DIPLOMACIA CUBANA
Latin America, Che’s political-ethical thinking and the foreign policy of the Cuban Revolution
Dr. C. Leyde Ernesto Rodríguez Hernández
Recibido: 22 de enero de 2019 Aprobado: 20 de febrero de2019
RESUMEN Se analiza el pensamiento político y la recia personalidad histórica de Ernesto Che Guevara y la influencia política que recibió de los acontecimientos sociales e interna- cionales durante la primera mitad del siglo xx latinoamericano. Se resalta su carácter multifacético y sus extraordinarias virtudes humanas, dignas de ser imitadas y conti- nuadas por las presentes y futuras generaciones, así como su activa participación en la formación y ejecución de la política exterior de la Revolución Cubana.
El pensamiento político y la recia personalidad histórica de Ernesto Che Guevara tuvo el inevitable influjo de la época en que nace y se desarrolla su vida, al igual que de los acontecimientos sociales que estremecieron el continente latinoamericano durante la primera mitad del siglo XX.
Es importante considerar al analizar los hechos sociales e históricos que más influyeron en su for- mación como ser humano y revolucionario, la época profundamente golpeada por la crisis económica
mundial que se agudizó en 1929, con particular fuerza en los países pobres y dependientes del Ter- cer Mundo.
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Bajo esta profunda recesión económica mundial la vida política y social latinoamericana se encon- traba dominada por las oligarquías terratenientes y burguesas que respondían a los intereses del capital imperialista foráneo, principalmente el norteameri- cano, que con sus métodos de control neocolonia- les aumentaron el subdesarrollo y la deformación económica de todo el subcontinente americano. En el contexto general de América Latina, la situación
económica y política del país de nacimiento del Che, Argentina, no era diferente.
La oligarquía fiscaliza, como fuerza hegemónica, la subdesarrollada economía, profundiza la estruc- tura latifundista y de clases, sin preocuparle en lo más mínimo los legítimos intereses de las clases más humildes.
Fuera del ámbito latinoamericano se estaba dando un proceso político que influyó de manera notoria en todos los acontecimientos políticos inter- nacionales, la primera gran experiencia práctica de una revolución socialista en la antigua Unión Sovié- tica. Este acontecimiento tuvo repercusión en las fuerzas progresistas del subcontinente y contribuyó con mucha fuerza a la propagación de las ideas marxistas-leninistas, como fuentes teóricas explica- tivas de los graves problemas sociales, económicos y de explotación capitalista.
En esta compleja situación nacional e inter- nacional se desarrollaron los primeros años de la vida del Che. La lucha antiimperialista aumentó en muchas partes del continente y el enfrentamiento a las burguesías pronorteamericanas era cada vez más agudo. Posteriormente se produjo la guerra Civil Española y los latinoamericanos ofrecieron de forma incondicional su apoyo al pueblo español, a continuación ocurrió la Segunda Guerra Mundial con sus nefastos resultados en cuanto a las pérdi- das que ocasionó en términos humanos y materia- les para los países involucrados.
A pesar de que su niñez y primera juventud transcurrieron de una forma u otra bajo la inciden- cia de estos trascendentales e influyentes hechos internacionales, su formación se desarrolla princi- palmente en el medio familiar y sobre todo bajo la influencia estable y directa que siempre recibió de la comunicación con sus padres. Haber tenido la dicha de tener un hogar donde se discutían los problemas políticos y económicos de América Latina, fue para el Che muy importante en la conformación de sus primeras ideas sobre lo justo y lo injusto, en sus posteriores inclinaciones, inquietudes y motivacio- nes políticas.
Su madre Celia, fue una mujer sumamente inteli- gente, que estudió mucho durante su vida. Hablaba el idioma francés con perfección y dominaba muy bien el inglés. Fue muy emprendedora, con ideas avanzadas para su época, en cuanto al papel y el lugar que debe tener el sexo femenino en la socie- dad. Desde el punto de vista político se caracterizó por ser de pensamiento liberal.
Su padre Ernesto fue de ideas socialistas. Al res- pecto él mismo contó en un interesante libro que escribió sobre su hijo el Che:
“[…] mi formación desde niño fue socialista y no pretendí presionar a mi mujer, pero ella poco a poco, se fue colocando en el carril de esta nueva manera de ver el mundo, y en muy poco tiempo me dejó atrás. Impetuosa y avasalladora, no tomaba las cosas a medias y cuando se enrolaba en una causa no cejaba en la lucha […]. Sobre mi cargaban la responsabilidad de haber sacado del seno de la iglesia católica a esta criatura para convertirla en una descreída socialista” (Gue- vara, 1988: 127).
Con estas influencias del medio familiar y el esfuerzo autodidacta que siempre caracterizó su espíritu de superación personal alcanzó un hábito insuperable de lectura, lo que con el transcurso del tiempo le permitió poseer una enorme cultura lite- raria, filosófica y política. Entre esas primeras lectu- ras estuvieron los libros de Freud, de Dumas padre, Mallarmé en su lengua original y la poesía de Char- les Baudelaire. Más tarde leyó la poesía española de Federico García Lorca, Antonio Machado y los versos del poeta chileno Pablo Neruda.
Después de estas lecturas iniciales surgió su dic- cionario filosófico, con apenas 17 años de edad, por- que se había dado cuenta que él y sus compañeros de estudio los necesitaban. Este primer escrito del Che tiene un valor documental e histórico enorme, pues nos permite conocer sus primeras impresio- nes e ideas sobre la vida, la sociedad en general y el hombre.
En este diccionario dividido en siete cuadernos se encuentran determinados conceptos de diver- sos pensadores y tendencias expresadas desde posiciones ideológicas y filosóficas diferentes al marxismo, que demuestran las profundas inquietu- des filosóficas que tenía el Che en la búsqueda de lo que para él constituía el encuentro de la verdad filosófica. Posteriormente en sus últimos cuadernos refuerza el estudio detallado del surgimiento y desa- rrollo del marxismo.
En general en estos cuadernos el joven Gue- vara reflejó su dedicación especial al estudio de la historia de la filosofía y en particular de la filosofía marxista, encontrando en esta y en el pensamiento de Lenin, el valor científico, revolucionario y prác- tico necesario para la formación de una conciencia
nueva en los hombres destinados a hacer la trans- formación revolucionaria de la sociedad.
Analizando este primer periodo de la vida del Che nos damos cuenta que desde muy joven se cues- tionó el mundo exterior que lo rodeaba, del profundo interés que tomó en explicarse ese mundo circun- dante haciendo énfasis en el pensamiento filosófi- co-materialista antiguo, hasta llegar a Marx, Engels, Lenin, José Martí, Ingenieros, Julio Antonio Mella, Aníbal Ponce y las ideas creadoras de Mariátegui.
El hecho que el Che alcanzara profundos conoci- mientos de historia de la filosofía y realizara agudos análisis sobre la evolución materialista de la histo- ria demostrando sus solidas concepciones marxis- tas-leninistas, no nos permite afirmar que su ideario ético estaba completamente formado. En esto des- empeñó un papel fundamental una serie de aconte- cimientos personales, históricos y sociales que nos parecen haber sido decisivos en la consolidación de su carácter y personalidad.
Entre esos hechos se encuentran sus viajes por América Latina, el primero iniciado en 1950, cuando todavía era un estudiante de medicina, y el segundo en 1953, después de graduado. Estos dos viajes por el continente americano le ayudaron a vincular los conocimientos teóricos alcanzados con la cruda y conmovedora realidad latinoamericana.
En 1950 recorrió en motocicleta doce de las provincias argentinas, al totalizar más de 4 500 km comprendidos entre Salta, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero, Chaco y Formosa por el Norte; Cata- marca, La Rioja, San Juan y Mendoza por el Este, y San Luis y Córdoba por el centro. De este primer viaje recogió impresiones en su diario y abordó, con espíritu crítico, todo lo que había visto a su alrede- dor sobre la necesidad de buscar soluciones a los males sociales de los pueblos.
En 1951, en compañía de su amigo Alberto Gra- nado, emprendió su primer viaje por el continente. El viaje lo inició en la “Poderosa 2”, la bicicleta de su amigo Granado, que se rompió para siempre en Chile, al segundo mes de la marcha. Luego conti- nuaron un recorrido que los llevó por Bolivia, Perú y Colombia, para terminar en Caracas donde se quedó Granado, pero Ernesto continuó con un viaje no programado hasta Miami para poder regresar a La Argentina.
Una de las vivencias que más le conmovió en este largo viaje fue conocer el sistema de explo- tación a que son sometidos los mineros chilenos cuando visitó las minas de Chuquicamata, de donde
extrajo lecciones imperecederas de la situación social de ese pueblo.
El próximo país que visitó fue Perú. En este sació el interés por conocer la historia de la civilización incaica y el centro de su cultura simbolizada en Machu-Pichu. Su sentimiento revolucionario y lati- noamericano que comenzaba a crecer al observar el panorama de desolación en estos pueblos del sur se fortaleció constatando la depauperación del indio y la destrucción de la historia de la cultura incaica.
Este primer viaje por la región latinoamericana le permitió ver el grado de subdesarrollo de los pueblos, la miseria y la pobreza de las clases más humildes de estas sociedades. Indudablemente este primer contacto con la pobreza y los desposeí- dos del continente, contribuyó a formar en él un alto espíritu humanista y revolucionario, que lo llevó pos- teriormente a la lucha de la Sierra Maestra en Cuba y a dar su generosa vida en los cerros bolivianos.
Igualmente, al concluir este primer periplo quedó fortalecido su sentimiento latinoamericanista y el ideal bolivariano de una Latinoamérica unida, pues ya estaba convencido de los enormes peligros que entrañaba la falta de unión en la defensa de la sobe- ranía y la independencia de estos pueblos.
Volvió a su país natal en 1952 para terminar sus estudios de medicina y recomenzar otro nuevo viaje por América Latina. En julio de 1953 emprendió su segundo viaje por Latinoamérica y en el transcurso de este se define cuál sería su posición final en la lucha de los pueblos por su liberación y la revolución social.
El segundo viaje lo realizó en tren, desde Bue- nos Aires a Bolivia, país donde caería años des- pués heroicamente y tenía lugar una revolución con carácter antiimperialista y antioligárquica, ya que se habían tomado una serie de medidas que decre- taron la nacionalización de las minas, la reforma agraria y la desaparición del ejército. Sobre la revo- lución boliviana analizó con profundidad las causas de su fracaso y el papel que desempeñó Estados Unidos en su derrota. Sin terminar de ver el des- envolvimiento de estos acontecimientos se trasladó a Perú, país que había visitado en su primer viaje, en este observó nuevamente el deterioro socioe- conómico de la población indígena y la belleza de Machu-Pichu.
De Perú regresó a Ecuador, y aquí estuvo muy poco tiempo, pues la idea de ir a Centroamérica le resultó más interesante. Es así que llega a Panamá en una embarcación para seguir viaje a Guatemala
mediante su preferido método de caminatas. Este recorrido por Centroamérica significó mucho para el Che, porque pudo corroborar el grado de depen- dencia y subdesarrollo de estos pequeños países, la explotación de los monopolios y el servilismo de los gobiernos de turno en estas naciones, así como la soberanía limitada y la miseria de las clases sociales con menos posibilidades económicas, que desde entonces convierten a Latinoamérica, en su conjunto, en la región de mayor desigualdad econó- mica e injusticias en la distribución de las riquezas. De todos los acontecimientos sociales y políticos que el Che fue testigo personal en su viaje por Cen- troamérica, la revolución guatemalteca constituyó el hecho que más lo marcó para siempre. Su llegada a este país coincidió con los momentos difíciles que atravesó el gobierno popular de Jacobo Arbenz, hostigado por la oligarquía de su país y el gobierno
de Estados Unidos.
El Che desde el primer momento simpatizó con el gobierno popular de Arbenz y las medidas que intentó poner en práctica: independencia eco- nómica, elevación del nivel del pueblo y reforma agraria, pero advirtió la oposición que tendría el gobierno popular por parte de los representantes de los intereses imperialistas en el país, como lo es la oligarquía financiera y los dueños de los medios de difusión locales. También analizó los pasos diplo- máticos realizados por el gobierno de Estados Uni- dos con el objetivo de hacer aprobar una invasión a Guatemala en la Conferencia Interamericana de la Organización de Estados Americanos de Caracas en 1954.
Estos sucesos aumentaron en el Che su sen- timiento antiimperialista y latinoamericanista. Su ideario político revolucionario se fortaleció y cada vez más vio en el marxismo la única explicación posible a los fenómenos socioeconómicos que había observado. La experiencia guatemalteca fue sin dudas, en esta etapa, el hecho que más influyó en su definición política, ética e ideológica. Él mismo lo reconoció en una ocasión:
“[…] cuando se produjo la invasión norteameri- cana traté de formar un grupo de hombres jóve- nes como yo, para hacer frente a los aventureros fruteros. En Guatemala era necesario pelear y casi nadie peleó. Era necesario resistir y casi
ces, a su líder Fidel Castro Ruz y a los acontecimien- tos históricos que tuvieron lugar meses después. En este encuentro con un grupo de cubanos asaltantes al cuartel Moncada, entre los que se encontraba Antonio (Ñico) López,1 pudo conocer de los hechos ocurridos el 26 de julio de 1953, en Cuba y surgie- ron sus posteriores contactos con Raúl Castro Ruz y Fidel, respectivamente.
Sobre este encuentro Fidel dijo:
“[…] fue un día del mes de julio o de agosto de 1955 cuando conocimos al Che. Y en una noche como él cuenta en sus narraciones se convirtió en un futuro expedicionario del Granma. Pero en aquel entonces aquella expedición no tenía ni barco ni armas ni tropas. Y fue así como, junto con Raúl, el Che integró el grupo de los dos pri- meros de la lista del Granma” (Castro, 1967).
Para el Che resultó completamente definitorio en su vida de revolucionario su encuentro con aquel otro joven lleno de ideas claras, justas y valientes. A partir de entonces será su amigo y admirador, como lo expresó en la Sierra Maestra:
“Fidel me impresionó como un hombre extraor- dinario. Las cosas más imposibles era las que encaraba y resolvía. Tenía una fe excepcional en que una vez que saliese hacia Cuba, iba a llegar. Que una vez llegado iba a pelear. Y que peleando iba a ganar. Compartí su optimismo. Había que hacer, que luchar, que concretar. Que dejar de llorar y pelear” (Massetti, 1959: 51).
El Che admiró profundamente a Fidel, reconoció en él su profundo humanismo, su liderazgo y genia- lidad política, pues de haber sido de otro modo, no hubiera estado a su lado en los días difíciles y glo- riosos del Granma y la Sierra Maestra, porque ade- más conocemos su profundo sentimiento de justicia social y su carácter de revolucionario integro. Por eso antes de ir a luchar a otras tierras del mundo expresó sobre Fidel:
“[…] pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tú manera de pensar y de ver y apreciar los peligros” (Che, 1997: 6).
nadie quiso resistir” (Massetti, 1959: 50).
1 Joven revolucionario cubano asesinado durante la tiranía de
Más tarde la historia quiso unir al revolucionario Ernesto Guevara a Cuba, a sus patriotas de enton-
Fulgencio Batista. Miembro del Movimiento 26 de julio y ex- pedicionario del Granma.
La Revolución Cubana fue una gran escuela para el Che, en ella vertió lo mejor de su talento e integralidad política y moral. No escatimó esfuerzos ni sacrificios para consolidar su triunfo definitivo y comenzar la construcción socialista:
“Estuvo en el INRA [Instituto Nacional Reforma Agraria], al frente de unas pocas industrias a cargo de esa institución cuando todavía no se habían nacionalizado las industrias fundamen- tales y solo había un grupo de fábricas interve- nidas; estuvo en el Banco Nacional, otra de las responsabilidades que desempeñó, y estuvo al frente del Ministerio de Industria, cuando se creó este organismo; se habían nacionalizado ya casi todas las fábricas, había que organizar todo aquello, había que mantener la producción, y el Che se vio ante aquella tarea, como se vio ante otras muchas, la tomó con una consagración total, le dedicaba día, noche, sábado y domingo, todas las horas y se propuso realmente resolver trascendentes problemas” (Castro, 1987).
Ese ejemplo moral y su hondo humanismo cons- tituyen la base fundamental de su pensamiento marxista-leninista y la simiente esencial de la gran utopía a realizar por los pueblos en el próximo milenio.
Muchas veces estudiamos al Che para resaltar su carácter multifacético y sus extraordinarias virtu- des humanas, dignas de ser imitadas y continuadas por las presentes y futuras generaciones, pero tam- bién es necesario sistematizar el análisis y la difu- sión de sus postulados teóricos sobre el papel que desempeña la moral del hombre y su subjetividad en el proceso de construcción socialista.
En ocasiones analizamos su vida y obra sin per- catarnos, tal vez, que la ética constituye el aspecto medular de todos sus aportes teóricos a la Revolu- ción Cubana, a la filosofía marxista-leninista y a la construcción del Socialismo en cualquier parte del mundo. Se debe reconocer que “[…] insufló lozanía tonificante a la teoría marxista-leninista, aplicando sus concepciones creadoras a las múltiples y com- plejas tareas que se le confiaron” (Roa, 1977: 21).
El Che fue un hombre de acción y de ideas avan- zadas, ambas virtudes las desarrolló a su más alta expresión y en su interrelación dialéctica fue capaz
de legarnos un insuperable código ético que ine- vitablemente deberá ser estudiado por los que en el futuro tengan la misión histórica de construir las nuevas sociedades socialistas en diferentes partes del mundo, teniendo como premisa y factor funda- mental al hombre y su conciencia social.
La obra del Che está llena de páginas alecciona- doras sobre la necesaria formación de valores éti- cos en la construcción del Socialismo, pero lo que le brinda mayor relevancia es el carácter consecuente de los valores éticos que predicaba y la ejempla- ridad de su vida. En sus escritos sobre la guerra de guerrillas aborda la acción revolucionaria y toda su problemática, el papel que debe desempeñar el guerrillero como orientador, agitador y en la forma- ción política de las masas populares, así como la vinculación de un grupo o vanguardia política con el pueblo.
En cuanto a estos aspectos señaló:
“[…] tenemos que llegar a la conclusión inevitable de que el guerrillero es un reformador social […] un revolucionario agrario. Interpreta los deseos de la gran masa campesina de ser dueña de la tierra, dueña de sus medios de producción, de sus animales, de todo aquello que ha anhe- lado durante años, de lo que constituye su vida y constituirá también su cementerio” (Guevara, 1977: 36).
Sobre la moral del combatiente revolucionario el Che insistió en el plano teórico y práctico en un sentido verdaderamente humanista. Para su análisis teórico tuvo en cuenta las razones de la lucha revo- lucionaria y sus diferencias con las guerras injustas, veía en la educación moral de los combatientes la necesaria formación de nuevos valores humanos para la construcción del Socialismo y la creación de unas Fuerzas Armadas completamente nuevas. Por eso, en relación con este asunto, dijo que los “[…] sobrevivientes deben ser dejados en libertad. Los heridos deber ser cuidados con todos los recursos posibles en el momento de la acción. La conducta con la población civil debe estar reglada por un gran respeto a todas las tradiciones y normas de la gente de la zona, para ir a una demostración efectiva, con los hechos, de la superioridad moral del soldado guerrillero sobre el soldado opresor” (Guevara, 1977: 51).
Era muy importante para el Che el trabajo ideoló- gico del guerrillero con las masas populares, sobre todo con el campesinado, clase carente de instruc-
ción y educación. Para lograr este objetivo es nece- saria la relación estrecha entre el guerrillero y esa masa de campesinos que constituye su base social “[…] ir explicando, dando a leer las publicaciones de la rebeldía, enseñando la verdad. Porque una de las características de la propaganda revolucionaria debe ser la verdad. Poco a poco, así se irán ganando masas y podrá ir eligiéndose entre las que hagan los mejores trabajos para incorporarlos al ejército rebelde o a algunas tareas de mucha responsabili- dad” (Guevara, 1977: 128). De esta forma se realiza un doble trabajo a la vez: se difunden mediante la labor de propaganda las ideas revolucionarias y se captan los mejores hombres para nutrir al Ejército Rebelde y encomendarles las disimiles misiones que de este se deriven.
Otro aspecto de suma prioridad para el Che es la disciplina del guerrillero. La disciplina tiene inexora- blemente influencias sobre la moral del combatiente y de su lucha. De ahí que defiende la disciplina cons- ciente, que se forma mediante procedimientos edu- cativos y con el ejemplo, rechazando todo método de imposición o coacción. He analizado aquí todos los estos aspectos humanistas del pensamiento del Che, porque la campaña mediática de los enemi- gos del socialismo en el contexto de los 50 años de su asesinato, mostraron un Che violento, dictatorial y aventurero, lo que constituye una injusticia, que no resiste un análisis serio, cuando se exponen las concepciones humanistas y científicas de su pen- samiento o estrategia revolucionaria con miras a la construcción del Socialismo o una sociedad nueva, diferente a la barbarie capitalista.
Es muy esclarecedora la comparación que hizo el Che sobre las diferencias de concepciones entre el Ejército Rebelde y la dictadura de Fulgencio Batista en cuanto a la disciplina: “[…] el de la dic- tadura practicando su moral, su disciplina cuarte- laría, exterior, mecánica y fría y el guerrillero con su notable disciplina exterior grande y una interior grande” (Guevara, 1977: 237). Esta disciplina interior es fruto del convencimiento, además de tener como meta final el perfeccionamiento de la conducta del individuo y la creación de virtudes. En sus reflexio- nes el Che destacó la moral de combate que tuvo el Ejército Rebelde, dada por el sentimiento de justicia en una causa y la fe en el triunfo final de los ideales más nobles. Así resaltó que “[…] las armas funda- mentales de este ejército eran su moral y disciplina” (Guevara, 1977: 235).
Con su propia actitud, el Che fue un ejemplo claro de autodisciplina, siempre se impuso una férrea disciplina en el cumplimiento de todas sus responsabilidades y misiones. Fue capaz de pre- pararse físicamente para integrar el contingente de hombres que vendría en el Granma. A pesar de padecer agudos ataques de asma, se llenó siempre de voluntad suficiente para realizar incuestionables proezas humanas durante el periodo insurreccional y con ese sacrificio se creó a sí mismo una moral ya basada en la disciplina consciente, la racionalidad y la firmeza de carácter.
La preocupación por el ser humano es otro de los valores morales que más defendió en el plano teó- rico y práctico. En su concepción revolucionaria con- cibió la educación de los hombres en un ambiente de compañerismo, de sensibilidad hacia la desgra- cia ajena. Esta sensibilidad y preocupación por los hombres constituyó una característica personal del Che durante toda su vida. En su obra sobre la Gue- rra de Guerrillas expone:
“[…] el guerrillero no debe de ninguna manera, dejar a un compañero herido a merced de las tro- pas enemigas pues la suerte de este será, casi seguramente la muerte. Cueste lo que cueste, hay que retirarlo de las zonas de grandes fatigas y los más grandes peligros deben correrse para esta tarea. El soldado de guerrillas debe ser un extraordinario compañero” (Guevara, 1977: 77).
Este espíritu de solidaridad humana también lo llevó a las relaciones entre países. Analizó la soli- daridad que recibió la Revolución Cubana en los momentos de mayores peligros y subrayó la obliga- ción moral que tiene Cuba de ayudar a otros pueblos. “Estemos prestos siempre a mantener una vigilan- cia sensible hacia todos los pueblos del mundo, y a darles nuestra mano fraterna, a darle nuestra ayuda desinteresada, no solamente cuando se producen catástrofes de la naturaleza… sino también, cuando hay pueblos que luchan por su libertad” (Guevara, 1960).
La obra de fundamentación teórica sobre el con- cepto de hombre nuevo El Socialismo y el Hombre en Cuba contiene las ideas principales sobre la for- mación del hombre nuevo en la construcción del Socialismo, proceso que debe realizarse a la misma vez que la creación de la base técnica-material. En esta se encuentra la médula de los aportes del Che sobre los valores éticos necesarios para hacer avanzar la nueva sociedad.
La concepción del Che sobre la edificación de la nueva sociedad retoma de Carlos Marx los aspec- tos puntuales de la problemática del hombre, como sujeto activo y consciente de su propia historia. Prin- cipalmente porque en sus estudios sobre el pensa- miento de Marx se había dado cuenta que el autor de El Capital no desarrolló los aspectos subjetivos, ese no era el objetivo fundamental de su obra y enton- ces, a partir de la compleja experiencia soviética, era necesario profundizar sobre este aspecto de la filosofía marxista. El Che estaba convencido de que al Socialismo no se puede llegar si el hombre no es consciente, si no tiene una conciencia nueva frente a la sociedad.
Para el Che el Socialismo entendido solamente como un hecho económico es un error, hay que concebirlo también como un momento de trans- formación de la conciencia de los individuos y los colectivos humanos. En agosto de 1959, en un viaje oficial a varios países afroasiático, y en especial sobre Yugoslavia, al ver los métodos de dirección económica de esos países, realizó una serie de observaciones críticas que la historia posterior se encargó de darle la razón a sus planteamientos.
El Che advirtió:
“[…] persiguiendo la quimera de realizar el socia- lismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés mate- rial individual como palanca, etc.), se puede lle- gar a un callejón sin salida. Entre tanto la base económica adaptada ha hecho su trabajo de zapa sobre el desarrollo de la conciencia. Para construir el comunismo, simultáneamente con la base material hay que hacer al hombre nuevo” (Guevara, 1988: 9).
Otros valores morales que conforman el huma- nismo del Che y su concepción del hombre nuevo son la modestia, la sencillez, el espíritu creador, la dignidad, el colectivismo, el sentido de la justicia y el amor a la verdad. La austeridad es uno de los valo- res fundamentales del hombre nuevo. Consideraba que el revolucionario tiene que vivir como los hom- bres de pueblo y sufrir sus carencias. Alertó que las inclinaciones hacia las preocupaciones individuales o familiares en una dirección material permiten infil- trar los gérmenes de la futura corrupción.
En este sentido afirmó:
“[…] contrarrevolucionario es todo aquel que con- traviene la moral revolucionaria, no se olviden de
eso. Contrarrevolucionario es aquel que lucha contra la Revolución, pero también es contrarre- volucionario el señor que valido de su influencia consigue una casa, que después consigue dos carros, que después viola el racionamiento, que después tiene todo lo que no tiene el pueblo, y que lo ostenta o no lo ostenta, pero lo tiene […] porque todos aquellos que, hablando de revo- lución, violan la moral revolucionaria, no sola- mente son traidores potenciales a la revolución, sino que además son los peores detractores de la Revolución” (Guevara, 1970: 228).
La gesta del Che al frente del ejército interna- cionalista de Bolivia no solo es la hazaña histórica más relevante de la resistencia y la lucha contra el imperialismo en el continente latinoamericano, sino también la epopeya ética más importante de este siglo. Con ella trató de buscarle un espacio político adecuado a la Revolución Cubana y de cambiar mediante posiciones de izquierda la correlación bipolar de fuerzas en el sistema internacional, que no siempre favoreció y defendió los valores e inte- reses tercermundistas, perpetuando así un orden internacional desigual e injusto. Esta identificación total con los pobres de este mundo y la búsqueda de soluciones a sus problemas, desde posiciones revolucionarias radicales, lo colocan en lo más alto del espíritu ético universal americano.
Son múltiples las dimensiones que trascienden de la personalidad y el ejemplo de Ernesto Guevara de la Serna (Che). Una de ellas es, sin dudas, su activa participación en la formación y ejecución de la política exterior de la Revolución Cubana.
El profundo pensamiento político del Che dejó su huella imperecedera en el accionar cubano en el escenario internacional. En representación de la Revolución triunfante, desplegó un largo periplo, entre los meses de junio y septiembre de 1959, por un grupo de países afroasiáticos: Egipto, Japón, Indonesia, Ceilán (actual Sri Lanka), Pakistán, Marruecos, que incluyó también, en los Balcanes de Europa, a Yugoslavia. Luego, a fines de 1960, presidió una delegación comercial cubana a los antiguos países socialistas de Europa del Este, la entonces Unión Soviética y, en Asia, la República Popular China y la República Popular Democrática de Corea.
De extraordinario valor histórico, para entender el alcance de la política exterior de Cuba, son los discursos pronunciados en los foros de carácter regional y mundial en los que participó. Por su tras- cendente actualidad, deben recordarse sus pronun- ciamientos en agosto de 1961 en Punta del Este, Uruguay, con motivo de la conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social de la Organiza- ción de Estados Americanos. En aquella alocución denunció los nuevos métodos de dominación polí- tica y económica del imperialismo estadounidense para obstaculizar cualquier intento de unidad de los países de América Latina y el Caribe.
Desde fecha tan temprana, el Che abogaba por la necesidad de la unidad de los pueblos latinoame- ricanos y caribeños, una idea esbozada por Simón Bolívar y José Martí en el siglo XiX, para resistir, con dignidad y fortaleza, las crecientes ambiciones hegemónicas de la potencia norteña al sur del río Bravo. Las palabras del Che estuvieron dirigidas a contrarrestar y denunciar una “novedosa política”, que en el siglo XXi llamaríamos inteligente, dise- ñada para conquistar la “mente y los corazones” de los latinoamericanos y caribeños. A esta estrategia el gobierno de Estados Unidos de la época, presi- dido por el demócrata John F. Kennedy, denominó: “Alianza para el Progreso”, con el objetivo de conce- der un total de 20 000 millones de dólares en diez años a los países de la región. Esto podríamos cata- logarlo de un pago por adelantado a los gobiernos de América Latina y el Caribe, para lograr de ellos su complicidad en los intentos por aislar y hostigar en todos los ámbitos a la naciente Revolución Cubana. Lo inminente de esos planes hizo que el Che denunciara, en forma enérgica, los preconcebidos fines de la Conferencia, cuando dijo que se “que- ría separar a Cuba de América Latina, esterilizar su ejemplo y domesticar a los pueblos del continente”. En su magistral discurso también subrayó que la “Revolución Cubana reafirmó la soberanía nacional del país, lo que permite denunciar para todos los pueblos de América, y para todos los pueblos del mundo, la reivindicación de los territorios injusta- mente ocupados por otras potencias”. A su regreso a la isla rebelde del Caribe comunicó al pueblo cubano sobre su denuncia al imperialismo en Punta del Este, donde por primera vez, en una conferencia
latinoamericana, una voz discrepaba: Cuba.
Entre 1964 y 1965, el Che tuvo una intensa activi- dad en el plano internacional. El 11 de diciembre de 1964, en la XIX Asamblea General de la ONU cele-
brada en Ginebra, en nombre del gobierno cubano, acusó contundentemente las agresiones de Esta- dos Unidos contra Cuba y dejó con toda nitidez los fundamentos latinoamericanistas de la Revolución que representó con cabal identificación.
Para el Che no había enemigo pequeño ni fuerza desdeñable, y como estableció la Segunda Declara- ción de La Habana:
“Ningún pueblo de América Latina es débil, por- que forma parte de una familia de doscientos millones de hermanos que padecen las mismas miserias, albergan los mismos sentimientos, tie- nen el mismo enemigo, sueñan todos un mismo mejor destino y cuentan con la solidaridad de todos los hombres y mujeres honrados del mundo entero” (Castro, 1962).
Allí en la apacible Ginebra, sentenció que el añoso y tristemente célebre “Fondo Monetario Internacional es el cancerbero del dólar en el capi- talismo […] es el instrumento de penetración de los capitales norteamericanos en el mundo sub- desarrollado […], no hace sino impedir las medi- das frente a la competencia y la penetración de los monopolios extranjeros” (Guevara, 1964). Con argumentos irrebatibles combatió el intercambio desigual impuesto a las naciones del Tercer Mundo y exigió una nueva definición del comercio interna- cional mediante la edificación de un Nuevo Orden Económico Internacional.
De enero al 14 de marzo de 1965 recorre un grupo de países africanos: Mali, Congo, Guinea, Ghana, Dahomey (actual Benín), Tanzania, Egipto y Argelia. Un periplo que todavía hoy es recordado en muchos de estos pueblos. Como parte de esa estancia en el continente africano, el 24 de febrero participó como observador en el Segundo Seminario Económico de la Organización de Solidaridad Afroasiática. El Che estaba convencido del sinnúmero de restricciones que obstaculizaban y debilitaban una verdadera acción revolucionaria en los países de la periferia capitalista. En este foro su idea: “no hay fronteras en la lucha a muerte contra el imperialismo”, tuvo una gran acogida en los líderes africano, y sintetizó, para siempre, su concepción internacionalista sobre la lucha revolucionaria.
En marzo de 1965 los revolucionarios congole- ses fundaron el Consejo Supremo de la Revolución y su jefe, Gastón Soumialot, solicitó apoyo militar a Cuba, consistente en instructores y combatien- tes. Un mes después el Che volvió a salir de Cuba
hacia el Congo con el seudónimo de Ramón Bení- tez, en condición de jefe de la misión cubana para apoyar el movimiento guerrillero de ese país. Allí permaneció hasta que las condiciones políticas internas permitieron mantener la lucha. En noviem- bre de ese mismo año concluye su estadía en esas tierras.
Sobre la estancia y el papel desempeñado por el Che en el Congo, Fidel Castro dijo en exclusiva entrevista al periodista italiano Gianni Miná: “[…] él también estaba muy interesado por los problemas internacionales […]. Su conducta en esa misión fue como siempre, ejemplar e insuperable. Su estan- cia en África era transitoria, en espera de que se creasen las condiciones para viajar a Suramérica” (Miná, 1987: 323-324). Nuevas tierras reclamaban sus modestos esfuerzos y, como había dicho en el “Mensaje a la Tricontinental”, su acción se había convertido entonces en un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor por la unidad de los pue- blos bajo la dominación de Estados Unidos.
En medio de los más diversos rumores sobre las causas de su enigmática desaparición de las tribu- nas políticas, Fidel Castro hizo público, cuando toda- vía se encontraba en el Congo, la carta de despedida que el Che había dejado para el pueblo cubano. Aun en vísperas de su inmortal y definitivo viaje puntua- lizó con vehemencia en dicho documento:
“[…] he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra revolución, y lo sigo estando […]. Donde quiera que me pare sentiré la respon- sabilidad de ser revolucionario cubano, y como tal actuaré” (Che, 1997: 6).
El espíritu que forjó el Che y su imagen para- digmática de hombre nuevo perduran. La pléyade de jóvenes que, en las condiciones de bloqueo eco- nómico, comercial y financiero, y de permanente subversión política e ideológica de Estados Unidos, sostienen la independencia de Cuba, mantienen vivo el combativo legado del Che a la Revolución Cubana, en el ámbito de una política exterior antiim- perialista, internacionalista y solidaria.
El pensamiento del Che, sus escritos y el legado de su ejemplo personal, pueden servirnos de fuerza moral e intelectual para la profundización de la Revolución y el Socialismo en Cuba. El legado del Che, su inmenso prestigio y los sentimientos
que despierta su figura en el pueblo cubano son imperecederos.
Los aspectos éticos de la obra del Che tienen una vigencia extraordinaria en las difíciles condiciones que atraviesa la humanidad, después del fracaso de los primeros ensayos socialistas en Europa del Este, la desaparición de la Unión Soviética y la crisis de las fuerzas revolucionarias y antiimperialistas a nivel global. En las nuevas condiciones históricas del siglo XXi se han desarrollado procesos progresistas y revolucionarios en Venezuela, Ecuador y Bolivia, entre otros países, pero el imperialismo y las oligar- quías locales han hecho todo lo posible por derro- tarlos, incluyendo a la Revolución Cubana con un bloqueo económico, comercial y financiero intacto y recrudecido por la administración de Donald Trump y la influencia de los sectores de la extrema derecha miamense.
En este contexto internacional de intenso accio- nar de los sectores de derecha y extrema derecha contra los procesos revolucionarios, progresistas y antiimperialistas a nivel regional e internacional, el pensamiento político-ético del Che nos ofrece pode- rosos argumentos para la construcción del Socia- lismo. Lo más importante no es citarlo de forma mecánica o fuera de contexto, sino interiorizar que sus virtudes humanas y revolucionarias son las ver- daderas cualidades de un ser superior, dotado para vivir de forma más plena y aportar lo mejor de sí a su país y la humanidad.
El ejemplo y la obra del Che no deben ser utili- zadas como parte de una táctica para cumplir obje- tivos políticos inmediatos, es necesario que forme parte consciente de la actividad cotidiana de las fuerzas de izquierda frente el brutal capitalismo neo- liberal y de la misión estratégica que tiene la Revo- lución Cubana de educar nuevos valores morales y humanos en las presentes y futuras generaciones de cubanos.
Los aportes del pensamiento del Che, sobre la importancia del factor subjetivo, son esenciales en el desarrollo de la joven sociedad socialista. Para el Che el Socialismo es el resultado de la decisión histórica de todo un pueblo y de la educación indi- vidual que realiza cada hombre de forma cons- ciente en su interior, para luego vestirse en todo un pueblo y unirse a la vanguardia que eligió el rumbo socialista. Este vínculo entre la vanguardia y el pueblo deber ser un aspecto a tener presente en esta hora del Socialismo en Cuba. Sus aclara-
ciones certeras sobre el papel de la vanguardia política en todo el periodo de transformaciones sociales y económicas tienen un valor metodoló- gico y didáctico inapreciable.
Estamos obligados a conocer cada vez más el pensamiento del Che para recuperar sus conviccio- nes éticas, que lo convierten en el paradigma del hombre nuevo y el ejemplo de la utopía humana a construir en el siglo XXi. Es por eso que en la cons- trucción de un nuevo socialismo a nivel mundial no bastará con la implantación del poder de las mayo- rías sociales, la entrega de los medios fundamenta- les de producción a los trabajadores, y que existan vínculos estables entre la vanguardia y las masas populares.
Es imprescindible, diría el Che, el desarrollo de la conciencia y cultura revolucionaria en la construc- ción del Socialismo, puesto que propicia una trans- formación radical en las relaciones sociales entre los individuos y las colectividades, en sus motivacio- nes, aspiraciones y actitudes. Se supone que todo eso permitiría la superación del hombre consumista y enajenado por el sistema de dominación capita- lista, que es hoy planetario, y genera múltiples pro- blemas globales en su evolución depredadora de la naturaleza y el medio ambiente, amenazando así la existencia misma de la especie humana.
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