EL MUNDO EN QUE VIVIMOS
It takes more than a pandemic to change all that needs to be changed
Dr. C. Leonel Caraballo Maqueira
Doctor en Ciencias Jurídicas. Profesor Titular. Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García, e-mail: isri-dri01@isri.minrex.gob.cu. ORCID iD: 0000-0002-5244-7846
Recibido: 5 de mayo de 2020 Aprobado: 25 de mayo de 2020
La especie humana es el resultado y vive en inte- rrelación con la naturaleza, lo cual trasciende a su entramado social y, por tanto, impacta en su econo- mía y política.
Hace aproximadamente 10 000 años, de los 200 000 de existencia del Homo sapiens se inició
la domesticación de los animales. La relación que se establece entre el conquistador y el conquistado, tiene un precio.
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El virus de la peste bobina migró al ser humano, mutó y se convirtió en sarampión. Del camello con- trajimos la viruela, del cerdo la tosferina, de la gallina la fiebre tifoidea, del pato la gripe, del carabao la lepra y del caballo el resfriado común (Greger, 2008).
Ninguna de estas enfermedades eran conocidas en América al momento de la llegada del europeo, no había cerdos, no había gallinas, los búfalos no estaban domesticados y no existían camellos. Las enfermedades fueron traídas junto con la espada y la cruz.
Los indios morían en masa porque no sabían soplarse la nariz, porque apareció por primera vez la gripe o catarro o moquillo, como quiera llamarse. Otros adquirieron de las relaciones pro- hibidas, sin que se sepa todavía si vino o fue, la viruela o el mal francés, y todo lo que mermó las tierras de América, porque no habían anticuer- pos, ni preparación alguna (Leal, 2015: 129).
El 25 % de los medicamentos que están disponi- bles en el mundo tienen su origen en las plantas, 90 especies de plantas contienen ingredientes activos para 120 compuestos medicinales.
Se estiman en 250 000 las especies vegetales existentes en el mundo, de ellas se han investigado menos del 1 %, lo que significa que más de 300 fár- macos están esperando por ser descubiertos en las selvas tropicales.
Del hongo Penicillium notatum, se obtuvo en el siglo xx la penicilina y se pensó que el riesgo de las enfermedades infeccionas había acabado. Sin embargo, en 1975 se observaron más de 30 enfer- medades emergentes (Greger, 2008).
La tala de los bosques africanos nos expuso a la fiebre del Valle del Rift y a los virus del Ébola y de Lassa. A los herbívoros como vacas y ovejas los convertimos en carnívoros y caníbales al alimentar- los con los desechos de mataderos (Greger, 2008).
Continuamos cambiando la manera en que viven los animales, estamos alterando los ecosistemas en los que estamos inmersos. Se eliminan los con- troladores biológicos. Quebramos el equilibrio de la naturaleza.
En el 2008 Michael Osterholm, Director del Cen- tro de Investigaciones de Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos alertaba:
Una pandemia de impacto moderado, puede resultar en el mayor desastre en la historia de la humanidad. Mucho mayor que el sida, el 11 de septiembre, todas las guerras del siglo xx y el tsunamis, combinados. Tiene el potencial de redi- rigir la historia del mundo, como la peste negra redirigió la historia europea del siglo xiv (Greger, 2008).
La peste negra que asoló a Europa en 1348, y provocó más de 25 millones de muertos, estuvo
precedida de una hambruna (1315 a 1317) como consecuencia del cambio climático que produjo la pequeña Edad de Hielo y de guerras como la de los Cien Años:
La peste negra contribuyó a un cambio de per- cepción sobre la manera de vivir y morir, que transformaría radicalmente al hombre medieval (García Linares, 2017).
La vieja aristocracia, acostumbrada a vivir de manera parasitaria de sus rentas del campo, tuvo que arrendar sus tierras a precios más bajos o con- tratar agricultores con más altos salarios, lo que coadyuvó a la emergencia de la burguesía. El dra- mático enfrentamiento a la muerte impulsó el desa- rrollo del pensamiento científico.
Actualmente el mundo se enfrenta a la pande- mia de la COVID-19. La respuesta de los gobier- nos no ha sido simétrica ni proporcional a su poder económico.
La capacidad autorecuperativa de una sociedad no está condicionada por la magnitud del impacto, ni por las características del evento natural, sino por la capacidad del gobierno de planificar, ejecu- tar y controlar las acciones dirigidas a enfrentar los impactos provocados por el evento natural, sanitario o tecnológico, unido a la preparación de su pobla- ción, de manera que la haga partícipe y consciente de las medidas que se tomen.
No fue una oleada de calor la responsable en Francia en agosto de 2003, de 15 000 muertes, en su mayoría de ancianos. Fueron las condi- ciones de vivienda, la pobreza, la inadecuada atención médica de urgencia y la indiferencia despiadada de un gobierno que representa a las clases acaudaladas, las cuales no tuvieron interés o deseos de interrumpir su mes anual de vacaciones (Partido Socialista de los Trabajado- res de EE.UU., 2008: 153).
Dos años y medio después del paso del huracán
Katrina por Nueva Orleans:
[…] la población se mantenía a un 35 % menos de los que había sido en julio de 2005, había unos 100 000 empleos menos, barrios enteros todavía parecían paisajes lunares, con alquileres casi 50
% más altos, como promedio, que antes de la tormenta; casi 15 000 familias todavía vivían en casas móviles deterioradas de la agencia fede- ral para la emergencia; solo funcionaba el 19 %
de los autobuses públicos pre-Katrina, solo tres de los siete hospitales generales habían vuelto a abrir; casi el 40 % de las escuelas públicas y el 60 % de las guarderías infantiles pre-Katrina permanecían cerradas; y no se había restaurado ni un solo edificio de la única universidad pública negra de la ciudad (Partido Socialista de los Tra- bajadores de EE.UU., 2008: 157).
Cuatro años antes del huracán Katrina, el hura- cán Iván azotó a Cuba, 1,3 millones de perso- nas fueron evacuadas hacia zonas seguras con anticipación y no se produjo una sola pérdida humana, mientras que en Estados Unidos hubo 57 muertos (Partido Socialista de los Trabajado- res de EE.UU., 2008: 207).
En los primeros meses de 2008 se produjeron disturbios por alimentos:
[…] mientras cientos de millones intentaban sobrevivir con un puñado de arroz o maíz, los gigantescos comerciantes de mercancías alimen- tarias –a través de la Bolsa de Comercio de Chi- cago y otras grandes bolsas capitalistas– estaban acaparando reservas de maíz, trigo y soja equiva- lentes a la mitad de las existencias en todos los silos de almacenamiento en Estados Unidos […] los gigantescos consorcios mundiales de cerea- les y semillas […] están cosechando enormes súper ganancias: en el primer trimestre de 2008 las utilidades de la Monsanto subieron en 108 % comparadas con las de un año antes; las de Car- gill, en un 86 %; las de la Archer Daniel Midland, en un 42 %, y la de Bunge, en un 1964 % (sí, en 20 veces. ¡No es una errata!) (Partido Socialista de los Trabajadores de EE.UU., 2008: 154-155).
El pueblo haitiano, el primero en independizarse del colonialismo en América Latina (1804) y el más pobre del continente americano, tuvo que enfrentar en el 2010 un terremoto que le costó cientos de miles de vidas y la destrucción de su país. Hubo muchas promesas de ayuda, pocas se hicieron efectivas.
Para crecer económicamente y hacer política, hay que existir. Para tener una existencia digna son necesarias políticas económicas que pongan al hombre en el centro del desarrollo.
La atención a los temas ambientales no es un romanticismo trasnochado, es la compresión de su interrelación con la economía y la política. Además de la pandemia de la COVID-19, el cambio climá-
tico, la contaminación y la pérdida de la diversidad biológica, por modelos de desarrollos antropocén- tricos, continúan su curso de manera silenciosa y sostenida, poniendo en peligro nuestra existencia.
Hace 250 años (1770) el enciclopedista Holbach escribió:
¡Hombres insensatos! ¡No llegarás nunca a cono- cer que no eres más que un ser efímero! todo el universo tiene sus cambios; en toda la naturaleza no hay una sola forma constante; ¡tú solo tienes la locura de querer que tu especie sea eterna y exenta de las leyes generales! […] Tú, que en el medio de tu locura te dices el señor del universo; tú, que mides el cielo y la tierra, tú, que porque eres más inteligente, crees que todo ha sido hecho para ti […] el más ligero accidente, un solo átomo mal colocado, basta para hacerte perecer (Holbach, 1989: 78).
Como ha señalado la doctora Daysi Vilamajo, se debe recordar que la existencia de ecosistemas saludables, con una gran diversidad de especies que actúan como huéspedes, limita la trasmisión de enfermedades como el coronavirus, bien por un efecto de disolución o amortiguamiento. General- mente en esta zoonosis hay varias especies impli- cadas, con lo que los cambios en la diversidad de animales y plantas, afectan las posibilidades de que el patógeno entre en contacto con el ser humano y lo infecte.
La Organización Mundial de la Salud advertía:
Los humanos tienen que pensar sobre cómo tratan a sus animales, cómo los crían, cómo los venden. Básicamente todas las relaciones entre el reino animal y el hombre están bajo estrés (Greger, 2008).
Las políticas neoliberales han fracasado. Los que las promueven nunca han comprendido, como dijera Fidel, que cuidar “la salud del pueblo, evitar sus sufri- mientos y sanar sus enfermedades es una tarea, principalmente, de orden social y moral; pero también tiene un sentido económico, pues son los hombres y mujeres del pueblo los que crean los valores, y una población trabajadora sana y fuerte, es imprescindi- ble para el desarrollo” (Susi Sarfati, 2016: 444).
La crisis de atención médica, visibilizada por la COVID-19, ha confirmado el papel del Estado en la planificación, coordinación e implementación de políticas y acciones eficaces para enfrentar una pandemia. La salud no puede ser gestionada con eficiencia por el mercado. Como Fidel expresó en la inauguración en 1994 del Centro de Inmunolo- gía Molecular, “el Estado socialista existe realmente para ayudar al hombre, para amparar al hombre y para proteger al hombre en cualquier circunstancia” (Susi Sarfati, 2016: 129).
Esto explica por qué la gestión de enfrentamiento a la pandemia es más eficaz en Cuba que en Esta- dos Unidos, a pesar del significativo potencial eco- nómico y científico de este último.
Las guerras por ambiciones territoriales o intere- ses geopolíticos han provocado cientos de millones de muertos. Algunas contribuyeron a configurar un orden internacional (La Paz de Westfalia, el Con- greso de Viena, el Tratado de Versalles y la Confe- rencia de San Francisco). Las muertes por guerra continúan.
Las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki asesinaron a miles de seres humanos inocentes. Se vio el horror del arma nuclear. El 14 de diciembre de 1946 la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoce la necesidad de su prohibición. Setenta y cinco años después no se ha logrado la prohibición absoluta de la posesión y desarrollo del arma nuclear. Las Naciones Unidas han alertado que más de 100 millones de personas pueden morir de hambre cada año (ONU, 2020). La causa no es la incapaci- dad de producción ni la falta de un medicamento o una vacuna. Bastaría una distribución justa de los alimentos. Siguen muriendo de hambre millones de
niños, ancianos, hombres y mujeres.
Hace 12 años Michael Greger expresó que en “la edad de las plagas emergentes […] si los cambios en el comportamiento humano pueden crear una nueva plaga, entonces los cambios en el compor- tamiento humano pueden prevenirlas en el futuro” (Greger, 2008). Nos enfrentamos a una nueva pan- demia, porque no ha existido cambio en el compor- tamiento humano frente a la naturaleza (especies y ecosistemas).
La comunidad científica internacional ha funda- mentado la necesidad de enfrentar los problemas ambientales. En 1992 Fidel alertó al mundo que nuestra especie estaba en peligro de extinción. Hoy estamos frente a la misma encrucijada. Somos una especie que recurrentemente tropieza con la misma piedra.
La cuarentena o el aislamiento social, decretado por algunos gobiernos por la COVID-19, permitió la aparición de animales que se creían extintos o en peligro de extinción, otros recuperaron su hábitat. La vida continúa sin nosotros, es más, se recupera porque no estamos nosotros. No somos una especie elegida.
La pandemia de la COVID-19 podrá impactar en procesos electorales, ha validado o no políticas económicas y sociales, ha visualizado las fallas de organizaciones regionales por su anémica y tardía respuesta coordinada y solidaria, ha impactado en organismos internacionales, ha demostrado que la globalización es un espejismo tecnológico carente de humanidad y reafirma que lo ambiental es una variable que impacta en el orden internacional.
Sin embargo, es prematuro para dibujar con objetividad el impacto geopolítico de la COVID-19, y definir los cambios significativos que en los modelos de desarrollo socio-económicos puedan tener lugar en algunos Estados.
Hace falta más que una pandemia para cambiar todo lo que debe ser cambiado.
Garcia Linares, P. (2017) ¿Cómo cambió a Europa la peste ne- gra? Disponible en: www. lavanguardia.com
Holbach (1989). Sistema de la naturaleza. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.
Leal Spengler, E. (2015). Aeterna Sapientia. Colección Opus. La Habana: Ediciones Boloña.
ONU (2020). Noticias ONU. Disponible en: www. news.un.org Partido Socialista de los Trabajadores de EE.UU. (2008). De-
claración. La Custodia de la Naturaleza. Revista Nueva In- ternacional, 8.
Susi Sarfati, S. (2016). Diccionario de Pensamientos de Fidel Castro. La Habana: Editora Política.