaron a cabo en la mayoría de los países de la región. Durante el período de 2010 a 2017, las empresas europeas lideraron la ejecución de nuevos proyectos de inversión que representaron el 39% de la inversión total y superaron a las empresas estadounidenses y canadienses. La IED en América Latina y el Caribe se concentró en las economías de mayor tamaño, y Brasil recibió el 43% del total a mediados del presente decenio; por el contrario, en la Unión Europea los tres mayores receptores acumularon el 50% en el mismo período.


Actualmente, la inversión extranjera directa de la UE dirigida a la región de ALC, que asciende a casi 800.000 millones de euros, supera el total de la inversión de la UE en China, India, Japón y Rusia juntos (Fig. 2. Comercio e inversiones de la UE en Latinoamerica. Web oficial de la Unión Europea, 2020).


En la relación entre la UE y ALC, constituyen un importante instrumento los acuerdos considerados interregionales (por ejemplo, UE-CARIFORUM; UE-Centroamérica). En realidad, estos son acuerdos plurilaterales entre distintos grupos de países de América Latina y el Caribe, Estados miembros de la Unión Europea e instituciones de esta. Este nivel de relaciones bilaterales debe considerarse como uno de los instrumentos más importantes entre ambas partes, en función de profundizar los vínculos económicos y políticos.


En aras de lograr lo anterior, en octubre de 2015, la Comisión Europea presentó una nueva estrategia que resumía la visión común del bloque en materia de comercio internacional. En el marco de esta estrategia, la Comisión inició un proceso de negociación para actualizar, modernizar y profundizar sus acuerdos comerciales, particularmente con América Latina y el Caribe. La Unión Europea ya tiene acuerdos comerciales vigentes con 27 de los 33 países de la región, siendo el socio extrarregional que de una mayor red de pactos de este tipo dispone en ALC. Le sigue Estados Unidos, que tiene acuerdos vigentes con 11 países de la región. Este proceso empezó con México y Chile, donde la UE es la primera y segunda fuente de inversión extranjera, respectivamente. Además de estos, hasta la fecha, la Unión Europea ha negociado acuerdos de asociación bilaterales con Perú y Colombia cuyo componente fundamental es, igualmente, el comercio. La Unión Europea ya tenía acuerdos de libre comercio con algunos países y asociaciones subregionales en América Latina, como CARIFORUM (que incluye la Comunidad del Caribe y República Dominicana), con México, Centroamérica (Panamá, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua), y en América del Sur, con Colombia, Chile, Ecuador y Perú. Solo Bolivia, Cuba y Venezuela quedarían fuera de los acuerdos entre la Unión Europea y América Latina.

Unión Europea: acuerdos comerciales con agrupaciones y países de América Latina y el Caribe

 

Tabla 1. Composición entre países y bloques del comercio de bienes de ALC y la UE en el pasado reciente:


Relaciones UE-MERCOSUR


La UE es el primer socio comercial y de inversiones del MERCOSUR, y el segundo mayor socio de dicho bloque después de la RPCH, mientras que el MERCOSUR es el socio comercial de bienes número 11 de la UE. Al mismo tiempo, la UE es el mayor inversor en el MERCOSUR con un stock que desde 2000 de 130 billones de euros aumentó para 365 billones en 2017. Mercosur es también un importante inversor en la UE, con un stock de 52 mil millones de Euros en 2017. El Mercado Común del Sur (MERCOSUR) es el principal exportador regional de bienes a la Unión Europea, pero México ha pasado a ser el principal importador desde ese mercado (European Comission, 2020).


El Acuerdo UE-MERCOSUR fue aprobado en 2020, no obstante, aún en agosto de 2021 sigue pendiente de ratificación por varios países de la UE. Su eventual entrada en vigor representará tanto ventajas como perjuicios para varios sectores de ambas partes. Perjudicará principalmente el desarrollo industrial y tecnológico de ALC y su calidad de inserción en la economía mundial, aunque también podrá causar daños a agricultores de la UE, entre otros.

En el caso de los de la Comunidad Andina de Naciones, la UE es el tercer socio comercial y un importante inversor. En 2020, su intercambio comercial con los países del bloque ascendió a 21 mil millones de USD.


En cuanto a la subregión de América Central, se firmó un Acuerdo de Asociación con la UE en 2012. Según datos de EUROSTAT, los flujos del intercambio comercial entre ambas regiones ascendió a 10,7 mil millones de USD en 2020. El comercio bilateral ha tenido considerables afectaciones inherentes a la pandemia de la COVID-19.


En relación con la Organización de los Estados de África, el Caribe y el Pacífico (OEACP), antes conocidos como Grupo de Estados ACP, en 2020, la UE alcanzó un acuerdo político sobre el texto de un nuevo Acuerdo de Asociación que sucederá al Acuerdo de Cotonú. Para su entrada en vigor, el Acuerdo deberá ser aprobado, firmado y ratificado por todas las Partes, lo cual está en proceso. El Acuerdo servirá de nuevo marco jurídico y orientará las relaciones políticas, económicas y de cooperación entre la UE y los 79 miembros de la OEACP

durante los próximos veinte años. La aplicación del Acuerdo de Cotonú se prorrogará hasta el 30 de noviembre de 2021, a menos que el nuevo Acuerdo entre en vigor o se aplique provisionalmente antes de esa fecha. Seguirá siendo una importante interrogante, si el nuevo instrumento cumplirá con la necesidad de reducir el carácter injusto y desigual del intercambio económico entre la UE y los países del grupo GEACP, o seguirá profundizando la brecha de desigualdad existente entre estos, en detrimento de los países más vulnerables. Esta misma interrogante seguirá planteándose en relación con todos los mecanismos económicos y políticos multi, pluri y bilaterales de la Unión Europea con la región latinoamericana y caribeña.


CONCLUSIONES


La COVID ha profundizado la crisis global multidimensional, lo cual repercutió negativamente en los flujos económicos y comerciales a nivel global, así como intra e interregional. Conforme lo corroboran los datos y gráficos expuestos, el intercambio económico y comercial entre la UE y ALC, se contrajo en los últimos dos años. Dichas circunstancias representan una oportunidad para la intensificación de las relaciones económicas y de cooperación entre ambas regiones. En el referido contexto, América Latina y el Caribe ha sido objeto de una creciente rivalidad entre los grandes polos de poder actores estatales y no estatales, todo lo cual, al mismo tiempo, ahora está sujeto también a la revitalización de la tradicional relación transatlántica entre la Unión Europea y Estados Unidos de la administración de Joseph Biden, con una marcada influencia política de esta dentro y fuera de la región de ALC. Ello pudiera convertir a la región en un espacio para ejercer una “cruzada de nuevo tipo” de los aliados transatlánticos del Norte contra los intereses de la RPCH. Asimismo, mediante la revitalización de dicha alianza, la UE dio muestras de su alineamiento a los dictados de Estados Unidos, mediante un incrementado protagonismo en actividades de intentos de aislamiento internacional, subversión e injerencia en asuntos internos de países con sistemas políticos y sociales democráticos y populares, tales como Cuba, Venezuela y Nicaragua, todo lo cual pudiera extenderse en el futuro no muy lejano también a otros países.

 

Por último, los viejos y nuevos acuerdos de libre comercio interregionales y acuerdos de asociación económica de la UE incluido el Post-Cotonu, así como el resto de los mecanismos e instrumentos del capitalismo neoliberal, reguladores de la economía mundial, continuarán reforzando el patrón Norte-Sur en las relaciones económicas del bloque europeo con América Latina y el Caribe. Los intentos de recolonización multidimensional de la región dado el carácter neoliberal de estos se intensificarán con cada vez mayor agresividad, en función de los intereses y mecanismos imperialistas en vigor. Estos intentos contarán con un incrementado protagonismo de la UE al lado de su aliado transatlántico del Norte (EE.UU), y profundizarán aún más la brecha del desarrollo económico y social entre ambas regiones, al menos en el corto y mediano plazo.


Todo ello indica que la agenda estratégica birregional, en la práctica, no es tan birregional, sino, más bien, una agenda que también es de otros actores extrarregionales, y moldeada por los intereses imperialistas que buscan en América Latina y el Caribe, un espacio socioeconómico que explotar y someter, con los viejos y nuevos instrumentos de un colonialismo de nuevo tipo: el colonialismo neoliberal.


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