Acuciosa información que nos brinda el autor para que no se olvide la heroica y desigual lucha clandestina llevada a cabo por valientes jóvenes contra la sangrienta dictadura de Batista,
Nada mejor para presentar este libro Para que no se olvide, que las palabras de Ricardo Alarcón de Quesada en su prólogo, del que citaremos algunos párrafos:
“De cuando en cuando, con motivo del aniversario de un suceso que pelea contra el olvido, o para despedir junto a su tumba a un viejo camarada, nos encontramos antiguos combatientes de la clandesti- nidad antibatistiana habanera y volvemos siempre al mismo tema: la necesidad de escribir y preservar en palabras las vivencias de nues- tra generación”.
“Saldar la deuda con el pasado y sobre todo con quienes entrega- ron sus vidas sin alcanzar a ver la tierra prometida es una obligación moral que nos acompaña como una cruz cuyo peso aumenta en la medida que los años pasan y los recuerdos se entrecruzan y se ale- jan en el tiempo”.
“El golpe de estado del 10 de marzo de 1952 profundizaría la crisis nacional y también liquidaría las instituciones republicanas y desmantelaría su sistema político, incapaces de reaccionar ante el régimen dictatorial. En ese ambiente de ilegalidad, atropellos y represión creció una generación que debería crear por sí misma una nueva estrategia de lucha y forjar sus propios instrumentos para llevarla a cabo”.
El autor de este libro, Eduardo Delgado Bermúdez, como recuerda Alarcón, desde muy joven, se había convertido en un destacado luchador clandestino y capturado y torturado, fue forzado al exilio del que regresaría al triunfo revolucionario para asumir importantes tareas. Ya un veterano, nos ofrece las memo- rias y reflexiones de este libro. Actualmente es profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García.
Su vida no fue una excepción. Fueron muchos los niños y adolescentes que crecieron y se forjaron en las duras y riesgosas circunstancias de la clandestinidad habanera. Trayectoria semejante siguieron muchos otros que en los centros de enseñanza secundaria y en los barrios de la capital se vieron obligados por las circunstancias a quemar etapas y saltar desde la temprana juventud a una madurez forzosa.
No eran un grupo excepcional, distinto y separado de sus coetáneos. Fueron decenas los que organi- zaron y dirigieron las luchas estudiantiles de aquellos días y miles los que se sumaron a ellas como fue el caso con la huelga general estudiantil que desde febrero a mayo de 1958 abarcó a todas las instituciones docentes incluyendo las escuelas y academias privadas.
Eran jóvenes que buscaban una alternativa ante el fracaso y la inercia de los partidos políticos que no fueron capaces de ir más allá de la retórica. Su estrategia, la lucha armada, se inspiraba y nutría de las tradiciones patrióticas, pero debieron llevarla a cabo sin los recursos materiales indispensables. Las armas habría que arrebatárselas al enemigo. En esa pelea desigual, acumulando fracasos y derrotas, se fue for- jando esa generación.
Este libro es un tributo de su autor a muchos que no podrán leerlo, pero que sobreviven en sus páginas y animan el combate para vencer en el campo de batalla final, el de la memoria.
84 Revista POLÍTICA INTERNACIONAL No. 1, enero-marzo de 2019. ISSN 1810-9330