De la infodemia y otros demonios
Doctora en Ciencias Históricas. Profesora Titular del Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI). e-mail: sunamisfabeloc@ yahoo.es. ORCID. iD: 0000-0002-4752-2688
Recibido: 29 de abril de 2020 Aprobado: 25 de mayo de 2020
RESUMEN Este artículo presenta los escenarios desarrollados en materia comunicacional en torno a la pandemia COVID-19, desde la perspectiva de las relaciones internacio- nales. En tal sentido se presenta un acercamiento a la geopolítica de la infodemia muy relacionada con lo que pudiéramos llamar la geopolítica de la tecnología. Alrededor de ello giran toda una serie de cuestiones que escapan a la coyuntura de la pandemia y que sin lugar a dudas marcarán tendencias en el complejo entramado comunicación-política-relaciones internacionales.
Palabras claves COVID-19, comunicación, desinformación, tecnología, geopolítica, infodemia.
ABSTRACT This paper is about the communicational scenario around the pandemic COVID- 19, from the perspective of the International Relations. In this line we present an approach to the geopolitics of the infodemic, related to what we could call the geopolitics of the technology. There are some issues that scape from the conjuncture of the pandemic, and without a doubt they will set trends in the complex framework of communication-politics-International Relations.
Keywords COVID-19, communication, disinformation, technology, geopolitical, infodemic.
news unido al impacto de la posverdad se había extendido. De manera que la confianza, tanto del
El escenario comunicacional de la década que
se abrió el 1 de enero de 2020, incorporó algunos matices que, teniendo en cuenta el curso de los acontecimientos que han sobrevenido, variarían no tanto su esencia como sí su velocidad.
Antes de la imprecisa “hora cero” y el desenca- denamiento del “efecto Wuhan”, el 2019 había dejado abierto el debate sobre una serie de cuestiones que, sin dudas, debían impactar en la agenda internacio- nal de la nueva década en materia comunicacional: el desarrollo de la quinta generación (5G) de redes inalámbricas para móviles, liderada por las compa- ñías chinas Huawei y ZTE; la apertura de la carrera por el siguiente gran estándar, la sexta generación (6G), liderada por Japón, y el fenómeno de las fake
usuario occidental como del asiático, se habían visto peligrosamente comprometidas.
Con la aparición del nuevo coronavirus y la poste- rior pandemia en que devino la COVID-19 en marzo de 2020, se desencadenó un contexto de incerti- dumbre, alta percepción de riesgo y alarma social. Sin embargo, aún en las circunstancias emergentes, las prioridades descritas no solo se mantienen sino que se han precipitado en su desarrollo, adquiriendo matices que las ratifican, actualizan y abren nuevos enfoques sobre los mismos debates.
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A los altos niveles de estrés que provocaba la amenaza de contraer un virus, que estaba evi- denciando significativos porcientos de letalidad, se sumó la ansiedad que provocaba el llamado
al confinamiento en los hogares. En este contexto se aceleró el consumo de las telecomunicaciones y comunicaciones y con ello la sobreexposición a información sobre el tema, agregando así al fenó- meno de la pandemia el de la “infodemia”, o sea, la sobrecarga de información no fiable que se propaga rápidamente entre la población.
La sobreexposición informativa vino acompa- ñada de noticias falsas, bulos, rumores, teorías de la conspiración, por lo tanto, se generó así un ambiente de gran desinformación (Colomina, 2020). La para- doja información-desinformación se ratificó como un instrumento de poder, a través de la cual es posi- ble viralizar el miedo y el desconcierto y sembrar el pánico social, manejado desde grandes monopolios de la comunicación, con intereses muy particula- res, alimentados gracias a nuestros propios datos. Es así que esta pandemia amplificó lo que pudiera considerarse una especie de “guerra de las narrati- vas”, así como evidenció las vulnerabilidades de un mundo conectado física y comunicacionalmente.
La alarma social y la incertidumbre desatada por la pandemia de la COVID-19, propició un ambiente de especulación sobre determinadas medidas de control, incluso antes que estas se tomasen. La llamada cuarentena, por ejemplo, ha sido uno de los temas más debatido en tal sentido. De manera general, la situación propició desconfianza en las instituciones, los gobiernos, y, por otra parte, generó un discurso de odio con el objetivo de alimentar la estigmatización de comunidades concretas o deter- minadas agendas políticas.
En esta línea, la Organización Mundial de la Salud, de conjunto con la Organización Paname-
ricana de la Salud consideraron pertinente hacer un llamado a partir de la emisión de un documento alertando sobre este fenómeno asociado a la info- demia: Consideraciones psicosociales y de salud mental durante el brote de COVID-19 (OPS, 2020), del 12 de marzo del 2020. Entre las indicaciones orientadas es significativo que algunas alertaban sobre el fenómeno de la estigmatización en el con- texto de la pandemia: el miedo a la otredad y todo lo que en un contexto de emergencia sanitaria puede atribuírsele.
El instinto de supervivencia en situaciones extre- mas, que pueden ser maximizadas y manipuladas por los grandes conglomerados mediáticos, tan pro- pensos a la espectacularización de todo lo que acon- tece en función de determinados intereses, también reviste una clara intencionalidad. Esta puede o no ser percibida por el ciudadano común y, por tanto, es fuente de bulos, rumores y noticias falsas o, en última instancia, genera confusión o desconfianza. La “teoría del rumor” y el estudio de las “representa- ciones sociales” son importantes referentes teóricos desde la psicología y la sociología desde los que puede abordarse el estudio de este fenómeno.
De manera que, en relación con la pandemia, dentro de las principales narrativas explotadas por los grandes medios de comunicación pueden des- tacarse tres fundamentales, en las que el ciudadano común es coparticipante y a partir de las cuales dialoga con el entorno que le rodea y explica los acontecimientos que le afectan: teorías de la conspi- ración (política y economía), predicciones apocalíp- ticas (religión) y teorías ambientalistas (naturalista). Entre los debates que más se han polemizado por los medios sobresale el referido al origen del virus y toda una serie de especulaciones en torno al mismo. Entre otras las más extendidas pertenecen a la teoría de la conspiración y reproducen la con- frontación entre tres protagonistas: China, Rusia y
Estados Unidos.
Otro de los campos muy sensibles a las percep- ciones y los rumores es el económico. Sobre este giran especulaciones que van desde los mercados bursátiles y todo tipo de escenarios futuros hasta la economía doméstica, revertida en el acaparamiento y la amenaza de la escasez.
Así también, en un contexto de emergencia sani- taria, es natural que surja el debate sobre quiénes están mejor equipados para hacer frente a la pande- mia. En medio de la difícil situación sanitaria con el avance de COVID-19, son pocos los países que han
tenido respuesta efectiva, a partir de las infraestruc- turas nacionales de salud, ya sea por la capacidad científico-tecnológica, productiva, el desarrollo de la industria biotecnológica y farmacéutica, los recur- sos financieros, y el personal altamente calificado o preparado. En este sentido, han sobresalido las posiciones de República de Corea, China, Singapur, Japón, India, Tailandia y Vietnam (Gónzález, 2020). Sin embargo, estos debates suelen simplificarse en deliberar entre las estrategias seguidas por las llamadas democracias liberales o los llamados regímenes autoritarios, identificando estos últi- mos con los asiáticos que, supuestamente pueden imponer medidas mucho más estrictas sobre su población, porque su naturaleza de vigilancia per- manente, centralismo y capacidad de control se los permite. Según el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, autor de La sociedad del cansancio, en Asia, especialmente en China, las personas son menos renuentes y más obedientes que en Europa, y también confían más en el Estado. Así también en Corea o en Japón la vida cotidiana está organizada mucho más estrictamente que en Europa. Sobre todo para enfrentarse al virus los asiáticos apues- tan fuertemente por la vigilancia digital. Apuestan a que en el big data puede encerrarse un poten- cial enorme para defenderse de la pandemia. Se puede decir que en Asia las epidemias no las combaten solo los virólogos y epidemiólogos, sino sobre todo también los informáticos y los especia-
listas en macrodatos. Un cambio de paradigma del que Occidente todavía tiene mucho que aprender. Es así que los apologetas de la vigilancia digital proclamarían que el big data salva vidas humanas, según este autor porque la conciencia crítica ante la vigilancia digital es en Asia prácticamente inexis- tente y apenas se habla ya de protección de datos, incluso en Estados liberales como Japón y Corea. Nadie se enoja por el frenesí de las autoridades para recopilar datos (Byung, 2020). De manera que hay una confrontación y debate sobre modelos políticos en relación con las capacidades disrupti- vas de la tecnología.
Otro debate que se ha abierto es el del papel del Estado nación y las instituciones en una contin- gencia tal cual la que se presenta, por ejemplo en Francia, en Alemania, en Italia donde se emprendía contra la Europa de Schengen, se pedía el cierre de fronteras desde el primer momento y se alimentaba la idea de la pandemia como una amenaza exterior. Los discursos políticos de la extrema derecha están llenos de ejemplos recientes que vinculan inmigra- ción y amenazas sanitarias (Jaroslaw Kazcynski, Matteo Salvini u Ortega Smith). Las tendencias que a día de hoy se avizoran en este particular descri- ben el reforzamiento del Estado y del nacionalismo, asociado a una política de fronteras, fragmentación y estigmatización, lo cual legitima el discurso y posi- ción de las fuerzas de derecha más radicales en la Unión Europea.
En este sentido es importante apuntar que esta crisis ha manifestado y potenciado el fenómeno de la fragmentación al interior de la Unión Europea en diversos aspectos. Uno de ellos es precisamente la posición respecto a China. En el contexto euro- peo las redes sociales fueron espacios de apoyo social, denuncia y lucha a nivel de las subjetivida- des. España e Italia, los países más azotados por el virus, fueron escenario de este activismo desde las redes, denunciando desde el confinamiento, haciéndose eco de la quema de banderas de la Unión Europea como protesta frente a la incapaci- dad de los gobiernos nacionales y de las institucio- nes comunitarias para hacer frente a la situación, a la vez que aceptaban y agradecían la ayuda del gigante asiático, así como de Rusia y Cuba, sin importar su signo político.
De otra parte, en aras de deslegitimar la coope- ración, se ha recurrido en el discurso a presentar una China portadora o creadora del virus, la cual primero utilizaba las redes sociales para censurar información y posteriormente para su reconstruc- ción de imagen. En tal sentido, se ha especulado sobre la llamada “diplomacia de la mascarilla”, refi- riéndose a China, la cual una vez superado lo peor de la crisis, aprovecha para desarrollar la Ruta Sani- taria y se ofrece como aquel que tiene experiencia en el manejo de la pandemia y donante solidario con los que ahora están en el peor momento.
Es así que, desde el discurso político, en algu- nos casos, también se ha polarizado la gestión de la crisis, sobre todo entre las fuerzas políticas de extrema derecha, de una relativamente reciente emergencia, amparada en un estilo comunicativo de corte populista, ya sea en Europa o en América. En esta última, ante el acceso a una sanidad de calidad muy desigual, se ha puesto de manifiesto la incapa- cidad de gestionar la crisis de muchos de los líde- res representantes de la extrema derecha que han optado por un discurso de escepticismo frente a la grave situación, abogando por la revitalización de la economía y el cese de la cuarentena.
El presidente Donald Trump también ha dado un enfoque político al tema, al identificar la pandemia como “el virus de China”. Así la crisis ha reforzado su discurso de fronteras, antiinmigrante y el llamado a reactivar la economía del país. En cuanto a las inves- tigaciones para encontrar una vacuna, también se ha politizado el tema y se le ha dado la connotación de carrera, asociado a teorías de la conspiración.
Sin embargo, Washington ha aceptado la ayuda de China, Vietnam y Rusia. No obstante, en medio de la contingencia sanitaria ha recrudecido el bloqueo económico y comercial contra Cuba, obstaculizando el envío de ayuda (especialmente material médico indispensable para manejar la crisis) desde estos mismos países y otros a La Habana, lo cual ha complicado significativamente la situación de la isla, que se ha visto obligada a encontrar alternativas en tiempo récord y mucho más costosas.
De manera que, en cuanto a las salidas de la crisis, en sentido general, se manejan dos cuestio- nes: integración-cooperación o salvaguarda de los Estados-nacionales-proteccionismo. A lo que se suman diversos análisis sobre los impactos de la crisis que también bipolarizan los modelos a seguir: capitalismo o comunismo renovado (Žižek, 2020), lo cual, respectivamente, se combina con los bino- mios libertad-democracia o control-autoritarismo. Así también se tiende a confundir estado de excep- ción con excepcionalidad permanente. En general de lo que se ha tratado es de simplificar y sintetizar análisis mucho más complejos sobre el futuro de modelos sociales o políticos y su lugar en la posible conformación de un nuevo orden mundial.
Tras la desinformación (aparente) que se genera en un ambiente de sobreexposición informativa (aparentemente desorganizada), hay cálculo pre- dictivo de respuesta (estrategia) y, por tanto, hay intencionalidad.
Sin dudas este contexto ha sido propicio para solventar contradicciones y da lugar a que se pueda hablar de una “geopolítica de la infodemia”. Debe
tenerse en cuenta que una crisis global como lo es una pandemia, requiere un fuerte liderazgo de acciones globales coordinadas, y esto constante- mente se fractura desde los medios en nombre de las ideologías, entorpeciendo la necesaria coordi- nación entre los principales actores mundiales.
La posición cooperativa de países como China, Rusia, Vietnam y Cuba, por mencionar los que en las representaciones sociales se identifican con la satanización del socialismo o el comunismo, matiza los imaginarios. Sin embargo, allí donde la solidari- dad y la cooperación surgen como el aliciente para garantizar la sobrevivencia humana, aparecen tam- bién intentos por boicotearla y deslegitimarla desde una lógica geopolítica y simplista. En este contexto, sin dudas, grandes expectativas e interrogantes se abren en cuanto a la reconfiguración de la imagen de estos países, que han sido de las naciones que han logrado controlar con mayor eficacia la pan- demia tanto en virtud de sus sistemas políticos, económicos y de salud pública nacionales como de su disposición de cooperación y coordinación internacional.
En sentido general, la experiencia de esta pande- mia ha modificado el rumbo de los acontecimientos. Aunque aún es pronto para aventurarse a plantear un escenario, la década que recién comienza está marcada, por altos niveles de incertidumbre en todas las esferas, esto generará cambios significati- vos en el orden mundial y las estructuras de poder, y, por ende, realineamientos y construcciones de potentes alianzas. Sin embargo, en materia comu- nicacional el curso descrito por los debates desa- rrollados avizora algunas cuestiones importantes a tener en cuenta para escenarios futuros.
La crisis de la COVID-19 ha puesto de manifiesto que la esfera tecnológica ha sido fundamental para que el mundo no se paralice por completo; así como también este ha sido un espacio fundamental en el que se puso de manifiesto la competencia geopolí- tica. Por tanto, la disputa tecnológica persistirá, pero pudiera considerarse, dentro de los posibles esce- narios, nuevas dimensiones y determinados mati- ces en torno a la misma. La carrera por el control de los datos y de la información se perpetúa como la expresión más concreta del poder. Sin embargo, dentro de la competencia coexistirán determinados niveles de cooperación que podrán ir consolidán- dose a largo plazo.
Muy relacionado con lo anterior, la única forma de consumo que casi con toda seguridad fue bene-
ficiada durante la crisis ha sido internet, plataforma que posibilitó dar curso parcialmente a la “vida coti- diana” a partir de propiciar el teletrabajo, intercambio a nivel internacional de las comunidades científicas para abordar estrategias en aras de manejar la pro- pia crisis, los servicios en cierta medida, la infor- mación, el entretenimiento tan importante en un momento donde el llamado es a mantenerse en casa, incluso expresiones de protesta, denuncia en las redes sociales, la cultura, la educación, entre otras experiencias que sin dudas se potenciarán y extenderán en lo adelante.
De manera que la crisis sanitaria multiplicó expo- nencialmente nuestra dependencia de los disposi- tivos y de las grandes empresas tecnológicas. La cuarentena ha amenazado la subsistencia de innu- merables empresas de entretenimiento, cultura, turismo o moda, al tiempo que ha supuesto la lle- gada de un enorme capital a las plataformas tecno- lógicas. Según especialistas en el tema, es probable que la acumulación exponencial de conocimiento complejo durante estos meses en los campos de la biotecnología, la informática, la robótica, la estadís- tica, la ingeniería de sistemas o de datos complete en un tiempo récord la revolución tecnológica que venía desarrollándose. Es así que se prevé, tras la descomunal inyección de dinero y de macroda- tos que se está proporcionando a empresas como Google, Amazon, Facebook o Netflix, un importante impulso al desarrollo de la inteligencia algorítmica (Carrión, 2020). Especialmente este escenario se concibe para el sector de la salud en lo que se refiere a la gestión de una epidemia a partir de la informática, lo que otorgaría un descomunal poder de decisión a las máquinas.
En ese sentido, debe destacarse que durante el encierro, los niños y estudiantes, en general, se están acostumbrando a recibir información y cono- cimiento a través de las computadoras; se está monitorizando a través del móvil la temperatura o la geolocalización de los afectados por el virus; los abuelos están descargando incluso las aplica- ciones a las que eran reticentes; todo el mundo se ha familiarizado con Skype, Google Hangouts o FaceTime y millones de fanáticos del deporte, ante la suspensión mundial de los campeonatos, se han empezado a aficionar a las competiciones de deportes electrónicos (Carrión, 2020). De manera que el cambio en las rutinas marcará los nuevos pulsos del desarrollo tecnológico y su incorporación en la vida cotidiana.
En estos momentos los modelos de gestión con éxito de la pandemia son, sobre todo, los asiáticos. Comparten el uso de aplicaciones de seguimiento de los ciudadanos que han estado en zonas de contagio o que padecen la enfermedad. El mundo se prepara para implementar nuevas estrategias de biocontrol, lo que implica la posibilidad de que los gobiernos accedan a nuestras coordenadas y a nuestro ADN, o que deleguen parte de sus decisio- nes en inteligencias artificiales.
Es así que, la geopolítica que se avecina pasa por el papel del ecosistema digital, para lo cual tiene un valor fundamental la soberanía de los Estados. En ese sentido, la efectividad de la experiencia asiática, pasa por tener una aptitud hacia la coo- peración, signo de su regionalismo abierto y de la coordinación de sus organismos multilaterales, a pesar del amplio marco de diferencias que compar- ten, lo que compite con un Occidente mucho más fragmentado. La herencia confuciana que distin- gue a los asiáticos, que antepone el bienestar de la comunidad frente al individuo, implica elementos de fortaleza ante la nueva situación, evidenciando el contraste cultural, en lugar de las mal llamadas políticas autoritarias.
Sin embargo, nunca antes como ahora, los diversos avances tecnológicos que impactan direc- tamente en la vida de las personas reclaman la necesidad de resignificación de la dignidad humana en su cotidianidad compartida con la tecnología, cuestión que se ha mantenido como asignatura pen- diente. En ese sentido uno de los principales desa- fíos es el cambio tecnológico y su impacto sobre los modelos productivos, en el empleo, por ejemplo. Atravesamos una enorme transformación del mer- cado laboral, que sin dudas se profundizará en lo adelante. Este cambio se debe a la intervención de la tecnología en el tipo de funciones que desempe- ñan los humanos en el entorno profesional y esto, a su vez, está alimentando un aumento muy mar- cado de la desigualdad. El desarrollo tecnológico actual colisiona de manera directa con las funciones que desarrollan los seres humanos en el mercado laboral. Este proceso impacta directamente en una rápida precarización de los trabajadores.
A nivel político las tendencias económicas des- critas ya estaban produciendo un vaciado del cen- tro ideológico, y un movimiento hacia los extremos del espectro político. Esa polarización se evidencia como una consecuencia directa de la inseguridad y preocupación que genera en múltiples colectivos
el proceso de transformación del mercado laboral y la sensación de incertidumbre económica que le acompaña y que la emergencia sanitaria, traducida en el confinamiento que impone la cuarentena, ha exacerbado. A esto se suma que este escenario tam- bién ha remarcado el complejo problema de la bre- cha digital, y la contradicción de un mundo cada vez más conectado y más desigual en cuanto al acceso: los desconectados o la otra cara de la geopolítica de la tecnología, América Latina y el Caribe (CEPAL, 2020) y África (Abreu, 2020) son claros ejemplos de ello.
De manera que la ética de la dignidad (Amoroso, 2020) debe incorporar también estos grandes desa- fíos, siendo el punto de partida para luego analizar conceptos centrales, tales como el derecho a la pro- tección de los datos personales y los principios que este implica, así como un enfoque específico –en forma genérica–que vincula tecnología y dignidad humana, tal es el caso de internet de las cosas, big data, drones, impresión 3D, protección de datos per- sonales, entre otros.
Desde la geopolítica de la infodemia y de la tec- nología es posible vislumbrar que entre los prin- cipales debates a que se enfrentará el mundo, después de la crisis desatada por la pandemia de la COVID-19, estará el de la vigilancia totalitaria y el empoderamiento ciudadano. Y, por otra parte, el ais- lamiento nacionalista frente a la solidaridad global. Sin embargo, la cuestión fundamental radica en que en el centro de las políticas públicas debe ubicarse la dignidad humana para asegurar el pleno respeto y garantía a los derechos humanos.
Esta pandemia, a pesar de su terrible carácter letal, tiene el potencial de ser una oportunidad para el cambio y nuestro crecimiento como personas y sociedades. El periodo post COVID-19 plantea el gran desafío de salvaguardar la vida y replantear el lugar del ser humano y el humanismo en un escena- rio comunicacional y tecnológicamente mucho más agresivo, donde cada cual deberá aprender a convi- vir con sus propios demonios.
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